lunes, 26 de septiembre de 2016
A VUELTAS CON LOS IMPUESTOS
Por todos es sabido que pagar los impuestos
es uno de los primeros deberes cívicos. Los impuestos son pilares básicos que sustentan la sociedad, permiten su funcionamiento y
articulan el llamado estado social a través de una redistribución de la riqueza.
Al menos, sucintamente, esta es la teoría. Sin embargo es un tema que suscita infinidad de controversias.
La base de esos desacuerdos, independiente de la mayor o menor voluntad de cada
ciudadano a la hora de rascarse el bolsillo, radica en las leyes injustas que
regulan el pago de impuestos. No es de recibo que mientras los asalariados
sujetos a nómina y pensionistas son fiscalizados y pagan hasta el último céntimo las grandes fortunas y las grandes
corporaciones dispongan de mecanismos, ingeniería financiera
llaman, para eludir o reducir al mínimo esos pagos.
No resulta casual que durante el último lustro, mientras se reducían los
salarios y las pensiones permanecían en la práctica
congeladas, se incrementaran de forma exponencial las grandes fortunas y el número de nuevos ricos gracias a la política económica y fiscal del gobierno ahora en funciones.
Ante esta injusta situación un grupo de amigos ha comenzado a reflexionar y me han hecho
llegar algunas primeras conclusiones que piensan hacer llegar hasta Bruselas.
Si éstas son tenidas en cuenta y el próximo
gobierno no cambia la legislación para hacer tributar de forma más justa a las grandes fortunas y corporaciones que operan en España las arcas del Estado sufrirán un agujero
enorme.
Hace muchos años que
abandonamos Corias y la inmensa mayoría de
aquellos antiguos alumnos somos ya pensionistas. Ese es el motivo de publicar
en el blog las conclusiones de esta reflexión.
En mi opinión no se
trata de un “sálvese quien pueda”. Sí de un régimen tributario más justo.
ulpiano rodríguez calvo.
ATENCIÓN
PENSIONISTAS. La indignación ante una injusta realidad ha ido
creciendo: El cobro de la pensión debe ser
excluido del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) por las siguientes razones:
1º - No es un rendimiento del trabajo.
2º
- Estas pensiones actuales se fueron generando
durante la vida laboral y con el cobro de los salarios mensuales/anuales ya
fueron sometidas al I.R.P.F Es decir ya
tributaron por el impuesto.
3º - Por lo tanto al ser sometidas en la actualidad al I.R.P.F están siendo gravadas nuevamente por el mismo impuesto cayendo
claramente en la figura de “doble imposición”. Situación que se debe corregir
haciendo que la pensión quede excluida del I.R.P.F
4º – En todo caso la pensión podría tener cabida como rendimiento de capital mobiliario, con una
fiscalidad mucho menor que va
disminuyendo progresivamente de manera notable con la edad del jubilado.
5º – Tendría sentido esta
figura toda vez que el jubilado fue acumulando ese capital a lo largo de su
vida laboral y pagando el correspondiente I.R.P.F para cobrar al final de ella
la pensión.
6º – Esta figura está contemplada en la Ley de la cual se benefician las entidades
financieras privadas con el producto de Renta Vitalicia Inmediata aplicada a un
capital del cliente (que en nuestro caso
sería el capital acumulado por nosotros durante la vida laboral) para
eso una renta vitalicia inmediata (asimilable al concepto de nuestra pensión).
7º – Concluyendo: nuestra pensión NO ES UN
RENDIMIENTO DEL TRABAJO Y YA FUE SOMETIDA AL IMPUESTO DURANTE NUESTRA VIDA
LABORAL, POR LO QUE SE HACE NECESARIO CORREGIR ESA INJUSTICIA. Pero cómo es posible que paguemos dos veces. ¿Por qué a los jubilados, se les retiene el IRPF
de la pensión? ¿No la paga el Estado? Ya pagaron el IRPF
cuando trabajaban, incluso durante más de 40 años, para tener derecho a esa pensión limpia de polvo y paja. A los cargos políticos del gobierno, parlamento, senado etc. etc. no se les aplica
la retención del IRPF y todos ellos también cobran del
Estado.
domingo, 25 de septiembre de 2016
ENCUENTRO EN CORIAS
Como cada año y coincidiendo con el último fin de semana de Septiembre nos hemos reunido en nuestro viejo Convento de Corias, hoy convertido
en un excelente Parador de Turismo según el programa preparado al efecto por la Dirección de ADEACO.
