jueves, 2 de mayo de 2013
SÍ, A LA BICICLETA
Hoy he visto en el Facebook este
cuadro en el que se elogia hasta en cinco puntos, las ventajas que supone el uso de la bicicleta
sobre cualquier otro medio de transporte
y a mí se me ocurre añadirle hasta un sexto
punto, que consistiría en el propio placer
que supone el andar por los caminos montado a lomos de una elemental máquina
como es la bicicleta. Como yo he sido
captado para practicar este ameno y saludable deporte ya de parte tarde y no por gusto ni
iniciativa propia en principio, sino más bien por imposición facultativa, voy a
contaros en esta entrada mi pequeña experiencia,
muy positiva por cierto, como practicante tardío pero sin dopaje, del pedaleo.
Yo, después de los 18 años
aproximadamente, he tardado en volver a subirme a una bicicleta y cuando lo he
hecho ya fue de bastante mayor; concretamente,
lo hice con sesenta años y condicionado por la imperiosidad de tener que hacer ejercicio
físico como fuera. Mi reincorporación a este ecológico medio de transporte, no
fue para evitar el coche en los
desplazamientos por la ciudad, ni
tampoco como entretenimiento lúdico, no: fue única y exclusivamente por
imposición médica. Lo que pasó es que, poco a poco me fue enganchando y ahora si
no lo pudiera practicar, sé que lo echaría de menos y eso que cuando me
reincorporé, hace unos siete años, llevaba sin andar en bici más de cuarenta
años. Incluso llegué a pensar que se me habría olvidado, pero no, el andar en
bicicleta es como el nadar y el bailar, nunca se olvidan del todo.
Yo, debido a un problema de
hiperlipemia congénita que vengo arrastrando desde los cuarenta años,
aproximadamente, ya solía caminar bastante, principalmente los fines de semana
que era cuando disponía de tiempo, pero siempre por recomendación médica ya que
mi escasa afinidad con los deportes es de sobra conocida por todos mis compañeros
de Corias, pero llegó el momento en que, con la dosis de medicación prescrita
que estaba tomando y el desgaste añadido
que suponían las caminatas de los fines de semana, sumados los efectos de ambos esfuerzos, el deporte no era lo
suficientemente agresivo como para contribuir a rebajar el nivel tan alto que tenía de triglicéridos en sangre, y entonces
el médico me aconsejó que para no tener que elevarme en exceso la medicación, como
compensación debería practicar deportes más fuertes y más violentos que el caminar, como podría ser el machacarse unas horas en un gimnasio o andar bastante en bicicleta.
Opté por lo segundo y así lo hice. Me compré una bici normal de paseo, dada mi
condición de sesentón y comencé primero haciendo recorridos pequeños, hasta que
me fui endureciendo lo suficiente como para ser capaz de subir pendientes
fuertes y aguantar pedaleando sin parar dos o tres horas. Una vez que lo tomé en serio y lo hacía dos o tres veces por semana en
sesiones de dos horas y pico cada una, llegué a recorrer cada vez del orden de cincuenta
kilómetros y aquello para mí fue mano santa, pues al mes de
comenzar a practicar esta disciplina, dos veces por semana, ya me había bajado considerablemente
el nivel de lípidos en sangre; tal que, el médico viendo la efectividad del
ejercicio, me rebajó bastante la dosis
de la medicación que estaba tomando diariamente y me animó encarecidamente a
que continuase haciendo lo mismo, sobre todo, por los buenos resultados
obtenidos en un principio. Y así, poco a poco, le fui cogiendo afición, la cual
de momento aún conservo y mantengo, pues
ahora, además de las sesiones obligatorias, también me gusta si el tiempo lo
permite, salir de vez en cuando a dar una vuelta en bicicleta por el campo en
plan paseo.
