miércoles, 6 de febrero de 2013
FIN DE SEMANA EN ZERMAT (IV)
El tren de cremallera,
uno de los más altos de Europa junto al de la Jungfraujoch (me
gustaría recordar ese viaje realizado hace años partiendo de Interlaken, pero
lo tengo ya casi olvidado) trepa por empinadas pendientes hasta los 3.135 m del Gornergrat. Al
principio parece sobrevolar el pueblo que se divisa allá abajo a través de los
pequeños claros que deja el tupido bosque. El pueblo visto desde arriba, como
en relampagueantes flashes, ofrece la belleza uniforme de sus casas revestidas
de madera y cubiertas de gruesas pizarras. Las vías, en ocasiones convertidas
en viaductos, salvan profundos barrancos; invitan a los aprensivos a evitar
mirar abajo.
Llama la atención, en esta época del año, contemplar las
laderas cubiertas de intensos colores verdes y dorados, cuando todos los
árboles son muy parecidos. El verde abeto es bien conocido, pero el que
aparenta ser un abeto dorado no lo tengo identificado ¿acaso existen abetos de
hoja caduca? Al final consigo información: lo que parece un abeto de hoja
caduca es en realidad un alerce, de madera muy preciada y de la que hablaré
después.
Alcanzada cierta altura, el bosque se va aclarando. Ya se
ven blancas sábanas de nieve tendidas al sol. Pronto desaparecen árboles y
vegetación, y una franja parda moteada
de nieve y algún edelweiss a la orilla de las vías nos separa de adentrarnos en
las altas cumbres donde, durante casi todo el año, reina con irresistible
atracción el manto blanco.
Al bajar del tren extraño una ausencia. Los gigantescos san
bernardos, vistos en anterior ocasión con su barrilito al cuello para acompañar
a los visitantes en las fotografías alpinas, no están. En sustitución aparece
una nutrida bandada de mirlos, por el tamaño aparentan cuervos, con brillante
plumaje negro, más intenso por el efecto de la nieve y del sol. Asombrosamente
permanecen inmutables sobre el pretil del camino, tal vez esperando comida,
permitiendo acercar el objetivo hasta casi rozar el pico rabiosamente amarillo.
Un edificio de piedra de considerables dimensiones alberga
tiendas de artesanía y productos locales, sobre ellas un amplio Bar Restaurante
con espaciosa terraza. Los pisos superiores están ocupados por un hotel,
excepto la última planta que es del observatorio.
La tendencia en estos lugares siempre es llegar hasta el
final, por eso atacamos con decisión las pendientes rampas que llevan al último
mirador. El tramo final, no más de 50 metros , cubierto de nieve y hielo resultaba
peligroso, afortunadamente una cuerda colocada en un lateral de la rampa hace
de valioso pasamanos.
El esfuerzo merecía la pena. La plataforma mirador ofrece
una vista de 360º, con 29 cumbres de más de 4000 m , junto otras que
rondan esa altura, que resulta espectacular. Alguien sensible, y con razón,
denominó esta visión La Diadema
de los Alpes.
Después de descender de la plataforma, ya desprovistos de
chaquetones y jerséis, nos instalamos en la terraza-mirador del bar. A sus pies
discurre un, aún, imponente glaciar herido por serpenteantes y profundos
arroyos, prófugos de su prisión de hielo, ansiosos de convertirse en torrentes.
De frente, el Cervino/Matterhorn irradia un magnetismo irresistible para los
románticos de la montaña. Su cementerio en Zermatt lo veremos después. A pesar
del cielo despejado, una pequeña nube adopta formas grotescas, en ocasiones
aparenta ser el genio de Aladino saliendo de la célebre lámpara, y permanece
enredada, ocultando celosa el vértice de esa figura geométrica convertida en
montaña.
Girando la vista hacia la izquierda se divisa el grupo Monte
Rosa, ahora blanco, rosa cuando cae el sol. Destaca el pico Dufour, con sus 4.634 m el más alto de esa
diadema imperial.
La suave temperatura invita a dormitar en la soleada terraza,
pero aparece el recuerdo de lejanos tambores que lleva hasta un pueblo de
Teruel. Indago el motivo, la explicación está en la suave cerveza que estamos
bebiendo, buena para apagar la sed, fabricada en las montañas de los Grisones,
que lleva por nombre Calanda.
