PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

domingo, 17 de abril de 2016

DE REENCUENTROS CON EL PASADO


Al comienzo del relato de Salamanca escribía algo así, el regreso a un lugar aviva los recuerdos que residen en él, y cuánto más largo es el tiempo transcurrido mayor suele ser la necesidad de indagar en ellos. Y quizá debía haber añadido: el reencuentro, después de una eternidad, con quienes se comparten esos recuerdos solo puede ser obra de un milagro. No de un milagro divino, del milagro realizado por la constancia, generosidad y entrega de las personas que se buscan y se   quieren  reencontrar.

Pero también se pueden reencontrar y recibir con gozo objetos, escritosque desde hace mucho se creían perdidos para siempre. Aunque su valor material sea dudoso permiten recuperar una parte del pasado ya olvidado.

Hace unos días abrí un pequeño maletín que llevaba muchos años cerrado. Entre los escasos papeles que conservo, unos pocos relacionados con empresas por las que transcurrió mi vida laboral, apareció un cuaderno de desgastadas tapas marrones. De su existencia no guardaba ningún recuerdo. Al abrirlo descubrí que aún tenía páginas en blanco, otras estaban ocupadas por apuntes técnicos de algún primerizo curso de trabajo y las dos o tres primeras estaban ocupadas por una redacción de aquellas que nos encomendaba el P. Jesús Martín, cuando él era Rector en Corias. Él fue quién alentó en mí la importancia de escribir, incluso escribió una carta a mis padres para que hicieran todo lo posible y pudiera cursar una carrera de letras. Después mi vida, como resulta evidente, tomó unos derroteros alejados de las letras, al menos de la escritura.

La primera vez, cincuenta años después de abandonar Corias, que asistí a un Encuentro de Ex-alumnos también asistió él. Durante el saludo le recordé los consejos que me había dado sobre la escritura, me preguntó si los había seguido y tuve que responder que no. Pero no le expliqué los motivos, no era el momento ni el lugar. Por eso, aunque él no lo vaya a leer, me tomo la licencia de contarle aquí algunos de los motivos por los que no seguí sus consejos y me alejé de la escritura.

 Es cierto que durante unos años, últimos de Corias y primeros en Madrid, de forma errática y discontinua escribí algo en prosa, también verso. Pero al carecer de formación adecuada (el intento de acercamiento a una carrera de letras pronto quedó abortado por dificultades con el latín y la dedicación a otras actividades que me resultaban más atractivas) tengo serias dudas que alguno de aquellos escritos tuviera la mínima calidad para ser conservado. Además, influido por mi militancia política, los textos fueron derivando de la temática bucólica de Corias a la de protesta contra el Régimen de entonces. Los nuevos escritos iban a parar, junto a variadas publicaciones clandestinas, a una caja de cartón que guardaba bajo la cama. En esa caja también estaban unas pocas de las más antiguas redacciones hechas en Corias que había salvado de la quema de Limés.

 Libros, cuadernos y demás material utilizado en el instituto lo dejé en el desván de la casa antigua de mis padres. Cuando años después vendieron la casa para mudarse a otra mi madre me preguntó que hacía con todo aquello que ya estaba en estado calamitoso por la voracidad de polillas y ratones. Le dije que lo utilizara para encender la chariega, ella se negaba, le parecía un sacrilegio, pero ante mi insistencia ese fue su destino. Por eso pensaba que, salvo una o dos fotografías, también están en el blog, no guardaba nada material de los tiempos de estudiante en Corias. Hasta que apareció este cuaderno de tapas marrones.