Durante el buen tiempo suelo
salir con la bici un par de veces por semana y recorro en total entre 45 y 50 km cada vez, siempre por carreteras locales
que tengan el menor tráfico posible, porque los coches son el verdadero peligro
para los ciclistas. El recorrido que hago es bastante completo pues tiene un poco de todo: tramos llanos con algunas fuertes subidas, no muy largas, y también
con bajadas. El recorrido completo me lleva del orden de 2,5 horas, con un receso
a medio camino de unos cinco-diez minutos, para soltar y reponer agua y comer un plátano. En invierno, debido a que el
tiempo en León no acompaña mucho para poder llevar a cabo estas prácticas
camperas, bien sea por la lluvia, por la
nieve, o por las bajas temperaturas, entonces
he tenido que buscarme otra alternativa a techo cubierto y para ello tengo en casa una bici estática que hace las
veces de la dinámica, pero el practicar con este quieto artilugio resulta
aburridísimo. El pedalear parado es como el viaje a ninguna parte; o comparable
al asno que da vueltas sin parar interminablemente, con los ojos vendados, alrededor del pozo
para hacer funcionar a la noria. Menos mal que, gracias a la compañía de la televisión y de la
radio que, por aburridas que puedan resultar a veces sus programaciones, en
estos casos suponen un gran alivio para poder concluir las sesiones previstas.
Con este aburrido y estático artilugio suelo hacer también dos sesiones por
semana de 30 km cada una. Estos 30 km me llevan del orden de una hora y diez
minutos que no es un tiempo exagerado, pero la mayoría de las veces cuando
finalizo, me parece que en vez de llevar
una hora encima de la bici, llevo dos o
tres, como poco; eso pedaleando con un
grado de dificultad de 7 en una escala de 1 a 10.
Según el contador electrónico de la
propia bici, cada una de estas sesiones
de pedaleo estático, me supone una quema
de 700 calorías. La verdad es que se suda mucho más en la estática que en la
dinámica. Cosa lógica por otra parte,
ya que la segunda tiene el aire acondicionado incorporado de serie.
Ahora bien, a igualdad de kilómetros recorridos, el cansancio se nota mucho más
después del recorrido hecho por
carretera que después de estar pedaleando en la estática hora y pico sin distanciarse
ni un centímetro del punto de partida.
Aquí en la capital leonesa
contamos con una amplia infraestructura de bastantes kilómetros de carril bici,
muchos de ellos discurren por la ciudad, sobre todo hacia la Universidad y el resto por el alfoz de la capital
siguiendo el curso de los ríos. A mí en general, me gusta más andar por el campo que por la
ciudad y no me atrae demasiado el rodar por esta senda
urbanita tan llena de ciclistas y a veces también de peatones; aunque reconozco que para poder trasladarse
por la ciudad, el carril bici, es la
mejor forma de que te respeten un poco más
los malos conductores pues, como vayas por fuera de esta vía, la mayoría de ellos te ignoran y te pueden
llevar por delante en cualquier momento.
A modo de apunte anecdótico debo
decir que mi bici es un tanto atípica pues es una bici de puro paseo que lleva unos
cambios buenos, los cuales te permiten poder subir cuestas pronunciadas, siempre que
el que vaya encima pedalee con brío. Pero también está equipada con: portabultos, guardabarros para
que no salpique el agua a la espalda cuando llueve, teléfono móvil, cuenta
kilómetros y timbre. El timbre es muy importante, sobre todo para ahuyentar a
los peatones patosos que cruzan sin mirar por donde no deben. Solamente le
falta el cestito de color rosa en la parte delantera para hacer la compra.
Como conclusión final también diré que, la condición de bloguero está
muy en línea con el gusto por la bicicleta, ya que durante los paseos campestres,
cuando va uno exhausto sin apenas alcanzar a respirar, sudando como un pollo mojado sobre el sillín,
en esos momentos se le suelen ocurrir a uno muchas ideas para luego
desarrollarlas y plasmarlas aquí en el blog.
B. G. G. , bloguero “Prior”
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9 comentarios:
Todo tiene explicación, la cuestión está en encontrarla. Yo cuando veía a Benjamín y Elena siempre le decía a Manolo: Estos conservan el tipo como jovencitos, vaya suerte que tienen.
