domingo, 1 de junio de 2014
DIVAGANDO POR CABO DE GATA
Nubes y lluvia en el Norte mientras sol y viento se enseñoreaban del Sur. Entre los dos
extremos, ni para ti ni para mí: variable, decía la mujer del tiempo desde la
pantalla de televisión un día cercano de mayo.
Por el Cabo de Gata el mar era un campo de intenso azul que
el arado del viento había labrado con surcos blancos.
Dicen, y salta a la
vista, que la sequía azota esta tierra con una impiedad no vista hace más de
cien años. Las escasas hierbas son solo crujientes briznas semienterradas en el
polvo y las matas de esparto se han despojado hace tiempo de su siempre dudoso
verdor. Resulta casi vano el esfuerzo de las espaciadas retamas y adelfas por
pintar de algún otro color los cerros pelados y las quebradas resecas. Solo
escasos algarrobos y algunas palmeras sobrevivientes al picudo rojo, junto a los
grandes matojos formados por los azufaifos, espinosos ovnis depositados sobre
los pedregales, aportan algo de verde contraste.
Pero estas abruptas montañas del cabo, nacidas de antiguos
volcanes, que parecen arrojarse al mar, huyendo del otro mar, el de los
plásticos de los invernaderos, tienen su momento de esplendor cuando el sol,
antes de irse a dormir tras las cimas
que dan cobijo a La Alhambra
de Granada, deposita sobre las desoladas laderas un baño de oro bruñido por sus
rayos.
Cierto es que abunda
más color, sobre todo rojo y verde. Pero son colores ocultos bajo la cubierta
de invernaderos cercanos. En ellos se multiplican tomates, pimientos, berenjenas
y otras plantaciones alimentadas por el agua subterránea que, donante
vergonzosa, les brinda la cercana Sierra Nevada. También bajo el azul del mar
predomina el color verde; las praderas de posidonia, por ellas, además de peces
y el tan preciado manjar que es la gamba roja, aún se pasea alguna tortuga
boba. Menos probable es, está en peligro de extinción, que les haga compañía la
casi desaparecida foca monje.
Ésta es sin duda una tierra hermosa que, honesta, no oculta
su pasado y presente trágico. Si difícil y dura fue la vida de quienes la
habitaron durante generaciones- Juan Goytisolo, a mediados del pasado siglo, lo
relató con magistral realismo en “Campos de Níjar”- ahora, con cadencia cruel,
sus playas acogen los cuerpos de aquellos que buscando una vida mejor se confían
a un mar que les recibe con el abrazo de la muerte. La culpa, por todos conocida,
no la tiene el mar, sino aquellos que desde lujosos y lejanos despachos
gobiernan el mundo como si fuera su cortijo privado.
Esta construcción, que por desgracia abunda, es icono de los
desmanes urbanísticos cometidos en España. Se ha erigido en símbolo de incuria
y codicia, de la connivencia entre
promotores inmobiliarios y Administración. A todos los niveles: central,
autonómica, municipal y judicial.
Se dejó, se autorizó, construir este monstruo en un espacio
protegido, El Parque Natural de Cabo de Gata. Al ser denunciada la ilegalidad
un tribunal de justicia dio la razón a los denunciantes ordenando su derribo.
Desde entonces, hace ya años, comenzó un baile de recursos que aún perdura y el
bochornoso juego de pasarse la pelota entre las distintas administraciones y la
empresa constructora. Ésta reclama, en caso de derribo, una jugosa
indemnización de muchos millones de euros que, es evidente, debieran salir de
nosotros, los contribuyentes.
Ni en la vergonzosa
Ley de Costas aprobada recientemente por el gobierno actual parece tener cabida
tan anómala construcción, y, hasta la fecha, ningún funcionario o político
asumió su responsabilidad por la licencia concedida. Por supuesto, nadie ha
dimitido.
Una parte importante de los vecinos de Carboneras, en
paralelo a este devaneo político-especulativo, viene reclamando la finalización de las obras
y la apertura del complejo hotelero. Nada extraño si se tiene en cuenta que el
paro en la zona afecta a más del 50% y
que desde hace muchos años son víctimas de otras herencias más envenenadas. A
la entrada en la población, por la carretera que viene desde de la Playa de los Muertos-
preciosa y agreste playa de aguas cristalinas y arenas blancas- surgen
monstruosas instalaciones industriales legadas por el desarrollismo de mediados
del pasado siglo. Una térmica y una cementera compiten, cuando no se encuentran
paralizadas por la crisis, echando espesos penachos de humo por sus gigantescas
chimeneas.
