PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

lunes, 9 de febrero de 2015

YO, ESTUVE EN CORIAS


Hace unos días, cayó en mis manos la memoria de un dominico., que pasó por Corias allá por los años 40. Hombre de gran vocación religiosa, gran defensor de los Derechos Humanos y de los más necesitados. 

Posiblemente para la mayoría de los blogueros no tenga el menor interés este relato, pero su descripción del paso por nuestro querido monasterio despertó en mi un interés especial con el fin de contrastar aquellos tiempos y los nuestros.

El libro consta de unas 300 páginas y muchas de ellas tratan de temas que no sería prudente reflejarlos aquí, por su contenido crítico hacia ciertos estamentos, por lo que me centraré en aquello que nos pueda traer algún recuerdo o que resulte un tanto chocante.

Su nombre es Juan, nació en un pequeño pueblo del concejo de Tineo, en noviembre de 1926, dentro de una familia profundamente religiosa. Es el tercero de 10 hermanos y actualmente está convaleciente de una doble operación de cadera.

Cuenta lo mucho que le costaba rezar el rosario, todos los días, después de cenar y el percance ocurrido el día de su primera comunión.


       -Sería por 1935, finales de mayo o primeros de junio; bajábamos mi hermano Pepe y yo hacia la iglesia, muy contentos, y pasamos por debajo de una zreizar que tenía las zreizas ya coloradas, cogí una la metí en la boca y Pepe me dijo: “¡Uy nin!, no podemos comer ni beber nada antes de comulgar. La escupí y con ella toda la saliva que tenía en la boca.
        Al llegar a la iglesia, se lo comenté al cura y éste me dijo que no podía comulgar, por lo que tendría que esperar al año siguiente para hacer la primera comunión. Y así fue.
        Ingresé en Corias en setiembre de 1939, terminada la guerra, donde la pensión (comida, cama, lavado de ropa y estudios) costaba una peseta mensual.
         Llevaba poco más de un mes cuando empezó a dolerme una rodilla y el médico de Cangas me recetó paños calientes, tanto como aguantara, para que “madurara la infección”. Pero no mejoró y aquello cada vez estaba peor, por lo que el día de San Martín (11 de noviembre) fue papá a buscarme, con el caballo y la pollina, para llevarme a casa. Recuerdo la fecha porque, al pasar por Gera, paramos un rato a descansar y ver la feria.
         Un médico de Tineo me diagnosticó reuma articular, por lo que los paños calientes no estaban muy indicados, en este caso, y habían agravado el mal
         Tenía que tomar diariamente una cucharada de calcio en polvo, un concentrado de hierro y otra cucharada de aceite de hígado de bacalao.
          La rodilla mejoró y, cuando no había nadie por casa, me levantaba y me iba a jugar a la era. El médico se enteró y me escayoló la pierna.
          La hinchazón disminuyó y como la escayola quedaba floja la bajaba como una polaina y seguía jugando, por lo que la convalecencia duró seis meses.
          En setiembre de 1940 volví a Corias. La morriña de la casa era muy fuerte. Recibía una carta, cada semana, de mamá y tenía que meterme en el baño a leerla porque me saltaban las lágrimas.
          Estaba allí el P. Antonio del Riego, de Tineo, y nos enseñó el lugar donde los milicianos le obligaron a cavar la fosa antes de fusilarlo, aunque no llegaron a ejecutarlo, posiblemente, por llevar el apellido Riego.
          Estaba de rector el bonachón del P. Jacinto Garrastacho y lo fui a ver para preguntarle si la falta de la falange del dedo pulgar sería impedimento para ser ordenado. Me hizo coger un papel y me dijo que no había ningún inconveniente.
         Todos los profesores eran dominicos, en su mayoría jóvenes, y sin ninguna preparación en las asignaturas a impartir.
         Teníamos libro de texto de todas las materias y el método consistía en tomar la lección: responder en clase lo que habíamos estudiado la hora anterior.
En tercero, llegó un grupo de dominicos con título universitario recién obtenido en la Universidad Central de Madrid lo que significó una verdadera revolución en el método de enseñanza.
        Los alumnos éramos de varias provincias: Palencia, Valladolid, Madrid, Santander, pero la mayoría éramos asturianos, predominando la cuencas mineras.
        Por la mañana teníamos: misa, desayuno, media hora para hacer la cama e ir al servicio. Dos clases por la mañana, con un descanso de media hora y dos por la tarde.
        Antes de cada clase teníamos una hora de estudio para preparar la lección en un amplio salón con pupitres individuales de madera. Después de la última clase, rosario, cena y a la cama.
        La jornada era intensa y agotadora que nos exigía dedicación y mucho interés, por lo que muchos abandonaban y se volvían a sus casas.
        No recuerdo haber recibido ningún castigo, sólo los colectivos.
        Nos trataban con cariño. Los castigos se reducían a ponerse de rodillas en clase, en el salón de estudios y si la falta era muy grave en el comedor durante la comida. No recuerdo un castigo violento, como una bofetada.
        Algunos frailes eran incapaces de mantener el orden y la atención en clase, como el P. Quitaniella que, con frecuencia, ponía a toda la clase de rodillas o nos castigaba sin recreo.
        Al P. Garrastacho le sucedió el P. Domingo del Pilar. La primera medida que tomó, como director, fue prohibir todos los castigos, pues quería que actuáramos por responsabilidad y no por miedo al castigo.
        La comida era pobre, los tiempos eran malos: posguerra, racionamiento y en plena guerra mundial.
        El desayuno consistía en una taza grande de café (achicoria) con leche (muy aguada) y un panecillo.
        Al mediodía un plato, lleno hasta rebosar, de un potaje muy aguado, con unas cuantas alubias en el fondo y muchas berzas casi sin picar.
        Después, de segundo, un pedacito de carne o pescado con lechuga y alguna patata.
        Mamá me enviaba, todos los meses, un queso, una fogacina y unos cuantos chorizos para la merienda. Esta comida, que recibíamos de casa, la guardábamos en un cuarto bajo llave y yo fui, por un tiempo, el encargado de abrir y cerrar esta despensa colectiva.
        En tiempos de castañas (abundaban) nos permitían hacer magosto. Nos juntábamos por grupos: recoger castañas, traer leña, atizar el fuego, pincharlas para que no esplotaran y asarlas en una lata, agujereada por el fondo. Sabían a gloria.
        En la cuadra, donde engordaban los cerdos para la matanza, había algarrobas y algunos iban, a escondidas, a comerlas.
        El síndico (administrador) era el P. José García que se desvivía para que no nos faltara de nada. En tiempos de cosecha visitaba, con un camión, los pueblos de Castilla y León para comprar directamente a los prtoductores y obtener mejores precios. Por la zona de mi pueblo venía cuando la cosecha de las patatas y, en general, la gente se las daba como limosna.
        Una vez al trimestre disfrutábamos de un día de campo, un día libre de clase y sin rutina diaria. Íbamos a pie a lugares distantes 8 ó 10 Kms. como El Puelo, Tebongo, Santa Ana, Arganda, Veiga la Piedra y, la comida, de fiambre, era abundante y más sabrosa que la del comedor. En estos días disfrutábamos de verdad, rompiendo con la cansina rutina de todos los días, alejados, por un día, de los libros de texto, de los ejercicios, de la disciplina y de un horario agotador.
        Aún recuerdo el caso de un compañero de curso que se partió el cuello y quedó inconsciente al caer de una morera.
        El médico, de Cangas, propuso clavarle un punzón en el corazón porque no había remedio y estaba sufriendo mucho.
        Era el mismo médico que me atendió cuando el problema de la rodilla.
        El P. Elías Fierro, nuestro director espiritual, se opuso rotundamente porque sería un asesinato. En vez del punzón, en el corazón, puso una reliquia del P. Arintero bajo su almohada y el alumno recuperó el conocimiento y mejoró en el rendimiento de sus estudios.
        Terminé los cinco cursos “PENSUM” equivalente a la reválida de entonces, pasé unos quince días en casa para despedirme y salía para Salamanca, para hacer el noviciado, convencido de que valía para dominico.
         El noviciado, en Salamanca, si se toma en serio exige mucha concentración para conocer tus inclinaciones y gustos. Algunos compañeros fueron cayendo por el camino, por diferentes motivos: porque comprendieron que no era eso lo que buscaban, la dureza del internado en el convento, la mala y escasa comida, la añoranza de la familia y el cambio radical de estado de vida.
         Filosofía lo hice en Vergara y Caldas de Besaya..
         Regresé a Salamanca para hacer Teología donde el frío era insoportable. Recuerdo que en febrero de 1954 el termómetro estuvo a 12 bajo cero varios días. Sólo teníamos calefacción en las clases; en el coro, en el dormitorio y en los claustros no, por lo que los sabañones y catarros eran frecuentes.
         Me ordené presbítero el 23 de noviembre y mi primera misa solemne fue el 25 de diciembre.

         Como dato curioso diré que el orador, durante la misa solemne, fue el P. Luis Martínez O.P. que estaba en Corias en el 57. 

         Después fui destinado a Québec, desde allí a la Universidad Laboral de Córdoba,, siguió Vergara, Santo Domingo, Brasil, Roma y nuevamente Santo Domingo.

          Desde aquí,  deseamos una pronta recuperación a este dominico incansable, aunque los años no pasan de largo.

45 comentarios:

Maribel Pérez dijo...

Samuel, tanto a Manolo como a mí, nos resultó muy interesante la entrada. El libro debe de estar bien, al menos los pasajes que pusiste.

Por una parte habla del P. Antonio del Riego que, según me dice Manolo, era amigo de un tío suyo, llamado Manolo también. Lo que no sabe es de dónde venía la amistad. Su tío vivió en Madrid muchos años, pero no sabe si se conocieron en Cangas o en Madrid.

Por otra parte, el compañero de curso que cayó de la morera y que luego mejoró el rendimiento en los estudios, recuerda la historia de un fraile que Manolo y los de tu época conocéis bastante. Yo le oí a Manolo muchas veces esa historia y decía que tenía una gran memoria.

