domingo, 21 de diciembre de 2014
LAS SEUDOCATAS DEL DÍA A DÍA
A propósito de la selecta cata de vinos con la que fue
obsequiado Alfredo y que nos acaba de mostrar de forma pormenorizada y
detallada en su entrada, se me ha
ocurrido a mí el sacar a colación también
un tipo de seudocata, mucho menos didáctica y menos sofisticada que la suya, pero
más usual y frecuente, ya que suele ser una de las diversiones
cotidianas que ocupa una pequeña parte de nuestro tiempo libre; sobre todo, para los que nos gusta saborear a diario un vinillo o dos como aperitivo antes de comer para abrir el
apetito. La imagen que ilustra este texto recoge la decoración bodeguera propia de la zona, y corresponde
al escenario que se muestra en uno de los centros de cata más habituales en
este barrio mío de la capital leonesa. Al
decir esto me recuerdo de cuando estuve en Chile, que allí se duplicaba el
asunto pues se tomaba el aperitivo antes de comer y el bajativo después de estar
bien harto. La diferencia era que el
aperitivo no consistía en un vaso de vino sino en una bebida espirituosa llamada Pisco Sour, que está elaborada a base de aguardiente
de uva, lima-limón y clara de huevo. Dicho cóctel estaba de muerte, pero tomado
así antes de comer pegaba al intelecto
de tal forma que si querías estar en condiciones óptimas de rendir en el
trabajo, solo se podía tomar en los días que no le esperara a uno la responsabilidad
de la obligación.
Hecho este breve
inciso diré que el centro de cata
que vemos en la foto, se trata de una
bodeguilla situada en el barrio de El
Ejido en León y que yo tengo a tiro de piedra de mi casa. Normalmente, la gente
del barrio pasamos por aquí con frecuencia pues es un lugar popular y asequible a todos
los bolsillos, principalmente para el de los jubilados. En este establecimiento
llamado, Bodega Viña Valdevimbre, aparte de poder degustar un vinillo muy rico de
la variedad de uva Prieto Picudo, tanto tinto como clarete y procedentes de la
zona de Valdevimbre, también van acompañados los chatos de unos sabrosos aperitivos que acentúan, aún más si cabe, las ganas de
tomarse un segundo vasín. Como ya he
dicho, en esta bodega los precios son
bastante moderados y no tienen parangón con los de los bares del entorno donde
el vino que se sirve es etiquetado. De ahí que su principal clientela seamos la
clase pasiva. Yo, dos o tres veces por semana sí me gusta visitar esta tasca a la hora de tomar el
blanco como se suele decir y de vez en
cuando, el ir con Elena a merendar una apetitosa ensalada de
chicharro con un buen plato de fiambres variados, propios de León y regados con
el clarete de la casa.
Siempre que viene alguien de fuera a vernos, si le gusta el
vino, le solemos llevar a este sitio y a todos les agrada.
Concretamente, cuando hicimos la comida de la promoción en el año 2009 en la Cueva San Simón en
Valdevimbre, nuestro amigo y compañero
Peque, ese día se quedó a dormir en León y por la noche nos
pasamos él y yo por este lugar con la intención de ir haciendo boca antes de dirigirnos hacia el Barrio Húmedo. El acierto fue pleno pues a nuestro amigo del Crucero le gustó
tanto que, rara será la vez que hablemos
que no me recuerde la bodeguilla de marras.
A los que de adolescentes ya se nos enseñó el oficio de alternadores,
estas cosas nos gustan mucho y no es de
extrañar pues, en mi juventud y sobre todo en la zona de Cangas, la única
diversión que se tenía para los días de fiesta, era el ir de bar en bar alternando. Yo recuerdo de tener apenas 15 años y los chavales de mi
edad los domingos ya recorríamos los tres bares que había en el pueblo tomando
un chato de vino en cada bar y a veces, por las Navidades, también alguna copa
de aguardiente corriente. Menos mal que
aquella “puxarda” de licor, a pesar de tener bastantes más grados que el vino, se
servía en aquellas copinas cuya capacidad no superaba la de un dedal de
costura. Gracias a eso pues, cuando tocaba beber aguardiente porque hiciese más
frío, también caía una copina en cada
bar. Otro tanto pasaba con el vino
caliente con azúcar para combatir los
fríos invernales.
El caso es que estos hábitos, hoy día muy perniciosos según
la OMS, en aquellos tiempos era lo
normal y habitual, y contaban con el beneplácito y aprobación por parte de nuestros padres y mayores ya que, no sacando los pies del tiesto, era la única diversión con la que contábamos los
jóvenes en los pueblos.
