La maestra de la escuela a que fue Angelina, mi esposa (observe usted que no digo mi mujer) desde que el Padre Jaime ofició nuestro matrimonio en Corias allá por el…¡ay Dios mío…cuándo!, digo que la maestra, como todas los maestros de por aquel entonces tenía un muy escaso sueldo y por si fuera poco el marido dicen que era un tacaño, con lo que los estipendios “para hacer el pote”, eran pocos y menguados, por lo que ella siempre guisaba las cantidades muy ajustadas y acaso exiguas. Y el razonamiento, conocido de uno a otro confín, de Doña (Maestra) era:
domingo, 4 de diciembre de 2016
ESCASITO, QUE ESTÁ MÁS RICO
La maestra de la escuela a que fue Angelina, mi esposa (observe usted que no digo mi mujer) desde que el Padre Jaime ofició nuestro matrimonio en Corias allá por el…¡ay Dios mío…cuándo!, digo que la maestra, como todas los maestros de por aquel entonces tenía un muy escaso sueldo y por si fuera poco el marido dicen que era un tacaño, con lo que los estipendios “para hacer el pote”, eran pocos y menguados, por lo que ella siempre guisaba las cantidades muy ajustadas y acaso exiguas. Y el razonamiento, conocido de uno a otro confín, de Doña (Maestra) era:
— “Escasito, que está más rico”. (Parece que Fidel Bigotes
—sí, sí, el de la entrada anterior—no pasó por aquella escuela, pues las
bacanales que celebran anualmente esta media docena de buena gente, superan las
que celebraban Lúculo y Petronio, aquellos dos juerguista de la Roma pagana y
que Ulpiano intuye cómo deben ser las pantagruélicas viandas que se cocinan en
las perolas que le gustaría ver y que desde tan lejos le llegan los efluvios…).
Los comentarios a mis tres últimos escritos son eso:
ESCASITOS, en cuanto a número, pero ¡QUÉ RICOS! Y no lo digo por lo agradecidos
que os mostráis, ni por la generosidad de los mismos, ni siquiera a Ulpiano por
sus ¡617 palabras!, sino por lo que nos unen esos sentimientos de recuerdos
directos, unos y, otros —otras más bien— por “apegadas” a los que los tienen
directos y que, aunque sólo sea con su presencia, estilan el carisma de Corias.
¡La vida! La vida que será, siempre, un misterio, real, presente en todas
partes y que nos está contando permanentemente sus parábolas; con sus tiempos y
sus ciclos. Mirad, sino:
Subíamos
en fila, —qué cosa tan extraña hoy en día ¿verdad?— en dos filas bien formadas digo,
por la escalera y cuando llegábamos a la planta segunda, la de las clases, allí
estaba Gurdiel, (una figura bien parecida a Sammy Davis, jr.), terminando de
barrer el pasillo que le había tocado en desgracia barrer por Dios sabrá qué
castigo. Digo que Dios sabría porque ni él, Manuel Gurdiel, ni ninguno de sus
compañeros podríamos saber por lo buen chaval que era. Pero le pasaba igual que
al propio Sammy Davis, que decía de sí mismo, con el humor que le caracterizaba,
que tenía la mala suerte de ser poco agraciado a la vez que negro, tuerto, feo
y…judío. Y encima se juntó con otros “pelgares” como Dean
Martin o F. Sinatra. Pues Gurdiel no era
ni tuerto, ni negro ni judío, pero…le pasaba así también: andaba siempre con
otros “pelgares” (dicho con cariño) que casi siempre se escabullían y él:
— Gurdiel,
mañana, durante el recreo de… a barrer el pasillo de… empezando por el extremo
sur.
—
Es que Padre,...yo…
— Por
empezar por “es que yo…”, lo barres también pasado mañana.
Y
claro un pasillo así de largo y tres metros de ancho, por mucho aire que te
dieras en la media hora del recreo era imposible… Pero después de…tantos días
de práctica algunas veces se acercaba al final, justo cuando subíamos en filas
y en dirección contraria a la faena lo que unido a la mala leche de algunos que
arrastraban la basura con los pies, el pasillo volvía a su estado original.
Claro, el inspector de turno, muchas veces un fraile de la marina, no daba de
paso la labor y quedaba pendiente para el día siguiente…
Pero,
ya me iba por los cerros de…de…del Acebo, subíamos en filas por la escalera y
al ver a Gurdiel se me ocurrió otra diablura más: Bauzán, otro alumno popular
de mi curso, que siempre vestía de negro…, era muy gordito (bolita le
llamábamos) iba delante de mí y ya había alcanzado el último peldaño, ¡¡justo,
la ocasión la pintaban calva!!, saqué la mano tiré del pie de Bauzán con tan
buena fortuna que cayó sobre Luis Arias y por efecto dominó unos cuatro, o
cinco, más, todos encima de la escoba de Gurdiel. El alboroto amplificado por
Gilberto, Marina, Puente,… fue histórico… me sentí merecedor de otra matrícula…
¡Pero…!
¡Quién
podía imaginar que justo allí, detrás de Gurdiel, estaba allí el Padre que cité
al principio, frotándose las manos por encima del ombligo, en pose bien
conocida por todos especialmente por Manolito, el de las gruesas gafas. Con tal
destreza y fuerza apuntó, que me pasó de una de las filas a la otra! Atravesé
los tres metros ingrávido, volando… Y claro, colaboré, ajeno a todo interés, a
barrer el claustro aquel, una semana.
Pero,
¡y lo que Gilberto, Puente, Veiga y otros muchos se rieron! Si supiera que podrían volver a reírse, sin
dudar pondría la cara para recibir un bofetón tal aquél.
Y
lo del ciclo venía a cuento de que nunca guardé rencor alguno por aquel insigne
y bien calculado bofetón, hasta el punto que le pedí que celebrara la
eucaristía de nuestro enlace matrimonial.
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2 comentarios:
Lo primero de todo, darle las gracias al amigo Gera por el empuje que le está dando al blog con sus estupendas aportaciones y que, desafortunadamente, no son correspondidas con comentarios como se merecen por parte de los lectores del blog, incluído el "Prior". Luego, comentar en cuanto al apodo del compañero Bauzán que dice Gera le llamaban “Bolita”, pero eso sería entre los amigos más cercanos, porque el “Bolita” más popular del colegio fue José Manuel Llano, del concejo de Tineo, que cursó ingreso en Corias en el 57 o 58 y que era hijo de maestra. El caso es que estos dos alumnos, aparte de buenos niños, también se prestaban sus características antropométricas a tal calificativo, pero el difunto Bauzán era mucho más espigado que el otro. El auténtico “Bolita” era más apañadito y, a mi parecer, encajaba a la perfección en tal calificativo. Además, a este segundo rapaz no le molestaba lo más mínimo tal apodo. De hecho, creo que era como nos dirigíamos a él normalmente.
Ya me parecía a mi que no se habían terminado las anécdotas de Corias. Tiene que haber muchas más.
No temáis, ya han prescrito y nadie os va a pedir cuentas, por rebuscadas que las consideréis.
El compañero Bauzán era el encargado de dormitorio cuando yo ingresé en el 59 y también, por decreto del P. Jaime, el encargado de pasar el parte, para que se impusiera el castigo correspondiente, al que incumplía las normas.
No recuerdo bien, pero creo que también estaba encargado de las oraciones de retreta y diana.
Seguro que Alfredo, que no era de los más santos, tiene alguna que no se atreve a contar.
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