martes, 27 de diciembre de 2016
ENTRE RECUERDOS Y OLVIDOS
No sé si, tal
como afirma Gera, el blog emula al llano mejicano, lo que sí es cierto es que está vivo. Después de la fértil sementera de adviento, nueve
entradas hasta la fecha, alcanza ya las cincuenta y nueve. Además han vuelto a florecer los
comentarios como en sus mejores tiempos.
Aunque
Hemingway, Fitzgerald y tantos otros brillantes autores lo hayan desmentido escribiendo grandes obras,
los excesos y ajetreos, propios de estos días de
fiestas navideñas, no suelen ser buenos compañeros para ponerse a escribir. Más aún cuando trata de hacerlo un aficionado pedestre, no un escritor.
Consciente de ello, pero
aprovechando la permisividad que
confiere la víspera del día de los inocentes, me dispongo a rellenar uno o dos folios con un
declarado propósito: que el blog en 2016 alcance, o
supere con la aportación de otros participantes, las sesenta
entradas.
Invierno 63/64.- El primer trimestre era
siempre difícil. Impregnado por el dulce regusto a las recientes vacaciones
veraniegas avanzaba lentamente hacia la oscuridad a medida que se acortaban los
días. El segundo y el tercero ya resultaban diferentes, buscaban la
luz y el buen tiempo a la par que se alargaban los días, y, en el
horizonte, el final de curso cada vez más cercano se
veía.
Tal vez llovía o solo hacía viento aquel desapacible anochecer. Las vacaciones de navidad
recién estrenadas habían dejado al instituto-convento de Corias
sumido en un aletargado y melancólico silencio. Los alumnos internos,
fulgurantes los ojos y henchidos de gozo, regresaban a sus hogares después de un primer trimestre de clases interminables y días carentes de final. Los externos, con no menor gozo, deambulábamos por la Calle Mayor. Unos, con el más o menos
disimulado propósito de ver aparecer las chavalas que cursaban bachillerato en
Oviedo y regresaban de vacaciones a casa. Otros, esperando el comienzo de la
función en el Toreno. Imposible ahora recordar si en la cartelera
anunciaban “Horizontes de grandeza” con Gregory Peck, Charlton Heston y Jean
Simmons, actores-ídolos de entonces, o “Rocco y sus hermanos” interpretada por la magnífica Annie
Girardot, un atractivo Alain Delon que levantaba arrebatadores suspiros entre
el público femenino y una deslumbrante Claudia Cardinale que los
provocaba si cabe aún mayores entre el masculino. Al menos así parecían manifestarse las inclinaciones dentro de su “orden natural”. Si alguien tenía esas inclinaciones diferentes más le convenía ocultarlas en aquella época… y temo que también en ésta.
Terminada la función, con las
estudiantes recién llegadas recluidas en sus casas y el resto de cangueses
esperando la cena caliente en torno a la mesa, la calle Mayor, todo Cangas, era
solo inhóspito silencio. También la hora de regresar a casa de quienes
vivíamos en los pueblos de alrededor.
La bicicleta, con el sillín perlado por la primera lluvia de la noche, aguardaba
pacientemente apoyada en la farola donde la había dejado,
lista para emprender un no fácil regreso a Limes. La carretera, más o menos como la de Morán cuando iba
a la escuela portando la fardelina, era
un mosaico de profundos baches, alcanzando algunos la categoría de socavones, rebosantes
de recientes lluvias. Sus bordes, afilados como navajas, tendían sucesivas trampas haciendo peligrar las precarias cubiertas
neumáticas de la bicicleta. Dejadas atrás las últimas luces de Santa Catalina la oscuridad era absoluta. Solo la
parpadeante y débil luz generada por la dinamo, su inestable intensidad dependía de la velocidad de la rueda, rasgaba con timidez las tinieblas.
De cuando en cuando una ráfaga de viento descorría una nube como si fuera una
cortina y por la rendija abierta
asomaba la luna colgada del cielo y escoltada por dos o tres estrellas.
Entonces su lechosa luz convertía
la carretera en engañosa pista de plata y los árboles emergían desnudos desde la oscuridad
transformados en inquietantes y fantasmales sombras chinescas. Las afiladas
cuchillas que bordeaban los baches permanecían
emboscadas bajo el brillo plateado, listas para cercenar cubiertas y llantas,
incluso dar con los huesos del incauto ciclista, yo en este caso, en el
maltrecho asfalto. Menos mal que ya estaba avezado y conocía casi al dedillo todas las trampas tendidas en un recorrido
memorizado cientos de veces al año.
Pero aquella
noche ningún obstáculo, ni siquiera el fuerte viento que se abalanzaba desde las
cimas de Leitariegos para encajonarse en el valle y golpear de frente, disminuía la euforia al pedalear. No solo era el comienzo de las
vacaciones, también me aguardaba un acontecimiento singular que se repetía solo una vez al año.
