PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

sábado, 29 de junio de 2013

Rompelosas


De nombre José. Vivía en Cangas, allá por los años 60 – 70. No puedo precisar más, pues los historiadores no han dejado mucha información para la posteridad. Estamos en lo de siempre, el pasado, nuestro pasado, carece del mínimo interés para las generaciones posteriores. Si hoy preguntase en Cangas quién fue Rompelosas, nadie menor de cuarenta años sabrá que existió semejante personaje.
Lo mismo que si en Lena hablas hoy del Cabiru o en Mieres de Canalón, de quién ya nadie se acuerda y fue en época no tan remota un personaje que resultaba tan imprescindible en cualquier juerga o en la normal conversación popular debido a la genialidad de sus ocurrencias.

Es uno de los grandes defectos de la sociedad española, el desprecio por el pasado. Para un joven actual, los hechos, las costumbres, las ideas, las vivencias de sus antepasados recientes merecen todo su desprecio. Yo sé que por estudios, por cultura, por leído y por haber sido en la vida desde fraile hasta camarero en Londres, sé más que 2000 adolescentes actuales. Pero da igual. Para ellos soy un carcamal, un carroza incorregible.

A mi me da pena que personajes fantásticos que hace nada exhibieron un ingenio portentoso y un humor genial se pierdan en el más ominoso de los olvidos. He recogido mucho de estos personajes y los he trasladado al blog – y quizás a un libro -  con ánimo de dejar constancia para la posteridad y que su memoria no se pierda.

Alguien dijo – no recuerdo quién -  que: “Pueblo que ignora o desprecia su pasado está condenado a no ser dueño de su futuro”. Y eso es lo que nos está ocurriendo en España. Hay alguien en Cangas que sepa que hubo un momento en la historia de España que las más altas decisiones del país estaban en manos de dos personas: el Cardenal Porto Carrero y una monja de Cangas, buscadlo en el genial libro de Ramón J. Sender titulado “Cardux Rex” sobre la vida de Carlos II “El Hechizado”.

Vamos a por Rompelosas, Pepe, que estás divagando y dejándote llevar por tu grafomanía.

Parece que en el campo cangués, los viticultores solían escarbar en la tierra unas cuevas – bodega como una pequeña mina, debidamente entibada, donde guardaban el vino de la cosecha anual, en la puerta de entrada entre esta y el terreno había un vano tapado con unas losas.
Cuentan que José un día fue a una de estas bodegas y para entrar rompió varias losas, para acceder al vino, cogió una borrachera épica y allí le encontraron en el suelo durmiendo la tremenda borrachera. De ahí procede el mote de rompelosas.
“Todos los pájaros comen trigo
Pero se culpa solo a los gorriones
Todos en Cangas le dan al vino
Pero el único borracho es Rompelosas”

Había en mis tiempos una ferretería muy buena llamada “Comercio del Médico”, creo que aún existe, un día fue José y les planteó su problema, debería ir a Castilla una temporada a ganarse un dinero a la siega. Pero no tenía guadaña ¿No le podían vender una a pagar al regreso que vendría con fondos?
En eso quedaron. Transcurrió el verano y el otoño, y Rompeolas no se presentó a pagar, un día se lo encontró un dependiente de la ferretería en la calle “Hombre José, habíamos quedado hace cinco meses en que al volver de Castilla pasarías a pagar la guadaña” le dijo y Rompelosas arguyó “Si ya lo sé. Dije que pagaría al volver pero ye que nun fuí.
Llegó a Cangas un cura joven – creo que se llamaba Don Francisco pero no estoy seguro – Un día se encontró con Rompelosas en la calle y se inició el siguiente diálogo:
-          Cura: Hombre José, me alegro de verte. Porque tú por la iglesia no sueles ir…
-          Rompe: Si, voy poco. Fui haz dos meses al funeral de un primu míu.
-          Cura: Bueno, yo quería decirte algo. Mira José tu yes ya mayorín, estamos cerca de Pascua ¿Por qué no te animas a hacer este año el precepto pascual, ya sabes, confesar y comulgar por Pascua Florida”.
-          Rompe: No, nun va a poder ser.
-          Cura: Hombre, tampoco es demasiado pedir.
-          Rompe: No, no eso ye demasiao pa mí.
-          Cura: Per hombre ¿Dónde está el problema?
-          Rompe: Pues mire, el asuntu de la confesión.
-          Cura: Vaya hombre, no veo yo tanta dificultad, porque no puedes tener pecados muy gordos, además mira, vete a confesar con Don Ernesto que como sabes está sordo perdido y no se va a enterar de nada, pero te da la absolución.
-          Rompe: No, ya lo sé, pero a mi no me gusta confesar.
-          Cura: Pero hombre, ¿Por qué lo ves tan difícil?
-          Rompe: Porque a mi jódeme mucho dir hablando mal de mí mismo.

En otra ocasión, un viticultor de la zona le planteó a Rompe que necesitaba quinientas estacas para su villa, y que solo tenía trescientas, le indicó a Rompe, que si le encontraba otras doscientas se las pagaría a peseta la unidad y acercándose a su oído le dijo “¿Sabes quién tiene muchas en su finca?
Rompe: ¿Quién?
El otro: Fulano…
La cosa estaba clara.
A los pocos días se volvieron a encontrar en la calle, y Rompe le dijo “Ya te deje en la puerta las doscientas estacas que me pediste, débesme doscientes pesetes”. El otro pagó, cuando fue a su finca, se percató de que Rompe le había dejado doscientas estacas… que le había sustraído a él mismo.
El imbécil del viticultor no tuvo mejor ocurrencia que denunciar en el juzgado. Se abrió un expediente y se señaló una fecha para la vista. Todo Cangas se enteró de la fecha y la hora, con lo cual la sala de la audiencia se llenó hasta los topes. Entró el juez. Se sentó. Pegó un mazazo. Y dijo: “Póngase en pie el acusado”. Rompelosas, puso el índice sobre su pecho y preguntó “Y esi ¿Quién ye? ¿Soy yo? El juez: “Sí, usted”. Y antes de que el secretario procediera a leer los cargos, Rompelosas preguntó al juez “Oiga ¿Pue fumase?”. El juez “Sí, puede.”
Rompe: Entonces, saque una cajetilla que quiero echar un pitu.

La concurrencia rompió en vítores hacía Rompe, y hubo que suspender la vista para otro día.

Pepe Morán Fernández. Dominico-ex. 

miércoles, 26 de junio de 2013

L'ASQUITANA

Loutra  nueite, mientras faia-mus la fugueira de San Xuan cunus  cadotsus de lus rebotsus que baixamus del monte fai poucu, tandu atsí de pía delantre la ilesia, amerandu pal fou ya cavilando un  poucu de cúmu ta la vida de refistulada, alcurdei-me de lus blugueirus ya espués al  baixar pul carreiru que ta chenu de murrillus pa la fonte’l Pimpanín, a cucher las papolas de sabugu al risca’l día bien ceu,  dixe you: cumu fai muitu tiempu que nun garabateu nada aiquí nu blog esti, nun  faigu nada de más si tses cuentu  a estus rapaces del cunventu de Corias (agora chaman-tse Courias), nu que nus afanaba-mus lus rapacinus  na nuesa parroquia la nueite de San Xuan.

