PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

viernes, 21 de mayo de 2010

ADMIRACIÓN POR LOS COMPAÑEROS MAYORES

Viendo algunas  fotos de los grupos de alumnos de cursos superiores al de uno, comprobamos que, aunque no nos acordemos de todos los nombres, al menos de la cara de cada uno, sí nos suena perfectamente; sin embargo, si se trata de compañeros de cursos posteriores, es decir, más pequeños, eso ya es otro cantar. Salvo que hubiera existido  una relación personal de amistad anterior, por vecindad o por  familia, es más difícil que nos sepamos  los nombres de los compañeros más pequeños que nos han seguido en el colegio. Eso es norma general en la vida diaria: siempre miramos hacía los que más destacan y que están por encima;  nunca hacia los que vienen detrás.

Cuando llegabas al colegio a primer curso  y veías a los alumnos de los cursos superiores, por lo general de más edad,  les mirabas con cierta admiración y respeto, pues aunque eran chavales como tú, más o menos, les veías con cierta superioridad y cada día que pasaba más; y era simplemente, porque ellos ya habían demostrado el ser capaces de superar algo que a ti te estaba costando  y que no estabas seguro del todo de que  lo  pudieras llegar a concluir como ellos. Por eso mismo, cada uno de nosotros les veíamos a nuestros precedentes  como más listos; por eso les admirábamos y hasta daríamos   algo importante a nuestro alcance, para  ser como ellos. El dicho de que, “la veteranía es un grado”, no hay duda alguna que es una realidad; tanto en el ejército como fuera de él.

Lo del respeto a los compañeros mayores creo que era una realidad y supongo que os habrá pasado  a la mayoría de vosotros lo mismo que a mí. Que a los mayores les veíamos en otro nivel, como muy superiores a nosotros, aunque la diferencia de edad fuese muy pequeña, pero el ir por delante en los estudios, era lo que les distanciaba de uno; sobre todo, los primeros años; después, poco a poco, todo se iba igualando y uniformando, y al final de la estancia nos veíamos todos en un mismo nivel.

Yo tengo una anécdota al respecto que es la siguiente. Creo que estaba  en cuarto curso de bachiller aproximadamente, y un día de semana por la  tarde, iba solo caminando hacia Cangas para verme con alguien de mi familia, y al pasar  a la altura de casa de La Chata  estaba el amigo Majo, que ya había dejado el colegio,  repartiendo vino con su camioneta por los bares de Corias. El Majo tendrá como mucho,  dos años más que yo, más o menos; para el caso, casi iguales. Sin embargo, como este mozo cuando yo llegué a Corias, él ya estaba en tercer curso, yo le veía  a él y a los de su curso desde un peldaño subjetivo superior, lo que les atribuía una especie de autoridad. Este comportamiento se mantenía al menos durante los primeros cursos y, como consecuencia, uno siempre procuraba ser educado y obediente cuando hablabas con cualquiera  de estos veteranos, como reconociéndoles cierta potestad de ejemplo sobre los que les seguíamos.

Tal que, el amigo Majo al verme, me saludó y me dijo: -Galán, si hicieras el favor de echarme una mano y ayudarme a sujetar la barrica de vino para poder bajarla del camión. -Sí hombre, faltaría más, y nos pusimos los dos manos a la obra. La barrica aunque no era muy grande, sí pesaba lo suyo, y había que retenerla con fuerza y maña para que no se lanzara rodando por el lateral trasero que hacía de plano inclinado entre la caja del camión y el suelo.  El camión estaba encarado hacía la puerta de la bodega del bar, paralelo a la carretera, entre ésta  y el río. La bodega estaba situada en los bajos del edificio y el acceso era una rampa con bastante pendiente hacía abajo lo que aumentaba aún más, la altura de la trasera del camión. La barrica de vino que sería de unos cien litros como mucho, avanzaba con fuerza rampa abajo intentando cada vez  tomar más marcha, y el retenerla para mantener el avance adecuado, costaba lo suyo. Yo, puse tanto  empeño en el encargo que me había hecho el amigo de retener  la barrica, que  se me aflojaron un poco los esfínteres  y en plena maniobra, se me escapó un sonoro pedo. En aquel momento me sentí tan avergonzado que al instante, me puse colorado como un tomate. Cómo sería el trance que,  el compañero de fatigas al verme en aquel estado de rojez me dijo: tú tranquilo Galán, eso le pasa a cualquiera. Lo principal es que no se nos haya escapado la barrica.

Y la verdad era  que, siendo chavales como éramos, lo ocurrido  debiera de haber sido  motivo de broma y  de risa, sin embargo, aunque el amigo le restó importancia e hizo como si no hubiera pasado nada, a mi me supuso pasar un mal rato y una gran vergüenza.

Una vez que el bocoy ya estaba en tierra firme, el vinatero me dijo: Galán, muchas gracias por tu habilidad y por tu ayuda, que sin ella no hubiéramos puesto el vino a salvo y en su sitio pero, en adelante, procura no emplear tanta fuerza y, si lo haces, dosifícala  mejor  para  no malgastarla  inútilmente.

A pesar de que este mozo y yo, nos vemos de vez en cuando y a veces hablamos  de los años de juventud, nunca le he recordado tal  anécdota; simplemente, por considerarla aún vergonzante para mí, y seguro que él ni se recordará de tal  cosa. No obstante,  aquel desliz provocado por flojera primaveral en   una tarde soleada de hace cincuenta años atrás, es hoy el día que no se me ha olvidado todavía,  y cada vez que me viene a la memoria, me produce  una gran risa.

miércoles, 19 de mayo de 2010

APODOS ESTUDIANTILES

A propósito de la fotografía que encabeza el  reciente artículo, RETAZOS DEL INTERNADO,  podemos ver en el pie de foto que  los dos apuestos jóvenes que posan en la playa con indumentaria no  muy convencional, uno de ellos con una matadura en una pierna y todo,  son: José Antonio Álvarez Pérez de Moncó, y un servidor Benjamín Galán, de Posada de Rengos.

Recordando al amigo José Antonio, que en paz descanse,  ya que es difunto desde hace varios años, diré que este joven cuando llegó al INSTITUTO LABORAL, apenas le duró su nombre de pila una semana,  pues a los pocos días  ya tenía el apodo acoplado y en vez de  llamarle por su nombre, casi todos los compañeros, le decían calzoncillos; bueno, si digo la verdad, no decíamos calzoncillos, sino “canzoncillos”, tengamos en cuenta que aún no habíamos pasado por las clases de lengua y literatura; y todavía no se nos había comenzado a caer el pelo de la dehesa; aún  estábamos un poco toscos, según veníamos de nuestros pueblos muy a falta de pasarnos la garlopa. Por cierto: ¿os acordáis de las herramientas de desbaste?, sí... Vamos a ver si os suenan: cepillo, garlopa, garlopín o media garlopa y guillame. ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo? Las clases de Tecnología de primero y de segundo curso, se ve que nos gustaban pues, aún perdura algo de ellas en nuestras cabezas.

Continuando con el amigo de Moncó diré que, el primer día de internado cuando llegó la hora de  irnos a dormir, el buen José Antonio, como todos los demás, se fue quitando la ropa de calle para ponerse el pijama antes de meterse en la cama;  al echar abajo los pantalones, como las camas estaban todas seguidas, la mayoría de las miradas se centraron en los abundantes calzoncillos que el mozo llevaba y que según algunos, se aproximaban  hasta la rodilla; por si fuera poco con la largura,  encima eran de  aquellos de lienzo moreno de fabricación casera, que eran rígidos como lona y se parecían muy poco al  algodón, lo cual producía  la risa entre toda la concurrencia. Tal que, en los días siguientes, llegada la hora de desvestirse para acostarse, todo el personal estaba pendiente y a la espera de que José Antonio se quitara los pantalones para comenzar las risas y también para poder valorar de forma objetiva cómo eran de largos  los calzones del amigo. Algunos decían que  le llegaban  a la pantorrilla, otros hasta los tobillos, los más moderados los dejaban en las rodillas; pero todos coincidían en que eran los calzoncillos más largos y abundantes que habían visto en su vida, incluidos los de los hermanos Dalton del Oeste americano. La cosa no era para tanto, pues yo como casi vecino que era de él, delante de mí tenía menos rubor de ponerlos al descubierto y la verdad es que, abundantes eran un rato, pero no tanto como la gente decía. Algunos llegaron a exagerar de tal forma el sustantivo, que  le decían: en vez de calzoncillos, calzoncillada. ¡Toma ya! Puestos a disparatar, para qué quedarse cortos. Menos mal que este muchacho era bueno y tranquilo, y de forma resignada soportaba que frecuentemente, se le cambiase su nombre de pila, por el de la ridícula prenda íntima.

