sábado, 26 de marzo de 2011
iPod, iPad
Hoy sábado mientras desayunaba estuve viendo las últimas noticias en el canal 24 horas de TV española, y me ha llamado la atención una noticia en la cual se decía que, un muchacho había estado esperando a la cola durante treinta y seis horas para poder hacerse con el primer cachivache de estas tabletas de última generación, el cual presentaba unos avances determinados muy superiores, respecto de su antecesor, y que se ponía a la venta por primera vez en nuestro país. Al verle entre la multitud que le rodeaba con la tableta izada en alto, me vino a la imaginación mi pizarra “iPod-iPad” enmarcada en madera, la que utilizábamos como medio para poder escribir y hacer las cuentas, principalmente, durante los primeros años de desasnamiento en la escuela pública.
Yo no comprendía bien la euforia y satisfacción que presentaba este ciudadano joven, al sentirse vitoreado por toda la concurrencia de su misma edad o parecida, y todo era por el triunfo logrado de ser el primero en poseer un ejemplar de este pequeño y completo computador llamado iPod o iPad; la diferencia es pequeña, me da lo mismo. Digo que no comprendo muy bien el tener que pasarse ese elevado número de horas haciendo cola simplemente, para poder ser el primero en poseer algo que hoy sí era novedoso pero, con toda seguridad al cabo de una semana apestará con su presencia por todos los escaparates del ramo y, en menos de un mes es de suponer que dejará de estar en la picota de la modernidad y pasará a formar parte de la mediocridad y casi a estar obsoleto para su uso por la aparición de otro de su misma especie, que ofrecerá mayores prestaciones.
El “iPod-iPad” de mis años de escuela primaria presentaba el mismo formato externo que el de este hombre, con la gran diferencia que el de éste es de plástico de color blanco sanitario repelente, y la mía estaba hecha de roca y madera con la pantalla de pizarra color gris oscuro azulado muy bonita y enmarcada en madera de color marrón claro, con una elaboración mucho más cuidada, simple y artesana.
El marco perimetral estaba unido en sus cuatro esquinas mediante ensambles con espiga y había sido montado de forma totalmente manual. La papelera de reciclaje, que también contaba con ella, aparte de ser periférica y un tanto singular por su diseño, pues estaba situada en un lateral de forma muy ergonómica, era tan simple su composición que consistía en una pequeña almohadilla hecha de trapos que pendía del “iPod-iPad” mediante un trozo de cuerda o bramante.
La efectividad del borrado, aunque de por sí era muy eficiente, a veces, no era total si no se acompañaban los restregones manuales de un poco de disolvente natural el cual bien podía proceder de la misma saliva del usuario del “iPod-iPad” que, gustosamente, la proporcionaba al instante, sin tener que hacer el mínimo esfuerzo para ello, cuando la situación lo requería.
En cuanto a la robustez del aparato, no hay ni punto de comparación. El mío se podía mojar, golpear, dejar tirado en el suelo, y hasta dónde sería de sufrido, que a veces, le escupíamos en plena cara y no decía ni mu. También servía como elemento contundente para las peleas. Otra de las grandes ventajas que tenía mi “iPod-iPad” es que nunca perdió la información que en él se plasmaba, caso muy diferente de los aparatos de ahora que, de vez en cuando y de forma imprevista e inesperada, nos dejan a dos velas y sin avisar. Mi pizarra “iPod-iPad” rara vez se quedó “colgada”; si acaso al cerrar el cabás pudo quedar pillado, contadas veces, el terminal de cordel de la papelera de reciclaje, pero siempre fue debido a un descuido o falta de atención por parte del usuario.
Después de todas estas ventajas que he enumerado y que reunía mi elemental “iPod-iPad”, reivindico que no nos olvidemos de aquel material escolar que, aún siendo un tanto rudimentario, gracias a su ayuda y a la impagable labor del maestro, aprendimos a leer y a escribir.
B. G. G. (bloguero prior)
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6 comentarios:
Magnífico y entrañable relato Benjamín.El uso abusivo de las nuevas tecnologias,me recuerda aquello de "Vivo sin vivir en mi" para mayor gloria y beneficio de las multinacionales del sector.
Saludos.Ulpiano
Benjamín,hay que ver que comentario más estupendo nos dejaste en este blog magnífico,de una simple noticia en el canal 24 Hrs de TVE haciendo uso de tu buenísima imaginación nos plasmaste una lección de recuerdo hacia la pizarra y el pizarrín,me gustó mucho y además te tengo que preguntar...pero de donde sacaste esa pizarrina tan cuidada?,desde luego eres muy curioso y seguro que en tu casa conservarás unas reliquias dignas del mejor museo de antiguedades,nada que gracias por este excelente comentario.Me alegró mucho también leer la contestación a Jesusín de Emilio Ramón en esa fala del occidente,es cierto por allí se habla más o menos parecido pero con un cierto acento gallego,aunque más a partir de Navia,Jesusín ahora se mirará más para hacer sus comentarios pues tiene un controlador que lo traerá a raya.Lo del Blog,estupendo,comentario acertado y entretenido,simplemente constatar lo que creo es el motivo de este blog,encontrarnos después de tantos años un grupo de compañeros de colegio y seguir haciéndole mientras el cuerpo aguante,contándonos nuestras pequeñas historias de la mejor manera posible,bueno pues nada más,hasta otro ratín y Slds cariñosos.PD Visitar el Niemeyer en Avilés,merece la pena.
