martes, 12 de noviembre de 2013
Dos grandes y una espicha
Hay dos
tipos de grandones, según de lo que hablemos.
Existe el
grandón de estructura física; ya se sabe, 1.94 de altura y espaldas como un
armario. No se le supone carácter altanero, chulesco, prepotente. Puede ser más
manso e inofensivo que una “oveya”. Enseguida se nota por sus actitudes que,
pese a su aspecto intimidante, no suele usar su físico para imponer sus
opiniones.
Hay otro
tipo de grandón. Abunda mucho en Asturias, se les conoce enseguida por su
actitud altanera. Tanto verbal como gestual. El habla está cuajada cual
partitura de notas musicales, de tópicos repetidos hasta la saciedad “Yo, yo,
yo”, “Porque si a mi me…” “Yo arréglolo con un par de hosties”, “Mandelu un mes
pa’l hospital”, “Si quies arreglámoslo fuera”, “Los políticos son toos unos
ladrones, los sindicalistas unos sinvergüenzas, unos caras y unos parásitos,
dígotelo yo, que los conozco a toos bien. Los empresarios toos unos fíos de
puta”, “Si me dejaran a mi…”.
Este tipo
de grandón abunda mucho en Asturias, como ya he dicho. Los camareros de los
chigres son testigos de cuanto salvavidas y salvapatrias se desperdicia en este
país por darle cancha a esa gente que va de superior. La mezcla de ambos tipos,
el de cuerpo y el de boca, puede llegar a ser explosiva. Cuenta de ello, la da
Pepón el Caricolero, natural de la Vega del Ciego, tenía una masa corporal que
rompía moldes y tallas. Era impresionante. Pues cuentan que una vez un
extremeño imprudente trató de reírse de él y Pepón – un mal día lo tiene cualquiera
– le asestó un golpe en la cabeza que le incrustó medio cuerpo medio metro en
el suelo. Al menos eso contaban en Campomanes. En aquellos tiempos felices se
creía todo.
Lo que
tiene más visos de verosimilitud es lo de Angelón el de Flora. A este le conocí
yo personalmente. Era un gigantón de casi dos metros, natural de Las Fuentes y
radicado en Mieres. Como es igualmente propio de semejante plantígrado comía y
bebía por arrobas. Un día estaba en Los Llamos, invitado a una espicha. Había
como unas treinta personas todas en derredor de un “tonel puesto en un
barracucu y tapáu col laurel”. El grupo fue poco a poco, disgregándose en
conversaciones varias. No faltaba ninguno de los ingredientes del tipismo
asturiano. Un prado, viandas a tope, sidra sin parar etc. Pronto se encendieron
los ánimos y empezaron a oírse a alguno que otro. En uno de los grupos estaba
Angelón, que tras ingerir media empanada y otra media docena de huevos duros,
aseveraba a voces que todo esto lo arreglaba él en dos o tres días, tiempo que
tardaba en meter a la cárcel a todos los políticos y a todos los banqueros. No
citó a los curas. Yo creo que desde que visten de paisano parece que no son tan
curas. Culpables de todos los males. En fin, lo típico del salvapatrias de
chigre que tanto abunda por aquí. Transcurrido un rato en tan venerable rito de
la sidra sobrevino de pronto algo que alteró los ánimos un poco. Fue un
chispazo y nunca mejor lo de chispa, porque en el grupo de Angelón alguien
empezó a quejarse de tener problemas con el recibo de la luz. Al cual yo
comenté, para consolarle, que conocía a un ingeniero de electrónica y también
economista que le sucedía lo mismo. Ahora está haciendo un máster en Hardvard
para ver si logra entender el maldito recibo.
Angelón
metió baza en la conversación, alegando que a él le había pasado algo parecido
hacía dos años, fecha en la que le pasaron el recibo de un mes, dos veces y de
nada le valió protestar y amenazar, pues esa gente es absolutamente
impenetrable cuando caes en sus garras. El caso es que a Angelón ya se le había
calentado la boca y tenía necesidad de desfogarse, nada mejor que con un
individuo llamado Abundio, extremeño, trabajaba para la Hidroeléctrica. Según él,
en la Hidroeléctrica eran todos unos vagos y unos ladrones y para concretar más
señaló a tal Abundio y mirándole con desprecio dijo “la prueba la tenemos en ti
ruinín, son todos vagos y medio bobos”, Abundio se sintió herido y le rogó que
dejara tanta agresión. Pero Angelón ya había llegado a un punto de no retorno y
siguió insistiendo en la misma falta de calidad de los trabajadores de la
Hidroeléctrica. Entonces sobrevino algo absolutamente insólito. Abundio se puso
de puntillas y volviendo el brazo hacía atrás le plantó una solemne bofetada a
Angelón en la cara. Todos quedamos estupefactos.
Unos tiraron
de teléfono para llamar al 112, otros se
interpusieron entre los dos para evitar una posible desgracia, pero Angelón no
se inmutó desde sus dos metros de altura, miró hacía abajo y con gesto de
desprecio y una sonrisa de conmiseración le dijo al pobre Abundio ¿Prubín,
mancástete?
Pepe Morán. Dominico-ex
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1 comentario:
No se puede retratar mejor al "grandón" que del modo como lo hace aquí Pepe Moran. Como se decía antiguamente:
Esti estudio pa cura. Ye listu, dígotelo yo que de esto se muncho.
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