Dos días atrás se había llevado a cabo la matanza, una matona y
tres gochus las víctimas, y era el día de partir. Salvo para sujetar las víctimas en el momento del sacrificio nadie me había pedido colaborar en las tareas posteriores de partir, picar,
embuchar, salar y demás propias del sanmartín, tal vez pensando que serviría más de estorbo que de ayuda. Así pues con la
conciencia tranquila podía llegar a mesa puesta y participar en la
opípara cena que año tras año se celebraba con motivo
de la matanza. Ocasión que reunía a
familiares, vecinos y amigos alrededor de la mesa.
Los
callos, lavados escrupulosamente en el río por manos
de mujer enrojecidas de frío, hervidos durante horas con repetidos
cambios de agua y cocinados después, ligerísimos y
perfumados de laurel, estaban siempre
deliciosos; las chuletas, doradas por fuera, jugosas por dentro, con el
perceptible toque dulce del último engorde a base de castañas eran auténticos manjares. Estos platos nunca
faltaban en aquellos pantagruélicos banquetes regados con el primer
vino del año que chispeaba en las jarras, hacía cosquillas
en la garganta y dejaba un agradable sabor afrutado en la boca.
Aquellas cenas, con ciertos aires saturnales
que hacían palidecer incluso a los festejos de las cercanas navidades, se
prolongaban, entre dulces caseros, cafés orujos,
animadas charlas, antiguos cuentos, chistes, risas y algunos pellizcos
clandestinos por debajo de la mesa, hasta altas horas de la noche. Incluso
hasta unas sopas de ajos si el amanecer ya despuntaba.
Estos son recuerdos de una tarde-noche
lejana. Recuerdos rescatados de entre otros muchos olvidados. De recuerdos y
olvidos, positivos y negativos, se compone ese mosaico dejado atrás en el ya largo recorrido por el corto camino de la vida.
Si el recuerdo instalado en el consciente
configura buena parte de la personalidad, y ayuda a la percepción de la realidad; el olvido, ese conjunto de vivencias ocultas
pero no ausentes que permanecen ancladas en el subconsciente, también puede estar condicionando esa misma personalidad y realidad percibida.
Este blog, su enunciado lo dice, es de
recuerdos de Corias, pero tal vez va más allá. En el olvido de cada cual habitan episodios, quizá no menos importantes que algunos de los recordados, que también pueden estar incidiendo en el vínculo de
cada antiguo alumno con Corias, y con este blog incluso después del largo tiempo transcurrido.
Al despedir el año, a la par
que no pocos de los episodios de la vida buscan y encuentran refugio en el
olvido, puede resultar lícito, al margen de toda pretensión filosófica,
elucubrar y tomarse licencia para reivindicar la importancia de ese
olvido. De los espacios en blanco existentes en la memoria que no emergen, aparentemente,
en el blog ni en ninguna parte pero que
sería injusto, además de erróneo,
minusvalorar.
Es posible que nuestra vida, al menos la
pasada, vista desde el cerro bajo el cual se apilan muchos años, ofrezca cierta similitud con la escritura. Si en la escritura
los signos, letras, y los llamados no-signos, espacios en blanco
que separan las palabras, son determinantes para dar sentido a lo escrito;
también los hechos recordados, signos, y los hechos olvidados, no
signos, puedan contribuir de igual manera a configurar la personalidad y la
particular percepción de realidad de cada persona.
A la importancia del espacio en blanco, no-signo,
en la escritura se refiere con frecuencia el escritor y lingüista Alex Grijelmo (a qué espera la
Academia de la Lengua para nombrarle académico)
ilustrando esa importancia con frases del tipo “un barco
chino” frente a “un bar cochino” o “dígalo, sin vergüenza” en
contraposición a “dígalo,
sinvergüenza”
Frases que cambian radicalmente de sentido según se sitúe el espacio en blanco o no-signo. Advierte que en estos
casos ese espacio en blanco o no signo
adquiere incluso la categoría de signo.
Pero escribir sobre los conceptos recuerdo
y olvido no resulta fácil, más cuando
trata de hacerlo un lego en la materia como es el caso. Son conceptos
juguetones y traviesos que mutan, de motu proprio o por injerencia externa, de
condición adquiriendo la personalidad del otro con sutil fluidez. Claro
que siempre existirán recuerdos irreductibles que jamás mutarán en olvido. Éstos son los pilares básicos del armazón que sustenta cada personalidad y cada
visión propia de la realidad.
En fin… divagaciones
a brochazos que espero encuentren justificación por
despedir de nuevo un año para recibir otro nuevo. Un 2017 que espero
y deseo sea, menos con los enfilados por la justicia y por Samuel, magnánimo con todos.
ulpiano rodríguez calvo
miércoles, 21 de diciembre de 2016
¡¡¡ FELIZ NAVIDAD !!!
Utilizando como felicitación el ingenio, esmero y buen gusto de un establecimiento comercial leonés,
el cual suele vestir y acomodar a esta singular
pareja de abuelos, que ya son iconos de la casa, con las galas propias y acordes con las celebraciones populares del momento y del
lugar, y que en
este caso su presencia en el escaparate la motiva el feliz acontecimiento
universal del nacimiento de Cristo.
