viernes, 27 de febrero de 2015
DESPEDIDA AL PADRE DIMAS
La Virgen del Camino, León. 27 de febrero de 2015.
Como representante de
los antiguos alumnos de Corias en el funeral del Padre Dimas, aunque he sido autonombrado
dadas las coincidentes circunstancias de residencia con el finado, os voy a
relatar de forma escueta y lo más concisa que me sea posible lo que fue el acto en sí de despedida al bueno del Padre Dimas.
Anoche ya estuve en la capilla ardiente por un corto espacio de tiempo, pero en
aquellas horas ya tardías, allí reinaba
un ambiente tranquilo y sosegado casi privado para la familia, la comunidad de hermanos religiosos y algunos amigos
más. Tal que, una vez que se rezó el rosario en la capilla ardiente, instalada
en la capilla privada de los frailes, y presentados mis respetos al difunto, me retiré a mi casa. Sin embargo
hoy ya era diferente y, aparte de tener un día soleado espléndido en
León, ya éramos bastante más gente entre
la que contaba con caras conocidas y queridas por mí como eran: Basilio, Lastra, Patxi, Emiliano y el Padre Miguel
Equiza Lasarte, procedente de Coruña, que por encargo del amigo Inocencio, me
identificó al instante y muy amable y cariñosamente me buscó y vino a saludarme.
Por mi parte fue un placer el conocerle.
En el funeral de hoy también se notaba la presencia de muchas
personas seglares, ajenas a la orden dominicana, pero que querían agradecer y acompañar al Padre Dimas en su recorrido
terrenal final. Sobre todo, había
bastantes feligreses de los pueblos limítrofes donde él ejerció el sacerdocio
durante algunos años. La foto que pongo aquí recoge el momento en el que los
hermanos dominicos salían delante del
féretro para una vez cruzada la carretera N-120 acceder a la basílica menor de
La Virgen del Camino en cuya fachada
frontal se encuentra un gran friso con trece figuras de bronce, con la Virgen y los doce Apóstoles, obra del arquitecto catalán, ya fallecido, Josep María Subirachs.
Como sería de suponer, yo que soy de gatillo fácil, podría exponer aquí una colección extensa de fotos de la ceremonia, pero he hecho ésta solamente y con mucha discreción para que sirva como reseña del acto, e ilustre esta efeméride en el Blog. Creo que todos estamos de acuerdo en que no es de buen gusto hacer fotos en un funeral,
salvo que el finado sea personaje público. En este caso, el finado era todo lo
contrario pues, todos los que lo hemos tratado sabemos muy bien que nada más
lejos de él. El Padre Dimas fue una
persona de lo más humilde y discreta, que nunca
pretendió destacar, salvo en hacer el bien al prójimo; de ahí que fuera muy querido y valorado por todos los que le
han conocido y tratado, bien como sacerdote, como profesor, o simplemente como amigo.
La basílica estaba ocupada en un 60% de su capacidad, calculo
yo que entre religiosos y seglares sería de ese orden.
Hermanos dominicos he valorado, así por lo alto, que podría haber del orden de
60 por lo menos. Hermanas religiosas también había varias.
La misa fue oficiada por el Padre Provincial de la Orden
acompañado de al menos otros diez sacerdotes dominicos. En el comienzo de la misa se leyó una biografía del finado donde se pormenorizaban de forma detallada, todas sus ocupaciones desde que ingresó en la orden de Santo Domingo. El padre provincial es un dominico joven, jovial y asturiano que hizo un acto ceremonioso y solemne, sin extenderse demasiado en la homilía pero dejando muy claro, por su brillantez y sencillez, que pertenecía a la orden de predicadores. A la salida del acto religioso el grupo de Corias parlamentamos un rato encantados entre
nosotros y después de elogiar al Padre
Dimas y de recordar su bonita y potente moto de los tiempòs de Corias, nos despedimos hasta que no surja cualquier otro motivo común de carácter festivo, y si no, hasta el último sábado de septiembre próximo
en Corias.
¡Descanse en paz el bueno del Padre Dimas!