No sé si lo recordaréis, pero este chico también tuvo un percance grave en el colegio jugando con otro a espadachines. Fue un sábado casi a última hora. Estaban  en el claustro al lado del taller de metal, ya había poca luz, y con tan mala suerte, que el contrario  le clavó el palo que hacía de espada en un ojo. Fue tremendo el accidente. Si lo sería que llevaba el globo ocular colgando, totalmente fuera de su cuenca. Urgentemente se llamó al médico que le hizo unas primeras curas y ante la gravedad, acto seguido se  lo llevaron en ambulancia para Oviedo. Yo recuerdo que aquel día apenas fui capaz de cenar de la impresión que me produjo el verlo de aquella forma. Había un silencio en el dormitorio casi sepulcral. Quedamos todos muy entristecidos y mortificados  por el suceso. Gracias a la buena cirugía oftalmológica que siempre hubo en Asturias, que le salvaron el ojo y la visión. Le quedó un pelín más hundido que el otro, pero con la visión perfecta, como antes; fue todo un éxito de la ciencia pues, viendo como lo llevaba, parecía imposible que aquel ojo se pudiera recuperar.

Volviendo al tema anterior diré que, lo de los apodos es asunto común a todos los agrupamientos o colectivos de seres humanos: pueblos, colegios, cárceles, comunidades, vecindades, agrupaciones…, etc. Siempre vemos los  defectos en los ajenos, e ignoramos los nuestros, por grandes que sean estos. Pero somos así, no tenemos remedio. Como en todas las cosas,  para esto de los motes hay verdaderos especialistas, muy certeros, que nacen con un arte especial para motejar al prójimo.

Pensando un poco, me vienen a la memoria algunos de los  motes  más populares que había en Corias; tanto de alumnos, como de profesores. La verdad es que todos ellos eran inofensivos. Aquí van algunos: tortillo, calzoncillos, guadaño, culerón, carmina, cuito d’ovea, fréjoles, viñito, costa, chicha, le boulanger, morro flojo, zapato loco, motorín, che-che, zapatones,  el búho, doctor, venao, fandolio, tequila, trolas, fray lleno de mierda; chuma, chuma; ya se muere, ya se muere…, etc., y muchos más que ahora no me salen. El mío no lo he puesto pues, si lo tuve,  nunca lo supe.

domingo, 16 de mayo de 2010

ÁLBUM, CORIAS 3


Hola a todos. Nuevamente hemos tenido una aportación de fotos de los primeros años de Corias y muy interesantes todas ellas. Las fotos son propiedad del amigo  José Suárez, y han sido enviadas para el blog por  Alfredo Fernández. Para muchos de vosotros si digo José simplemente,  no caeréis en quien puede ser este mozo, pero si os digo que era  el muchacho que destacaba en aquellos tiempos por lo formal, grande y mozote que era, seguro que lo tenéis claro. En las fotos del álbum Corias 3, lo podéis comprobar. Otro dato importante al respecto, es que  este amigo procede de Robledo;  el mismo pueblo de donde era natural, su tocayo y vecino, el padre José García.

Las fotos son muy curiosas e interesantes, y pueden serlo mucho más, si hubiese algún compañero de aquella época, y visitante del blog, que les añadiese los comentarios oportunos a cada acto que representan. Los nombres de los personajes de algunas de ellas figuraban como nombre de cada archivo, y yo se lo he puesto como pie de foto, algunos un poco ampliados,   pero las que son de grupo, el nominarlos a todos  sería ardua labor. Aunque no figuren los nombres de todos los compañeros que en ellas aparecen, se pueden decir muchísimas cosas más. Entre todas las fotos recibidas están también las orlas de ingreso, de 1º A y de 1º B del año 1957. Éstas, no las incluyo en el álbum, dado que ya me las había facilitado José Antonio Ramos, nominadas y todo, y se pueden ver en el  blog, yendo al  archivo de 2009.

Las fotos una vez publicadas en el blog se pueden ver cómodamente, una a una, en tamaño mayor, y también hay la opción de hacer comentarios al pie de cada una. Esto sería lo bueno que cada uno de nosotros aportase lo que supiese, referente al momento  de cada instantánea. Por ejemplo, viendo las fotos de la visita de doña Carmen Polo en aquellos años al colegio, me viene a la memoria los comentarios que le he oído hacer alguna vez a Pacuti en los encuentros anuales sobre este acontecimiento, aunque José Morán los haya puntualizado a posteriori.  A ver si ambos se deciden y lo hacen de nuevo aquí, para disfrute e información de todos los antiguos alumnos de Corias.

Los diferentes álbumes que voy elaborando, con el material que yo tengo y el que me llega de vosotros, los iré alternando a cada poco y presentando en el apartado del blog, NOSTALGIA DE CORIAS, para su contemplación.

El amigo José, supongo que habrá visto  el reciente artículo RETAZOS DEL INTERNADO donde se  habla de la excursión a Santa María del Mar y se acordó de que él, también tenía fotos de aquel día y se las pasó a Alfredo para que me las enviase a mí. Así se hace, sí señor. A José, le doy  muchas gracias por su valiosa aportación y también a Alfredo por su colaboración. Espero que cunda el ejemplo.

EL CHANDEO

    !Hola!

    Habiendo dejado para otro día la segunda parte de mi anterior título ("Glosas Emilianenses" y "El Chandeo" o "Chandeu" o simplemente "EL Pozo"), paso ahora a ello.

    El río Narcea tenía un significado especial para los inquilinos del convento y nada sería igual sin él.

    Por una parte, estaba lo que podíamos decir, parafraseando la otrora "¡agua va!" cuando no había otro desagüe ni alcantarilla que cubo de agua a la calle, el "¡balón al río!" cuando algún futbolero confundía la cornisa del frontón o el portón de entrada con la portería de abajo y enviaba el balón fuera del recinto, yendo a veces a parar al río, lo que daba lugar a la formación inmediata y espontánea por lo urgente, de un grupito que iba siguiendo al susodicho por la orilla hasta que lograba "pescarlo".
    Yo no soy aficionado al fútbol o mejor dicho, soy un mal aficionado en cuanto a lo que se lleva: me interesa la intrahistoria del fútbol, eso sí,  y veo la segunda parte de los partidos con morbo, por ejemplo Alcorcón-Real Madrid, la final europea del Atlético y por el estilo. Baste decir que en mis siete años de internado solo marqué un gol, récord difícil de igualar, por muy de defensa que jugase siempre. (Eso sí, fue un golazo: donde terminaba el cemento, le metí un zurdazo con mis alpargatas de esparto -las "adidas" de entonces- que se coló por la escuadra como una exhalación; yo creo que Fray Tejo, que andaría por allí con su cámara, debió registrarlo y de mano en mano y por estas casualidades que a veces tiene la vida, debió llegar a "C.Z.", porque casi medio siglo después marcaría un gol idéntico en aquella final que le valió al Real Madrid la última copa de Europa).

    También por el río Narcea se organizó en una ocasión un descenso hasta no sé dónde con embarcaciones de material reciclable: cámaras de camión infladas. Seguro que alguno de vosotros participó y lo recordará. Yo no lo hice y no recuerdo por qué, con lo que me atrajo siempre todo lo relacionado con ríos y lugares de agua no salada en general.

