A
hora tan temprana se evitaba tener que responder a la pregunta de “¿A dónde
vas?” No era fácil explicar a nadie que tu plan era ir a ninguna parte
concreta, que tu plan era tan atípico que no tenía destino para un viaje, solo
iba a caminar y ver. Nadie podría entenderlo en la España de aquella época.
A
los tres días de rodar por la vertiente de la carretera leonesa hacia el sur,
llegaron a las proximidades de León. Según habían convenido, no entrarían a
visitar las ciudades grandes, las bordearía y se detendría solamente en pueblos
medianos y pequeños donde sería más factible dejar durante algún tiempo a Sindo
y al perro, solos. Así pues, tomó la carretera que conduce de León a Benavente.
Pronto se percató Ramón de que estaba ante una diferencia fundamental de
aquella con su tierra. En su tierra, la mirada choca a poco de salir contra la
ladera de la montaña próxima y no tiene apenas recorrido. Aquí, en Castilla y
León la mirada salía de sus ojos y sin
obstáculo se iba al infinito, se iba hasta la lejanía, llegando a caer en una
parte de la tierra que era ya casi una parte del cielo.
Pronto,
se percató también, de que al contrario que en su tierra, las gentes, no vivían
en el campo, sino reunidos en grandes poblachones. Por lo visto, aquí, el campo
es sitio para el trabajo, pero no para el descanso ni para el ocio.
En
Asturias, el campo acoge amorosamente a toda la vida del hombre. El campo es
para trabajar, para vivir, para soñar, para todo. Aparece el campo totalmente
salpicado de aldeítas y casas solitarias donde el hombre vive y sueña.
En
Asturias el campo atrae, en Castilla el campo repele y el hombre, tras
trabajar, regresa a su pueblo a descansar. Es así como se generan en Castilla
esos grandes espacios que median entre pueblo y pueblo, esa enorme soledad que
hay en el campo castellano. Sería interesante buscar una causa histórica que
provocó siglos atrás, este tipo de habitáculo humano. Por lo pronto, quizás
tendríamos que retrotraernos a los duros tiempos de la Reconquista, a los
setecientos años de pelea contra el invasor musulmán al amparo de un castillo o
de una iglesia con el fin de salvar su vida.
Según
Ortega, el español medieval, vivía con una mano en el arado y la otra en la
espada, tan presto al trabajo como a la lucha. Esas iglesias enormes, con una
torre cuadrangular descomunal que se elevaban sobre los pueblos, por toda
Castilla son el retrato exacto de una manera de vivir.
La
Reconquista no supuso dos únicos movimientos, uno, el avance musulmán hacía el
norte y otro, el avance cristiano hacia el sur, en los setecientos años que
duró, muchas poblaciones pasaron sucesivamente a poder de unos y otros según
avanzaban los siglos, una misma población fue varias veces propiedad de
musulmanes y de cristianos. Esto significaba que la vida era un sin vivir, una
perpetua vigilia estando siempre prestos a recibir un contraataque del enemigo,
viajando por Castilla quedan señales de este fenómeno. Las torres de las
iglesias, las pequeñas fortificaciones de los que aún quedan restos en alguno
de los oteros, eran las atalayas desde las que se vigilaba constantemente para
prevenir un ataque por sorpresa, era por otra parte necesario que nada
obstaculizara la visualización de grandes distancias y, en ese sentido convenía
despejar el campo de árboles a efectos de que el enemigo pudiera ser detectado
cuando aún estaba muy lejos.
Los
encargados, tenían que, ellos a su vez alertar al pueblo con la consigna que
todos conocían y avisar a otras localidades lejanas por el mismo procedimiento
por el que ellos habían recibido la noticia. Esto es, encendiendo una hoguera
en la sumidad de la torre o en lo alto de la atalaya del otero. Así, la noticia
del ataque enemigo podía recorrer toda Castilla en menos de media hora:
de torre en torre, de otero en otero, de hoguera en hoguera. La contraseña
convenida para alertar a los vecinos era gritar “VIVA LA VIRGEN”, esta consigna
gritada por todo el pueblo alertaba incluso a los que estaban fuera del recinto
de las murallas y todo se pondría a buen recaudo dentro de ellas.
