jueves, 1 de agosto de 2013
RÍOS ENCORSETADOS
Tanto estando en activo durante los años de trabajo, como después ya jubilado haciendo de simple observador-controlador de
las obras públicas, nunca he sido partidario de los encauzamientos artificiales
que se les hace a los cursos de los ríos en muchos lugares; lo mismo que de desbrozar excesivamente la
vegetación espontánea que crece por sus orillas.
En León suelo ir
a caminar por las márgenes de los dos
ríos que abarcan la ciudad: Bernesga y Torío, y en algunos de los tramos que discurren por
la capital, principalmente del Bernesga, las riberas han sido desposeídas de la mayoría
de su vegetación autóctona y el curso de agua se le ha encauzado y obligado a
circular de forma constreñida entre muros de escollera que, a primera vista, parece
todo muy aséptico y aparente, pero el río pierde toda su autenticidad natural, el encanto y atractivo como tal. Que esté en
estado salvaje tampoco está bien, pero como en todas las cosas, siempre hay un
término medio. No digamos nada de la
fauna que alberga toda esta vegetación de ribera que es donde viven y anidan gran
parte de las aves, tanto acuáticas como
terrestres, y que ante la falta de estos
árboles y arbustos los animales abandonan por completo estas zonas
desforestadas y se van en busca de otros lugares donde el curso del río les ofrezca el
cobijo de los arbustos que necesitan para poder reproducirse.
En los últimos años en los que aún iban
llegando a nuestro país de vez en cuando
partidas de aquellos dineros dudosos, procedentes de Europa, que nuestros
ediles no sabían muy bien dónde emplearlos; sobre todo los
dedicados para todas estas engañifas que
nos han hecho creer desde Bruselas y que no se sabía de dónde salían, quién los asignaba y con qué intenciones nos los daban. Pues bien, aquí
en nuestro país a los ayuntamientos se les hacía la boca agua cada vez que
aparecía una de estas partidas pues, se
les veía encantados ya que, con tal de mover dinero se inventaban cualquier
necesidad, aunque solo fuese deshacer para volver a hacer y por aquello de que: “donde dinero se
mueve, dinero queda”. Como además esos dineros era obligatorio gastarlos en el periodo asignado dentro del año, pues de
no llevar a cabo la obra para la cual se
los habían concedido y dentro del plazo previsto, debían devolverlos ya que no eran
acumulables para los presupuestos del siguiente año y precisamente, para evitar esto, algunos organismos a última
hora, viendo que se les escapaban los cuartos de las manos, los acoplaban a cosas
totalmente peregrinas y así muchas de las veces no han hecho más que auténticas
torpezas, además, casi siempre llevadas
a cabo de forma atropellada, improvisada y faltas de todo rigor y criterio ecológico.
Recuerdo que hubo una partida de estos dineros
europeos dedicados expresamente para el acondicionamiento de los cursos de agua
de los ríos urbanos, es decir: para los ríos que cruzasen o circundasen las ciudades del sur de la UE.
En León concretamente, se acometió la
limpieza y desbroce de parte de los dos ríos que pasan por la ciudad.
Preferentemente, del Bernesga. Esta
operación si se hiciese con conocimiento, sí sería beneficiosa y podría resultar efectiva y dar sus frutos,
pero en algunos de los tramos donde se practicó, sólo se hiceron verdaderas tropelías pues, una cosa es desbrozar la
maleza de las márgenes del río y otra es desmochar toda aquella vegetación que
ya cuenta con cierta robustez y entidad. Sé que cuando se anunció el comienzo
de esta actuación en las márgenes del río Bernesga, próximas al Hostal de San
Marcos, hubo muchas protestas por parte
de grupos ecologistas que avisaban que tal acción sería contraproducente del
todo para el entorno y, en este caso, con toda la razón del mundo. Pero al
final no sirvieron de nada dichas protestas y los atropellos se efectuaron a discreción. El columnista del
Diario de León, Pedro García Trapiello, también dio mucha caña al respecto y echó
pestes en la columna que escribe a diario en la contraportada de dicho periódico titulada “Cornada de lobo” de estos ultrajes que se hacen a la naturaleza, pero al final tampoco
sirvieron de nada.