Los elementos principales de la vidriera son
este par de ancianos que posan tan ricamente rodeados de productos alimentarios
y de los típicos adornos navideños. Conviene destacar que la señora mantiene en su regazo una muñeca no muy conocida, que representa a la
Vieya´l Monte. Pero muchos de los amigos
del blog podréis preguntar ¿quién es este pelele que calza madreñas con una
media blanca y otra negra? Y yo os diré
que es un personaje mítico popular que
trae regalos, principalmente a los niños, muy conocido
en la montaña central leonesa, y que últimamente se intenta recuperar y extender como tradición propia a
toda la provincia, a modo de un Papá Noel cazurro para la Navidad, como pasa con el "olentzero" en el País Vasco o con el "caganer" en
Cataluña o Valencia.
De ahí que yo me una a este noble deseo, y utilice la genuina
imagen como postal de Navidad para
desear a todos los amigos y visitantes del Blog unas felices fiestas y un nuevo
año pleno de salud, paz, humor y tranquilidad.
¡¡¡ FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!
B. G. G. bloguero “Prior”
martes, 20 de diciembre de 2016
EL CONCURSO Y LOS ANÓNIMOS
Texto y foto: jrFrancos
En una muy pequeña población
cercana, cuyo censo electoral apenas llegaba a cien, se presentó en las
elecciones municipales de 1979 un vecino por la ORT (Organización
Revolucionaria de los Trabajadores) consiguiendo once votos. Contando sus
hijos, hermanos, primos y demás familiares, sumaban diecinueve. Es decir, no lo
votaron ni los suyos.
Sirva esta anécdota para decir que
cuando colgué la entrada del sorteo del libro ("A ojo de buen
cubero", 9-12-16) y ver que, salvo Ulpiano, que hizo como de embajador al
no poder participar, ni mis propios compañeros allegados de la Promoción
59-66 participaban, pensé en aquel candidato a la alcaldía a quien no votó ni
su propia familia.
Pero no, Galán para poner un poco los
puntos sobre las "íes" ante la irrupción de un Anónimo (que afinó
mucho) y después Samuel, que aún lo hizo más, estuvieron al quite (faltó
JM Martínez quien, según me confesó, entrena duro para estar a la altura en el
Campeonato de Veteranos de España, donde va a participar).
En estas estábamos cuando el día 19
entra en el concurso otro Anónimo quien investiga en la hemeroteca virtual
y da en el clavo. Efectivamente, son 268 páginas que van ilustradas con 320
fotografías, algunas de ellas a color.
Yo, señor coordinador del Blog, hago
como aquel personaje histórico: me lavo las manos y lo dejo en tu decisión: ¿Se
le da el premio a Samuel, que valientemente con su nombre y apellidos
dijo que "más de 260 y menos de 270" o se le entrega a Anónimo II
que, desde luego, tendría que decir aquí públicamente quien es?
lunes, 19 de diciembre de 2016
TINEO-OBONA-CAMPIELLO 2016
Benjamín... Imitando lo que vosotros hacéis en Baselgas cada
año. Nosotros en Octubre, con motivo de la revisión anual que alguno de ellos
tiene que hacer en la clínica Vega de Oviedo, aprovechamos para juntarnos en
esa zona de Tineo o Cangas. Se hace una visita cultural y una comida. Este año
fue una visita a Tineo, su Ayuntamiento, ya que en el Salón de Plenos hay los
retratos de los personajes importantes del concejo....entre ellos dos
dominicos. Al no estar el alcalde, su secretaria nos regaló unos escudos del Concejo
de TINEO, que agradecemos.
Estaba prevista una visita al monasterio de Obona...por
falta de tiempo queda pospuesta para el próximo año.
Lo que no pospusimos fue la comida en Campiello. Una comida
típica de la zona y muy abundante en CASA HERMINIA, lugar de referencia en la
zona y de paso obligado de EL CAMINO PRIMITIVO A SANTIAGO.
Los comensales éramos de lugares bien distintos, un
burgalés, un palentino, una leonesa, un leonés, una conquense, una cubana de
Miami, un navarro, un salmantino de Alba de Tormes, tres asturianos de Tineo, Corias,
Belmonte y una asturiana de Oviedo. Un catalán-gallego. Faltó Emiliano por
motivos pastorales.
Te adjunto unas fotos por si tienes a bien poner este
comentario en ANTIGUOS ALUMNOS DE CORIAS, que algunos lo hemos sido.
Adiós a la fardelina
Esto ocurrió
cuando una gallina costaba 4 pesetas y una docena de huevos 2,50. En aquella
época la carretera que unía Campomanes con La Frecha -dos kilómetros– tenía tantos baches que
ninguno de ellos se distanciaba de otro más de dos cuartas. Por increíble que
parezca, había circulación, poca, pero la suficiente como para que resultara
milagroso que circularan vehículos por semejante calzada.