Víctor, te diré que estas pequeñas reliquias que muestro de vez en cuando, las conservo porque a mí siempre me han gustado mucho estos objetos tan singulares y entrañables que le han acompañado a uno durante la infancia y a lo largo de la vida. Hoy solamente mantengo los más señalados. De unos años a esta parte, me he desprovisto de mucha carga. En mi caso los conservo gracias a que al haber sido yo solo de hermanos tuve la suerte, en ese sentido, de que nadie me “esqueiraba” como diría “jesusín” ni me tocaba nada de mis cosas particulares. En casa de mis padres en Posada, siempre tuve todos mis objetos tal cual como yo los dejaba y si digo la verdad, yo siempre he sido muy cuidadoso con mis cosas.
Actualmente en mi casa en León, mi señora es bastante respetuosa con mis “telares” y de momento los va soportando; veremos hasta cuando. No obstante, como todo en la vida, llegados a cierta edad conviene ir aligerando por voluntad propia un poco el equipaje, y yo a cada tanto suelo hacer un poco de “limpieza” general. Sin querer uno va a cumulando excesivas cosas a lo largo de la vida y algunas de estas pertenencias, aunque creamos lo contrario, solamente le interesan a uno mismo. Cualquiera que pudiera otro día hacerse cargo de ellas, da igual que sean hijos o que sea que el trapero, con toda seguridad que no les dirán nada y directamente los enviarán al contenedor de la basura. Por eso, antes de que lo hagan otros ya voy yo purgando algo. De no ser así, está uno rodeado de demasiados objetos y, sin querer le comen a uno el espacio vital y al final para nada. Si reparáramos un poco en todo lo que nos rodea, nos daríamos cuenta de la cantidad de cosas inservibles e inútiles que poseemos, y si darnos apenas cuenta estamos siendo absorbidos por el síndrome de Diógenes.
De todas formas, vuelvo a decir que estos cacharros a mí, me gusta verlos y contemplarlos.
Es cierto que la tecnología ha modificado tanto nuestras costumbres que pocas veces recordamos la gran diferencia entre los materiales de una escuela actual y una de los años 60/70.
Yo que llegué a mi primera escuela en el curso 71/72, me encontré con un viejo edificio de una aldea de Pola de Allande, en la que aún no había luz eléctrica, pese a que el Embalse de Grandas estaba bastante cercano.
Lo curioso es que allí había entre la clásica pizarra, la regla, el compás y el cartabón, un hermoso y reluciente PROYECTOR DE DIAPOSITIVAS.
Como no había ni una sola diapositiva ni podiamos conectarlo a la inexistente corriente, confeccionamos diapositivas con trozos de película que me dió un primo de mi madre (Lulo el Carralo)que era el que manejaba la máquina en el cine Toreno de Cangas. Luego oscurenciendo una habitación y utilizando una linterna, pudimos ver sobre una pared varias de aquellas escenas de las películas que habían puesto en Cangas.
Para Benjamin: Cuanta suerte tienes de poder conservar tantos objetos y tantas anecdotas que ellos te reclamen. Yo por mi parte despues de 12 o 14 mudanzas gran parte por mis destinos en el ejercito y otras por lo que regularmente se apoda "limpieza de primavera" hemos tenido que desprendernos de muchos o casi todos ellos. Realmente el recuerdo de ellos lo tengo grabado y asi puedo recordar por ejemplo "El Libro del Buen Amor" el cual si mal no recuerdo lo tenian en el "indice" en Corias aun cuando su contenido hoy en dia seria cosa de parvulos. Tambien me viene a la mente las clases de dibujo, las perspectivas y demas reemplazadas por "programas". creo que aun conservo los libros de Matematicas de Puig y Adams, pero no podria asegurarlo puesto que estaran en una caja sabe Dios donde.
Amigo Vigil (Cubanín) al hacer tú referencia a las clases de dibujo, me viene a la memoria que eras uno de los mejores, sinó el mejor de la clase, utilizando el tiralíneas, la regla, el cartabón y la tinta china.
Tal es así que estuviste al borde del infarto cuando entre Alfredo Mario, creo que Pombalón y alguno otro, te gastaron una broma.
Teníamos que presentar uno de aquellos trabajos de dibujo lineal con el despiece de algún artilugio, sus cotas, anotaciones y no sé cuanto más. Tú lo hacías perfecto, y cuando ya casi lo tenías terminado te ausentaste de la clase para ir al servicio; momento que aprovecharon nuestros amigos bromistas para esconder tu dibujo y poner en su lugar otro similar pero con un enorme borrón en medio de la lámina.
No sé si te acordarás de ello, pero seguro que aquel día cambiaste tu habitual color moreno por el más pálido de los rostros.
Un abrazo.
José Antonio Ramos
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