miércoles, 21 de agosto de 2013
¿POR QUÉ…?
Os juro que una
serie de dudas me carcomen por dentro. Todo empezó las Navidades de 1966, año
que pasé en el Regimiento de Artillería nº 14 de Sevilla. Puñetero cuartel. Como
en esa ciudad andaluza no hace frío, es decir, oficialmente no hace frío, dí
con mis huesos en una residencia de oficiales…dónde no hacía frío ¡Malditos
tópicos! En el Sur no hace frío y en el Norte sí. Hubiera cambiado una celda de
Corias por aquella húmeda y gélida nevera que me asignaron en el cuartel.
Se me ocurrió una
solución. Cómo yo podía vivir donde quisiera, dentro del ámbito de la ciudad,
me fui al Convento de Dominicos esperando aliviar un poco mi frío ¡Vaya! No
había ni una celda disponible. Busqué por el barrio adyacente al cuartel,
barrio pobre, pero no antiguo. Después de muchos merodeos dí con una casa
decente, limpia y donde tenían algo de calefacción. Volví feliz para el bar del
cuartel a dar la buena noticia a los oficiales. En el momento en que empecé a
pormenorizar detalles de calle, ubicación, una farmacia debajo, la burla se
hizo ostensible en todos.
¡Inocente! Había
descubierto la mejor casa de putas del barrio. Tuve que resignarme a seguir en
el cuartel y levantarme a las siete de la mañana para ir a pegar tiros a las
marismas cercanas a San Fernando.
En el convento
convivían diez frailes (digo convivían y no vivían con). Había un denominado
Padre X, médico y profesor de deontología en la Universidad. Llevaba siempre un
hábito tan perfecto que simulaba un periódico abierto cuan ancho es. Fumaba Chester
y en aquel año ya tenía tele privada en su celda. El año anterior le habían
escogido para que pronunciase el sermón de Santa Bárbara, patrona de mineros y
artilleros ¡Qué no armaría, que la indignación que despertó llegó a mis oídos
estando en Sevilla! Entre otras perlas les dedicó lo siguiente: “Desde lo alto
de este púlpito veo cientos de pechos llenos de estrellas, medallas,
condecoraciones, cintajos de colores. Pues sabed que para entrar en el reino de
los cielos, tendréis que desprenderos de esa orgullosa quincalla. Todo eso no
se valora para entrar al reino de Dios”. Tuvo que intervenir el Gobernador
Militar en queja ante los superiores, Y mira por donde, al año siguiente le
tocó a otro Dominico hablar el mismo día de tal celebración. Debieron creer que
todos éramos moros, pues una semana antes de Santa Bárbara el Gobernador Civil
me llama a su presencia. Yo me imaginé el motivo y preparo la escena:
-
¿Se
puede?
-
Pasa,
pasa Páter.
-
Usted
me ha mandado venir ¿Verdad?
-
Pues
sí, ya sabe que dentro de unos días es Santa Bárbara y tendrá que hablar usted
en la misa.
-
Sí,
mi general.
-
Bueno,
supongo que se habrá enterado del lío que organizó otro dominico.
-
¡Un
momento, mi general, perdón que le interrumpa. Yo estuve el año pasado en
Sevilla y allí me enteré de todo lo que ocurrió. Mire, mi general, con todo el
respeto que le debo, le contaré que en Sevilla, teníamos un Comandante al que
había que llevar a su casa cada noche pues ya no podía ni andar de la
borrachera que llevaba. Menos mal que vivía enfrente del cuartel. Yo me moría
de vergüenza. Luego me destinaron aquí y yo no creí conveniente recurrir a
todos los jefes de los Comandantes o Coroneles para amonestarles contra la
borrachera. Yo respondo de mis actos y usted mismo me felicitará.
-
Lo
comprendo, lo comprendo. Disculpe y encantado de conocerle.
-
Y más
encantado quedará el día de la fiesta ¿Puedo retirarme o manda usted algo más?
-
No,
no. Buenos días. Puede irse.
Seguí yendo por
los dominicos. Allí me ocurrió un hecho de los que marcan el rumbo de una vida.
Pudo haber sido antes, pero no fue. El destino.
De los pocos
frailes que había allí, además del citado desdichado protagonista del año
anterior, había un tal Padre Cipriano, de Carabanzo, al lado de Pola de Lena.
Eran la antítesis. Uno de familia noble, adinerada, elegante, con mucho. El
otro era pequeñito, apocado, encogidín sin ninguna brillantez social, ni
personal, tímido. Inspiraba lástima. Cómo es lógico fumaba Celtas. Aquel año le
pagué yo el tabaco.
