martes, 7 de junio de 2011
Las “Zreizas”.
Creo que todas las frutas de temporada son hermosas y apetitosas a cual más; pero hay algunas que, aparte del sabor tan placentero que poseen, también contribuye el aspecto tan atractivo que presentan tanto por sus colores como por sus formas y olores; en el caso de las zreizas reúnen estas condiciones, tanto las de cuba blanca como las de cuba negra. Todo este conjunto de características y cualidades que presentan las zreizas, hacen que nada más verlas, se nos llene la boca de agua a la mayoría de las personas y estemos deseando hincarles el diente. De ahí lo que nos decían nuestras madres cuando de niños veíamos un plato repleto de algo apetecible y hacíamos gestos de querer comerlo todo de una vez y nos tenían que reprender y recordar aquello de: fulanito, sírvete solamente lo que vayas a comer que hay suficiente para todos. Ten en cuenta que se come más con los ojos que con el estómago (o con la tripa). No seas glotón ni tripero. Esa misma recomendación también se nos hacía en el refectorio en Corias cuando se pasaba el cesto del pan tierno y rico para que cada uno cogiese el que necesitase, pero que no los acaparáramos sin ton ni son y luego sobraran los trozos enteros o apenas mordisqueados; a pesar de la advertencia, como la vista era más glotona y tenía mayor capacidad que la andorga, así después aparecían los urinarios hasta arriba atascados de trozos de pan.
Como digo, para mi gusto las zreizas son una de las frutas más apetitosas que existen, y lo son tanto por su exquisito sabor como por su colorido y aspecto. En nuestra infancia que no contábamos con la posibilidad de tener frutas durante todo el año, como ahora, nos pasábamos el invierno y buena parte de la primavera en espera de que llegaran las primeras frutas tempranas. Llegado el mes de mayo que comenzaban a pintear las primeras zreizas ya estábamos todos los chavales como locos tras de ellas. Tanto o más que los mirlos que también les encantan.
Yo recuerdo de jovenzuelo en el pueblo, las tripadas que nos pegábamos todos los años de zreizas, y los consiguientes torzones de barriga a continuación. Siempre se decía que detrás de las cerezas y de las guindas nunca se debía de tomar, ni vino ni aguardiente, porque le podían poner a uno a morir. La verdad es que, aunque tenga su explicación científica de por qué no se deben de mezclar estos dos tipos de alimentos, la mayoría de nosotros nunca respetábamos esta norma y tuvimos la suerte de no padecer ningún torzón grave que se le pudiera culpar como causante a la mezcla prohibida.
La principal consecuencia de los atracones que nos pegábamos de zreizas durante la larga temporada de ellas, era la laxitud de vientre que le entraba a uno por comerlas en exceso a todas horas, y muchas veces calientes del sol. Cuando íbamos a los árboles ajenos pues, siempre gustan más las del vecino que las propias, lo solíamos hacer amparados por la oscuridad de la noche y en esos momentos sí estaban frescas, pero a la hora de la siesta estaban como el caldo. Otro inconveniente añadido era que, como había prisa por atracarse, no se podía perder tiempo en despepitarlas y había que comerlas con grueña y todo. Después de aquellas copiosas ingestas de zreizas y de grueñas, la digestión de aquella mezcolanza resultaba temible y explosiva. Menos mal que, normalmente, las solíamos reposar durante largo tiempo tumbados en algún prao cercano mientras charlábamos y preparábamos el siguiente asalto. Pero lo peor estaba por venir.
