lunes, 9 de enero de 2012
¿ESTAMOS ENFERMOS?
Yo ya no me reconozco en esta sociedad. ¿Cómo entender que en España, alcanzado tan alto nivel de bienestar, las masas consuman cantidades ingentes de ansiolíticos, atasquen los ambulatorios cada mañana y consuman un 60 por ciento más de medicinas que el resto de Europa, cuanto mejor vivimos más nos afectan las ansiedades y las frustraciones? Porque, que se sepa, no padecemos ninguna pandemia que nos tenga camino del ambulatorio cada mañana. Cada vez que voy a por mis píldoras contra el colesterol encuentro a medio pueblo allí congregado. Y esperar. Son cinco minutos escasos cada paciente, unas píldoras de efecto placebo y a pedir hora para pasado mañana. A veces pienso que más que médicos de cabecera necesitaríamos médicos para la cabeza que exploraran nuestras almas a ver cuál es el origen de tanta insatisfacción en medio de tanto bienestar material.
Es un tema interesantísimo este de ver una sociedad ahíta de todo pero cada vez más insatisfecha de sí misma.
Somos, evidentemente, una sociedad enferma. Yo todavía recuerdo cuando las masas tenían una serie de valores, costumbres y recursos que aliviaban, mal que bien, a las gentes. La religión era uno de ellos. Pero su inconsistencia se hizo patente cuando se empeñó en substituir al Dios del Evangelio por una especie de expendedor de favores a cambio de unas oraciones, pero reconvertible en un furibundo juez dispuesto a la venganza cuando caíamos en una debilidad humana. Yo, que fui cura, me negué a confesar. No lo hice más allá de una docena de veces. Me repugnaba el trámite. Mitad señoras insatisfechas de su vida, mitad adolescentes angustiados con las penas del infierno por ¡oh desgraciado! Haber tenido la osadía de ofender a Dios cediendo a un acto fisiológico vulgar. Respecto de esto último fuimos un día a comentarlo con Monseñor Tarancón que nos indicó que dejáramos al lado el tópico que ligaba tal acto a una gran ofensa a Dios. ¿Es posible que aquellos teólogos afirmaran seriamente que era pecado mortal no ir a misa un domingo? Parece imposible y me extraña que la práctica religiosa tenga hoy tan exigua aceptación.
Pero las masas necesitan un recetario de alivios. Las masas se reúnen todos ansiosamente en el Corte Inglés, que es la iglesia contemporánea, o en el ambulatorio del barrio. La compra de lo último que se lleva nos alivia, o eso creemos, ilusos, de las frustraciones de la vida. El médico de cabecera tiene que atender más a problemas humanos extra sanitarios y no de salud y así vamos tirando, entre Parque Principado que es la catedral del consumo y el ambulatorio del barrio.
¿Soy un pesimista? Simplemente me burlo de la sociedad contemporánea. A ver. Preguntad a cualquier médico de cabecera cuantas de las recetas que expende se refieren a problemas de ansiedad o frustración. Os quedareis sorprendidos. Quizás alguna vez oísteis o leísteis la teoría Marxista de que “la religión es el opio del pueblo”. Hoy podemos decir remedando a Descartes: “sufro, luego compro”. ¿Qué hago yo paseando por Media Markt o por la Fnac? Sino aliviar algún dolor del alma. Cualquier día nos vemos por allí.
Bueno esto daría para un libro y me encuentro demasiado perezoso para esa tarea. Además los artículos jocosos que escribo contribuyen más a satisfacernos que estas reflexiones tan dramáticas. Se me nota que el afán de sermonear al prójimo no se quita con la facilidad con que uno se quita un hábito blanco.
Cuando daba clase en Madrid repetía una frase provocadora viniera o no viniera a cuento. Decía, una y mil veces: “nosotros los creyentes… “
P.D.1: como observo que no aumenta el número de escritores lo atribuyo a que para sentir la necesidad o la simple gana de escribir hay que hacer algo previo e imprescindible: LEER. Ahora que casi todos andáis al borde de la jubilación ofreceré próximamente una sugerencia de los libros más interesantes que se han publicado en los últimos años. Libros que al mismo tiempo que divertidos sean útiles para comprender lo que le pasa a la sociedad y a nosotros mismos. Como uno de lo problemas de las post-jubilación es resolver la cuestión del ocio, ahí tenéis un recurso genial: LEER
P.D. 2: hace pocos años vivía una muyerina, llamada María, en Pola, que iba a diario al médico. Éste era César Cordero, hombre simpático, jovial, cariñoso y muy atento con todo el mundo. Un día la tal María no fue a consulta. Cuando pasados veinte días reapareció, César se levantó gozoso de verla: “¿Hombre María, entonces como es que no apareciste por aquí en tanto tiempo?” María replicó: “Ye que tuve mala Don César”.
