jueves, 12 de mayo de 2016
TETAS DE LA SACRISTANA
Foto: Viñedos Bodega Fuente Victoria
Las tetas no están proscritas
en el blog. Adquirieron carta de naturaleza, entraron por la puerta grande, con
la inolvidable entrada del profesor Morán al
recordar la ingeniosa y arriesgada pregunta de Juan Carmelo, entonces compañero suyo de estudios eclesiásticos y
después también profesor nuestro, a su profesor de
Moral cuando éste trataba de dilucidar un límite; la
parte de los senos que una mujer podía mostrar en público sin
caer en pecado mortal. Ese relato, independiente del débito personal que cada uno podamos tener con este blog, es una
joya que por sí solo justificaría su existencia. Solo alguien con el valor y la agudeza mental de
Carmelo podía ser capaz de formular una pregunta así en un
seminario español de los años 50. En mi opinión ese relato de Morán debería colocarse
en un lugar destacado para poder releerlo, y regocijarnos con él, sin tener que rebuscar entre los cientos de entradas que ya
configuran el patrimonio de este blog.
Sin embargo a nada de eso me quiero referir
ahora. Un vino almeriense, Tetas de la Sacristana, es el que hoy invita a
escribir.
En Almería, aunque
fuera de la provincia sean unos perfectos desconocidos, también hay vinos. Les ocurre un poco como a los de Cangas que lejos del
suroccidente asturiano les cuesta abrirse mercado. Solo en eso se parecen, el
resto son lógicas diferencias. El vino de Cangas es fruto de abundante agua y
escaso sol. Esto obliga a deshojar las cepas para que los rayos de sol incidan
directamente en los racimos y a retrasar al máximo la
vendimia, hasta finales de octubre incluso, prolongando la maduración para lograr así un aceptable grado de alcohol. En Almería la uva es producto de la extrema escasez de agua y de un sol
abrasador. Aquí
las hojas de la vid son valiosos parasoles que protegen los racimos de los
implacables rayos solares. La vendimia se adelanta al mes de agosto y se
realiza de noche, cuando la temperatura se suaviza ligeramente para evitar que
se dispare el grado de alcohol.
En Almería, igual que
en Cangas, el empeño de unos bodegueros que han convertido el vino en su pasión ha obtenido recompensa logrando vinos de reconocida calidad,
aunque no tengan tropecientos puntos en las guías de Parker
o Peñín. Uno de estos vinos es Tetas de la Sacristana. Vino con la graduación embridada en los 14,6º, y elaborado con una mezcla (coupage
dicen ahora los entendidos) de tempranillo, merlot y cabernet sauvignon. La
cata, esa engolada retahíla de palabras comunes tan al gusto de
algunos catadores, comienza diciendo, “De color
rojo cereza, con ribetes amoratados…etc etc”
que yo resumiría en un buen
vino para acompañar los platos tradicionales de la Alpujarra de Almería, sobre todos los invernales: gurullos, migas, trigo, conejo y
choto(cabrito) al ajillo o variadas carnes a la brasa. Tampoco desentona con
los gazpachos y salmorejos veraniegos.
El
nombre suele recibir algunas críticas por su dudoso gusto, pero es fiel
al nombre de las parcelas por las que se extienden los viñedos en los que tiene su origen. Existen varias versiones del
motivo por el que recibieron ese nombre y parece que la explicación más razonable es la siguiente: Los hombres solemos guardar recuerdos
y deseos en una burbuja secreta. Solo alguna vez les permitimos aflorar a la
luz. Así el recuerdo y el deseo afloraron en un hombre hace muchos años, quizá recién la
Reconquista, al contemplar desde un alto las prominentes lomas que tanto le
recordaban las turgencias de la mujer del sacristán y ama del
cura, y su mirada, cargada de ese recuerdo y ese deseo, se posó en las parcelas de dura tierra rosada bautizándolas con el nombre de Tetas de la Sacristana. No se debiera ser
riguroso por la inconveniencia de tal nombre. Nombres peores etiquetan
productos a lo largo y ancho de España. Algunos resultan insultantes como se
puede comprobar en no pocos escaparates de Asturias que exhiben un determinado
aguardiente.
Ningún propósito tenía de hacer propaganda de este vino, podía haber elegido otro cualquiera, incluso alguno de los buenos
blancos que se elaboran con la uva macabeo abundante en la zona.