Lu primeiru de tou ía decí-vus que aiquí nu puelu nuesu siempre festexamus muitu  San Xuan, agora pul 24 de  xuniu, purque anantias tamién faiamus fulixa en  xuliu pur  San Floxu lus días  24 ya 25, peru de fai poucu p’acó, pur San Floxu ya nun faemus apenas nada. Algunus anus, que nun son tous,  sube  Don Primitivo a dicí-nus la misa pu la mañena ya poucu  más. Esti cura yera amigu de Don Herminio el cura del Acebo. Cada anu que bien a dici-nus la misa, luegu xanta nuna casa difrente. El anu pasau cumiu cun nos. Reniegu lus demonios cumu come ese home. Las mucheres nun son quien a datse fartura. Hubu anus que espués de  bien fartu, tuvía cumiu el solu un brazu de gitanu. Asina ta que paez  una facina de pacha.

El casu ía que güei, a la xuventú nun tses gustan lus festexus de lus puelus,  ya en cuantu chega la nueite escumienzan a runfar cunus coches cumu dimonius ya afuxen a tou  miter pa las discutecas de la Vitsa. Ya lus viechus somus poucus,  ya p’ancima tiné-mus  pouca xixa ya poucas ganas de xareu. La Rulindes, ya outras rapazacas que hay cumu etsa aiquí nu puelu, que pudían axeitar muito la fulixa,  tampoucu quieren quedar  purque dicen que esu de beitsar en parexas nu prau de la currada,  ía cousa de aldeanus. A etsas gusta-tses más fartá-se de cerveza ya  beitsar solas nas discutecas hasta pu la mañena, fayendu axagüeirus cunus brazus ya cuna chola, asina sin parar  cumu  tsoucas,  u cumu si  tuvieran el  baile de San Vitu dientru ¡Tamus apañaus cun esta xuventú! ¡Aspera-nus bona!

Ya you tengu poucu rixu tamién purque tuvía andu tou escacharrau de la bouca. Esas peironas de dintistas, paeme a mi que tienen poucu xeitu;  tuvía nun me chamá-nun  ende hai más de dous meses pa prubá-me el cacharru ese de la dentame que me tan fayendu. Muitu tardan, nun sei cúmu me asentará ya si serei capaz de mazcar bien  cun él.  Ya que anantias falamus de las papolas del sabugu voi cuntá-vus lu que faiamus nos cunas canas ya xamascus gordus deste arbulín. Chegaus estus días en víspuras de San Xuan, escuchiamus las canas que yeran un poucu más gordas ya que tuvieran bien dereitas; cumu esta madera tien muita meotsa pur dientru al sacaste-la queda un tubo güecu, cumu si tuviera furau, muitu bono pa faer lu que chamábamus l'asquitana. De veras que faía falta ser espiertu cumun rayu ya apañau cuna navacha  pa puder faer todas aquetsas cousas tan guapinas que faiamus naquetsus tiempos lus nenus. La tal esquitana nun yera outra cousa que una simple bomba cuna que cuchíamus  augua del regueiru ya que furrula lu mesmu que las xiringas de lus praticantes cunas que ponen las indiciones.

Nos, una vez que afuracábamus bien el tueru del sabugu, d’arriba hasta abaxu  pa sacá-tse toda  la meotsa de dientru, siguiu tapábamos-tse  una base del tubo, mitiendu-tse un taruquín de madera dientru, ya solo tse deixábamus tsibre un furaquín nu centru. Aluegu pul outru tsau mitiamus-tse un palu tsargu más delgau que na punta tsevaba  enruscau  un trapu de camiseta viecha de felpa, a modu de turutsu, hasta que entrara nu tubo bien xusto, peru que nun chegara a entotsar.

Asina deste amiente,  faimus-tse baxar el palu de dientru hasta’l fondu del tubu de fora ya mitiamus-lu nel augua. Nesi mumentu escumenzábamus a tirar p’atrás  del palín de dientru espacín hasta que chegaba atrás sin sacá-lu del tou, ya mientras ibase chenandu de augua l'asquitana. Una vez chena de augua empuxábamus el palu de dientru p’alantre ya pul furaquín de abaixu salia el churrín del augua cun muita fuerza. Tous lus anus  tandu na fugueira de San Xuan pu la nueite,  andábamos lus rapacinus itrás de las nenacas pa cuandu se escarqueixaban un poucu al tsau del fou, puder enchufá-tses la esquitana pur debaixu de las sayas pa muchá-las, ya que escumenzaran a espatareixar. Algunas nun faian outra cousa que  afacá-se la roupa bien pa que nun tses entrara l’augua pa dientru, peru asina ya tou,  unas punianse tsarizudas u tsuriqueaban, ya outras chamában-nus de tou ya dician hasta picaus. El pai duna d’etsas, que yera un humecón muitu graciosu ya guasón, farfutsaba-nus a nos al uyiu, nenus: miánicas faeis muitu bien etsá-tses augua a estas  rapazacas pur debaixu de lus faragachus;  siguru que nun tses sobrará que las refresquéis un poucu.

Asina, las nenacas cada vez que nus agüechaban a lus rapazacus cunas esquitanas na manu, punianse todas refistuladas ya  afuxían de nos cumu si agüecharan al mesmu trasgu. Las que tinian más tserza, faían  pucheirus cunu caretsón u escumencipiaban  a berrar mientras chapinaban todas esnalazadas a tou miter delantre de nos, hasta que chegaban a onde la mai las pudiera escuitar ya astoncianas afuxía la mucher a tou miter  a pur nos cuna guichada tsevantada, a ver si pudía rumpé-nus la crisma. Tou estu tengutse-lu cuntau you a la Rulindes muitas veces peru etsa nun lu crei,  ya di que esas cousas son falcatraus de  homes burricones ya  aldrumeirones ¡Ya nun tse faltará razón!

Ya cun esu alon, rapaces.

“Jesusín”, el Pelgar

martes, 25 de junio de 2013

REUNIÓN DE BLOGUEROS


Cuando, hace bastante tiempo, se acordó que el 6 de julio sería la reunión de los blogueros, a todos nos pareció que la fecha estaba tan lejos que no le prestamos demasiada importancia; pero, poco a poco, y día a día, todo llega.
Había quedado en dar a conocer el programa con bastante antelación y como la primera semana de julio, posiblemente, estaré por el occidente, paso a detallar con más o menos precisión la que será la tercera reunión de los participantes del blog.
En primer lugar me gustaría tener un recuerdo para  Miguel Ángel, la persona que organizó las dos reuniones anteriores en casa Migio,  que seguro estaría en ésta y no me cabe la menor duda que allí estará, en la sombra.
Está previsto que la comida sea  a las 2 de la tarde, para lo que propongo  el encuentro, sobre las doce y media, en la cafetería de La Nueva Allandesa desde donde nos trasladaremos a visitar el palacio de Peñalba-Cienfuegos, situado en Cimavilla.
Esta visita es voluntaria y gratuita por lo que aquellos que no estén interesados en ella pueden llegar a la hora de la comida, permanecer en la cafetería o hacer un recorrido por la villa hasta las 2, hora del convite.
Los interesados estarán acompañados por guía local, perfecto conocedor del monumento y las explicaciones serán en castellano. Otras lenguas, se hacen bajo pedido y precio no determinado.
Como comenté anteriormente, la primera semana de julio, estaré por Pola y haré lo posible por echar un vistazo a esta entrada por si aparece alguna novedad. Me refiero a altas o bajas en el número de comensales. El 4 o el 5 daré la lista definitiva.
Si mis apuntes no me fallan los confirmados, hasta la fecha, son los siguientes, por orden alfabético:
ALFREDO, CAMPOSÍN, FELIPE, GALÁN, GIÓN,  LOBATO, MARIBEL, MARTÍNEZ, OLGA Y SAMUEL.
¿Alguna pregunta al respecto?.