Siguiendo la costumbre a partir de las 12 de la mañana fue llegando el personal a la explanada de la Iglesia para asistir a la Misa anunciada para las 12:30 y que habitualmente oficia el P. Basilio pero que en esta ocasión un compromiso de última hora en su residencia de Caleruega le impidió su asistencia.
Una vez tomadas las correspondientes fotos de familia se pasó a uno de los claustros donde en espera de la comida Paradores nos ofreció el ya tradicional aperitivo. Este año el Potaje de la comida creo que merece una buena calificación. Confiemos en que se mantenga.
Tras el acto ya obligado de la charla del Sr. presidente que está ocasión dio la impresión de querer abandonar el barco en espera de que otro Capitán asuma el mando del mismo, se pasó al no menos importante sorteo de obsequios aunque también debo decir que cada vez hay menos regalos. ¿Para cuando se le pide a la dirección del Parador para que ofrezca una noche para poder comparar entre la "confortabilidad" de aquellas literas de antaño y las estupendas habitaciones que ahora ocupan lo que fue nuestro querido Instituto.
No sé cómo saldrá esto ya que anoche me fue imposible por no tener conexión de internet y ahora lo estoy haciendo con el IPad pero resulta un poco complicado hacerlo. Esperemos que al menos pueda colocar alguna foto. La mejor reseña será la que nos ofrezca el Prior cuando regrese a León.
Creo no me deja meter fotos así que espero que la buena maña de Benjamín solucione en parte este desaguisado.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
DOMINICOS
En
plena escalada de la edad cuando uno ya ha dejado atrás casi todo, resulta
inevitable, y a veces divertido hacerse una reflexión retrospectiva. Como todos
estamos hechos del mismo barro, no seré yo el único que se interpele a sí mismo
con esta pregunta: Y ¿Qué hubiera sido de mi sin…? ¿Sin qué? Por ejemplo sin
tal persona que -para bien o para mal– ha sido decisiva en mi biografía, si tal
libro cuya lectura fue la simiente de una vocación posterior, tal encuentro
fortuito que vino a orientar o reorientar toda mi vida, tal oportunidad que se
me ofreció justo en el momento decisivo, tal decisión que marcó toda mi vida
con un antes y un después de haberla tomado. El hecho de que, en mi pasado, se hayan producido determinados
acontecimientos y otros han conducido a que hoy seamos lo que y como somos.
En
mi caso concreto (para qué voy a buscar otro ejemplo estando yo aquí y ahora)
tengo por seguro que soy lo que soy por el efecto de cuatro cosas: mi madre, mi
maestro, la Orden Dominicana y la Biblioteca Nacional.
Lo
de mi madre fue un regalo del destino.
El
primer día que asistí a la escuela en Campomanes, el maestro me pegó en la
cabeza con una vara metálica. Eché mano al pelo y saqué la mano llena de sangre.
No lo pensé dos veces. Cogí el tintero que había sobre la mesa y se lo arrojé a
la cara. Acto seguido recogí mis bártulos y me fui para casa. Mi madre, después
de oírme sentenció: “A partir de mañana vas a la escuela de la Frecha”. Así fue
como caí en las manos de un maestro extraordinario.
En
el año 72 se me planteó una difícil disyuntiva cuando acudí a mi amigo Máximo
Aza, diplomático en Asuntos Exteriores para que me buscara una plaza de
profesor de español en Canadá.
- -¿Lo
dices en serio?
- -Sí,
te lo digo en serio.
