sábado, 9 de febrero de 2013
VIVA SAN ANTÓN
Mi amigo Abdón (¡Mira que el nombre…!) era el cartero de la
estafeta de Correos que había dentro de la Biblioteca Nacional.
Era natural de un pueblo del noroeste de Cáceres y casi
limítrofe con Salamanca y Portugal. Cerca de Portugal, por el oeste con Acebo
como villa más cercana. El pueblo no recuerdo con exactitud cómo se llamaba
Linares… o algo así.
El caso es que el tal Abdón y yo nos hicimos amigos y cada
uno defendía su procedencia y la belleza de su tierra. Yo, Asturias y el, esa
zona concreta de la provincia de Cáceres.
Llegó a tal extremo la discusión que se empecató en que
tenía que ir con él a su pueblo, por las fiestas, allá por mediados de Julio.
No hubo más remedio y allá nos fuimos. De entrada tuve que reconocer que la
zona era preciosa. El agua, abundantísima, venía de la próxima sierra de Gata.
Visitamos Acebo, capital de la comarca, con una Iglesia monumental, casi
catedralicia. Recorrimos varios pueblos con piscinas naturales, campos llenos
de árboles frutales, pueblos más antiguos que España…
Al fin llegamos al suyo. Era relativamente pequeño pero como
vísperas de la fiesta local estaba abarrotado de gentes procedentes del pueblo
pero ahora emigrados por toda la geografía española. Había dos o tres mil
personas. Por lo visto era innegociable estar ese día en el pueblo. Se les veía
orgullosos de ser de allí. La mayoría de las casas estaban bien cuidadas. Hay
que reconocer que era un sitio ideal para las vacaciones y fines de semana.
Aunque Abdón me había anticipado algo sobre la fiesta, la
realidad que presencié era más próxima al siglo XIII que a los años noventa.
¿Oísteis hablar de la España profunda? Pues este pueblo era insuperable en
profundidad. Digno de una película de Berlanga, un corto o un reportaje
exótico. En esencia, consistía en procesionar por todo el pueblo con San Antón
en andas. La procesión duraba unas cinco horas, había gente que se iba a casa a
dormir un rato y se reenganchaban dos horas más tarde. Aquello era eterno.
La imagen del santo no era una talla. Se limitaba a una
cabeza siendo el resto mantos, ropones y flores, adornos. Detrás iba el cura
con otras autoridades y detrás de estos iban los escopeteros. Seis.
Uniformados. El presidente de la cofradía daba la orden de empezar. “¡ANDAS
ARRIBA!” y los cuatro portadores, protegidas sus cabezas con unos cascos que
recordaban a los de la primera Guerra Mundial, o sea, con la parte trasera
hasta bien por debajo de la cabeza, levantaban a San Antón y empezaba el
número, el insólito número. A un paso lentísimo empezamos a caminar. De pronto
se paraba y una mujer desde un balcón o ventana gritaba “San Antón, que sea
buen año para la aceituna”. En marcha de nuevo. Parada. Otra mujer gritaba
desde su balcón “San Antón haz que se recupere mi Antonio de la reúma”. Otra
vez en marcha. Ahora no era para suplicar nada. El cura y demás autoridades se
apartaban y el presidente gritaba “¡ALTO!” las andas se depositaban sobre unos
caballetes y dejaban al santo, solo en medio de la calle. “Apunten”. Los de las
escopetas apuntaban al Santo y a la voz de “Fuego” le cosían a tiros. El
presidente gritaba: “Viva San Antón, madre de Dios y padre de Jesucristo”.
“Viva” gritaba la multitud. “Andas arriba” ordenaba el jefe. Y seguía el lento
caminar. Otro señor para la procesión para gritar “San Antón” que mi hija tenga
buen parto”. Se marchaba otra vez. “¡Alto!”. Mandaba el jefe. Todos se hacían a
un lado “¡Apunten armas!” y los escopeteros apuntaban al Santo. “¡Fuego!” y de
nuevo lo acribillaban al grito de “Viva San Antón, madre de Dios y padre de
Jesucrito”. En marcha. Parada. “San Antón, haz que mi hijo encuentre trabajo en
Madrid”.
A la hora y media yo estaba exhausto. Ese andar lento, ese
parar, arrancar (parecido a deambular
por unos grandes almacenes) me tenía ya baldado. Así se lo dije a Abdón,
que con buen criterio me aconsejó “Mira entra en ese bar y siéntate. Dentro de
una hora pasará la procesión por la calle paralela, sales y te reincorporas.
Hay una puerta trasera”.
Así lo hice. Muchos procesionantes entraban y salían de los
bares a lo largo de las horas. Muchos iban poco a poco alegrándose el camino
vaso a vaso.
