lunes, 17 de marzo de 2014
Un lugar aconsejable para visitar en Madrid
En ocasiones, al escribir, se lanzan palabras como piedras
sobre las aguas quietas de un estanque. Unas veces provocan salpicaduras de
variada envergadura, y después ondas. Otras veces no. Vida y física se imponen.
Las palabras, esas que pueden parecer piedras, suelen desaparecer en abismos de
memorias líquidas y la sobresaltada superficie recobra su plácida calma. Solo
aquellas que arraigan en el sentir de las personas permanecen y moldean las
conciencias.
Nada de eso pretendo aquí, solo depositar y compartir, en
espera de no resultar en exceso pesado, unas pocas impresiones sobre un lugar
que en mi opinión es un sosegado remanso madrileño, sin ninguna intención,
tampoco posibilidad, de penetrar en las previsibles e inevitables trifulcas libradas
intramuros. Me refiero al monasterio de Las Descalzas Reales.
Después de vivir
cincuenta años casi de continuo en Madrid este era uno de los interesantes
recintos de la ciudad que aún no había visitado.
Suele ocurrir que vivimos en pueblos o ciudades rodeados de
atractivos espacios, verdaderos tesoros de arte o naturaleza, que, aunque
conocemos su existencia, aún no hemos explorado. Unas veces por falta de
tiempo, otras por pereza, y lo más común, por ser un poco de costumbres fijas.
Así la mayoría de los que vivimos aquí, también de los que vienen de visita,
vamos con desigual frecuencia al Prado, Reina Sofía, Thyssen, Palacio de
Oriente y otros lugares emblemáticos. De tarde en tarde fijamos la atención en
los Sorolla, Lázaro Galdeano, Cerralbo…, pequeños oasis de arte y de paz
acorralados por el fragor urbano. Pero otros, también muy valiosos, suelen
pasar más desapercibidos.
Existe, además, una tendencia bastante extendida: la de
visitar, cuando surge la posibilidad, lugares exóticos y lejanos dejando de
lado aquellos, también inigualables, que se tienen al alcance de la mano.
En algo de eso pensaba
cuando recorría Las Descalzas. Durante más de una decena de años, por motivos
familiares y de trabajo, recorrí Madrid- Roma- Madrid unas dos veces al mes.
Por horario, los lunes salía muy temprano de Roma permitiéndome llegar a buena
hora para trabajar en Madrid y también, por el precio del billete, solía tomar
un avión de la compañía Thai que cubría el trayecto entre Madrid y Bangkok con escala en Roma. Allí desembarcaba y
embarcaba pasajeros. Frecuentemente compartía fila de asientos con viajeros que
regresaban de un viaje por el Extremo Oriente. La mayoría deseosos, tras días de
escuchar lenguas extrañas, de poder hablar español, y ganas
de contar experiencias del nuevo mundo recién descubierto. De esas
conversaciones saqué la conclusión de que muchas de aquellas personas casi no
habían salido, hasta entonces, de su provincia o zona de residencia. Que
conocían muy poco de España. Recuerdo una pareja asturiana, regresaban de Bali del viaje de novios y según
decían la visita anterior más larga realizada había sido a Santander. Poco
conocían, salvo Oviedo y Gijón, de los pueblos y parajes de Asturias, y casi no
tenían idea de la existencia de Muniellos.
En más de una ocasión me surgía la duda de si viajaban por
placer o solo para aparentar.
Una curiosidad; en
uno de aquellos trayectos compartí vuelo con Roldán, aquel cleptómano director
general de la Guardia Civil.
Le traían detenido después de localizarle en Laos. Claro que yo no me enteré
hasta verle desembarcar junto a los policías que le custodiaban al llegar a
Barajas. El avión era un Jumbo de dos pisos y ellos viajaban en el piso
superior.
Bueno, después de tanto preámbulo y rodeo intentaré centrarme
en aquello que pretendía: el convento de las Descalzas.
Decenas de veces habré pasado por esa plaza un tanto
desangelada, herida por los accesos al aparcamiento subterráneo que allí
existe. Sobre todo hace años, cuando en uno de los laterales, prolongación del
Postigo de San Martín, estaba ubicada una tasca portuguesa donde ofrecían, a
buen precio, abundantes y sabrosas raciones de bacalhau dourado además de vinho
verde.
La fachada del
convento, de aspecto entre anodino y austero, nunca me llamó la atención. Tal
vez esa imagen exterior haya contribuido, a pesar de las magníficas referencias,
a ir demorando la visita.