B. G. G. bloguero “Prior”
jueves, 26 de febrero de 2015
NOTA NECROLÓGICA. PADRE DIMAS
Me acaba de comunicar el amigo Inocencio el
fallecimiento de nuestro antiguo profesor el Rvdo. Padre Dimas. Sabíamos que
últimamente su salud era delicada, pero no como para temer por su vida.
Descanse en paz este buen dominico, buen hombre y buen profesor, del
que todos sus exalumnos mantenemos un recuerdo imborrable.
sábado, 21 de febrero de 2015
¿POR QUÉ, POR QUÉ POR QUÉ?
El
río de mi curiosidad que debería ser un minúsculo regato, dada la edad, se me
está convirtiendo de día en día en un torrente que inunda la vida de preguntas
y más preguntas. No lo puedo evitar y además, no quiero. Necesito saber el
porqué de tantas cosas que no doy abasto.
¿Por
qué…?
Por
ejemplo unas pocas para no ser demasiado prolijo.
1 1- ¿Por
qué tengo que enterarme de las intimidades de medio concejo cuando viajo en
tren, en bus o cuando tomo un café en un bar? ¿Es que no saben o no quieren
hablar con más recato?
2 2- ¿Por qué cuando el
Ayuntamiento oferta cursos para personas mayores – por ejemplo uno de
informática elemental– se apuntan siempre 23 mujeres y 2 hombres?
3 3- ¿Por qué un chico de doce
años sabe donde se vende droga –portal y piso- y las autoridades parece que
lo ignoran?
4 4- ¿Por qué hay tantas
adolescentes que blasfeman como carreteros, beben como cosacos y fuman como
turcos?
5 5- ¿Por
qué los mendigos siempre están en la puerta de las iglesias y jamás en la
puerta de un sindicato?
Tengo
otras sesenta pero esas son suficientes
para hoy.
Ahora
dejadme que plantee una que me trae loco desde hace meses.
A
diario, de 7 a 9 o 10 de la noche, pasa bajo mi ventana unas 15 o 20 veces un coche que ruje como un león en celo.
Lleva el escape roto. O lo rompió. El resultado es un concierto de decibelios
que llenan todo el ámbito del barrio. En 100 metros acelera 20 veces haciendo
bramar el coche. Este es un humilde utilitario.
Este
tío ha hecho aflorar al antropólogo que llevo dentro y que nunca pudo
practicar.
¿Por
qué un individuo necesita que su vehículo llene de ruidos estrepitosos todo un
barrio durante varias horas?
Parece
una tontería pero es un tema de gran interés.
Mis
lecturas de Veblen, J. Heath o Lipovetsky me empujan a poner la lupa de la
ciencia sobre este fenómeno.
Vamos
a ver.
Este
hombre es evidente que está enamorado del ruido que provoca. Esto es grave.
Enamorarse de un ruido es casi tan increíble como aficionarse a chupar candados
o lamer esquinas.
Dos
hipótesis científicas.
- - El
hombre padece síndrome del sonajero. Un
antropólogo alemán cuyo nombre no recuerdo, habla de este síndrome. Según él,
el sonajero, su ruidillo, le encanta al bebé. Pero un día estampa su sonajero
contra el suelo y el estrépito le entusiasma “el ha provocado el ruido”. Más
tarde se da cuenta de lo maravillosos que son otros ruidos: sus llantos, sus
gritos, sus chillidos. Luego va al cole y él y sus colegas producen más ruido
que una parrilla de salida de Fórmula1. Luego le compran un MP4 y lo escucha al
máximo volumen. Total: que se ha hecho adicto al ruido. Parece mentira, pero es
así. No puede pasar sin su ruido, como otros no pueden pasar sin X pitillos al
día o X goles cada domingo. En resumen,
la adicción al ruido es un síntoma de inmadurez
personal. Es propia de niños pequeños.
