Tras la primera toma de contacto
con la ciudad, acompañados de Cis nuestro yerno y el nietín Mateo, estrenamos el tren de
cercanías para ir hasta Sengaku-ji, lugar no muy alejado de la zona en que estamos alojados.
Allí hay un pequeño templo, famoso por su cementerio donde está la tumba de Asano Takumi y cuarenta y siete
samuráis. En el Castillo de Edo, Asano provocado por su enemigo Kira Hozukenosuke trata de asesinarlo pero no lo logró. Capturado y
juzgado fue condenado al “Seppuku”
(Harakiri), mientras que Kira no fue castigado a pesar de la costumbre de castigar
a las dos partes en incidentes similares. Los samuráis que servían a Asano se
quedaron sin dueño y Kira pensó que su
vida corría peligro porque éstos buscarían venganza. El jefe de los Ronin
(samuráis), Oishi Kuranosuke se
dedicó a interpretar el papel de borracho acabado, pero secretamente estaba
maquinando su venganza junto al resto de ronis.
Kira relajó su guardia el creer
que la decadencia de Oishi iba de mal en peor y creyó que si en dos años no
había pasado nada ya no tenia peligro. Ese momento lo aprovechó Oishi que junto
a 47 ronin entraron en la mansión de Kira clamando venganza, cortándole la
cabeza y llevándola al templo de Sengakuji. Los ronis fueron juzgados y
condenados a quitarse la vida aun contando con el apoyo del pueblo que alababa
lo que había hecho. Allí están las tumbas de las 47 samuráis sin dueño. Llama
la atención los tacos de incienso que los visitantes dejan sobre las tumbas de
los samuráis.
También en el parque Yoyogi hay expuesta una colección de barriles de la Borgoña francesa. Al parecer el emperador Meiji, en su afán por modernizar y occidentalizar Japón, comenzó a adoptar costumbres europeas en su propia rutina diaria. Justo enfrente hay otra colección de barriles de Sake.
Después de los dos primeros días
con cicerone, iniciamos nuestra aventura en solitario para tomar un Cercanías que
nos acerque hasta el Parque Yoyogi. Para ello hemos de ir
hasta la estación de Haraju-ku. Este
Parque fue el lugar del primer vuelo a motor de Japón, pilotado el 19 de
diciembre de 1910 por el capitán Yoshitoshi Tokugawa y después
se convirtió en un terreno de desfiles militares. Fue más tarde
utilizado como la principal villa olímpica para los atletas de las Olimpiadas
de 1964 como el lugar de natación,
saltos de trampolín y baloncesto. Hoy en día es un conocido parque de retiro,
especialmente los domingos.
Dentro del Parque se encuentra el
Templo
Meji-Jingu. En el se celebran
ceremonias sintoístas y se puede ver algún monje paseando por las
instalaciones.
Justo frente a una de las salidas
de la Estación de tren se encuentra
Takashita Street calle peatonal
llena de restaurantes, cafés y pequeñas tiendas donde puedes comprar cualquier
prenda, eso sí
falsificada. Es un
continuo hormiguero de gente. Como encontrar
un lugar para comer que no fuera el típico japonés estaba un poco
complicado, lo más socorrido y cómodo era ir a un MC
Donalds. ¡Lo que hay que hacer para
subsistir!
Volvemos por la tarde a nuestra
base, para pasar el resto del día en compañía familiar y tener ocasión de cenar
una buena carne a la parrilla, con un vino de California nada más que regular
en una franquicia americana, mientras los camareros hacían exhibiciones de cómo
preparar un cóctel al ritmo de “Bulería, bulería” de Bisbal.
Al día siguiente, de nuevo
acompañados por Cis y Mateo, nos vamos hasta
Asakusa distante a nueve estaciones de Metro donde nos encontramos
el templo de
Senso-Ji que es visitado
anualmente por más de 20 millones de personas y es sin duda uno de los puntos de
interés turístico más importantes de Tokio. La zona circundante, está repleta
de comercios y tiendas donde puedes comparar de todo. Desde
una camiseta o una gorra, pasando por dulces
y comida tradicional. Es el templo más antiguo de Tokio, dedicado a la diosa
Kannon. Según la leyenda, en el año
628, dos pescadores encontraron una estatua de la diosa en el cercano río
Sumida y aunque volvían a poner la estatua en el río, ésta siempre regresaba a
ellos.