lunes, 24 de junio de 2013

DE VIAJE AL SALENTO (IV)


DE LECCE A LECCE


Una carretera recta de pocos kilómetros une Lecce con la costa. Atraviesa una llanura tapizada, en esta época del año, de flores amarillas y moradas que, junto al rojo de las amapolas parecen tejer la bandera republicana española.
Al llegar a San Cataldo, ya al borde del mar, giramos al sur. Algún día alguien debería indagar los motivos por los que tantos nacidos en el norte, entre los que me incluyo, sentimos esa magnética atracción hacia el sur.
La carretera discurre durante el primer tramo paralela y casi a nivel del agua. Las playas de arena blanca, ahora desiertas, se sucedían a nuestra izquierda, mientras, a la derecha, dejábamos atrás extensos campos de olivos alternados con almendros, chumberas, algún altivo ciprés y también higueras de copas anchas, casi emparradas. No costaba imaginar a los sabios de la Magna Grecia, a la sombra de estas higueras, sumidos en cavilaciones, con los dulces y jugosos frutos al alcance de la mano.
Más allá, en una pradera salpicada de guijarros, un pastor cuidaba un rebaño de cabras que eran blancas como la leche y tenían las orejas de color rosa.
Todo, bajo el radiante sol que realzaba el azul de cielo y mar, componía una deliciosa estampa mediterránea
Atravesamos pueblos, ahora semivacíos esperando los visitantes veraniegos, de casas bajas, distanciados unos de otros. Todo este litoral hace revivir imágenes de los pasados años sesenta, de cuando la especulación urbanística no había destrozado la  costa del Mediterráneo español.
Intentamos visitar los lagos de Alimini, conocidos por su riqueza en flora y fauna. A tal fin abandonamos la carretera de la costa y tomamos un desvío jalonado de chumberas. De cuando en cuando, detrás de campos de almendros y olivos, se divisaban los lagos rodeados de cañaverales, pero no acertamos a localizar un camino o vereda que permitiera acercarnos. Cansados de recorrer  estrechas carreteras, sembradas de cráteres más que de baches, retornamos a la general.




Otranto es la ciudad más oriental de Italia. Solo unos 80 Km. la separan de Albania. De las sucesivas invasiones sufridas a lo largo de los siglos dan fe las imponentes murallas y fosos que rodean la ciudadela antigua. Dentro de la muralla se alzan antiguas y cuidadas casas blancas, con múltiples tiendas de artesanía, productos locales y recuerdos abiertas a tranquilas, al menos en esta época, calles peatonales. En mitad de esta ciudadela se levanta la catedral. Todo su suelo está cubierto por un impresionante mosaico del siglo XII y el techo es un precioso artesonado árabe. En una cavidad acristalada, a un lado del altar, se encuentran los restos, huesos y calaveras, de los 800 vecinos refugiados en esta catedral y masacrados en ella durante la invasión turca de 1480. Macabro vestigio en una ciudad que fue rompeolas de barbaries.
Pasear sobre las murallas que dan al mar es una auténtica gozada. Prueba de ello son las caras de asombro y felicidad de un nutrido grupo de jubilados alemanes que se solazan recorriendo la ciudad.


Después de Otranto la costa se va volviendo más abrupta, más agreste y si cabe más bella, o al menos, con otro tipo de belleza. Los acantilados van adquiriendo altura y durante kilómetros las únicas construcciones que se divisan son antiguas torres vigía. El terreno se vuelve rocoso y la vegetación selectiva. Solo centenarios olivos, como gigantescos bonsáis, logran hundir sus raíces resquebrajando la roca y permitiendo a las matas de lirios silvestres florecer en las grietas que abrieron a sus pies. Aunque parezca increíble, también algún pino parasol ha logrado asirse al borde mismo del acantilado y crecer hasta elevada altura en difícil y desafiante equilibrio sobre el abismo.
El silencio era absoluto, roto solo por el rumor del vehículo en que viajábamos; a nuestro paso, una bandada de cuervos que dormitaban sobre las rocas, alertados por el rumor, emprendieron vuelo descendente y lejano moteando de negro las aguas del mar. Aguas limpias y transparentes, teñidas, por la profundidad y la luz,  de esmeraldas y turquesas.

Atrás dejamos la Cueva de Zinzulusa; según la guía una maravilla abierta al mar, pero como el tiempo era poco y el recorrido mucho, decidimos continuar.


Santa María de Leuca se encuentra en el punto más extremo del talón que estábamos recorriendo. Lo primero que percibimos fue el penetrante olor marino de las algas y, sorprendentemente, tratándose de un famoso centro vacacional, la paz que imperaba. Una paz solo alterada cuando nos instalamos en una terraza a la orilla del mar para tomar una cerveza y adivinar la línea divisoria entre el Jónico y el Adriático, por un bullicioso grupo de nórdicos, bien pertrechados ciclistas, se supone que pensionistas alojados en un hotel de la zona, juveniles y lozanos, ellas y ellos, dando cuenta de abundante cerveza para compensar el esfuerzo realizado sobre la bicicleta y disfrutando, en fin, el placer de la vida. La imagen induce a pensar si son realmente los gobiernos del norte quienes exigen al gobierno de España  prolongar la vida laboral hasta los setenta años. Pero el lugar y el momento no era el más apropiado para pensar en esas cosas; mejor saborear las cervezas y aceitunas locales viendo como  enormes porta contenedores doblaban la cercana punta rumbo a lejanos puertos del Adriático o del Medio Oriente
La costa es de rocas negras convertidas por la erosión en afiladas cuchillas, y, a la vista, no aparecen playas, aunque sí se anuncian algunas calas cercanas. Abundan las villas de finales del XIX y principios del XX y pequeños hoteles, ninguno de los cuales supera las tres alturas. Al restaurante de uno de esos hoteles, el Rizieri, nos dirigimos para comer unos “spaghetti alle vongole” (pasta con almejas) y “fritto di paranza” (pescadito frito), ambos platos buenos y recomendables.

Después de comer, y de un fallido intento de visitar un bastión enclavado en un extremo del paseo marítimo, emprendimos ruta hacia Gallipoli por una carretera interior, no lejos de la costa, recta, como trazada con tiralíneas. Llamaba la atención la gran cantidad de aves que se afanaban en construir o reconstruir sus nidos en las hileras de árboles que flanqueaban la carretera. Árboles que por cierto no aparentaban ninguna prisa para cubrirse de hojas y poner a resguardo los nidos. Por los campos abundaban los altos tallos de finocchio (hinojo). A su bulbo, del tamaño de una cebolla grande, se le atribuye desde la antigüedad amplio espectro terapéutico. Además es apreciado por la gastronomía italiana, especialmente en el sur. Se consume crudo o cocinado formando parte de múltiples platos. Yo procuro evitarlo, porque su sabor anisado me provoca cierto rechazo; sin embargo a mis nietos, influencia paterna, les encanta.