Yo a veces cuando leo algo referente al posible daño que
pudo haber causado la ingesta de alcohol a edad temprana en aquella gente joven, me
pregunto: ¿si los de la época mía, que hemos consumido moderadamente bebidas
alcohólicas desde la pubertad y en el supuesto de que este pernicioso hábito
nos hubiera mermado la capacidad cognitiva e intelectual, si aún así hemos sido capaces de superar ciertos niveles de
dificultad para poder ganarnos la vida honrada
y honestamente, también pienso que de no haber tomado alcohol tan pronto, hoy día habríamos llegado a un nivel social
mucho más alto; tanto, como para llegar a ocupar la sede de Génova o de Ferraz? De todos modos, me da
la impresión que, si así fuera, nos
hemos perdido muy poco pues, para llegar
a ser unos mediocres y unos corruptos, de la misma condición que son los que nos
gobiernan hoy día, prefiero haber sido un alternador precoz y estar donde
estoy.
B. G. G. bloguero
“Prior”
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Estoy de acuerdo con Galán. No solo compartimos Instituto, también la inicial escuela de vida asturiana. Pero de seudocatas nada de nada. Los alternes placenteros con buen acompañamiento, más allá de la calidad del vino, son catas que, aunque no tan refinadas y técnicas, ayudan a endulzar la vida.
Tampoco es mi intención hacer apología de lo políticamente incorrecto. Pero quienes nacimos en pueblos de Cangas a mitad del pasado siglo, más si en casa había vacas y viñas, sabemos que crecimos alternando tragos de leche y vino. Algunos, según nos han contado, acertamos a dar los primeros pasos después de un sorbín de vino. Algo impensable hoy cuando, si preparas una carne y van a comer niños, te interrogan por si te atreviste a echar un chorreón de vino. Como si no se supiese que solo queda el sabor y todo el alcohol se ha evaporado.
Alternar con vino en la primera adolescencia, como dice Galán, era lo habitual. Tengo grabados los innumerables paseos por la Calle Mayor de Cangas para tomar un vino en el Blanco y otro en el Acebo cada una o dos vueltas. En ocasiones prolongábamos el recorrido hasta el Moreno, el Chicote o algún otro. Éstas eran las menos pues perdíamos la ocasión de cruzarnos con Mamen y compañía.
Seguro que, como también apunta Galán, esa temprana y nunca abandonada actividad en torno al tinto y al blanco pudo contribuir a privarnos de alcanzar puestos descollantes entre quienes manejan la sociedad. Sin embargo nos ayudó y aún ayuda a disfrutar en múltiples ocasiones a lo largo de la vida.
Dudo en borrar todo lo anterior por su incorrección según los cánones actuales, mientras lo pienso pasaré a otra cuestión.
Alfredo nos hace cumplida reseña de la cata con que resultó agraciado. Seguro que disfrutó tanto de la compañía como de los vinos, yo también lo haría.
Sobre los vinos catados poco se puede añadir a su acertada valoración. Por lo que conozco es cierto que el Fariña Primero, como todos los de maceración carbónica, apetece tomarlo fresquito cuando hace calor. Los Somontano se comercializan bien por el camino abierto hace años por Viñas del Vero, yo les perdí la pista hace tiempo, aún no sé muy bien el motivo. Más cercanos tengo los vinos de Gumiel de Izán. Un antiguo compañero de trabajo tiene allí una pequeña viña heredada de sus padres. No elabora él el vino, entrega la uva a una bodega de la zona y ésta le da vino para todo el año. Alguna vez hemos ido por allí, ahora tenemos otra visita pendiente. Cuando se tercia la ocasión encarga un cordero al carnicero del pueblo, lo hornean en la panadería y nos vamos al campo a dar cuenta de él junto a una ensalada de berros que previamente recogemos en un cercano arroyo de aguas muy limpias. Regado con vino de Gumiel es un banquete difícil de igualar. Esas comidas, igual que las del campo del Acebo sentados en la hierba por debajo de la cruz, son difíciles de igualar por los estrellados de Michelín. Dicen los entendidos que los más finos y mejores Ribera se elaboran de Peñafiel río abajo. Pero en la zona de Aranda también hacen vinos extraordinarios. De Rioja poco más se puede decir. Ellos prácticamente fueron los inventores del vino moderno en España siguiendo cánones franceses. Si algunas bodegas flaquearon se han ido recobrando. Incluso, la mayoría de ellas, han extendido sus tentáculos por otras denominaciones de origen, especialmente en Ribera del Duero.
Pero en la actualidad se elaboran vinos muy buenos por toda España y, como no, en Cangas.
Olga, como también ando liado con esos menesteres, mis nietos italianos están en el tacón de la bota visitando a los otros abuelos pero aquí están las incansables madrileñas de 6 y 3 años, te recomiendo, si no habéis ido, el Centro Conde Duque. Todos los años organizan múltiples actividades infantiles. Hoy mismo estuvimos allí.
Al releer el comentario anterior me doy cuenta que abusé del vino. Serán las fiestas.
Publicar un comentario