sábado, 26 de octubre de 2013
LONDRES
Después
de varios veranos de tres meses en Irlanda me decidí a pasar un año en Londres
ya que yo hablaba el inglés creo que correctamente, me pareció lógico tener un
título y nada mejor que Londres donde, por entonces, residía el Centro Privado
para el estudio de las lenguas La Pitman School of languages. Así que escribí
una carta al Prior de un convento de dominicos de esa ciudad explicándole mi
intención de ir a pasar allí un año. Hora arriba, hora abajo. No recibí
respuesta pero lo interpreté como el silencio administrativo, pues la
Constitución estaba por encima del talante de un prior. Allá que me fui
creyendo que iba a una casa de la familia del padre Hospedero que sin
presentarme al prior me llevó a una habitación y antes de irse me recitó los
horarios de comidas y rezos y se fue. No me preguntó, ni el nombre, ni que tal
el viaje, nada…Me matriculé en la Pitman. A los tres días de mi llegada el
fraile hospedero me abordó en un pasillo y me dijo “¿Sabe cuándo se va a
marchar?”.
Quedé
atónito y le dije que venía para una estancia larga para graduarme en inglés.
No comentó nada pero al cabo de dos o tres días fue a mi celda a preguntarme si
ya había decidido cuando me marchaba. Como le dije que no, me informó que
aquella celda estaba ya reservada previamente a mi llegada.
Estaba
seguro que era mentira. Me mandó recoger mis enseres y me llevó al desván donde
había tres camas, separadas en sendos
biombos y me dijo que escogiera y se fue.
Me
quedaban tres balas en la recámara; volver a España, ir para Irlanda y buscar
un trabajo allí en Londres. Llamé al prior de los dominicos de Cork (Irlanda) y
le dije que si no encontraba un trabajo que volvería otra vez con ellos. Me
animó y me dijo que siempre sería bien recibido. Y venga. A patear Londres. En
seguida me percaté de que aquello no era fácil. Había trabajos a montones pero
todos muy humildes y mal retribuidos. Por el convento solo volvía por la noche
al desván. Solamente iba a verme un jovencito jamaicano, negro, jamaicano. Me
animaba y me proporcionaba la comida abundante. Me decía “tú no pases hambre,
dinero no te lo puedo dar pues no tengo ni un penique”.
Supongo
que todo esto escandalizará a más de uno (bueno una comunidad es como una
familia, yo conozco entre nosotros familias en las que no se hablan hermanos).
Al cabo de una semana me di por vencido, o aceptaba un trabajo humilde o me
tenía que ir así que un día iba por Oxford Street (la calle más comercial de
Londres) cuando vi el centésimo anuncio de Employement Agency, vamos a probar,
me dije.
Estaba en
el primer piso de un portal y unas escaleras lóbregas. Mala pinta tenía aquello
“Entre sin llamar”, proclamaba un letrero en la puerta. Entré. En la sala de
espera había cuatro o cinco hombres de aspecto humilde y alguno hasta
malencarado. Me senté en una silla con almohadilla hética, justamente enfrente
a la puerta que daba acceso a la oficina. Cuando salió el primero vi que
era una jovencita la que recibía. Ella
sin duda me vio y frunció el ceño como extrañada de verme. Por la pinta yo no era
una parte normal del lumpen con que ella trataba. Así que con un gesto de la
mano me señaló e indicó que pasara. Le informé que tenía la Licenciatura de
Filosofía y buscaba un trabajo de docente o de manejo de libros. En seguida me
aclaró que ella solo manejaba trabajos humildes, tales como jardinero o
camarero. Le dije que cualquier trabajo que me permitiese subsistir y le hablé
de mis planes. Entonces ella e hizo una pregunta clara “¿De donde eres? ¿Where
are you from?” Le dije que era español y además dominico. Quedó fascinada y
todo cambió. Me dijo “pero si yo soy de Ávila y estudié con las dominicas”, se
vio que era decidida y rápida. Cogió el teléfono y habló “¿Carlos? Oye, hoy
mismo deja una habitación libre en Neal Street y te vienes a vivir a mi piso.
Tengo aquí a un dominico que necesita la habitación. Inmediatamente marcó otro
número y dijo: “Mr. Martin, soy Susana, necesito un trabajo urgente para un
amigo, irá esta tarde a verle a usted” Luego sentenció “Estás invitado a la
boda… ¿Qué digo? Nos casas tú mismo”.