    Y en el río Narcea estaba, allá donde terminaba la finca de los frailes o "flaires" como decían en mi pueblo, en aquella curva, "El Chandeo", nuestra piscina (piscina natural, un aliciente más que hoy en día oferta el turismo rural. Fijaros si éramos unos adelantados).
    En una de  las ocasiones que fuimos a bañarnos cuatro o cinco de 7º, yo llevaba una cuerda que me había dado Matías (¿os acordáis de él?: era el que llevaba la cuadra). Reciente probablemente alguna película de Tarzán, la até a aquel "humeiro" que se miraba la cara en el mismo espejo del agua y... ya podéis imaginaros lo que hicimos: carrerilla desde el arenero y cuando volabas por la mitad de la corriente te soltabas lanzando el grito del "mono humano de la selva" y chapuzón que te crío. Muy divertido. Muy divertido, sí, hasta que en una ocasión mi pulgar del pie izquierdo fue a dar contra un estacón sumergido y traicionero que invadió mi intimidad incrustándose entre la uña y la carne. A partir de aquel suceso fui tomando conciencia de lo que era el llamado "tormento chino", que consiste o consistía, pues es de suponer que esas prácticas hoy estén desterradas -o sustituídas por otras más refinadas (recordar Guantánamo)- en meterle al detenido cañas afiladas de bambú en ese sitio: entre la uña y la carne de los dedos, hasta que "cantase". De modo que, amigo Galán, si de "heridas de guerra" se trata de presumir, ponte a la cola, porque la bronquitis que cogiste por bañarte en el mismo lugar con el agua muy fría (ver "La invernada del vaqueiro" de pocas fechas atrás), entre el médico Urlé, la penicilina y unos cuantos pinchazos en el culo, seguro que a la semana estabas nuevo, lo que no puedo decir yo, que solo conté con agua oxigenada y yodo, que todas las noches me ponían en la enfermería, por lo que me tiré semanas y semanas rascando "pupa". (Ahora que lo pienso, puede que a mi sequía de goles como futbolista -uno en siete años,  ¿a quién dé más?- no fuese ajena esta lesión).

    Pero "El Chandeo" también nos brindó episodios eróticos, a parte de los lúdicos y trágicos. Uno de ellos, estando también allí un grupo de los de 7º, primera promoción que terminó el Superior (1959-66), lo paso a relatar. Mientras los demás nos bañábamos o estábamos charlando al pie del agua, el amigo llamémosle "A.B." se retiró a un campito de al lado, separado de nosotros por unos arbustos. Al cabo de un rato empieza a llamar nuestra atención con cierta urgencia: "¡Oye, vení, vení, mirai lo que me pasa". Allá que nos dirigimos todos, yo como el más joven e impresionable el primero, y allí que me encuentro al amigo "A.B." tumbado boca arriba sobre una toalla, desnudo, y con el atributo masculino en perfecto pase de revista. ¡Aquello sí que era una pica y no las de Don Juan de Austria en Flandes!
    (Cuarenta y muchos años después volví a encontrarme con "A.B." e hicimos y hacemos muy buenas migas. Me contó muchas cosas, entre otras, cómo no entre hombres -y también entre mujeres, no creáis ni sintáis remordimientos de conciencia-, sus lances amorosos. Y aunque en estos casos la prudencia aconseja  creerse la mitad de la mitad, pues hablando de mujeres y conquistas los hombres exageramos casi tanto como los cazadores, la verdad es que sus andanzas darían pie para escribir un libro. Sancho, con su sabiduría popular hubiera sentenciado: "La buena planta delante lleva la espiga". Y vaya que si era buena espiga aquella que yo vi un día de junio y sol de 1966 en "El Chandeo".

                                                                                                         Saludos.-jrFRANCOS


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sábado, 15 de mayo de 2010

RETAZOS DEL INTERNADO



Cuando estoy elaborando  estos  relatos para intentar que las visitas al blog resulten algo amenas y divertidas, procuro recordar solamente  los momentos más simpáticos y vibrantes que frecuentemente surgían entre nosotros sin olvidar que, estos hechos la mayoría de las veces, si éramos sorprendidos in fraganti,  no estaban   exentos de cierto riesgo; sobre todo de  ser castigados, pero lo peor era el miedo que teníamos al  probable suspenso en  conducta. Todos recordamos muy bien, que si bajaba la nota en conducta de forma consecutiva, podía llegar a empeorar la situación  de tal manera que, no sólo había peligro de perder la beca, si no también hasta de ser expulsado.

La beca, la dichosa beca, ésta era la espada de Damocles que teníamos algunos constantemente sobre nuestras cabezas, sobre todo, a la hora de cometer alguna travesura escolar: ¡el miedo a perder la beca! No era de extrañar porque, a la mayoría de nosotros, si nos fallara   la beca, lo más seguro es que también se nos acabase la estancia en el colegio. 

De todas formas, había que darle algo de chispa a la rutina y para ello, era necesario rayar un poco en lo prohibido. Lo emocionante era hacer las faenas, o al menos participar en ellas, y que no le cogieran a uno. Gracias a las pequeñas pillerías en las que nos veíamos envueltos a menudo, nos parecía que suavizábamos un poco la rigidez disciplinaria del internado. El dicho de: unos llevan la fama y otros cardan la lana, era una realidad  palpable en el colegio. Los que estaban muy fichados, al mínimo alboroto que se presentara ya tenían sobre ellos la sospecha y el castigo. Sin embargo los “buenos” nadie recelaba de ellos, y a veces, éramos (digo éramos) peores los no fichados que los reconocidos  por todos como traviesos.

La mayoría de los que fuimos internos desde el curso 1959-60 en adelante, recordamos los primeros años cuando dormíamos todos juntos en la primera planta. Seríamos del orden ciento y pico. Los dormitorios estaban distribuidos, si no recuerdo mal, de la siguiente forma: según se entraba desde la escalera principal a la mano izquierda, estaban los servicios y en frente  había una sala de planta rectangular grande, paralela al patio principal donde dormíamos a cama corrida los de primero, siempre custodiados durante la noche, por el Padre Jaime y por una imagen de la Inmaculada Concepción, que estaba adosada a la pared de entrada al dormitorio sobre una peana, y que durante las noches  mantenía encendida  una pequeña bombilla de luz tenue rojiza, para ver en  el dormitorio. El padre Jaime tenía su celda al lado. En el ala derecha a la entrada de la escalera, había otra gran sala  paralela a la carretera con ventanas al patio interior, donde dormían los de segundo curso, también a cama corrida. Al fondo de este dormitorio se accedía a otra sala, situada perpendicularmente, que era donde pernoctaban los mayores; es decir: los de tercero. Este dormitorio disponía de unos tabiques separadores entre camas  de suelo a techo que, al menos, les proporcionaba un poco más de intimidad a los inquilinos, a la hora de tener que desvestirse  para poner el pijama, o para cambiarse de ropas.

Recuerdo un sábado después de tocar silencio, que el padre Jaime se ausentó por un tiempo, como hacía todos los sábados, para asistir a la proyección de la película que daban adelantada del domingo, y que los frailes  veían previamente en plan censura, para eliminar las escenas inadecuadas para los alumnos que pudiera tener  la cinta. Tal que, ese día Jaime, sospechando que nada más ausentarse de la  zona podría comenzar  la juerga, se fue y al poco tiempo regresó a ver cómo estaban sus dependencias y sus pupilos. ¡Menuda sorpresa! Cuando entró silenciosamente en la planta se encontró con   las luces apagadas, pero había  un jolgorio de no te menees debido a la gran  batalla de almohadas que se estaba celebrando, principalmente,  en la sala de los mayores. Jaime al oír la algarabía que reinaba en los dormitorios prendió la luz y pilló a la mayoría fuera de sus camas. Los guerreros ante la presencia fantasmal del cuidador se metieron como rayos en la cama y todo parecía reparado,  excepto los trozos de almohadas que había por el suelo que delataban a los falsos durmientes. Los del fondo tuvieron más tiempo para meterse en la cama pero el desbarajuste de ropas era irreparable y ponía de manifiesto la juerga que allí se había llevado a cabo recientemente.