Jesús Fernández
García, más conoció como Suso el Molineru una noche que regresaba a casa con
una borrachera monumental, se precipitó al fondo de uno de estos baches y no
fue hasta casi el medio día del día siguiente que se le pudo extraer de allí
con vida. Era la postguerra y no había en Asturias ni un bidón de alquitrán con
que reparar tantos cientos de kilómetros que estaban como aquel.
Yo era conocido
entonces como Pepín y reconocido como un elemento de cuidado. Debido a un
sangriento incidente que tuve con el maestro de Campomanes. Mi madre, que era
muy resolutiva, decretó que con tan estrepitoso suceso, tenía que cambiar para
la escuela de la Frecha. Fue ahí cómo uní mi destino al de un maestro
magnífico.
Desde el
primer momento se generó una evidente
empatía entre aquel hombrecillo y yo. Mi intuición infantil me advirtió de que
estaba ante un hombre competente y respetable, es decir, ante un buen
profesional de la docencia y hombre que era acreedor del mismo respeto que
tenía por mis padres. El maestro, a su vez, intuyó que en aquel rubito de 10
años tan travieso, había algo aprovechable, mi devoción por la letra escrita,
mi afán, mi bulimia lectora. Me tenía en clase siempre dopado con novelas
(Julio Verne, Víctor Hugo etc…) Me relegaba a un rincón al fondo, separado de
todo y no le generaba ningún problema.
La escuelina,
tenía en su frontal y en uno de los laterales, un espacio cubierto, similar a
los soportales, llamado “cabildu”(Cabildear,
reunirse para debatir temas que conciernen a un colectivo). En un clima
como el asturiano en el que tanto abundan los días de lluvia, esos espacios
exteriores, resultaban indispensables y, de hecho, cumplían un cometido
importante. En la escuela cubrían una necesidad obvia: tener un sitio donde los
niños pudieran estar al aire libre, pero
resguardados de la lluvia. En el cabildu dejábamos cada crío sus madreñas.
Todas alineadas en una larga fila. Allí nos esperaban serias, formales,
ordenaditas toda la mañana. A final, cada chico calzaba sus dos madreñas. Nunca
nadie confundió sus madreñas con las de otro. Había una especie de fidelidad
conyugal que identificaba a cada crío con sus madreñas. Todas parecían iguales
pero todas eran diferentes.
A la hora en
que yo me levantaba mi madre estaba atendiendo su negocio (una carnicería).
Encomendaba a una vecina el despertarme para salir camino de La Frecha. Calzado
con mis madreñas echaba a andar por aquella carretera llena de baches. A poco
de dejar Campomanes atrás, había una recta de unos 300–400 metros que tenía un
desnivel que presagiaba ya las pendientes del cercano Puerto de Pajares. La
recta comenzaba al salir de una curva cerrada. La circulación era poca y los
pocos que circulaban eran vehículos viejos, asmáticos, silicóticos. Cuando uno
de aquellos trastos llegaba a la curva que precedía a la recta empinada, casi
se detenía para cambiar – reducir la marcha. Ese era el momento exacto de
encaramarse por detrás… Para un
individuo de 10 años era una tentación irresistible abalanzarse a la trasera del
camión y con una agilidad de ardilla subir a él. No importaba el ir calzado de madreñas. A esa
edad nada es imposible. Vamos a ser serios. Aquello estaba prohibido, era
peligroso y podía ser traumático. Además significaba viajar sin billete…
demasiadas cosas para detener a un guaje inclinado a desafiar peligros casi a diario.
El asunto
resultaba más divertido cuando el conductor del vehículo se percataba de la
presencia del crío. Si era impulsivo y mal humorado sacaba la cabeza por la
ventanilla y producía unas palabrotas terribles. Pero claro, como no podía
detener el camión, su mal humor producía un suplemento de regocijo en el guaje
polizón.
La maniobra de
abalanzarse contra la trasera del vehículo y luego izarse para subir, ofrecía,
a veces, la dificultad de llevar las manos ocupadas con una fardelina en la que
llevábamos la enciclopedia y la pizarra. Había que lanzar el bulto y ya con las
manos libres, agarrarse y arriba.
Una vez
terminada la pendiente, a donde llegaba el camión agonizante, era necesario
apearse en marcha, pues allí se iniciaba un largo trozo de carretera llana y el
camión cogía cierta velocidad. Al apearse, convenía dar unos pasos a favor de
la marcha del camión. De no hacerlo así, el batacazo estaba asegurado. Una vez -día
aciago aquel- a la hora de tirarme no
encontraba la fardelina con la enciclopedia. En unos instantes el camión empezó
a circular más veloz. En un segundo se planteó el problema de lanzarse, pues la
siguiente oportunidad no se presentaría hasta las primeras rampas de Pajares.
No podía irme a seis kilómetros. Dejé la fardelina y me eché afuera. Al
quedarme sentado en la carretera vi al dichoso camión… alejarse raudo con mi
enciclopedia y mi pizarra. En dos segundos se presentó el problema en toda su
terrible realidad, a ver cómo explicaba yo aquello a mi maestro y sobre todo, a
mi madre… El maestro no se enteró. Nada más entrar, me dio la novela de turno y
me envió al fondo del aula.
