viernes, 21 de septiembre de 2012
FRAILE Y POLIZÓN
A la salida de Mieres, dirección Figaredo, al coronar
el Alto de La Campa, hay un letrero que dedica una calle al padre Paulino
Álvarez. No hace mucho publicó La Nueva España un artículo de un tal Burgos
sobre este fraile dominico. Una vez más, me veo obligado a lamentar que la
memoria colectiva sea tan efímera. Este señor Burgos cita los rasgos
fundamentales de la biografía que aparecen en Google.
Pero por muy apasionante, alocada y desquiciante que
resulte la vida del citado dominico, por muy revolucionario y rebelde que haya
sido, no se puede hablar de él sin citar la anécdota más gloriosa de su vida
pública.
Fue un fraile espectacular. Intrigó desde Viena a
Venecia, de Venecia a Cádiz, de Cádiz a Madrid. Era un orador arrebatante, un
auténtico cataclismo de persona, un líder nato y un organizador espectacular.
Pero… ¡Ay! La maldita política. Eran tiempos malos, guerras civiles,
pronunciamientos militares, asesinatos. Hablo de fines del siglo XIX y
principios del XX. Tiempos quizás no tan malos como los actuales, pero sí muy
malos.
Resulta que el Padre Paulino tomó apasionada parte
por uno de los bandos que causaron varias guerras civiles en España. Era
carlista. Pero carlista radical, de ciega adhesión, entregado a la causa sin
reservas.
Renunció a narrar sus peripecias, sus conflictos con
las autoridades, sus argucias para eludir a la policía. Desgraciadamente para
él, los borbones eliminaron a los carlistas y el Padre Paulino siguió fiel a la
causa de Don Carlos hasta el fin de sus días. Murió dominico y carlista.
El caso es que su animadversión a los borbones era
ya una enfermedad y, mire usted por dónde, en cierto momento fue elegido Prior
del convento y basílica de Nuestra Señora de Atocha. Nada habría ocurrido en el
normal transcurrir de la vida cortesana y de la vida conventual de no ser por
una malhadada coincidencia. Ocurre que era tradición centenaria que la Reina,
acompañada de sus damas de honor, acudiera todos los sábados a la Basílica de
Atocha a rezar una salve. “Sabatina” le llamaban a tal acto litúrgico. Se
rezaba o cantaba la salve y, luego, el Prior dirigía unas breves y devotas
palabras a la real concurrencia. Nadie en su sano juicio echaría una cerilla a
un bidón de gasolina. Aquel torrente de hombre, obsesionado enemigo de los
borbones y enfermizo adicto a los carlistas, desde lo alto del púlpito, empezó
a desahogarse contra la Reina Borbón y su séquito. Ni en sueños se le podría
ofrecer una oportunidad mejor. Así que, tras un minuto de precalentamiento, se
lanzó al ataque directo. Entre otras exquisiteces soltó esta prenda:
-“La mitad de las damas de la Reina son unas
frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas vividoras”.
En la Basílica, que es al mismo tiempo panteón de
hombres ilustres, hasta los huesos de los tales ilustres sufrieron una
sacudida. Todos los presentes quedaron conmocionados ante tan insólita
agresión. Todos pensaron, al mismo tiempo, en las consecuencias que aquello
podía acarrear.
Hoy, ante una cosa así, no pasaría nada. Hoy se
puede llamar asesino al Rey y no pasa nada. Y si pasa, miramos para otro lado.
Entonces, se debía un respeto a la dignidad personal que hoy se desconoce.
Y, en efecto, hubo consecuencias. De la Casa Real
llamaron al superior del Padre Paulino y le exigieron que el susodicho fraile
tenía que pedir públicamente perdón al sábado siguiente y retractarse de lo
dicho. Y así se hizo. Conseguido. Con la Basílica abarrotada y expectante el
fraile de Mieres paseó su carlista mirada sobre aquella gentuza borbónica y
proclamó:
-“Mis superiores me han informado del disgusto
producido en la Casa Real por unas palabras mías el sábado pasado. También se
me ha informado que la Casa Real exige que pida perdón hoy y que me retracte de
mis palabras. A todo ello accedo por la obediencia debida. De modo que, pido
perdón y me retracto de lo dicho. El sábado pasado dije que la mitad de las
damas de la reina eran unas frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas
vividoras. Hoy, con sumo gusto, expreso que la mitad de las damas de la Reina
no son unas frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas vividoras”.
El efecto fue demoledor. Aunque las espesas de mente
no comprendieron al instante el alcance del cambio. Como primera providencia se
exigió el exilio del fraile a no menos de 400 km de Madrid. A Cádiz fue. Pero
apenas paró allí. Tuvo la idea de construir un seminario para estudiantes
dominicos en Vera (Badajoz). Todo ello con la policía vigilándole convencidos
de que algo tramaba en Andalucía para la causa carlista. Así que le denunciaron
de querer iniciar un centro de operaciones anti-borbónicas. Y para colmo le
incautaron unas cartas que había recibido de Don Carlos. No vio otro camino que
la fuga y se trasladó a Málaga. Allí había un barco que cargaba bultos con
destino a La Habana y el Padre Paulino se puso un mono de estibador, cogió uno
de los bultos y se introdujo en el barco. El resto de su vida prácticamente
transcurrió por América. Cuando volvió, sus últimos años los pasó en Palencia.
