domingo, 13 de junio de 2010
TABACO CON MENTOLADO CASERO
Al leer el simpático comentario de Alfredo Fernández en la entrada del blog , FUMADORES, yo recuerdo que recién llegado a Corias, tenía trece años y no había probado jamás en mi vida un cigarrillo, pero como había que aparentar ser mayor, algún día tendría que ser el primero. Y fue en una de las frecuentes salidas que solíamos hacer los sábados por la tarde “al bosque” (a la finca del convento), allí fue mi fatídico estreno en estas artes viciosas. Era octubre de 1959, acabábamos de comenzar el curso y un sábado otoñal por la tarde nos llevaron a un grupo de alumnos de primer curso (los pardillos de turno) a recoger castañas. Recuerdo que íbamos a las órdenes del padre Ciáurriz y, en un pequeño receso que nos dejó tomar el “encargado”, el amigo y compañero Ángel María Linares Villarmea, que ya era todo un experto en el arte del “fumeque”, nos sugirió aliviar el cansancio aspirando un poco de humo. Diré que este mozo, a pesar de ser un pipiolo como el resto, ya presentaba otros vuelos pues tenía en su poder una bolsita de tabaco de pipa, muy oloroso y atractivo, y un librito de papel de marca BAMBÚ para su envoltura. El resto del grupo eran tan panolis como yo en estas lides, pero hacia lo malo todos ponemos formas y buena disposición. Tal que, el amigo Villarmea, una vez que nos arengó a todos con su apología del tabaco, se armó de petaca y de librito y se brindó muy voluntarioso a liar un “porro” de aquellos para cada uno.
Nos dijo que aquel tabaco era buenísimo y muy fácil de fumar. Fijaros, si será como os digo, que se traga el humo sin enterarse uno. Como obedientes discípulos dimos el parabién a todo y aspirada la primer calada, efectivamente, aquello abría el pecho y se “tragaba” con suma facilidad. Tal que, animados por el éxito obtenido en la nueva experiencia, nos fuimos euforizando y dándole calada tras calada al porro de marras hasta acabarlo.
Una vez finalizado el primer “torno”, ya estaba el amigo Ángel María dispuesto a liar el segundo “tocho” de aquellos, para cada uno, pero en un principio dijimos que esperaríamos un poco. Menos mal, pues, no habían transcurrido ni cinco minutos de haber tomado la acertada decisión de no repetir la acción perniciosa, cuando ya estábamos todos pálidos como velas y a punto de romper aguas. En menos de cinco minutos nos vimos todos doblados y alineados al borde del camino, dando unas carpidas tipo oso de Muniellos, como las que daba Higinio Álvarez al llegar a Corias el día de la excursión a Santa María del Mar.
El amigo Villarmea como era veterano en tirar de la chimenea se mantuvo entero y en perfecto estado. Él se reía de todos nosotros a mandíbula batiente, diciendo que no valíamos para nada y que éramos todos unas “nenas”. Lo que no decía este gandul, por no decir otro epíteto, procedente de la costa occidental asturiana, era que él, ya llevaba aspirados un montón de aquellos caliqueños que nos había recomendado y preparado. Por eso ya estaba curado de espantos y la fase de parto ya la había pasado con creces. Si alguien tiene dudas de lo que digo, no tiene más que observar la foto de cabecera y verá como el amigo Villarmea ya tiene un “pito” sobre la oreja izquierda.
Pero este apologista del tabaco, a pesar de sus pocos años, ya era todo un experto manipulador pues, encima de poseer tabaco un tanto especial, también lo mejoraba disimulando sus efectos perniciosos ante los ojos de los posibles primerizos a captar. Este alquimista naviego compraba en la farmacia esencia de menta, denominada mentol, que venía en granos casi tamaño azúcar, y añadidas unas briznas a las labores de tabaco le proporcionaba a éste, un frescor y una facilidad de aspiración que engañaba a cualquiera que lo probase. El “tragar”el humo, que era la demostración palpable de ser todo un experto en estas lides, era facilísimo con este sistema hasta para el más novato. Con lo cual, uno se podía dar el pote ante los mayores de ser experto en el arte de fumar sin haberlo probado nunca. A partir de entonces, aún después de pasarlo muy mal por haber tenido aquella especie de multipartos para poder desalojar todo lo que ocupaba el estómago, le cogimos el gustillo y a cada poco seguíamos intentándolo de nuevo. Los domingos cuando salíamos al cine a Cangas nos comprábamos, entre dos o tres, un paquete de “46 con filtro”, que era elegante y un poco más suave que el Goya o el Jeán. Aquellas malas mañas adquiridas en 1959 me duraron veinte años, hasta 1979. Si hubiesen seguido los partos, como los del día del bosque, seguro que lo habría dejado mucho antes. No obstante: NUNCA ES TARDE.
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3 comentarios:
Galán :¿sabes que fué del tal Villarmea?. Lo pregunto porque yo vivo a pocos kilómetros de Navia, en Anleo, y por ésta zona hay bastantes con ese apellido.
Pues sí. El amigo Ángel María Linares Villarmea vivía, y creo que siga viviendo, en Madrid. La última vez que le he visto fue en su trabajo en el parking de las oficinas de Repsol de Madrid, en la calle Arcipreste de Hita, en el barrio de Argüelles. Ahora hace unos años que yo no voy por allí y no sé si se habrá jubilado. Probablemente, sí.
Alguien me puede recordar, como se llamaba un mozo(como diria Galan)que era natural de Villallana,es un pueblo del concejo de Pola de Lena,del curso de Pepon(el de Navelgas).Este caballero trabajo en el Viesgo (compañia electrica)y vivio en Mieres.´Se que esta jubilado.Podria ser ¿FIDEL?.-
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