El padre Jaime estupefacto por lo que se había encontrado,  recorrió los dormitorios pero,  ante la aparente e instantánea calma que se había producido después de la gran contienda, no tenía  claro por donde empezar a administrar castigo y ante la duda, cortó por lo sano; se fue directo hacia la cama de Gallego que dormía muy cerca de la entrada y, precisamente, en esta ocasión, estaba dormido de verdad, pero como siempre formaba parte en todos los fregaos, el padre Jaime fue a por él el primero. Le agarró del pijama le incorporó de la cama y le decía que no disimulase que él era uno de los alborotadores. El muchacho estaba medio aturdido y no comprendía nada. Cuando quiso reaccionar ya tenía encima varios sopapos. El abofeteado no sabía de donde le venían los mamporros  ni el porqué, pues, cosa rara, pero esta vez, sí estaba dormido de verdad y era ajeno a la fiesta. Jaime al incorporarle  de la cama  le decía su frase preferida habitual, haciendo como que le iba a acariciar: ¡niño!, ponte bien; ¡niño! ponte bien, hasta que en el primer descuido ¡Zassss! le venía el tsunami encima. El pobre Gallego decía, ¿pero qué he hecho yo para merecerme esto? Y Jaime le decía: no te hagas el despistado so granuja que estás hecho  un buen elemento, pero a ti te espabilo yo antes de finalizar el curso.

Como decíamos entonces: el Gallego estaba fichado. Por formal, seguro que no era, pero por buena pieza sí. Jaime después de amansar al sospechoso pasó a las dependencias de los de tercero, donde realmente había sido el comienzo  y centro principal de la algarabía; allí, creo que también hubo caricias para dar y tomar, aunque estos eran ya mozotes, pero me consta que más de uno  durmió  con los carrillos bien calientes.

Del padre Jaime recuerdo otro episodio muy cómico. Yo estaba en primero de bachiller, curso 59-60. Con motivo de las fiestas rectorales, primeros días de mayo, habíamos ido todo el colegio de excursión a Santa María del Mar. El viaje lo hicimos en tres autocares de Fernando de La Regla, de los cuales se aprovechaba todo el espacio libre que tenían, pues  viajábamos dentro del autobús y también sobre el techo, el cual  estaba provisto de bancos de madera dispuestos transversalmente al vehículo y protegidos con una pequeña barandilla metálica que rodeaba todo el coche; era como una gran baca con asientos a lo que se  llamaba tercera clase. En el blog hay una bonita foto de los tres autobuses al lado del portón de entrada al patio del Convento, antes de partir para la excursión, con todos nosotros  subidos a los “Pullmans”.

En estas excursiones, no estoy muy seguro pero creo recordar que llevábamos la merienda del colegio. En esta ocasión creo que fuimos a jugar un partido contra el Instituto homólogo al nuestro de Luanco, que era también de bachiller laboral, pero de especialidad Marítimo-Pesquera. Después de celebrado el encuentro  nos fuimos a la playa como se puede apreciar en la foto que encabeza este artículo.

Para nosotros era un día grande el ir de excursión a la costa y para los del suroccidente más, pues para algunos de nosotros, probablemente fuese la primera vez que veíamos el mar. El día transcurrió sin sobresaltos y muy contentos todos, pero al regreso recuerdo que viajábamos en tercera clase un grupo amplio: entre ellos estaba Higinio Álvarez Fernández de Zarracín (Tineo), que en paz descanse, y que fue el protagonista de lo que voy a contar. El amigo Higinio aparte de ser un muchacho simpático y alegre, era mucho mayor que sus compañeros de curso y además, tenía una fisonomía singular; no era muy  agraciado físicamente que digamos. De cara era muy vivaracho con grandes  ojos, pero tenía los dientes un tanto caballunos, irregulares y salidos hacia fuera; la cara era estrecha y alargada. Nada más mirarle producía risa pues, aparte de ser muy sonriente, también tenía cierto  aspecto cómico.

La edad de la mayoría de los  alumnos de primero variaba  entre diez y doce años, e Higinio ya  tendría  del orden de dieciséis o diecisiete. Además este mozo, por su edad, ya era un poco pillastre y le gustaba,  cuando podía, fumarse algún cigarro y tomarse algún vasete de vino que otro. Convendréis con migo que, cuando nos llevaban  de excursión, la disciplina siempre se relajaba un poquito y los cuidadores se hacían algo más permisivos.

Recuerdo que Higinio en aquella excursión, tenía mucho empeño en viajar arriba, en tercera clase, es decir, en vez de la “Business class, sería la Cutre class” pero allí íbamos sin vigilancia que era lo interesante pues, el padre Jaime, iba abajo como las personas decentes.  Higinio como hombre previsor y algo sediento, después de todo un día de asueto y jolgorio playero, antes de iniciar el regreso se había pertrechado de una botella de tinto peleón (entonces aún no existía el tetrabrik)  y de un paquete de Celtas cortos para aliviar el duro viaje de vuelta al escorialín. Nada más ponerse en marcha aquel trasto de autobús, camino de Corias, el amigo Higinio ya comenzó a meterle frecuentes  tientos a la botella y a los cigarros. También iban entre nosotros algunas guitarras y bandurrias que al final, una de ellas, quedó desfondada por completo de sentarse encima el flamenco Higinio. Antes de destripar la guitarra íbamos cantando muy animados, pero según transcurría el viaje, no sólo mermaba la distancia a casa, sino que también lo hacían las reservas de tinto. A mitad de camino, ya no quedaba ni una gota;  el desfondador de guitarras, principalmente, se lo había metido entre pecho y espalda.

Poco a poco entre los efectos del tinto y el humo de los Celtas, el amigo Higinio comenzó a palidecer y se fue acurrucando en un hueco sobre los instrumentos musicales hasta que  se quedó dormido. Al llegar a Corias estaba muy mareado y despedía un olor a tinto avinagrado que tiraba para atrás. Los compañeros le ayudamos como pudimos a bajar del coche sin que se notara mucho la castaña que portaba el viajero y también para  desviarle de la mirada del padre Jaime, con el objeto de que no le viera con aquel aspecto cadavérico.

Llegados al dormitorio, Higinio se tumbó sobre la cama y a cada poco exclamaba en  voz alta: ¡Ay que malo estoy!, ¡Ay que malo estoy! Al momento apareció Jaime a ver qué pasaba. Los acompañantes de viaje le dijimos que Higinio se había mareado por las excesivas curvas de la carretera y que se encontraba un poco revuelto. Jaime que tenía muchas tablas se dio cuenta en seguida de que el mozo estaba totalmente harto de tinto peleón y dijo: ¡niño!,  tienes que vomitar para que te mejores. Higinio le contestaba que no podía. En éstas Jaime, se acercó a su cama, lo incorporó, y se  lo llevó agarrado por la cintura hasta los servicios. Nosotros nos quedamos arremolinados en el dormitorio, un tanto asustados, pensando que le iba a sacudir el polvo bien sacudido, pero no. Jaime le situó frente a uno de los retretes de  plataforma baja y se puso por detrás de él abrazándole por la cintura con las manos trenzadas y puestas sobre la boca del estómago del parturiento y, a intervalos cortos le daba un tirón y repetía: ¡vomita niño, vomita! E Higinio contestaba con voz temblorosa como de estar a punto de fallecer ¡no padre, no padre!, no puedo, estoy muy malo. ¡Cómo que no puedes! y otro meneo, así hasta que el moribundo comenzó a expulsar por la boca una catarata de una mezcla caldosa avinagrada y  horriblemente pestilenta de color vinoso oscuro que no parecía tener fin. Después de dos o tres empellones de aquellos, con sus correspondientes partos, el de Zarracín quedó aliviado de estómago y descansado y se acostó a dormir. Al día siguiente estaba un poco pálido y desencajado pero en perfectas condiciones vitales y con ganas de volver a fumarse unos celtas, y hasta de beber algo de tinto, si lo hubiera a mano.