No
se lo crean, me refiero a que no se crean ustedes que la Reconquista fue una
larga serie de batallas sangrientas, de resistencias heroicas, y de episodios
épicos, en realidad, lo épico ocupó una mínima parte de los 700 años, la verdad
es muy otra.
Cuando
el pueblo estaba instalado en la paz y prosperidad de cien años, era poco
proclive a ofrecer una resistencia ante el enemigo, que acababa destruyendo su
vida y sus bienes. Lo más normal era que llegado el caso de no poder hacer
frente al enemigo, casi se le invitaba a pasar. A fin de cuentas la ocupación
tenía mucho de simbólico, porque las pruebas que pasaban a poder del enemigo,
sabían de sobra que este les iba a permitir seguir en sus casas, oficios e
iglesias o en sus campos, con la única salvedad de que tenían que pagar una
cuota anual al ocupante. Este pacto que se establecía con el enemigo dio origen
al dicho “Hay que pagar el pato”, no hace referencia a ningún palmípedo sino
que es una palabra deformada de “PACTO”.
No
quiero escandalizar, ni desilusionar a los que creen que nuestra historia está jalonada por un sinfín
de heroicidades. Una cosa es lo que nos contaban de pequeños y otra la
realidad, aunque tengo que reconocer que el pueblo español, ha sido durante su
historia más proclive a lo heroico que a lo lírico.
Francia,
por el contrario es un país, que ha tenido mucho más sentido práctico que
nosotros. Cuando el ejército nazi, llegó a sus fronteras, los franceses le
hicieron una reverencia como la que se hace a alguien para que pase antes de
nosotros. Prácticamente les dijeron “Pasen, pasen”, no destruyan nada y no
hagan demasiado ruido y los alemanes cruzaron desde la Alsacia hasta los
Pirineos en poco más de una semana ¿Qué es irónico y cobarde?, en efecto, lo
es, pero tenemos que reconocer que también es enormemente práctico. Los
invadidos siempre parten de la convicción de que el invasor estará en el
domicilio del invadido por un tiempo corto. Mejor que no destruya nada y, así
la reconstrucción será muy barata. Cuando los vascos se pusieron de parte de
los republicanos en la guerra civil española hicieron algo muy parecido a lo
francés. Cuando vieron que podían evitar la entrada del ejército de Franco que
estaba en sus fronteras mandaron secretos emisarios, para indicarle al ejército
invasor por donde entrar con más facilidad y sin daño alguno.
Los
heroicos gudaris o soldados vascos, no movieron un dedo para evitar la invasión
y quedaron a salvo toda la infraestructura industrial, viaria y arquitectónica
del País Vasco, como compensación hay que inventar hechos heroicos contra un
enemigo que nunca tuvieron. Los franceses cobardes y cínicos, pero prácticos,
tuvieron que inventar después cuando se vieron libres, los hechos heroicos de
una RESISTENCIA prácticamente inexistente y ficticia.
No
es de temer un pueblo instalado en la comodidad y la hartura, la buena vida, es
de temer un pueblo que no tiene nada que perder y que está dispuesto a morir,
precisamente porque nada tiene que perder.
De
camino hacia Benavente, se paró Ramón en un pueblo llamado Villaquejida, tenía
por norma parar en la entrada o la salida de los pueblos y debidamente
aparcados dejar que descansase Sindo y que aprovechase para comer algo. Es
entonces cuando se iniciaba el turno del perro, Jass, el cual tenía asumido que
nadie podía acercarse ni al carro ni al caballo, propiedad de su amo, en
Villaquejida quiso comprar pan, le recomendaron una panadería concreta. Allí
adquirió una hogaza enorme y redonda que fue su primer contacto con un tipo de
pan que él desconocía, un pan que era un gozo para la vista y el paladar. Tanto
disfrutó comiéndolo que quiso hacer partícipe de ello a Sindo, que para sus
adentros juró por todos sus antepasados equinos, que no había probado algo tan
rico en toda su vida. Aún hoy, pasados tantos años, es posible degustar un pan
igual en este pueblo leonés.
