viernes, 4 de noviembre de 2011
LA REVÁLIDA DE POMBAL
Por fin llegaba la hora de la verdad. J.L. Pombal, cuya ingeniosidad todos celebrábamos tanto, se tenía que enfrentar a la traumática prueba de la reválida, donde no valía comicidad, ocurrencia o ingenio alguno. A ver que ingeniosidad se te ocurre ante un problema de derivadas. Y la verdad por delante Pombal estaba flojísimo en matemáticas. Ahora ya no valía ni la poesía ingeniosa ni el ardid inteligente de B.N. con sus cinco duros y la misa.
Solamente se le ocurrió un truco más viejo que el río Narcea. Al llegar a la puerta del aula se emparejó con su amigo Alfredo Mario y le dijo: “ Fredo, si me pasas el examen, quizás apruebe”. Ante tal requerimiento se sentaron razonablemente cercanos solo les separaba un pasillo de un metro escaso. Alfredo, que era el chico para todo en el colegio, era además un buen alumno y estaba fuerte en matemáticas. Así que Alfredo echó un vistazo al examen y vio que aquello lo solucionaba él en veinte minutos. En efecto, transcurrido ese tiempo, ya tenía el examen para entregar pero se demoró para hacer una copia con destino a Pombal. No era fácil. El aula estaba vigilada por no menos de tres profesores, ninguno de Corias. Controlar a los controladores siempre ha sido muy complicado. Que se lo digan a Pepiño Blanco. Alfredo hizo una pelota de papel-chuleta y aguantó hasta el segundo exacto en que vio que nadie le vería. La bolita voló hacia Pombal pero un mal cálculo artillero de Alfredo (un mal cálculo trigonométrico) hizo que el mensaje aéreo rebotara contra el canto de la mesa de Pombal y terminara en medio del estrecho pasillo que les separaba. Los puñeteros vigilantes no perdían detalle de cuanto se movía en la clase. Pombal vio su salvación a medio metro pero, ante el peligro de agacharse a recogerla disparó un zapatón del cuarenta y tres y lo plantó encima de la bola obstruyendo el pasillo. Esperaba hacer con su pierna el movimiento retráctil del camaleón que dispara su lengua y le recoge con la misma. Difícil. Tan difícil que uno de los vigilantes quiso pasar por el pasillo donde la pierna de Pombal obstruía el paso. El hombre, muy educadamente, se dirigió a Pombal y le requirió: “Por favor…”. Pombal le miró y con toda la cara del mundo le dijo:” recién operado de menisco”. El profe pidió disculpas y se fue. Pombal se agachó y atrapó la bola. Estaba salvado. Cuarenta y pico años más tarde, o sea, hoy pido a los lectores de este blog un aplauso para mi amigo José Luis.
Los recursos de Pombal eran (son) infinitos. Con la rapidez de un rayo solventa cualquier problema. Su madre, que lo conoce como la madre que lo parió:” Luisín, hijo, nun bebas cuando conduces”. Y Pombal la tranquilizaba: “Tate tranquila mamina que yo pa beber siempre me paro”.
Podría estar una hora contando anécdotas de él. El que quiera que le busque por algún bar de la calle Rodríguez San Pedro en Oviedo y que le invite a algo a cambio de unas cuantas anécdotas gloriosas.
Un abrazo Luis.
Pepe Morán.
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4 comentarios:
Al leer la ingeniosa ocurrencia que tuvo nuestro amigo y compañero J. L. Pombal para librarse del vigilante del examen de reválida, me viene a la memoria una anécdota similar a ésta que contaba Manuel Summer y que fue protagonizada por él mismo. En una ocasión iba este simpático onubense conduciendo un Seat 600 por la Castellana en Madrid, y aprovechando que el auto era ágil y diminuto se coló entre los otros vehículos próximos de forma un tanto incorrecta, obligando al que circulaba en paralelo con él a dar un volantazo y una gran frenada para evitar el roce. El conductor ofendido le insultó y le increpó varias veces, a lo que éste respondió de forma similar. El bravucón burlado se encendió aún más y le siguió sin perderle de vista hasta que llegaron al próximo semáforo que encontraron en rojo. Nada más detener los vehículos, el ofendido salió de estampida del coche y se fue para el del 600 como una fiera. El Summer al ver aquel pedazo de energúmeno pegado a su cristal, intentando abrirle la puerta y amenazándole con los puños en alto e insistiendo en que bajara el cristal de la ventanilla, ya viéndose perdido no tuvo otro remedio que bajar el cristal y se le ocurrió decir: “Así es valiente cualquiera, teniendo frente a uno una persona inválida como yo que le faltan las piernas y no puede bajarse del coche”. El agresor en ese momento se quedó mudo, de piedra, por la metedura de pata tan grande. En ese mismo instante, no solo se le fue todo el cabreo, sino que todo abochornado por su incívica actitud no sabía cómo disculparse ante el falso inválido y volviendo todo cabizbajo para su coche. Nada más abrirse el semáforo el Manolo Summer le dejó que saliese primero y mientras él se iba partiendo de risa pensando lo bien que le había salido la jugada, ya que de no ser así de ingenioso y oportuno, seguro que le hubieran sacudido de lo lindo el polvo de la chaqueta.
El señor Pombal, que reciba mi sonoro aplauso, que se lo tiene bien merecido.
Ya me parecía a mi que Pepe Morán guardaba muchas anécdotas caurienses en la chistera. El tiempo me está dando la razón.
Falta que Pombalón nos diga la nota que sacó en el examen y si su rodilla ya está completamente recuperada.
Samuel no tengas duda alguna,el examen aprobado y la rodilla...como siempre,perfectamente,aplausos a los dos,a ti Morán por contarnos estas historias también y a Pombal por su ingeniosidad.Sl2 y que nos cuente alguna más,que por lo que se ve tiene muchas para contar.
Si alguien quiere ver la gracia con que Pombal cuenta sus ingeniosas ocurrencias, que mire el vídeo que yo hice allá por el 2008. La intervención del muchacho sólo dura 20 segundos (minuto 8 a 8 y 20 segundos) pero la carcajada (aunque en el video está cortada), duró más de un minuto.
http://www.youtube.com/watch?v=R4zlMT1a-CU
Hay que tener en cuenta que lo que hay en Youtube es un resumen de 10 minutos de lo que en el DVD dura una hora, y que anteriormente Avanzas había relatado la cantidad de Piramidón que había suministrado en sus tiempos de “enfermero” en Corias. Ahora, con sus conocimientos ya como gran médico que es, recuerda con horror aquellas exageradas dosis, y como no podía ser menos, Pombal aprovecha el detalle para sacarnos a todos una carcajada.
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