Sin embargo, el
otro día caminando por el valle del río Gillón por la antigua pista minera que
discurre cercana al curso del río y que llega con el firme asfaltado hasta la
altura de La Cuitada, llegada a un punto
donde la rasante de la pista está mucho más alta que el cauce del río, daba
gusto mirar desde arriba para el curso de agua y ver el río cómo circula
jalonado de forma natural entre hermosos árboles autóctonos, como son umeiros
(alisos), pládanos y fresnos principalmente, y con la vegetación del sotobosque en su
sitio. En esos momentos me decía yo:
esto tendrían que verlo algunos de estos cerebritos que nos gobiernan en las
ciudades, a ver si encontraban alguna diferencia entre este río que avanza
libre entre robustos árboles, sin mayor impedimento lateral que alguna que otra
pared de piedra seca para proteger los prados de los lados de la ocasional y puntual erosión del agua, y un río forzado a discurrir por unos cauces
angostos, entre muros ciclópeos de piedra y hormigón. La mejor protección de
las orillas de los ríos son unos buenos árboles y procurar que el hormigón y el
ladrillo nunca invadan lo que se llama la llanura de inundación del río. Así, no
me extraña nada que de vez en cuando, estos ríos encorsetados de forma
artificial, se rebelen ante tanta pretura y les dé por enseñar sus escrituras y sin previo
aviso invadan sus cauces originales , dejando claro lo que les pertenece y lo que no,
aunque para ello se vean obligados a tener
que llevarse por delante todo lo que van encontrándose a su paso.
Cuando se
cometen estos desmanes en las márgenes de los ríos de las ciudades, los principales responsables son los ayuntamientos
de turno, por supuesto, pero no
olvidemos a las confederaciones hidrográficas que muchas veces hacen la vista
gorda ante cualquier tejemaneje de este tipo y luego cuando pasan los desastres naturales,
entonces todo el mundo se llama andana y nadie quiere saber nada del asunto, ni
de quién faltó a su deber.
B. G. G.
bloguero “Prior”
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3 comentarios:
Esta entrada me parece muy acertada. Es una maravilla, ver esos ríos por su cauce y con esos árboles en las orillas. A mi, además de otros, me gusta el cauce del Narcea entre Gedrez y Monasterio de Hermo. Hace muchos años que no lo veo, pero me imagino que seguirá igual.
En otro orden de cosas, me recuerda la entrada un dicho que un amigo nuestro decía con una cierta frecuencia "Lo que es del río, vuelve al río". Lo decía sobre todo en los primeros años de las máquinas tragaperras,cuando veíamos a alguien que le tocaba un premio y seguía jugando hasta que lo gastaba todo, y no lo recuperaba. Entonces se acercaba a la persona -si lo conocía- y le decía la famosa frase, que yo le copié.Era Pepe El Majo, que ya sabéis que tiene mucha gracia. Yo la utilizo para muchas cosas.
Benjamín, pretender que los urbanícolas razonen con mentalidad rural es como lavarle la cabeza al burro: perder el tiempo y el jabón.
Me alegro que poco a poco, se van recuperando de sus dolencias los blogueros. Ánimo tamos en verano, es tiempo de vacaciones y folixa.
Sobre esta entrada, creo los ríos tanto asturianos como gallegos ( los que conozco), están limpios en su cauce los primeros tramos al no tener población asentada en sus márgenes:luego abandonados a la mano de Dios lo mismo que en los puertos, cuando se hace una limpieza, salen toneladas de basura por doquier. Concretamente me refiero al Narcea, entre la Florida y Cangas, siempre que paso encuentro su márgenes llenas de plásticos.
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