En la comida de septiembre hablando con Elena me dijo que no solía probar el turrón hasta Nochebuena, y que sólo lo comía dos o tres días. Ahí ya empecé a pensar que no me extrañaban mis kilos, pues si paso dos días sin comer dulces me entra hasta “tristeza” – me gustan todos: pasteles, rosquillas, chocolates, turrón… -
Otra cosa son los paseos, yo por mi salud, no puedo estar mucho tiempo de pie, lo que conlleva no poder pasear más de media hora o tres cuartos, eso en el caso de que no trabaje ese día, porque si estoy cansada no puedo pasear nada. Me recomienda el médico que intente pasear, al menos, un cuarto de hora al día. Con eso os podéis imaginar mi forma física. Manolo pasea todos los días unas dos horas, pero aprovecha cuando yo estoy trabajando.
En cuanto a la bici, yo, cuando tenía unos siete u ocho años empecé a pasear en bici, y así hasta los diecisiete o dieciocho años. Y luego,cuando nuestra hija era adolescente que tenía una. –La mía no sé qué fue de ella-. Como dice Benjamín, nunca se olvida el andar en bici, ni el nadar –eso lo practico todavía ahora, pero cinco o diez minutos-. De eso tengo anécdotas y son que padezco bastante de vértigo, ya conté aquí, que, entre otras cosas, no me subo en escaleras mecánicas, tampoco me gustan las alturas… Cuando voy al médico por alguna crisis de vértigo, le comento que siempre fui un poco “torpe” físicamente, pero eso sí, que hasta cierto punto, pues sé andar perfectamente en bici y nadar. ¡Siempre digo lo mismo!
Cuando vamos a Barcelona, me extrañaba mucho al principio, ver la cantidad de gente que se mueve por allí en bici. En la sala de espera del médico, se ve mucha gente vestida “normal” y con zapatillas de deporte y calcetines, para la bici. En todos los sitios, incluidos los hospitales, hay aparcamientos para bicis. Incluso hay un sistema de tarjetas que por una cantidad al mes, puedes alquilar una bici, la dejas donde te viene bien, eso sí bien aparcada y sujeta, y puedes coger otra de la misma empresa, creo que son del Ayuntamiento, dos o tres kilómetros más allá. Aunque nos dijeron una de las últimas veces que fuimos que estaban desapareciendo bastantes y que igual suprimían ese servicio.
El primer sitio donde yo vi los ejecutivos con traje y corbata y zapatillas de deporte, en sus bicis fue en Holanda, creo. El caso es que aquí dicen que se usan menos que en la zona Mediterránea por el clima, pero el del norte de Europa no es muy bueno. Creo que es más bien cultural.
En resumen, que el Prior y señora, cuidándose con los dulces y dando esos paseos, andando o en bicicleta. ¿Cómo no van a conservar el tipo?
Una magnífica obra de teatro escrita por Fernando Fernán Gómez, llevada al cine por Jaime Chavarri, tiene por título “Las bicicletas son para el verano”
Para los alumnos externos de Corias, unas dos décadas después de las fechas en que está situada la obra, las bicicletas eran para otoño, invierno y primavera por obligación y para verano por devoción.
Entonces recorrí montado en ella - de día o de noche, bajo lluvia, viento o sol, incluso nieve- doce kilómetros al día los primeros cursos y veinticuatro los siguientes, cuando también iba a comer a casa. Durante esos cinco años la comunión con la bici fue casi perfecta. Los fines de semana también la montaba para hacer largos recorridos por carreteras de piedra y tierra someramente compactada, sembradas de socavones, que seguían y siguen, ahora asfaltadas, los cauces del Naviego y del Cibea.