Su aparición me llevó a recordar tiempos de Corias, también los hechos que motivaron mi ruptura con la literatura, no con su lectura, sí con cualquier veleidad de elaboración literaria.
 Hechos que tienen su origen a principios de enero de 1971 cuando una noche varios policías de la Político-Social se presentaron en el domicilio donde vivía. Después de registrar la habitación que ocupaba  me llevaron detenido a la DGS, a Sol. También llevaron la caja en la que guardaba esos escritos, publicaciones y otras pertenencias personales. Allí me informaron que estaba detenido por ser, en mi calidad de secretario del Jurado de Empresa, instigador y participante en huelgas y otras movilizaciones que se venían llevando a cabo en la empresa donde trabajaba, que, aunque tratábamos de darles carácter de reivindicación social, tenían fines subversivos; además dijeron disponer de una denuncia anónima acusándome de ser miembro activo del ilegal PCEY que, al estar suspendido el artículo 18 del entonces llamado Fuero de los españoles, permanecería  allí incomunicado y detenido indefinidamente hasta que les dijera los nombres de las personas que formaban parte de la organización y  les informara de las acciones subversivasque estábamos planeando. Al final fueron doce interminables días, aislado, inquieto por desconocer la suerte de otros compañeros. Las noches, normalmente de doce a cinco de la madrugada, estaban dedicadas a los interrogatorios, en ellos alternaban las preguntas persuasivas, amables, con inesperados puñetazos en el estómago o patadas en los riñones. Cuando se cansaban de interrogar revolvían en la caja que contenía mis cosas, sacaban un papel y leían entre risas parte de lo que tenía escrito. Se divertían mofándose, sobre todo, de mis poesías. Recuerdo esto sin ningún tipo de odio, tampoco afán de revancha, si lo he recordado en alguna ocasión  es para que situaciones como esas jamás se vuelvan a repetir en España, y lo hago hoy por tener relación directa con mi renuncia a cualquier veleidad con la escritura.

Al ser trasladado a la cárcel de Carabanchel (no fui de los peor parados, otros compañeros con más responsabilidades en la organización soportaron esa situación durante más de 30 días) respiré tranquilo. Más que camino de una cárcel me parecía ir camino de la libertad. Además allí podría reencontrarme con compañeros detenidos igual que yo y de los que nada sabía. Sin embargo, cuando me trasladaban en el furgón, ya tomé una determinación, nunca volvería a escribir nada, ni en prosa ni en verso. No servía para nada, solo para hacer reír a la policía.

Aunque esto fuera un contrasentido, uno más de los que suelen jalonar la vida. Tiempo después alguien me preguntó cómo podíamos soportar esas situaciones sin derrumbarnos, sin delatar a los compañeros Le respondí, por sentirlo así, que, al menos en mi caso, no había sido yo quién había resistido, habían sido unos versos de Miguel Hernández los me habían ayudado, obligado, a resistir, versos recitados mentalmente, mil veces, durante aquellos días.

Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.

Sé que hoy, a estas alturas de la vida, todo esto suena melodramático. Esto no impide, aunque me alejara de ella durante cuarenta años, mi eterno agradecimiento a la literatura, también a la primera persona que me habló de su importancia, el P. Jesús Martín.

Pocos meses después salí de Carabanchel, sobreseído por no encontrar la policía ni el juez de Orden Público  pruebas suficientes que me incriminaran. La caja con mis cosas nunca más apareció, supongo que los papeles más comprometidos terminaron adjuntados a mi ficha policial y el resto en un contenedor de basura. La decisión de no volver a escribir permaneció firme hasta convertirse en hábito.


Perdonad tanta divagación y rodeo a cuenta de un viejo cuaderno, solo pretendía explicar, explicarme, algunos de los motivos por los que durante cuarenta años me mantuve alejado de la escritura. Si bien, por fortuna, no tanto de la lectura, aunque fuera con escasa asiduidad.

Solo recomencé a escribir algo cuando Samuel, después de localizarme, insistió para que escribiera en este blog. Algo que llevo haciendo, de forma discontinua y a salto de mata, desde hace cinco años. A él  tengo que agradecer, además de otras, el haber recuperado, al menos en parte, aquella afición escolar de escribir.

Consciente de la extensión inusual de esta entrada retorno al viejo cuaderno. Que hoy exista solo se puede justificar por haberlo traído de Asturias al estar casi sin usar y permanecer en un cajón de la mesa en el trabajo y no en la caja que se llevó la policía.