Volví al
convento a recoger unas cosas y a despedirme del jamaicano, que insistió en que
acudiera a él si necesitaba comer.
Total,
una nueva etapa se abría ante mí. Acababa de dejar el ejército donde era el
niño mimado entre 900 personas a un torpe camarero. La casa en la que iba a
vivir estaba al borde de Coven Garden, un súper almacén de frutas, hortalizas y
flores de Londres. Los que hayan visto la película “My Fair Lady” recordarán
que la acción comienza precisamente ahí.
Respecto de
la casa, tendría ya para escribir un libro entero. Por dentro era un auténtico
chamizo. Planta baja (donde vivían los dueños y encima dos plantas con tres
habitaciones cada una). Todo pobrísimo. Una cama, una mesa, una silla y un
hornillo de gas, ni lavabo ni váter.
El agua
más próxima estaba en un exiguo lavabo en el rellano de cada piso. De las seis
habitaciones, cinco las ocupábamos españoles y allí se había creado un pequeño
mundo de novela picaresca.
Fui
recibido con muestras de afecto por todos. Y así empezó mi colaboración en el
mundo de lo ilegal, de lo novelesco. Un papel secundario de Rinconete y
Cortadillo, de Lazarillo o del Buscón.
El
próximo día será.
Quiero
decir que el próximo día os contaré las peripecias de aquel antro. Espero que
os escandalicéis de cómo un fraile dominico podía vivir en un ambiente tan
sórdido.
Pepe
Morán. Dominico-ex
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
12 comentarios:
De estas situaciones un tanto comprometidas y hasta casi de pícaros, como por las que ha pasado Pepe Morán siendo dominico, al que más y al que menos también las hemos tenido los demás. Lo que sí está claro es que en el caso de Pepe, eran mucho más espinosas si cabe, dada su condición de fraile. Yo, recién terminado de estudiar me fui a Madrid junto con otros compañeros de Minas para tratar de ponernos en contacto con empresas del ramo para buscar colocación y como aún no teníamos nómina, los ingresos eran más bien pocos y tuvimos que alojarnos, por recomendación de otro amigo, en una pensión de la calle La Madera que era de traca. En favor de esta “pensión” debo decir que, este amigo que nos la buscó vivió allí durante los cuatro años que estuvo en Madrid estudiando la carrera de Topografía.
Esta hospedería también estaba situada en un primer piso por lo que no era necesario el uso del ascensor, al menos durante la noche. Bueno, lo de pensión era una simple tapadera pues el negocio principal de la casa consistía en meter por las noches parejas que vivían la noche madrileña y de vez en cuando necesitaban “descansar“ un rato. Tal que, el trasiego durante toda la noche era tremendo entrando y saliendo gente pero las normas de la casa debían de ser tan estrictas que rara fue la vez que nos perturbaron o despertaron durante la noche. Es más, si no es porque nos lo sopló el amigo que nos colocó allí, pasado el tiempo, no nos enteramos del negocio. Luego figurábamos cinco o seis “primaveras “ que estábamos allí en calidad de huéspedes fijos y éramos los que realmente blanqueábamos un poco el negocio y le dábamos aspecto de cierta legalidad a la hospedería. Las habitaciones eran enormes, de cinco y seis camas. Los techos altísimos y el frío que allí dentro hacía era como para dormir vestidos. Cómo sería la frialdad que hacía en aquellas habitaciones, que uno de los compañeros una vez que se metía debajo de las sábanas y se colocaba bien, nos pedía que le echásemos las sillas encima ya que no había peligro de que se le cayesen pues él no se movía en toda la noche. Al final, algunos de nosotros ya estábamos familiarizados con el confort de la casa, y yo como buen exalumno de Corias, curtido de todas estas penurias, al irme casi lo sentí.
Morán,ya me preguntaba por tu paradero.
Sobre pensiones, y en Madrid, hay mucha tela que cortar.
En uno de mis viajes, por razones de trabajo, me alojé en un hostal muy cerca del Palacio de Congresos, junto con varios compañeros de otras provincias.
El hostelero sabía perfectamente que nuestras reuniones se celebraban lejos de la capital y que no regresábamos hasta después de cenar.
Uno de los compañeros, se puso enfermo y decidió regresar a Madrid para descansar en su cama.
Cual sería su sorpresa, cuando encontró la habitación ocupada por una pareja.
Después nos enteramos que, el buen hostelero, hacía esto con cierta frecuencia y pudimos comprobar que no se molestaba en cambiar las sábanas. Algo parecido a la cama caliente de los pesqueros o a la del cuerpo de guardia en los cuarteles.