Y el caso es que
aquello me sonaba de algo muy conocido, Corias, yo cenaba todos los lunes con
tres amigos. Ya todos están muertos. Uno
de ellos, era posiblemente el hombre más adinerado de Cangas. Había hecho dos
pactos secretos conmigo. El primero era que él se haría cargo de los gastos de
cualquiera que, dada su valía no tuviese medios para estar interno. Solo puso
una condición, que aquello no lo sabría nadie excepto él y yo. Es el día de
hoy, que aún recuerdo varios nombres que jamás revelaré. El segundo pacto, era
que no quería verme fumar Celtas. Que todo cuanto necesitase, del tabaco al
calzado, corrieran de su cuenta. Yo acepté fumar alguna vez tabaco americano en
la cena, pero no fuera de ella, pues otros frailes fumaban Celtas y… gracias.
No le pedí un céntimo en mi vida. Yo lo tenía muy claro. Aquí hay unas mismas
normas, exigencias y reglas para todos y
o cumplimos todos o se rompe la baraja y jugamos cada uno a lo que quiera. Todos conocisteis al Padre Eutimio. Su madre
vivía de la caridad pública, en una casucha miserable en un pueblo de
Salamanca. El pobre Eutimio se levantaba a diario a las cinco de la madrugada
para subir al Acebo a decir misa que allí arriba se pagaba a 100 pesetas y
abajo a 25. Con las 75 de diferencia ayudaba a su anciana madre. Es decir, que todos
hacíamos tres votos, pobreza, castidad y obediencia. Contra todas las
ignorancias y creencias de la gente, solo un voto constituía un verdadero
problema, el de pobreza. Los demás nunca ví que constituyeran un verdadero
problema. Yo no puedo – podía - estar
rezando al lado de un fraile que olía a Old Spice y a Chester y yo dando un
pestoso olor a Peninsulares que eran una especie de Celtas pero en peor.
Justamente en
este punto, en esa contractura muscular, en esa llaga dolorosa, comenzó mi vida
a tomar otro rumbo. Tres años más uno en Londres y dos en Corias terminaron por
convencerme de que de cincuenta naipes había escogido una carta que no me
valía, el dos de bastos y triunfaban oros.
Esto seguro que
nadie me lo creerá, pero así era.
Es lo mismo que
me ocurrió un día en Pola, charlaba con un grupo de cuatro o cinco ex -
mineros, todos entre cuarenta y cincuenta años y una paga aproximada de 3.000
euros, uno de ellos preguntó:
-
Pepe
¿Tú estuviste en Corias?
-
Pues
sí, varios años, contesté.
-
Oye
¿Es verdad que allí sólo admitían a gente de derechas y con dinero? Preguntó.
-
Bueno
vamos a ver. Antes de contestarte dime una cosa tú ¿Qué quieres que te
responda? ¿La verdad o lo que tu crees la verdad?
-
La
verdad, hombre. Exclamó.
-
Pues
escucha, durante años, yo fui el encargado de admitir a los alumnos.
Generalmente adquirían una beca en un examen que hacían en Oviedo. Yo era parte
del tribunal y jamás sabíamos ni la ideología política ni el status económico
de ningún padre de alumno. Es hoy el día en que siendo amigo de muchos de
ellos, no conozco sus ideas políticas. No veo hoy a mis alumnos obsesionados
con la política. Acaso los obsesionados lo estén por alguna mala conciencia.
Estoy seguro que no me creerás, pero así era. Lo que ocurre, es que como decía
Einstein “Es más fácil extraerle a uno toda la dentadura que arrancarles a
algunos los prejuicios del cerebro”.
-
Bueno,
claro tú que vas a decir.
-
Nadie
quiso creer que en mi años de Corias, solo conocí a un chico cuyo padre era
potentado. Y seguí ¿Alguno de vosotros tiene ganado?
-
Yo
tengo cuatro vacas, contestó uno.
-
Bueno
pues la próxima vez que queráis que yo os aclare algo, traedme una vaca,
intentaré que ella me entienda. Y dejar en paz esas sonrisitas, o ¿es que
necesitáis calmar la mala conciencia de vivir como ricos en un país de pobres?
El resto es ya
otra historia, mejor una continuación de la misma. Siento un enorme orgullo de
haber sido dominico. Repetiría mi vida si ello fuera posible. Puedo asegurar
que el 90% de lo que de positivo pueda tener, lo debo a mis años de dominico.
He conocido a
varios ex dominicos – pocos - que
reniegan de su pasado. Mi formación dominicana más 30 años leyendo a los más
inteligentes del mundo moderno, han conseguido que mi fe religiosa sea hoy más
profunda que hace 50 años.
Haber sido
dominico, es lo mejor que me ha ocurrido en mi vida, tan diversa y cambiante.
Solo dos personas
– que yo sepa – han tomado a mal mi cambio de rumbo. Una tía materna de cortos
alcances y un ex alumno a quien aprecio en gran medida.