Si el amigo Higinio viviese y leyera esta historieta, seguro que la recordaría con cierto agrado y diría: ¡Galán, qué cabroncete eres!
Vaya mi recuerdo y gratitud para este amigo que se fue, por lo simpático y alegre que era, y por los buenos ratos que pasé con él.

martes, 11 de mayo de 2010

Firmes, ¡ar!

Contemplando las fotos aportadas por Miguel Ángel, recientemente, álbum Corias 2, he reparado en una de ellas  donde están  un grupo de compañeros entre los que se encuentra Carlos Castañón Cienfuegos, tercero por la izquierda en la foto. Este amigo la última y única vez que  le vi,  desde que salió de Corias, fue en el año 1969 en el Ferral del Bernesga en León, durante su prestación de los servicios patrióticos, en  el CIR nº 6. Tengo vagas referencias de que  ya no está entre nosotros. Si lamentablemente es así, lo que voy a contar es una simple anécdota simpática,  que no desmerece en absoluto la persona del amigo Castañón. Mi intención es que sirva como un pequeño homenaje en su memoria. Y si fuese una falsa información que yo tengo, ojalá,  ruego me disculpe y, si  la recuerda como yo,  seguro que se reirá un rato.

Como he dicho en artículos anteriores, el amigo “Fray Tom” solía visitarme en León con cierta frecuencia, durante su estancia en La Virgen del Camino y, en una de sus erráticas visitas, que fue por primavera y un día casi a última hora,  se presentó en casa de mi patrona y me dijo  que teníamos que ir, sin demora, al Ferral del Bernesga  a visitar a Carlos Castañón  que estaba allí haciendo la mili y que nos estaba esperando. Sin pensarlo más,  nos pusimos en marcha camino del campamento militar. Al amigo Antonio Menéndez cuando se le metía algo en la chola, tenía que ser: dicho y hecho. Además, como él era el que pagaba, ya sabemos lo que se debe hacer en estos casos. “la burra se ata donde dice el amo”, y punto.

El compañero Castañón, como defensor de la Patria,  ostentaba la graduación de  cabo primero y como por las tardes los mandos superiores estaban casi todos fuera del campamento, la tropa quedaba casi exclusivamente  en manos, y bajo el control, de los cabos primeros y de algún que otro suboficial.

Nosotros dos llegamos en taxi y al preguntar en la puerta principal por el cabo Castañón se sonrieron los que allí había;  me dio la impresión de que este mozo era bastante popular en el acuartelamiento. Una vez identificados como amigos, nos dijeron que le avisaban por megafonía y que vendría enseguida;  y así fue. Al momento ya salió él mismo a recibirnos. Acto seguido, y después de los efusivos saludos nos fuimos para el Hogar del Soldado, como no podía ser de otra forma,  a celebrar el encuentro. Después de brindar abundantemente por todo lo habido y por haber: por la amistad, por la Patria, por el Sporting, por el Narcea, por Casa La Chata, y hasta por el atlético de  Curriellos, el amigo Carlos desbordado por la euforia, decidió llevarnos a su compañía y hacer gala de sus dotes de poder y de mando. Para ello hizo formar casi a toque de generala, a los soldados que se encontraban en la compañía pasando la tarde y descansando sobre sus literas. El personal estaba asombrado y mosqueado por el inusual e  imprevisto llamamiento, pero ante la  urgencia de la llamada, algunos acudían a la formación a medio vestir,  con unas pintas desastrosas, como si fueran el  ejército de Pancho Villa. No era de extrañar pues, la gente estaba en su tiempo de asueto y de descanso. Lo  imprudente y atemporal  era la visita por llegar en aquellas horas tan atípicas y tan poco reglamentarias.

El cabo Castañón con la compañía formada y en posición de firmes, presentó al ilustre visitante, Antonio Menéndez,  como el capitán páter de la comandancia de Valladolid, y a mí, como su ayudante. Diré que Tom estaba vestido de hábito y pudo aguantar la arenga del osado mando sin desternillarse de risa, gracias a la ayuda de mi hombro, pues su equilibrio era bastante inestable. En este falso “pase de revista”,  sólo faltaron las salvas de honor, o algún simulacro de ejecución, pues del resto, menos seriedad, hubo de todo.

Finalizado el sainete tragicómico, salimos casi a gatas del CIR y gracias a un misericordioso taxista que rondaba el campamento, y a pesar del deplorable aspecto de los viajeros, tuvo a bien transportar aquel par de “pelgares”: Tom y un servidor,  desde el Ferral a la Virgen del Camino. A Castañón, pasados los días, me informaron de que seguía vivo y que no le habían ni fusilado, ni hecho consejo de guerra, ni siquiera arrestarlo, a pesar de haber  utilizado a la tropa y las instalaciones del CIR  como si fueran  Titirilandia. 

lunes, 10 de mayo de 2010

Nuevo álbum de fotos, Corias 2

Hola amigos: Gracias a la generosa y eficiente colaboración de Miguel Ángel Vázquez y de José Antonio Ramos, os presento  otra serie de fotos tan entrañables como las anteriores; espero que cunda el ejemplo para el resto de compañeros que tienen conocimiento de la existencia del blog, y que tienen fotografías de entonces en casa; que piensen que la mejor forma de disfrutarlas, es ponerlas a disposición de todos los antiguos alumnos de Corias que son asiduos al blog.

Veréis que en algunos pies de foto no se mencionan a todos los miembros. Aunque Miguel Ángel me envió bastantes nombres, me ha sido imposible completar algunos de los  que faltaban.  Pido disculpas a estos amigos y,  aunque  me haya olvidado de su  nombre,  no me he olvidado de ellos.

En algunas de las fotos he hecho algún comentario en tono un tanto humorístico, como podría hacerlo en aquellos tiempos, pero sin el menor ánimo de ofender a nadie.

Deseo  que os gusten las fotos y espero recibir algunas más. A ver si es verdad

viernes, 7 de mayo de 2010

ENCUENTROS EN “PETIT COMITÉ”






Viendo las fechas en que estamos y aprovechando la entrada de hoy, quiero hacer un  llamamiento a mis compañeros de promoción para recordarles, que se nos está echando el tiempo encima y aún no hemos hablado nada sobre la “folixa”  de este año.

El año pasado por estas fechas estábamos un tanto  atareados todos los miembros de la primera promoción que concluyó  bachiller superior en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias, con los preparativos para la celebración del  encuentro anual que solemos tener desde hace unos años.

Aunque somos un grupo reducido, ocho en total, la dispersión geográfica de nuestras ciudades de acogida  nos supone una dificultad añadida a los compromisos propios de cada uno para llegar a un acuerdo en cuanto a la fecha idónea para todos. Nuestros domicilios están repartidos por la geografía nacional de esta forma: En Asturias viven cuatro, en Extremadura uno, en León uno, en Barcelona uno y en Madrid uno. Hasta ahora las celebraciones las  hemos hecho cada año, en lugares diferentes: dos en Asturias y uno en León.

Tengamos en cuenta que, aparte de los quehaceres diarios de cada cual,  algunos  miembros de esta reducida promoción son “güelos”,  o “yayos” como dicen en Cataluña; es decir, abuelos; y se deben a sus obligaciones familiares, principalmente a la custodia y cuidado de los nuevos herederos. De ahí que todos los años  nos cueste lo nuestro para llegar a un consenso en cuanto a la elección de la fecha;  pero al final, siempre llegamos a un acuerdo y todos celebramos de verdad el juntarnos para recordar nuestros años de Corias. Tanto en estos encuentros de la promoción, como en los generales de Corias,  todos coincidimos en afirmar que, entre todos nosotros, está  muy presente el vínculo de afecto que se creó, hace muchos años, durante la convivencia en el escorialín asturiano.