Fuente de la época helenística

Gallipoli (su nombre según los estudiosos proviene del griego Kallipolis “ciudad hermosa”). Hace honor a su nombre la parte de ciudad originaria enclavada sobre una isla unida a tierra por un pequeño istmo. En la actualidad es un importante centro vacacional frecuentado por personajes del mundo empresarial y político italiano. La parte antigua está amurallada y sobre la muralla discurre un agradable paseo, riviera, con buenas terrazas para relajarse mirando el inabarcable mar. Debajo de las murallas se extiende una playa de arena dorada. Entonces, cuando la contemplábamos desde una de las terrazas estaba desierta; solo una mujer, con el agua hasta la cintura, la recorría sin pausa. Pero no resulta difícil imaginarla invadida por las multitudes al avanzar el verano.
Mediada la tarde, desde la riviera se asiste a un colorido desfile de barcos pesqueros que regresan de la faena y se dirigen al puerto. Allí, en el malecón, son depositados peces de múltiples tamaños, como tesoros plateados entreverados de rojo, que inmisericordes redes  arrebataron al mar. Yacen en cajas, con las bocas abiertas, anhelantes  del agua salada que les dio vida y los cuerpos curvados bajo el rigor del último estertor. La multitud se arracima, escruta la bondad de lo pescado y se inicia un bullicioso y pintoresco mercado.
De su pasado milenario, Gallipoli, conserva algunos restos. En la explanada del puerto se encuentra una fuente helenística decorada con artísticos bajorrelieves de episodios mitológicos. De factura más reciente son el castillo, que domina el puerto, y la catedral, dedicada a Santa Ágata, ésta de estilo barroco y con meritorios frescos de artistas locales. Muy interesantes resultan las almazaras existentes en el bajo de centenarias casas, algunas de las cuales, recientemente restauradas, se pueden visitar. En ellas se muestran molinos con tres muelas, prensas de doble husillo y profundos depósitos subterráneos en los que se almacenaba el aceite. Este estaba destinado al alumbrado y en esos depósitos alcanzaba mayor acidez. Según está documentado, de este puerto salían a diario, en los siglos XVII-XVIII, decenas de barcos cargados de aceite para iluminar media Europa.
Próximo el anochecer emprendimos el regreso a Lecce. Al día siguiente queríamos reemprender camino con destino a Matera, ya en  Basilicata.

Ulpiano Rodríguez Calvo

domingo, 23 de junio de 2013

¿Quién tiene la culpa?

Llevo dos meses en Gijón y estoy deprimido por el espectáculo que presencio a diario en la ciudad: calles, parques, paseos… en la misma calle.

Hay una nube de gitanas rumanas que, cual plaga de langostas, se dedican a robar, de todo y llenan los parques engañando a los viejecitos que indefensos, las oyen pero proponerles no sé qué… es decir lo sé y ustedes también. Los esquilman, les roban hasta las gafas de leer. Una vergüenza. He sido testigo de varios casos. Y si yo y todos lo sabemos es de suponer que mejor lo sabe la policía y los jefes de esta y la concejalía a quien corresponda, y el delegado del Gobierno y las autoridades nacionales.
Me consta que en muchos sitios, concretamente en Castilla León, están sufriendo un calvario con los gitanos rumanos, les roban la maquinaria, las cosechas, los aperos, el ganado… y no pasa nada. Si acaso, muy de vez en cuando detienen a alguno y como es insolvente…a la calle.

¡Qué cómodo y barato sale delinquir en España!
No conozco a fondo la ley de extranjería, pero sospecho que al ser Rumanía un país no integrado en la Unión Europea, estas gentes no pueden vivir en España ¿Con qué documentación?
A mí, tiempo ha, me expulsaron de Dinamarca porque mi permiso de estancia había caducado hacía una semana.
Aquí, en España el buenismo simplón y demagogo que hace años instauraron nuestros políticos ha llevado a esto. Hubo incluso un político que siempre me pareció inteligente y sensato que ha quedado para la posteridad “Venga, papeles para todos”.
Vivo al lado de la Cocina Económica de Gijón y me he informado que estas gentes gitano-rumanas no acuden a pedir ayuda nunca. Les resulta más cómodo robar desde el pan hasta las instalaciones ferroviarias o los tractores del campo.
Pregunto: ¿Qué hacen nuestras autoridades para defendernos?

Vamos a dejar la oda del lenguaje “políticamente correcto”. Esto que estamos viviendo no es una democracia o lo es solo de nombre. Votamos una lista que confeccionan ajenos a nosotros, vamos con resignación lanar y votamos incluso conscientes de que nos engañan, que se despreocupan de nuestros problemas más elementales y volvemos a votar y nadie mueve un dedo para acabar esta falacia, este engaño, en que estamos instalados “Libertad de expresión” otra falacia.
¿De qué les sirve semejante eufemismo a mis vecinas a las que los gitanos-rumanos desvalijaron su taller de modistas?
En toda la escala jerárquica que va desde el humilde policía local hasta el Presidente del Gobierno, nadie se interesa por los problemas de nuestras vulgares vidas.
¿No pueden  hacer nadad? ¿No saben solucionarlo? ¿Tienen miedo? ¿No quieren? Pues que lo digan alto y claro o que se vayan a sus casas. Están ocupados con el déficit, la prima de riesgo, la deuda… no tienen tiempo ni ganas de reformar el Código penal, la Ley Electoral, la ley de extranjería, la ley de enjuiciamiento criminal vigente desde los tiempos de mi bisabuelo.
Y usted volverá a votar una lista en la que desconoce al 99% de sus componentes.

Luego, cuando le engañen por enésima vez, usted en uso de su libertad de expresión se desahogará en la barra de un bar, porque le han denegado a usted, mileurista, una beca de comedor, porque en méritos le aventaja un extranjero con cinco hijos que está ilegalmente, que nunca cotizó un euro a la Seguridad Social.

Más de uno me tachará de xenófobo y racista- Otra bobada del buenismo simplón que se ha incrustado en nuestra sociedad. Mire usted, tengo derecho a que como ciudadano o contribuyente, se garanticen mis derechos y no los de un encantador negrito senegalés o un gitano-rumano que ni el ni sus antepasados han contribuido a crear una escasa riqueza de este país. Nos ha convertido a todos y a la fuerza en ONG’s personales. Y por si alguien insiste en calificarme de xenófobo le informaré que hace cuarenta años que aporto una importante cantidad de dinero al año para  ayudar a los habitantes de la selva amazónica y que pago mi cuota a la Cruz Roja desde hace 25 años.

Miren, hagan ustedes lo que quieran. Vayan a votar de nuevo. Déjense engañar otra vez. Ya dijo alguien, no recuerdo quién, pero lo dijo: “Sí alguien te engaña una vez, la culpa es suya, sí el mismo me engaña otra vez, la culpa es mía”.
Hagan lo que yo, no voten. O voten a su perro o al tonto del pueblo.
Y respecto de los políticos, a quienes sea otorgado un poder absoluto para hacer y deshacer, habrá que retirarlo, mandar a los cabestros al ruedo para que los lleven a los corrales. Por mansos, por falta de casta, por no tener trapío.

