martes, 17 de mayo de 2016
JORDANIA ( I ) (18 - 26 SEPTIEMBRE 2.004)
“QUE EL CAMINO SEA
LARGO Y EL REGRESO, LEJANO”
El
blog está mortecino. Espera la llegada de las
aguerridas huestes formadas por ex-alumnos y ex- profesores para rescatarle de
su letargo. Mientras, huérfano de lejanos recuerdos
acontecidos entre los recios muros del que fue convento, instituto y hoy
parador, hurgo en papeles más recientes en busca de algún alimento
que dar a las páginas de este blog. Y aparecen ¡sorpresa! apuntes perfectamente detallados de
un viaje realizado a Jordania hace unos 12 años. Solo a falta darles forma para poder ser publicados.
Desde
los libros escolares nos resuenan míticos lugares, Mar Muerto, Tiberiades, Nebo, Petra…también Palmira. Salvo esta última que se encuentra en Siria y ha estado tristemente de actualidad
por la barbarie perpetrada contra ella, el resto, y otros lugares, aparecerán en el transcurso de este viaje.
Un
viaje que no se antojaba fácil cuando fue realizado en
2004. Viajar a ese conflictivo mosaico
de intereses religiosos, étnicos, petroleros y resto de
intereses geopolíticos que se entrecruzan y
enfrentan con inusitada violencia no resulta fácil desde hace ya muchos años. Bien es cierto que Jordania, practicando una política pragmática que se podría definir como la de “nadar y guardar la ropa”, y a pesar de la enorme presión ocasionada por los gigantescos flujos de
refugiados que acoge, antes palestinos y ahora sirios, no sufre la caótica situación de los países vecinos. Cuando se realizó este viaje en el vecino Irak estaban latentes los rescoldos causados
por las bombas arrojadas siguiendo las órdenes del Trío de la Azores con la excusa de
unas supuestas armas de destrucción masiva. Unos rescoldos que se iban transformando en llamas. Una de
esas lenguas había golpeado salvajemente Madrid
pocos meses antes. Otras, en años sucesivos, incendiarían Siria, y dejarían su huella mortal en Londres,
París Bruselas, Túnez y
en un sinfín de lugares. A pesar de ese
entorno caótico, Israel amparado por el
paraguas del amigo americano continúa golpeando con puño de hierro al pueblo palestino
mientras Líbano se lame las heridas de una
guerra que amenazaba con ser interminable, Jordania es una isla de relativa
calma que invitaba, aún invita, a visitar las
maravillas que atesora.
Las
personas emprendemos sucesivos viajes, muchos o pocos, a lo largo de la vida.
El principal el que nos lleva del nacimiento a la muerte. Por el camino
realizamos otros, profesionales, amorosos… o
para conocer desconocidos lugares. Éstos también son importantes, nos permiten descubrir
nuevas gentes, culturas y ampliar horizontes. Cuanto más largos sean esos viajes más amplios serán los horizontes. Así nos lo dejó escrito Cavafis: “Cuando salgas en el viaje, hacia Itaca, desea
que el camino sea largo, pleno de aventuras, pleno de conocimientos…pide que el camino sea largo. Que sean muchas
las mañanas de verano en que llegues ¡con qué placer
y alegría! a puertos antes nunca vistos”
Bajo
estas premisas se emprendió este viaje a Jordania.
18 de
Septiembre – 1º día – Madrid – Ammán.
Los viajeros llegan escalonadamente
al Aeropuerto de Barajas. Tras los trámites de facturación embarcan a
las 8 de la tarde. Desgraciadamente, en esta ocasión nada podemos
ver desde el aire pues es noche cerrada. Hacia las 12.30 de la noche una zona
intensamente iluminada quiebra la densa oscuridad: volamos sobre Israel. Una
hora más tarde tomamos
tierra en el Aeropuerto de Ammán.
Tras la recogida de equipajes,
algunos con evidentes signos de deterioro, y la lenta y dificultosa lectura de
la lista de pasajeros del grupo español por un guía exclusivamente angloparlante, subimos al
autobús y al cabo de
unos 30 minutos llegamos al hotel Days Inn, en la zona N.O. de Ammán. Nuestra
sorpresa es mayúscula cuando el
que será en adelante
nuestro guía nos anuncia
cambio de planes: mañana, domingo, no realizaremos viaje ni visita alguna y
todas las actividades se posponen hasta el lunes. Hay voces de protesta que el
guía ignora. Y son más de las tres
de la madrugada, hora intempestiva para emprender batallas de antemano
perdidas. Mañana visitaremos Ammán y ocuparemos el día del mejor
modo posible.
Las habitaciones son confortables y
llegamos a ellas rendidos. La sorpresa del cronista, que nunca ha visitado un
país árabe, es mayúscula cuando, a
las 4 de la madrugada el “sagrado lamento” del muecín quiebra el
silencio de la noche. Desde la terraza de la habitación ve la cercana
mezquita con su minarete iluminado en verde, el color del Islam. A riesgo de
parecer exagerado el cronista piensa que merece la pena el cansancio y la hora
solo por oír esa voz
sobrehumana.