- -Antes
de una semana me llamó:
- -Pepe,
tienes una plaza de profesor en Vancouver.
No
lo acepté. Me incliné por la Biblioteca Nacional.
Si
lo hubiera aceptado… hoy sería un anciano canadiense, jubilado en una casita al
lado de un lago en un bosque de abedules de tronco plateado, con tres nietos
canadienses jugando por allí, tendría cierta amistad con un oso pardo que
frecuentaría mi trato. Me vería libre de la estúpida pesadilla de acudir a
contestar por tercera vez en un año quien quiero yo que gobierne.
Os
invito a que hagáis un ejercicio mental similar al mío. Quitad de vuestra
biografía uno o varios factores que fueron decisivos e imaginad sabe Dios qué
delirantes vidas habríais vivido. Los que lo miramos desde una de las últimas
curvas que restan para meta, ya sabemos que somos lo que somos y cómo somos
porque fuimos lo que fuimos.
Al
final del año 71 entré un día en un bar de mala muerte en el Madrid de los
Austrias. Allí me encontré, por casualidad, con un camarero que había sido
alumno mío en Corias y al que la mala suerte le había llevado a una situación
precaria. Una semana más tarde entró a trabajar en una empresa de reconocido
prestigio. Ello le permitió hacer la carrera de derecho y terminar en un alto
puesto de la administración.
Cuando
este chico ingresó en Corias tuve que hacer una trampa para matricularle, pues
tenía 14 años cumplidos y además de la trampa, le facilité el ingresar en
Corias sin pagar ni un céntimo el primer año.
El
resto ya fue cosa suya.
Por
cierto, nunca volví a tener noticias suyas desde entonces. Ni una humilde llamada.
Si
le veis por ahí -que seguramente le veréis-
decidle que estoy esperando que me invite a un café. Descafeinado.
Hay
teorías que defienden que lo esencial de la persona, aquello que constituye la
base y fundamento que lo configura para siempre, sucede en lo que vivimos entre
los 0 y los 12 años. Que a partir de los doce, solo vamos adaptando lo que
somos al paso del tiempo y sus vicisitudes. Es decir que yo sería irreconocible
sin esos 12 años primeros pero también seria inexplicable sin los sucesos que
luego terminaron por diseñarme tal como soy.
La
famosa teoría que define la filosofía de Ortega, es decir: “Yo soy yo y mis
circunstancias”. Sería la explicación condensada en cinco palabras, de la
complejidad de nuestra vida.
El
tiempo y avatares de la vida, han sido el artista que fue cincelando lo que
soy. ¿Es posible explicar nuestro presente sin conocer nuestro pasado?
Rotundamente, no. Para bien o para mal somos así porque fuimos así.
Yo
no sería tal cual soy sin uno de los episodios más básicos de mi vida: la
pertenencia a la Orden Dominicana. Me satisface reconocer que sin la orden, hoy
sería otro. Reconozco agradecido lo que para mi supuso la pertenencia a la
orden. Fue, lisa y llanamente, una segunda madre.
Y
ahora mamá cumple 800 años. Eso es lo que celebramos hace días en Oviedo un
ingente número de dominicos ex e in. La comunidad de Oviedo nos invitó a todos
a una reunión fraternal. Primero rezamos juntos y luego nos invitaron a comer
en el convento.
Acompaño
las dos fotos que allí me hice. En una estoy con el padre Ricardo, prior del
convento. En la otra con el padre Galán, director del colegio.
Debo
aclarar algo que sería insólito en la vida civil. Los dominicos de la comunidad
de Oviedo nos sirvieron a la mesa.
Con
el prior a la cabeza. Que el anfitrión sea también el camarero es algo que solo
se puede dar y comprender en una institución tan antigua, venerable, virtuosa y
noble como es la orden.
Quedamos
citados para el 900 centenario.