Para no cansar a los lectores, yo estaría como dos horas de
las cinco programadas. Del manto del Santo no quedó ni un trozo del tamaño de
un papel de fumar. El presidente recogió la indemne cabeza y la guardó en una
urna que él mismo custodiaba en su casa. Al día siguiente al destrozo, las
mujeres del pueblo, viejas y jóvenes, todas comenzaron a construir un manto
para el año siguiente. Pero amigo, la devoción es así, Cientos de horas de
trabajo.
Luego vino la comida. Yo estaba advertido que me sentaría en
la mesa presidencial junto con el alcalde, la maestra, el cura y el presidente
de la cofradía ¡Qué menos! Abdón les había prevenido que yo era un altísimo
cargo del Ministerio de Cultura.
No había platos. Solo una cuchara vieja y un cuchillo o una
navaja.
Trajeron el perol de la sopa y los cinco íbamos
introduciendo las cucharas hasta que nos lo comimos todo.
Luego se nos daba a cada uno, una hogaza redonda, cómo de
veinte centímetros de diámetro y ya partida transversalmente en dos mitades.
Sobre una de ellas nos pusieron la ración de cordero y ayudados por el pan de
la otra mitad y la navaja nos fuimos despachando, depositando en la media
hogaza que hacía de plato.
La maestrita me susurró al oído “Esto es una oveja que se
fugó de la Batalla de Brunete cuando la Guerra Civil”. Nos pusieron una servilleta,
trapo, (Algo que inventó Leonardo Da Vinci, para evitar que “los comensales del
Duque Miseñor se limpiaran las manos en el faldón del vecino”).
Yo me harté de sabrosas cerezas y no quise saber nada de
unas rosquillas que daban un horrendo olor de anís.
Esto hablando del año 1997. No vaya alguien a pensar que me
di una vuelta por la España del Siglo XIII.
Tuve que reconocerle a mi amigo que tenía un pueblo
maravilloso. En realidad cinco horas de procesión por el pueblo aquel, me
resultaron menos abominables que cinco horas en el Corte Inglés. Y más barato.
Los cientos de transeúntes con los que yo me cruzaba a
diario, entre Cibeles y Recoletos, no eran más felices que la gente de aquel
pueblo. De eso estoy seguro.
Pepe
Morán. Dominico–ex.
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5 comentarios:
El idioma gallego, tiene su zona de influencia más allá de las fronteras de la Comunidad Autónoma : el Occidente Asturiano, el Bierzo en León y Sanabria en Zamora. Hace años el BNG, hizo una interpelación en el Parlamento Gallego para potenciar la fala, e incluía una zona de Cáceres, donde se habla el gallego-extremeño, con el consiguiente disgusto de las Autoridades Extremeñas. A raíz de esta noticia fue cuando me empecé a interesar por el tema.
Lo saco a colación , por la entrada de Morán, que nos habla de la Sierra de Gata, lindando al norte con Salamanca y al oeste con Portugal, donde se encuentran los tres municipios Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo, donde su habla habitual es el Gallego de Extremadura o mañego, en un porcentaje altísimo.
Me llama la atención que Morán , tan fino observador de la realidad que le rodea, no se diese cuenta de este pequeño dato.
Un saludo Morán
"La fala (A fala) es una lengua romance del subgrupo galaico-portugués hablada en los municipios de San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, todos ellos en el Valle de Jálama, al noroeste de la provincia española de Cáceres (en la frontera portuguesa).
Es también nombrada de diversas formas, como: Xalimés, Mañegu, A fala de Xálima, A fala d'acá, A nossa fala y chapurráu (en Valverde) o, por los partidarios de la teoría sobre la relación entre la fala y el idioma gallego, gallego de Extremadura o galaico-extremeño.
En cada pueblo se dan particularidades dialectales (por lo que etimológicamente resultaría más correcta la denominación más genérica de as falas), si bien son lo suficientemente inteligibles entre sí y respecto al gallego o el portugués. Estas variantes suelen denominarse lagarteiru (Eljas), manhegu/mañegu (San Martín de Trevejo) y valverdeiru (Valverde del Fresno).
Contando a todos los habitantes de los tres pueblos se estiman unos 6000 hablantes, aunque otras fuentes elevan la cifra hasta los 10 000, por los nativos que trabajan fuera de la localidad pero muchos de los cuales vuelven al valle en verano".(Wikipedia)
Esta cita tiene como único y exclusivo propósito arrojar un poco de luz sobre el tema. Si alguien pretende polemizar, no seré yo quien le dé pábulo...
Saludos.
Probe San Antón. Y encima todavía le piden milagros después de servir de blanco permanente a los disparos de sus "fieles creyentes". ¡Debería enviarlos directamente el fuego eterno!
Muy interesante lo que habéis dicho, tanto Carlos como Julio, referente a la fala gallega-extremeña. Es un dato muy curioso.
Morán, como persona que domina perfectamente el inglés, has recorrido mucho mundo y reunes las condiciones necesarias... hay una vacante en Roma. No te pierdas la ocasión; ya sabes que cuentas con los votos de los blogueros, aunque creo que el que decide es el Espíritu Santo y creo que siempre se inclina por los más allegados.
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