19 de
Septiembre – 2º día – Ammán.
Dado que tenemos el día libre, después de un
excelente desayuno, tomamos unos taxis y tras no pocas dificultades de
comunicación conseguimos
hacernos llevar al centro de la ciudad, donde se encuentra el teatro Romano
(sg. II d C.) que sigue siendo el corazón de la capital.
Ammán, la antigua
Philadelphia grecorromana, es una ciudad impresionante no por su belleza sino
por su singularidad. Se asienta sobre varias colinas, 7 en origen, como Roma o
Lisboa, y hoy sobre 20, por las cuales trepan sus monócromos
edificios cúbicos de 4
plantas. Quizá lo más sorprendente
de Ammán sea su falta
de color. Todo es del tono crema pálido de la piedra caliza, materia prima de todas las construcciones.
El polvillo que esta roca desprende lo cubre todo: casas, coches, los escasos árboles y
plantas, e incluso parece teñir los rostros y ropas de los viandantes. También debemos
recordar que Ammán está cercada por el
desierto. En la capital no hay una sola calle llana. Todo son cuestas, algunas
muy pronunciadas y las casas se apiñan y trepan por ellas hasta los lugares más inaccesibles.
La calle principal está atestada de
comercios que exhiben sus mercancías en las aceras. La variedad de tipos humanos es muy interesante.
Muchos hombres visten a la europea pero son más los que lucen largas túnicas blancas o
pardas y la tradicional “kufía”, gran pañuelo,
blanco y rojo para los jordanos, blanco y negro para los palestinos, que se
sujeta a la cabeza con un grueso cordón negro y que todos se colocan de infinitas formas con notable
desenvoltura y maestría. Hombres de
edad avanzada visten túnica y gorro
blancos que junto a su larga y poblada barba les confiere un aspecto imponente.
Más sorprendente
es la indumentaria de las mujeres. La mayoría viste larga túnica de color pardo o negro, pantalones bajo
ella y todas con el tradicional pañuelo bien ajustado en torno al rostro. Las
de más edad suelen
vestir de negro riguroso y hemos visto a varias con la cara totalmente cubierta
e ¡incluso con
guantes! Nos cuesta imaginar cómo deben sentirse estas mujeres sepultadas bajo
tales ropajes con este calor. Las que se visten así, llamadas “jaimas o ninjas” por los niños
jordanos, suelen ser de origen saudí.
Caminamos largo
rato por las calles viendo el bullicio de la gente y el abigarramiento de las
tiendas. Nos llama especialmente la atención el mercado de frutas y verduras y la calle de los sastres que por sí solas merecen
una visita a la capital. Contemplamos las empinadas y estrechísimas escaleras
que suben desde la calle principal hacia lo alto de las colinas y sospechamos
las dificultades que la orografía de la ciudad
debe plantear a los servicios públicos de agua,
comunicaciones, alcantarillado…
Después hemos sabido
que muchas de estas casas aún conservan sus
pozos negros.
Visitamos el
Teatro Romano, en excelente estado de conservación, con sus tres tramos de gradas capaces de
acoger a 6.000 espectadores. Aún conserva elementos
decorativos en la scena y la orchestra y su situación en la ladera
de la colina lo hace parecer el centro neurálgico de la ciudad. Y lo es. En el siguen celebrándose, sobre
todo en verano, concierto, representaciones y festivales de todas clases.
El calor es
sofocante. Nos refugiamos en la terraza de un restaurante próximo al Teatro
donde nos ofrecen un dulcísimo zumo de
mango como aperitivo de la comida a base de kebabs y ensalada, excesiva en
cantidad para algunos estómagos solo
deseosos de agua helada. Después de un rato de
tertulia decidimos volver al hotel. Solo los más valientes nos atrevemos a seguir
caminando bajo las altas temperaturas de media tarde.
Cuando el sol
se pone tras las colinas de Ammán
el cronista intenta entrar en la cercana mezquita. Inútil. Va acompañado
por una mujer y ni una sola mujer se ve por los alrededores. Un anciano, amable
pero enérgicamente, les
impide acercarse a la puerta. Deben conformarse con oír el “sagrado lamento” desde la
escalera, al pie del minarete.
Después de la cena
recibimos en el hotel la visita de una española residente en Ammán, prima de una
viajera. Con infinita paciencia contesta a todas nuestras preguntas y nos hace
observaciones que solo su experiencia de extranjera en tan diferente país podría hacer. La
conversación no puede ser más interesante y
le hacemos prometer que repetirá
su visita mientras dure nuestra estancia en la ciudad.
Hacia las 12 de
la noche, cansados y satisfechos, nos retiramos.
ulpiano
rodríguez calvo
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