Después, durante cuarenta años, igual que Galán, olvido total de ella. Hasta hace pocos años cuando estancias más largas en Andalucía y el regalo de una plegable de ruedas pequeñas me empujaron a retomar ese ingenio de dos ruedas. Por puro placer, para sentir de nuevo la brisa de primera hora de la mañana o del atardecer con esa sensación de libertad que otorga la bicicleta. También por cuestiones prácticas: comprar el periódico y el pescado recién traído de un puerto cercano por la mañana, contemplar una puesta de sol y tomar una cerveza o lo que se tercie al anochecer. Pero siempre sin matarme, poco más de una hora, incluidas paradas, al comienzo y otro tanto al final del día.
Siempre por carriles bici o caminos de tierra, mejor si discurren en paralelo al mar. Odio compartir calzada con los automóviles.
Hace algún tiempo sustituí la plegable por una de media montaña que permite por igual abordar con garantía los caminos pedregosos que el paseo relajado por pistas asfaltadas.
Reconozco que en el cambio de bicicleta, además de las cuestiones prácticas y de comodidad, influyó un hombre de bien sobrepasados ochenta años que solía pasear a su perrita por las inmediaciones de mí recorrido. Un día este hombre, con el típico gracejo andaluz, me saludó diciendo:” ¿dónde va un hombre tan grande con una bici tan chica?” acabando de convencerme que debía cambiar de montura.
Además de los comportamientos incívicos que con toda razón denunciáis, en España, a diferencia de países más desarrollados del centro y norte de Europa, la bicicleta ha venido siendo arrinconada por el coche, convertido este, más allá de su necesidad real, en nuevo medidor de estatus social.
Nunca dejó de sorprenderme, cuando trabajaba en la periferia de Madrid, al ir o venir en el tren de cercanías leyendo cómodamente el periódico, ver los kilométricos atascos, en la gran mayoría de coches viajando solo el conductor, que se producían en la autovía que discurría paralela a las vías. Como tampoco deja de llamarme la atención, aquí en el centro de Madrid, las numerosas mamás que llevan a sus retoños al colegio o van al súper de la esquina a bordo de grandes todoterreno. Los mismos que el fin de semana invaden y destrozan el monte acabando con la impagable tranquilidad de la montaña.
Esta entrada de “Sí, a la bicicleta”, según van pasando los días me trae muchos recuerdos, voy a intentar plasmarlos. Lo haré por orden cronológico inverso.
Empiezo por recordar un grupo de chavales que venían de estudiar del Convento de Corias con unos impermeables oscuros, que tapaban parte de la bicicleta también, -el manillar por ejemplo-.Me llamaban la atención porque esos impermeables nunca los vi a nadie más, para mí es un distintivo de los estudiantes de Corias. Si mal no recuerdo entre ellos estaban Ramos, Pepín el del Pelayo, Rodri… así sobre la marcha no recuerdo a más, pero venían en grupos más numerosos. No sé si Ulpiano venía también. Yo lo recuerdo de pasar en bicicleta por la zona que yo vivía, camino obligado de Corias a Limés, pero con el impermeable no. Los tres que nombré, los recuerdo mejor porque sus padres tenían trato con los míos.
También recuerdo a mi padre con una bicicleta gris, de las que entonces se llamaban “de hombre” pues tenía la barra recta. Yo lo conocí usándola para desplazarse por la zona de Cangas y pueblos cercanos –Corias, Limés, Llano-, cuando ya tenía el taller, pero la bici en cuestión tenía más historia. Cuando vino para Cangas, en 1947, después de cinco años de servicio militar, desde Tánger a Calanda, entre otros (cinco años dan para mucho), se dedicaba, junto con su hermano Manuel, a poner “mini centrales” para dar luz a los pueblos. Pusieron muchas, en el concejo de Cangas, por poner ejemplos distantes, Riomolín, La Viliella, Mieldes, Genestoso. En Ibias, en Degaña, en la provincia de León por la zona de Murias de Paredes, Aguasmestas, Valle de Fornela, etc.