Las
rectas infinitas por la que circulaba sin apenas tráfico, le permitieron
centrarse en la lectura de aquellas novelas, que bajo pseudónimos, tenían todas
un mismo padre, Marcial Lafuente
Estefanía. En todas ellas reiteraba el protagonismo de un tipo joven, agraciado
y tan rápido con el arma, que en la página quince, ya había liquidado a media
docena de contrincantes y a todos de un certero disparo entre ceja y ceja.
También, en todos aparecía el Saloon, la mocina cantante, el sheriff de dudosa
reputación etc…
Benavente
le pareció un pueblo excesivamente grande para entrar y bordeándolo se dirigió
hacia el sur por una carretera de infinitas rectas que en aquella época siempre
estaba flanqueada por dos hileras de chopos. El chopo es siempre el árbol fiel
a toda la meseta castellana y leonesa.
Al
atardecer del sexto día de viaje, se detuvo en un pueblo llamado Villafáfila
que da nombre también a unas lagunas.
En
esta localidad tuvo Ramón una experiencia que le fue muy valiosa para el resto
del viaje. En el bar del pueblo y, a la hora de despedirse, preguntó al dueño
del bar, en voz alta: “Oiga ¿A qué distancia
queda el próximo pueblo?”.
-
Depende
de hacia donde vaya. Dijo el interpelado.
-
Bueno,
yo no voy a ninguna parte concreta.
Esta
respuesta sonó tan sin sentido, tan rara, que todos los clientes del bar se
quedaron mirándole, asombrados ¿Cómo es que aquel individuo no iba a ninguna
parte?
Los
que estaban jugando al tute cerraron el abanico de naipes y lo depositaron
sobre la mesa, pues aquel asunto prometía.
-
Bueno,
es que yo voy de turista a conocer cosas que nunca he visto. Solo pretendo
encaminarme hacia el Sur.
Entonces
le indicaron que tomase la carretera hacia Zamora y que podría parar en Cebrián
de Castro. Tuvo que detenerse otra larga hora en el bar, pues todos querían
saber de dónde venía, a qué se dedicaba, y el por qué de su viaje.
Cuando dijo
que estaba retirado de la mina, la curiosidad se encendió todavía más. Ramón contestó
complacido a todas sus preguntas.
A la
mañana siguiente cuando se disponía a reemprender el viaje, llegó un chiquillo
con un buen trozo de queso en la mano y se lo entregó a Ramón de parte de su
padre.
Ramón,
que había prometido una dieta de jamón, pan y vino, durante todo el viaje, tuvo
que aceptarlo y rendirse a lo inevitable. Aquel queso de oveja tenía que estar
buenísimo y estaba dispuesto a delinquir faltando a la dieta prometida. El
truco de preguntar en los bares cuál era el siguiente pueblo, le reportaba un
plus inesperado. Atraía sobre sí, la atención de todo el mundo y, como pudo
comprobar en etapas sucesivas, le servía para que alguno más arrogante que los
demás le proveyera de algún suplemento alimenticio. Hubo pueblos en los que
aparecía por el carro algún chiquillo con alguna tartera conteniendo algo de
comer. “Le traigo esto de parte de mi padre” decía el chicuelo, “que se lo dejó
usted olvidado en el bar, y que me devuelva la tartera”, era una sopa, una
ración de liebre guisada y mil otras cosas. Decididamente el viaje, en lo que
respecta a la dieta fue un fracaso, pero una bendición para nuestro turista.
Mientras
circulaba por la provincia de Salamanca, releyó las notas del programa de viaje
y vio que el cura había indicado que no dejase de visitar un pueblo de
Salamanca llamado La Alberca.