- - Síndrome
del desapercibido
es un caso estudiado por J. Heath y por Lipovetsky. En todo colectivo humano,
en todos los tiempos, de entre la masa anónima surgen individuos que no se
resignan a permanecer en el anonimato. Quieren y necesitan sobresalir,
destacar, ser diferentes, deslumbrar a los demás. Bien, esto, en principio es
sano y nada objetable. El problema surge cuando el individuo carece de
cualidades personales para destacarse. No es el más fuerte, ni el más hábil, ni
el más inteligente. No tiene a que acudir para salir del anonimato. Y es ahí cuando
surge el síndrome. Muchos no se resignan y recurren a extravagancias. Por
ejemplo se ponen seis grapas en cada oreja y se tiñen el pelo de verde. Ya no
pasa desapercibido. Lo malo es que otros le imitan recurriendo a la misma
extravagancia. Luego muchos más. Ya son tantos que terminan por ser todos otra
vez masa. Vuelven algunos a intentar otro truco para salir de esa masa. Así se
crean las modas.
Pepe Morán. Dominico-ex
NOTA
I: Bueno, la verdad es que da pena pero no causa daño a nadie. Por lo demás, no
tiene difícil arreglo.
NOTA
II: Recomiendo estos libros de antropología.
1 1.
Rebelarse
vende. De J. Heath.
2 2. Vacas, Cerdos, Guerras y
Brujas. De Harris Marvin.
3 3 .
La
Sociedad de la depresión. De Lipovetsky.
Los
dos primeros son más interesantes y más divertidos que una buena novela, el
tercero es ligeramente más denso.
miércoles, 18 de febrero de 2015
Fallece el escritor José Avello Flórez
El Blog de los antiguos alumnos de Corias quiere manifestar el pesar por la pérdida del escritor cangués y como reconocimiento a su persona y a su obra, reproduce aquí el artículo publicado en La Nueva España del 17/02/2015, como homenaje a este asturiano ilustre. Descanse en paz, Pin Estela.
Fallece el escritor José Avello
El autor fue finalista del premio "Nadal" con su
novela "Jugadores de billar", ambientada en un bar de la calle Mon,
en Oviedo
17.02.2015 | 17:12
REDACCIÓN José Avello Flórez (Cangas del Narcea en
1943) ha fallecido esta mañana en Madrid donde residía desde hace tiempo.
El escritor asturiano inició estudios de derecho en la
Universidad de Oviedo al tiempo que asistía a las clases del filósofo Gustavo
Bueno y a participaba en grupos de teatro. Más tarde continuó sus estudios en
la Universidad Complutense de Madrid.
En 1983 fue finalista del Premio «Nadal» de novela con la
obra "La subversión de Beti García"
En 2002 publicó "Jugadores de billar", su novela
más conocida, con la logró el Premio de la Crítica en Asturias y el «Villa de
Madrid» de narrativa.
La novela, ambientada en los años noventa, se centra en
cuatro amigos (Manuel Arbeyo, Álvaro Atienza, Floro Santerbás y Rodrigo de
Almar) que se conocen desde la infancia y se reúnen regularmente en un
reservado del ficticio café Mercurio de la ovetense calle Mon, para jugar al
billar. Todos ellos han pasado de los cuarenta. La mesa de billar es una
metáfora de la vida. Los jugadores planean sus jugadas con la misma
impetuosidad, cautela o misterio con que se comportan en la vida diaria. Floro
Santerbás tiene puntos de encuentro con el escritor José Ignacio Gracia
Noriega. Jugadores de billar está elaborada desde los presupuestos del
materialismo filosófico de Gustavo Bueno.
P. D. En la página web de El Tous p@ Tous se puede ver una amplia
biografía del finado, pinchando en este enlace: http://www.touspatous.es/index.php/biografias/974-entrevista-con-pepe-avello-escritor-y-profesor-emerito-de-sociologia-de-la-cultura.html
sábado, 14 de febrero de 2015
El Señor Gregorio
Ángel y Sonia,
22 y 20 años, eran alumnos míos a finales de los años 90.
Les enseñaba
inglés comercial y ellos a mí el valor de la amistad. Procedían ambos – en
segunda generación – de un pueblito de la Alcarria llamado Yela.
Ángel confesaba
su adscripción irrenunciable a una serie de valores, su novia Sonia, el Real
Madrid, su pueblo y sobretodo su abuelo. Este último era para él un asunto
transcendental en su vida y tema recurrente en toda conversación. Hasta tal
punto era así que dio en pensar que a su amigo Pepe(o sea yo) no se le debía
privar de la oportunidad de conocer personalmente al abuelo. Así se fraguó mi
visita a Yela, allá por el mes de marzo.