Pepe Morán. Dominico-ex
domingo, 4 de septiembre de 2016
CINCUENTA Y CINCO AÑOS DESPUÉS
Con este septiembre un nuevo verano se va
por el sumidero del tiempo. Antes de despedirse me deja antiguas imágenes aún vivas, no
importa que sobre ellas hayan transitado, y dejado sus huellas, otros cincuenta
y cinco veranos.
En junio las notas en Corias llegaban con
olor a hierba recién cortada. Mientras las guadañas con su
característico sonido, mitad silbido mitad rugido, atacaban por los prados
la alta hierba que se tornaba dorada, nuestros profesores afilaban los lápices para fijar las notas de fin de curso y, también a veces, los convertían en guadañas. Los lápices no segaban hierba, sí las cabezas
de algunos alumnos, al menos su futuro de estudiante. Los decapitados, al no
poder disponer ya de beca, casi siempre eran arrojados extramuros del
Instituto. Solo un hálito de esperanza, una especie de
purgatorio a penar durante todo el verano, quedaba depositado en los exámenes de septiembre. Si entonces los lápices
continuaban siendo inclementes las puertas del Instituto se cerraban para
siempre y su futuro, en muchos casos, decidido; cuidar unas pocas vacas y
trabajar unas tierras, si las había, o
entrar por el agujero negro de la bocamina.
No debía resultar fácil (Morán se ha referido a ello repetidas veces),
para aquellos profesores ejercer de juez y verdugo. De su lápiz –guadaña- podía depender el futuro de un alumno. Hoy podemos imaginar sus dudas
y desasosiego entre el fatídico cuatro y el salvador cinco. Algunos
profesores, aunque la responsabilidad no fuera en buena parte suya, ante el
desastroso examen que estaban corrigiendo se culparían de su
fracaso como docentes. Otros se regodearían (palabra
muy de moda en el
instituto-convento) calificando con un
cuatro o nota menor y tomar así una alambicada venganza contra aquel
proyecto de individuo incapaz de atender a las explicaciones, elemento
perturbador y graciosillo incluso, durante las interminables horas lectivas del
curso. De estos últimos existían dos tipos con muy diferente suerte:
Los que hacían gracia, y su cuatro se podía
transformar en cinco, y los que no, condenados a convivir durante el verano con
el estigma del cuatro.
Poco podíamos
disfrutar entonces, con aquellos lápices convertidos en guadañas sobre nuestras cabezas, de la maravillosa eclosión de vida multicolor, con predominio de todas las tonalidades del
verde, que se enseñoreaba de uno a otro confín del
concejo de Cangas. Escaso era el tiempo para, extasiados, contemplar cómo el agua y el sol vestían con hilos de plata las laderas de desnuda roca. O ver la folguera surgir de la tierra como un fino
violín antes de desplegar su voluta sobre el grácil mástil para
formar la fronda. Miles de frondas. Bajo ellas se cobijarían los animales más pequeños del
monte.
En contadas ocasiones, entre examen y examen,
un profesor se apiadaba de nosotros y nos llevaba, para desanudar los nervios,
a dar una vuelta por el monte. Si se trataba del P. Castaño era a la parte más alta, a los confines de la finca del
instituto-convento. Allí nos ordenaba rebuscar entre las
xiniestas, ya vestidas de deslumbrantes amarillos o blancos y perfumadas de
penetrante olor, hasta encontrar los más raros
especímenes de la fauna del lugar. Los seleccionados, una vez disecados,
completarían las colecciones del Museo de Ciencias Naturales, gran afición de aquel profesor. Si era el rector, P. Jesús Martín, quien nos pastoreaba solía
permitir acercarnos al bosquecillo de
cerezos situado a media ladera. Las cerezas de mayo son de las primeras frutas
que maduran en Cangas y por ello las más ansiadas.
Admirados contemplábamos cómo los rayos de
sol, al penetrar entre las verdes hojas, arrancaban de aquellos frutos ya rojizos destellos de rubí. Con consentimiento de nuestro guardián o a
hurtadillas tomábamos alguna de aquellas tempranas cerezas que al llegar a la boca
se tornaban en carnosos y dulces labios de novia enamorada.