Como en todos los Templos antes de entrar a orar la gente purifica su
cuerpo. Hay una
pila de grandes
dimensiones con agua de la que se recoge con unos cacitos, ya que no puede
tocarse la que está en ella. Primero se mojan una mano, luego la otra y mas
tarde la cara. El agua sobrante la vierten inclinando hacia si el cacito. Luego
cogen unas barritas de incienso que depositan un gran incensario para quemarlo
allí y recibir buenas “afumadas” antes de subir al Templo. Dicen que si te
frotas este humo por las partes que te duelen, serás curado y purificado. Una
vez se suben las escaleras del templo, como forma de respeto, se dan dos
palmadas y se inclina un poco la cabeza. Esto también suele ir acompañado
tirando unas monedas en cofre de madera que hay delante de las escaleras.
Toca comer y hemos de buscar
restaurante. La oferta es amplia. Nos decidimos por un italiano que sabes que
no fallas porque en todos tienen lo mismo.
Regreso a la base otra vez para
preparar el viaje de mañana que nos vamos por un día del Hotel de Tokio.
7 comentarios:
Alfredo, aquí no ponemos nota, pero si lo hiciéramos, tendríamos que darte un diez. Excelentes el relato y las fotografías. Mañana, o cuando tenga un poco más de tiempo, lo volveré a releer, pues aunque ya lo hice dos veces, siempre se encuentra algo que te pasó desapercibido el primer día.
Lo de recurrir a los restaurantes italianos y a los McDonalds, es lo más aconsejable cuando no se conoce, y no digamos, cuando te pueden dar carne y otras cosas crudas, como según tengo entendido pasa en los restaurantes japoneses. Yo que soy muy tradicional para las comidas puedo pasar hambre antes de comer algo así crudo y que no conozco lo que puede ser.
Hablas de ir a un sitio, Asakusa, distante a nueve estaciones de metro, para una “paleta” como yo, que fui una vez en metro en toda mi vida… Te puedes imaginar que me parece la hazaña del siglo.
Voy a contar mi experiencia con el “metro”. Fue en el año 1973, cuando fuimos de luna de miel. Como ya dije aquí era la primera vez que iba a Madrid, y claro, quise ir en metro, pero no me gustó la experiencia, así que dije: “Para las veces que voy a venir yo a Madrid voy en taxi” y así lo hice siempre. Tampoco en Barcelona, que vamos todos los años, quise ir en metro nunca.
Si viviera en alguna ciudad grande y tuviera que ir a trabajar todos los días, evidentemente no iba a ir en taxi, tendría que adaptarme al metro, pero para ir una vez al año aproximadamente a Madrid, y lo mismo a Barcelona, además teniendo tiempo suficiente para ir a los sitios, -el metro creo que es más rápido- no me apetece. Cuando estuvimos en Montreal hablaban de la “ciudad subterránea” que debido al intenso frío tienen. Bajamos desde unos almacenes, ya que todo el comercio tiene salida a nivel del metro, y vas por allí de un establecimiento a otro y el metro da la sensación de ser un tranvía, pero yo no quise subir.
Bien documentado reportaje este de Alfredo sobre su viaje a Japón. En él nos describe, con amplio soporte gráfico, interesantes retazos de historias, leyendas y costumbres de ese lejano y poco conocido país.
En su narración me parece percibir una cierta prevención, quizá en próxima entrega nos sorprenda con lo contrario, hacia la cocina japonesa. Prevención, ante carnes o pescados crudos, compartida por Maribel en su comentario. Sobre gustos en el comer no seré yo quién os lleve la contraria, no soy forofo de las comidas “exóticas” y tengo muy arraigados los sabores de la infancia. Aún recuerdo el esfuerzo que tuve que hacer, recién llegado a Madrid, para tomar el primer gazpacho o un cuscús la primera vez que fui a Marruecos. Pero reconozco que la comida forma parte importante de la cultura de los pueblos y salvo barreras infranqueables de rechazo a sabores, en mi caso no soporto el cilantro o platos cocinados con aceite de coco, el paladar puede, en mi opinión y sin mucho esfuerzo, adaptarse a nuevos gustos.
Pescados crudos o carnes sin pasar por el fuego son platos incorporados desde hace mucho a la cocina española: Boquerones en vinagre, salmón marinado, ostras, oricios, Carpaccio, steak tartar etc.etc.