Inicialmente pensé que no era mío, pero en la tapa tiene mi nombre. No reconocía la letra, en la actualidad, por circunstancias, la tengo muy diferente. Tampoco me reconocía en lo que está escrito. La redacción, además de su aire ingenuo (naïf dicen ahora) tiene un cierto halo religioso que ahora me resulta extraño. Toda creencia religiosa me abandonó hace muchos años para emprender un viaje sin retorno. Incluso creía que ese abandono se había producido antes de la edad que tenía, unos catorce años, cuando escribí esta redacción. Pero, adentrándome en el desván de la memoria, no me queda duda que es una de las redacciones de tema libre que nos encomendaban en Corias. Por algún motivo no la entregué, no la pedirían, y permaneció en el cuaderno.

En recuerdo de nuestro antiguo Rector, supongo que sería él quién la encargó, la copio tal cual, título incluido, solo entrecomillando las palabras que el corrector de texto señala como falta ortográfica.

Ahí va una redacción sobre un Acebo que tal vez ya no existe.


Un despertar en Asturias

El subconsciente percibe la llegada del día, los párpados se abren lentamente, se agitan unos instantes, bajo ellos se libra dura batalla entre la luz y las tinieblas. Liberada al fin, la mirada lanza rauda su saeta visual que despues”  de atravesar el cristal de la ventana  se estrella contra la ladera de enfrente.

El sol ya tiñe de rojo las nuves" y dora la cresta de la montaña, también dora el monte de castaños donde ya amarillean sus erizos preparándose para liberar pronto sus frutos, las dulces castañas.
Mientras, por los praos" del valle, corren las últimas sombras. Huyen del sol y  buscan refugio en un  lugar ignorado.

Pronto un extraño hormigueo de felicidad recorre las venas del chaval recién despertado al recordar que hoy es la festividad de Nuestra Señora del Acebo, la mejor romería de toda la comarca.

Los últimos vestigios de sueño desaparecen como por encanto, la mente se lúcida, despejada. Frena el intento de saltar de la cama y se recrea imaginando el feliz día que le aguarda. El mismo que recuerda desde que tiene uso de razón. En unos escasos minutos desfilan ante sus ojos las imagenes" de todo un día.

Los grupos de mozas y mozos, las familias enteras, desde el abuelo ayudándose con sus muletas hasta el pequenin" en hombros, forman interminables hileras por todos los escarpados caminos que ascienden hasta el santuario. Suben los jóvenes a paso rápido, con las botas de vino colgando. De cuando en cuando se paran, las elevan sobre sus cabezas y les dan un tiento. Los de edad madura suben más lentamente, hablando de leyendas del santuario y de otras mil cosas. Pero todos, igual jóvenes que ancianos, tienen una cosa en común, el brillo de la alegría en sus ojos.

Después de mucho subir, al llegar a un cerro llamado Penablancadesde el que se divisa la majestuosa silueta de piedra gris del santuario recortada sobre el cielo azul celeste, los devotos se detienen y rezan una oración. Es una costumbre tan antigua como el vetusto santuario que, generación tras generación, conservan quienes habitan en la zona. Después reanudan la marcha y la gente que va llegando se sienta alrededor a una cruz de piedra que se alza sobre un montículo. Desde allise divisa todo el campo del santuario. Recuperados de la fatiga de la costosa subida se dirigen a la iglesia para cumplir sus promesas, asistir a misa y a la procesión alrededor de la iglesia.
Más tarde las familias se reúnen formando círculos entornoa los manteles estendidos" sobre el  mullido campo. De las rebosantes cestas van saliendo tortillas, empanadas, choscos", lacones, perniles y un sin fin de ricas cosas. El vino corre a raudales, nadie, desde el más pequeno" al más anciano se queda sin beber. Los corros se van juntando hasta ocupar por entero el campo y los trozos de carne, tortilla o empanada, igual que la bota de vino va de unos corros a otros. Comen  entre risas ,con gritos de alegría, de amistad y paz, respirando el aroma de las mil flores distintas que visten el campo de colores.

Luego suena la música, la gaita o el acordeon", los jóvenes se levantan y en los corros solo quedan los más viejos hablando de sus cosas. La mocedad baila y se divierte hasta que el anochecer se aproxima, entonces todos se dirigen al santuario a despedirse de la Virgen. Ella queda en su trono, resplandeciente de ver como confían en Ella quienes habitan estas vastas montañas.
Poco a poco comienzan a tomar el camino de bajada, más lentamente que cuando subieron. El día ha concluido y las risas  no se oyen. En el campo solo quedan algunos papeles que envolvian" las meriendas mecidos por una suave brisa Esperan el golpe de viento que les lleve lejos para dejar el campo limpio como cuando amanecía.