La actitud de los vecinos a favor de la legalización del proyectado
hotel trae a la memoria el antiguo dicho, tan corriente entre los trabajadores
de la construcción arremolinados en torno a la humeante fogata en las mañanas
de recia helada: “más vale humo que escarcha” Pero también lleva a preguntarse
¿por qué tantas personas están siempre
condenadas a elegir entre el humo y la escarcha o cosas aún peores?
Unos kilómetros más arriba, en una planicie entre montañas,
se encuentra semiderruído
y acosado por el
abandono, la maleza y las alimañas el Cortijo del Fraile. Un lugar de
cautivante belleza donde ocurrieron los
hechos sangrientos que inspiraron a García Lorca sus Bodas de Sangre.
Solitario y aislado por la indolencia y desinterés de la
propiedad y la administración pende sobre él la amenaza convertirse en un montón
de escombro y barro. Cierto que no tiene acceso fácil y que el mar no muere a
sus mismos pies como ocurre con el engendro levantado en el Algarrobico. Pero
bien se podía acondicionar y asfaltar el camino de herradura que lleva a
Rodalquilar al tiempo de reconstruir el histórico cortijo. Si no tienen ideas
sobre qué hacer con el recuperado edificio que viajen a Asturias, a Corias en
concreto. Aunque el punto de partida sea muy dispar y poco tenga que ver ya que
en Corias se partió de un antiguo, pero aún robusto, monasterio para conseguir
un magnífico parador, mientras en El Fraile se partiría de las ruinas de un
antiguo cortijo, el resultado final, encomendada la obra a un arquitecto, como
el que intervino en Corias, con sensibilidad para unir lo histórico con lo
funcional, no cabe duda que el resultado sería igual de maravilloso.
Así se recuperaría un edificio y un paraje histórico al
tiempo de generar puestos de trabajo.
Más pequeño,
respetando su estructura actual y sin añadidos de nuevas edificaciones ni de
esos campos de golf tan queridos por los especuladores, resultaría mucho más
acogedor que el merengue agujereado levantado en lugar prohibido sobre la playa
del Algarrobico - De éstos hay cientos, vacíos gran parte del año, por toda la
costa-. El Cortijo de Fraile sería un lugar ideal para disfrutar, dar, y
recibir amor, cuyo único vínculo con odios y sangres sería el recuerdo de los versos de Federico.
Los afortunados huéspedes estarían un poco más alejados del
mar pero un poco más cerca de la luna…En fin, divagaciones, tal vez
disparatadas y, quizá, no muy del gusto de ambientalistas y puristas lorquianos,
surgidas al recorrer este rincón extremo de la maltratada pero insumisa
península ibérica.
Ulpiano Rodríguez Calvo
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7 comentarios:
Como es normal en Ulpiano, nos traslada, con gran maestría, a lugares desconocidos.
Sigue siendo un gran narrador y detallista por donde pasa.
Ulpiano, es difícil pronosticar si el arreglo que propones, para el cortijo, tendría el mismo éxito que el parador cauriense.
Es necesario recordar que pocos pronosticaban un futuro esperanzador para tal edificio y han acertado. Yo era uno de los que no lo veía muy claro y me alegro de no haber acertado.
Hace unos días pasé nuevamente por allí y no resistí la tentación de subir por la estrecha escalera de piedra, junto a los comedores, hasta lo que eran las clases y los dormitorios, contemplar la diferencia y el buen gusto del arquitecto Peridis.
Sigue siendo un tema pendiente el emplazamiento de recepción.
Hace unos días se celebró allí un encuentro de antiguos alumnos con portada en La Nueva España. Creo que eran de una promoción muy posterior a la nuestra.
Ulpiano, vuelve a Cangas. ¡Descúbrenos!, a tus paisanos y al mundo, a nuestra Cangas.
Ni ahora, ni en el futuro, se capatará el espíritu oculto de los rincones que laten en ella. Y que solamente tú nos podrías mostrar, descubrir para la historia.
