lunes, 17 de junio de 2013
¿POR QUÉ DECIMOS…? PARTE. I.
à Aquí hay gato encerrado: En la España Medieval, el campo estaba infectado
de salteadores de caminos, que ocultos en la maleza, asaltaban a los viandantes
y diligencias para robarles cuanto llevaban.
Se daba el caso de que los ladrones lo que
buscaban fundamentalmente, era dinero. Pero el dinero no aparecía, en aquella
época los monederos, estaban confeccionados con piel de gato, en el depositaban
sus monedas: maravedíes, doblones, blancos, etc…
Cuando los ladrones no encontraban el
monedero-gato exclamaban “Pues no puede ser, aquí tiene que haber gato
encerrado”.
à ¡Viva la Virgen!: En tiempos de la Reconquista, la recuperación del
terreno era muy lenta, y sufría vaivenes de toma y daca, tan pronto un
territorio pertenecía a los cristianos, como a los moros. Entonces se generó el
problema de tener que vigilar el horizonte para evitar ser sorprendidos por el
ataque moro. A tal efecto se talaban inmensas extensiones de arbolado para así,
ver al ejército contrario, entonces se creó una vigilancia que o bien en las
torres de la Iglesia o bien en las cimas del algún otero, había perpetuos
vigilantes escrutando el horizonte y cuando divisaban un contraataque, gritaban
desde lo alto una frase que servía de aviso “VIVA LA VIRGEN”.
Todo el pueblo repetía a gritos la frase, se
avisaba a los que estaban en zonas próximas al pueblo y todos se refugiaban en
algún castillo o en la Iglesia.
Podía ocurrir que los vigilantes estuvieran hasta
dos años sin dar la voz de alarma, en cuyo caso se pegaban la vida padre.
La gente empezó a decir que “Fulano” que llevaba
una vida tan relajada y regalada era un “Viva la virgen”.
à Ir de tiros largos: No hace tanto en España
no había vehículos a motor y cuando una pareja iba a la iglesia a contraer
matrimonio, iban, si eran pobres a pie. Si eran más pudientes, en un carruaje
que podría ser tirado por dos, seis o cuatro caballos. Los ricos, obviamente
iban en un carruaje de seis caballos y como todos ustedes saben, la correa que
va desde el bocado del caballo hasta las manos del conductor, se llama “tiro”.
Así pues, sí alguien iba con seis caballos, iba de tiros largos y si iba con
dos, iba de tiros cortos. De ahí a que ahora cuando una persona se engalana y
exhibe sus mejores galas le decimos ¿Dónde vas de tiros largos?
Pepe Morán
Fernández. Dominico-ex.
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4 comentarios:
Esta entrada es muy entretenida, y, por esas casualidades que suelen darse, leyendo la siguiente entrada de Ulpiano, veo que utiliza la expresión de “gato encerrado” cuando habla de que el Papa Juan XXIII sospechó de la fama milagrera de Pío da Petralcina (nombre completo del padre Pio).
Son muy curiosos y abundantes estos dichos que ya son frases hechas y que todas tienen un por qué, como bien explica Galán, pero curiosamente la mayoría de ellas no sabemos de donde proceden. Muy interesante.
En una excursión que hicimos a Salamanca, tuvimos una guía muy simpática que nos explicó de donde venía el dicho de "a verlas venir". Parece ser que en un momento determinado de la historia de esta ciudad a las prostitutas no las dejaron ejercer su trabajo en el lugar habitual y las llevaban a las afueras y a altas horas de la madrugada las traian de vuelta, entonces los hombres que no habían ido se quedaban esperando "a verlas venir". Un poco rocambolesco para aquella época, me parece a mi, pero así nos lo contó. Me metí en internet y de esto no "saben" nada. Así es que....no se si tendrá algo de cierto.
Resulta muy interesante esta aportación de Morán desvelando el origen de ciertas frases. Al titularla -Parte I- espero que no se demore con el resto de las partes.
Utilizamos frases hechas conociendo, más o menos, su significado. Casi nunca de dónde provienen. Algunas tienen origen lejano, otras, tengo la impresión, lo tienen reciente.
Continúo con los gatos. Esta mañana, Manuel Rodríguez Rivero en Babelia, aportaba otra frase, para mí nueva, que, parece ser, causa furor en la jerga financiera: “el rebote del gato muerto”. Con ella designan la repentina y pasajera mejora del precio de un valor que se encuentra en caída libre.
Puestos a pensar, la frase se podría aplicar a otras muchas cosas. Hasta de tipo más personal, entre ellas: el impulso a retomar, momentáneamente, una actividad que puede resultar grata, antes de abandonarla definitivamente; o intentar revivir, al calor de las hogueras de estos días, un amor del que solo quedan las cenizas.
Pero esto sería conferir a los especuladores financieros un aura de poetas, cuando su única poesía es la del dinero.
No parece descabellada la interpretación de la guía salmantina, bien traida por Olga, sobre la frase “a verlas venir”. Al menos intentaban no quedarse “a dos velas”.
Seguro que Morán, con la agudeza de siempre, nos puede ilustrar sobre estos y muchos más significados.
Quise decir Morán y escribí Galán.
Ulpiano, muy acertado lo de "a dos velas". Todavía me estoy riendo.
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