Dejando
a un lado la ciudad de Salamanca se encaminó un poco hacia el oeste para
orientarse en dirección a la Sierra de Salamanca. Por una carretera bordeada
por grandes dehesas pudo ver cientos de toros bravos pastando pacíficamente.
Como a 30 kilómetros de Salamanca decidió hacer noche en las afueras de
Tamames. Normalmente solía recorrer entre 35 y 30 kilómetros cada día,
empezando a las 10 de la mañana, para a partir de las cuatro elegir el pueblo más
adecuado para pasar la noche.
En
las afueras de Tamames había un soto muy adecuado para acampar. Las varas del
carro quedaban apoyadas en unas horquillas que, una en cada vara, mantenían el
carro en posición horizontal. Soltó a Sindo para que pastara algo y se adentró
en el pueblo para encontrar a alguien con quien charlar hasta el anochecer.
Como
en todos los pueblos, entró en un bar donde en seguida puso en marcha su buen
hacer y pasó unas horas de amena tertulia. Cuando quiso volver al soto donde
estaban Sindo y Jass estaba ya anochecido y le sorprendió al llegar que
allí había ocurrido algo raro. Por lo pronto, Sindo estaba aculado contra el
carro y el Jass a unos metros miraba fijamente a lo que parecía otro carro y un
fuego. La compenetración que tenían los tres protagonistas de esta historia era
tal que, todos sus movimientos y reacciones eran siempre iguales y provisionales.
Si acaso uno modificaba en algo su conducta habitual los otros dos lo
detectaban en el acto.
No era normal que el caballo estuviera en aquella
posición, pegado al carro. Y tampoco era normal que el Jass no corriera a
recibir a su dueño y festejar su llegada.
Es más, el perro con la vista clavada en el otro carro y su gente no
hizo caso de Ramón y siguió mirando para el otro carro en actitud, claramente
tensa. Evidentemente Ramón se percató de que allí había ocurrido algo anormal y
tras tranquilizar al Jass se dirigió a donde parecía haber varias personas en
torno a un fuego.
- Hola, buenas noches.
- Buenas. Contestaron todos.
- ¿Qué es lo que ha pasado aquí? Preguntó.
- Ná, no pasó ná. Contestaron.
- Hombre, mi perro tiene algún problema
con vosotros. Eso está claro.
Argumentó Ramón ¿Vosotros sois gitanos? Preguntó.
- Zí Zeñó.
- Bueno pues vamos a tener la fiesta en paz. Este
perro es un bendito,
pero como alguien trate de tocar algo de lo mío,
se transforma en una
fiera peligrosa ¿Buscabais algo en el carro?
- No, no Zeñó.
- Bueno, más vale. Venga a dormir en paz.
Lo
del Jass era otro asunto digno de mención. El Jass había venido al mundo ya
programado, como todo perro, con una única misión: amar a su dueño y defender
sus cosas. El perro adora a su dueño, le ama y siempre fiel, no espera otra
retribución que una pizca de cariño. El perro no es como el gato que no ama al
dueño, sino a la casa. El gato ama el confort, el rincón grato pero no le
importa quién se lo proporciona. Sin ninguna incomodidad cambia un dueño por
otro dueño y una casa por otra casa. Si caza ratones no es para limpiar de
roedores la propiedad de su amo, es, simplemente que por instinto le divierte
hacerlo. El gato considera que bastante regalo nos hace con su presencia. El
perro se ignora a sí mismo y todo él viene referido a un solo fin, admirar a su
dueño y amarle.
Este
trío de personajes, deambulando día tras día, sin sentido, creaban una sinergia
perfecta. Cada uno sabía perfectamente lo que tenía que aportar al grupo y en
este sentido todo era fácil, previsible y eficaz.
Dejaron
Tamames, dirección oeste, hacía las diez de la mañana. Los gitanos ya habían
desaparecido, Ramón, consultó su mapa y decidió hacer una escala antes de La
Alberca.