También nombra al P. José García, y también lo conocemos. Como en el caso anterior. Lo conocía yo también, en ese caso por ser tío del padre de una amiga mía ya fallecida.

Mamen dijo...

Muy guapo el relato,Samuel,conozco bien Salamanca,aquello tan grande, donde estaban los estudiantes esa parte no se usa para nada,con esos pasillos,tan largos y enormes,me figuro como seria de frio,pues Salamanca es frio y aquello sin nada para calentarlo,aquellos tiempos ,como los vuestros,unas buenas raposadas,pasasteis,los unos y los otros,aunque despues,ya veo que algo de calor,ya tenian,en ciertas estancias,al padre Luis,lo conoci,cuando era una nena, en el Acebo,pues iba con mi madre a pasar las novenas,alli,llevabamos camas de aquellas plegables y la luz que teniamos era de candil, tambien teniamos un hornillo ,que atizabamos con leña,era la casa de las novenas que llamabamos,pero eramos priviligiadas,pues mucha gente,que era de Cangas ,que iban a vender cintas y recuerdos,dormian en la parte de abajo,por donde hay ese tunel,que pasa para la Iglesia, a los lados,que se ven unas puertas,pues era alli,ellos dormian en la paja,cuantos recuerdos tengo yo del Padre Luis y del Padre Ruiz,creo que estaban alli,porque habia algo de misiones,de ahi surgio,una gran amistad con él y su familia,pues recuerdo que sus padres vinieron a mi casa alguna vez,luego se fué para Mexico,alli se salio de la Orden y se caso,aun tengo yo por ahi una foto dedicada de él,y del Padre Jose,que voy a decir, si fué el que me caso,me acuerdo que nos dijo,pues era Viernes 18 de Julio,que era festivo,veo que no sois superticiosos,pue ya sabeis,que viernes y martes,ni te cases ni te embarques,nunca se me olvido aquello.Este dominico,segun veo,vive,pues seguro que lo conoce mi hijo,pues estuvo muchas veces en Sto.Domingo

Samuel dijo...

Quiero dejar claro que es una coincidencia que se publiquen dos memorias de dos dominicos (famosos) en fechas tan próximas.
Como habéis comprobado, este domingo y lunes, salieron en La Nueva España (Siglo XXI) las memorias del P. Basilio y sus andanzas por Corias, Puerto Rico y Caleruega.
El P. Juan y el P. Basilio coincidieron en Corias dos o tres años.
Mi opinión es que el P. Juan es más en la línea de Carmelo que del P. Basilio.
Mamen, seguro que tu hijo lo conoce, fue asistente del Maestro para América Latina, Prior Provincial y muchos más cargos que acarrea sobre sus espaldas.
Hay algún dato que llama la atención en sus comentarios sobre Corias:"Nos trataban con cariño, no había grandes castigos como bofetadas, etc.".
Yo me pregunto,¿Cómo demonios cambiaron tanto los métodos de enseñanza, en tan pocos años?.
¿Cómo es posible que les enseñaran la no violencia y con nosotros utilizaban todo tipo de castigos, incluidas bofetadas, puñetazos, patadas, hasta brotar la sangre?. No lo entiendo, tan malos éramos para merecer todo eso.
Cuidado, había muchas excepciones; no todos empleaban los mismos métodos.
Otro detalle que destacaría, era la despensa comunitaria, donde guardaban la comida, recibida de casa, para el bocata de la merienda. Este sistema no existía en nuestros tiempos, lo que ocasionaba apropiaciones ajenas,debidas a la precariedad de la comida, como muy bien sabe el Prior.

Samuel dijo...

Maribel, se me olvidaba, nadie se acuerda del famoso médico del punzón en el corazón.

inocencio fernández menéndez dijo...

Samuel.
Leido el paso del P. Juan por Corias,suscribo yo mismo ese relato,aunque fue en años posteriores.Algunas cosas mejoraron, sobre todo la comida,que en mis años era muy abundante y variada.Las salidas eran las mismas.Para mí la mas deseada era la de El Puelo,Carriles,Agüera,Arganza,donde comíamos en el prado del molino...En ese molino,de maquila,molía mi familia,cuando en verano los regatos del molino familiar de casa,no tenía agua suficiente.Este lugar está a cuatro o cinco kilómetros de mi casa,por los atajos,claro.
En cuanto a los castigos corporales,suscribo lo del P. Juan.Algún tirón de orejas, si acaso.Para los comportamientos que no consideraban conformes para lo que estábamos allí,ya por mala conducta o por poco aprovechamiento escolar,al final de cada trimestre,eran expulsados del colegio.
Eso de los castigos corporales sería por épocas o que eráis muy trastos.Mi hermano que estuvo ya siendo Instituto no cuenta eso como de especial importancia.
Habría de todo...
Cuando yo estuve,lo que te mandaban de casa,mi padre iba a Cangas casi todos los sábados,lo tenía cada cual en su maleta.Recuerdo a un compañero de la Zona de la pizarra,de Valdeorras,que su padre le traía una especie de bidón con tapa lleno de mantequilla mezclada con miel,puede que de diez kilos o más y allí se compartía a cucharada limpia.En mí caso se aportaba,empanada,chorizo.Teníamos en ese momento 11 ó 12 años.Que tiempos....
Otro día,más.

Olga dijo...

Con esta entrada de Samuel que me pareció de lo mas interesante, podemos ver la diferencia de trato que había cuando "nuestro" monasterio estaba dedicado a la preparación y enseñanza de los futuros Dominicos, al que recibíais vosotros como estudiantes de bachiller laboral, al menos en los primeros años la diferencia era abismal. No se si vuestro comportamiento era muy diferente y como dice Inocencio que seríais unos "trastos", por decirlo de una manera cariñosa. También es cierto que Corias tenía fama de albergar a los "mejores" de cada casa.
Resulta muy tierno leer todas la peripecias contadas por el recuerdo de un niño, con esa morriña y esa vida un tanto dura lejos de sus padres en aquellos tiempos tan duros, porque si en vuestra época lo eran... imaginaros 20 años antes.
Me acongojó la decisión del médico sobre el punzón!!!.
Me queda la curiosidad de saber que fue de este compañero de Juán.

inocencio fernández menéndez dijo...

Olga.Te hago un comentario y no quiero que moleste a nadie...
Yo ingresé como postulante dominico
en 1955.La selección de ingreso fue dura.Del Concejo de Tineo solo admitieron a cuatro en ese curso,Luís de la Hoz de El Crucero,Felipe de Carriles,un chico de Ablaneda de la parroquia de San Félix y yo mismo.El chico de Ablaneda no se presentó y Luis de la Hoz,abandonó en tercero.Por cierto Luis de Hoz falleció hace unos años en un accidente de parapente por Tapia de Casariego.Yo abandoné ya estudiando Teología.La presión con los estudios era muy fuerte...el que no valía,fuera,al menos en los dos primeros años...Como para portarse mal...
En el Instituto sería otra cosa...Mi hermano pequeño estuvo en el Instituto y no tuvo las mismas exigencias que yo.Si no rendía,bronca en casa y poco más.

Samuel dijo...

Tiene razón Olga que la diferencia de trato era abismal. No se entiende que una minoría guardara tanto rencor y descargara contra críos indefensos.
CONTINUAMOS:
Los sábados teníamos solfeo, ensayo de cantos y la oportunidad, para los que lo desearan, de aprender piano.
Yo lo intenté, pero la falta de la falange del pulgar de la mano derecha era un inconveniente y lo dejé.
Los partiditos de competición los jugábamos en el prao de la finca, que estaba un poco pendiente. Los del recreo de la tarde en el patio con piso de cemento. Ahí me rompí los dos huesos (radio y cúbito) del brazo derecho.
El médico de Cangas, me puso una escayola sin hacer una radiografía para componer los dos huesos y se soldaron el uno con el otro, perdiendo el movimiento de rotación en la muñeca.
Durante varios meses sentí mucho dolor porque, según pienso, los músculos del antebrazo rozaban con las esquirlas de los huesos rotos.
Alguien me habló de una operación que consistía en romper de nuevo el brazo para colocar bien los huesos, pero temía la operación y el costo que supondría para la casa.
CONTINUARÁ.
Nuevamente tenemos en escena el médico de Cangas.

Samuel dijo...

No hay muchos comentarios pero, como veo que las visitas van en aumento, seguiré con el tema mientras el público permanezca en la butaca.
CONTINUAMOS:
Entre los compañeros había, por una parte "rosqueros" (porque andaban dando vueltas en torno a un fraile para captar su simpatía) y "favoritos" (a quienes el fraile manifestaba una atención (¿cariño?) especial. Tanto los rosqueros como los favoritos eran mal vistos, hasta el punto de que llamar a uno rosquero o favorito era un insulto, porque buscaban o conseguían un trato de favor. Cuando el profesor nos castigaba sin recreo, mandábamos a su favorito para que nos levantara el castigo; y por lo general lo conseguía, con la advertencia de que sería la última vez. Para mañana decir lo mismo.
El encargado de cuidar los cerdos era Nacho, un vecino de Corias, que hacía la vista gorda a las incursiones en busca de algarrobas.
Era muy simpático y le gustaba alternar con nosotros. Más de una vez nos propuso esta especie de acertijo: "Estudiantes, que estudiáis y sabéis latín abondo ¿por qué el burro caga cuadrado teniendo el culo redondo?.
CONTINUARÁ.

Maribel Pérez dijo...

Samuel, si no lo dice el protagonista, no podemos saber quién era el médico. Hay que pensar que a él lo atendió en 1939-1940, y que que no pone cuánto tiempo pasó hasta que cayó el de la morera; pero al seguir siendo compañeros serían unos pocos años. En esas fechas no habíamos nacido la mayoría. Ni que decir tiene que la idea del punzón me parece una auténtica barbaridad.

Hay una cosa que me llamó la atención desde el primer momento y es la fotografía. Para ser en aquellos tiempos ya tenían que ser buenos la máquina y el fotógrafo. Parece una fotografía panorámica de las de ahora.