El viaje en
coche desde Madrid a Yela duraba como una hora y cuarto. Ángel me esperaba a la
entrada del pueblo. Su abuelo lo había despertado a las seis de la mañana a
gritos “que va a llegar tu profesor y tú en la cama, gandul”. Luego me previno
en orden a mí, me reuniría con el abuelo.
Parece ser que
este se había reclamado para sí el protocolo de ser él quien me enseñaría el
pueblo. Me advirtió que lo aceptase aunque el abuelo estaba completamente
ciego. Me notificó que procurara en la conversación tenderle el raíl de su tema
de conversación favorito, para que se explayase. Es decir, el tema de la mula
Blanca. Había otro tema de gran interés para el abuelo: las relaciones con su
mujer en lo que respecta a la tele. Ella estaba casi sorda del todo.
Fue así como el
Sr Gregorio (así se llamaba) me paseó por todo el pueblo. Me enseñó cada casa,
cada huerto, casi cada piedra señalando con una precisión de cirujano.
- - ¿Ve
usted esa fuente? Pues nos la hizo Franco.
- - ¡Qué
me dice! ¿Qué Franco mandó poner una fuente en Yela?
- - Pues
sí, bueno le mandó al alcalde de Brihuega que nos la pusiese.
- - Ah,
bueno ya creí que había estado aquí de visita. Oiga Sr Gregorio ¿Usted habrá
tenido ganado en otra época, verdad?
- - Pues
sí, tuve siempre algunas ovejas y algunas cabras. Pero lo mejor que tuve fue
una mula que le hurté al ejército.
- - ¿Qué
usted le robó al ejército?
- - Si,
mire, el día que terminó la guerra civil estaba yo en el frente de Valencia.
Regresaba de las trincheras de llevar víveres con una mula muy joven y muy
buena. Yo, tal que dijeron que se había acabado aquello, le di media vuelta a
la mula y me vine con ella al pueblo.
- - Oiga,
oiga. Eso son muchísimos kilómetros.
- - Sí,
250.
- - ¿Y
cómo se orientó para venir aquí?
- - Pues
muy fácil. Yo viajaba con la mula y por la mañana tenía que darme el sol en la
espalda y por la tarde en los ojos. Así vendría a La Alcarria.
- - Ya,
ya me dijo su nieto que es usted muy inteligente.
- - No
quiera ver el hambre que remedió aquel animal en la casa con cuatro niños
pequeños, años de arar centeno con ella. Gracias a ella salimos adelante.
- - Oiga
Sr Gregorio y digo yo ¿El ejército nunca reclamó la mula? Me da que salvó usted
de milagro.
- - No,
verá, yo se lo conté al alcalde de Brihuega y llegamos a un acuerdo. Él me la
vendió por cincuenta pesetas. Todavía tengo la factura en casa por si acaso.
- - Se
puede decir que se la regaló.
- - No
crea, bien me costó a mí reunir las cincuenta pesetas.
Más tarde le eché otro poco de
cebo.
- - Oiga,
me he dado cuenta de que su mujer está algo sorda.
- - ¿Cómo
algo? Está sorda como una tapia. Me tiene amargada la vida. Pone la tele que
retumba la casa entera. Desde las siete de la mañana a las doce de la noche.
- - ¿Y
usted cómo se arregla?
- - Pues
mal. Hay días que me voy al establo a dormir. Tengo allí una colchoneta y una
manta.
Era divertido
oírle. Era un hombrecillo de baja estatura, enjuto, de poquísimas carnes. Pero
ágil como una ardilla. Desde la guerra nunca volvió a abandonar el pueblo.
Yela era el
típico pueblo alcarreño, pardo, aplastado contra la tierra, de casas muy
humildes. La Alcarria es tierra deforestada, sin pastos, todo monte abajo matorral.
Tierra ingrata para el grano, negada para el huerto. Tierra de fríos glaciares
en invierno y calores tórridos en verano.
No encuentra
uno razón alguna para vivir allí. Tierra solo apta para liebres y águilas.