Durante la bajada algunas mujeres se meten entre el toxio" y la folguera" a coger arándanos para meter en aguardiente o flores de manzanilla. Los nenos" cogen clariones en la cantera que estaa la orilla del camino para escribir en la pizarra de la escuela que pronto va a empezar.
Las sombras ya invaden el valle, en la cumbre el sol, como si quisiera prolongar el día, aún dora las paredes del cada vez más pequeño y lejano santuario del Acebo.

Al fin el chaval se levanta, está radiante, lleno de ilusión por el día que tiene por delante.

ulpiano rodríguez calvo

10 comentarios:

Maribel Pérez dijo...

Ulpiano, como siempre, me encanta tu entrada en todos los aspectos. Hasta el fin de semana no puedo hacer el comentario que me gustaría. Para mí son tres partes, que con tiempo detallaré. Así que lo dejo para entonces. Sólo decirte que ¡Qué pena que no te hayas dedicado a escribir! Yo creo que el éxito lo tendrías asegurado.

Felipe dijo...

Ulpiano: totalmente de acuerdo con Maribel. De momento hemos perdido un escritor. Pero ¿no se puede arreglar?.
Felipe.

Samuel dijo...

Sin lugar a duda el P Jesús Martín te hubiera puesto un 10.
Ulpiano, ya comenté en otra ocasión que tienes que localizar tu ficha de la político-social para consultarla y ver tu historial. Seguro que te llevarías más de una sorpresa al comprobar que allí hay mucho más escrito de lo que te imaginas.
La narración, además de impecable, describe perfectamente un día de romería, como es el día del Acebo. No le falta detalle: el trayecto, el paisaje, la conversación entre los romeros, la misa, la merienda, etc., etc..
No le faltaba razón al rector con sus consejos.
Felipe, no perdimos un escritor, lo tenemos a nuestro alcance con sus viajes y sus frecuentes comentarios. Esperemos que no se dedique a la política.
CAMBIO DE TERCIO.
Creo que van a restaurar la ciudad de Palmira.
Eso está muy bien y corre más prisa que los miles de refugiados que llaman a las puertas de Europa o quedan sepultados en el Mediterráneo.
"Cosas veredes", diría el Ingenioso Hidalgo.

Maribel Pérez dijo...

Ulpiano, lo que cuentas, creo que se parece bastante a lo que le pasa a la mayoría de la gente cuando nos vamos haciendo mayores y recordamos cosas de hace muchos años. También cuando encontramos algo que teníamos olvidado y que nos lleva a evocar situaciones y, a veces, hasta idealizarlas.

En cuanto a tus problemas con la policía por tu militancia política, es bastante lamentable. Estamos hartos de oír y también de ver en películas, documentales, etc. cosas parecidas, pero cuando conoces a las personas que lo sufrieron te impacta más. Sobre todo en tu caso que tienes un carácter tan apacible. Los versos de Miguel Hernández que recitabas, me gustaron mucho y son muy adecuados, pero además de eso hay que tener…

A mí también me pasó alguna vez que encontré alguna caja con pertenencias de mi primera juventud, que mi madre también me mandó llevar al poco tiempo de casarme -43 años- y que tardé mucho en volver a abrir. Algunas están por el trastero y ahora que voy a tener más tiempo las iré abriendo. Cuando mi hija tendría unos diecisiete o dieciocho años, abrí alguna a petición de ella porque le hacía ilusión ver mis cosas. Aparecen fotografías de situaciones olvidadas, cartas y tarjetas recibidas de gente con la que en aquel momento tenía bastante trato y que el tiempo fue encargándose de distanciar, sin ningún motivo especial.