 Pepe Morán Fernández. Dominico-ex. 

martes, 18 de junio de 2013

DE VIAJE AL SALENTO (III)

E BARI A LECCE

Bari, incluida su área metropolitana, ronda el millón de habitantes y resulta enrevesado entrar y salir de la ciudad. De no existir buenas razones, en nuestro caso dormir en el hotel donde teníamos la reserva y visitar tres o cuatro lugares de interés, lo preferible es evitarla.
Llegamos a mediodía y una vez instalados en el hotel con ayuda de una guía buscamos lugar para comer. Aunque la guía, según la contraportada, estaba actualizada en 2012 los dos primeros restaurantes elegidos, por conveniencia de carta y precio, ya habían desaparecido, tal vez por efecto de la crisis. Optamos por un tercero, La Pignata, anunciado como más caro que, aunque vacío, estaba abierto. Un comedor elegante con personal muy amable; nos ofrecieron de primero un plato típico de la zona, una antigua receta campesina: cicoria selvática ligeramente hervida con puré de habas secas, regado por un generoso chorro de aceite crudo extra virgen de la tierra, delicioso. De segundo “triglie al cartoccio”, filetes de salmonetes con aceitunas, alcaparras, hierbas aromáticas y unas gotas de aceite, envueltos en papel de aluminio y asados al horno, riquísimos. Todo acompañado por buen blanco de la Puglia, unos dulces obsequio de la casa y una factura nada gravosa ayudaron a eliminar la primera mala impresión causada por la ciudad.
Dedicamos la tarde a visitar el castillo edificado en el siglo XIII por Federico II de Suabia sobre anteriores edificaciones bizantinas y normandas, al que posteriormente añadieron la gran muralla y los robustos bastiones. Más tarde nos dirigimos al Duomo de San Sabino y a la más interesante Basílica de San Nicola. En el lateral izquierdo de esta basílica se encuentra la preciosa Puerta de los Leones datada en el siglo XII. Este santo es muy venerado en Bari, prueba de ello es la cantidad de nacidos en esta ciudad que tienen por nombre Nicola.
 A las puertas de esta basílica nos encontramos con un nutrido grupo de otros devotos luciendo llamativas enseñas, las del padre Pío. Este controvertido personaje es prueba evidente de las distintas varas de medir que puede tener la iglesia. Documentos fidedignos aseguran que cuando la fama milagrera de Pío da Petralcina (nombre completo del padre Pio) se extendió por estas regiones, el entonces Papa Juan XXIII, sospechando que podía haber gato encerrado, ordenó una investigación sobre él. La investigación concluyó descubriendo la impostura del religioso al determinar que los estigmas perpetuos presentes en sus manos eran provocados por él mismo, al tiempo de constatar la frecuencia regular con que llevaba a las devotas más fieles a su lecho. Otro papa posterior, Juan Pablo II (quizá mirando más al clamor de los seguidores,
 cuyo epicentro se encuentra al norte de Bari, en San Giovanni Rotondo, donde el personaje en cuestión vivió y murió hace cerca de medio siglo, y al negocio de la iglesia) lo elevó a los altares.



Alberobello
Al siguiente día tomamos una carretera comarcal poco transitada que discurre por el valle de Itria y que debía llevarnos hasta un lugar marcado con asterisco desde que planeamos este viaje, Alberobello.
 De camino dejamos de lado las Cuevas de Castellana, de las que nos habían hablado, y nosotros leído, maravillas. Unas kilométricas cuevas, antiguo cauce de un río subterráneo, con multicolores estalactitas, estalagmitas y cristales de calcita que, aseguran, forman un mundo mágico. Pero para la visita necesitaríamos de más tiempo y espíritu explorador del que disponíamos en aquel momento.
Antes de llegar a  Alberobello   los campos de olivos, higueras y viñedos ya aparecían salpicados de las peculiares construcciones que nos habían empujado hasta allí.
 Trulli, así llaman a esas curiosas edificaciones ancestrales conservadas en la zona. Su origen no está muy claro, pero es innegable su inspiración oriental.
 De gruesa pared circular, casi siempre pintada de blanco, y con puntiagudo tejado cónico de piedra gris. Están rematados por un pináculo, pintado, al igual que el signo que se ve en los tejados, de blanco. Los signos identifican al propietario y le protegen, según dicen, de las fuerzas del mal.
 En Alberobello forman un extenso barrio, anteriormente viviendas, algunas aún lo son. En la actualidad una parte de ellas son tiendas de artesanía y de productos de la zona o alojamientos turísticos. Prueba de su originalidad y atracción son los numerosos turistas de lejanos países que paseábamos por sus calles un día a mitad de semana y principios de abril. No quiero imaginar cómo estará el lugar en época vacacional. Todo está tan bien conservado, tan cuidado, que tiene un cierto halo de artificial.



Ostuni
Para comer nos dirigimos a Ostuni, también llamada la “ciudad blanca”. Sus estrechas y pendientes calles, flanqueadas de casas blancas, serpentean las colinas y solo una franja llana la separa del mar. Guarda bastante parecido con los pueblos blancos de Andalucía; para recorrerlo se necesitan buenas piernas, también para llegar al lugar elegido para comer, la Osteria del Tempo Perso, excavada en roca debajo de la catedral. El esfuerzo de la subida mereció la pena, no solo por la originalidad del lugar; entre otros platos de la zona nos prepararon un “carré de agnello”, costillar de cordero al horno perfumado por abundantes hierbas, con una hoja de laurel entre cada costilla, que estaba espléndido. El tinto de la zona, Salice Salentino, elaborado con uvas negroamaro y malvasía negra, suele tener elevada graduación, unos 14,5º, pero tiene paladar sedoso y está muy bueno.

Esta es una tierra en la que, aunque minoritarias, se conservan milenarias tradiciones. En algunos lugares mantienen el habla griega desde los tiempos de la Magna Grecia, y un curioso ritual para la pedida de mano consistente en que el novio regala a la novia un cesto lleno de fruta, símbolo de la fertilidad y un silbato (“fischietto”) de terracota con forma de gallo entre la fruta, símbolo de virilidad.



Mediada la tarde llegamos a Brindisi, también llamada “puerta de oriente”. Aquí terminaba la Vía Appia, y aún se conserva una de las columnas de mármol, de unos 20 m de altura, coronada por adornado capitel, que señalaba el final de esa vía de unión entre esta ciudad y Roma. De su puerto partían las expediciones a Oriente en tiempos del imperio romano, y posteriormente también alguna cruzada. En la actualidad es punto de partida de transbordadores hacia Grecia y otros puertos del Mediterráneo oriental.
Brindisi, mucho más pequeña que Bari, nos sorprendió por los cuidados edificios y la limpieza de las calles, muchas peatonales. Aunque la antigua catedral fue destruida por un terremoto y reedificada en el siglo XVIII, Bríndisi atesora  importantes edificios históricos como San Giovanni al Sepolcro construido por los Templarios o la Loggia Balsamo. Resulta agradable pasear por las tranquilas calles al caer la noche y tomar una buena pizza en una antigua villa restaurada, restaurante Il Giardino, un pequeño paraíso con jardín.

Pocos kilómetros de buena autopista nos separaban de Lecce a la mañana siguiente, que se presentaba  magnífica y soleada. Los últimos estertores lluviosos los habíamos dejado el día anterior en Ostuni, cuando después de comer nos dirigimos a una terraza y al resguardo de un amplio arco tomamos un Averna, para mí el mejor de los amaros, viendo caer la lluvia a ambos lados de la mesa mientras calle abajo corría un  arroyo saltarín.