Tierra puesta en la altiplanicie española como trampolín para viento y como
pedestal de la nada.
Yo, que había
leído “El viaje a La Alcarria” de C.J Cela, no pude ver con otros ojos que los
del gran escritor.
El abuelo me
reiteró varias veces cuanto lamentaba no poder ofrecerme nada mejor y más digno
de mi categoría. Os digo que era un encanto.
Reanudamos las
clases y llegaron las vacaciones de Semana Santa. Ángel y Sonia fueron al
pueblo.
Cuando volvimos
después de la Semana Santa estaban ansiosos por verme y contarme.
“Pepe, que el
abuelo resucitó”. Ya y os dejó cien millones en herencia. “Que no, Pepe, que es
verdad”. Y me contaron…
El martes de
Semana Santa, por la tarde el abuelo se puso muy malito y fue y se murió. Parte
de la familia estaba pasando unos días en el pueblo y se hicieron cargo de
todo, vino un médico de Brihuega (a 7 km) y certificó su muerte. Trajeron de
esta localidad un ataúd para el caso. Metieron en él al Sr Gregorio, le
cerraron los ojos, le pusieron las manos sobre el pecho con una cruz y se
inició el velatorio en el comedor.
Llamaron a la
familia ausente, en Madrid, Guadalajara y Alcalá. A las dos horas ya estaba
toda la familia reunida en la casa, las mujeres enlutadas, bisbiseando rezos en
el comedor, los hombres en la cocina hablando de sus cosas, a eso de las 22:45
de la noche, cuando el Sr Gregorio llevaba muerto casi cinco horas, de súbito
estalló un griterío mezclado con sollozos y todas las mujeres que velaban
salieron despavoridas del comedor. El abuelo que yacía en el féretro se sentó,
se abrazó a sí mismo y exclamó “¡Uf, que frío!¡Qué bien me vendría una
sopita!”.
Nota: lo
consulté con varios médicos y todos me indicaron que era muy posible y que
aunque no frecuente, ocurría en algunos casos. Se llama quedar en “estado
cataléptico”. No tuve ocasión de volver a ver al Sr Gregorio para preguntarle
qué había visto durante esas cinco horas.
Pepe
Morán. Dominico-ex
martes, 10 de febrero de 2015
lunes, 9 de febrero de 2015
YO, ESTUVE EN CORIAS
Hace unos días, cayó en mis manos la memoria de un dominico., que pasó por Corias allá por los años 40. Hombre de gran vocación religiosa, gran defensor de los Derechos Humanos y de los más necesitados.
Posiblemente para la mayoría de los blogueros no tenga el menor interés este relato, pero su descripción del paso por nuestro querido monasterio despertó en mi un interés especial con el fin de contrastar aquellos tiempos y los nuestros.
El libro consta de unas 300 páginas y muchas de ellas tratan de temas que no sería prudente reflejarlos aquí, por su contenido crítico hacia ciertos estamentos, por lo que me centraré en aquello que nos pueda traer algún recuerdo o que resulte un tanto chocante.
Su nombre es Juan, nació en un pequeño pueblo del concejo de Tineo, en noviembre de 1926, dentro de una familia profundamente religiosa. Es el tercero de 10 hermanos y actualmente está convaleciente de una doble operación de cadera.
Cuenta lo mucho que le costaba rezar el rosario, todos los días, después de cenar y el percance ocurrido el día de su primera comunión.
-Sería por 1935, finales de mayo o primeros de junio; bajábamos mi hermano Pepe y yo hacia la iglesia, muy contentos, y pasamos por debajo de una zreizar que tenía las zreizas ya coloradas, cogí una la metí en la boca y Pepe me dijo: “¡Uy nin!, no podemos comer ni beber nada antes de comulgar. La escupí y con ella toda la saliva que tenía en la boca.
Al llegar a la iglesia, se lo comenté al cura y éste me dijo que no podía comulgar, por lo que tendría que esperar al año siguiente para hacer la primera comunión. Y así fue.
Ingresé en Corias en setiembre de 1939, terminada la guerra, donde la pensión (comida, cama, lavado de ropa y estudios) costaba una peseta mensual.
