lunes, 29 de febrero de 2016
SALAMANCA ( II )
Con tres días de
estancia prevista nada inducía a la prisa. Por eso, instalados y
dejado el equipaje, una terraza de la Plaza Mayor resultaba un reclamo
irresistible para tomar un aperitivo bajo el tibio sol de un invierno que hasta
avanzado febrero solo algunos días amagaba con serlo. Para esto ningún lugar mejor que el centenario Novelty, un tanto ajado,
pero conservando el empaque y numerosa clientela de sus mejores tiempos.
Torrente Ballester, hace años recreado en bronce ocupa una de las
mesas impasible al trajín de los parroquianos. Símbolo de un tiempo que parece detenido.
Si esperando el florecer de los almendros
dejamos atrás los que ayer eran nuevos y hoy son años viejos;
Salamanca, desde un amanecer de ilusiones y doradas piedras revestidas de oro
por el primer sol hasta su incandescente atardecer, un incendio que parece
consumir las tempranas ilusiones y el oro del amanecer, puede escenificar, en
un solo día, el transcurso de toda una vida.
Esta ciudad ha sido, y es, fuente de
inspiración de famosos autores literarios. Sus monumentales edificios fueron
objeto de reputados estudios de arte e historia que se pueden consultar en múltiples publicaciones. Esto exime a los profanos, como es el caso,
y nos permite abordar solo impresiones
marginales.
Sorprende gratamente, más cuando se llega de Madrid, la limpieza de las calles. Al menos
en el centro histórico. La capital de España, quién la visite lo puede comprobar, permanece acorralada por la
suciedad, víctima de las contrataciones de limpieza firmadas por la anterior
Corporación y que la actual, de Ahora Madrid, todavía no logró revertir.
Salamanca, a diferencia de la mayoría de ciudades españolas, ha respetado buena parte de su
patrimonio histórico. Se percibe que no ha sufrido con tanta intensidad el afán devastador de mandatarios ansiosos de un lugar en la
posterioridad. Esos que derribaron, y derriban, edificaciones cargadas de arte
y de historia para sustituirlos por “su obra”. Auténticos
bodrios con demasiada frecuencia. Eso explica que hoy convivan en perfecta
armonía, cada una en su estilo, la Catedral Vieja y la Catedral Nueva
junto otras joyas arquitectónicas que se pueden visitar recorriendo
las calles.
A esto, como cualquier turista que se
precie, básicamente estuvieron dedicados los tres días.
Tiempo suficiente para recorrer los
edificios históricos más notables procurando huir de los más bulliciosos grupos de
visitantes. También para demorarse buscando detalles como la siempre olvidada
ubicación de la rana en la magnífica fachada de la Universidad, y otras
curiosidades que la ayuda de una buena guía permite ir
descubriendo.
Al recorrer San Esteban, grandioso convento
regido por la Orden de los dominicos, surgió la
curiosidad por si residía allí
en la actualidad algún antiguo
profesor de Corias. Pero, poco aficionado a las
visitas sorpresa y con la muy
razonable sospecha de no ser reconocido, desistí de hacer
cualquier indagación.
Al
lado de San Esteban se encuentra el convento de Las Dueñas, con precioso claustro y restos del palacio mudéjar sobre el que se edificó. En este convento es venerada una monja que era conocida por
la Negrita (imagino que las monjas no le cambiarán ahora el
nombre como hicieron los rectores del Rijksmuseum con algunas pinturas).
Sobre la vida de esta monja (transcurrida entre los siglos XVII-XVIII) se han
escrito varias versiones, algunas contradictorias entre sí. Aventuran que fue una princesa africana captada, o capturada, en
las costas guineanas y trasladada a España donde sirvió en varios
conventos. Una historia exótica en su tiempo y común en éste de crisis vocacional. Cabría
preguntarse si ella no sería precursora y padecería situación similar a la denunciada recientemente
por varias religiosas recluidas en un monasterio gallego. Sin pretender
generalizar dramáticas situaciones de desarraigo entre quienes son traídos de lejanos países para profesar, la vida de esta monja
africana me trae otra historia dormida en el desván de la
memoria contada por un joven seminarista con el que, casualmente, coincidí en Roma hace más de veinte años. Entre lágrimas me contó cómo antes de cumplir los diez años le habían sacado de una remota isla de Filipinas para ingresar en un
seminario romano. En él
llevaba cerca de otros diez. Decía no tener
vocación religiosa, tampoco medios ni fuerzas para abandonar el
seminario. De sus padres apenas recibía noticias,
salvo para anunciarle el nacimiento de otra hermana o hermano, noticias que
acrecentaban su desesperación por no poder conocer a ninguno de sus nuevos
hermanos, y la sensación de estar viviendo una vida que le era ajena…
Mejor continuar con el viaje, esto parece
tener poco que ver con las andanzas salmantinas.