En cuanto a la especie de acertijo del burro, me imagino que lo oiríais muchas veces por aquí, y que sabréis la contestación. Había varias. La que más se usaba era una que dice así: “Según libros nada nuevos y mi saber me lo indica, hay un…………..dentro que los fabrica”. -En el sitio donde puse los puntos se solía decir un gentilicio de algún sitio que cayera mal al que lo decía-.

¡Ah! Y sigue poniendo más pasajes que aquí seguimos en la butaca.

Samuel dijo...

Maribel, seguro que vosotros no conocisteis al famoso médico, pero habrá alguna persona, de la edad del P. Juan, que recuerde alguna de sus fechorías.
Habría que preguntarle al P.Basilio que tiene buena memoria, salvo que fuera de su familia.
CONTINUAMOS:
Entre los frailes de la comunidad, a parte de los profesores, había otros que vivían retirados.
Recuerdo al P.Robustiano, de un pueblo en la subida al Acebo, que había pasado la vida predicando por los pueblos de Galicia. Le gustaba hablar con los alumnos, era muy campechano y tenía gracia para contar cuentos y anédotas de sus andanzas por Galicia.
Otro era Fr.Pelegrín que siempre estaba contento y de buen humor. Le gustaba tratar con los alumnos y contarnos chistes.
También estaba Fr.Noval, diácono, un tanto trastornado.
Según comentaban era un extra en los estudios y casi al final se trastornó.
Vivía solo, aislado de todos, y pasaba el día cuidando el reloj.
Algunas veces se cruzaba con nosotros y se alejaba rápidamente, pero siempre tratábamos de hablar con él y hacerle preguntas, sobre temas de las asignaturas, que siempre respondía con exactitud.
Terminé, los cinco cursos, contento, con la sensación personal de haber finalizado con éxito mi estancia en Corias, siendo bien apreciado y valorado por profesores y educadores, tanto en el rendimiento en los estudios como en el comportamiento. Pasé unos 15 días en casa para despedirme de la familia y salía para Salamanca a comenzar el noviciado, convencido de que "valía para dominico".

Samuel dijo...

Sigue habiendo pocos comentarios; seguro que alguno de los visitantes puede aportar más anécdotas y aventuras de aquella época.
CONTINUAMOS:
A mitad del mes de setiembre del 45, con mucha ilusión, salía para Salamanca con el deseo de ser dominico.
Paré en Ujo para despedirme de mi hermana y al intentar subir al expreso de Madrid, era imposible abrir las puertas, porque iba atiborrado de gente, maletas y bultos.
Por al andén recorrí varios vagones buscando sitio y encontré a tres o cuatro compañeros que iban también para el noviciado y, con su ayuda, logré entrar por una ventana.
En el largo trayecto, hasta Medina del Campo,fuimos de pie, alternando el pasillo con el fuelle que une los vagones. Llegamos a Medina cansados, con sueño y llenos de polvo del carbón. No creo haber hecho un viaje más incómodo en mi vida. De Medina a Salamanca pudimos sentarnos y dormir un poco.
Tuvimos una semana de ejercicios espirituales de los que no recuerdo ni los temas ni quien los dirigió y el 5 de octubre comenzamos canónicamente el noviciado.
Otro grupo ya había comenzado el 15 de setiembre y entre las dos tandas éramos 49 novicios.
El convento de San Esteban estaba constituido por cinco colectivos: los novicios, los profesos solemnes,los sacerdotes jóvenes, los hermanos de obediencia (hoy cooperadores), y los profesores.
Todos participábamos en los actos comunes del oficio divino en el coro de la iglesia: maitines, laudes, y misa a primera hora de la mañana, vísperas y completas.
El resto del día cada colectivo tenia su propio horario. En total unos 200 frailes.
El noviciado, como indica la palabra, es un período de prueba y de aprendizaje. Un largo período (mínimo un año) durante el cual se trata de asimilar los principios que regulan un estilo de vida cristiana, de acuerdo con los ideales de la institución religiosa y, al mismo tiempo, comprobar que ese estilo de vida llena tus aspiraciones.
El novicio puede abandonar, en cualquier momento y los educadores pueden despedirlo si no ven en él las disposiciones requeridas.
El maestro de novicios era el P. Lozano de Rengos, en Cangas del Narcea, ya muy mayor, muy experimentado y con más de 25 años ejerciendo como maestro.
Padecía de afonía y además hablaba con voz carrascosa que obligaba a estar muy atentos para seguir sus charlas.
En un sociodrama, representando el día de los Inocentes, en una rifa imaginaria le tocó, como premio, un ejemplar de La Voz de Asturias.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:
El P. Lozano era discípulo y continuador del P. Arintero, restaurador de la teología mística en España en el primer cuarto del siglo XX, y trataba de introducirnos en el mundo de la mística. Todos los día teníamos una hora de meditación colectiva; unas veces dirigida por el maestro y otras sin ningún apoyo, a palo seco. Eran momentos complicados. El maestro nos hablaba de la contemplación, de ver y experimentar la acción de la gracia en nosotros y uno esperaba oir interiormente la voz de Dios, pero todo era silencio. Durante las horas pasadas en la capilla uno trataba de experimentar la presencia de Dios, pero era inútil.
Además me parecía que no es posible hablar de oración personal cuando uno tiene que esperar la iniciativa de Dios sin la intervención de la inteligencia y de la voluntad.
Teníamos mucho tiempo para estar a solas y en silencio pues no disponíamos de medios de distracción como la TV, la radio o el periódico y así pudimos descubrir ese mundo interior tan desconocido a pesar de ser tan íntimo.
El contacto con los estudiantes teólogos era muy vigilado. Se trataba de que el noviciado estuviera lo más aislado de distracciones exteriores.
El noviciado estaba en el piso superior al de los teólogos. El novicio pasaba un papelito al estudiante que estaba debajo de él y esperaba respuesta. Más de un novicio tuvo que abandonar por mantener este tipo de correspondencia.
Unos se entretenían intercambiando papelitos con el estudiante que estaba en la habitación de abajo, otro paseando por el amplio pasillo que separa dos filas de habitaciones a ver si encontraba con quien hablar, algunos se dormían y alguno oía noticias por radio galena.
Pero, en general, se notaba interés en aprovechar los tiempos libres visitando la capilla o leyendo algún libro de espiritualidad.
Recuerdo que dediqué muchas horas en traducir un libro sobre la vida de San Alberto Magno, con el poco alemán que había aprendido en Corias a base de diccionario.

JM Martinez dijo...

Samuel, resulta entretenido y me trae algunos hechos ya olvidados. Lo leeré si lo encuentro.

Samuel dijo...

Los comentarios parece que han tocado a su fin pero, como las visitas siguen aumentando, esto me anima a seguir, hasta que compruebe que el relato carece de interés.

CONTINUAMOS:

Todos los fines de semana teníamos el capítulo de culpas. Era una revisión de la vida del noviciado.
Cada uno podía (debería) confesar sus faltas públicamente: puntualidad, quebranto del silencio,y un largo etc.. Y también se podía acusar a otro.
Al principio resultó ser un acto significativo, pero terminó en pura rutina porque se repetía lo mismo. Era interesante constatar que cada uno se acusaba de aquello en que menos solía faltar. A veces, las acusaciones que se hacían de otro, sonaban más a condena que a corrección fraterna.. Y, en consecuencia, el capítulo de culpas, se redujo prácticamente a las advertencias y observaciones del maestro.
El primer viernes de cuaresma el maestro nos habló del sentido de la penitencia; nos dio un cilicio (trenzado de alambres con púas de unos 10 mm.) y nos recomendó darnos disciplinas con la correa.
Era después de vísperas. En silencio fuimos a las habitaciones y estuvimos esperando a que alguno comenzara. De pronto, se oyó un latigazo y un ¡ay!, y comenzó un ruido de zurriagazos; algunos sonaban sobre el dorso desnudo y los más ruidosos eran golpes sobre la mesa.
Al mismo tiempo se oyó a los estudiantes del piso inferior que, como todos los años, el mismo día y a la misma hora, sabían que comenzaba el espectáculo: no os déis tan fuerte que os va a doler después.

Maribel Pérez dijo...

Samuel, tienes razón con los pocos comentarios, pero esta temporada hay muchas visitas y estamos vagos con los comentarios. Bueno, vagos u otras circunstancias.

A mí me deja asombrada lo del cilicio. Eso era en pleno siglo veinte… No es de extrañar que los que habían pasado por esas cosas, luego, cuando estaban de profesores-educadores, utilizaran los castigos corporales con los alumnos.

Es muy interesante, se ve que la vida no la tenían nada fácil. Aunque por aquel entonces, nadie, o casi nadie, la tenía.

Como el texto nombra las “Vísperas” me viene a la cabeza el Monasterio de Silos, donde hace unos siete u ocho años, estuvimos para escuchar los “Gregorianos”. Aunque estuvimos allí dos días y vimos “Tercia, Sexta, Vísperas, y Completas” Precisamente las Vísperas fueron las que más me gustaron, la puesta en escena, los cantos, y la salida en fila de dos, salvo el Abad que iba solo, desde el altar por el pasillo central, hasta una puerta que había en el fondo de la Iglesia y, aunque se perdían de vista allí, seguías oyendo los cantos alejándose hasta que ya por la lejanía no podías oír. Me gustó muchísimo. No descubro nada nuevo, pues había muchísima más gente que en las otras.

Maribel Pérez dijo...

Hace una media hora puse un comentario en esta entrada y veo que desapareció. Me extraña mucho, pues no contenía ninguna falta de respeto ni nada que se le parezca. No es mi estilo. Tampoco era de temas políticos, religiosos o de futbol, que como dice Felipe, pueden molestar a alguien.

El comentario estuvo puesto, era el número diecisiete de esta entrada, y lo leí ya puesto. También lo leyó Manolo desde otro ordenador.

Benjamín Galán dijo...

Tranquila Maribel. Ya está todo nuevamente en su sitio. No era nada grave. A veces, Blogger por su cuenta, sin consulta previa al administrador, que soy yo, ejerce de censor y algunos comentarios los considera spam y como tal, los envía al cuarto de los ratones. Menos mal que los ratones no están muy hambrientos y ni los tocan.