Llevaba poco más de un mes cuando empezó a dolerme una rodilla y el médico de Cangas me recetó paños calientes, tanto como aguantara, para que “madurara la infección”. Pero no mejoró y aquello cada vez estaba peor, por lo que el día de San Martín (11 de noviembre) fue papá a buscarme, con el caballo y la pollina, para llevarme a casa. Recuerdo la fecha porque, al pasar por Gera, paramos un rato a descansar y ver la feria.
Un médico de Tineo me diagnosticó reuma articular, por lo que los paños calientes no estaban muy indicados, en este caso, y habían agravado el mal
Tenía que tomar diariamente una cucharada de calcio en polvo, un concentrado de hierro y otra cucharada de aceite de hígado de bacalao.
La rodilla mejoró y, cuando no había nadie por casa, me levantaba y me iba a jugar a la era. El médico se enteró y me escayoló la pierna.
La hinchazón disminuyó y como la escayola quedaba floja la bajaba como una polaina y seguía jugando, por lo que la convalecencia duró seis meses.
En setiembre de 1940 volví a Corias. La morriña de la casa era muy fuerte. Recibía una carta, cada semana, de mamá y tenía que meterme en el baño a leerla porque me saltaban las lágrimas.
Estaba allí el P. Antonio del Riego, de Tineo, y nos enseñó el lugar donde los milicianos le obligaron a cavar la fosa antes de fusilarlo, aunque no llegaron a ejecutarlo, posiblemente, por llevar el apellido Riego.
Estaba de rector el bonachón del P. Jacinto Garrastacho y lo fui a ver para preguntarle si la falta de la falange del dedo pulgar sería impedimento para ser ordenado. Me hizo coger un papel y me dijo que no había ningún inconveniente.
Todos los profesores eran dominicos, en su mayoría jóvenes, y sin ninguna preparación en las asignaturas a impartir.
Teníamos libro de texto de todas las materias y el método consistía en tomar la lección: responder en clase lo que habíamos estudiado la hora anterior.
En tercero, llegó un grupo de dominicos con título universitario recién obtenido en la Universidad Central de Madrid lo que significó una verdadera revolución en el método de enseñanza.
Los alumnos éramos de varias provincias: Palencia, Valladolid, Madrid, Santander, pero la mayoría éramos asturianos, predominando la cuencas mineras.
Por la mañana teníamos: misa, desayuno, media hora para hacer la cama e ir al servicio. Dos clases por la mañana, con un descanso de media hora y dos por la tarde.
Antes de cada clase teníamos una hora de estudio para preparar la lección en un amplio salón con pupitres individuales de madera. Después de la última clase, rosario, cena y a la cama.
La jornada era intensa y agotadora que nos exigía dedicación y mucho interés, por lo que muchos abandonaban y se volvían a sus casas.
No recuerdo haber recibido ningún castigo, sólo los colectivos.
Nos trataban con cariño. Los castigos se reducían a ponerse de rodillas en clase, en el salón de estudios y si la falta era muy grave en el comedor durante la comida. No recuerdo un castigo violento, como una bofetada.
Algunos frailes eran incapaces de mantener el orden y la atención en clase, como el P. Quitaniella que, con frecuencia, ponía a toda la clase de rodillas o nos castigaba sin recreo.
Al P. Garrastacho le sucedió el P. Domingo del Pilar. La primera medida que tomó, como director, fue prohibir todos los castigos, pues quería que actuáramos por responsabilidad y no por miedo al castigo.
La comida era pobre, los tiempos eran malos: posguerra, racionamiento y en plena guerra mundial.
El desayuno consistía en una taza grande de café (achicoria) con leche (muy aguada) y un panecillo.
Al mediodía un plato, lleno hasta rebosar, de un potaje muy aguado, con unas cuantas alubias en el fondo y muchas berzas casi sin picar.
Después, de segundo, un pedacito de carne o pescado con lechuga y alguna patata.
Mamá me enviaba, todos los meses, un queso, una fogacina y unos cuantos chorizos para la merienda. Esta comida, que recibíamos de casa, la guardábamos en un cuarto bajo llave y yo fui, por un tiempo, el encargado de abrir y cerrar esta despensa colectiva.