Un mes antes de iniciarse la Guerra Civil. Si hubiera ido a Corias, le habrían
fusilado como a los demás dominicos.
Pepe
Morán. Dominico ex.
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4 comentarios:
Interesante artículo de Pepe Morán, del que me quedo con este párrafo:
"El sábado pasado dije que la mitad de las damas de la reina eran unas frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas vividoras. Hoy, con sumo gusto, expreso que la mitad de las damas de la Reina no son unas frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas vividoras. Hoy, con sumo gusto, expreso que la mitad de las damas de la Reina no son unas frívolas, unas falsas, unas inútiles y unas vividoras”.
Por la obediencia debida se retractó de lo que había comentado de "la mitad de las damas etc". Pero si leemos bien entre lineas, volvió a decir lo mismo, puesto que ahora metía en el mismo saco a la otra mitad que la semana pasada había dejado fuera, con lo cual cambió unas por otras y su opinión sobre dichas damas no cambió en nada.
El padre Paulino debió de ser un fenómeno en todos los aspectos, tanto como persona, como religioso. Según vemos en la anécdota que cuenta Morán, cuando le obligaron a tener que desdecirse de los piropos que les había lanzado a las damas de la realeza en la basílica de Nuestra Señora de Atocha, no hizo más que volver a decir lo mismo, pero de otra manera, aparentemente disculpatoria, sin serlo, pero que en realidad lo único que hizo fue refirmarse en lo dicho anteriormente.
Los frailes en general, como personas inteligentes que son, suelen tener muchos recursos y subterfugios para estos casos. Yo recuerdo lo que nos contaban los dominicos en Corias para explicar lo que era una mentira piadosa. Se trataba de un hombre que huyendo de la justicia pasó corriendo por delante de una comunidad religiosa donde había un fraile trabajando en la huerta. El fraile notó que aquel hombre que huía venía perseguido por alguien y no por bueno precisamente, pero él siguió con su trabajo y no le prestó atención. Al cabo de unos minutos aparecen unos guardias a todo meter con escopeta en mano y al ver al fraile encorvado sobre la azada y cavando en el terreno, como si nadie hubiera pasado por allí, le preguntaron: Padre, ¿ha visto Vd. pasar por aquí a un hombre con malas pintas corriendo? El fraile se incorporó de su trabajo, apoyó la herramienta sobre sus rodillas y juntando las manos sobre su cintura y poniendo el dedo índice de su mano derecha apuntando hacia la bocamanga de su mano izquierda dijo: no, por aquí, no pasó. Los guardias quedaron convencidos y dieron la vuelta, librándose el perseguido de ser atrapado.
Efectivamente, el fraile no dijo ninguna mentira pues, por la bocamanga de su hábito no había pasado nadie. Eso, era una mentira piadosa.
Pensando un poco sobre el comentario anterior, me ha venido a la memoria que esta forma de eludir el bulto con la mentira piadosa, para no llegar a perjudicar a terceros y a la vez librarse uno de que le acusen de alcahuete, como hizo el fraile de marras, se le llama: restricción mental o reserva mental. Creo que así era. Me acabo de acordar ahora mismo
Aunque el autor nos tiene acostumbrados a sus cultas e interesantes entradas, nada mas empezar a leer ésta me resultó muy atrayente, tanto es así que, después de leerla con mucho interés, busqué en la hemeroteca el artículo de Ernesto Burgos, en La Nueva España (19-VII-2011), por si ampliaba más, pero no fue así. El motivo es que la anécdota me la había contado mi abuela cuando yo era niña. Dado el tiempo pasado, (alrededor de 50 años) no recuerdo si también me había dicho el nombre del fraile.
Mi abuela, de origen humilde, nacida en 1890, cuando tuvo los primeros hijos se dedicó a “ama de cría”. Con el primero en Madrid, y después en Cuba. Dado su aspecto saludable (blanca y sonrosada, decía élla) y un físico agraciado, estuvo con gente pudiente, tanto en Madrid como en Cuba. De ahí que tenía una cultura mayor de lo habitual en aquellos tiempos.
Es más, en alguna de las casas que estuvo la obligaban a leer libros, porque además de hacer de ama de cría, si tenían algún niño más, también hacía de niñera.
Como ya dije aquí en el Blog, era miope, y, cuando yo nací tenía 61 años, la miopía agravada y en aquel tiempo no existían los medios de ahora. Así que, desde que tuve cinco años, siempre la acompañaba y era cuando me contaba sus vivencias que, para aquellos tiempos, eran muy interesantes. (Viajes, modo de vida de la gente pudiente, cómo se vivían los ciclones en Cuba, etc.
Siento no acordarme de la mayoría de las cosas que me contaba. Ahora al leer esta entrada me trajo unos recuerdos muy agradables.
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