miércoles, 1 de junio de 2016
JORDANIA ( IV )
23 de Septiembre – 6º día – Petra.
A las 8 de la mañana estamos en marcha.
Todos queremos aprovechar el día al máximo y por eso algunos hemos empezado por
contemplar a las eternas guardianas de
Petra a la luz dorada del amanecer. El autobús nos lleva hasta el centro de
recepción de visitantes donde, de uno en
uno, vamos montando a caballo para llegar hasta el Siq. Algunas viajeras harán
el recorrido en pequeñas y desvencijadas calesas y más tarde nos contarán sus experiencias.
Pretender explicar la emoción que el
viajero siente ya antes de entrar en el Siq es simplemente absurdo. Desmontamos
al pie de las enormes construcciones que, como eternos centinelas a ambos lados
del torrente seco, guardan la entrada del Siq. A la izquierda la Tumba de los
Obeliscos y la del Triclinio. A la derecha, los Yinn, los espíritus del
desierto, tres enormes torres cuadradas talladas en la roca. El viajero siente
que algo extraordinario sucede, que entra en un mundo misterioso que lleva
esperándole 2.000 años. El viento silba y susurra entre los gigantescos
peñascos y el viajero siente un estremecimiento al pasar bajo los restos de un
arco casi oculto que marca la entrada del Siq, llamado por los jordanos Wadi
Musa, río de Moisés,
esa herida abierta en la montaña que conduce y al mismo tiempo oculta la
ciudad. El Siq es indescriptible. 1.800 m de roca con todos los colores y
formas imaginables. Solo se puede contemplar y admirar la obra de la naturaleza
y el tiempo. Y la de los hombres, corregida y embellecida por los siglos y los
elementos.
Al final del Siq, de pronto, por una
estrechísima grieta, estalla un relámpago dorado. Es El Tesoro, la joya de
Petra, que se nos va mostrando lentamente, como si sospechara que no debe
hacerlo de una vez porque algunos quizá no podríamos soportarlo. Entramos en la
ciudad encantada. ¿Cómo hablar de ella? El Tesoro es dorado, majestuoso,
perfecto. Desafía al tiempo y no parece obra humana sino divina. En su vacío
interior los colores de la roca escriben una sinfonía. El sepulcro de las 17
tumbas y la calle de las fachadas guardan vestigios de pasada grandeza y copias
esculpidas de murallas babilónicas. Las tumbas de la Urna, la Corintia y la del
Palacio son construcciones grandiosas excavadas en la roca , trabajos que desafían
a la imaginación y la fuerza, testigos de un poder y una riqueza que parecen
ciencia-ficción en medio del desierto. La Tumba de la Seda es, quizá, la más
bella y la más misteriosa.
Pero en Petra hay mucho más que tumbas.
Llegamos a la ciudad romana por su calle principal empedrada y flanqueada por
columnas y entre templos semiderruídos
entramos en El Palacio de la Hija del Faraón, en el que un alto arco solitario
desafía desde hace 2.000 años al tiempo y la gravedad. Y en las laderas rocosas
las casas nabateas, troglodíticas, pero dotadas por la naturaleza de una
decoración surrealista.
Petra nos propone otro desafío: subir al
Deir, el monasterio. Y algunos lo aceptamos. La subida es agotadora, son 800
escalones tallados precariamente en un escarpado sendero en el que hay que
esquivar a los burros que suben y bajan llevando turistas, menos rápidos de lo
que sus jóvenes amos beduinos quisieran. El precipicio se abre al mismo borde
del camino, vertiginoso y abismal. Sobre nuestras cabezas los peñascos cortados
a pico parecen tocar el cielo blanco del medio día. Tras una hora de fatigosa
ascensión, al doblar un saliente aparece el Deir. Su serena belleza, su solemne
equilibrio contrastan violentamente con la naturaleza atormentada que lo rodea.
Conocemos su historia pero ese conocimiento no contesta a nuestras preguntas. ¿Por
qué construyeron los nabateos tan magnífica fachada en un lugar tan
inaccesible? ¿Qué dioses, qué creencias, qué filosofía de la vida y la muerte les llevó a
erigir estas construcciones extraordinarias? Nunca lo sabremos. Aún hacemos un último
esfuerzo y llegamos hasta la bandera hincada en el punto más alto de estas
montañas desde donde contemplamos un océano de rocas que se extiende hasta
donde la vista alcanza y más allá, mucho más allá.