Afortunadamente, todos los años lo pasamos muy bien y siempre concluimos la fiesta a gusto y en paz, sin excesivas broncas y sin tener que llegar a las manos. Aunque bien mirado, no siempre es fácil. Yo, concretamente, tengo que lidiar todos los años los envites que me lanza mi amigo  Balsera  para obtener  la revancha por  unos cachetes (merecidos) que le propiné de joven, estando de camping en Llanes,  y al muy cabrito (no debiera  de quitarle años, pero bueno) aún no se le han olvidado; menos mal que el desquite, se va aplazando año tras año, sine die, y voy librando. En el fondo, yo supongo que mi amigo lo irá  olvidando y dejando pasar, porque comprende  que yo soy una persona ya mayor con  pocas ganas de pelea.

El año 2007  celebramos la reunión en Oviedo;  el 2008 en Baselgas (concejo de Grado) y el 2009 en Valdevimbre (León). Todos estos encuentros resultaron muy amenos y entrañables y, cada año, quedamos con verdaderas ganas de  volver a juntarnos en el próximo. Normalmente solemos asistir seis de los ocho que quedamos, salvo el año pasado que fuimos siete. A ver si este año llegamos al pleno y nos juntamos los ocho.

Sé de otras promociones que también hacen lo propio cada año, como es la de José Antonio Ramos. Además esta promoción, tiene  la suerte de contar con  un cronista tan bueno y prolijo como es el amigo José Antonio  que prepara unos estupendos y detallados  reportajes del acontecimiento. De nuestros encuentros solemos hacer una pequeña crónica ilustrada con fotos del evento,  pero ni comparable con las del amigo Ramos.
En cabecera  presento  unas fotos de dichos encuentros, para que veáis lo mozos (hatajo de castrones) que estamos.




miércoles, 5 de mayo de 2010

INVERNADA DEL VAQUEIRO

Con la reaparición del invierno en estos primeros días del mes de mayo, después de haber disfrutado de un pequeño veranillo, me vienen a la memoria las fiestas rectorales del colegio, y también recuerdo de un año, curso 1963-64, que aprovechando el buen tiempo que hacía, nos fuimos a bañar un grupo de tres, o cuatro, al Chandeo. Aunque hacía tiempo engañoso, sofocante de tormenta, el agua estaba muy fría, casi gélida; supongo que no superaría los catorce grados centígrados. En un arranque de euforia,  animados por los primeros calores, nos retamos entre los amigos a ver quién era capaz de bañarse, y al menos la machada de sumergirse una vez en el agua, la llevamos a cabo. Lo peor fueron las consecuencias. En los días siguientes, concretamente a mí, me entró una bronquitis aguda que casi no podía ni hablar. Gracias al doctor Don Jesús Urlé que era un gran médico y, con varias inyecciones de antibiótico, me la fue corrigiendo.

Del resto de los intrépidos e insensatos bañistas, creo que alguno más acusó el chapuzón, pero el más afectado fui yo. ¡Cuántas tonterías se cometen de joven!

Esta invernada de ahora, no falla cada año. Mi padre le llama “La invernada del vaqueiro” y es por lo siguiente. Antaño cuando los ganaderos de La Marina, zona de Luarca, llevaban el ganado a pasar el verano a  la Veiga del Palo que son los montes vecinales de Caboalles de Arriba en la provincia de León, lo solían hacer a primeros de mayo. Los vaqueiros  confiados por el buen tiempo que comenzaba a hacer a últimos de abril y primeros de mayo, se ponían en marcha con la caravana de  vacas y, era raro el año que, ya en el trayecto, pues tardaban varios días en llegar debido a que el desplazamiento se hacía a pie, no padecían una fuerte invernada. Según iban ganando altitud la lluvia se iba convirtiendo en nieve. Hubo años que tuvieron que hacer un descanso en el trayecto de varios días, debido al fuerte temporal reinante. Aunque las condiciones meteorológicas se repetían, año tras año,  los itinerantes ganaderos no espabilaban. De ahí que hayan dado  título, a este empeoramiento del tiempo en los primeros días de mayo. 

CAMARILLA DORMITORIO


En el artículo del “Maletín despensa”, se habla de las camarillas del dormitorio de los mayores y por si alguno se le  ha olvidado  cómo eran aquellos cubículos compartimentados, aquí tenéis una foto que, a buen seguro, será la única que exista de aquellos años. La foto en cuestión es una aportación de Samuel que,  este buen mozo, por aquellas fechas, ya disponía de cámara fotográfica, lo cual era todo un lujo.

Esta celdilla tan reducida y austera que tenemos delante, perteneció al dueño de la foto durante al menos cuatro años. Este dormitorio de estructura geométrica, tipo panal, era donde pernoctábamos  los alumnos internos de sexto y séptimo curso los últimos años de estancia en el internado de Corias. El símil apícola  lo hago porque, me da la sensación de que, a través de los años, esta sala sirvió de lugar  de descanso para   muchos zánganos; mejorando lo presente.

La verdad es que, la celdilla en cuestión vista ahora, así desnuda, despojada de cortina y de ropas, el aspecto es demoledor; parece  más propia de una institución penitenciaria que de un internado; y pensar que,  en aquellos tiempos,  era todo un lujo el llegar a ser titular de un nido de estos.

Voy a describir cómo era la sala dormitorio, sobre todo, pensando en los compañeros externos que no lo hayan  visto. Esta especie de  panal-dormitorio, llamado también “de la Diputación”, estaba montado sobre una sala de planta rectangular dividida longitudinalmente en  dos filas de celdas simétricas, con pasillos laterales. Estos compartimentos se habían obtenido mediante la colocación de un panel longitudinal vertical central de aglomerado de madera, de unos dos metros de altura, cruzado por varios paneles transversales. Estos separadores proporcionaban dos series de  habitáculos parejos de forma cúbica, abiertos por arriba y con una cortina de tela roja al frente que los individualizaba del pasillo, dándoles algo de intimidad.

En  total creo que formaban veinte camarillas. El mobiliario, como se puede apreciar,  era funcional y preciso: estaba formado por un cuarto de  armario con cerradura y llave, dos baldas horizontales, una con flexo, y una cama. Aunque ahora parezca una simpleza, para nosotros entonces, el poder llegar a habitar uno de estos huecos, era todo un éxito y suponía cierto orgullo personal, simplemente por el  reconocimiento de la mayoría de edad.

martes, 4 de mayo de 2010

EL MALETÍN DESPENSA

Recordando ciertas pillerías  que se practicaban por parte de algunos alumnos  en el colegio, me viene  a la memoria una que afectaba únicamente a los internos, principalmente a los mayores, y que se hacía entre compañeros y amigos.  La cosa consistía en que había que ingeniárselas para poder poner a buen recaudo los  “lambeos“,   que nos solían traer nuestras familias cuando nos visitaban. El buen apetito reinante entre nosotros también iba acompañado de la existencia de cierta  rapiña que solía actuar en el entorno, nada más saber que fulano o mengano, habían tenido visita de alguien de su casa. Esta costumbre estaba bastante extendida entre los alumnos mayores de los últimos cursos, cuando ya estábamos en el dormitorio de las camarillas, el que denominábamos de la Diputación; al menos en mi promoción, así fue.

Las camarillas dormitorio, como sabéis, disponían de  un armario individual con cerradura, pero ésta, era fácilmente vulnerable, sobre todo,  para  los expertos sabuesos que olisqueaban los recintos cerrados del dormitorio, nada más que se iban las  visitas.

A casi todos nos pasó alguna vez y después  de sufrir desengaños y decepciones, por haber guardado  los manjares caseros en el armario de la camarilla-dormitorio, hemos tenido que espabilar para evitar  estas desagradables situaciones, y para ello fue necesario  ponérselo más difícil a los saqueadores, por eso se implantó la moda del maletín de madera con cierre de candado. En estas cajas con cerradura, tamaño cabás, inicialmente hechas a prueba de roedores, solíamos tener productos caseros muy golosos como: dulces, chorizo, salchichón, jamón…, etc.