Cosas veredes.
Galán y Samuel, por las zonas de alojamiento se comprenden vuestras tribulaciones. Bien deberíais saber que se trataba de zonas calientes. Pocas veces mejor aplicada la bélica definición.
Uno, en Madera, aledaña a Ballesta, durante años, sobre todo en los sesenta, reino del amor Low Cost. El otro, por el Palacio de Congresos (se supone que el de Castellana, único existente en Madrid hace años) anejo a Costa Fleming donde campeaba el amor alto standing, al calor, ¡otra vez se cuela la dichosa temperatura! de los pudientes americanos de la base de Torrejón.
¡Ay! vamos a tener que dudar si esos alojamientos eran elegidos por casualidad o lo eran a propósito.
Sin desmentir nada de lo que apunta Ulpiano, diré que la elección de aquel siniestro lugar obedecía única y exclusivamente a la precariedad económica de nuestros bolsillos.
En el comentario anterior finalicé diciendo que a la hora de irnos, yo casi lo sentí y, hombre, la cosa no era para tanto, pero aquella especie de “meublé” castellano también tenía su atractivo. Una de las cosas que nos gustaba a mí y a mis compañeros era que al levantarnos nos dirigíamos a los lavabos que eran comunes. Había como cinco o seis lavabos juntos en un recinto amplio con un espejo rectangular de punta a punta de la pared y con una repisa, también de cristal, a media altura para apoyar los utensilios de aseo. A nuestras espaldas y laterales se situaban los retretes y las duchas. Según la hora de levantarse la concurrencia iba variando y en poco tiempo se renovaba continuamente. Nosotros pertenecíamos al turno de las siete de la mañana y aquella misma hora también se levantaba un señor que era dependiente de zapatería y este buen hombre tenía un transistor (menudo lujo, era el único) y durante su permanencia en los lavabos lo colocaba en la repisa para audiencia de todos. Recuerdo que mientras nos afeitábamos con aquellas cuchillas MSA, que rara era la vez que no nos desollásemos la cara, escuchábamos Radio Intercontinental de Madrid. Todavía me recuerdo alguna de las cuñas de publicidad que patrocinaban el programa: una de ellas creo que era la Relojería de Enrique Buxan, de Mayor no sé cuántos. Aquella media hora que utilizábamos para afeitarnos, lavarnos un poco cara, cuello, orejas, sobacos y peinarnos, nos pasaba que no nos enterábamos escuchando la radio. Si algún día el hombre del transistor se demoraba un poco ya estábamos todos preocupados y tristes. La verdad es que a veces, no se explica uno cómo cosas tan sencillas y elementales, le pueden a uno entonar el día. Una vez bien frescos, repeinados y bien afeitados nos vestíamos y a tomar el café con churros a la Cafetería Éboli (sí, la de la princesa del parche en el ojo) que estaba a la vuelta de la esquina y a partir de ese momento se acababa lo bueno. Acto seguido a sufrir los calores y apretujones de los vagones del Metro.
Ulpiano, que “fino” y moderno te quedó lo del “reino del amor Low Cost”. Se notan tus cualidades para la escritura.
Ahora voy con el último comentario de Galán, sobre la pensión. Habla de que escuchaban Radio Intercontinental, y yo también escuchaba mucho esa emisora. Tanto es así, que cuando fui a Madrid la primera vez, de paso en la luna de miel, pasé en taxi por la Calle Diego de León y me puse a mirar dónde estaba el numero cincuenta, que era donde estaba ubicada. Es más el taxista llevaba puesta la emisora en ese momento, y yo tuve una sensación que no sabría muy bien cómo definir. Se me hacía muy raro que estuvieran emitiendo tan cerca, y yo como siempre la escuchaba desde Cangas, tenía una sensación extraña.
También habla de las cuñas publicitarias y la de la Joyería Enrique Buxán –yo entendía Busián-
también la recuerdo perfectamente. Decía: Joyería Enrique Busián, Mayor, 6, piso primero. –tal cual lo reproduzco. –no decía calle, ni primer piso- Me imagino que el Prior lo recordará también. Esa descripción de la pensión me recuerda el libro y película “La Colmena” y en mayor medida la película “Vente a Alemania Pepe”, que aunque la pensión de esta última era alemana, no se distinguía mucho de la que él describe. Manolo, también estuvo en pensiones en Madrid, pero no cuenta gran cosa, bueno, en su momento sí lo contaba, pero ahora ya lo tenemos olvidado.