Lecce
Lecce es una bella y cuidada ciudad barroca. Definida, de forma no afortunada, en mi opinión, por muchas guías como la Florencia del sur, y no por demérito de Lecce sino por la difícil comparación entre renacimiento y barroco. Posee numerosos edificios, levantados con piedra caliza local de color rosado, fácil, aseguran, de trabajar,
 que son auténticas joyas representativas de esa expresión artística.
 El hotel reservado aquí (no suelo hablar de hoteles porque sabido es que en Italia la relación calidad –precio es mucho más desfavorable que en España), el  Grand Hotel Di Lecce, aunque situado cerca de la estación, resultó muy cuidado, tranquilo, con espaciosas y luminosas habitaciones, buen desayuno y precio mejor del acostumbrado. Solo el dosel de la cama, un tanto pretencioso, sobraba.
La visita a la ciudad resulta cómoda por ser peatonales las más importantes calles céntricas, y además llanas, sin una sola cuesta. Para una primera orientación y situarse, además de usar la guía, se puede tomar, como hicimos, el trenecito de turistas que la recorre, para después retornar a pie por los sitios más interesantes descubiertos.
La Plaza Sant’Oronzo es el corazón de la ciudad. En ella se alza la columna gemela de la vista en Brindisi  marcando el término de la Vía Appia, y sobre ella  la estatua del patrón de la ciudad que da nombre a la plaza. En este mismo y bullicioso lugar (Lecce es un importante destino turístico como pudimos comprobar) se encuentran las ruinas del anfiteatro romano, además de otros edificios históricos.
La Plaza del Duomo, rodeada por el obispado, el seminario y la catedral con esbelto campanario de 68 m de altura, es un espectacular conjunto barroco.
 Hace tiempo leí, no recuerdo dónde, que la construcción de este campanario-torre había desencadenado un duro enfrentamiento entre el obispo y el gobernador de entonces. Pensaba el gobernador que el interés del obispo por un campanario tan alto era para poder controlar, y fisgonear, la ciudad desde las alturas y se oponía a que la obra continuase subiendo. Viendo el campanario actual resulta claro que la disputa, si la hubo, la ganó el obispo.
Además de arte, no cito más de tantas que se lo merecen, existen estupendas tiendas de productos gastronómicos locales, imposibles de evitar permaneciendo dos días por allí, aunque uno de los días estuviera reservado para recorrer los lugares más extremos del tacón de la bota.      

Ulpiano Rodríguez Calvo

lunes, 17 de junio de 2013

¿POR QUÉ DECIMOS…? PARTE. I.


à Aquí hay gato encerrado: En la España Medieval, el campo estaba infectado de salteadores de caminos, que ocultos en la maleza, asaltaban a los viandantes y diligencias para robarles cuanto llevaban.
Se daba el caso de que los ladrones lo que buscaban fundamentalmente, era dinero. Pero el dinero no aparecía, en aquella época los monederos, estaban confeccionados con piel de gato, en el depositaban sus monedas: maravedíes, doblones, blancos, etc…
Cuando los ladrones no encontraban el monedero-gato exclamaban “Pues no puede ser, aquí tiene que haber gato encerrado”.

à ¡Viva la Virgen!: En tiempos de la Reconquista, la recuperación del terreno era muy lenta, y sufría vaivenes de toma y daca, tan pronto un territorio pertenecía a los cristianos, como a los moros. Entonces se generó el problema de tener que vigilar el horizonte para evitar ser sorprendidos por el ataque moro. A tal efecto se talaban inmensas extensiones de arbolado para así, ver al ejército contrario, entonces se creó una vigilancia que o bien en las torres de la Iglesia o bien en las cimas del algún otero, había perpetuos vigilantes escrutando el horizonte y cuando divisaban un contraataque, gritaban desde lo alto una frase que servía de aviso “VIVA LA VIRGEN”.
Todo el pueblo repetía a gritos la frase, se avisaba a los que estaban en zonas próximas al pueblo y todos se refugiaban en algún castillo o en la Iglesia.
Podía ocurrir que los vigilantes estuvieran hasta dos años sin dar la voz de alarma, en cuyo caso se pegaban la vida padre.
La gente empezó a decir que “Fulano” que llevaba una vida tan relajada y regalada era un “Viva la virgen”.

à Ir de tiros largos: No hace tanto en España no había vehículos a motor y cuando una pareja iba a la iglesia a contraer matrimonio, iban, si eran pobres a pie. Si eran más pudientes, en un carruaje que podría ser tirado por dos, seis o cuatro caballos. Los ricos, obviamente iban en un carruaje de seis caballos y como todos ustedes saben, la correa que va desde el bocado del caballo hasta las manos del conductor, se llama “tiro”. Así pues, sí alguien iba con seis caballos, iba de tiros largos y si iba con dos, iba de tiros cortos. De ahí a que ahora cuando una persona se engalana y exhibe sus mejores galas le decimos ¿Dónde vas de tiros largos?

 Pepe Morán Fernández. Dominico-ex. 

sábado, 15 de junio de 2013

Santi, El Falangista.

Pocas veces conocí a un hombre de semejante contextura física y moral. Eran los unos noventa y pico kilos de buen humor, de peso físico, de humanidad, de simpatía desbordante. Hablo de primeros de los setenta, en la Biblioteca Nacional. Cuando se integró fueron bastantes los que, a priori le recibieron con recelo y cierta animadversión.

Poco duró esta actitud. Su bondad, su bonhomía, su alegría contagiosa, su entrega sincera, a cualquiera que tuviese un problema, conquistaron a toda la biblioteca. Por lo pronto, adoptó la costumbre, de bien temprano, antes de que entrásemos los casi mil que allí trabajábamos ya Santi había colocado una flor encima de la mesa de quién ese día cumplía años.

No podías citar en su presencia que andabas a la búsqueda de algo y preguntando dónde lo venderían. Al día siguiente lo tenías encima de la mesa. Nadie ignoraba que quien lo había puesto era Santi. En los ratos libres se pasaba por los diversos departamentos saludando cordialmente, interesándose de los problemas que había.

Era falangista y había sido cuatro años Gobernador Civil de Huelva con Franco. Pero eso  - que para alguno era un pecado  - ya nadie lo recordaba ante tal avalancha de buen humor, alegría y amabilidad.

Bueno, el personaje está presentado. Ahora vamos a la anécdota que me aleccionó para el resto de mi vida.

La biblioteca, que por fuera está como el día que la construyeron, por dentro es como un edificio del futuro. Todo está informatizado y si no eras de la casa y tenías una tarjeta especial no podías andar más de veinte metros, era de una seguridad ultramoderna.

Había en la zona sur del edificio una sala que servía de distribución hacía cuatro o cinco departamentos y hacía un ascensor. Para remediar la desnudez de semejante espacio habían colocado varias butacas tapizadas en verde. Si te sentabas allí, en cinco minutos presenciabas una gran afluencia de gente. Uno de tantos días me encontré con Santi en aquella sala. Me saludó como si llevara tres años sin verme. Nos sentamos en sendas butacas y empezamos a charlar, vete a recordar qué…

En ello estábamos cuando del ascensor salió una chica joven, más bien bajita y en absoluto llamativa. Yo me había cruzado con ella mil veces en pasillos y ascensores. Se llamaba Paloma Fernández de Avilés y tenía una costumbre terriblemente odiosa. Jamás contestaba al saludo protocolario. “Buenos días” “Hola” “Qué tal”. Yo, y conmigo la mayoría decidimos no saludarla vista su actitud altiva y maleducada. Por eso me resultó extraño que Santi la saludara en tono jovial y cariñoso “Hola Palomita”. Como era de esperar ella siguió en su camino y ni contestó.