A propósito de lo de hacerse mayor y recordar las cosas, casi sin venir a cuento, se me viene a la cabeza, una persona de Cangas, de la edad de mis padres, bueno unos cinco años menos. Esa persona se marchó con la familia cuando iba a estudiar una carrera. La terminó y empezó a trabajar, se casó y formó familia en la ciudad que trabajaba y estuvo sin venir a Cangas unos treinta años. Un buen día apareció por aquí, recién jubilado, y ya no pudo dejar de venir cada poco. Se reencontró con amigos de la infancia y conocidos, pero familia aquí no le quedaba ninguna. –Ese fue, según dijo, el motivo de no venir en tanto tiempo. A partir de la primera vez que vino, cada poco volvía. Su mujer y alguno de sus hijos lo acompañaban alguna vez, pero la mayoría de las veces venía solo. Llegó a comprar un apartamento en Cangas porque al final sentía la necesidad de pasar bastante tiempo por aquí.

Ahora voy con la redacción sobre el Acebo. Está muy bien y los que vivimos aquellos tiempos nos reconocemos en lo que cuentas. Eso sí, yo esa “Penablanca” no sé cuál es. Probablemente sería que vosotros desde Limés subíais por un camino distinto. Nosotros antes de estar la carretera subíamos por los atajos. Empezábamos subiendo por el Reguero San Martín hasta Rañeces de San Cristóbal. Era una subida muy pronunciada y a pesar de la juventud se agradecía llegar porque a partir de allí era más llevadero el camino. Recuerdo que madrugábamos mucho –al amanecer- para que con tanta subida no nos pillara el calor. También llevábamos un bocadillo para las diez, porque con tanta caminata había que reponer fuerzas sin esperar a la hora de comer. La verdad que sentarse en el suelo a comer no era muy cómodo, sobre todo para las mujeres que íbamos con faldas, y también la gente mayor, pero como las viandas eran muy apetitosas se aguantaba.

Y para terminar, como dice Samuel, seguro que el P. Jesús Martín te hubiera puesto un 10.


ulpiano dijo...

Estos días, con las conexiones en precario, me resulta difícil acceder al blog. Consultar una página o abrir un correo me recuerda el alumbrado eléctrico de la infancia, con sucesivos apagones en las largas noches de invierno. Todavía no conseguí saber si estas intermitencias están provocadas por los aparatos que empleo, éstos que según dicen para hacernos comprar otros a los dos años quedan obsoletos, o es un mal servicio de la omnipresente Movistar en la zona.
En fin, intentaré que este comentario consiga asirse a estas malheridas alas cibernéticas y llegue a su destino.

El futuro en la juventud siempre es un horizonte lejano. Un horizonte que se va acercando a medida que va transcurriendo la vida hasta convertirse, a cierta edad, en una línea roja bajo los pies. Es entonces cuando se suele mirar con mayor interés hacia atrás, al camino recorrido. Éste suele estar velado por cortinas de brumas de distintas densidades que, al descorrerlas, si se logra, recordamos. Recuerdos que en ocasiones guardamos celosamente y en otras compartimos.
Esta entrada, reencuentros con el pasado, solo pretendía agradecer los buenos consejos ofrecidos por un antiguo profesor y tratar de explicar, explicarme, los motivos de no seguir sus consejos. Así, sin ninguna otra intención, la escribí y está publicada.
Al releerla pienso que la coartada policial, hechos que fueron reales, puede ser solo una parte de la verdad o en cierta forma una excusa. Si realmente apuntaba maneras de escritor, como generosamente conceden Maribel, Felipe y Samuel; y hubiera querido seguir ese camino, formarme y continuar escribiendo era solo responsabilidad mía. No hacerlo pudo residir tanto en aquel episodio policial como en la infinita pereza que siempre me producía, y me produce, comenzar a escribir. Es tendencia común de los humanos, yo en este caso, atribuir a factores externos la incapacidad para alcanzar objetivos considerados factibles.

