viernes, 20 de mayo de 2016
JORDANIA ( II )
20 de Septiembre -3º día – Ammán.
Tras un copioso desayuno y algunas
dificultades en la distribución de los viajeros en los autobuses, a las 8.30 de
la mañana, bajo una luz cegadora, iniciamos la marcha. Atravesamos la
abigarrada y bulliciosa Ammán y tomamos dirección N.O. para dirigirnos a la
fortaleza de Ajlún, a unos 50 km de la capital. El paisaje es árido, semidesértico,
solo se ven algunos olivos y frutales en las pequeñas parcelas a las que el
agua, siempre escasa, llega. Los pueblos ofrecen un aspecto desolado y mísero,
acentuado por las casas sin terminar. En efecto: suele ser un matrimonio quien
inicia la construcción de la planta baja, en la que habita, pero no la remata
con un tejado sino con un techo plano del que sobresalen las columnas de los
forjados (“al aire”, dicen aquí)
para que, en el futuro, se pueda seguir construyendo en altura a medida de las
necesidades de la familia.
A medio camino entre Ammán y Ajlún
atravesamos un campamento de refugiados palestinos. Un estremecimiento sacude a
los viajeros. Nuestro guía explica que las primeras oleadas de ellos llegaron a
Jordania en el año 67, a raíz de La Guerra de los 6 Días. Sucesivamente han ido
llegando más y más, al compás
de los acontecimientos políticos. Lo que en origen fue un campamento se ha
convertido -sin perder por ello su aspecto de provisionalidad, de pobreza, de
anarquía y suciedad- en establecimiento. La vida sigue incluso bajo estas penosas
condiciones y podemos ver cómo han proliferado míseros negocios de alimentación
o talleres inmundos de reparación de coches. Observando el mapa de la región el
cronista advierte que Israel –a la que los jordanos jamás aluden por ese nombre
sino por Palestina- tiene forma de punta de flecha. Jordania, de hacha de
guerra. El Jordán parece una larga cicatriz entre ellas y se diría que ambos países
están condenados a vivir sobre la misma tierra sin entenderse jamás.
La silueta de la fortaleza de Ajlún se
recorta sobre el horizonte a varios km de distancia sobre el Monte Auf y fue
construida en 1.184 por orden de Saladino. Desde su imponente altura se
contempla una hermosa vista del Valle del Jordán, larga cinta verde ceñida por
el desierto. La fortaleza recuerda los castillos españoles con sus espesos
muros de sillería, fosos, torreones, saeteas y barbacanas. Ha sido destruida y
reconstruida tantas cuantas veces cambió de amo esta atormentada tierra.
A muy pocos km al este de Ajlún está Jerash.
No es fácil resumir en pocas palabras la belleza de esta extraordinaria “Pompeya
Oriental”. El Emperador Trajano ocupó todo lo que hoy es Jordania en el año 106
d. C. y esta región es incorporada a la provincia romana de Arabia. Su antigua
capital, Rabat-Amón (hoy Ammán) se convirtió en Philadelphia, y Jerash, una de
las ciudades más importantes de la región, en Gerasa. De su esplendor da idea
el primer monumento que recibe al viajero, fuera de la ciudad propiamente
dicha: el Arco de Adriano, levantado en honor del sucesor de Trajano con motivo
de su visita a esta ciudad en el año 129 d. C. A partir de aquí vamos de sorpresa en sorpresa: la magnífica
Plaza Ovalada, antiguo foro de la ciudad; el Hipódromo; el Templo de Zeus,
grandioso; el de Artemisa; la preciosa fuente pública llamada Ninfeo que aún
conserva restos de frescos; los tetrápilos, en el cruce de las antiguas calles
principales…Y, sobre todo, el Teatro, perfecto, armónico, bellísimo, que
conserva íntegra su cávea capaz para 3.000 espectadores, su orquesta y su
escena decorada con columnas, hornacinas y frontones. Comprobamos su
extraordinaria acústica oyendo a un trío musical que toca gaitas y tambores.
El calor es terrible, pero continuamos
recorriendo el Cardo Máximo que conserva columnas, capiteles corintios e
incluso entablamentos. Las gruesas losas del pavimento conservan la huella de
los carros que contemplaron hace 2.000 años aquella grandeza cuyas ruinas
admiramos nosotros hoy. Ni siquiera los terremotos han logrado destruir una de
las ciudades más perfectas que Roma nos ha legado.