Terminados los exámenes
llegaba la estampida. El silencio se adueñaba de aulas
y claustros castigando con estruendosos y múltiples ecos
cualquier indicio de vida. Solo algunos días, como nos
contaba el recordado Carlos Lobato, la magnanimidad de un guardián permitía acceder al patio del frontón a los chavales de Corias. Jugaban al fútbol y sus
gritos junto al sonido sordo del balón rompían ese
silencio en mil añicos.
La suerte de los estudiantes ante las
vacaciones era dispar. Unos podían haraganear y divertirse desde el
primer al último día. Otros, sobre todo quienes proveníamos de casas de labranza, teníamos que
arrimar el hombro en las tareas de la casa: ayudar a terminar de pañar la hierba, cuidar vacas y ovejas, echar el agua a los praos
cuando correspondía la vecera, enramar y ayudar a sulfatar y azufrar las viñas, segar el trigo y el centeno además de otras múltiples tareas requeridas por una casa de labranza. Esto, en Limés al menos, no impedía bajar al río después de comer a bañarnos con las chavalas del pueblo.
Tampoco, hasta ahí
podíamos llegar, ir a todas las fiestas que
se celebraban en la zona.
El verdor de los campos adquiría tonos dorados mientras los días de
vacaciones transcurrían raudos, arrastrados por voraz
torbellino. Alcanzábamos finales de agosto embriagados por el olor de la manzanilla
en las cumbres. Entonces la tarea se multiplicaba, había que mayar el trigo y el centeno. No solo el de casa, también ayudar a familiares y amigos. Durante una o dos semanas el
rugido de la máquina, al devorar los manoyos para separar el grano de la paja,
inundaba todo el valle. Al terminar la faena, en cada casa éramos obsequiados con pantagruélicas
comidas regadas con abundante vino. Éste limpiaba bien el gaznate del polvo de
la paja.
Con la llegada de septiembre el final del
verano se precipitaba, la fiesta del Acebo, como un mojón, marcaba su fin. El desfile de autocares rebosantes de
veraneantes rumbo a Madrid se intensificaba hasta que, pocos días después, partía el último. Montañas y valles de Cangas quedaban envueltos
por un profundo silencio disturbado solo por el sonido metálico de la esquila de una vaca. Silenciosos también maduraban los racimos en los viñedos de las
laderas del valle. Llegaba la hora de la vendimia y de nuevo se multiplicaba la
tarea, vendimiar para casa y para familiares y amigos. Se repetían las comilonas y se trasegaba abundante vino.
El
final de las vacaciones, y regreso a Corias, llegaba cuando los castaños abrían sus erizados ojos mostrando miles de iris dorados.
Al llegar nos encontrábamos con antiguos y nuevos compañeros, también con el olor a tinta y cola de los nuevos libros. Hacíamos recuento de los compañeros
ausentes, unos víctimas del lápiz-guadaña de algún profesor, otros por los más diversos
motivos. Si se había intimado con alguno en el curso anterior, independiente de cual
fuera la circunstancia, el pesar por la pérdida no era
menor.
Dentro de unos días antiguos
alumnos volverán a encontrarse en el convento-instituto hoy convertido en
flamante parador. Con pesar, por circunstancias, este año tampoco podré acudir. Pero quienes acudan volverán a hacer recuento de los ausentes, ausencia trágica ahora, para recuperar su memoria y para que esa memoria
acompañe a todos los presentes durante
muchos encuentros más.
ulpiano rodríguez calvo.
Video Reunión Gijón 2016
El amigo y compañero José Antonio Ramos nos envía el Vídeo de la
reciente reunión de la Promoción 1961/1968 de antiguos alumnos de Corias,
celebrada en Gijón el pasado día 20 de Agosto. Para visionarlo pinchad en este
enlace:
Muchas gracias por la colaboración y que lo sigáis
celebrando muchísimos años más, igual de joviales que hoy, y en plena forma.
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