Junto a las decenas de valiosas
construcciones religiosas perviven, en buen estado, no pocos edificios civiles
colmados de historia. El más conocido, además de la Universidad, la
Casa de las Conchas. También la Torre del Clavero, Palacio de la
Salina, Torre del Aire, Casa de María la Brava, Palacio de Monterrey y otros.
En las inmediaciones del Palacio de
Monterrey, su magnífica planta contrasta con la discreción de la
puerta de acceso situada en un lateral, se encuentran tres edificios, cada uno
con su particular interés. La Casa de la Muerte, construcción civil, atesora interesante fachada con calaveras labradas en
piedra bajo el balcón. Los otros dos son religiosos; el convento de las Úrsulas, además de la tumba del arzobispo Fonseca obra
de Gil de Siloé, dispone de un diminuto museo con valiosas pinturas y magnífico artesonado. El de las Agustinas tiene unas curiosas ventanas
con rejas erizadas por desafiantes
aguijones. Se supone para proteger la virtud de las novicias y frenar ardores
de rendidos admiradores. No resulta difícil imaginar
el tormento de estos amantes, él sobre a una precaria escalera,
obligados a depositar en las yemas de los dedos todo el roce sensual mientras
los afilados hierros laceraban la carne del osado rondador. Aunque ya se sabe,
la pasión, cuando es mutua, suele hacer inútiles todas
las rejas.
El Palacio de Monterrey, propiedad de la
Casa de Alba, trae otro recuerdo. El de la duquesa, hace poco fallecida,
recostada en las escalinatas del Colegio Anaya, antes de su boda con el
jesuita-ex Jesús Aguirre. Solitaria disfrutaba de la caricia del sol vistiendo
vaqueros, camisa hippy y luciendo su rubia melena rizada. Esta mujer,
independiente de otras consideraciones, es posible que aunara en su
persona lo más rancio y
parte de lo más rompedor de la tradición española.
Tampoco Salamanca reniega de arquitectura más reciente. La modernista Casa Lis ha sido restaurada con acierto
hace unos años y hoy es sede de un interesante museo Art Decó con vistas estupendas sobre el Tormes.
Al final los tres días no dieron para tanto, ni para cruzar el Tormes y disfrutar de
las maravillosas vistas nocturnas desde el otro lado del río. Parte de culpa la tuvieron los agradables cafés que invitaban a frecuentes paradas y los restaurantes a
reposadas sobremesas.
Hasta
ahora ninguna referencia a la comida, aliciente imprescindible de cualquier
viaje.
Salamanca, no podía ser de
otra manera, tiene establecimientos donde se puede comer muy bien. En la
actualidad el restaurante de más renombre es Víctor Gutiérrez, ya conocido de una ocasión anterior, antes de que le
fuera concedida la estrella, se comía muy bien. Pero esta vez, sospechando
que la estrella podía haber contribuido a incrementar los precios, era preferible
descubrir otros lugares, y resultó un acierto. El Mesón de Gonzalo
prepara excelentes cortes de morucha y ofrece un buen tinto de Castilla, Abadía Retuerta, casi a precio de bodega. También elabora buena cocina Casa Vallejo, su barra de pinchos es de las
más concurridas de Salamanca, y en Le Sablón bordan los platos de caza. Todos
con buena relación calidad-precio.
Numerosos bares ofrecen buenas tapas para
picar o una comida informal. Desde las famosas chacinas de Guijuelo hasta las
sabrosas patatas meneás y
excelentes hornazos. Un buen farinato, aunque a muchos foráneos no les suele gustar, tampoco se debe descartar.
Anochecía el tercer
día cuando, antes de partir, cayó un intenso
aguacero que ofreció
otra imagen de la Plaza Mayor. Su pavimento,
convertido en resplandeciente espejo por el efecto luminoso de las farolas,
reflejaba con simétrica precisión la armónica belleza
de los edificios que la circundan.
Más tarde, cuando el tren ya circulaba por
solitarias llanuras, la luna llena hizo reverberar su pálida luz en el cristal de la ventanilla para escribir unas líneas confusas. Al intentar, con la
torpeza propia del duermevela, darles algún sentido
temo que decían algo así:
Borradas
están las huellas
en
los caminos
que
juntos recorrimos.