Nos refugiamos en un restaurante de la
moderna Jerash huyendo del aplastante calor. Algunos viajeros aún tienen
fuerzas para comer. Otros, solo beben agua helada y se abanican. Tras un
descanso volvemos al autobús para regresar a Ammán.
Ya en la capital visitamos “La Ciudadela”
situada en lo alto de una colina desde la que se contempla una espectacular
vista de Ammán. En esta “acrópolis” se conservan restos de antiguas
fortificaciones romanas y las columnas corintias, aún en pie, del Templo de Hércules
(sg. II d C.). Un equipo de arqueólogos españoles está sacando a la luz restos de
construcciones árabes y bizantinas. Pero lo más sorprendente es la vista de Ammán
cuyas casas, pálidas y cúbicas, se extienden por las colinas circundantes hasta
donde la vista alcanza.
En el autobús hacemos un recorrido por
los barrios elegantes de la ciudad. Vemos la Embajada de EEUU, protegida por
doble muro, calle cortada e incluso un tanque con soldado metralleta en ristre
frente a la única puerta que parece la de un bunker. Vemos casas lujosísimas,
algunas de arquitectura notable; otras, simplemente ostentosas. Desde cualquier
punto de la ciudad es visible una enorme bandera jordana que ondea en lo alto
de una colina. George, nuestro guía, comenta que se trata de la bandera más
grande del mundo, más de 100 m. cuadrados de tela, y que por ello figura en el
libro Guiness de los records. (“el que no se conforma…” piensa, sarcástico, algún viajero…).
Hacia las 6 de la tarde estamos de
regreso en el hotel, cansados, acalorados y satisfechos. Tras el imprescindible
aseo aún conservamos fuerzas para dar un paseo por las cercanías, charlar en el
bar antes de la cena y, después, contemplar la puesta de sol, que cubre de
sangre las colinas de Ammán mientras el “sagrado lamento” estremece la mágica
atmósfera del anochecer.
21 de Septiembre – 4º día - Ammán.
Salimos del hotel a las 8 de la mañana en
dirección Este, hacia la frontera siria, para visitar la fortaleza de Azraq. El
paisaje es llano, árido y desolado, una extensa estepa solo interrumpida por
las tiendas de campaña de los pastores de cabras. La carretera es recta, con
intenso tráfico de camiones, casi todos “Mercedes” de modelos antiguos, que
transportan petróleo desde la cercana Siria. Vemos numerosas canteras de donde
procede esa caliza pálida que da a Ammán su particular apariencia.
La fortaleza de Azraq es maciza, sólida,
tosca, achaparrada, de oscura piedra basáltica. Incluso sus puertas son gruesas
losas de piedras a prueba de llamas. En su patio central hay una humilde
mezquita colocada de través para orientar su mihrab hacia La Meca. La fortaleza
fue en origen un castra romano; luego fue adaptado a las nuevas necesidades por
los omeyas y más tarde por los ayyubíes…
pero debe su fama y leyenda a Lawrence de Arabia que se hospedó en ella en 1.917
mientras organizaba la rebelión de los árabes contra los turcos y preparaba la
batalla de Aqaba.
De nuevo en el autobús volvemos sobre
nuestros pasos y tomamos dirección Oeste para visitar Qasr-Al-Amra, edificio sólido
y sin vanos cubierto por tres bóvedas de
medio cañón y una pequeña cúpula lateral . Lo sorprendente es el interior. Fue
construido en el sg. VIII como pabellón de caza y descanso de un califa que,
pese a ser el representante de Alláh en la tierra, parece que no tomaba muy en
serio los dictados del Profeta. Todas las paredes están cubiertas de frescos en
los que prolifera la figura humana en escenas de caza y danza. Los desnudos son
muy numerosos y las actitudes notablemente “desenfadadas”. Estas pinturas son patrimonio de la
Humanidad con todo merecimiento pues, por su temática, son únicas en el arte árabe.
La siguiente visita es otro castillo, muy
distinto del anterior. Qasr-el-Kharana es cuadrado, macizo e imponente y se
alza en medio de la nada en la desértica llanura. Probablemente sus orígenes
son romanos, luego sería bizantino y más tarde omeya. En sus 4 esquinas se
levantan 4 torreones semicirculares y otros 4, más bajos, en el centro de cada
muro. Se trata de un caravasar, es decir, un establecimiento en un cruce de
rutas comerciales cuya finalidad es dar cobijo y protección a las caravanas. En
un gigantesco patio central descansarían los animales de carga, mientras que
comerciantes y camelleros se distribuirían por las estancias en torno a ese
patio, en donde hay, además, pozo, almacenes, cisterna e incluso baño. Un hotel de la época.
