lunes, 6 de julio de 2015
RUSIA
Acabo de leer
una noticia que tiene resonancias seculares. Dice: “Rusia instala en la
frontera con Ucrania 60 misiles intercontinentales apuntando a Occidente”. Pero
¿Otra vez? Pues sí, otra vez. Y van…
Rusia es una
nación inacabada. Lleva siglos buscando un alma y que no encuentra. O mejor,
tiene el alma dividida en dos y no hay manera de que opte por una de ellas. Por
un lado tiene un alma asiática, oriental, que ha conformado su historia durante
siglos.
Por otro busca
una aproximación a Occidente, a su cultura, a sus libertades, a su radical
respeto al individuo por encima de toda colectividad.
Rusia, desde
sus orígenes, ha confundido poder con territorio. Su secular afán imperialista
la ha llevado a crear un estado tan inmenso como imposible de controlar.
Como cuenta
Kapuscinky en “El Imperio” a los jefes de las zonas fronterizas en Asia y
Europa se les iban los esfuerzos en conseguir más y más alambre de espino para
taponar las fronteras. Premeditadamente,
o por pura inercia, se fue agrandando el imperio. Hay quien cree que se debió a
la necesidad de tener salidas al mar. Sea como sea, fue generando un monstruo
que le supuso, durante siglos y siglos, gastar todas las energías del estado
en asegurar y controlar fronteras.
Tarea esta
radicalmente imposible tanto para el poder despótico de los zares como para el
poder dictatorial del Comunismo.
Tanto unos como
otros, lograron construir un estado inmenso pero no supieron construir una
sociedad libre, autónoma, no tutelada ni controlada.
Y, en una
sociedad así es imposible llevar a un pueblo hacía a paz y el progreso.
A mí me ha
apasionado siempre todo lo ruso: su historia, su cultura, su literatura, sus
luchas, sus errores, todo.
Durante siglos
ha habido de forma intermitente, intentos siempre fallidos de “occidentalizar”
Rusia. Pedro I El Grande, Catalina La Grande y Alejandro II etc… Este último
inició una época de libertad, abolió la esclavitud, proclamó el fin de los
privilegios de los militares, nobles y gobernadores, emprendió la tarea de alfabetizar
al pueblo. Resultados: le asesinaron en San Petersburgo. Fue el último intento.
Rusia nunca
asimiló la cultura occidental. Occidente se construyó sobre dos pilares
fundamentales, la filosofía política griega y el derecho romano. Rusia no fue
romanizada y ahí comenzó su tragedia histórica.
Occidente, a
través de mil avatares y luchas, logró construir una sociedad basada en la
democracia y los derechos humanos.
Solo por
referirnos a España: Los Reyes Católicos anularon a la nobleza territorial. Ya
no fueron rehenes, como los zares, de los caprichos de una nobleza
indisciplinada.
Ya en el siglo
XVIII el gran jurista dominico Francisco
de Vitoria le dejaba claro al emperador que el origen del poder, está en el
pueblo. Que el pueblo da y quita el poder. Que las mayorías aprueban leyes o
las derogan. Que las minorías tienen derecho a ser respetadas y que tanta
dignidad personal tiene un duque como un indio americano.
Todo esto es
absolutamente ajeno a la cultura rusa. En Rusia el poder se estructura de forma
piramidal. La voluntad del zar es sagrada. El pueblo es un siervo que debe
obedecer.
Y así hasta
Gorbachov. De él para acá, una democracia débil, a medio hacer. No se cambian
las inercias de un pueblo en cuatro días. Antes mandaban los zares y sus delegados
territoriales. Ahora manda Putin y un puñado de nuevos ricos que cultivan el
más odioso neocapitalismo. Rusia es lisa y llanamente, un cliente para China y
para Europa. Poco tiene que vender. Tenía el petróleo y el gas, que valen la
mitad de su precio en tres años. Se le fue
Ucrania, tradicional aportadora de los cereales que Rusia consumía ¿Qué le pasa
ahora? Nada nuevo. Que su estado y su sociedad no marchan.
Como siempre en
la historia, hay que buscar un imaginario enemigo externo del mal que llevan
dentro. ¿A quién tiene miedo Putin? ¿A Europa? ¿A América?¿A Guatemala?
Tiene miedo a
lo de siempre, a la libertad.
Todos los
totalitarismos y los nacionalismos exacerbados tienen un denominador común, una
patología idéntica, un trastorno psiquiátrico semejante, es decir: el miedo a
la libertad.
En la Rusia del
siglo XVI, hubiera sido inconcebible lo de Fuenteovejuna. El comendador como
oficial del Rey, tendría razón, sí o sí. Y el pueblo, si era preciso, sería
desterrado, colectivamente a Siberia.
Para mejor
conocer todos estos problemas, recomiendo la lectura de varios libros:
1º El Imperio,
de Kapuscinsky.
2º El fin de
las ideologías, de Daniel Bell.
3º Rusia
inacabada, de Hellen Carrere D’Encause.
4º Memorias de
un niño de Moscú, de José Fernández Sánchez.
Pepe Morán.
Dominico-ex
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1 comentario:
Parto de dos premisas: estoy de acuerdo con algunas, pocas, de las observaciones realizadas aquí por Morán, y en desacuerdo con gran parte de la política practicada por Putin. Pero esta entrada, sin pretender faltar al respeto a un antiguo profesor, parece impregnada por el recuerdo del “¡ Rusia es culpable!” de Serrano Súñer de 1941.
Claro que Rusia históricamente ha tenido y tiene conflictos, como los han tenido y tienen, todos los estados multinacionales y multiculturales en los que no se ha desarrollado una democracia plena. Ejemplos de esos “conflictos” los tenemos muy cerca.
Pero no es esto a lo que me quería referir en este comentario. Es a la noticia, basada en fuentes ignotas pero presumibles, de la actual escalada de armamento rusa.
Según El País y otros medios internacionales solventes, mas bien parece que, durante los últimos meses, es la OTAN quién está incrementando su arsenal en la frontera rusa con la llamada Fuerza de Intervención Rápida, donde desempeña un relevante papel España, y el despliegue de 250 carros de combate este mismo mes. Los misiles rusos a los que hace referencia Morán, según estos mismos informantes, son para sustituir a otros obsoletos fabricados en Ucrania cuando este país aun permanecía en la URSS.
De todas formas unos y otros harían, haríamos, bien ir superando el lenguaje y los conceptos de la guerra fría. Otro mundo sería posible.
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