Samuel dijo...

Maribel, yo también estuve en Silos escuchando vísperas y completas.
Diría que lo tienen muy bien ensayado y no hay duda de que el canto gregoriano es precioso.
Tengo la colección de sus cantos.
Recuerdo, en Corias, escuchar los rezos y cánticos en el coro.
Si mal no recuerdo era la voz del P.Eutimio la que más destacaba.

CONTINUAMOS:

Una vez al mes , el P. Maestro, nos sacaba de paseo por la otra orilla del Tormes. Nadie quería acompañarle en el paseo porque tenía un andar muy lento y había que ir muy atentos a sus preguntas y comentarios.
Un día nos sacó por la carretera que va a Alba. Pasamos el río por el puente del tren y al llegar a la carretera nos encontramos con un grupo de obreros que estaba asfaltando la carretera, como se hacía entonces: un camión regaba la calzada con brea caliente y un grupo de obreros esparcía arena sobre la brea. Dejaron el trabajo y se quedaron mirando, todos tiznados de brea, a aquel grupo de jóvenes, vestidos de blanco.. Oí el comentario de uno de los obreros hablando con su compañero: para algunos la vida es muy blanca y llevadera, mientras que para nosotros, los que tenemos que ganar el pan trabajando, la vida es negra y muy dura.
Se me quedó clavado como una espina y me hizo comprender el sentimiento anticlerical del mundo obrero: los curas y los frailes llevan una vida fácil y sin trabajar.
Terminé el noviciado ¿contento?. No me parece la palabra más apropiada para valorar la experiencia del año de noviciado, porque no se trata de una experiencia sensible, sino de una experiencia interior. Se puede decir que es una etapa de maduración como persona y de descubrir ese mundo interior tan desconocido.
Al llegar a Vergara, para comenzar primero de Filosofía, los de la segunda tanda nos enteramos que varios connovicios nuestros habían sido rechazados en la profesión por chismes que alguien consideró verdaderos.
Viajamos en tren y al sacar la cabeza por la ventanilla, el aire, me llevó el sombrero (la teja como la llamábamos). Estaba recién estrenado y nunca más tuve otro.
Recuerdo que en un viaje a Asturias, al llegar al convento de Oviedo, el prior me dijo: acaban de llamar del obispado para advertirme que un fraile dominico anda sin sombrero por la calle.
Seré yo, sin duda, le dije, pero la teja no es parte de nuestro hábito.

Benjamín Galán dijo...

En este último fragmento que ha puesto Samuel en uno de los párrafos dice: “Se me quedó clavado como una espina y me hizo comprender el sentimiento anticlerical del mundo obrero: los curas y los frailes llevan una vida fácil y sin trabajar”. De ahí los chascarrillos que siempre han corrido entre la gente referentes a los curas; como aquel un tanto chabacano, que se trataba de pedir para la capa del cura, que ya la tenía toda raída y descolorida y llegada la comitiva encargada de recaudar fondos a la fragua, al solicitar la generosidad del herrero, este que debía ser un poco cafre, dijo que colaboraba muy gustoso con tal de que le dejaran caparlo a él.

Samuel dijo...

Para los interesados en las precipitaciones, les informo que, durante el mes de febrero, fueron 233 litros los recogidos, que superan con creces los registrados, en este mes, en los más de veinte años que llevo haciendo estas mediciones.

CONTINUAMOS:

El centro de los estudios de filosofía era el convento de Las Caldas del Besaya (Santander), pero uno de los pabellones aún estaba en obras y, mientras tanto, el primer curso se hizo en Vergara, durante tres o cuatro años.
Algunos profesores eran bastante novatos y no se explicaban muy bien. Uno de ellos trataba de aclarar la exposición a base de “o sea”, pero lo embarullaba más. Algunos se dedicaban a contabilizar las veces que decía “o sea” en una clase. El resultado era tema de risa.
La comida era escasa y un día los profesores decidieron no ir a dar clase hasta que remediasen el asunto.
Vino el P. Provincial y dos más; uno era, además de rector de la Facultad de Teología de San Esteban, regente de estudios de la provincia y pudieron constatar que la comida era escasa y había riesgo de que alguno de los estudiantes cayera enfermo de tuberculosis, como ocurrió el año anterior en que tres tuvieron que ser hospitalizados en Los Montalbos (Salamanca) y después trasladados a Suiza, donde terminaron la filosofía.
El desayuno consistía en un café con leche y un bollito de pan que había que repartir para las tres comidas.
El provincial aseguró que iban a mejorar notablemente la comida aunque tuvieran que vender los cálices y los ornamentos sagrados. Por su parte el P. Ramírez nos aconsejó no esforzarnos demasiado en los estudios, algo inconcebible en él cuando se trataba de estudiar.
De momento la mejora consistió en un bocadillo a la hora de la merienda.
Al finalizar el curso, Fr. Antonio Díaz nos hizo una revisión de salud, que había entrado en la Orden siendo médico de Caleruega y aún no se había ordenado sacerdote. A un grupo, entre ellos estaba yo, nos encontró muy débiles y nos enviaron a Montes Claros (cerca de Reinosa) a recuperarnos durante las vacaciones.
No aguanté mucho tiempo en Montes Claros por los mosquitos. Habían cerrado el pantano del Ebro y apareció una bandada de mosquitos que nos acribillaban por la noche. Lo curioso es que no picaban a todos por igual, como si tuvieran preferencia por algún tipo de sangre. Dormíamos dos en cada habitación y a mi compañero no lo molestaban para nada y, en cambio, yo aparecía todas las mañanas con uno, o con los dos ojos, las manos y las orejas hinchados. Además el zumbido no nos dejaba dormir. Decidí, con alguno más, pedir bajar para Las Caldas donde continuaríamos el segundo y tercer curso de filosofía.
Estando ahí recibí noticias de la gravedad de mi padre y decidí regresar a casa.

Benjamín Galán dijo...

Samuel, espero que sigas teniendo material para rato pues, ya estamos enganchados a este diario (como al Secreto de Puente Viejo). Me gusta mucho. Lo primero por el tema que trata, que a nosotros, aunque no fuera tanto, sí nos suena bastante. Pero me gusta por lo detallado y por lo bien descrito que está todo. Dosifícalos bien para que duren.

Samuel dijo...

Galán, procuraré no salirme del tema y mantener al lector con el interés que está manifestando hasta la fecha.
De las cerca de 800 visitas no logro sacar muchos comentarios. Espero que sean del agrado de los lectores y no estén sacando pruebas para presentarlas en el juzgado.
Añadiendo al comentario de ayer, sobre la lluvia, si sumamos a los 233 litros de febrero, los 171 de enero, nos dan más de 400; cantidad muy cercana a la mitad de la caida durante un año.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:

Sobre el 21 ó 22 de setiembre viajé en el FEVE de Torrelavega a Oviedo y me fui directamente al Autobar, que era donde paraba el coche que pasaba por mi pueblo pero me dijo, que estaba completo, que no tenía plaza.
Como me conocía y sabía de la gravedad de mi padre me permitió viajar en la baca, encima del techo, donde me acomodó, lo mejor que pudo, un sitio entre maletas y otros bultos.
También me dio una lata con un frasquito de penicilina para papá entre hielo y mucho serrín para que se conservara fresca. Se la habían encargado de mi casa.
Cuando llegué a casa, encontré a papá muy delicado. Coincidí allí con mi hermana monja, acompañada de otra religiosa que no le permitió esperar a la muerte de papá.
Yo iba todos los días a misa y el día 26, el párroco, al salir de misa me dijo:- tu padre acaba de morir. Subí corriendo y ya lo habían amortajado y, entre sollozos, rezaban el rosario.
Se celebró el entierro a los dos días, al que asistió tanta gente que no se conocía otro funeral igual. Había más de 10 curas concelebrando y el féretro, desde la iglesia hasta el cementerio, lo llevamos los 4 hermanos mayores; algo que llamó la atención entre los presentes.
Y de vuelta para Las Caldas, pues el curso ya había comenzado el día 15, con los Ejercicios Espirituales de toda la comunidad.
No tenía dinero suficiente, para pagar el viaje de regreso a Las Caldas y, conociendo la angustiosa situación económica en que había quedado mi familia, ni se me ocurrió pedir nada a mi hermano Pepe.
Así que me las tuve que arreglar como pude. De Tineo a El Crucero fui andando, cargando con la maletina de cartón, imitando piel, aunque no pesada demasiado porque sólo llevaba una o dos mudas de ropa.
En El Crucero, a esperar a que algún camión de carbón me diera un empujón. Pasaron dos o tres camiones sin atender mis señales, y al fin uno se detuvo. Simpático y charlatán que era el chófer. Estaba interesado especialmente en saber qué demonios hacía un fraile en la carretera pidiendo pasaje. De dónde venía, qué hacía y a dónde iba.
Cuando le dije que mi destino era Las Caldas, cerca de Torrelavega, me dijo: - Bueno, le puedo llevar hasta Torrelavegaa, pues yo voy a Bilbao.
Aunque le ofrecí algo, no me quiso cobrar nada.
Allí pasé dos años completos estudiando otras asignaturas de la Filosofía: Criteriología, Metafísica, Ética Natural y unas ideas de hebreo que se daba por cumplir, pues ni el profesor conocía hebreo ni los alumnos poníamos mucho interés. Todo se redujo a aprender el alfabeto y la conjugación de un verbo.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:
Casi todos los profesores eran recién llegados del Angelicum de Roma y, como novatos, pretendían demostrar su profundo conocimiento y dominio de la materia, pero carecían de lo más elemental de la didáctica.
Dictaban la clase en lugar de exponer el tema y permitir la discusión posterior, haciendo intervenir a los estudiantes.. Este sistema, de dictado de apuntes, era muy generalizado en nuestros centros de estudio, tanto de filosofía como de teología. Nos hacían perder mucho tiempo en copiar y no nos estimulaban a estudiar otras teorías distintas y hacer comparaciones entre ellas.
Al pie del santuario, en la misma orilla del río Besaya, existe un balneario de aguas termales, de donde le viene el nombre de Las Caldas de Besaya. Durante los meses de invierno, el hotel quedaba vacío porque no había bañistas y el administrador del hotel nos permitía bajar, una vez por semana, a bañarnos en aguas que estaban a 37 grados.
Nos daban 5 minutos a cada uno, porque había que hacer cola, pero costaba trabajo abandonar el baño.
Un día fuimos de excursión a Santillana del Mar, a pie, atajando por caminos vecinales. Visitamos las monjas dominicas de clausura, admiramos la belleza de los edificios de la villa, visitamos las cuevas de Altamira y, por la tarde, un grupo nos animamos a ir a la playa de Suances que dista unos cuantos kilómetros de Altamira.
Era un día de sol espléndido y estuvimos expuestos al sol mucho tiempo sin ninguna protección.
Muchos sufrimos las quemaduras de sol que nos impedían dormir. A mi se me formaron unas ampollas tremendas que me molestaron por más de 15 días y como no teníamos crema para la piel nos untábamos con el aceite de la lámpara del Santísimo.
Las vacaciones, al final del segundo curso, las pasamos en Montes Claros pero ya no había tantos mosquitos.
Un vez a la semana nos confesábamos con el Padre director, un hombre sencillo un tanto apaisanado.
Oía muy mal y hablaba muy fuerte, por eso procurábamos formar la fila, de espera, lejos y hacíamos bulla para no oir lo que le decía al que estaba confesando.
De todos modos, siempre se escapaba alguna frase como: -¿Cómo?, ¿tres semanas sin confesar?.
Uno, para conservar la privacidad de la confesión, se fue por la parte de las mujeres y oímos la pregunta del Padre: - ¿Casada o soltera?. Tuvimos tema para todo el verano.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:
Cuando estaba haciendo el tercer curso, en el 49, me llamaron de S. Esteban de Salamanca para decirme que mi hermano, que estaba haciendo allí el noviciado, estaba enfermo y tenía que acompañarle a casa.
Pesaba 43 kilos; tenía la piel pegada a los huesos, desde hacía meses no tenía apetito y no encontraban el motivo.
Esperaron a que cumpliera el tiempo de noviciado para que no tuviera que repetirlo.
Así que sobre el diez de setiembre salí con él para el pueblo. Él quería ir con el hábito, porque pensaba volver, cuando se repusiera, pero le dijeron que era mejor no llevarlo antes de la profesión.
Llegamos a Oviedo, pedí al prior del convento que nos permitiera pasar allí la noche, pero nos dijo que no había sitio. –Déjenos pasar la noche en la sala de visitas. –Imposible.
¿Y ahora qué hacemos?. No tenía dinero para pagar una habitación. Pedí posada en una pensión cercana al convento. La dueña, de la pensión, por una peseta y media nos dejó pasar la noche en un cuartucho amueblado sólo con un catre y una silla.
Nunca comprendí la actitud del prior, que además era procurador de la provincia
Aún hoy siento vergüenza ajena y escándalo que esto pueda ocurrir entre hermanos, dentro de la misma orden.
En la primera carta que recibí de casa, mamá me decía que, en sólo 20 días, había engordado 15 kilos y que no pensaba volver al convento.
El problema, por lo visto, no era la enfermedad, sino que la vida de fraile dominico no era para él.
El 6 de octubre del 49 hice la profesión solemne, que significa comprometerse, de por vida, a renunciar a cosas lícitas y a asumir responsabilidades, poniendo a Dios como testigo ante una comunidad,lo que exige una valoración detenida y profunda.
Emocionante el abrazo de acogida y de felicitación de todos los frailes de la comunidad de San Esteban.
Y nos incorporamos a las clases que ya habían comenzado hacía 15 días.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:
Durante los dos primeros cursos desempeñó el cargo de maestro de estudiantes el P. Larrínaga, quien entró en la orden siendo ya sacerdote diocesano con el título de canonista.
Era autoritario, le gustaba la uniformidad en los detalles más mínimos, como el corte de pelo, tener la coronilla bien hecha, la puntualidad, el orden en las filas y guardar silencio en los lugares y horas fijadas.
Parece que, el hecho de haberse formado en otro ambiente y entrar en la orden con una mentalidad ya definida, marcaba su manera de comportarse. Espontáneamente comparábamos su manera de actuar con la del sargento con los reclutas. Sólo faltaban las bofetadas.
A uno por no haber cortado el pelo al final de la semana, le mandó raparlo a cuatro-ceros. A partir de ese momento el estudiante no utilizaba la capucha para exhibir su cabeza rapada.
Entre clase y clase había diez minutos y charlábamos comentando la clase, comparando las notas tomadas o lo que fuera.
El P. maestro exigía guardar silencio absoluto y bajaba a pasear en medio de nosotros vigilando en el amplio salón de columnas, junto a las aulas,para que guardáramos silencio.
Cuando estaba en una esquina, alguno daba un grito en la otra.
El maestro se volvía con cara de ogro para ver quien había sido, pero veía que todos estaban aislados, con la capucha calada, y aparentemente muy ensimismados consultando el cuaderno de apuntes.
La bulla se repetía cuando llegaba a la otra punta.
Por fin, no tuvo más remedio que permitir hablar entre clase clase.
Al tercer año vino el P.Jesús R. Arias de Ponticiella que tenía una idea de la formación completamente diferente.
Era alegre, comprensivo, nos animaba en los momentos difíciles.
Nos permitió jugar al balón sin hábito y nos compró un uniforme sencillo de color azul, camisa y pantalones bombachos. En lugar de botas jugábamos con alpargatas. Fue una innovación que provocó críticas en los frailes mayores.ya que andar sin hábito era como renunciar a lo que significaba.
El P. Cuervín bajó un día a vernos jugar y preguntó en qué consistía el juego.
-En meter el balón entre palos.
-Y por qué no lo hacen de una vez sin dar tantas vueltas?.
-Porque los contrarios no nos dejan, pues ellos también quieren meter el balón en la otra portería.

Samuel dijo...

A juzgar por las visitas, que se mantienen en la misma cifra que hace dos días, el tema parece que está perdiendo fuelle, por lo que intentaremos ponerle broche lo más rápido posible.

CONTINUAMOS:

El primer año de teología era de introducción, las mismas materias para todos los estudiantes. Al final del curso, el consejo de profesores, hacía la selección de los que pasaban a estudiar como alumnos en la Facultad, y los que seguían los cursos ordinarios de la Orden.
Para hacer la selección tenían en cuenta las calificaciones obtenidas durante el primer año y el rendimiento en los anteriores de filosofía. Pero pesaba también la opinión o criterio que tenían los profesores por aquello de “cría fama y échate a dormir”.
La exclusión de la Facultad creaba problemas todos los años, pues muchos se sentían injustamente rechazados. En plan de crítica se autonominaban “los rurales” frente a los “facultativos”. Los facultativos teníamos una clase diaria más por lo que estábamos dispensados de asistir a vísperas, a media tarde.
Los de mi curso renunciamos a esta dispensa y pedimos con insistencia que, en principio, fueran admitidos todos en la Facultad y que la exclusión se hiciera atendiendo sólo al rendimiento o a la dedicación durante el curso. Un compañero, como señal de protesta, se excluyó él mismo de la Facultad y, aunque le obligaron a seguir, al final no entregó la tesis..
Tuve la suerte, vamos a decir así, de tener como profesores a frailes bien preparados y con larga experiencia de clase y autores de libros que marcaron época.
El P. Ramírez, muy acostumbrado a dar cursos monográficos, nos dío clase de moral cuyo programa incluía las virtudes teologales y las cardinales. Pero sólo trató la fe y algo la esperanza, por falta de tiempo.
Cuando veía que no había interés por la materia, o no se estudiaba a fondo, era muy duro y sarcástico en los exámenes.
A un compañero le preguntó qué relación existe entre caridad y misericordia. No supo contestar.
- Al menos sabrá las obras de misericordia.
El estudiante guardó silencio.
-Hay una que dice: enseñar al que no sabe.
El estudiante se animó y dijo: –y otra dice: dar buen consejo al que lo ha menester.
Ramírez concluyó echando, en el cajoncito, una faba negra y diciendo:- Y la última enterrar a los muertos. Puede irse.
Los exámenes eran ante un tribunal. La primera votación (una faba blanca o negra) era para aprobar o suspender. Si aparecía una negra, no se votaba más. Si las tres eran blancas, se realizaba otra votación para dar la nota final. Cada examinador tenía cinco blancas, de modo que la nota máxima era 15.

Maribel Pérez dijo...

Samuel, yo no sé las visitas que tendrá esta entrada, pero me parece muy interesante. Además nos hace recordar cosas que ya teníamos olvidadas. Más o menos, los de nuestra edad, recordamos cosas parecidas a lo que cuenta, y que ya casi parecen irreales.

Estamos hablando de finales de los años cuarenta, y aunque yo no naciera todavía, siempre oí contar que fueron tiempos muy difíciles; y a la vista de lo que relata, ellos no lo tenían más fácil como la gente pensaba. La escasez de comida era considerable. Lo tenían mejor en los pueblos que más o menos tenían leche, patatas, gallinas, criaban cerdos…Y aunque las familias solían ser muy numerosas, se iban arreglando.

Una de las cosas que comenta, lo de sacar en el tren la cabeza por la ventanilla, me recuerda cuando íbamos a Oviedo en el ALSA, que la gente que se mareaba, sí lo hacía. A mí el tren me llegó ya de mayor y ya no se abrían las ventanillas. Otra cosa, de la que creo que ya hablamos aquí en el blog, era de viajar arriba en los coches. Lo de viajar en camión también era típico de aquel entonces.

También recuerdo, siendo yo pequeña, por los años 56 ó por ahí, que fuimos a dar el pésame a una mujer de aquí de Cangas, que se le había muerto un hijo de veinticinco años en Santander, que era fraile dominico y que según contaba, había estado de reposo bastante tiempo, pero al final lo pudo la enfermedad. Tenía otro hermano dominico en Caleruega, creo. Ese otro hermano, que era un poco mayor –de la edad de mi madre- vivió hasta hace pocos años.