Fue
dejando atrás varios pueblos de poca entidad y a eso de la tres de la tarde
llegó a Villanueva del Conde que consideró más adecuado a sus propósitos.
Aparcó, como de costumbre, esta vez a la salida del pueblo y retrocedió para
comprar algo de pan bregado típico de la zona que era una delicia al paladar.
Lo compró, rellenó la bota de vino en un bar y volvió al campamento donde le
esperaban Sindo y Jass. Allí dio cumplida cuenta de unas estupendas lonchas de
jamón y un gran trozo de oloroso queso de oveja. Se sentía feliz. Nunca había
imaginado que la vida pudiera ser tan alegre, despreocupada e interesante como
lo que estaba viviendo. Rodar kilómetros, soñar pacíficamente en noches luminosas,
comer cuando le apetecía, conocer gente. Todo era mucho más encantador de lo
que él se había imaginado. Al atardecer, se adentró por las callejuelas del
pueblo, y fue a recalar, como de costumbre en un bar. Allí, esgrimió el mismo
truco de otros bares, o sea, decir que no sabía a dónde iba. Los ocho o diez
parroquianos que ahí había, enseguida picaron en el anzuelo y lo dejaron todo
para averiguar quién era ese extraño individuo que aparecía por el pueblo.
Todos preguntaron algo a excepción de un hombre joven, Ramón, enseguida se dio
cuenta de que era un retrasado mental. A él se dirigió Ramón, queriendo saber
su nombre “Yo, yo, yo Perico”. “Hombre, Perico, seguro que aquí en este pueblo
el que más manda eres tú”. Dijo Ramón. Todos se rieron y Perico se sintió
halagado porque alguien le considerara importante.
Ya
entrada la noche, se fue Ramón a descansar y, al día siguiente, oyó un ligero
alboroto, hacia las nueve de la mañana. Quiso saber de qué se trataba y apartó
la lona que le impedía ver. Se quedó descolocado por completo. Allí venía el
Perico tirando de una cuerda atada a una de las patas delanteras de un cerdo.
Todo
el mundo sabe que hacer caminar a un cerdo cuando no quiere, es de las tareas
rayanas en lo imposible. Es preferible llevar una vaca en brazos varios
kilómetros que hacer caminar a un cerdo veinte metros. Cuando al fin se
aproximó al carro…
(CONTINUARÁ…)
Pepe
Morán. Dominico-ex
6 comentarios:
Este relato, parezme buen señor, que empieza a ser, en esencia, un homenaje a la amistad. Vamos, no me queda duda que pretende inmortalizar unos, cuales, cuantos, recuerdos : Dolor por seres perdidos, caminos pateados,…, emociones que nos dejaron sin respiración,…, en fin la epidermis de ayer y la bruma del tiempo.
Tengo, dirá Ramón, los ojos llenos de recuerdos.
La soledad como destino. Un sitio para purificar el alma, sucia no por el carbón sino por los rescoldos apagados.
Pero ¿cómo se puede afirmar que el pueblo español ha sido más proclive a lo heroico —que también lo ha sido—que lírico? ¿Hemos borrado el Siglo de Oro o los del 98, o a Marías?, o a…
¡Ay de mí!
¿Infinitas rectas dice? Si acaso ilimitadas curvas… Cabecita loca.Razón tenía Alejandro Dumas, tras publicar el libro titulado “El vacío doloroso”, fue visitado por un amigo que le dijo:
- Es un título sin sentido. El vacío no puede ser doloroso
-¿Que no? ¡Cómo se ve que nunca os ha dolido la cabeza, amigo mío!
¡Ay de mí!
¿Quién da nombre a quién?: ¿El pueblo a las lagunas que están ahí unos días antes o el pueblo a las lagunas? ¿O es una laguna mental?
¡Ay de mi!