A la hora de tomar el bocadillo, es decir a media mañana, con el bollo que cogíamos en el desayuno, íbamos al dormitorio y cada cual sacaba su maletín y se preparaba un suculento bocata. Por circunstancias diversas, no todos disponían de esta pequeña despensa, lo que las hacía aún más  valiosas y codiciadas. En un principio, el sistema parecía que funcionaba y los rateros no podían con las nuevas medidas  de seguridad, pero al cabo de poco tiempo, fueron progresando de tal forma que,  ya no se les resistía ni el más hermético arcón. Tal que, si te abrían el tuyo, la única solución era  hacer lo mismo con el del vecino que te resultaba sospechoso. Al poco tiempo de imponerse esta costumbre, los misteriosos eran siempre los mismos.

No hace mucho,  el amigo Alfredo Balsera me reclamaba a mí la desaparición, en aquellos años,  de un preciado obsequio que había recibido de su casa y que consistía en un “tuco” de jamón muy bueno que apenas pudo probar. En otra ocasión yo recibí un paquete con truchas, recién pescadas y fritas, que estaban exquisitas, y solamente pude degustar una. Como vemos, la risa andaba por barrios. No obstante, a pesar de ser paños prestados, yo he reconocido mi participación en el  delito y le di las disculpas y explicaciones oportunas, mediante un artículo  que, a continuación, reproduzco.

Como desagravio hacia el sableado Alfredito y tantos otros, voy a tratar de aclarar un poco más el porqué y el origen de las fechorías que se practicaban en el  colegio, en cuanto a hurto de goloseos o lambeos. Me consta que  era costumbre bastante común y extendida entre los alumnos más pícaros de todos los  internados, incluidos también los de las féminas. No obstante, me ha dejado muy preocupado la acusación que ha hecho el de La Borra (apenas he probado el tinto por el impacto emocional) y quiero aliviar un poco mi culpa, si la hubiere, aportando explicaciones sobre esta deshonrosa y condenable conducta.

En el colegio de Corias me parece que se daban ciertas condiciones especiales que  facilitaban aún más, si cabe,  la práctica del "choriceo" pues, en la mayoría de los casos, era llevada a cabo sin rubor, como si fuera un juego o entretenimiento. Una característica que propiciaba esta viciosa práctica, era la diferencia  de edad entre el  alumnado. En nuestro primer curso había chavales desde diez, hasta quince o más años. Hoy día, apenas hay un año de diferencia de edad entre los alumnos de un mismo curso.

Esta heterogeneidad de edad  facilitaba que se produjeran grupos de pícaros avispados que utilizaban a los pardillos más pequeños como víctimas. Algunos ya éramos un poco más gandules, simplemente,  por edad. Yo tenía 13 años al comenzar primero. Acordaros de Higinio Álvarez Fernández, de Trúebano (Tineo), que tenía por lo menos, dieciséis o diecisiete años cuando llegó a Corias; este mozo estaba más en condiciones de alistarse al Tercio, que de ir a cursar primero de bachiller. Como caso singular y opuesto; creo que único, estaba el sobrino del padre Basilio, “Beto”, que el lugar adecuado para su edad debiera ser la guardería y no el colegio, pues casi necesitaba que le dieran el biberón.

Otro atenuante muy importante que le restaba importancia al deplorable acto en sí, de hurtar,   era la procedencia rural de la mayoría de nosotros y no olvidemos que, en nuestros pueblos, una de las diversiones o juegos más comunes de la chavalería, era el ir a coger fruta ajena, de forma clandestina.

Entre los mozalbetes pueblerinos se tenía a gala la práctica de esta vergonzosa acción llegando a suponer cierta presunción u orgullo personal ante los más mayores, como demostración de astucia y de que ya eran también mayores. Si a esto le añadimos que, en el colegio, los productos delicatessen, eran más bien escasos, pues, para que más.

Yo, reconozco que no era de los más lanzados pero, tampoco era de los más retraídos. No digamos nada del amigo Miyares. A mí lo que más me admiraba  de él, era la pasividad y tranquilidad con que afrontaba las posibles consecuencias que nos podían caer encima, si  nos cogían cometiendo cualquier  acto poco lícito. Daba la impresión de que, a este mozo,  le importaba un comino todo, y también era becario. Todos sabemos muy bien que, nuestro mayor miedo y espada de Damocles era el  perder la beca; pues a este ovetense, un tanto montaraz,  ni eso le intimidaba. A veces, después de ser amenazados con fuertes castigos, el impasible Miyares estaba tan pancho; al menos, eso aparentaba. Yo,  me preguntaba  a mi mismo, si a éste no le preocupa nada, ¿por qué yo estaré  tan asustado?

Recuerdo que llegó un tiempo en que, los armarios de marras de la foto de Samuel, eran totalmente vulnerables. Para abrirlos no hacía falta ni  hacer palanca sobre la puerta pues,  había llaves, de los mismos armarios,  que  habrían varias cerraduras y allí, ya no se podía guardar nada que fuera comestible y que quisieras conservar para momentos de "gusa o zapera". No obstante, siempre había algún despistado que no se enteraba mucho del tema, hoy día diríamos que no estaba al loro, y seguía depositando buenas y codiciables piezas en el falso armario.

Pero según fue avanzando la técnica de los predadores para abrir las despensas, también fue mejorando la protección por parte de los timados, que al final, éramos todos, y algunos tomaron cartas en el asunto y pusieron nuevas y eficaces dificultades a los rateros hambrientos. Recordaréis que se impusieron unos maletines de madera para conservar los "maquelos" traídos de casa, de forma segura. Era como un cabás de madera pero de mayor tamaño y provisto de candado. El mío me lo hicieron en la carpintería Lin de Cangas, sita entonces en la calle de Correos y del Club.

 La próxima vez que vaya a Posada le haré una foto al mío pues, aún se conserva en perfectas condiciones después de sufrir furibundos ataques por parte de alimañas hambrientas, pero gracias a su robustez y buena cerradura se mantuvo inviolable hasta finalizar la campaña. Una vez concluido el período de Corias, esta maleta fue dedicada a un uso más noble sin necesidad de candado, como caja de limpiabotas, y allí guardábamos todos los utensilios para la limpieza del calzado.

Esta seudo caja fuerte, a veces, era de uso multipropiedad. En el mío, sé, que guardábamos "la mandanga", Juanma y yo. Francos, también tenía otro baúl similar, pero de uso individual. Estas arcas hacían las veces de hórreo sin pegollos, ante la invasión de  los roedores bípedos. El difunto Julio Martínez Legazpi, también se había protegido  con otro mini arcón de estos. Del resto de vosotros, no recuerdo si lo teníais, o no.

Sin duda alguna, el gran atenuante que debe indultar por completo, este tipo de delito, en aquellas circunstancias,  era  el buen apetito del que disfrutábamos o padecíamos, según se mire. Por eso, no desperdiciábamos la mínima ocasión en la que se nos brindara  la posibilidad de llevarnos algo extra y apetitoso a la boca.  Recordaréis que haciendo de servidores del comedor, cuando comíamos nosotros solos al finalizar de recoger platos y cubiertos, también solíamos dar un repaso general a todo el comedor buscando el Tulipán y  los  botes de  leche condensada, La Lechera. Por entonces, esta marca de leche condensada comenzaba a venir envasada, como gran novedad,  en  tubos como la pasta  dentífrica.

Los más pequeños guardaban estas cosas delante de su asiento, bajo la mesa, en una especie de  repisa junto con la servilleta de cada uno. Esta novedosa modalidad de envase de la  leche condensada en tubo, fue un gran avance para los chupones libadores nocturnos pues el bote resultaba muy incómodo. En cambio el tubo era facilísimo de succionar. Metías el pitorro en la boca y apretabas por la parte trasera hasta que no daba más de sí. ¡Qué rica estaba!