José Morán Fernández
Es un tema interesantísimo este de ver una sociedad ahíta de todo pero cada vez más insatisfecha de sí misma.
Somos, evidentemente, una sociedad enferma. Yo todavía recuerdo cuando las masas tenían una serie de valores, costumbres y recursos que aliviaban, mal que bien, a las gentes. La religión era uno de ellos. Pero su inconsistencia se hizo patente cuando se empeñó en substituir al Dios del Evangelio por una especie de expendedor de favores a cambio de unas oraciones, pero reconvertible en un furibundo juez dispuesto a la venganza cuando caíamos en una debilidad humana. Yo, que fui cura, me negué a confesar. No lo hice más allá de una docena de veces. Me repugnaba el trámite. Mitad señoras insatisfechas de su vida, mitad adolescentes angustiados con las penas del infierno por ¡oh desgraciado! Haber tenido la osadía de ofender a Dios cediendo a un acto fisiológico vulgar. Respecto de esto último fuimos un día a comentarlo con Monseñor Tarancón que nos indicó que dejáramos al lado el tópico que ligaba tal acto a una gran ofensa a Dios. ¿Es posible que aquellos teólogos afirmaran seriamente que era pecado mortal no ir a misa un domingo? Parece imposible y me extraña que la práctica religiosa tenga hoy tan exigua aceptación.
Pero las masas necesitan un recetario de alivios. Las masas se reúnen todos ansiosamente en el Corte Inglés, que es la iglesia contemporánea, o en el ambulatorio del barrio. La compra de lo último que se lleva nos alivia, o eso creemos, ilusos, de las frustraciones de la vida. El médico de cabecera tiene que atender más a problemas humanos extra sanitarios y no de salud y así vamos tirando, entre Parque Principado que es la catedral del consumo y el ambulatorio del barrio.
¿Soy un pesimista? Simplemente me burlo de la sociedad contemporánea. A ver. Preguntad a cualquier médico de cabecera cuantas de las recetas que expende se refieren a problemas de ansiedad o frustración. Os quedareis sorprendidos. Quizás alguna vez oísteis o leísteis la teoría Marxista de que “la religión es el opio del pueblo”. Hoy podemos decir remedando a Descartes: “sufro, luego compro”. ¿Qué hago yo paseando por Media Markt o por la Fnac? Sino aliviar algún dolor del alma. Cualquier día nos vemos por allí.
Bueno esto daría para un libro y me encuentro demasiado perezoso para esa tarea. Además los artículos jocosos que escribo contribuyen más a satisfacernos que estas reflexiones tan dramáticas. Se me nota que el afán de sermonear al prójimo no se quita con la facilidad con que uno se quita un hábito blanco.
Cuando daba clase en Madrid repetía una frase provocadora viniera o no viniera a cuento. Decía, una y mil veces: “nosotros los creyentes… “
P.D.1: como observo que no aumenta el número de escritores lo atribuyo a que para sentir la necesidad o la simple gana de escribir hay que hacer algo previo e imprescindible: LEER. Ahora que casi todos andáis al borde de la jubilación ofreceré próximamente una sugerencia de los libros más interesantes que se han publicado en los últimos años. Libros que al mismo tiempo que divertidos sean útiles para comprender lo que le pasa a la sociedad y a nosotros mismos. Como uno de lo problemas de las post-jubilación es resolver la cuestión del ocio, ahí tenéis un recurso genial: LEER
P.D. 2: hace pocos años vivía una muyerina, llamada María, en Pola, que iba a diario al médico. Éste era César Cordero, hombre simpático, jovial, cariñoso y muy atento con todo el mundo. Un día la tal María no fue a consulta. Cuando pasados veinte días reapareció, César se levantó gozoso de verla: “¿Hombre María, entonces como es que no apareciste por aquí en tanto tiempo?” María replicó: “Ye que tuve mala Don César”.