Lo que es bastante chocante es que en Oviedo en el convento, si no tenían camas, no les dejaran al menos un sitio para dormir.

Otra cosa que casi no se recuerda es lo de la coronilla. Tal y como dice, debía de ser un poco complicado llevarla bien arreglada.

Yo recuerdo a chicos de Cangas, diez o quince años mayores que yo, vestidos con hábito de dominico, pero que no llegaron, y valga la redundancia, a tomar los hábitos.

ulpiano dijo...

Andamos un poco alicaídos, al menos en el blog. Por mi parte, entre viajes y demás ocupaciones no remuneradas, a veces incluso poco gratificantes, llevo una temporada mirando al blog solo de reojo y un poco a salto de mata. Menos mal que Samuel, infatigable, desgrana las memorias, en ocasiones próximas, del fraile dominico. También Longinos continúa, que ya es mérito,pretendiendo que alumno y tutor desvelen claves de la compleja situación socio-política actual.

Ayer, Maribel, comentaba que algunas de las memorias del fraile le traían recuerdos de infancia, recuerdos oídos más que vividos. Coincido con ella, sin embargo pude leer un pasaje en esas memorias, sobre un viaje motivado por la muerte de su padre, en las que encontré, a pesar de haber sucedido unos veinte años después y de vivencias diferentes, cierto paralelismo personal:

En agosto de 1969 estaba haciendo la mili en Valladolid.En concreto durante ese mes destacado para hacer guardia en un polvorín del ejército que existía o existe en las proximidades de Cabezón del Pisuerga. El depósito de explosivos estaba formado por túneles kilométricos horadados en una ladera, los camiones militares los recorrían para cargar o descargar munición. Nuestra misión era realizar vigilancia en relevos de día y noche desde los puestos desperdigados por la ladera. Aunque siempre aborrecí la mili allí era más llevadera. La disciplina era más relajada, vestíamos los uniformes como nos daba la gana y algunos hasta intentaban cazar conejos disparando con el cetme, además, al estar próximos a Cigales, disponíamos de abundante clarete bueno y barato.

El 27 de agosto cuando llegó el camión que diariamente nos llevaba los víveres me dijeron que tenían orden de llevarme al cuartel, ignoraban el motivo. Como mi turno allí no finalizaba hasta final de mes quedé un tanto mosqueado. En los meses anteriores, con algunos que había conocido en el Ferral, y estaban en otros destinos, habíamos elaborado y distribuido en los cuarteles mediante octavillas algún escrito en los que abogábamos por “un acercamiento entre el pueblo y el ejército” y pedíamos una democratización de éste y su ruptura con el franquismo. Puede parecer cosa de ilusos aquel empeño, pero recuerdo que mantuvimos conversaciones con algún oficial de las últimas promociones de la academia militar que tenían ideas muy progresistas. No me extrañaría que alguno de ellos estuviese en el germen de la UMD. Nada que ver con los oficiales que habían participado o se habían incorporado poco después de la guerra. De éstos procurábamos alejarnos como de la peste. Mi temor, cuando me trasladaban a Valladolid, era que el servicio de información militar, dedicado a reprimir movimientos “subversivos” dentro del ejército, hubiera descubierto algo de aquellas andanzas y quisieran interrogarme o enchironarme.

Al llegar al cuartel el capitán de la compañía me comunicó que mi padre estaba muy grave y tenía autorización para desplazarme a Asturias, además se me concedía un mes de permiso. No quiso decir, aunque pregunté, que mi padre había muerto, pero yo ya tenía esa convicción, era impensable el mes de permiso de no haber sido así. Ignoro de donde salió la autorización del mes de permiso, con ese capitán mantenía una buena relación desde que en una ocasión, con motivo de un registro de taquillas, descubrió que tenía varios libros entonces semiclandestinos. Mostró curiosidad por ellos pero ni dio parte ni los confiscó.
…(continúa)





ulpiano dijo...

CONTINUACIÓN…

Intenté ver de que dinero disponía, como siempre estaba a la cuarta pregunta. Aunque la empresa para la que trabajaba pagaba las extraordinarias durante el servicio militar había dejado autorización a mi hermana que vivía en Madrid para que las cobrara y me enviara una cantidad mensual y evitar así gastarlo todo nada más cobrar. Siempre fui mal administrador, de soltero sobre el 10 de cada mes ya estaba pidiendo anticipos a cuenta de la nómina.
Con el dinero que tenía, y tal vez Santamarta, Agüera o algún otro amigo me hicieron un préstamo, calculé que tendría suficiente para el tren o autobús hasta Oviedo y el Alsa a Cangas. Cogí cuatro cosas en el petate y me fui a las estaciones para ver de que medio de transporte disponía. Tomé un tren a Oviedo.
El problema surgió al llegar a Oviedo, el último Alsa para Cangas ya había salido. No tenía más remedio que hacer noche en Oviedo, pero no tenía dinero para una pensión.
Alguien me había dicho que las comisarías estaban obligadas a dar alojamiento a los militares en tránsito, y como no tenía prejuicios para dormir en un calabozo - ya los había probado en Madrid durante cortas temporadas. En dos ocasiones anteriores me habían detenido por lo que llamaban actividades subversivas, una reunión tildada de ilegal y la manifestación “no autorizada” del 1º de mayo de 1968 - me dirigí a la comisaría. No me acogieron nada bien, veían descabellada mi intención de dormir allí. Al final accedieron a que me instalara en una silla de la recepción. La silla era muy incómoda, además, cuando regresaban policías de cumplir algún servicio, me miraban con desconfianza y preguntaban ¿qué hizo éste? Cuando les explicaban mi pretensión soltaban risitas y me miraban como a un bicho raro. Al rato me largué de la comisaría.
En un banco del Parque de San Francisco intenté dormir un poco pero a pesar de ser verano la noche era fresca y no llevaba nada de abrigo, solo la camisa. Hacía frío y al final decidí ir a la salida de Oviedo con la esperanza de que algún coche pudiera acercarme a Cangas.
Más allá de donde está el Hotel-Restaurante La Gruta y bien pasada la una de la noche haciendo dedo logré que parara un coche, el hombre dijo que iba a Grado y podía llevarme hasta allí.
Me dejó en una gasolinera que aún existe. Siempre que paso por ese lugar recuerdo aquella noche. No por la incomodidad, por la soledad que experimentaba, por el recuerdo de mi padre y de la familia atravesando horas duras.
Sobre las cuatro de la mañana un camionero que iba para Luarca se avino a llevarme hasta La Espina. Llegamos pasadas las cinco y por fortuna ya había un bar abierto. Me dijeron que sobre las seis venía un coche de Cangas a buscar la prensa y que podría ir con él. Así fue, antes de las siete de la mañana llegaba al Bar Amador, a la entrada de Cangas. Un conocido, lamento no recordar su nombre, que subía a Carbayo para cargar carbón me dejó en Limés poco después.

En efecto, mi padre había muerto la noche anterior a que me avisaran, y el entierro tendría lugar unas pocas horas más tarde.
Mi padre murió con 59 años, diez menos de los que yo puedo cumplir este año.


PS. Una hora después de yo abandonar el cuartel llegaron a buscarme mi hermana y su marido que vivían en Madrid y alquilado un taxi para desplazarse a Asturias. Habían llamado por teléfono al cuartel para que me avisaran y les esperara, pero, con el cambio de guardia, el aviso nunca me llegó. Aunque intentaron localizarme por las estaciones no lo lograron y tuvieron que reemprender viaje a Limes donde llegaron al atardecer.
Soy poco partidario de los teléfonos móviles, me repatea su abuso tan común, no su uso. De existir entonces hubiese podido velar a mi padre y acompañar a la familia aquella triste noche en lugar de pasarla tirado por las carreteras de Asturias con la soledad por única compañía.




Samuel dijo...

Ya me parecía a mi que Ulpiano tardaba demasiado en aparecer.
Yo tenía entendido que había pasado a formar parte de los pasivos, junto con su señora...
Lo del dinero, que sale a relucir, creo que todos tenemos alguna anécdota.
En una ocasión, un domingo, me fuy al cine a Luarca, en moto como siempre. A la salida, ya un poco tarde, la moto que no arranca; me habían robado la gasolina. Recorrí casi todos los bares de Luarca buscando alguna cara conocida que me prestara 100 pts. para poder regreasr a Navelgas.
Al final localicé una moza que me sacó del apuro.
Sobre lo que comenta Maribel del convento de Oviedo, que no le permitieron pasar allí la noche, Juan, aporta ciertos detalles sobre las posibles causas, pero que no me parece oportuno reflejarlas aquí.
Cierto que no es un ejemplo a seguir el de este prior, menos entre compañeros y sobretodo en las circunstancias en las que se encontraban Juan y su hermano.
Ulpiano, para la próxima vez que te encuentres en apuros y portes el uniforme militar, no te olvides que en los cuarteles existe, o existía, un departamento de transeuntes donde puedes pernoctar sin gasto alguno.
Desde aquí felicito a los Pepes, Joses, Josés, Pepas y Josefas

Samuel dijo...

Maribel, se me olvidaba, en estos momentos van 934 visitas.
El prior (del blog) nos dirá si estamos en un record o alguna otra entrada lo ha superado.

Samuel dijo...

Parece que S. José no se levantó de buen humor; el tiempo no invita a grandes aventuras por el exterior.
Aprovecharemos para un nuevo comentario.