Tetas de la Sacristana, más allá
de su nombre y calidad, solo es una excusa para dar
un breve paseo por ese desconocido rincón de Andalucía que son las alpujarras almerienses. No tan conocidas ni con el
tirón turístico de las granadinas; grandioso balcón abierto al
mar a los pies del Mulhacén, surcado, sobre todo en primavera, por
torrentes que se despeñan desde Sierra Nevada hasta las vegas de
Granada o Motril.
La Alpujarra almeriense recorre profundas
quebradas orientadas al sureste y podría decirse
que el río Andarax es su eje vertebrador. Nace este río muy cerca de Láujar, cerca también de los viñedos que dan nombre a esta entrada, en un
paraje natural entre Sierra de Gádor y Sierra Nevada. Un lugar idílico, así lo percibí cuando
estuve allí por primera vez hace unos treinta años, poblado
de pinos, chopos y sauces. En la actualidad intenta resistir a la degradación a que es sometido por los visitantes domingueros que asaltan su
frágil ecosistema con vehículos convertidos en modernos caballos de
Atila.
El
Andarax es un río que podríamos llamar clandestino. Poco después de su nacimiento se hunde bajo la tierra y solo de cuando en
cuando muestra uno de sus ojos plateados enmarcado por las pestañas verdes de un frondoso cañaveral. El
resto de su cauce parece estar cubierto por terrones de azúcar moreno. No puede resultar extraño ese
comportamiento, durante todo su curso sufre el acoso de profundos pozos
perforados para robarle su único bien, el agua. Solo con ella pueden
rendir cosecha aquellas sedientas y áridas tierras. Discurre entre
pronunciadas laderas de tierras resecas y polvorientas. De cuando en cuando se
ven pequeñas parcelas arañadas por un rústico arado
donde unas semillas reposan en los precarios surcos esperando unas gotas de
lluvia para que una magra cosecha de cereal recompense tanto esfuerzo y sudor.
Los espaciados pueblos blancos muestran visibles huellas de su pasado árabe.
En Láujar de Andarax fue confinado de por vida Boabdil, el rey que
lloraba según nuestros libros escolares al ser expulsado de su Alhambra y su
Granada. Por estas tierras se libraron durante casi un siglo revueltas
moriscas, muestras del carácter indómito de
aquellas gentes. Las huellas de su paso, de su asentamiento durante varios
siglos, están presentes en edificaciones, algunas históricas, cerca de Almócita está el llamado
Cortijo de Paces donde hacia 1570 D. Juan de Austria firmó un acuerdo de paz con los líderes de los
sublevados. Por las escarpadas laderas se pueden ver con asombro los ingentes
trabajos realizados por aquellos hombres y mujeres para arrancar su sustento a
tan hostil naturaleza. Acequias realizadas con ingenio para el aprovechamiento
hídrico, bancales para el cultivo sobre kilométricos muros de piedra construidos pacientemente piedra a piedra
dan idea del carácter laborioso de aquellas gentes. Mayor quizá que el de los conquistadores cristianos llegados desde el norte.
Siguiendo el curso de este clandestino río, a comienzos de febrero el blanco de los almendros se confunde con
el blanco de las nieves en las cumbres, se encuentran pueblos como Fondón con secaderos de jamón y una hermosa fuente construida en 1720. Padules, igual que Láujar y Albodoluy es importante centro cosechero de vino y uva de
mesa. Por toda la zona media del Andarax abundan olivos, naranjos y almendros.
En Canjáyar, kilómetros más abajo
dirección al mar, se puede comprar directamente en su almazara un
excelente aceite virgen extra de arbequina y también en los
portales de algunas casas, durante los meses de enero y febrero cuando más dulces y jugosas están, se pueden comprar naranjas recién cogidas del huerto por un precio que ronda los 5 euros la caja
de 10 kilos.
Pasado Canjáyar, en lo
alto de una ladera, casi a 1000 metros de altitud, se encuentra Ohanes, uno de
los pueblos más bonitos de toda la zona. Visto desde abajo parece una sábana blanca tendida al sol. Es famoso por la calidad de su uva de
mesa, una variedad toma su nombre. Durante el siglo XIX y parte del XX sus uvas
eran envasadas en barriles de madera y exportadas a países europeos, Inglaterra y Alemania eran sus mejores clientes,
también Estados Unidos.