José Morán Fernández
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2 comentarios:
Por fin empezaron las rebajas. Me alegro de que alguien lo recuerde, tanbién aqui.
El sábado 7 se marchaba mi hija para Cataluña (estuvo haciendo unos estudios por alli, y ahora va a ver si encuentra algo de trabajo). Entonces alguien tuvo la genial idea de que (ya que el autobús -alsa- salía a las 7 y media de la tarde) podíamos ir a mediodia y aprovechábamos el tiempo para visitar las rebajas. El corteinglés, una locura. Avilés. Ocupados los aparcamientos de superficie y subterráneo. Toma ya!! Mi mujer y ella estuvieron como una hora buscando algo que "sólo se encontraba alli". Afortunadamente, al cabo de un buen rato, lo encontraron. Pero, Oh! Que al ir a pagar, sólo hay una cajera en el lineal. Ya sabemos que quienes van delante (nosotros no!), entretienen mas de la cuenta a las empleadas. Que si no habrá una tallina mas... que si esta me quedará algo holgada aqui, en la sisa... En fin. Al final se salieron sin la compra (por no aguantar como media hora en la cola).
Mirad: Fuimos a Oviedo (después de pasar por Parqueastur, también.
Sigue la misma tónica en todos lados. Las dejé a su aire.
Di una vuelta por Oviedo (se respiraba el estrés, oye).
Paseé por Uría para abajo y en la Escandalera me metí por Campoamor hacia el Horribilis culus.
Por alli hay varias tiendas de estas de pijerío (con perdón).
Me senté en uno de los bancos que hay en la peatonal, para no estar andando todo el tiempo.
Majestuoso, el panorama, oye.
Ves un desfile de personas, normalmente más bien jóvenes, que circulan hacia ambos lados.
Qué caras!!! He visto docenas de parejas, circulando uno detrás de otro. Quien iba primero, normalmente llevaba unos morros que se le podrían amarrar con un cordel de los gordos. Detrás iba la pareja, de vez den cuando daba una pequeña explicación, intentando hacerle ver al de delante que lo que pasó no fue culpa de ella. Fue el azar, sin mas... El tio, ni escuchaba. Se limitaba a llevar unas gigantescas bolsas, donde se supone que iría una buena compra.
En medio, los niños (angelitos!!), correteando por la peatonal y pidiendo a mama que se de prisa, que tienen hambre... O que quiere una pizzaaaaaa!!!!
Como diría en una novela nuestro amigo Pérez de Ayala "santa puericia..."
Y después, la vieja que lo había oido todo, siempre se acordaba de decirle una oración, aunque fuese pequeña, a Santa Puericita", para que ayudase a estas gentes...
Ya está: Me parece que encontré el nexo entre la religión, el estrés y las rebajas.
Bueno. No mew lo agradezcáis a mi. Agradecédselo a Pepe Morán.
Pd. Qué será del Pelgar, ho??
Morán, claro que estamos enfermos. No hay nada mas que echar un vistazo a la calle: todos a la carrera, parece que el tiempo se nos está terminando y es necesario robar horas a los espacios muertos para perder los menos posibles.
Yo, pongo como ejemplo, de cambio brutal de ritmo, a los labradores. Hace años, era normal verlos detrás del carro de las vacas tranquilamente, sin prisa y ambos cantando. Tampoco tenían prisa para ir a buscar un carro de ceba o de leña. Se podía echar la mañana que nadie se rasgaba por ello las vestiduras.
Ahora, invaden la carretera con el tractor, el autocargable, la segadora a remolque y el rotativo en la picota que no les queda tiempo ni para cantar.
No te extrañes que los ansiolíticos y antidepresivos estén a la orden del día y, según parece, Asturias está a la cabeza en el consumo de estos cotidianos fármacos.
Esos valores que tu comentas: religión, confesión, fé, etc., quizás fueran la solución, en aquellos tiempos; pero la situación cambió radicalmente, se vive más de realidades que de promesas. Se intenta aprovechar más el tiempo que estamos con los pies sobre la tierra, ya que no está del todo garantizado que podamos seguir disfrutando de él cuando los tengamos debajo.
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