Al medio día me
quedaba a comer con mi abuela materna, como de costumbre. La abuela tenía
bastante hacienda y se la trabajaba una mujer hombruna que lo mismo atendía al
ganado que araba las tierras.
La abuela se
dio cuenta de que algo me pasaba. Le costó un minuto escaso el hacerme confesar
mi tragedia. “Bendita mujer”. Vio que mi problema era la reacción de mi madre y
tomó cartas en el asunto. Vivía con ella todavía el menor de sus hijos que trabajaba
en las oficinas de fábrica de Mieres. Le dio orden de traer al día siguiente
una nueva enciclopedia y otra pizarra. Así fue. El maestro ni se enteró, y mi
madre seguramente lo notó pero guardó un caritativo silencio.
Fue así como me
vi separado de aquel genial libro donde yo había leído que existió Viriato,
Pelayo, que 3 no es lo mismo que 3 al cubo y que la capital de Finlandia se
llama Helsinki.
La enciclopedia
era de Dalmau Carles Pla, estuvo vigente
hasta finales de los años 40. Luego la sucedió la Enciclopedia Álvarez, si
alguien conserva una Dalmau Carles por
casa de esa época que sepa que vale 1500 euros.
Era más
catalana que Jorge Pujol y era el texto obligado de la época de Franco en todas
las escuelas de España… ¡Igual que hoy!
Hace poco me he
comprado una edición facsímil de dicha Enciclopedia. Ella es más vieja que yo.
La conservo con el mismo amor que dedico a la media docena de libros que han
constituido parte de mi ser. Unas por fundamentar mis criterios intelectuales,
la Dalmau Carles Pla, Los Evangelios, La sociedad abierta y sus enemigos, de
Karl Popper, La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, y en el plano
estético: El bosque animado, de Fernández Flórez y El amor en los tiempos del
cólera, de García Marquez.
Pepe
Morán. Dominico-ex
jueves, 15 de diciembre de 2016
OBRAS Y PROYECTOS EN CORIAS VI
Con esta entrada, finaliza la exposición de las principales obras realizadas en Corias.
Como ya comenté, en una entrada anterior, no hay datos sobre las obras del cine, el laboratorio y el museo de Ciencias; posiblemente se perdieron durante la transformación en parador.
Es de destacar los detalles en las paredes del laboratorio, algo muy característico en Pepe Gómez, como se puede observar en prácticamente todas sus obras: Hotel Truita, Amador, vivienda unifamiliar en Pola de Allande, etc..
Por lo poco que se puede apreciar, estos dibujos del laboratorio, fueron hechos por un dominico, aunque no se identifica su nombre.
No quiero terminar esta entrada sin comentar el reconocimiento que la entidad DOCOMOMO presta a Gómez del Collado.
El pasado 23 de Noviembre, esta entidad saldaba una deuda con este gran arquitecto asturiano pues ninguna de sus obras estaba recogida en el registro de la entidad. DOCOMOMO es una organización internacional representada en España por DOCOMOMO IBERICO cuyo propósito es estudiar y documentar la arquitectura del movimiento moderno con el fin de lograr su reconocimiento como parte de nuestra cultura del siglo XX.
Las obras que se presentan a esta entidad se clasifican en dos niveles: A, las de mayor relevancia y B, aquellas que siendo de interés han sufrido alguna transformación parcial o adaptación al ámbito local en el que se realizaron.
En la última comisión técnica de DOCOMOMO, el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias representado por José Ramón Puerto, gran conocedor de la obra de Pepe Gómez, presentó 13 obras del arquitecto, realizadas en Asturias y una en León, de las que 6 se podían incluir en el nivel A y que son las siguientes:
- Casa estudio del arquitecto en La Cogolla.
- Bloque viviendas en Alcalde Díaz Penedella, 1
- “ “ “ “ Penedella, 2
- “ “ “ Calle Mayor.
- “ “ y local comercial edificio Riesco.
- “ “ sistema PANAL en C/ Uría.
- Bloque viviendas en Alcalde Díaz Penedella, 4
- Vivienda unifamiliar y local comercial Edificio Morodo.
- Local comercial Bar Amador.
- Vivienda unifamiliar en Pola de Allande.
- La vivienda en Caboalles de Abajo por León.
En uno de los cursillos que realicé, para sacar el carné de manipulador de productos fitosanitarios, el profesor nos decía que no había malas hierbas, el problema es que no estaban en el lugar adecuado.
Yo creo que a Pepe Gómez le pasó algo parecido; no vivió en la época adecuada.
Gera, como conocedor del tema, seguro que nos puede ampliar algunos detalles.
viernes, 9 de diciembre de 2016
A OJO DE BUEN CUBERO (concurso)
Texto y fotos: jrFrancos
¡Hola, amig@s!
