domingo, 22 de junio de 2014
CIRUELAS ENANAS
A lo largo del itinerario que
hacemos habitualmente durante los paseos
mañaneros por las riberas de los ríos, como ya son varios años los que llevo
practicando, he podido localizar algunos árboles bravos, de los que no han sido
injertados; es decir, se trata de frutales
silvestres como maguillos (manzanos) y ciruelos enanos, de los que han salido
ellos solos espontáneamente, sin la más mínima intervención de la mano del
hombre y, casi todos los años, llegado el mes de julio, como están bastante
camuflados por abundante vegetación circundante, no son localizados por muchos
de los paseantes y con un poco de suerte puedo probar y degustar con gran
deleite sus sabrosos y bravíos frutos.
Bueno, creo que lo he dicho muy
pronto pues, eso sucederá si los dejan
que cumplan y que maduren en el árbol, porque hubo años que, aunque el frutal estuviese cargado hasta más no poder, todavía con el fruto a medio hacer, verde rabiando, ya llegaba el listo de turno con la típica bolsa de plástico y no se
conformaba con coger unas pocas no, arrasaba con todas y aún estando así tan verdes que, con toda seguridad se le
habrán estropeado la mayoría, dejaba el árbol completamente esquilmado y pelado.
Este año todavía no sé lo que
pasará, pero lo vengo observando desde que floreció y me gusta cada día que paso a su altura, mirar
para él y ver cómo va cambiando de aspecto
según trascurren los días porque, si el
árbol estaba precioso en el mes de abril
en plena floración, también lo está ahora en estos días preveraniegos en los que
luce orgulloso sus ramas repletas de vistosos y atractivos frutos. Las tres
fotografías que vemos, aunque son de partes diferentes, corresponden al mismo árbol y en la primera de
ellas podemos apreciar cómo estaba el
árbol esta primavera cuajado de hermosas
flores blancas y, aunque en aquellos días no hizo un tiempo muy soleado, ni muy propio
para que los insectos saliesen y visitasen las flores a menudo, que es lo que facilita
el “milagro “ de la fecundación, al llevar en sus patas y cuerpo el polen masculino que necesitan las flores femeninas para fecundarse
y poder fructificar, está el árbol muy cargado de fruto.
De todos modos, se ve que el viento también ha
hecho su buena parte en esto de la polinización
para la fecundación y a la vista de cómo está el árbol, este año si no se malogra, que ya no tiene
porqué a estas alturas que estamos, puede ser un buen año de ciruelas. Al menos para estos arbolitos
silvestres que dan esos frutos pequeños
de tamaño pero tan genuinos y ricos de sabor, por no haber tenido aportación de nutrientes minerales de origen químico, ni de tratamientos
con pesticidas.
Así pues, si no se nos adelantan
los avaros de siempre, que se llevan a “rapaturrón” todo lo que encuentran a su
alcance, a mediados de julio
aproximadamente, podremos degustar un año más alguna de estas frutillas tan
deliciosas que bien podríamos llamarles mostrencas en cuanto a que no conocen dueño declarado. Son patrimonio de todos.
B. G. G. bloguero “Prior”
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2 comentarios:
Benjamín, debes de tener una colección de fotografías de flores, plantas, árboles y naturaleza en general, impresionante. Además se te ve interesado en el tema, pues además de las fotografías sabes el nombre y “comportamiento” de todo. Es una manera agradable de amenizar los paseos. Además tienes la cualidad, también, de saber plasmarlo y hacer entretenida e interesante su lectura.
Pues sí, Maribel. Yo normalmente, cuando ando “de más“ por el campo, casi siempre suelo llevar conmigo una pequeña cámara de fotos en el bolsillo y todo lo que me llama la atención lo suelo fotografiar para luego en casa procesarlo y guardarlo. De ahí que sí es verdad que tenga un banco de imágenes importante; sobre todo, de plantas y de flores. Si digo la verdad, a mí es de lo que más me atrae de todo nuestro entorno, junto con los animales. No en vano salí de Corias con la idea de estudiar agrícolas. Luego hubo que cambiar por motivos ajenos a mis deseos, pero mi primera inclinación fue el tema de las plantas. También debo decir que esa admiración por lo vegetal me la inculcó mi madre ya siendo muy pequeño, pues a ella también le gustaba mucho y tenía una excelente mano para todo lo relacionado con la huerta. Una de mis aficiones preferidas de niño ya era el plantar esquejes y sembrar semillas en las orillas de la huerta, que era el único sitio donde me lo permitían. Me daba igual lo que fuera: flores, árboles, arbustos … Hasta artos tengo plantado. El caso era espetar algo en la tierra y ver que, al cabo de un tiempo aquello echaba hojas y reverdecía.
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