El momento más comprometido de todo el proceso se producía a la hora de tener que evacuar. En los pueblos la chavalería normalmente, solíamos hacer estos quehaceres corporales de forma gregaria pues al tener que interrumpir los juegos por fuerza mayor, así se podía continuar charlando durante la espera o tiempo de dilatación. Como ya estábamos perfectamente aleccionados y escarmentados, a la hora de situarse para la deposición había que tener la precaución de colocarse siempre alineados en una sola fila, separados prudencialmente, pero mirando todos hacia el mismo lado. Esta particularidad no era por capricho o por superstición, no, era más bien para evitar las posibles perdigonadas de las grueñas que le podían caer a uno si no adoptaba la precaución de no situarse detrás de otro compañero. Pues, puede parecer exageración, pero no lo es. Había veces que aquellos huesecillos de las drupas salían tan endemoniados como diminutos proyectiles y a grandes velocidades, impulsados por las acumulaciones tan tremendas de gases generados durante el período de reposo, que de impactar con alguien que se interpusiese en su trayectoria, éste, saldría seriamente perjudicado.
Otra pequeña precaución que se debía tener con las zreizas era estar al tanto del grado de madurez que iban adquiriendo para evitar comerlas con el burro. El burro era un gusanillo blanco que solían tener cuando ya estaban muy maduras y algo pasadas. La mayoría de las veces nos dábamos cuenta al día siguiente de que las zreizas que habíamos ingerido la noche anterior tenían todas el burro pues, como el atracón había sido nocturno, en aquellos momentos no se disponía de luz ni de tiempo como para pararse a mirar si tenían el burro o no. Nosotros decíamos: no se comen las aceitunas rellenas, pues las zreizas con mayor motivo, ya que en este caso son rellenas, y con hueso a la vez.
B. G. G. (bloguero prior)
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5 comentarios:
En mí huerta tengo dos cerezos, de dimensiones enormes, y es una maravilla verlos en esta época, la pena es que con tanta lluvia están estropeándose todas. Los que si se ponen "moraos" son los tordos.-
CORRECCIÓN. Como habréis visto en esta entrada apareció la palabra Zreizas (cerezas) escrita con ce, Creizas, cuyo sonido es totalmente diferente del que le corresponde. Esta metedura de pata es culpa del corrector que de forma automática me cambia la zeta por la ce, y yo no me había dado cuenta hasta que lo he vuelto a ver ahora. Pero este tío no se va a ir de vacío, no. El corrector tendrá su merecido y ahora mismo, en cuanto acabe de escribir. Perdón por el error.
Benjamín,muchas gracias por este precioso escrito sobre las cerezas...me hiciste recordar muy agradablemente mi infancia y las de muchos de mis amigos de entonces,así fue y vaya recuerdos que yo tengo de esos tiempos,en una ocasión estábamos en pleno árbol llenando la baldraga y de repente apareció el cachicán,menudo susto todos al suelo y yo que tenía la bici apoyada en el árbol caí sentado en el sillín y suerte para mí me escapé de milagro,esto fue por la zona de la himera al lado de la cerratera que por allí había unos cerezales estupendo,Cangas siempre dio muy buenas cerezas,también el Bierzo,por cierto hoy las tengo de postre,pero ya no son iguales,gracias de nuevo Galán me estoy riendo porque te deleitaste ampliamente en todos los sentidos y creo que con una extraordinaria gracia,Slds muy cariñosos a a todos/as,PD No hay quién pueda contigo.
Hace dias que no os veo pues ando un poco atareada, tengo poco tiempo a ver el blog, en este momento estoy dando un repaso, y veo entre los escritos lo de las cereizas,inevitablememte te acuerdas de tus años jovenes, en que ibamos a fartarnos de ellas, y siempre con un ojo mirando a ver si aparecia el dueño y dar pies para que os quiero, pero que bien sabian, hoy eso lo cuentas a un niño y no entiende ni papa de que va eso.Otra frase que dices Benjamin es lo del burro, me acuerdo que iba con mi madre a la plaza a comprar,(que antes venian cantidad de gente de los pueblos a vender) y decia mi madre pero esas cerezas ya tienen el burro que vendes eso.Son cosas que ahora ni siquiera oyes comentar, ahora vas a un Super y no se si tendran el burro o no, a lo mejor una bacteria pero no saben a nada.Saludos Mamen
Prolijo y soca Galán,
tiene gracia y tiene sal
lo que dices del Zreizal.
Un abrazo
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