Hace ya un tiempo que no aparezco por
estas página, aunque algunas veces las leo y muy de tarde en tarde hago
algún comentario. Como le había dicho en su día a Galán que "sortearía
uno" y habiendo sido el pasado día tres el aniversario de la culminación para
mí de un deseo largo tiempo alimentado (tanto que ya lo tenía en mis años de
Corias), pues a falta de otras ideas o temas sobre los que escribir, voy a
sortear un libro. He barajado varias formas de hacerlo, pero al final me he
decidido por ésta: "¿Cuántas páginas tiene el libro de la foto?" (Se
concede un error de + - 10). Esto será un juego a "ojo
de buen cubero", que Pancracio Celdrán diría que "era aquel oficial
que cuando se fabricaban vasijas o tinajas de barro, dada su experiencia y buen
ojo, "cubicaba" de cabeza el contenido de las mismas" a falta de
conocer la fórmula matemática.
Ya os dejo con vuestros cálculos de
"buen cubero", quienes queráis participar, en la firme voluntad de
dejarme ver con más frecuencia en el futuro. Unas fotos (portada,
contraportada, lomo y dos recortes de prensa) ilustran esta entrada.
Hasta pronto.
jueves, 8 de diciembre de 2016
ENCONTRAMOS "UNO"
Este no es el Asno que ando aún buscando, pero para los efectos es el mejor. Deseando a todos y todas unas Felices Navidades y que el 2017 sea muy amplio en bendiciones, salud, pesetas y ...
Un fuerte abrazo para todos y todas, y etiquetando a Samuel, ¡¡¡Que haya Salud!!!
domingo, 4 de diciembre de 2016
ESCASITO, QUE ESTÁ MÁS RICO
La maestra de la escuela a que fue Angelina, mi esposa (observe usted que no digo mi mujer) desde que el Padre Jaime ofició nuestro matrimonio en Corias allá por el…¡ay Dios mío…cuándo!, digo que la maestra, como todas los maestros de por aquel entonces tenía un muy escaso sueldo y por si fuera poco el marido dicen que era un tacaño, con lo que los estipendios “para hacer el pote”, eran pocos y menguados, por lo que ella siempre guisaba las cantidades muy ajustadas y acaso exiguas. Y el razonamiento, conocido de uno a otro confín, de Doña (Maestra) era:
— “Escasito, que está más rico”. (Parece que Fidel Bigotes
—sí, sí, el de la entrada anterior—no pasó por aquella escuela, pues las
bacanales que celebran anualmente esta media docena de buena gente, superan las
que celebraban Lúculo y Petronio, aquellos dos juerguista de la Roma pagana y
que Ulpiano intuye cómo deben ser las pantagruélicas viandas que se cocinan en
las perolas que le gustaría ver y que desde tan lejos le llegan los efluvios…).
Los comentarios a mis tres últimos escritos son eso:
ESCASITOS, en cuanto a número, pero ¡QUÉ RICOS! Y no lo digo por lo agradecidos
que os mostráis, ni por la generosidad de los mismos, ni siquiera a Ulpiano por
sus ¡617 palabras!, sino por lo que nos unen esos sentimientos de recuerdos
directos, unos y, otros —otras más bien— por “apegadas” a los que los tienen
directos y que, aunque sólo sea con su presencia, estilan el carisma de Corias.
¡La vida! La vida que será, siempre, un misterio, real, presente en todas
partes y que nos está contando permanentemente sus parábolas; con sus tiempos y
sus ciclos. Mirad, sino:
Subíamos
en fila, —qué cosa tan extraña hoy en día ¿verdad?— en dos filas bien formadas digo,
por la escalera y cuando llegábamos a la planta segunda, la de las clases, allí
estaba Gurdiel, (una figura bien parecida a Sammy Davis, jr.), terminando de
barrer el pasillo que le había tocado en desgracia barrer por Dios sabrá qué
castigo. Digo que Dios sabría porque ni él, Manuel Gurdiel, ni ninguno de sus
compañeros podríamos saber por lo buen chaval que era. Pero le pasaba igual que
al propio Sammy Davis, que decía de sí mismo, con el humor que le caracterizaba,
que tenía la mala suerte de ser poco agraciado a la vez que negro, tuerto, feo
y…judío. Y encima se juntó con otros “pelgares” como Dean
Martin o F. Sinatra. Pues Gurdiel no era
ni tuerto, ni negro ni judío, pero…le pasaba así también: andaba siempre con
otros “pelgares” (dicho con cariño) que casi siempre se escabullían y él:
— Gurdiel,
mañana, durante el recreo de… a barrer el pasillo de… empezando por el extremo
sur.
—
Es que Padre,...yo…
— Por
empezar por “es que yo…”, lo barres también pasado mañana.
Y
claro un pasillo así de largo y tres metros de ancho, por mucho aire que te
dieras en la media hora del recreo era imposible… Pero después de…tantos días
de práctica algunas veces se acercaba al final, justo cuando subíamos en filas
y en dirección contraria a la faena lo que unido a la mala leche de algunos que
arrastraban la basura con los pies, el pasillo volvía a su estado original.