Con afán explícito de provocar. Un cariñoso saludo al autor,
Gera
Hola amigos: Soy Sindo el caballo, y aprovechando que nuestro “mangarrias” de amo, Ramón, está en el bar como de costumbre y que ya lleva allí largo rato, diré algo que los lectores de este interesante periplo deben saber cuanto antes para no dejarse engatusar por todo lo que cuenta nuestro relatador que es un embaucador y un cuentista por arrobas. Y verdades, lo que se dice verdades, cuenta muy pocas. En primer lugar debo dejar claro que tanto el sufrido Jass como yo mismo, estamos en este momento los dos solos aquí en pleno campo junto al carromato, abandonados, a oscuras, que está esto más oscuro que la boca del lobo, no se ve ni a jurar; y lo peor de todo es que estamos sin probar bocado desde esta mañana cuando salimos de Villanueva del Conde. Nuestro amo decía que desconfiaba de los gitanos pero, ya quisiera él ser como los calés; gracias a ellos y a su generosidad cenamos ayer como es debido. Mientras él contaba fanfarronadas en el bar a diestro y siniestro, se nos acercaron dos churumbeles del carro vecino y a mí me dieron media paca de alfalfa tierna recién empacada que acababan de afanar en una finca próxima a la salida del pueblo amparados por la noche, y a Jass también le obsequiaron con los huesos cocidos de una gallina vieja, totalmente desprovistos de carne, pero muy sabrosos y blandos de roer, cosa que ya se agradece pues de los caniles ya no andamos muy sobrados ninguno de los dos. La procedencia de la gallina no la sabemos, pero a nosotros eso nos trae al pairo. El caso es que gracias a estos gitanillos trashumantes pudimos dormir plácidamente sin que nos rugiesen las tripas como de costumbre. Nuestro amo, aunque él presume de ser muy condescendiente y “colega” con nosotros, y el Jefe también anuncia a bombo y platillo que nos trata muy bien y que formamos un trío muy bien avenido y compenetrado, no hagáis caso alguno. El Ramón de marras es un vivalavirgen de mucho cuidado y de lo único que se preocupa es de llegar a los pueblos cuanto antes, buscar el bar lo primero de todo y llenar bien la andorga de jamón y vino, valiéndose de sus burdas tretas con las que engatusa a los pobres aldeanos a base de sus amañadas historietas, que bien parecen salir de los excesos etílicos. Pero a los demás que nos dé el aire fresco. Es más, cuando regresa del bar a altas horas de la noche, normalmente bien alumbrao, ni nos da las buenas noches siquiera, ni nos pregunta si hemos metido algo para el cuerpo. Como podéis apreciar no es oro todo lo que reluce. Por eso tenía muchas ganas de dejar esto claro para que estéis prevenidos ya que, de aquí a que lleguemos a nuestro destino, que sabe Dios cuál será, aún queda mucho trecho y tiempo para que este cuentista charlatán os endiñe bulos y aventuras de dudoso crédito. Lo que sí os pido es que, por favor, todo esto que os he contado, nunca llegue a sus oídos. Y a los del fabulista relator, para qué hablar; ¡a ése, ni miajita!
Hola amigos: (Reproduzco el saludo de Sindo, para que quede claro el motivo de este desmentido, haciendo un esfuerzo intelectual que depure la banalidad y la cultura) Item más:
… y yo, “sobrín” de Ramón…, que aprovechando que “alguien, alguno mató a alguien…”, tilda de “mangarrias” a mi tío, voy pediros que os pongáis unos días, siquiera siete, los zapatos de Ramón para que no os alineéis con las manifestaciones de Sindo, sin saber qué harías tú en su lugar.
¿Recordáis el párrafo del Capítulo I: «…dos son las características que definirían a la persona:
- La conciencia de su propia muerte.
- La libertad para elegir entre una cosa y su contrario.
¿Es persona el qué por enajenación mental o por cualquier otro motivo carece de libertad para elegir?»