Se inicia el descenso que los viajeros,
menos fatigados ya, disfrutan contemplando otra vez el espectáculo geológico y riendo con los niños beduinos,
vendedores de recuerdos, que nos asaltan a cada revuelta del camino. Sin la
menor duda ha merecido la pena llegar hasta la bandera.
El resto de los viajeros, en nuestra
ausencia, ha empleado el tiempo de diferentes formas: unos descansan en la
terraza de un restaurante; otros caminan contemplando las fachadas de las
tumbas y la ciudad romana; algunos han disfrutado de un baño turco. Atardece y
la luz ha cambiado el aspecto de la ciudad que ahora parece color violeta y aún
más misteriosa. Caminando lentamente volvemos al Tesoro que se ha teñido de
color rosa. Nuestro asombro es tal que nos dejamos caer sentados en el suelo
para contemplar el espectáculo. Y para que nada falte, uno de nuestros
compañeros de viaje bromea, ríe y regatea con tres preciosas niñas beduinas
vendedoras. Las carcajadas de los 4 llenan el recinto mientras la luz del
ocaso, reflejada en el Tesoro, los baña haciéndoles parecer personajes de un
cuento oriental. Por un instante el mundo ha vuelto a sus orígenes y se ha
hecho amable, alegre, luminoso y puro y nada existe fuera de la ciudad
encantada.
Adentrándonos ya en el Siq contemplamos
el Tesoro volviendo la vista atrás una y mil veces. Lo recorremos muy despacio,
no quisiéramos llegar al final. Desearíamos ver Petra todos los días, a todas
las horas, bajo todas las luces. A la salida del Siq nos despiden los Yinn y el
autobús nos devuelve al hotel. Después de la cena desde nuestras ventanas
contemplamos de nuevo las montañas de Petra bañadas por la luna. Los años y los
siglos pasarán a miles sobre la ciudad de los prodigios, la mano impía del
tiempo la convertirá en arena, la cubrirá de olvido, pero no podrá impedir que
haya existido y que nosotros hayamos admirado su gloria y su belleza.
ulpiano rodriguez calvo
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3 comentarios:
Después de esta poética y reconfortante visita virtual a la ciudad eterna de Petra, gracias al magistral relato de Ulpiano, se queda uno fascinado con estas maravillas que el hombre ha sido capaz de esculpir en plena roca: gracias a su talento, sus manos y poco más. Yo debo decir que siempre que he visitado obras de este tipo me dejan reconfortado por poder contemplar tanta belleza junta, pero si digo la verdad, también diré que salgo un tanto estupefacto, aminorado y acomplejado al sentirme un perfecto inútil frente a esos genios que han sido capaces de realizar semejantes proezas. De todos modos, habrá que conformarse con lo que dice el proverbio latino: «Quod natura non dat, Salmantica non præstat»
Me temo que tendremos que conformarnos con leer y releer el viaje de Ulpìano para hacernos a la idea que estamos de visita por el oriente.
Confiemos que el EI no haga su presencia por estas tierras y se ensañe con estas maravillas como hizo con Palmira.
CAMBIO DE TERCIO.
Qué os parece la prima que cobraron los ganadores de la liga de campeones?.
Quién dijo crisis?.
Yo también pienso como Samuel que me voy a tener que conformar con leer y releer el viaje descrito por Ulpiano para hacerme a la idea de que estoy de viaje por Oriente.
Por cierto que lo de releer los viajes de Ulpiano yo lo hago siempre. Bueno también releo otras entradas pues la primera lectura la suelo hacer rápida y después ya con calma voy fijándome en los detalles.
En cuanto a la segunda pregunta de qué nos parece la prima que cobraron los ganadores de la liga de campeones. Pues… habrá que pensar que lo merecen, aunque a los que no nos gusta el futbol nos parezcan astronómicas. Aquí en Cangas hay gente que si gana su equipo tiran voladores. Siempre al terminar un partido importante se oyen. Yo ni idea de que equipo gana ni quién está tan contento. Visto lo anterior no sabe uno que opinar sobre el tema.
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