Sin demorarnos mucho -no es aconsejable esperar al último
tren- iniciamos, confortablemente sentados, el descenso hacia Zermatt, mientras,
esforzados y bien pertrechados montañeros aún recorren los escarpados caminos a
pie y las sombras comienzan a adueñarse de la luz en lo más profundo de los
valles.
Llegamos a Zermatt envueltos por una tenue oscuridad y el agradable olor a leña quemada en las
humeantes chimeneas. Arriba, en lo más alto, el Cervino, aprovechando los
últimos rayos de sol, regala un aura de color rosa.
Es buena hora para recorrer la calle principal con numerosos
comercios, las relojerías muestran en sus vitrinas relojes de decenas de miles
de francos o euros, las tiendas de ropa vestidos y calzados de sofisticados y
carísimos materiales adecuados para el deporte de montaña. Además de las
numerosas tiendas de artesanía y productos gourmet de la zona, llama la
atención las bien surtidas librerías con libros traducidos en diversos idiomas,
entre ellos el japonés. Porque, si aún no lo he dicho, Zermatt es una de las
citas obligatorias de los japoneses en su periplo europeo. Por ello no
sorprende encontrar un espacio en la librería dedicado a esa lengua. Igual que
las cartas de los restaurantes; será difícil encontrar una traducida al español,
mucho más fácil dar camareros que lo hablen, pero en japonés en ninguno
faltará.
Hablando de librerías, se percibe una reveladora diferencia.
En España no es frecuente encontrar, en pueblos pequeños, una librería buena;
en Suiza es normal que cualquier pueblo disponga de una librería excelente.
Vagando por el pueblo se hace la hora de un reconfortante
aperitivo antes de cenar. Para la cena se impone buscar refugio en el agradable
salón interior de uno de los restaurantes- no recuerdo el nombre- afincados en
la calle principal. El camarero, creo recordar que portugués- la colonia
portuguesa en Zermatt parece ser que representa un 30 ó 40% de la población-
hablaba español bastante fluido, nos ofrece diligente y amable un excelente
buey suizo acompañado de sabrosas verduras al dente y un aceptable vino tinto
suizo. Debo aclarar que siempre tenemos la costumbre de tomar, si existen, los
vinos de la zona, o próxima, de donde nos hallamos; al mediodía habíamos hecho
la excepción, tomando vino transalpino, al tratarse de un restaurante italiano.
Cumplimentada la cena, apetecía un paseo bajo el cielo
densamente estrellado. Haces de luz huían por las ventanas de las sólidas y
confortables casas recubiertas de madera mientras el suave viento portaba, por
las calles semidesiertas, pequeñas dagas heladas en busca de un cuerpo en el
que alojarse.
Después de un corto paseo, el regreso al hotel se impone. Además
mañana es domingo y habrá que aprovechar.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
No me extraña que Ulpiano no tenga tiempo para asistir a las reuniones en Cangas.
¡Vaya vida que se pega!
No quiero pensar cuales serán sus comentarios después del pote de ADEACO y, quede claro que, este año no podemos quejarnos.
Me huele que fue Ulpiano el que filtró la comida de Bárcenas en lujoso restaurante...
Eso mismo pienso yo, eso es vida y lo demás son tontolonerías. Pero este chico va mucho por Suiza....Esas cuentas... Hummm,no se yo....
Ya procuro yo mantenerme alejado de esos sobre-cogedores personajes tenedores de ese tipo de cuentas. Tampoco creo que ellos tuvieran ningún interés para estar cerca de mí.
No de ahora, de siempre me llamó la atención, al caminar por ciertas calles suizas, algún pequeño chalet, con capacidad de no más de tres o cuatro despachos, con la puerta orlada por relucientes placas de bronce correspondientes a diez o más sociedades. La mayoría con nombres complicados en inglés delatadores de su actividad a la ingeniería financiera, junto a otros, más pintorescos, en castellano del tipo:”Sociedad de Polo de la Isla Colibrí”.
Samuel, al pote bien hecho pocas cosas le puede hacer competencia.
Si, ya sé que el pote bien hecho se defiende él sólo pero hay potes y potes.
Sigo pensando, como Olga, que tanto frecuentar esa zona neutral no es muy buen síntoma.
Publicar un comentario