Las tabletas aquellas del Tulipán, envueltas en papel de color verde y cenefa plateada, también sabían muy bien. Yo alguna vez, simplemente por comprobación, he vuelto a probar el Tulipán y no le encontré atractivo alguno, ni punto de comparación con aquel de Corias. Sería la abundancia de apetito de entonces, o la calidad del producto. No lo sé. Pero me parece, sin duda alguna que, la diferencia está en  el deterioro del paladar del catador.

CONCLUSIÓN. Espero que después de esta exhaustiva y concienzuda exposición sobre las desviaciones cleptómano-alimenticias de juventud y, afortunadamente superadas hoy día, haya sido suficientemente concluyente y el señor Alfredito se le quite de la cabeza, de una puñetera  vez, el dichoso tuco de jamón. ¡Ah!, se me olvidaba, el tocino lo dejamos porque estaba rancio.

Ojalá esta publicación  no reverdezca de nuevo los sentimientos del amigo Balsera,  y vuelva a recriminarme lo del tuco. Aunque él sabe muy bien que: “deuda publicada, deuda saldada.

"VIEJAS VIVENCIAS EN CORIAS"

Comentaba yo hace un tiempo que algún día contaría alguna anécdota de mis tiempos ya lejanos en el Instituto Laboral "San Juan Bautista de Corias", del que tengo el honor de haber sido uno de los fundadores como Instituto una vez que los Frailes Dominicos trasladaron la Escuela Apostólica a la Virgen del Camino en León.
El día 4 de noviembre de 1957 comenzaba una etapa para la enseñanza en Cangas del Narcea, donde  solamente podías  estudiar el Bachillerato, salvo que fueras a clases particulares y te examinaras en Oviedo como se decía entonces "libre". Si las posibilidades económicas de tus padres se lo permitían entonces ibas a Oviedo o Gijón interno. Como esa posibilidad era escasa para la mayoría de los chavales, la opción de ir a estudiar con los Frailes nos vino de perlas a los que las apreturas económicas familiares de la época impedían el internado en la Capital.
Cuando iniciamos nuestra andadura en Corias, solamente éramos unos 80 aproximadamente. Dos clases de primero de 30 alumnos y el resto cursando Ingreso ya que no alcanzaban los diez años, edad necesaria para poder iniciar el Bachillerato entonces denominado modalidad "Agrícola - Ganadera".
Como podéis imaginaros el frío que se pasaba entre aquellos muros de piedra era de los que hacía época. Los sabañones estaban a la orden del día, aunque los externos teníamos el consuelo de poder dormir en casa al calor del hogar. De todos modos como lo que queríamos era estudiar tratábamos de llevarlo de la mejor manera posible. Entre clase y clase no faltaban los partidos de fútbol, deporte que imperó durante los dos primeros cursos, porque al profesor que teníamos de Gimnasia Gil Arce le gustaba el fútbol, y como también nos daba la asignatura de FEN (Formación del Espíritu Nacional) a veces cambiábamos las clases, sobre todo cuando llovía y tocaba gimnasia cambiábamos la clase y cuando tocaba FEN recuperábamos la gimnasia que consistía principalmente en cuatro tablas y luego el correspondiente partido.
Como alumnos éramos pocos, pues profesores también. Estaban el P. Jesús Martín que era el Rector y nos daba Lengua y Literatura; P. Luis impartía Matemáticas; P. José García, Religión; P. Jaime, Geografía e Historia; P. José Fernández, hermano de Jaime nos daba Ciencias; P. Eutimio daba Dibujo y luego había un Perito joven recién licenciado, Jesús que nos daba Agronomía.
Anécdotas las hay en cantidad. Recuerdo que Jesús tenía una moto pequeña que pasó (la moto) mil penalidades. Desde quitarle el macarrón de la gasolina para que cuando el profe fuera a arrancarla el depósito estuviera seco con lo que tenía que subir andando como el resto que íbamos a comer a casa. O cuando le echamos arena en el deposito que le provocó la correspondiente avería. El P. José García se cogía unos cabreos monumentales cuando hablábamos en clase. Tenía un reloj de bolsillo, el denominado Roscof que colocaba encima de la mesa cuando llegaba a clase. Cuando se enfadaba daba un puñetazo en la mesa y el reloj saltaba medio metro por el aire a la vez que gritaba y nos llamaba "ladrones de vuestros padres, que se están sacrificando para que estudiéis y sólo hacéis el vago".
Eso fue durante el primer curso que todavía no teníamos "confianza" con el sistema y éramos dóciles. A medida que los cursos iban pasando la veteranía iba haciendo de las suyas. Pero eso quedará para otro día porque creo que por hoy ya está bien. Además voy a ver si el Sporting por fin nos da una alegría y se salva, bien porque saque algún puntín de Getafe o porque los rivales por el Descenso pinchen, que todo vale.
ALFREDO FERNÁNDEZ

domingo, 2 de mayo de 2010

"GLOSAS EMILIANENSES" y "EL CHANDEU"

    ¡Hola!

    Si hay una persona que sea crítica con algunos aspectos de aquel periodo educativo del internado de Corias, esa persona es Galán; pero a reglón seguido y paradógicamente, tengo que decir que si alguno de los que pasamos por aquel convento-instituto le tiene verdadero apego al lugar y a lo que significó en nuestras vidas, ese es también él, Galán. La prueba más evidente es que ha sido y es el alma "mater" de este blog, sin cuyo empeño no existiría.

    Desde que lo creó, de un modo u otro a mi me invitó en al menos tres ocasiones a que participase. Me lo tomé con "largas", entre otras razones porque acababa de salirme de un foro que fue muy bonito e interesante mientras duró, pero que para mí, por el momento, se acabó; por eso, a su invitación respondí abriéndolo en un par de ocasiones y hasta el otro día, que escribí "sobre bicicletas y pista de patinaje", no fui colaborador activo.

    Sin minusvalorar a nadie -entre otras razones porque no tengo elementos de juicio, ya que hasta septiembre del año pasado yo nunca había asistido a la convicencia de exalumnos y solo en un par de ocasioes, en cuarenta años largos, visité el convento-, pues sin minusvalorar a nadie, repito, si un día hubiese que votar o proponer a alguien para la presidencia de ADEACO, no dudaría un momento en apostar por él: Benjamín GALÁN García.

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    La semana pasada anduve por Logroño. visité Berceo, donde nació el primer poeta en lengua Castellana (Gonzalo de Berceo) y los monasterios de San Millán de la Cogolla. Cuando estuve ante los manuscritos, donde un monje anónimo plasmó las "glosas emilianenses", que son los primeros escritos en Castellano con sentido, y pensé que de aquellos trazos plasmados en los márgenes había salido el idioma con el cual por ejemplo me estoy comunicando con quienes me leáis, que es el mismo que hablan 400 millones de personas, sentí lo mismo que cuando fui a las fuentes del Guadiana, del Ardila o del Alcarrache, ríos en cuyos nacimientos estuve y que eran nada, p. e. el del Ardila (importante afluente del Guadiana a quien se incorpora por tierras de Portugal) un chorrito, una fuete donde había que beber unos cuantos segundos para sacir la sed; y luego, tras casi cien kilómetros por el sur de Badajoz, desemboca pletórico de caudal -salvando el estío-, como pletórica es la lengua de Cervantes que un monje balbuceó (léase, garabateó hace siglos).
   A mi todo aquello de Berceo y las "glosas " me era familiar; de hecho, de la casi  decena de personas que formábamos el grupo era el que más "fresco"  tenía aquellas cosas. ¿Y dónde las había aprendido yo? Pues en clase de Lengua y Literatura con el Padre Morán o con el Padre Lastra, no recuerdo bien cual de los dos. Es decir, en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias.

    (Como esto se me ha ido de las manos en cuanto a extensión y todavía no he podido ni ojear la prensa del día, pese a que está casi anocheciendo,, dejo para otro día lo de "El chandeu").

                                                                                            Saludos.-jrFRANCOS


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