Continuamos en dirección Oeste para
acercarnos al Mar Muerto. En determinado punto de la carretera un cartel nos
indica que estamos a nivel del Mar Mediterráneo. A partir de ahí comenzamos a descender.
El paisaje se vuelve sumamente árido e inhóspito y solo la línea oscura del Jordán
interrumpe la monocromía. Al otro lado del río adivinamos Jericó, la ciudad más antigua de Occidente,
Jerusalén, Betania, Hebrón y tantos otros lugares de resonancias bíblicas y evangélicas.
Llegamos al Mar Muerto a medio día. El sol brilla inclemente sobre este lago
salado y percibimos un olor peculiar, desconocido para nosotros, que lo
impregna todo. Después de la comida en uno de los confortables hoteles de la zona
los viajeros, bajo un sol de justicia y un calor sofocante, se dirigen a la
cercana playa donde experimentan la sensación de flotar incluso contra la
propia voluntad en esa agua terriblemente salada y densa y del contacto con el
barro. Acerca del baño y sus placeres hay diversidad de opiniones.
Hacia las 5 de la tarde regresamos a Ammán
tras parar en uno de los almacenes de carretera para comprar cremas y jabones,
muy famosos por las propiedades que las sales del Mar muerto les confieren, y
otros recuerdos de la región. A las 7.30 llegamos al hotel y el día termina
tranquilamente después de la cena y la animada sobremesa.
ulpiano rodríguez calvo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Ulpiano, con esa admirable manera que tienes de escribir, haces que casi vivamos los relatos que cuentas. Personalmente como soy muy sensible al calor, casi lo siento como si estuviera allí. Yo no estuve nunca por esa zona, pero estuve en otras de calor parecido y al leerte casi lo revivo.
Me admira que después de un día de “excursión” todavía tuvierais fuerzas para salir a tomar algo. En mi caso eran unas horas, como máximo un día, pues fue en Cruceros, pero en cuanto llegaba al camarote o cabina me acostaba encima de la cama y cuando descansaba un poco me duchaba y vuelta al descanso. Luego, como en todo el barco había aire acondicionado, salía a cenar, pero incluso eso me costaba trabajo.
Por lo que describes, el viaje merece la pena. En mi caso ya dije muchas veces que la salud ya no me permite ese tipo de viajes cansados.
También quiero decirte que la introducción, como todo lo que escribes, está magistral.
Ulpiano se lamenta de la poca participación el blog y así es. Parece que hasta los veteranos han abandonado.
Hay muchos detalles que me gustaría comentar, por ejemplo las 7 colinas.
Por qué se repite tanto el número 7 en toda la historia?: Las 7 colinas de Roma, los 7 pecados capitales, 70 veces 7, los 7 días de la semana, 7 notas musicales, 7 vidas del gato, 7 maravillas del mundo, 7 colores del arco iris, los 7 magníficos y, por último, 7 novias para 7 hermanos. Algo tiene el 7 que no lo dejan descansar.
Sobre el paisaje que nos describe Ulpìano y que vemos continuamente cuando salen noticias sobre conflictos entre israelitas y palestinos, uno se pregunta de qué demonios vive esa gente?. Es como Las Tabernas pero a lo bestia y con 20 grados más.
El comentario que hace sobre la embajada de USA es lo cotidiano. En mi viaje por Noruega me llamó la atención que el palacio presidencial estaba sin protección alguna y sus jardines abiertos al público, mientras la embajada de USA estaba fuertemente custodiada y cerrada con una gran verja. ¿Por qué será?.
No hay que desanimarse Ulpiano, las visitas, a las entradas, siguen mas o menos como siempre.
Ya que hablamos del 7, ¿sabias Samuel la leyenda de porqué señalamos al siete con una marca en su medio?. Cuentan los cronicones que allá por tiempos de los faraones, cuando Moisés recibió los mandamientos, al comunicar los preceptos al pueblo escogido, al llegar al siete y decirles ... no fornicarás ... la plebe se reveló gritando aquello de : "Tacha el Siete, Tacha el Siete" de ahí esta costumbre.
Que haya salud, un saludo
Posiblemente, en aquella época, fuera el 7 el más perseguido por otros motivos distintos al que apuntas.
Yo diría que el 6 y el 9 se adaptan mejor a ese tema.
HAXA SALÚ.
Publicar un comentario