Se abandona la Alpujarra para sumergirse
entre el llamado mar de plástico almeriense y esa piel reseca,
arrugada, cuarteada por el sol, de cautivadora belleza, que es el Desierto de
Tabernas. Antes se pasa por Alhama de Almería, pueblo
natal de D. Nicolás Salmerón, Presidente de la I República. Según decían sus
convecinos cuando regresaba al pueblo para pasar unas vacaciones detenía todos los relojes de su casa para no ver como se consumía el tiempo que le obligaría a volver a
la vorágine política de Madrid. Un rasgo que definió su carácter y la firmeza de principios
es el de haber renunciado a su cargo de presidente para no verse
obligado a firmar unas penas de muerte. Su casa se conserva en perfecto estado,
también su recuerdo en el pueblo. De esto puedo dar fe por haber
asistido, casualmente, a la conmemoración del
centenario de su muerte y haber visto todo el pueblo, edificios y gentes engalanados
en homenaje a quien fuera su ilustre paisano.
Próximo a
Alhama se encuentra el que dicen es el más antiguo
yacimiento arqueológico de Europa, Los Millares. Datado en la época de transición entre el Neolítico y la
Edad de Bronce, unos 2700 a.C. Permanecen vestigios de fortificaciones, torres
semicirculares, cámaras funerarias y dólmenes. Un lugar ideal, para recrearse en
la contemplación de aquellas desoladas cumbres y laderas en las que solo las
matas de esparto atestiguan que permanece un hálito de
vida. En vivo contraste con las pinceladas del color verde de los naranjales en
lo más hondo del valle. Al ser un lugar poco visitado no es infrecuente
tropezarse con alguna liebre o conejo, incluso con un corzo o un zorro. También se pueden avistar, en lo más alto de
Los Filabres, las cúpulas blancas del observatorio astronómico de
Calar Alto. Su silueta se recorta sobre un cielo de casi perenne color azul.
El Andarax continúa su curso
furtivo, temeroso de la voracidad de los regantes, ahora perpetrados bajo
interminables extensiones de plástico, hasta entregar en secreto su
menguado pero valioso tributo al Mediterráneo.
ulpiano rodríguez calvo
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4 comentarios:
Como sigo con poca afición al vino, no debo opinar sobre la calidad del que Ulpiano nos apunta.
Conocí, por primera vez, la zona de Almería hace más de 30 años. Las comunicaciones eran muy precarias, incluso desde la capital de España. Trenes sin electrificar, lentos, incómodos y eternos.
La capital era una ciudad triste, bastante sucia por la escasez de agua y muy mal comunicada con las distintas localidades.
Para llegar al lugar donde habían destinado a mi mujer, casi castigada, había que coger el ALSINA, cruzar Las Tabernas y adentrarnos en lo más profundo de la nada.
En recorrer los 100 Kms. Se tardaban unas tres horas abundantes y por carreteras que sólo se veían cactus y cabras.
Hace un mes volvimos por la zona y debo confesar que el cambio, en los últimos años, ha sido expectacular: buenas comunicaciones, la capital está desconocida, y aunque el desierto de Las Tabernas sigue en su estado inicial, goza de cierto atractivo que lo hace distinto al resto del territorio.
Merece la pena visitarlo y pararse en alguna de sus colinas a contemplar el paisaje.
El mar de plástico es uno de los protagonistas de este cambio y, por supuesto, sus famosas canteras de mármol en Macael.
Sus cerca de 30.000 hectáreas de invernadero la convierten en la despensa de Europa en hortalizas y verduras.
Su forma de cultivo sin pesticidas, su clima y su continuo estudio sobre nuevos sistemas de producción, la ponen como referencia a muchos paises como Israel que viene a hacer muchos de sus ensayos a estas tierras.
Como dato curioso diré que los autobuses urbanos y algunos interurbanos son ALSA.