Pues a lo que iba, a esos sitios se desplazaban en bicicleta. Como os podéis imaginar prácticamente no había nada asfaltado, además aprovechaban los atajos, con lo que la mayoría de las veces llevaban la bici en la mano por la montaña. Se guiaban con una brújula. El viaje a Ibias solía durar unas seis horas. Creo que debía de ser un deporte muy completo.
Y para finalizar recordar lo que nos contaba Jenaro Flórez de cuando era estudiante en Oviedo por el año 1910 e iban y venían –él y los hermanos, que tienen una calle en Cangas- en bicicleta. Tardaban un día completo, que a mí tampoco me parecía tanto, teniendo en cuenta que iban por la carretera y estaba sin asfaltar. Por otra parte tenían que estar bien entrenados. De este hombre, seguro que Gión, Olga y Ulpiano se acuerdan. A nosotros nos contaba esto en Castrosín, que coincidíamos en la comida en una casa, hace entre treinta y cinco y cuarenta años, el día de la Fiesta varios años, también el día del “ramo” del agua y otras celebraciones. A mí me parecía una heroicidad.
Continuando con el tema de las bicicletas, diré que los impermeables que recuerda Maribel que eran como una capa grande que convertía en los días de lluvia a los alumnos externos de Corias, en una especie de monjes budistas, con aquel atuendo que no solo tapaba al ciclista, sino también parte de la bici, sé que los vendía Serafín (Serafo) que era un hombre singular que tenía una tienda de repuestos de bicicletas en la calle Mayor, frente por frente de la desaparecida zapatería de Casa Carchuelas. Este Serafo, que siempre tenía un palillo en la boca y que nada más verte entrar en la tienda te decía: “¿Qué quieres Oubacho?”, fueras de donde fueras, y que ya lo hemos sacado a relucir aquí en otras ocasiones, este hombre solía vender todo lo relacionado con las bicicletas: lo mismo vendía parches para arreglar los pinchazos, que capotes para la lluvia. Ahora, impermeables de ese mismo tipo que aquellos que usaban los alumnos de Corias, los emplean muchísimo los peregrinos que van a Santiago en bicicleta. De hecho, yo conozco una tiendina muy curiosa, que había y creo que continúa, en Villafranca del Bierzo, que en el cartel anunciador pone Quincallas y no sé que más. En esta tienda sé que los vendían como rosquillas para los caminantes. Tenía varios modelos de diferentes largos y para los ciclistas eran exactamente igual que los de los alumnos de Corias que cubren al ciclista y gran parte de la máquina de pedalear.
En los años de nuestra infancia, las grandes distancias que cubrían las personas que cuenta Maribel, eso era ya todo un récord, sobre todo, para el tipo de bicicletas de entonces. Mi padre, siendo yo niño, también tuvo una Orbea muy buena con frenos de varilla, que la utilizaba para bajar a Cangas desde Posada, que son 34 km entre ida y vuelta. En todo el recorrido los tramos llanos y de bajada, esos muy bien, pero las cuestas resultaban matadoras con aquellas bicis de paseo tan elementales que había entonces; las cuales, normalmente, como tren de arrastre solamente llevaban la catalina y un piñón. Por cierto, hace mucho que no oigo a nadie decir catalina para referirse a la corona o rueda dentada. En los casos de tener que subir fuertes cuestas con aquellas pesadas máquinas, lo más acertado y prudente era bajarse de tales caballerías y acometer la subida a pie llevando la bici de la mano. Mi padre los días que tenía que bajar lo hacía temprano y para las tres de la tarde ya estaba de vuelta en Posada, después de tener que arreglar un pinchazo o dos en el trayecto, con todos los recados hechos y también con los encargos que le solían hacer las vecinas que no tenían en casa un vehículo de dos ruedas como el que tenía el sastre. En aquellos años, según se sacrificaban las personas de los pueblos para desplazarse hasta la Villa y poder proveerse de lo necesario, no me extraña que no necesitaran hacer ejercicio físico extra, Cómo para que hubiera gimnasios en aquellos años. Entonces no sobraba ni una dichosa caloría en el cuerpo. Más bien al contrario, lo que quería la gente era poder estar gordos como palafrenes aunque sudaran la gota gorda, pero eso era un privilegio no al alcance de todos.