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8 comentarios:
En esta larga e interesante confesión que nos hace Morán referente a sus reafirmaciones-convicciones y vicisitudes por las que pasó en la vida, siendo dominico y después como seglar también, estoy muy de acuerdo en cuanto a lo que comenta del frío que hace en Sevilla en invierno, y por extensión yo diría que en toda Andalucía, aunque a primera vista pueda parecer una contradicción. Yo en los años setenta, sin llegar a tener que descubrir casas de dudosa actividad para encontrar algo de calor, aunque solo fuera calor humano, o de pecho ajeno, sí padecí por varias veces y en diferentes estancias, el frío húmedo que hace en invierno en los pueblos de la Serranía de Cádiz entre otras muchas ciudades y comarcas altas andaluzas; sobre todo, por vivir en casas que estaban poco preparadas para soportar temperaturas relativamente bajas y con una humedad alta. En general eran construcciones concebidas única y exclusivamente para protegerse del calor y no del frío. Pero yo le diría a nuestro antiguo profesor que no ha descubierto nada nuevo pues, mucho antes que él, ya hubo una reina española que dijo aquello de: “el invierno en Burgos y el verano en Sevilla”. Por algo sería.
La foto que ilustra esta entrada es un pequeño homenaje al Padre Eutimio por el gran sacrificio que hacía silenciosamente, cada vez que de madrugada subía al Acebo andando a decir misa y regresaba a todo meter para estar a la hora de clase en Corias como cualquier otro fraile. El motivo de aceptar este esfuerzo voluntario añadido, era con el único objetivo de ganarse unas perrillas más con las que socorrer la paupérrima situación económica de su madre. Estos detalles los desconocíamos los alumnos. Al menos yo me he enterado el otro día cuando el autor de esta entrada me hizo una pequeña síntesis de lo que me enviaba.
Una simple apreciación. La promoción constaba de diez alumnos, pero en la foto somos nueve porque falta Julio Martínez Legazpi. Probablemente se debiera su ausencia a motivos de salud. Este compañero siempre fue un alumno de salud muy delicada y que se murió siendo muy joven.
¡Ay, señor Morán; cuántas cosas le quedan aún por decir! Y, ¡cuán bellas! Entiendo que en este blog ha encontrado un acomodo neo-romántico, un frenesí, ¿casi una casi pasión? Compatible además con su afición a las “formas amplias y turgencias hiperbólicas” –que diría Clarín- y que Vd., claro, no denominaría así. Incapaz de ser escéptico, sus escritos –que se ven suyos al poco de empezar a leerlos- le muestran prosaico por fuera, en la forma, en el estilo, en el oficio,...; romántico y dulzón, por dentro.
¡Cómo trasluce que, si contribuyes a la felicidad de otros, encontrarás el verdadero bien, el auténtico significado de tu vida!
Salud.
GERA
Para GERA.
Amigo Gera.Estos días he estado en la casa donde he nacido,que es en la Parroquia de San Félix.Tengo un hermano en Campiello y le comenté este Blog y los nombres que aparecen y solo recuerda el tuyo,ya que me dice coincidísteis.Se llama José M.Fernández Menéndez.He tenido muy mala suerte familiar.Su único hijo, falleció hace 20 meses,cuando era sometido a un transplante de médula
en Oviedo.Ya ha pasado tiempo,pero tanto su esposa como él,no se lo creen...Pero bueno,así es la vida.Te informo,ya que te recuerda,lo apoyes moralmente,que es lo único que se puede hacer...
Un saludo.
Inocencio:
Oído cocina. Nosotros, Angelina y yo, encendemos el fuego, incluso ponemos las cacerolas y hasta los ingredientes principales. Pero a nuestros contertulios les pedimos que ellos pongan la salsa, el picante,…
Ojalá sacie un poco esa ansiedad de tus hermanos.
Somos poca cosa, pero gracias por confiarnos esta entrañable misión.
Salud !
GERA
¡Cosas veredes, amigo Sancho!
Digo esto porque ahora encuentro la respuesta a una pregunta de hace unos 50 años.
En clase del P.Eutimio fue elegida mi carta, del día de La Madre, para ser leida en el salón de actos. Pero curiosamente el texto que leí allí no era mi carta, sino otra que el P. Eutimio había redactado, supongo que pensando en su madre y ofreciéndole, de este modo, su merecido homenaje. Creo que aún la tengo dentro del libro "Corazón" que el P. Morán me entregó, en aquella ocasión, por tal lectura. Ni que decir tiene que la mayor parte del texto, no lo entendía ni yo que era su hipotético autor.
Apoco que uno examine tu trayectoria, amigo Samuel, se da cuenta de que la vida te sonríe (usando el presente con un brazo abierto desde el pasado y que ojalá se extienda por el apéndice simétrico hacia el futuro). Por eso, ahora, es la hora de buscar, mirar, a quién agradecérselo: familia, “profes”,… Todos; todo, se ha confabulado a tu favor. Y los sentimientos del padre Eutimio, también.
Gracias Gera, siempre tuve buena sintonía con el P.Eutimio y me entristeció bastante comprobar su falta de memoria, en uno de los encuentros anuales al que asistió en Corias.
No todos guardan buen recuerdo de él.
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