Esperé a que se fuera y le dije a Santi en tono de reproche: “Pero bueno, Santi, tú ¿Por qué la saludas, si sabes que no te contesta jamás?
Y Santi me contestó: “Precisamente por eso ¿A ti quién te parece que queda mal, ella o yo?”. “Sin duda, ella” dije. Pues escucha esto:
“Al año siguiente de terminar la Guerra Civil Americana, hacía 1863, el General Jackson iba de paseo por Louseville acompañado de un comandante antiguamente a sus órdenes. Iban de paisano. En esto que un negro viene caminando en dirección contraria y era inevitable el encuentro. Cuando se cruzaban, el negro dijo muy alegremente “Buenos días mi general”. A lo que éste, contestó con la misma jovialidad “Buenos días, hombre”. El comandante no pudo soportar aquella escena, y con respeto, le reconvino al general “Usted perdone que se lo diga, mi general, pero ¿Cómo se rebaja a saludar a un negro?”. El general explicó: “Pues mira, por lo menos para que quede claro que soy tan educado como él”.

“Mira Pepe, si me cruzo cinco veces al día con esta chica, cinco veces ocurre lo mismo, que yo soy un caballero educado, y ella una zafia, así que, cinco veces la llamo zafia, guarra, mal educada. Otra cosa es que ella no lo entienda, pero reconocerás que si no la saludo me pongo a su ínfimo nivel”. Gracias Santi, me has enseñado algo que no había aprendido en cincuenta años. La manera de insultar a un imbécil con un cordial saludo.

Desde entonces más de una vez, una, recientemente -  hará tres años – tuve que recurrir a esta fórmula para llamar tonto cuatro veces al día a un individuo que se empeñaba en ningunearme, creyendo que yo lo tomaba por ofensivo. A todas horas aunque nos cruzáramos por la acera del otro lado de la calle, yo exclamaba a gritos: “Adiós, Juanchi”. Terminó por responderme a su vez.

Recomiendo este truco, a mi amigo Vitorín Gión, que me contó que tenía un vecino que no le correspondía al saludo. Tú insiste, Vitor. Que terminará por darse cuenta de que es un guarro y contestará.
Es el único modo de convertir un saludo en un insulto.

Pepe Morán Fernández. Dominico-ex. 

LOS RESTOS DE LA .......


SIN ELLA NO HABRÍA SIDO POSIBLE ACORDARSE DE TODO 
 
No se puede hablar por teléfono en los trenes o Metro. Está prohibido.
La limpieza es total. No encuentras una  papelera en toda la ciudad.  Si comes un caramelo, el envoltorio te lo llevas a casa.

Está prohibido caminar fumando. Hay señales de prohibición pintadas en las aceras. Existen zonas para hacer un descanso y fumar un pitín y donde tienen los correspondientes ceniceros.

Se circula por la izquierda tanto coches como peatones. En los pasos con o sin semáforo siempre caminas por tu izquierda para no tropezar con el que viene de frente.

                                         

El Jefe dando las últimas ordenes
Como la ciudad en general es muy llana, la Policía de Distrito patrulla a lomos de bicicleta, aunque algunas unidades móviles ya van necesitando la aplicación de un plan RENOVE.  Pero se evita polución y de paso se mantiene al personal siempre en forma.
Cuando accedes a una estación pasas por los tornos la tarjeta monedero que previamente has comprado, pero no te descuenta el importe del viaje. Lo hace cuando salgas de la estación de destino. Según dónde hayas ido te resta del saldo el importe.
En los trenes se deja salir antes de comenzar a subir, llegando incluso a salir gente del vagón con el fin de facilitar la salida de otros pasajeros. Se colocan en fila en el andén y cuando todos hayan bajado vuelven a subir, generalmente antes de los que estaban esperando. La estampa típica que se ve en ocasiones del empleado de la estación empujando a los pasajeros es pura leyenda urbana. Y si no puedes entrar en 3 o 4 minutos llega otro tren.

Tendido eléctrico de una calle de Tokio

Tendido eléctrico en la Bahía de Yokohama
Llama la atención la conducción eléctrica. Salvo en alguna calle muy comercial del centro de la ciudad, todos los cables van a la vista  fijados a postes de hormigón. Con los frecuentes movimientos sísmicos si el cableado fuera soterrado la localización de las averías sería mucho más difícil y costosa su reparación. Los japoneses están en todo.
Los taxistas van todos trajeados con gorra de plato y guantes blancos (casi como aquí) y los coches siempre están relucientes.
Cuando vas a un restaurante, lo primero que hacen los camareros es darte unas bolsas como los pañuelos de papel humedecidos, o unas pequeñas toallas calientes, para que uno se lave las manos antes de comer. Lo de la limpieza lo llevan muy a rajatabla.  Luego antes de tomarte nota te sirven agua, que van reponiendo a medida que se va vaciando el vaso. Nunca te sirves tú.

viernes, 14 de junio de 2013

DE VIAJE AL SALENTO (2)

     - DE UMBRIA A BARI-



Bomarzo

Iniciamos este viaje al sur desde las proximidades de Bomarzo, unos cien kilómetros al norte de Roma. Bomarzo es un inquietante parque de gigantescas y monstruosas figuras labradas en la piedra, una parte de ellas cubiertas por el musgo. Situado bajo el palacio del príncipe medieval al que debe su existencia y de la ciudad que le da nombre, sobrevive desde hace cinco siglos en medio de un frondoso bosque, aparentando dormir hipnotizado por el susurro del arroyo que discurre a sus pies. Construido por empeño de Pier Francesco (Vicino) Orsini, se supone que intentando trasladar a la piedra sus terroríficos sueños, es un lugar al que siempre me apetece volver. Quizá en la atracción por el lugar haya influido la lectura de la novela que lleva por título Bomarzo, escrita por Mújica Lainez,  recomendable fresco para entender una parte de la historia de lo que ahora es Italia. Bien documentada, relata la tormentosa vida de aquel contrahecho personaje y de las familias poderosas de entonces, Orsini, Farnese y otras, acostumbradas a nombrar papas entre sus vástagos, también a eliminarlos, según la correlación de fuerzas entre familias, y decidir sobre vidas y bienes del resto de los mortales. Cuenta también la injerencia externa en el tablero de ajedrez político que era la península Itálica, sin faltar, claro, los españoles bajo el mando del todopoderoso emperador Carlos V…Pretendía emprender este viaje hacia el sur y quedé enredado en un parque. Procuraré retomar el camino.

Era temprano aquella mañana de la perezosa primavera tocada en suerte este año cuando enfilamos la autopista dirección sur. El frío invernal, aún al acecho, hacía que los árboles, salvo unos pocos valientes, se mantuvieran recelosos, sin desplegar de sus reventonas yemas las nuevas hojas que por abril ya les correspondía  vestir.

Viajábamos en un brioso Golf recién sacado del horno, con menos de mil en el cuentakilómetros, suministrado en Fiumicino por la empresa de alquiler Locauto (cito el nombre por ser poco conocida y por el correcto servicio prestado). Buen acompañante para dos personas - el resto de la familia se quedaba atendiendo sus ocupaciones laborales y escolares-, con más de dos mil kilómetros de recorrido por delante.