Los debates que todos, en alguna ocasión o con bastante frecuencia, hemos tenido sobre el consumo de alimentos crudos me trae a la memoria una conversación mantenida hace años con un hombre en El Salvador. Hablando de comidas me dijo: “Me han dicho que en España ustedes comen los cerdos crudos” ante mi sorpresa remachó,”Si, que matan el cerdo, lo cuelgan y se lo comen”. Tardé en reaccionar antes de darme cuenta que estaba hablando del jamón. Quise explicarle que el proceso era más complejo y laborioso, incluyendo el salado, secado, madurado…pero el hombre, en medio de aquel calor y de la humedad tropical, no pareció quedar muy convencido de que esa transformación pudiera efectuarse sin que la carne se agusanara, y, a pesar de mis alabanzas a tan rico manjar, él continuaba con gesto de repulsión ante la perspectiva de engullir aquella carne cruda.
Coincido con vosotros en que para gustos hay colores y cada cual tiene sus gustos. Aunque la comida es una de mis debilidades, también, en restaurantes de cualquier lugar, me abstengo de pedir ciertos platos. Luego, casi siempre, me queda la duda de si me estoy perdiendo algo.
Alfredo, estupendo reportaje con fotos incluidas.
Entiendo que cuando hablan de pescado crudo, es como nuestro jamón, que lleva un proceso bien sea marinado, salado o ahumado.
Yo creo que nos hacemos el mismo lío que que el salvadoreño al que se refiere Ulpiano con respecto al cerdo crudo.
Con respecto al gazpacho tengo yo una anécdota un tanto graciosa. Le pasó a mi hijo Angel, que estando en bachiller, se fue con unos amigos a Cordoba y allí le ofrecieron gazpacho y no se podían creer que no lo hubiera probado nunca. A Ángel padre, no le gustaba y a mi tampoco me entusiasmaba. Ahora en cambio, es algo que tomamos en verano con mucha frecuencia y nos encanta.
Alfredo, me ha gustado mucho tu reportaje e ilustraciones, entrelazado de historia, leyenda y mitología.
Espero la segunda y siguientes entradas.
Sobre las comidas, tengo que reconocer que yo hubiera seguido al pie de la letra tus pasos hacia la comida occidental, obviando la japonesa; y lo digo por las experiencias sufridas cuando me han "arrastrado" a restaurantes del Sol Naciente.
Estos días aumentó la actividad en el Blog, y yo no escribí nada, así que ahora seguro que me quedará algo en el tintero.
Yo creo que tengo un problema y es que soy muy tradicional en la mayoría de las cosas. De ahí lo de que no se me ocurre probar carne ni pescado crudo. Las ostras sería incapaz de probarlas. Cuando me enteré de que además de crudas se comían vivas… El carpaccio, tiene también para mí el agravante de las especias, que no me gustan. De todo lo que comenta Ulpiano lo único que comería, con reservas, serían los boquerones en vinagre. Bueno hasta el salmón ahumado me da reparo por la sensación de crudo.
Ahora viene la segunda parte y es el jamón, para mí un auténtico manjar. La verdad, que nunca se me ocurrió pensar que estaba crudo, y ahora que lo pienso, me da lo mismo. Es igual que sea el ibérico que el de esta zona, cada uno a su manera me parece una gran comida. Los embutidos también me gustan, pero ya menos. Donde no me gustó el jamón fue en Italia, está menos curado, le llaman “prosciutto crudo” y puede que me influyera algo.
A mí siempre me gusta para comer a mediodía un plato de “cuchara” delante, y que ahora, sobre todo en los restaurantes más “modernos” no hay nada. Varias veces fui a restaurantes recomendados y al llegar y ver que no había ningún tipo de crema, consomé o sopa, me ponía de mal humor. Eran restaurantes caros y pagar bastante y no comer lo que quieres…
Olga, a mí el gazpacho tampoco me gusta mucho, pero reconozco que con los calores del centro y sur de España, es una comida adecuada.
Alfredo,me alegro mucho que tú excelente viaje haya sido tan placentero en compañía de la familia,será algo que jamás olvidareis,porque este viaje es mucho viaje,así que malegro mucho,me pasé leyendo tus comentarios y viendo las preciosas fotografías una jornada completa,son de exposición y los comentarios un diez,gracias y hasta cualquier momento,un abrazo.Víctor Gión
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