Galán,se ve que tienes una bici en estado impecable,como todo lo tuyo,pero le falta al go que yo considero importante,una dinamo para pasear por la noche y ver al peatón y una luz trasera de posición,hasta me parece que es obligatorio tenerlas,lo del casco está en estudio y algunos opinan que si es bueno llevarlo y otros dicen lo contario,por ejemplo que no vas a llevar el paraguas colgado del brazo todo el día por si acaso llueve,cuando ves que luce el sol radiante,esto es así y los técnicos harán su valoración,pero de momento las luces,no lo olvides,son muy necesarias,un abrazo,voy a dar un corto paseo antes de comer,Agur.
Galán,se ve que tienes una bici en estado impecable,como todo lo tuyo,pero le falta al go que yo considero importante,una dinamo para pasear por la noche y ver al peatón y una luz trasera de posición,hasta me parece que es obligatorio tenerlas,lo del casco está en estudio y algunos opinan que si es bueno llevarlo y otros dicen lo contario,por ejemplo que no vas a llevar el paraguas colgado del brazo todo el día por si acaso llueve,cuando ves que luce el sol radiante,esto es así y los técnicos harán su valoración,pero de momento las luces,no lo olvides,son muy necesarias,un abrazo,voy a dar un corto paseo antes de comer. Agur.
No creas, solo para ir tirando. La dinamo no la tengo puesta porque frena un tanto y hay que pujar algo más si se lleva. No obstante, de noche no suelo andar. Para cuando hay poca luz, porque está nublado u oscuro, llevo una luz trasera roja bastante buena. Hace unos años, me trajeron de Holanda unos familiares dos pilotos muy curiosos: uno es de luz blanca para la parte delantera y el otro es rojo para la parte de atrás. Van alimentados por pilas y la verdad es que les suelen durar mucho tiempo, a pesar de que hay veces que se mojan por la lluvia, pero están tan bien impermeabilizados que no les entra ni gota de humedad. El casco cuando salgo por la carretera siempre lo llevo puesto. Ten en cuenta que, si tuviera uno la mala suerte de caerse, puedes hasta “descornarte”, y eso no conviene pues, ya que tiene uno tantas cosas en la cabeza, que más da una más, que una menos.
Sí, Maribel, a Jenaro Flórez lo recuerdo perfectamente. Tenía viñas en Limés y subía en bicicleta casi todos los días, me cruzaba con él con frecuencia. Además era amigo de mi abuelo de Ardaliz y en ocasiones, siendo muy pequeño, asistí a alguna de sus largas charlas políticas. Años después, ya en Madrid, mantuve relación con un familiar suyo, me parece que sobrino, llamado Enrique Flórez, estaba casado con la hermana de unos amigos y fuimos compañeros en una movida política. Según me dijo no mantenía relación con Cangas. Murió, aún joven, hace bastantes años.
Los alumnos que recuerdas debían de ser dos o tres cursos posteriores al mío. Yo solía emparejarme con los que, como Baragaño, llegaban hasta Santa Catalina.
Benjamín,es que la bicicleta en Holanda es el pan nuestro de cada día,nacen y ya tienen la bici en casa,además y muy importante,Holanda,que lo conozco muy bién,es llano y tiene carril bici por cualquier sitio,puedes ir de Rotterdam a Amsterdam,Utrech,Hilversum,Den-Agg(,La Haya) dando pedal y recorrer casi todo ese precioso y pequeño país con poco esfuerzo,las pendientes no existen o son escasísimas y claro,eso juega a su favor,por otra parte ya veo que tienes equipada la bici con luz delantera y trasera y siendo Holandesa,la mejor,un abrazo,PD seguimos con lluvia y día tristón,la cuenta para comer y dormir la siesta,hasta otro ratín,
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