Está claro que se refiere Sindo, cuya falta de asesoramiento sindical en su época de ¿colaborador? minero, primero, la falta de apoyo de la Guardia Civil después y, su hambruna antes de la llegada de mi tío, mermaron su natural reserva cognitiva para ahora discernir, al menos con lucidez, sobre todo en estos tiempos de charlatanes y hechiceros, de cuál es, dónde está, la verdad.
Mi tío es un perseguidor de los matices, ya veis cómo se deleita al borde de las lagunas, la esbeltez de las torres, la ambrosía de las mujeres, los ecos del amor, las fachadas multicolor,…, retirado de la mina, no del todo del alcohol, que anda, las menos de las veces, sobrio, pero que deambula con el anhelo persistente —e ingenuo— de “ver otros mundos”. ¿No os dais cuenta de que mi tío es un juglar que tiene un share por encima de… sin matamoros ni pantojas? Pero la pomarada y el tendejón del pueblo eran al mismo tiempo el útero y el cordón umbilical de la añoranza, de los días de gloria con gaseosa, y la permanente esperanza de volver, acaso con la frente marchita, las nieves en la sien… ¿ qué digo si yo no pasé por Corrientes…?
Además la idea de llegar a Extremadura fue una decisión ¡DEMOCRÁTICA!, de consenso entre los tres. ¡No hay trilema! No. No vengas ahora, caballo trolero de salvapatrias ni de mártir, que bien relinchabas cuando lo deliberamos y decidimos. ¿O eran rebuznos?
Estoy de acuerdo con que al narrador-cronista, a ése, ni “miajita”. Si quiere seguir que rastree nuestro camino y que levante acta, veraz, del devenir del trío.
Con el ánimo de polemizar, ¡salud!
Gera
P.D. Después de escribir esto al insertarlo en el blog veo tantos y rezumantes rencorosos comentarios, que, a lo mejor no entendía nada. Pero bueno B. Galán sí creo que se merece una sonrisa a su acertadísimo y exquisito comentario y por eso, allá va, Galán.
Bien sabemos que Morán, entre muchas otras cosas, atesora ingenio ameno y viajero, no lo voy a descubrir ahora yo. Además tiene en Galán un alumno aventajado que con parejo ingenio nos cuenta un secreto a voces: las confesiones de Sindo sobre el comportamiento de su actual amo. Comportamiento del que, según parece, Morán no está informado. Espero con interés la continuación y el desenlace final de tan incierto viaje.
Mientras tanto (sin hacer caso, espero que no se repita, a la sensata recomendación de Felipe, y tratando de dejar los rebuznos rencorosos, éstos salen cuando y donde menos te lo esperas, para ninguna otra ocasión) no puedo evitar abandonar el tono jocoso del relato y entrar al trapo de la polémica.
Ya sé que éste no es lugar adecuado para este tipo de disquisiciones y que tratar de entablar polémica con Morán es como enviar los comentarios contra el frontón de un muro de silencio. ( aunque en esto sea injusto pues, en una ocasión, resulté agraciado y pude mantener con él un intercambio de pareceres) Pero en este relato, según mi opinión, él niega al menos una verdad y media.
Una verdad imposible de negar,por ser historia viva contrastada, es que una mayoría del pueblo vasco ofreció firme resistencia a la sublevación del 36. Ahí está, aún latente entre quienes lo vivieron, el recuerdo de miles de muertos vascos, entre ellos no pocos curas y miembros de otras órdenes religiosas, que cayeron defendiendo la República. Resistencia cuyo símbolo es la Guernica arrasada por los devastadores bombardeos perpetrados por la aviación alemana enviada por el gobierno nazi para echar una decisiva y brutal mano a Franco y los sublevados. También en tierra asturiana, por Las Regueras, están sepultados decenas de gudaris caídos defendiendo la República.