Ya dije aquí más veces que a mí todo lo de Madrid, me atraía muchísimo. Probablemente era porque, parte del tiempo que fuimos novios, estaba Manolo allí. Con lo cual, en aquellos tiempos, yo no podía ir a Madrid bajo ningún pretexto. Quizá para la gente de las capitales, o con algunos años más, pudiera ser, pero si se me ocurre decir en casa que iba a Madrid –ni a ninguna parte sin padres o tíos- no me puedo ni imaginar lo que me pasaría. De todas maneras me sigue atrayendo. A veces me dice gente que se va a Madrid con familia, y no sé si son reminiscencias de la juventud, pero me da una cierta “envidia”. Recuerdo que en aquellos años había unos autocares que salían del Bar Moreno, y de La Criolla, normalmente los sábados, y como pasaban delante de mi casa, siempre me preguntaba cuándo podría ir yo.
Después habla de la Cafetería Éboli, y nombra a la princesa del parche en el ojo. Yo leí dos libros sobre ella. El que más me gustó fue “Esa dama” de Kate O´Brien. Luego hace unos años, fuimos a Pastrana a una feria apícola con una compañera de trabajo y su marido, que aunque no era su principal trabajo, se dedica mucho a la apicultura –el marido-. Siempre mandaban a la Oficina de la Consejería de Agricultura un cartel anunciando la Feria, y un año, nos decidimos y fuimos. Mientras él estaba por la feria los otros tres, que sólo la miramos por alto, hicimos una visita guiada y nos enseñaron, entre otras cosas, “el balcón de la hora”, llamado así, porque estaba presa allí, y sólo le dejaban salir una hora al día a aquél balcón.
Llevaba unos días que escribía poco, pero hoy me pasé.
Ulpiano, no me expliqué bien; no era el Palacio de Congresos sino el Congreso de los Diputados en la Carrera de San Jerónimo. Solíamos hospedarnos por aquella zona, pues el autobús de la empresa paraba en Atocha y nos quedaba bastante cerca. Otras veces íbamos al Mediodía, al Méjico o al Mora, depende. Todos al alcance de la dieta que poco mas nos llegaba que para el alojamiento.
La otra zona que comentas, la conocía perfectamente de mi etapa de estudiante y currante. Yo trabajaba en la calle Peligros, junto a la estación del metro de Sevilla, comía en la calle Pelayo o en un bar que había en la calle Barco, muy cerca de la Ballesta y paraba en la calle Palma, en la estación de metro de Tribunal.
Tengo muchas anécdotas de la Ballesta pero no es el lugar más indicado para detallarlas.
Después ya me pasé a La Plaza España donde alternaba el trabajo nocturno con el estudio vespertino.
Me da la sensación que el “meublé-pensión” de la calle La Madera está dando mucho de sí y como de eso se trata vamos a continuar. Tienes razón Maribel, es Busián y no Buxán. Yo lo retenía de oído y me sonaba a equis, pero no, es como tú dices: Busián. En cuanto al parecido de este tipo de alojamientos con la pensión de la peli del Landa, debo decir que ésta de La Madera, era muchísimo más “heavy” que la alemana, ¡adónde va a parar! Como dato diré que por norma de la casa el agua de los aseos era siempre fría y si querías agua caliente había que pagarla aparte de la habitación cada vez que la solicitabas y tenías que ser muy rápido en despiojarte pues de lo contrario te arriesgabas a quedar completamente cubierto de jabón y para eliminarlo tener que soportar el aclarado con agua fría. Fría no, helada. El tiempo reglamentario para darse una ducha integral, estaba estimado por la Dirección en cinco minutos, de los cuales tenías que descontar el tiempo que tardabas en ir a la cocina, avisar, pagar y regresar a la ducha. Se dio el caso de una mañana que, mientras escuchábamos Radio Intercontinental y nos afeitábamos en los lavabos, llegaron a todo correr tres reinas de la noche, descalzas y en paños menores y se metieron las tres en una misma ducha. Al poco llegó una cuarta en porretas que también se coló en el mismo lugar y al momento comenzó a salir el agua caliente. Así por el precio de una ducha se ducharon, o más bien se remojaron, las cuatro. Como esta práctica llegó a hacerse popular entre los avispados clientes de la pensión, para evitar el fraude cuando se solicitaba la puesta en marcha del calentador, venía una de las dueñas y se ponía de centinela a la puerta de la ducha para cerciorarse que allí solamente se duchaba el que pasaba por taquilla (en este caso por la cocina). También diré que el aspecto físico de las dos “maestresas” que regentaban aquel negocio imponía. Era tétrico. De película de Drácula: mujeres de sesenta y tantos años retiradas del oficio de la calle, poco pelo, medio calvas; las caras pálidas y con una capa de pintura que ni el casco de un barco, los labios hasta el mentón pintados de rojo rabioso y dientes muy pocos (como el Pelgar); las cejas pintadas a lápiz carboncillo de mala manera y fuera de su sitio. Vamos, que cuando salían a abrir la puerta durante el día, el visitante no sabía bien si entrar o salir corriendo y no parar hasta Colmenar de Oreja o Chinchón, como cerca.