Ulpiano. ¡Vente pa Cangas!
No cabe duda que Ulpiano por donde pasa nos deja unos escritos a vuelo de pájaro magistrales. Si se empapa de su cultura, sus escritos dignos del mejor escritor sentado en cualquier sillón de la RAE.
No le voy a decir como Longinos que vuelva a Cangas, ya que cada uno tiene la vida enfocada en determinados lugares, pero sí que nos describa sus anécdotas al estilo “Jesusín”, como gran conocedor de la historia e idiosincrasia de los Cangueses.
Muchas veces he visto los carteles de las fiestas del Carmen. ¿Longinos, te has presentado alguna vez al concurso para su selección?. Con lo buen caricaturista que eres, el éxito está asegurado.
¿A Samuel le quería preguntar?, en un comentario que hizo, se alegraba que las obras de la autovía de la Plata entre Benavente y Zamora iban a buen ritmo. ¿ Hay algún interés especial?. Ya que las obras de la autovía de la Espina, están paradas y para largo, que es lo que le interesa para desplazarse a Pola de Allande.
Sobre el cambio de ubicación de la entrada del Parador, retomando comentarios anteriores, totalmente de acuerdo. Una delegación tendrá que hablar con Peridis, planos en mano para convencerlo.
Mi voto para que Longinos se presente a los carteles del Carmen.
Lobato, tengo que reconocer que el tramo Benavente-Zamora tiene mucho más tráfico que La Espina y es motivo suficiente para que le den cierta prioridad.
También me atrevo a asegurar que el tramo de Castilla es bastante más barato que lo que resta de Doriga a La Espina.
No suelo utilizar esa carretera para ir a Pola; me queda mucho mejor por Soto la Barca. Y para ir a Navelgas, tengo la misma distancia, y el mismo tiempo, por Luarca que por Tineo.
Es de suponer, sin temor a equivocarme, que la política no está muy lejos de estas decisiones.
Ulpiano, no es ninguna novedad decir que escribes muy bien. Imprimes a todo ese estilo tan característico tuyo de placidez, que aunque sea una crítica de algo, no lo parece.
Por otra parte, ¡Qué bien vives! El invierno para el sur, el verano para el norte, y entremedias Italia, Suiza, Francia… Además cuando haces un “descanso” en tus viajes; estás en Madrid. Para mí gusto es lo ideal.
Samuel, debes de ser uno de los alumnos que pasó por Corias que más “cariño” le tiene. Hoy pasamos por allí, y, a pesar de ser miércoles, estaba el aparcamiento lleno de coches.
Leí por ahí que el tramo Benavente-Zamora está previsto que lo terminen para el verano de 2015. Todavía queda. Con ese tramo se terminaría la Autovía de La Plata. Ahora por el verano hará cuatro años que fuimos nosotros por ahí hasta Sevilla y estaba en obras y era lo único que faltaba para ir por autovía de Gijón a Sevilla. Tiene una carencia esa autovía y es la falta de áreas de servicio. No sé si ahora pusieron alguna, pues hará dos años que no pasamos. Recuerdo que íbamos hasta Plasencia en la primera etapa. Tuvimos que salir en Guijuelo, era domingo y no había donde comer. Después de recorrer todo el pueblo pudimos comer, pero tardamos dos horas. Había muy pocos restaurantes abiertos y ni admitían más gente. A partir de ahí ya planificamos, otro viaje que hicimos por ahí, para entre Salamanca y Cáceres no tener que parar.
Ahora que hablamos de autovías y que Ulpiano habla de adelfas en esta entrada, recuerdo hace unos cuantos años que pasamos en julio por la Autopista-autovía del V Centenario, que estaba hermosa con las adelfas en la mediana. Hace un tiempo también leí que querían quitarlas para hacer un tercer carril. No sé al final en qué quedó.
Hombre, yo no lo definiría como cariño. A mis 12 años creo que fue el viaje más largo que había hecho y en una edad crítica.
Pasamos de depender de la familia, en algunos aspectos, a tener que decidir sin contar con nadie.
Como ya dije, en otras ocasiones, muchas penas y pocas alegrías, pero casi todas compartidas con amistades de 24 horas.
Los primeros amoríos y algún desengaño. Es muy difícil olvidar una etapa tan trascendente.