Borradas
de nuestros cuerpos
las
caricias
que
juntos compartimos.
Borrados
también
amores eternos
que juntos nos prometimos.
Después del tiempo transcurrido
recuerdos y culpas
permanecen en mí
Por
eso quisiera que hoy en ti
solo posaran recuerdos
de una vida feliz
Menos mal que de los versos no soy
responsable. Responsables fueron el sol de la ida y la luna del regreso que,
jugando, los escribieron en la nada. Porque el cristal transparente nada es
hasta chocar contra él y
recibir el golpe.
…Y poco después de nuevo en Madrid.
ulpiano rodríguez calvo
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6 comentarios:
Ulpiano, ¡qué maravilla estas dos últimas entradas de tu viaje a Salamanca! Te superas a ti mismo. Lo explicas todo de esa manera tan delicada que, como ya dije más veces, da hasta paz el leerte. Yo en tu caso me plantearía escribir un libro. –Seguro que ya te lo dije más veces-.
Por otra parte, comentar que los que vivís en Madrid sois unos privilegiados en muchos aspectos y entre ellos el viajar. Todo lo tenéis a “un paso”.
Ahora, y sin que tenga nada que ver con esta entrada, voy a aprovechar para poner aquí algo que quería decir hace tiempo y que en el momento que me ponía a escribir se me olvidaba; y es que me parecía estupendo que Eduardo Villamil participara bastante en el blog esta temporada pasada. Me gusta, entre otras cosas, porque tiene una memoria impresionante.
Es pura nostalgia la que siento al leer esta entrada de Ulpiano.
Hace muchos años que empecé a visitar esta cuidad, por distintos motivos.Hasta tres veces al año tenía que programar el viaje.
Solía ir en el tren que él comenta y creo que se llamaba "Expreso Costa Verde". Siempre abarrotado y compartiendo pasillo con maletas y otros enseres.
El trasbordo en Venta de Baños era un alivio pues, aunque el vagón solía ser peor que el anterior, siempre había sitio para echar una cabezada e incluso tumbarse a lo largo en todo el asiento. No faltaban familias portuguesas con abundante despensa para el largo viaje hasta su país.
En tres días se puede ver bastante bien pero, con detalle, pasa como Roma hay mucho que patear, aunque la ciudad es pequeña.
No comenta nuestro visitante nada de la Pontificia(Clerecía), ni de el aula de Unamuno, que seguro visitó, ni de la iglesia redonda, ni San Martín) pegada a la Plaza Mayor, ni de Tente Necio.
A San Esteban le está pasando como a Corias. Parte ya es hotel y allí podrías visitar al P Lastra; no en el hotel, en la parte que aún conservan y que supongo allí seguirá. si no lo han cambiado.
Cuando yo empecé las visitas sólo existían dos puentes, el romano y el nuevo. Por ambos pasaban todos los vehículos. Ahora, creo que son cuatro los que hay.
Si queréis unas bellas vistas de la ciudad, un gran lugar es el parador, al otro lado del Tormes.
Seguro que Morán tiene muchas anécdotas de su paso por San Esteban.
Samuel,según comentarios en la reunión de Agosto en Cabueñes,elP.Lastra se encuentra en Madrid,con el P.Berastegui.
Maríbel ,muchas gracias,es un gen heredado por lo que mi aportación es mínima y,solo pido que el Sr.Alemán tarde mucho en cursar visita.
Para Ulpiano;la limpieza de las ciudades en gran medida reside en los ciudadanos que la habitan,y como muestra un botón, Oviedo tiene reconocida por la UE con la escoba de platino y, casualmente los servicios están totalmente privatizados, por lo que creo que no son fundamentalmente cuestiones políticas.
La última vez que pregunté por el P.Lastra, en Salamanca, estaba allí de prior; de esto ya hace tiempo.
Algo de razón tiene Morán sobre las carencias palmarias. El aula a la que me refiero, y le pregunto a Ulpiano, es la de Fr.Luis de León y no la de Unamuno. La estatua de Unamuno está en la calle Bordadores en una postura un poco encorbado, con las manos atrás supongo que haciendo alguna bolita de papel o alguna figura con este material ya que era muy aficionado a la papiroflexia.
Sobre el debate de hoy me llamó la atención el machismo del aspirante a la Moncloa que sólo habló de los parados y los votantes. No dijo nada de las paradas y las votantas.
HAXA SALÚ.
Ulpiano, tiene razón Maribel, escribes y describes con verdadera maestría tus viajes y vivencias.
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