Unas decenas de kilómetros al norte de Roma tomamos la Bretella, como llaman los romanos a esa tangente que, por el este, evita la ciudad, comunicando por autopista norte y sur. Entre esta vía rápida y Roma se levantan los Castelli, una cadena montañosa, poblada y boscosa. Un lugar de esparcimiento, incluso morada habitual, de quienes viven o trabajan en Roma. En esas montañas se encuentran preciosos lagos volcánicos.  En la cresta de la elevada ladera que circunda el lago Albano se asienta Castel Gandolfo, dónde, como es conocido, en un palacio asomado sobre las azules aguas tienen los papas su acostumbrado refugio estival. El lago de Nemi en el fondo de un profundo cráter es sobrevolado por el pintoresco pueblo que tiene su mismo nombre,  famoso por su belleza y las pequeñas y golosas fresas silvestres o cultivadas de su entorno.
 Imágenes y  recuerdos de la zona se  agolpan al discurrir por la autopista, ventajas de ir de copiloto, imposibles de relatar aquí. Solo me permitiré, ahora, cuando escribo esto, dos recuerdos fugaces: uno, un tramo de carretera situado por aquellos lugares donde era costumbre llevar a los recién llegados a Roma. Allí, por un efecto óptico, el coche, motor parado, sin freno y ninguna fuerza que lo empujara, rodaba, aparentemente, cuesta arriba ante la estupefacción del recién llegado. Dos, en Grottaferrata se encuentra la monumental Abadía de San Nilo, fundada por monjes griegos a principios del siglo XI y en la actualidad ocupada por religiosos de rito oriental. Éstos, ignoro si lo continúan haciendo, elaboraban y vendían su vino en la bodega situada en los bajos de la abadía. La venta la efectuaban los fines de semana y a granel por lo que se necesitaba  ir provisto de garrafa. No recuerdo la calidad del vino, pero la escena -  dos filas de severos monjes, ataviados con skufia y  largas ropas negras, cada uno sentado, inmóvil, ante una cuba en un tayuelo, prestos para abrir la llave y llenar la garrafa que se le tendía, antes de efectuar el pago a otro monje a la salida- era digna de Berlanga y Rafael Azcona.

Sumergido en estas y otras divagaciones, ya sobrepasábamos las tierras de Latina. Esa zona pantanosa y palúdica ordenada desecar y repoblar por el Duce. Los repobladores, agradecidos, han otorgado mayoritariamente, hasta ayer mismo, el voto al partido fascista. Pero ahora prefiero no hablar aquí de política; también en España continúan existiendo otros Llanos del Caudillo.
Poco más adelante un desvío que ignoramos, y no por falta de ganas, conduce a San Felice Circeo, un parque nacional en el que se encuentra un maravilloso bosque a la orilla del mar  declarado reserva de la biosfera. Sobre este bosque se eleva el Monte Circeo con espectaculares vistas pontinas. Es el lugar mitológico donde, según Homero,  la maga Circe mantuvo cautivos a Ulises y sus compañeros mientras en la lejana Ítaca Penélope tejía y destejía.
Intentaba mirar solo al lado derecho de la autopista según avanzábamos al sur, la conductora controlaba la autopista y el lado izquierdo quedaba para el regreso si se presentaba la ocasión. Así podía imaginar y recordar andanzas de hace más de veinte años. Sperlonga, esa colmena de casas blancas colgada sobre el mar, con la gruta de Tiberio y  los restos de lo que fue su grandiosa villa, desgastados por las olas, a sus pies. También Terracina, de donde parten los barcos hacia el archipiélago Pontino; en él se encuentra Ponza, una abrupta joya convertida en isla, cuajada de flores, casas y barcos de pesca multicolores, y una playa, llamada Claro de Luna según creo recordar, cercada por un acantilado, a la que solo se accede, además de por mar, por un túnel excavado bajo la montaña hace más de dos mil años.
Sin tiempo para demorarse en Gaeta y su Montagna Spaccata, un impresionante tajo en el acantilado  abierto al mar, vestigio, según leyenda, de cuando la tierra se rasgó a la muerte de Cristo, entramos en Campania.

En esta región, como en todas las del sur de Italia, tiene arraigo una organización criminal y de extorsión. Aquí llamada camorra, en Sicilia mafia, en Calabria ‘ndrangheta o sacra corona unita en Puglia, donde nos dirigíamos. Aunque continúen operativas no parecen ser tan virulentas como hace algunos años, además no suelen causar problemas a quienes solo vamos de paso.

Nuestra intención era evitar Nápoles (esa imprescindible y enorme ciudad que, solo ella, para visitarla, requiere un viaje de días) siguiendo la autopista que la sortea. Sin embargo, confiados en el GPS, con el mapa en la guantera no ejercí de buen copiloto y el navegador nos ordenó abandonar la autopista antes de llegar a Nápoles, a la altura de Caserta (imposible nombrar esta ciudad sin citar los espléndidos jardines y el palacio mandado construir por Carlos III, no olvidemos que los Borbones reinaron por estas tierras durante largo periodo, esa huella, incluso en usos y costumbres, aún resulta visible hoy en día por toda la Italia del sur).
La desacertada indicación del navegador nos arrojó a una carretera de doble dirección densamente transitada, utilizada por el tráfico local y por quienes quieren evitar el pago del peaje. Fue una inmersión, por si lo habíamos olvidado, en el modo de conducir italiano. La señalización horizontal, esas rayas continuas, o dobles rayas, que separan el carril de ida del de vuelta prohibiendo el adelantamiento resultan invisibles para la inmensa mayoría de conductores. Estos colocan el morro de su vehículo a un palmo de la trasera del que va delante y a la menor ocasión adelantan sin importarles el tipo de pintura del suelo. Con frecuencia otro coche circula en sentido contrario, a pocas decenas de metros, obligándole a echarse al arcén y segar con las ruedas la exuberante  hierba primaveral de la cuneta. No surge ninguna protesta, ni luces, ni claxon, ni gestos, por parte del conductor arrojado al arcén, que sabe que poco después él hará lo mismo. Este comportamiento trae el recuerdo de una antigua película, en la que el protagonista, al comienzo de una de esas típicas carreras fuera de la ley, ante la sorpresa de la chica americana que le acompañaba, arranca y arroja lejos el retrovisor al tiempo que le dice: “los italianos, cuando conducimos, jamás miramos para atrás”. Posiblemente esto solo sea un estereotipo, pero se acerca bastante a la realidad.
Pasado Benevento volvimos a la autopista y a una relativa tranquilidad. Viajar por calzadas de varios carriles por sentido y frecuentes radares/ tramo de velocidad, en este país llamados Tutor, que castigan con severidad a quienes sobrepasan el límite establecido en 130 k/h, es más relajante, permitiendo, en mi caso, no en el de la conductora, solazarme contemplando las  colinas cultivadas por entero de cereales. Se ven verdes y pujantes por el agua recibida en abundancia durante los últimos meses. Prueba de las copiosas lluvias eran los profundos surcos que culebreaban por las laderas del inabarcable mar esmeralda.
 Esta autopista une el Tirreno con el Adriático, y poco antes de alcanzar el mar gira hacia el sur, para, unas decenas de kilómetros después, dejarnos en la prefería de esa gran urbe, la segunda del sur de Italia después de Nápoles, que es Bari.





Ulpìano Rodrígurez Calvo