CONTINUAMOS:
Muchos otros profesores, buenos todos ellos, me dieron clase en San Esteban, como el P. Colunga, Beltrán, Sabino Alonso y un largo etc..
También estaba allí el P. Manuel Cuervo, familiarmente conocido por Padre Cuervín, hermano del P.José Cuervo que fue tres veces provincial y ambos sobrinos del P. Justo Cuervo, historiador del convento de San Esteban. Eran de Cornellana.
Cuervín siempre estaba de buen humor, le gustaba tratar y bromear con los estudiantes y siempre tenía alguna anécdota que contar.
Un día entró en clase diciendo que acababa de confesar a un soldado y todos sus pecados eran: mecago en… Se cagó en todo lo habido y por haber. Cuando terminó de cagarse, yo le dije: Tu estás hecho al revés, tienes la boca donde deberías tener el culo.
Él lo reconoció y me dio la razón. Fue la mejor homilía que di en toda mi vida.
El P. Antonio Royo nos daba Oratoria Sagrada y Casuística. Era famoso en toda España por sus sermones y conferencias. Cada mes teníamos que presentar el esquema de un sermón sobre un tema que señalaba.
Pero el ejercicio de oratoria que todos temíamos era el sermón en el comedor.
Durante la cuaresma, los estudiantes de tercer curso, teníamos que predicar un sermón mientras la comunidad comía. A mitad de un ala del comedor había un púlpito desde donde se pronunciaba un sermón a un público imaginario: una parroquia de campesinos en una misión popular. Algunos lo tomaban tan en serio que nos hacían reir desde el principio: “queridos campesinos”. Otros llamaban la atención y provocaban hilaridad por los términos o expresiones que usaban. Todo el comedor estaba esperando a que dijera un disparate o se cortara, lo que ocurría a veces. Más de uno perdió el hilo del sermón que llevaba aprendido de memoria y a otro se le cayó el esquema y avergonzado bajó del púlpito.
Algunas veces era el mismo P. Royo el que hacía sonar la campanina que tenía a mano y le ordenaba: Bájese y haga la venia.
Mi sermón, en el comedor, no llamó la atención. El tema que me señaló Royo era “el rosario”. El esquema de aquel sermón me sirve todavía hoy cuando trato este tema en una homilía.
Las clases de Casuística Moral eran muy entretenidas.
El P. Royo planteaba un caso y pedía nuestra opinión.
Una vez puso este caso: -A ver, fulano, tú estás sentado en el confesonario, llega una joven y te dice que está enamorada de ti. ¿Qué le dirías?.
-Yo le preguntaría: ¿Por qué?
-A ver tú , Fr. Joaquín ¿qué le dirías?.
-Yo, contesta Joaquín, que tenía fama de feo, sacaría la cara por la puerta y le preguntaría: ¿Señorita, te fijaste bien?. La clase explotó a carcajadas.

Samuel dijo...

CONTINUAMOS:
La jornada era dura, pasábamos muchas horas sentados en la habitación o en las clases y sentíamos la necesidad de hacer ejercicio como comer.
Había un frontón donde los vasco-navarros practicaban la pelota a mano y algunos a pala. Pero a mi se me hinchaban las manos y después, a parte de las molestias, me resultaba difícil coger la pluma.
Teníamos otro juego que lo llamábamos “shemá” (no sé cual es su nombre verdadero). Consiste en enrollar una pelota o un balón (nosotros utilizábamos una bola de trapos) alrededor de un palo o poste. Jugaban dos contra dos, cada uno en los cuadrantes opuestos. Exigía saltar mucho para pasar la bola al compañero y más a los contrarios para coger el control y enrollar en sentido contrario.
No había campo de fútbol y gracias al P. Jesús, el maestro, el Consejo de la comunidad nos permitió acomodar dos tabladas de la huerta para jugar al fútbol.
No tenía las dimensiones reglamentarias, pero daba para jugar. Jugábamos curso contra curso, los de una región contra los de otra, o unos contra otros, todos mezclados.
Se formó un gran equipo (hasta había dos selecciones), a mi me nombraron capitán.
Cada cierto tiempo jugábamos contra los seminaristas en el patio de Calatrava, pegado al convento. Una vez le metimos 7-0. Los alumnos religiosos, de la Pontificia, se reían de ellos y los seminaristas les animaron a desafiarnos, con la seguridad de que perderían con mayor goleada.
Nos desafiaron, y recuerdo que el partido lo jugamos en el campo de fútbol de los Mercedarios. Comenzó el partido y empezaron a caer los goles. Ya iban 6-0 y penalti a nuestro favor. Lo tiré yo por el medio, pero el portero se apartó por miedo a recibir un balonazo. En total 7-0, como a los seminaristas.
En una oportunidad jugamos contra el Salamanca en su propio campo, “El Calvario” y les ganamos por 2-1. Ellos estaban admirados de que pudiéramos jugar en alpargatas y con pantalón bombacho. En este partido se lesionó nuestro portero , que era de Costa Rica, donde jugaba, de portero con la selección juvenil. Pasó unas horas inconsciente y se acabaron los partidos de fútbol fuera del convento
El frío era intenso, sobretodo en enero y febrero del 54. Recuerdo la fecha porque estaba escribiendo la tesis. Por la noche caían fuertes heladas y por el día la niebla impedía que el sol calentara.
Para que corriera el agua teníamos que calentar el grifo con las manos..
Uno puso una botella de agua colgada en la ventana, por fuera, y a las 3 o las 4 de la mañana explotó como si fuera una bomba.

Samuel dijo...

Intentaré poner fin a esta entrada para no cansar a los lectores, aunque veo que todavía hay bastantes visitas.
Queda mucha materia que resulta interesante pero no debemos estirar demasiado la cuerda.

CONTINUAMOS:
Ordenación de Presbítero. Los frailes estudiantes, que terminaban el tercer año de Teología con 26 años o más cumplidos, podían ordenarse presbíteros. Yo, al finalizar el tercer año, tenía 25 y tuve que esperar a cumplir los 26.
Me ordené el 23 de noviembre junto con otros dos, en la capilla del estudiantado, en una celebración sencilla, presidida por Mons.Labrador, dominico, arzobispo de Fucheu, expulsado de China en tiempos de Mao después de ser encarcelado y torturado. Esperé hasta el día de Navidad para celebrar la primera misa solemne, y el banquete lo celebramos juntos con Pepe, mi hermano, y su mujer que venían de viaje de bodas.
Al finalizar el quinto año los de la Facultad teníamos un examen comprensivo para obtener el título de Lector y de Bachiller en Teología. Era un examen de mucha exigencia pues entraban todas las asignaturas de Teología y, por razón del título de Lector, las de Filosofía
La semana anterior al examen repasé a fondo los tratados seleccionados y llegué a cansarme. Recuerdo que me molestaban mucho los fuegos artificiales de las fiestas de San Juan de Sahagún, patrono de la ciudad, pues me desvelaban cuando empezaba a dormir.
Un compañero me dio unas pastillas de Simpatina que despejan la mente y quitan la sensación de cansancio.
Sentado ante el tribunal comenzó el P. Bandera con el tema De Supernaturale.
Empecé muy bien, pero a los pocos minutos sentí como un golpe en el cerebro y caí derrumbado, sin sentido, sobre el pupitre. Se habían acabado los efectos de la Simpatina.
No recuerdo que pasó después, pero sí recuerdo que me eximieron de terminar el examen interrumpido, en atención a lo bien que había comenzado.
Después no lograba conciliar el sueño de noche y otro compañero me dio una pastilla de Valium, que él usaba.
-Toma una, o mejor toma dos antes de acostarte.
Dormí profundamente. Cuando desperté era de noche y como no tenía reloj, para saber la hora, fui a consultar el que estaba en el descanso de la escalera y marcaba las tres.
Pensé: dormí seis horas, desde las nueve a las tres. Pero había dormido durantes 30 horas seguidas.
Los compañeros fueron varias veces a ver qué pasaba, pero al verme dormido, me dejaron seguir.
El quinto curso de Teología está programado con pocas clases, a fin de tener tiempo para investigar y redactar la tesis.
Había elegido como tema La Teología como Ciencia, incluso llegué a formular el esquema para presentárselo al P. Bandera pero, hojeando revistas en la biblioteca, encontré algunos artículos sobre la Declaración Universal de Los Derechos Humanos (ONU diciembre 1984). Me pareció un tema muy interesante y de mayor actualidad.
Lo presenté al P. Teófilo que aceptó dirigir mi tesis.
Tenía unas 160 páginas, de la que no conservo ningún ejemplar.


Benjamín Galán dijo...

Al leer el último fragmento de este prolijo y ameno dominico tinetense, me ha vuelto a la memoria algo que tenía completamente olvidado y es la Simpatina. En aquellos tiempos nuestros del bachiller esta suave “droga” estaba muy extendida entre los estudiantes, sobre todo de internado, pero yo no sabía lo que era tal cosa ni había oído jamás semejante engañoso nombre, hasta que un día, en vísperas de exámenes, nos habíamos quedado por la noche a estudiar varios, pero la mayoría al poco de sentarnos en el pupitre ya estábamos medio roques pues, entre el madrugón diario y el cansancio acumulado de todo el día, llegada la noche ya no podía uno con los calzones. Pero rápidamente saltó uno del grupo, creo que fue Juan Pedro pero no estoy seguro del todo, y dijo que eso lo teníamos bien fácil pues, para estar bien despejado y sin sueño no teníamos más que tomar una diminuta pastilla llamada simpatina y el sueño desaparecería por completo. La mayoría de nosotros, principalmente los más pueblerinos como un servidor, nos quedamos medio alelados y preguntamos ¿Y eso qué es? El experto contestó con mucha seguridad y aplomo: nada, es una especie de aspirina que te la tomas un rato antes de ponerte a estudiar y al poco tiempo te notas despejado y espabilado como si te acabaras de levantar de dormir y el efecto dura bastantes horas ¿De verdad? ¡Vaya!, porqué creéis que a mí no me da el sueño, yo siempre que me quedo a estudiar por las noches la tomo desde hace muchos años. El resto de nosotros ante la efectividad de aquel simpático fármaco, el charlatán embaucador ya casi nos tenía medio convencidos de los milagrosos efectos y dijimos: pero hará falta receta médica para que te la vendan en la farmacia. A lo que el aprendiz de “camello” contestó: claro, claro; aquí ni lo intentéis, yo las compro en Oviedo en un sitio que las tienen de contrabando. Tal que, tomamos nota pero tuvimos que soportar el sueño a pelo hasta que no pudimos más y nos retiramos a dormir. Pasado el tiempo, alguien de mi entorno, no recuerdo bien quién pudo ser, se hizo con una pastilla de éstas (a saber la procedencia) y una noche de estudio la compartimos a medias. La tomamos después de cenar y recuerdo que a mí, sí me mantuvo despierto gran parte de la noche, pero me proporcionó un mal cuerpo general y un estado de nervios y de agitación tremendo. Al día siguiente no fui capaz de pegar ojo y hasta al menos pasadas un par de noches no fui capaz de regularizar nuevamente el sueño. Dije para mí: Ésta y no más, Santo Tomás ¡Maldita Simpatina y la cuna que la arrulló! En mala hora se me ocurrió probar semejante porquería. ¡Cómo la habré odiado, que hasta el nombre se me había olvidado

Samuel dijo...