Tiene razón Galán cuando dice que que el "meuble-pensión" de la calle la Madera está dando mucho jugo.
Yo tengo un par de anécdotas aunque una no es de Madrid pero se refiere al agua caliente para la ducha. Un 15 de Agosto de hace ya más de 25 años aterrizamos en Toledo mi mujer y mis dos hijas. Ardua tarea la de buscar alojamiento dado que eran Fiestas Patronales en Toledo. Después de preguntar en varios hoteles encontramos una pensión muy cerca del Alcázar en la parte alta de la Ciudad. Era una habitación con aspecto limpio y tres camas que para los cuatro nos servía. Tenía un inconveniente, o mejor dicho dos. Estaba en una planta baja pero al adentrarse en la habitación parecía como si estuviera en una tercer o cuarto piso ya que frente a la ventana solo se divisaba el cauce del Tajo allá abajo. El otro y más importante es que no había agua caliente para ducharse pues pese a que la temperatura era asfixiante apetecía hacerlo con agua al menos templada para las hijas. Después de investigar el por qué no manaba agua caliente el grifo correspondiente pudimos ver tras la puerta el cartel que indica los precios y donde una nota decía: Agua caliente 200 pesetas media hora. La muy bruja de la posadera tenía cortado el grifo de agua caliente al que podías acceder por ese módico precio, un poco caro teniendo en cuenta que la habitación costaba 1.500.
El segundo episodio fue poco tiempo después en Madrid. Una prima mía que vivía de habitación en una buhardilla de la Red de San Luis en la Gran Vía, nos indicó una pensión de la que le había hablado una amiga suya que estaba un poco más abajo en la Calle de la Montera muy cerca de Sol. Como no había otra cosa pues era bastante tarde, ante el problema de dormir en la calle o allí, nos quedamos pese al mal aspecto que ofrecía. Tenía un largo pasillo al que daban varias puertas que correspondían a las habitaciones. Estas tenían una particularidad y es que las paredes que limitaban con la habitación del al lado no llegaban al techo con lo cual te enterabas de todo lo que allí ocurría. Los gritos y jadeos no cesaron en toda la noche y para más INRI el baño en comunidad. Menos mal que solo tenía cinco habitaciones. Por supuesto que al día siguiente lo primero que hicimos fue buscar otro nido para poder pasar tres o cuatro días más. Lo encontramos muy cerca de allí, en la Gran Vía. La pensión estaba muy bien, tenía baño individual y estaba limpia que era lo más importante. Menos mal que era en la planta 10 porque la ventana daba justo en la parte que da hacia la zona de la calle la Ballesta donde los escándalos eran constantes.
Algunas veces me pregunté por qué Radio Peninsular se escuchaba tan bien en Cangas, eso sí solo por la noche se podía sintonizar bien, y en cambio Radio Nacional se escuchaba con bastante dificultad.
Alfredo, dices una cosa que a mí siempre me extrañó también y es que en Cangas por el día sólo se oía Radio Nacional, y por la noche no se oía; sin embargo se oían Radio Intercontinental, Radio Peninsular, que tu nombras y se anunciaba como “Radio Peninsular, la más musical” y no podemos olvidarnos de Radio Andorra, con aquellas peticiones de los oyentes de once a doce de la noche, que pasaban media hora dedicando cada canción. De hecho, en aquellos tiempos, cuando alguien hablaba mucho solían decirle –Calla, que pareces Radio Andorra. Pero a mí la que más me extrañaba oír era Radio Arévalo. Había días que se oía muy bien, otros…
A mí, será porque empecé a viajar más tarde, nunca me tocó lo de pagar el agua caliente como extra.
