Ésta bien pudiera ser una de esas entradas a las que nos tenía acostumbrados Pepe Morán, primero por el lugar donde se desarrolla la historia y segundo por la afinidad de los protagonistas.
Dice así:
Tras dieciséis años de sacristán, en la iglesia de San Pablo, en Londres, y con más de 40 años de edad, Albert Edward Foreman fue invitado por el pastor a pasar a su despacho para darle una noticia.
Éste se sorprendió al entrar, pues allí estaban dos miembros del consejo a los que no había visto entrar.
Después de saludarse, el pastor se dirigió a Edward y le dijo:”Foreman, tenemos algo desagradable que comunicarte, llevas muchos años aquí y creo que estos señores estarán de acuerdo conmigo en que has cumplido tu trabajo a la perfección, pero el otro día me he enterado de la más desagradable de las circunstancias y es que no sabes ni leer ni escribir”.
Foreman, ni se inmutó.
-Empecé a trabajar en el servicio doméstico y aunque la cocinera lo intentó, no fui capaz de cogerle el tranquillo y no lo consiguió, señor.
-Foreman, lo hemos comentado entre nosotros y no podemos admitir que el sacristán de una iglesia tan importante como ésta no sepa leer ni escribir. Te damos un plazo de tres meses para que aprendas, de lo contrario tendremos que prescindir de tus servicios.
-Lo siento señor, tengo la mollera demasiado dura y con los años, que no son pocos, me temo que no va a ser posible.
-Muy bien Foreman, entonces tendrás que marcharte.
-Si señor, comprendo, por mi no hay inconveniente.
Se fue lentamente hacia la sacristía a colgar los vestidos que tantas veces le habían acompañado en funerales, bodas y bautizos y cerrando la puerta se dirigió a su casa.
Durante el trayecto, a Foreman, se le apeteció un cigarrillo, aunque no fumaba, y se decidió a buscar un local donde comprar una cajetilla.
Calle arriba y calle abajo no encontró donde satisfacer su necesidad.
-No puedo ser el único hombre que fume en esta calle y sería buena idea montar aquí un negocio para la venta de tabaco y golosinas.
Al día siguiente, buscó en la calle un local que se adaptara a su proyecto y montó un negocio de venta de tabaco y papelería.
A Foreman le fueron bien los negocios y pensó en contratar un empleado y montar otra tienda en una calle que tampoco tenía establecimiento de tabacos.
A los diez años ya tenía diez tiendas y el dinero le llovía por todos lados.
Todos los lunes pasaba por las tiendas a recoger la recaudación y llevarlas al banco.
Un lunes, el director de la sucursal, le propuso hacer algunas inversiones para aumentar sus gananacias, a lo que Foreman contestó.
-¿Qué tengo que hacer?.
-Sólo firmar, le dijo el director.
-Y, ¿cómo sabría lo que estoy firmando?.
-Hombre, ¿supongo que sabrá leer?.
-Sé que parece raro pero, no sé leer ni escribir.
-¿Pretende decirme que ha amasado esta fortuna sin saber leer y escribir?. Me pregunto ¿dónde estaría Vd. si supiera leer y escribir?.
-A esto si le puedo contestar señor, dijo Edward Foreman con una sonrisa, seguiría siendo el sacristán de San Pablo.
Desconozco si Foreman seguía acudiendo a la iglesia de San Pablo y si dejaba buenas propinas en el cepillo. Si así era, supongo que el pastor no pondría reparos a las limosnas del buen Foreman.
3 comentarios:
¡Hombre!, como el sacristán Albert Edwuard Foreman, no habrá muchos por el mundo sueltos, pero salvando las distancias, yo he tenido bastante trato por temas de trabajo, con un empresario pequeño, pero dueño de una empresa con una docena de trabajadores, que no llegó a formar un emporio como el sacristán inglés, pero podríamos decir que hoy día, con crisis y todo, tiene el riñón bien cubierto. Y este caballero tampoco anda muy sobrado que digamos en el tema de lectura y escritura. Es más, para que os hagáis situación de cómo es el pájaro diré que, cuando entabla una conversación con alguien no conocido, que seguro pretende engañar, de entrada le dice: “Que conste que yo soy “alfabeto”, eh. Pero, viéndole la pinta, rápidamente el interlocutor que tiene en frente piensa: menos mal que el tío es “alfabeto” porque si llegara a ser analfabeto no habría quien hablase con él.
Samuel, una entrada muy interesante y de agradable lectura. Por otra parte tienes razón, se parece a las entradas de Morán.
Aprovecho para recordarte que tienes pendiente la crónica del viaje a Lisboa y alrededores. Ahora con este tiempo tan lluvioso y desapacible es buena ocasión para ponerse a escribir.
Suerte tuvo el Sr. Foreman, y no solo por el éxito de sus negocios. Si el banquero hubiera sido Blesa, en lugar de preguntarle si sabía leer, aprovecharía para colocarle un lote de preferentes.
Samuel, satisfecho de sus enseñanzas puede estar Morán, dominas con destreza su estilo. El relato, tú lo dices, parece escrito por él.
Aunque a alguien le suene raro mañana es fiesta en Madrid. La Almudena, una de esas fiestas de quita y pon según venga el calendario del año, es hoy y la festividad la trasladaron al lunes.
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