Galán, no recuerdo el tema de la simpatina. No me imagino a Juan Pedro estudiando por las noches. Con pocas horas le eran suficientes para su buen rendimiento.
Angel y un menda nos las ingeniamos para hacer una cafetera eléctrica y enchufarla en la lamparilla de la cabecera de la cama.
No es que el café fuera muy bueno pero valía pa un apaño.
Sobre los exámenes de Corias, de los que guardo un recuerdo poco agradable es de los primeros años que eran orales. Estaban los pasillos, de las clases, llenos de compañeros con los libros abiertos en la mano y preguntando a los que iban saliendo:-¿Qué te preguntaron?, para rápidamente ponerse a repasar aquello que le había tocado en turno al anterior.
En primero, me preguntó, en el examen de Español, el P. Jesús Martín, el presente de indicativo del verbo placer.

Samuel dijo...

Haremos un descanso en estas vacaciones para poner punto final en Pascua Florida.

CONTINUAMOS:
Todos los veranos, desde mediados de julio hasta el 9 de setiembre, pasábamos las vacaciones en el viejo convento de La Peña de Francia, al lado del santuario de la Virgen. Situado a una altura de 1750 m. y en el vértice del cono que forma la montaña..
La naturaleza de La Peña de Francia es impresionante. Desde la cumbre, se pierde la vista en las llanuras de las provincias de Salamanca y Cáceres.
Al pie de la montaña están los pueblos típicos de la Alberca: El Maillo, El Cabaco.
Un paisaje único, expléndido.
En las tormentas eléctricas, sin lluvia, la atmósfera se carga de electricidad, los pelos se ponen de punta y el dedo silva si se levanta en forma de antena.
A veces, la tormenta, envuelve la montaña en forme de anillo más abajo de la cumbre, quedando la cima completamente despejada.Un verdadero espectáculo.
En el antiguo convento teníamos pocas comodidades. Dormíamos dos o tres, o más, en la misma habitación. No había luz eléctrica. Por la noche nos alumbrábamos con lámparas de cera : una lata de conservas llena de despojos de la cera del templo. El agua para la higiene personal y para los servicios la cogíamos de los aljibes (pozo negro y pozo verde) y para beber la subíamos de la Fuente del Pobre que mana a poca distancia de la cumbre.
Allí reponíamos las fuerzas físicas debilitadas durante los nueve meses del curso y aireábamos la cabeza.
Pienso que la vida de San Esteban sería insoportable sin el mes y medio de libertad y expansión en plena naturaleza.
Las correrías que hacíamos, por aquellos montes, eran de campeonato. Dejábamos el hábito escondido en un risco y lo recogíamos al regresar. Con hábito no se puede caminar por aquellos montes.
Mencionaré alguna de aquellas correrías.
En verano del 50 se celebraba en Brasil el campeonato Mundial de Fútbol. España se había clasificado para los cuartos de final. En el convento no había radio y un grupo de cuatro o cinco, aficionados al fútbol, fuimos a Morasverdes (unos 20 Kms.) campo a través, a oir el partido. Uno del grupo era sobrino del dueño de un molino y nos dejó utilizar la radio.
No se oía bien pero pudimos seguir el partido donde España perdió 6-1 contra Brasil.
El verano siguiente, un grupo de cinco o seis, bajamos al valle de Las Batuecas donde hay un monasterio de Carmelitas Descalzos. Debido al calor que hacía esperamos, para regresar, a que pasara el bochorno y cuando decidimos salir, no encontramos el camino de vuelta. Al fin pudimos encaminarnos y a uno le entraron calambres y tuvimos que turnarnos para ayudarle a caminar. Llegamos al Paso de los Lobos donde otro grupo nos esperaba y al convento llegamos a las tres de la madrugada.
Solíamos compartir la merienda en estas excursiones. Varias veces hice freisuelos y otro día tratamos de hacer una chocolatada pero, se puso tan espeso que, al tratar de revolverlo se volcó la lata y nos quedamos a dos velas.
Cuando nos tocaba servir la mesa, sisábamos alguna cosa. Otras veces, el hermano de obediencia, que conducía el camión de suministro, por ayudarle a descargar, hacía la vista gorda y nos dejaba llevar algo.

Benjamín Galán dijo...

Pues es una pena que se acaben Samuel; son todos muy interesantes. Yo creo que ya estoy un tanto enganchado a esto y, cada vez que leo un capítulo nuevo, más me convenzo de que lo nuestro, aunque duro y "apretao", no era comparable a lo que cuenta este buen hombre. Mirándolo bien, lo nuestro era como la antesala del parador actual ¡Como para quejarse!

Samuel dijo...

FINALIZAMOS:
La Virgen de la Peña de Francia es la patrona de Salamanca y todos los domingos y días de fiesta había alguna peregrinación: de lejos venían en autobús, los de los pueblos más cercanos subían la cuesta a pie, por atajos.
Los estudiantes atendíamos a los peregrinos acompañándolos en sus rezos, cantando la misa, predicando la homilía y los despedíamos al terminar deseándoles la bendición de la Virgen hasta el año siguiente.
Un matrimonio de Salamanca (él era médico) pasaban todos los veranos en la hospedería haciendo una novena a la Virgen. Eran muy devotos y pasaban horas ante la imagen de la Virgen. No tenían hijos y parece que la novena era para pedirle que obrara el milagro de darles un descendiente. Alguno, viéndolos tan recogidos y devotos, comentaba que no tenían hijos porque no sabían hacerlos.
Siempre había un ambiente alegre, y por cualquier motivo se hacían chistes y comentarios jocosos.
Recuerdo la novena de Santo Domingo que seguíamos por un librito. El acto de cada día terminaba con la oración de Jordán de Sajonia a Santo Domingo, en la que atribuye al Santo una serie de virtudes y actitudes que suenan como piropos o ditirambos. Día a día fuimos atribuyendo esos calificativos a distintos compañeros porque nos parecía que les cuadraban muy bien. Así, por ejemplo: clarín del Evangelio (Eutimio), varón de prodigios y maravillas (Silvino), mártir en el deseo (Tena), martillo de herejes (Jaime).. Al final tuvieron que cambiar la oración.
Repasando mis vivencias en San Esteban y La Peña de Francia no recuerdo ninguna pelea o conflicto grave entre estudiantes. Hubo sí discusiones, pero se solucionaban pronto. A veces, en el Capítulo de Culpas, con un abrazo de conciliación.
Las vivencias que perduran en mi de los cinco cursos en San Esteban y los tres veranos en La Peña de Francia siguen muy vivas. Fueron años de plenitud.
Mis deseos de ser dominico se fueron haciendo realidad a lo largo de los años de formación, con mayor facilidad de lo que esperaba.
Creo que la formación recibida en la orden se fundamenta en el respeto a la persona, la confianza en la responsabilidad de cada uno y no en la obediencia ciega a normas y leyes, que la vida cristiana y, en especial, la vida como fraile dominico, orientada a la predicación del mensaje del Evangelio, me hizo comprender que la fe cristiana y su transmisión se realiza y manifiesta más en la acogida de la gente que en el culto vacío y ritual dentro de la iglesia.
Al finalizar, el entonces provincial P. Aniceto, nos llamó para saber a dónde queríamos que nos destinara.
Yo pedí Alemania a estudiar Ciencias Sociales con E. Welty, autor del Catecismo Social.
Me preguntó si no aceptaría ir a Québec (Canadá) a la facultad de Ciencias Sociales, donde un padre dominico, muy famoso en esa especialidad, era decano y allí nos resultaba más barato porque se contentaban con la aplicación de la misa de cada día. Le dije que me sentía encantado.
Y a repasar el francés, que ya leía sin dificultad, pero que no había tenido oportunidad de practicar, con el método Assimil.

Y, colorín colorado, este relato ha terminado; no sin antes agradecer la cantidad de visitas, lo que demuestra el interés por esta entrada y, por supuesto, mi agradecimiento al protagonista por su autorización para publicarla, deseándole una pronta recuperación para continuar con su labor pastoral.

Maribel Pérez dijo...

Samuel, por unas cosas u otras, -viaje en la Semana Santa y algún inconveniente y organización de la vuelta a la normalidad- no comenté nada al final de este relato. Quería decir que nos gustó mucho, y como bien dice Galán, cuando leíamos un “capítulo” ya estábamos esperando el siguiente.

Nos recordó cosas que ya teníamos olvidadas y también nos enseñó otras que no sabíamos.

Sólo decir lo mismo que tú dices, desearle a ese dominico lo mejor y, sobre todo, una pronta recuperación.

Samuel dijo...

Maribel, lo cierto es que hay material para seguir publicando todo lo que queda de año pero, creo que no se debe abusar demasiado.
Lo curioso es que siguen las vistas, aunque en menor cantidad.
Creo que van por 1060, lo que supone gran satisfacción y que el relato despertó cierto interés.
Posiblemente me atreva con otro tema sobre Corias. Lo estoy mazcando.

Olga dijo...

Todo tiene un principio y un final, pero siento que se acabe la historia de este dominico que supo y quiso adaptarse a los tiempos, tratando de hacer las cosas lo mejor posible.
Seguro que tiene muchas mas anécdotas que sería interesante conocer.

Maribel Pérez dijo...

Samuel, pon ese tema de Corias que estás pensando, no lo pienses tanto, que seguro que va a ser interesante y nos va a gustar.