Continuando con lo dicho por Samuel referente a Almería, yo permanecí por primera vez en la capital almeriense desde diciembre de 1970 a abril de 1971 cumpliendo deberes patrios y posteriormente, me tocó vivir en la capital y en gran parte de la provincia por motivos de trabajo. En aquellos años sesenta–setenta el tema de los invernaderos ya comenzaba pero de forma muy tibia, ni por el forro comparado con lo que son hoy día. Entonces, si uno se subía a puntos altos por la zona del Campo de Dalías y se ponía mirando al mar, aún podía diferenciar, nítidamente, si no tenía el sol de frente, el límite entre el mar de agua y el mar de plástico, cosa que hoy es casi imposible de discernir pues, el plástico invade desde la costa hasta media ladera y más. La prosperidad de la que goza hoy la provincia de Almería es sorprendente. En los años sesenta en esta provincia una de sus materias primas más florecientes era el esparto que se daba de forma espontánea y abundante por todo el campo alto, lo que originaba una paupérrima industria para la elaboración de burritos de adorno, cestos, serones, arreos para caballerías… etc. El manipular esta resistente herbácea es poco gratificante pues, aparte de ser trabajo engorroso y dañino para las manos, desprende un polvillo característico que a las personas que lo trabajaban y lo tejían se les depositaba en los lagrimales de los ojos unas gruesas legañas. De ahí que los vecinos de las provincias limítrofes le apodaran peyorativamente a Almería, como: “La tierra de la legaña”. Sin embargo, hoy día es una de las provincias con mayores progresos del país. A mí ese paisaje pelado, casi lunar, que tiene la provincia de Almería, me gusta mucho. Todavía estos días, estando en Almuñécar nos desplazamos hasta la Alpujarra almeriense; concretamente hasta Berja y, junto con unos amigos que viven allí, lo celebramos por todo lo alto con excelentes caldos de la zona de Láujar y otros productos propios, a cada cual más rico.
Debo reconocer que este vino del que nos habla Ulpiano "Tetas de la Sacristana" no lo conozco y me extraña que en Restaurantes de Almería nunca me lo haya ofrecido. Hace unos días estuvimos en la Playa de Mojacar y aunque nos alojamos en el Parador los cinco días a los dedicamos a turistear por la provincia pues aunque conocíamos la capital había otros lugares que no.
Coincido plenamente con Samuel y Galan en lo que comentan de la capital Almeria. Nosotros hace unos diez años ya habíamos estado y aunque ya existía la entrada por el paseo Federico G. Lorca que llega hasta el centro de la ciudad, si hemos notado algún cambio a mejor. Una ciudad que paradójicamente la falta de lluvia no impide tener infinidad de fuentes que adornan sus calles y plazas.
Debo decir porque es de justicia que haciendo caso a los consejos de Benjamín estando en Mojacar nos acercamos a la cercana Garrucha y el en el restaurante el Almejero de gustamos unas exquisitas gambas rojas de Garrucha espectaculares y una excelente paella. El nos recomendaba la Gallineta y el Gallo Pedro. La Gallineta la de gustamos en la Capital y debo reconocer que aunque no soy pescadero pues no se escoger las espinas me gusto. Con el Gallo Pedro ya no me atreví porque ahí sí que hay espinas.
Finalizó diciendo que me lleve una sorpresa con el Pueblo de Mojacar. Conocía Mijas y creía un era uno de los pueblos más bonitos pero creo que este lo supera. ¡Impresionante!
Me temo que a buena parte de los hosteleros almerienses les ocurre como a la mayoría de los de Asturias, miran de soslayo y cierta desconfianza a los vinos locales. Pueden ser varias las razones: Saben que es más fácil colocar a los clientes un Rioja o un Ribera y se ahorran el trabajo de tener que “vender” el producto local. Además esos vinos más conocidos les permiten aplicar un incremento mayor sobre el precio de costo. Por no hablar de las más competitivas redes de distribución.
Desde hace muchos años yo adquirí la costumbre, esté donde esté, de preguntar por los vinos locales y puedo asegurar que suelo llevar muy gratas sorpresas. Ahora en toda España se elaboran vinos estupendos, algunos de ellos iguales o mejores que la mayoría de riojas y riberas. Si la economía española hubiese ido paralela a la mejora de la calidad del vino en las distintas comunidades del estado, hoy España sería una potencia económica mundial.
Aunque hace cuatro o cinco años que no voy a comer al Amejero, situado en el mismo muelle de Garrucha, coincido con Alfredo. Suelen servir unas fantásticas gambas rojas y muy buen pescado. No en balde Garrucha es uno de los más importantes pueblos pesqueros de todo el Levante. Cuando las gambas rojas están muy frescas chupar su cabeza después de pasarlas mínimamente por la plancha con sal gorda es placer de dioses, como tomar una deliciosa bullabesa. Si tú o algún otro amigo del blog volvéis por esa zona recomiendo ir a Terraza Carmona, en Vera. Para mí el mejor restaurante del Levante almeriense y uno de los mejores de toda la provincia.
También coincidimos; Mojácar, el pueblo antiguo,abigarrado núcleo de calles estrechas y casas blancas, es uno de los pueblos más bellos de España. Pasear por sus calles, fuera de temporada sin tanto turista, y sentarse en alguna de las terrazas con vistas al Mediterráneo al atardecer es un espectáculo difícil de olvidar
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