En los años de nuestra infancia en la zona de Cangas, la dificultad que existía para sintonizar las emisoras de radio que emitían desde Oviedo, yo creo que era igual en casi todo el concejo. En Posada por el día solamente se oía RN. Si embargo por las noches, ésta desaparecía y se escuchaban bastante bien la mayoría de las emisoras en AM de Madrid; bueno, en AM tenía que ser, porque en FM entonces apenas se emitía. Las emisoras que se podían sintonizar eran principalmente las que ya habéis enumerado. Recuerdo que la serie de Matilde Perico y Periquín la emitía Radio Intercontinental los miércoles a las siete y media de la tarde, patrocinada por el Cola Cao y se escuchaba mejor cuando llegaba el invierno que en verano. Recuerdo que por estas fechas que estamos o un poco más adelante, ya era de noche a esa hora pero al comienzo de la trasmisión todavía se producían algunas interferencias y lagunas de sonido y te quedabas sin escuchar lo más interesante y eso, a todos, pero a la chavalería nos daba una rabia tremenda. El tema de que las emisoras de radio, principalmente las de AM, se escuchen mejor en los puntos lejanos por la noche que por el día, se debe a las variaciones que se producen en la presión atmosférica entre el día y la noche. Las ondas hercianas se propagan mejor o peor según sea su longitud de onda y con arreglo a los valores que tenga la presión atmosférica. También influye el menor número de interferencias que hay por la noche que por el día.
Vaya peripecias que contais de vuestras estancias por el Madrid de entonces,yo también recuerdo una pensión que estaba en la Calle Mayor-63 creo,Casa Benigno Antón,al lado del ayuntamiento y eran de Cangas,cuando fuimos a tocar con la Nopal a los viveros de la villa invitados por el centro Asturiano en Madird y por el Maestro Casanova(Catalín,para los cangueses)pero aquella pensión era excelente,nos trataron muy bién y las comidas como en Cangas,hoy seguro que ya no existe.Después volví muchas veces por los madriles,ya en pensiones curiosas,Hotel Barajas,Hotel Alameda,Hotel Meliá Castilla,Hotel Villa Magna,Hotel Gran Vía,Welinton,etc,etc,asistí a muchos cursos que la Gran Cía Iberia nos ofrecía y yo siempre los aproveché,así que como tenías que ir donde mandaban y yo siempre fuí muy disciplinado...ahí que me metía,la verdad fueron unos años estupendos y Madrid de manera especial en Primavera es magnífico,no tanto en Verano que recuerdo cursos en Barajas Airport con 45 grados y otros en Invierno con 5 bajo cero,eso sí...ese frío seco se soporta mejor que con tanta humedad como tenemos por el norte.Yo siempre que puedo me gusta dar un garbeo por el Madrid de entonces y recordar aquellos olores típicos,aquellos ruídos típicos y aquel ir y venir loco de tantas gentes que a veces uno se preguntaba...pero para qué tantas prisas,hoy es más loco aún,más contaminación,más complicado para viajar en metro,pagas por estaciones,si quieres visitar algún museo hay colas para todo y las esperas yo las llevo fatal,ver a un amigo o fimiliar desde Canillas hasta Moratalaz es dedicarle la tarde entera...como en los pueblinos o ciudades pequeñas nun se vive en ningún sitio,León,Coruña,Gijón,Lugo,Avilés,Oviedo,Cangas,Posada,Navelgas,Tineo,etc,etc,todos esos que vosotros conoceis mejor que yo,bueno amigos míos voy a pasear un ratín,hoy está una manana estupenda de sol aunque un poco fresca,la cuenta para hacer buen ejercicio,que buena falta nos hace a alguno,yo esta temporada no hago nada más que fartame sin conocimiento y luego vendrán las lamentaciones,lo que pasa es...que me quiten lo bailao,un abrazo.
No me extraña, Gión, que, alojándote en algún hotel que citas, concretamente Villa Magna, no tuvieras problemas con el agua caliente. Aunque tampoco me extraña el estado actual de Iberia; situación de la que, por supuesto, estoy seguro, tú estás libre de toda culpa.
Hace poco estábamos de compras por la zona y para descansar un poco nos sentamos en la terraza que está en la parte posterior de ese hotel sin saber que le pertenecía. Por dos cafés solos nos soplaron veinte euros, y tengo referencias ciertas de que todos sus precios guardan esa proporción.
Publicar un comentario