viernes, 19 de noviembre de 2010
SEUDOCHULETA, LA LIBRETINA
La foto que encabeza este comentario corresponde, aparentemente, a la portada de una vulgar libreta que, a pesar del paso del tiempo como se puede ver, aún mantiene legibles sus inscripciones como son: el anagrama, el nombre del colegio y, su precio. 2,50 pesetas. Su formato es totalmente de bolsillo pues mide: 10,5 cm de alto por 7,5 cm de ancho. Sus hojas cuadriculadas están un tanto amarillentas por el tiempo transcurrido pero, este pequeño cuaderno sujeto por una espiral metálica, en su día tuvo identidad propia y se llamaba: “la libretina”. El objetivo principal de este bloc de notas fue el albergar un formulario de la asignatura de Física utilizado en sexto curso. Alguno podrá decir: mira el gandul de Galán, cómo se pertrechaba de chuletas para salir airoso de los exámenes; así, aprobaba cualquiera. Pero, nada de eso. La “libretina” en cuestión no era una simple y vulgar chuleta, sino todo lo contrario. Era una ayuda de estudio, fruto del esfuerzo y del trabajo realizado por el alumno para recopilar todo un compendio de complicadas fórmulas, las cuales, suponían la herramienta adecuada para llegar a la solución de los problemas planteados en el examen. Además, para hacer una aplicación correcta de las fórmulas, todos sabemos que no era suficiente con saber de memoria su composición, sino también, había que saber interpretar el significado de los distintos elementos que la componían, y cómo se podían obtener indirectamente éstos, cuando no los proporcionaba el enunciado.
Los de mi época recordaréis que en el bachiller superior, algunas veces, ya se nos permitía asistir a los exámenes de ciertas asignaturas, tales como: Física o Matemáticas, con estos pequeños formularios que elaborábamos personalmente y, donde se recopilaban única y rigurosamente, las fórmulas que pudieran ser necesarias para la resolución de la parte práctica del examen, que eran los problemas. Esta novedad de poder asistir a los exámenes, ayudados al menos de los formularios, creo que la aportó Carmelo. Aunque, Olegario, el profesor de Química, recuerdo que también lo permitía y además, hacía bastante hincapié en que los elaborásemos para cada examen. Estas pequeñas ayudas que teníamos en aquellos tiempos, no era ningún privilegio de Corias, aunque lo pareciese. En las escuelas técnicas y universidades de todo el país, en los exámenes, no solo se permitían los formularios, sino que también se recomendaba su uso.
A primera vista, como he dicho, podía dar la impresión de que aquella medida suponía el suavizar la dificultad de los exámenes; pero nada de eso. Era todo lo contrario; pues, el alumno para poder dotarse de la ayuda del formulario, tenía que previamente, recopilar y consultar varios textos y, solamente con este trabajo, ya suponía un buen ejercicio para familiarizarse con el temario. La ayuda estaba más que justificada pues, algunas fórmulas resultaban muy largas y también muy complicadas, tanto en extensión como en nomenclatura para memorizarlas. Por eso, se nos permitía llevarlas apuntadas. Además, lo importante para llegar a resolver el problema planteado, no consistía solamente en saberse de memoria las fórmulas, sino en saber encajar bien el planteamiento y en el desarrollo posterior de la fórmula adecuada.
También recuerdo haber utilizado otra mini libreta de éstas, pero de color mostaza, también como formulario para la asignatura de Tecnología, en el taller de metal. El cometido de esta “segunda libretina” consistía en tener a mano los cálculos del tren de ruedas que era necesario colocar en la lira o guitarra del torno, para obtener un avance de la cuchilla acorde con el paso de rosca a realizar. A continuación copio literalmente una de las anotaciones de “la segunda libretina”.
“Cuando no se tienen ruedas de la serie, del mismo número de dientes que divisiones queremos, ni ningún múltiplo suyo, se utiliza la fórmula siguiente: N partido por C = A partido por B; donde N es el número de divisiones a efectuar o número de hilos por pulgada, C el número de dientes de la rueda divisora; A es igual al número de dientes de la rueda del cabezal, y B el número de dientes de la rueda intermedia”.
“La segunda libretina” también recoge varios casos prácticos resueltos para los pasos más usuales que solíamos realizar. Y como estamos metidos en materia, recordaré los tipos de rosca que manejábamos y que eran principalmente: la rosca métrica, la rosca Whitworth, rosca cuadrada y rosca fina internacional.
A pesar de que los cálculos utilizados para hallar los juegos de piñones necesarios en cada caso, eran casi inmediatos, salvo en los casos que era necesario buscar alternativas utilizando la anterior fórmula por no disponer del juego completo de ruedas que componían la serie, ya que no era necesario tenerlas todas pues, se podía obtener el mismo resultado con múltiplos de éstas y cambiando las posiciones de las ruedas dentadas conductora y conducida. Para estos casos más enrevesados era cuando entraba en acción la libreta chivata, revelando las distintas combinaciones posibles ya hechas, sin tener que volverse uno tarumba buscando la solución.
El profesor Lisardo disponía de una tabla completa que venía con el torno, facilitada por el fabricante, donde estaban resueltas todas las diferentes posibles combinaciones necesarias pero, esta chuleta no estaba a nuestro alcance. La tenía él guardada bajo llave a buen recaudo, junto a la botella de orujo en aquel armario metálico suyo, donde también tenía los cuadernos de calificaciones. A los alumnos no se nos facilitaba el acceso a dicha tabla, simplemente, para que nos esforzáramos en saber hacer manualmente los cálculos y así, estuviéramos preparados para los casos que no se dispusiese, ni de la tabla que él tenía, ni de “la segunda libretina” de marras. B.G.G.
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2 comentarios:
Tienes una gran memoria estoy leyendo lo de la "libretina" es que lo escribes todo con pelos y señales.Es raro que con la pandilla que erais alli nadie intento abrir el armario de Lisardo por muy blindado que estuviera bueno tambien seria que os empollabais todo habia que hincar el codo eran tiempos dificiles
A propósito del tema. En mis tiempos, año 1967 ó 1968, Lisardo no tenía botella de orujo, sinó de Casera con la que combatía los lunes la resaca producida por la ingesta de vino del fin de semana.
Ésta botella, sin saberlo Lisardo, la compartía con Justo y Celestino Corte Buelga, alias Cuyás, nombre por cierto con el que le llamó en cierta ocasión el P. Jaime (quiso decir Corte).
Estos os también necesitaban el CO2 de la casera para neutralizar los efluvios del vino de Cangas.
En cuanto a la tabla famosade piñones para el torno también la había localizado nuestro compañero Leví, el cual, una vez conocido el resultado le hacía a Burnai (Lisardo), un cálculo ficticio en la pizarra donde le nombraba los logaritmos y los "perrologaritmos", palabra inventada por él y que el pobre de Lisardo creía que significaba algo. Al final de los cálculos le ponía la solución y Lisardo, rascandose la cabeza no muy convencido, le decía: "A mi no me importa como lo calculeis con tal de que lo hgáis bien".
Felipe.
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