Sobre lo sucedido en Francia puedo estar en una parte de acuerdo. Es innegable que un amplio sector de la sociedad francesa adoptó una actitud pasiva ante los invasores, incluso la colaboración del Régimen de Vichy. En un clarividente ensayo “La república del silencio” Sartre hace una pormenorizada denuncia de aquél comportamiento. Sin embargo no es lícito utilizar esto para negar otra parte de verdad, la media verdad que falta en el relato de Morán. Porque no todo fueron puentes de plata ante el ejército alemán. Una parte de la población libró dura lucha contra los invasores. Y no inventada a posteriori como asegura nuestro antiguo profesor. Muchas zonas de Francia, como en el Vercors próximo a Grenoble, allí,setenta años después, todavía permanecen visibles las huellas de aquella Resistencia.
Resulta curioso que en esa lucha los franceses acuñaran el término “maquis” - que significa algo así como los que luchan emboscados en las matas del campo - Muy anteriormente los españoles habían acuñado el de “guerrilla”.
El término maquis también fue utilizado en España para denominar a quienes mantenían la lucha armada una vez terminada la guerra. Supongo que para atribuirles un cariz extranjero. Llamarles guerrilleros podía asociarles al recuerdo de El Empecinado y de otros héroes patrios. Aunque para simplificar desde el Régimen ya solo se les llamara bandidos.
La historia la escriben los vencedores, pero también suelen redactarse versiones más independientes. Contrastarlas siempre resulta interesante.
Al iniciar el viaje se ve a Sindo perfectamente recuperado, después del estado lamentable que su amo le daba en Asturias. Ramón, al escoger la ruta, ¡qué menos que seguir, el itinerario del viejo reino Astur!, continuado por el de León al desplazar la capital del Reino, a dicha ciudad, para controlar mejor, esos Campos Góticos, áridos y despoblados que era las tierras al norte del Duero.
Tierra de frontera como dice Morán en la entrada, cambiando cada x tiempo de de bando, según las aceifas, que desde al Ándalus se programaban en primavera, tanto por la frontera este del Reino Astur ( valle del Ebro), donde les apoyaban los Banu Qasi, descendientes del conde visigodo Casio, convertido al Islán y vasallo de Córdoba. O por el Oeste ( ruta de la plata),hasta llegar a los páramos leoneses, y dividirse hacia el norte y el oeste (Galicia).
Siguiendo este itinerario me atrevo a asegurar, que acabadas las tierras del viejo reino de León, se adentrará en Extremadura, bien por la Sierra de Béjar, o por la de Francia.
En su periplo, ¿llegará a las tierras del califato de Córdoba? Lo que tengo claro es que Jass, ese animal noble no llegue a su destino, debido a la ingesta de huesos de gallina. Tengo entendido que los huesos de ave de corral, son nefastos para los canes, debido que al triturarlos, sus partes quedan punzantes como pinchos, siendo letales para éstos.
Ramón ¡quizá esté evocando!, viejos recuerdos, de su juventud. Como es de pueblo y vive como vivieron sus ancestros, el progreso le repele o no le atrae mucho, por eso elude la entrada en las grandes ciudades, como Zamora y Salamanca. Le gusta como Pinón el chigre, por eso vuelve tarde algo enfilao, dejando a sus acompañantes algo desamparados.
Hace unos días, buscando imágenes de amapolas rojas encontré una entrada en este blog, de esta misma historia pero que en esa ocasión llevaba el numero 3. Me cautivó el blog y hoy estoy aquí de vuelta a leer lo que me quedo de la historia y cual fue mi sorpresa al encontrar aquí mi pueblo. Crecí en Galicia pero parte de mis raíces y mis recuerdos están y estarán siempre unidos con Villaquejida, un pequeño pueblecito del sur de León que aquí sale nombrado. Que casualidad y que ilusión me ha hecho!!
Hace poco me dejaron un comentario en mi blog ( http://1000historiasparacontar.blogspot.com.es/ ) en el que se me redactaba la historia de este lugar y la iniciativa del blog, ambas muy interesantes. Os deseo mucha suerte en el proyecto y que sigáis ofreciendo esto a la comunidad blogger.
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