Claro, el inspector de turno, muchas veces un fraile de la marina, no daba de
paso la labor y quedaba pendiente para el día siguiente…
Pero,
ya me iba por los cerros de…de…del Acebo, subíamos en filas por la escalera y
al ver a Gurdiel se me ocurrió otra diablura más: Bauzán, otro alumno popular
de mi curso, que siempre vestía de negro…, era muy gordito (bolita le
llamábamos) iba delante de mí y ya había alcanzado el último peldaño, ¡¡justo,
la ocasión la pintaban calva!!, saqué la mano tiré del pie de Bauzán con tan
buena fortuna que cayó sobre Luis Arias y por efecto dominó unos cuatro, o
cinco, más, todos encima de la escoba de Gurdiel. El alboroto amplificado por
Gilberto, Marina, Puente,… fue histórico… me sentí merecedor de otra matrícula…
¡Pero…!
¡Quién
podía imaginar que justo allí, detrás de Gurdiel, estaba allí el Padre que cité
al principio, frotándose las manos por encima del ombligo, en pose bien
conocida por todos especialmente por Manolito, el de las gruesas gafas. Con tal
destreza y fuerza apuntó, que me pasó de una de las filas a la otra! Atravesé
los tres metros ingrávido, volando… Y claro, colaboré, ajeno a todo interés, a
barrer el claustro aquel, una semana.
Pero,
¡y lo que Gilberto, Puente, Veiga y otros muchos se rieron! Si supiera que podrían volver a reírse, sin
dudar pondría la cara para recibir un bofetón tal aquél.
Y
lo del ciclo venía a cuento de que nunca guardé rencor alguno por aquel insigne
y bien calculado bofetón, hasta el punto que le pedí que celebrara la
eucaristía de nuestro enlace matrimonial.
viernes, 2 de diciembre de 2016
BASELGAS V, 2016
Una vez más, y ya es la quinta, que nos hemos reunido gran
parte del grupo, “Promoción Corias 1959/1966”, en Baselgas concejo de Grado, para
festejar y perpetuar una amistad forjada entre todos nosotros ya hace más de
cincuenta años. A propósito de este bonito rincón moscón y de la
buena acogida que tiene año tras año, este grupo de amigos y antiguos compañeros de
internado de colegio, por parte del hacendado anfitrión Fidel, me viene a la memoria algo remoto de cuando yo
era niño que creo puede venir a cuento
en este caso.
En mi pueblo, Posada de Rengos, y supongo que en muchísimas
más aldeas, tanto del concejo cangués como de los concejos limítrofes, después de la guerra incivil y hasta bien
entrados los años setenta, existía un derecho adquirido popular, de trasmisión oral, del tipo de los
que regían en los pactos entre ganaderos cuando iban a cerrar el trato, que eran simples palabras y a la hora de dar validez al
compromiso adquirido entre las partes convenidas, eran tan válidas o más que
una fe de notario.
Todas estas normas o
reglas que pasaban de padres a hijos en
los pueblos, no eran publicadas en el BOE pero eran aceptadas, practicadas y
respetadas por todos de forma casi unánime. En el caso que voy a contar la ordenanza conminaba, sin llegar a obligar
bajo sanción, a los vecinos de los
pueblos a dar cobijo a cualquier mendigo,
transeúnte o pordiosero, que apareciese por el pueblo siempre y cuando faltasen pocas horas para que llegase la
noche, no dándole tiempo para que el desamparado pudiera desplazarse por su pie y con luz natural, hasta la población más cercana.
Cuando esto sucedía el pordiosero en cuestión, nada más que
llegaba al pueblo, siempre que estuviera a punto de caer la noche, antes de apostarse en
cualquier sitio público, lo primero que
hacía era preguntar por la casa del
alcalde, vistor o, en su ausencia o defecto, cualquier vecino del pueblo que
hubiese asumido la responsabilidad y el control de estas tareas de caridad y solidaridad hacia cualquier paria
que apareciese por la aldea. Para controlar
esta prestación la persona encargada llevaba un control riguroso con el orden de acogida para las diferentes casas
del vecindario. De ahí que en cuanto se personaba el desdichado de turno en casa del alcalde
pidiendo cobijo, éste consultaba su
listado de acogida y por estricto orden de cumplimiento designaba al vecino que le correspondía prestar ese servicio de caridad.
El alcalde solía acompañar al transeúnte hasta la casa de acogida y lo
presentaba a los recién nominados benefactores para darle más empaque y validez
al acto. Normalmente, ningún vecino se solía negar a hacer tal favor, pero como pasa con todo en la vida, había personas que recibían al huésped de muy buen
agrado, incluso se
esforzaban lo que podían por complacerle
en todo lo relacionado con la alimentación y con el descanso, así como de facilitarle ropa usada limpia,
pero había otros que no eran tan
receptivos y voluntariosos para socorrer al transeúnte, porque les parecían que
eran todos unos mangantes y unos vagos.