El edificio, antes de ser convento, era un suntuoso palacio
construido sobre restos de edificaciones anteriores en el siglo XVI, por
encargo de un tesorero de Carlos I. La magnificencia del edificio induce a
recordar aquello de “quién parte y reparte se queda con la mejor parte”. El
tesorero debía tener muy buenas relaciones con el emperador pues éste vivió
largas temporadas en el palacio y en él
nacieron algunos de sus hijos.
Transcurridos los años, una de las hijas del emperador
Carlos, Juana, hermana de Felipe II, al quedarse viuda de un rey de Portugal se
recluyó en el palacio convirtiéndolo en el convento de las Descalzas Reales.
Para acompañar a la real dama trajeron desde el País
Valenciano a una congregación de religiosas. Eso explica, supongo, la guía no
hizo referencia a ello, el precioso huerto de naranjos que existe en el
claustro, al comienzo del recorrido.
Aprovecho para decir
que las visitas son guiadas con una duración de poco más de una hora, y que al
cruzar la puerta de entrada el tráfago de Madrid desaparece. Edificio y
visitantes parecemos transportados a un páramo de la meseta castellana.
Una espectacular escalera renacentista lleva a la planta
alta del claustro de los naranjos. Laterales y techos están en su totalidad cubiertos
por valiosos frescos de distintas épocas y autores. A lo largo de esas paredes
varios refinados trampantojos abren puertas y pasillos o proyectan balcones por
los que se asoma la familia entonces reinante. Un alarde de perspectivas.
En esa planta alta se suceden treinta y tres pequeñas
capillas ricamente adornadas. Ese era el número establecido de monjas que podían
morar simultáneamente en el convento. Al provenir de la alta aristocracia cada
una disponía de capilla particular que, supongo, decoraba a su gusto. ¿Competían
entre ellas por tener la capilla más lujosa? Arte, riqueza, ostentación y
devoción conviven en cada capilla. Hasta el siglo XIX, cuando a instancias de
Madrazo fue trasladada al Prado, La Anunciación de Fra Angelico pertenecía a una de
ellas.
Contemplando la
fastuosidad de este y de tantos otros monumentos religiosos, de las distintas
religiones, erigidos a lo largo y ancho del mundo, siempre me surge el
interrogante: en qué medida sus promotores lo hacían en honor a su dios o para
perpetuarse ellos mismos a través de los siglos y colmar así su vanidad. Dicho
esto sin restar un ápice al mérito de quienes impulsaban y financiaban estas
creaciones, hoy valiosísimo patrimonio legado. La procedencia del dinero que
las hizo posibles sería otro de los interrogantes, pero escribir ahora sobre
eso no tiene lugar.
Tal vez, lo más
sencillo y para evitar juzgar indebidamente, es que el propósito de la mayoría
de mecenazgos fuera ambas cosas: honrar y honrarse.
Continúo recordando
las dependencias de laboriosos y magníficos artesonados, son los originales del
antiguo palacio, así como los suelos de cerámica sevillana.
Se suceden salas dedicadas a la exposición de valiosas
pinturas, obras de renombrados autores. Una de las salas está dedicada a la
imaginería, tallas desbordantes de realismo. Allí compiten en esplendor
imaginativo los estilos de las escuelas castellana y andaluza.
En un inmenso salón
en forma de T, antiguo dormitorio de las monjas - según la guía dormían allí
separadas por biombos de tela- cuelgan de las paredes grandiosos y valiosísimos
tapices flamencos. Primorosamente tejidos sobre cartones de Rubens, conservados
en el Prado, representan escenas bíblicas o mitológicas.
Estos tapices fueron encargados y donados al convento por
Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, gobernadora que fue de Flandes.
Resulta curiosa la
cantidad de personajes con influencia, para bien o para mal, en la historia que
este tipo de visitas descubre o hace recordar.
Siempre me gustó la historia, aunque reconozco que la
impartida durante la etapa escolar de poco o nada me sirvió. No voy a descubrir
ahora que las clases de historia iban poco más allá de aprender las listas de
los reyes como si fuesen ristras de chorizos, y fechas de gestas heroicas cuya finalidad
última era despertar el ardor patriótico. Se pretendía, es mi impresión, hacer
olvidar la miseria de aquel presente evocando verdaderas o pretendidas glorias
pasadas. De la vida de las personas, de su situación económica, de los intereses
reales que impulsaban alianzas y guerras se decía poco o nada. Tampoco del
papel de las mujeres. Cierto es que a través de la historia la mujer ha estado
subordinada al hombre. Las excepciones, Isabel llamada la Católica y alguna otra
heroína como sacada de un folletín,
confirmaban esa regla misógina que guiaba a la mayoría de historiadores y
profesores. Me parece recordar que solo logré unas ligeras nociones de historia
cuando, recién llegado a Madrid, cayó en mis manos un pequeño libro, La Historia de España de
Pierre Vilar.