Maribel, no sitúas Penablanca en la subida al Acebo. Es normal, no está en el camino de Cangas. Está, o estaba, subiendo desde Castro de Limés.
Desde Limés teníamos tres opciones de subida: por Villarín, camino de carro para subir a caballo o con los burros que portaban las meriendas, el del monte de Manolón, carreiro empinado pero agradable por discurrir gran parte por un monte de castaños y el de Las Chamiechas, el más corto también escarpado y difícil por tener que trepar algunos tramos de viva roca. Los tres confluían en Castro.
Desde Castro la subida ya era más suave y panorámica.
Pasado Castro estaba el llamado Campo del Viso, hoy parcelado y sembrado, entonces una amplia pradera salpicada de árgomas. piornos y folgueras por la que era una delicia corretear. Allí estaba la llamada espina, un frondoso árbol espinoso de pequeñas flores y bayas (tendría que tener los conocimientos de botánica de Galán para identificar la especie) parada fija de los de Limés para recobrar fuerzas con el bocadillo y unos tragos de vino. Con esas fuerzas recobradas se llegaba al Acebo en un periquete. De ese recorrido tengo experiencia. Desde los ocho a catorce años, más o menos, y desde junio a octubre subía al Acebo casi todos los domingos. Después continué con visitas más espaciadas.
Espero que por el bien físico y mental de los devotos no se continúe practicando la subida, de rodillas, desde Veiga la Piedra.

Samuel dijo...

Mis papeles no tuvieron la misma suerte que los de Ulpiano. En aquella época yo escribía todos los días en mi diario, lo bueno y lo malo que acontecía durante la jornada. Estaba compuesto de muchos cuadernos que relataban los cuatro últimos cursos en Corias.
No hace mucho encontré uno de aquellos cuadernos, escondido en un maletín bajo llave, y por miedo a que cayera en manos con no buenas intenciones, decidí darle final dentro de la caldera de la calefacción.
Que Villamil nos cuente nuestra subida al Acebo un domingo por la tarde para sacudir el aburrimiento.

E.VILLAMIL dijo...

Ordenes son amores y no buenas razones;Por mandato de D.Samuel paso a contar sin dotes de narrador.Una tarde de Domingo ya avanzada la primavera,nos encontrábamos Samuel y yo paseando por la C/.Mayor,cuando Samuel propone!subimos al Acebo!vale y sin mas regero S.Martín a Rañeces,de Rañeces por los arbolinos a Veijalapiedra y al Acebo ni un alma en el Acebo,un tiempo para recuperar y otro un poco mas largo dedicado a practicar "Arte Rupestre" y, de regreso a Cangas para llegar al regero S.Martín toile y,frescos como rosas al cine.
Juventud divino tesoro hoy únicamente lo realizaría por una promesa a una causa importantísima, pero con las dos horas solo para llegar al Santuario.

Maribel Pérez dijo...

¡Vaya energía que teníais tanto Eduardo como Samuel! Subisteis al Acebo un domingo por la tarde como quien da un paseo y volvéis a tiempo para ir al cine que era a las siete y media. En el caso de Eduardo ya se estaría preparando para ser Profesor de Educación Física, pero Samuel que además fue el que lo propuso… Creo que tendría que ser lo de Juventud divino tesoro como bien dices.

Ahora cambio de tercio –copiando a Samuel-

En cuanto a lo que dice Ulpiano que espera que los devotos no suban de rodillas desde Vegalapiedra, yo hace tiempo que no subo el día de la fiesta que es cuando más gente “ofrecida” sube, pero no creo. Esto me recuerda que hacia los años sesenta que subía mucha gente andando descalza, en un momento dado se decía por Cangas que había un fraile de Corias, que se ponía en el camino por Vallinas o Curriellos, que era por donde pasaba la gente de Corias, El Puelo y otros pueblos y que les decía que, por favor, se calzaran que los dispensaba él. Si mal no recuerdo era uno muy conocido de los del Blog.

Samuel dijo...

Juventud divino tesoro
te vas para no volver
cuando quiero llorar no lloro
y ahora lloro sin querer.
Eran otros tiempos y, por lo que se puede comprobar, la comida de Corias no era tan mala pues nos dio energía para subir, bajar y regresar a Corias andando. Faltaría más. Lo que no tengo claro es si llevaba las madreñas o iba de zapatos. Si era domingo y estábamos en Cangas, zapato seguro.

E.VILLAMIL dijo...

Confirmo que los dos con zapatinos y,con ropas de Domingo nada de vaqueros ni pana.