Había casos en los que podría estar justificado el intento de
escaqueo pues, la vivienda no reunía condiciones y espacio suficiente como para
albergar a desconocidos junto con los miembros de la familia. Llegado el
caso en el que el vecino intentaba zafarse,
el alcalde no solía permitirlo y de forma inflexible decía que se arreglaran
como pudiesen, porque él no podía saltarse el turno y el indigente tampoco podía pernoctar al raso. Digo esto con conocimiento de causa
porque ese era nuestro caso. La casa de mis padres es pequeña y con
los miembros de la familia que en ella convivíamos, prácticamente, ya estaba al completo. Aún así, un buen día se
personó la autoridad competente en casa junto a un pobre de los del saco, para decirnos que nos tocaba darle alojamiento esa noche a aquel pobre víctima de la vida.
Recuerdo que era un
hombre de mediana edad, bajo y
rechoncho, sonriente y de buen carácter, con tales barbas que, estando sentado, le llegaban a la altura del ombligo. El
alcalde de turno sabía la falta de espacio de nuestra vivienda pero él tampoco podía saltarse el orden establecido. Mi madre
no se oponía a darle de comer las veces que hiciese falta al mendigo, pero el
tener que proporcionarle cama, eso a
ella sí le suponía un problema y le decía al regidor que había muchas casas más amplias
que la nuestra, en las que habilitar una
habitación no les supondría ningún
trastorno, pero el juez en este caso, no
cedía e insistía en que cuando toca, toca.
Tal que, mi madre viendo
que no se podía zafar del encargo, le dijo al mendigo que en casa había poco sitio
pero si él estaba de acuerdo le podían habilitar como cama un antiguo pesebre
de la vaca bien mullido de yerba, con buenas mantas y que
dormiría allí plácidamente, sin ruidos y bien caliente. El hombre acostumbrado a hacer guardia en peores garitas, intuyó que se
le iba a tratar bien y no lo dudó. Al
instante aceptó la oferta de muy buena gana. Recuerdo lo amena que fue
la cena en la cocina los tres junto al barbas aquel, y cómo nos narró detallada y minuciosamente
las miles de peripecias y calamidades que aquel pobre desgraciado pasaba por el
mundo.
A la hora de llevarle a la suite, el mayor miedo de mi madre
era que fumase ya que había yerba seca amontonada y temía que tuviéramos que salir todos huyendo despavoridos
por las llamas durante la noche. Pero no. Antes de bajarlo a los aposentos
pesebriles le hizo una advertencia muy seria, que por Dios no se le ocurriera
fumar en el “leito” (cajón de madera que hace de cama en la Cabrera leonesa,
donde antiguamente se acostaba la
familia al completo. De ahí los problemas de consanguinidad y raquitismo
endémico) y, aquel desgraciado, a pesar de que no paraba de “aborronar” en todo
momento, fue consecuente con la exhortación del ama y no fumó en toda la noche.
A la mañana siguiente,
sobre las nueve y media, como no respiraba el huésped, mi madre bajó a la suite
a llamarle para desayunar y el hombre desperezándose como los gatos respondió muy alegre y contento diciendo
que en seguida subía. El aseo personal
se le suponía pues en la casa tampoco había agua corriente por entonces, pero
sí pasaba un caudaloso regueiro al lado, donde los nenos jugábamos, bebíamos y
nos lavábamos de vez en cuando.
Una vez el hombre en
la cocina, bien calentito sentado a la mesa, tomamos los cuatro buen tazón cada uno de café con leche migado con pan. Aún recuerdo cómo al hombre se
le quedaba la barba llena de migas y faraguyas
de pan empapadas en leche, debido a la fruición y la rapidez con que aquel
pobre desgraciado sorbía el desayuno. Una vez reconfortado por el calor del café y
también por la divertida conversación, aquel pobre mendicante se deshacía en elogios hacia sus acogedores, aunque solo fuese por una noche, y decía que se sentía feliz de lo bien que había dormido
pues, el pesebre–cama, que se le había improvisado, le había retrotraído a su infancia, ya que
aquella seudocama, especie de cajón de madera, de sección trapezoidal, era exactamente igual a la cuna en la que él y un hermano suyo más
pequeño, habían dormido juntos hasta que
no cupieron en ella.
Una vez contado el
pasaje del pobre, como conclusión diré que nuestro amigo Fidel tiene el gran inconveniente que, a pesar de vivir en otros tiempos más
democráticos que los del pobre de marras, se ve que en Baselgas no son tan respetuosos
como en Posada de Rengos con las tradiciones de corte samaritano. Por lo
tanto, por muchos pretextos que este mozo busque, siempre tendrá que seguir cargando, al menos una vez por año, con la murga de este grupo de mandrias que juran y perjuran por lo
más sagrado que son sus amigos y que
nunca lo abandonarán. De ahí que no le quedará otro remedio que albergarlos y acogerlos.
Amigo Fidel, muchas gracias por todo en nombre del grupo.
B. G. G. bloguero “Prior”
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