domingo, 14 de octubre de 2018
DE QUIÉN SE TRATA II?
Durante su mandato en Corias,
el P. Celestino, según el libro “Diez testigos de la Fé” tuvo
varias actuaciones dignas de destacar: ordenó cubrir el patio,
supongo que se refiere al tendejón que todos conocimos y donde
muchos, en nuestra época, se pasaban el recreo castigados a sujetar
los pilares de madera que lo sustentaban.
En otra ocasión, como
consecuencia de aproximarse el centenario de la fundación de la
orden, se acordó pintar las paredes de la iglesia que estaban muy
deterioradas. Se pidió presupuesto a un albañil de Cangas,
presupuesto que fue rechazado por parecerles demasiado caro.
Ya estaban resignados a
desistir de tal obra, cuando el P. Celestino se ofreció a realizarla
por la mitad de precio.
Se puso manos a la obra; montó
un puente de madera entre las cornisas; en el cimborrio colgó un
cesto del techo y con una sulfatadora, la obra resultó todo un
éxito.
También se le atribuye a él
la instalación de la luz eléctrica en el convento, algo que le dio
buenos quebraderos de cabeza por las dimensiones del edificio.
Según parece, las
innumerables muertes de jóvenes en el convento, en los últimos
años, era un tema que le preocupaba al P. Celestino ya antes de
regresar a Corias , pero por miedo a represalias de sus superiores no
se atrevió a proponer ninguna alternativa. Fue al llegar, como
superior, en 1904 cuando tomó la decisión de aumentar la ración en
la cena y desinfectar bien todas las celdas donde había fallecido
algún joven, ya que no se tomaba ninguna medida de higiene en las
celdas de los fallecidos.
En lo que todos coinciden,
sobre el P. Celestino, es su afán por ayudar al necesitado, buen
carácter, aunque con ciertos matices, y estricto seguidor de las
normas de la orden y la liturgia.
Habíamos dejado a la
comunidad ya establecida en su nuevo convento de Navelgas, con todo
el alumnado y la estrecha colaboración de toda la comarca con los
religiosos, especialmente con el P. Celestino que gozaba de gran
popularidad y simpatía entre el vecindario, hasta el levantamiento
del 36 y la llegada de los republicanos al pueblo.
El 7 de agosto, de ese año
fue citado, el P. Celestino, por el comité de Navelgas, acudiendo al
cuartel en compañía de otros hermanos donde impusieron una
aportación económica al convento y les dejaron marcharse.
El 12, de ese mismo mes, fue
apresado junto con el P. Gregorio, y a pesar de su avanzada edad
fueron obligados a trabajar, hasta altas horas de la noche, en la
reconstrucción del puente de La Tejera que los mismos republicanos
habían dinamitado, días atrás, para impedir el paso de los
nacionales, que por Luarca se aproximaban, procedentes de Galicia, y
les dejaron regresar nuevamente al convento.
El día 16 fue detenido junto
con el P. Gregorio, el P. Santiago y Fr.Abilio y conducidos ante el
comité que se encontraba en el cuartel de la Guardia Civil, pasando
a la cárcel, en los bajos del mismo edificio.
Sobre la una de la mañana,
uno de los vecinos (Ramón Antón, panadero) vio como sacaban del
cuartel a varios y uno iba vestido de blanco, lo que hace suponer era
el P. Celestino ya que, según cuentan, no lograron quitarle el
hábito.
La camioneta partió con
dirección a Tineo parándose a un kilómetro en el lugar llamado de
La Tejera, muy próximo al puente que días atrás habían estado
reconstruyendo.
Allí les hicieron bajar,
quedando custodiados por cuatro milicianos, mientras la camioneta
regresaba a Navelgas.
Sobre la una y media la
camioneta hizo un segundo viaje con más detenidos, entre ellos uno
vestido de negro que se supone era el cura de Yerbo.
Los milicianos los colocaron
junto a un terraplén y los cachearon.
El teniente Llera intentó
escapar, le tiraron con un fusil, le rompieron una pierna y lo
hicieron regresar con el grupo.
Primero les hirieron en las
piernas, sin conseguir que cayeran al suelo por lo que comenzaron a
gritar pidiendo auxilio.
Hace poco falleció el último
testigo, que desde el pueblo de Sabadell (frente a La Tejera) oyó
los gritos de auxilio, pero la noche era muy oscura y no pudo ver
nada hasta el día siguiente.
Seguidamente empezaron las
descargas y uno de los que formó parte del pelotón, afirmó con
posterioridad, que los frailes saltaban como pelotas entre los cardos
y que los más acribillados eran el P. Celestino y el teniente Llera.
Según aparece en el citado
texto, y comentarios del pueblo, no se conformaron con el asesinato,
sino que los registraron y les quitaron todo lo que llevaban de
valor. Al P. celestino el cinturón, el hábito, el rosario y unas
cartas que llevaba en el bolsillo. Al P. Santiago la correa y la
muleta.
No conformes
con esto los arrastraron por la carretera, hasta la orilla del prado
y los tiraron cuesta a bajo.
Ya era de día, cuando
los milicianos decidieron llevarlos al cementerio en la camioneta,
pero estaban tan ensangrentados que los transportaron sobre el
portillo de la finca, para no manchar el piso del vehículo y los
taparon
con sacos.
Posteriormente, el alcalde la
villa, ante las críticas del vecindario, ordenó a cuatro vecinos
hacer una fosa, dentro del cementerio, y enterrarlos.
CONTINUARÁ.
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