Viajo, con frecuencia, a Salamanca y mi parada, casi obligada, es en Palazuelo a tomar un mosto y estirar un poco las piernas. Suelen tener buenos platos combinados, bastante bien de precio y preparación rápida. Cuando el viaje es más largo, paro en Salamanca o en Béjar.
Sobre las adelfas, recuerdo las autopistas de Italia completamente adornadas por el centro. De esto ya hace bastantes años y fue un recorrido de sur a norte en autobús. Ulpiano nos dirá si han cambiado de decorado.
A vuestras amables palabras, como siempre, solo puedo dar las gracias. Si digo que inmerecidas puede parecer falsa modestia y si callo parecer un engreído. Así pues corramos un tupido velo. La verdad, todos lo sabemos, es que solo se trata de comunicarnos y, además, matar el rato. Amenazo, si logro vencer la pereza primaveral y Benjamín tiene a bien darle entrada, con castigaros con algún otro relato plomo.
Relativo a la buena vida que dice Maribel, solo hago lo que puedo. Posiblemente no tanto como pueda parecer. Es cierto que, a veces, tengo la impresión de estar intentando el imposible de recuperar un tiempo ¿perdido?
Durante un periodo largo, desde los veinte hasta bien avanzados los cuarenta años, dediqué, entre el trabajo y los rollos sindicales y políticos en los que andaba metido, una media de unas quince horas diarias. Incluidos, aquí no entran las horas de jornada laboral, la mayoría de fines de semana y festivos.
Una etapa de la que no me arrepiento – aunque, como todos, me pueda arrepentir de tantas cosas - que me llevó a conocer de primera mano los entresijos de los partidos.
Por eso me duele, cuando, con reiteración, se mete en un mismo saco a los impresentables que acceden a la política para lucrarse de ella y los militantes de la mayoría de partidos que entregan tiempo y dinero en defensa de sus ideales.
Al menos yo lo viví, y lo vivo así. En diciembre de 1995, cuando celebraban los fastos por el XX aniversario del inicio del cambio democrático, con reiterados homenajes a los llamados Prohombres de la Transición, publiqué una carta en el diario El País recordando a personas anónimas que habían sacrificado su vida luchando por la democracia y que no aparecían en el guión. Ahora que se aprestan a un cambio de trono o de sillón quizá intente recuperarla para publicarla en este blog, sin otro propósito que el de recuperar, aunque solo sea fugazmente, la memoria de una de aquellas personas.
Cambiando de tema, es cierto que alegran el viaje los setos floridos en las medianas de las autopistas, y que, afortunadamente, ya existen largos tramos en todas ellas con ese ornamento. Por lo que se ve parece que las más resistentes a las difíciles condiciones climatológicas y ambientales que se ven sometidas, casi siempre se las ve lozanas y floridas, son las adelfas y las retamas (Xiniestras en Cangas). Aunque últimamente también abunda una especie entre brezo y tamariz que ofrece agradable prestancia.
Por lo que pude ver hace escasos meses, respondiendo a Samuel, las autopistas italianas continúan igual de floridas. La del Sol, una de las más antiguas de Europa que lleva de Nápoles a Milán, fue ampliada en sucesivas reformas, pero, por lo general, han respetado el seto central. La de Las Flores, que conduce desde Génova hasta la frontera francesa de Ventimiglia es otro cantar. Esta autopista estrecha, casi sin arcenes, que discurre por una ladera que se precipita, en ocasiones cientos de metros, al mar, y que discurre a través de cientos de túneles y viaductos tiene poco espacio para setos en la medianera. Sí suele estar cuajada de flores toda la impresionante ladera, supongo que de ahí le viene el nombre. Recuerdo pasar por allí durante las navidades y los bosquecillos de mimosas ya estaban floridos.
El resto de autopistas italianas, en mejor o peor estado, se asemejan bastante a las españolas.
Sorprende la tardanza en terminar el tramo entre Benavente y Zamora. La última vez que pasé por allí, hace unos tres años, parecía bastante avanzada. Será como la de la costa asturiana. En Asturias al menos tienen la excusa de la complejidad del terreno, mientras la zamorana discurre como si fuese sobre la palma de una mano.
Insondables misterios de bolsillo y de voluntad política.
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