En tiempos de castañas (abundaban) nos permitían hacer magosto. Nos juntábamos por grupos: recoger castañas, traer leña, atizar el fuego, pincharlas para que no esplotaran y asarlas en una lata, agujereada por el fondo. Sabían a gloria.
En la cuadra, donde engordaban los cerdos para la matanza, había algarrobas y algunos iban, a escondidas, a comerlas.
El síndico (administrador) era el P. José García que se desvivía para que no nos faltara de nada. En tiempos de cosecha visitaba, con un camión, los pueblos de Castilla y León para comprar directamente a los prtoductores y obtener mejores precios. Por la zona de mi pueblo venía cuando la cosecha de las patatas y, en general, la gente se las daba como limosna.
Una vez al trimestre disfrutábamos de un día de campo, un día libre de clase y sin rutina diaria. Íbamos a pie a lugares distantes 8 ó 10 Kms. como El Puelo, Tebongo, Santa Ana, Arganda, Veiga la Piedra y, la comida, de fiambre, era abundante y más sabrosa que la del comedor. En estos días disfrutábamos de verdad, rompiendo con la cansina rutina de todos los días, alejados, por un día, de los libros de texto, de los ejercicios, de la disciplina y de un horario agotador.
Aún recuerdo el caso de un compañero de curso que se partió el cuello y quedó inconsciente al caer de una morera.
El médico, de Cangas, propuso clavarle un punzón en el corazón porque no había remedio y estaba sufriendo mucho.
Era el mismo médico que me atendió cuando el problema de la rodilla.
El P. Elías Fierro, nuestro director espiritual, se opuso rotundamente porque sería un asesinato. En vez del punzón, en el corazón, puso una reliquia del P. Arintero bajo su almohada y el alumno recuperó el conocimiento y mejoró en el rendimiento de sus estudios.
Terminé los cinco cursos “PENSUM” equivalente a la reválida de entonces, pasé unos quince días en casa para despedirme y salía para Salamanca, para hacer el noviciado, convencido de que valía para dominico.
El noviciado, en Salamanca, si se toma en serio exige mucha concentración para conocer tus inclinaciones y gustos. Algunos compañeros fueron cayendo por el camino, por diferentes motivos: porque comprendieron que no era eso lo que buscaban, la dureza del internado en el convento, la mala y escasa comida, la añoranza de la familia y el cambio radical de estado de vida.
Filosofía lo hice en Vergara y Caldas de Besaya..
Regresé a Salamanca para hacer Teología donde el frío era insoportable. Recuerdo que en febrero de 1954 el termómetro estuvo a 12 bajo cero varios días. Sólo teníamos calefacción en las clases; en el coro, en el dormitorio y en los claustros no, por lo que los sabañones y catarros eran frecuentes.
Me ordené presbítero el 23 de noviembre y mi primera misa solemne fue el 25 de diciembre.
Como dato curioso diré que el orador, durante la misa solemne, fue el P. Luis Martínez O.P. que estaba en Corias en el 57.
Después fui destinado a Québec, desde allí a la Universidad Laboral de Córdoba,, siguió Vergara, Santo Domingo, Brasil, Roma y nuevamente Santo Domingo.
Desde aquí, deseamos una pronta recuperación a este dominico incansable, aunque los años no pasan de largo.
domingo, 8 de febrero de 2015
NECROLÓGICA JOSE EL DE LA CHATA
Me acaba de notificar Marta Rodríguez González, que ha fallecido su primo
Jose, amigo y compañero nuestro, más
conocido como Jose "el de la Chata".
Normalmente me solía ver con él cuando voy a Cangas pues coincidíamos en la
Cafetería Cadillac con frecuencia, pero ya hacía bastante que no nos veíamos. En mi nombre y
en el de todos los miembros del Blog trasmitimos nuestro más sentido pésame por
su fallecimiento a sus hermanas: Toni y Paloma y al resto de la familia. Descanse
en paz nuestro buen amigo Jose, el de la Chata.
sábado, 7 de febrero de 2015
jueves, 5 de febrero de 2015
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