Dejo este nuevo circunloquio y continúo con la visita que me
ocupa. A la iglesia del convento, alabada por su riqueza artística, no pudimos
acceder. Se celebraba un oficio religioso. Por los pasillos, a nuestro alrededor,
revoloteaba, liviano batir de alas de mariposas, el apagado pero melodioso cántico de las monjas.
En la parte posterior del convento se halla un extenso
huerto. Está rodeado por las tapias de las monjas y altas edificaciones urbanas
que dan a Preciados y Callao. Si resulta sorprendente la plantación de naranjos
avistada en el primer claustro, este huerto ¡a dos pasos de la Puerta del Sol! resulta
asombroso. No es un huerto de esparcimiento ni ornamental. A pesar de ser
todavía invierno y estar los frutales
aún desnudos, solo los más atrevidos comenzaban a florecer, tenía el aspecto de
ser altamente productivo. Los bancales de tierra, cruzados por las conducciones
de riego por goteo y aspersión, reposaban bajo una fina capa de escarcha en
espera de simiente para rendir nuevas cosechas. Algunas hortalizas invernales,
coles, alcachofas… aguardaban todavía lozanas el momento de ser recogidas.
Tiene que ser una gozada poder contemplar, avanzada la primavera, este vergel a
plena producción en el mismo centro de Madrid. Espero tener la ocasión de
verlo.
Al salir la Plaza
de las Descalzas estaba inundada de sol invernal, pero el fino viento del
Guadarrama, mientras sacaba lustre al intenso azul del cielo madrileño, pugnaba
por atravesar nuestras ropas. Se imponía un aperitivo, y Casa Labra, más de
ciento cincuenta años de existencia con resonancias políticas y sindicales
históricas, aguardaba cerca con sus crujientes pero jugosas tajadas de bacalao
rebozado y chatos de vino a la antigua usanza. Para allá nos dirigimos.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
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16 comentarios:
Tienes mucha razón Ulpiano. Hay muchos asturianos que no conocen Covadonga, Muniellos o el Cares y ya fueron a Cancún, Estambul o hicieron un par de cruceros por el Mediterráneo. Yo tengo muy claro que lo hacen para aparentar.
Excelente relato de tu visita a las Descalza Reales. Creo que ni las mejores guías turísticas pueden explicarlo mejor. Habrá que tenerlo en cuenta para una próxima visita a la Capital.
Nos lo cuenta prodigioso
el cronista de Limés,
florido y pulido tropo,
es para flipar ¡joer!
Ulpiano, vente pa Cangas. Vente y extrae el néctar estético de nuestra "Tierra". Muestrémoslo y aumentará el turismo, incluso, hasta en el Parador de Corias.
José Manuel, me alegro que vuelvas a tu estilo habitual. Es una parte del Blog, de la que no se puede prescindir.
En cuanto a la visita que relata Ulpiano, me parece muy interesante, en todos los aspectos. No me imaginaba yo ese remanso de paz así céntrico. – Yo soy la paleta típica y tópica cuando voy, o más bien iba, a Madrid. Mis visitas eran a los sitios más famosos, museos, y como ya dije al teatro… Bueno también me gustaría ir a algún tablao flamenco y cosas así, pero como a Manolo no le gusta no conseguí ir.
Como siempre, referente a los artículos del “maestro” de Limés no se puede hacer otra cosa que elogiarlos y disfrutarlos. Yo también me he llevado alguna sorpresa que otra al descubrir vergeles aislados y separados del asfalto por robustos muros, en muchas de nuestras ciudades. Aquí en León capital, hace unos años tuvimos la ocasión de descubrir, con motivo de la construcción de un edificio colindante con la finca de una institución religiosa de monjas, un verdadero jardín. Un espacio repleto de frutales y de hortalizas, a modo de islote en medio de las construcciones y del asfalto. Para descubrir muchas de estas curiosidades tan bien guardadas, no hay más que abrir el Google Earth y darse un garbeo por el casco urbano de las ciudades que conozcamos bien a nivel de calle. Descubriremos masas arbóreas y ajardinadas en sitios que jamás habríamos podido imaginar que existían. Yo las Descalzas Reales tampoco lo conozco aunque anduve mucho por esa zona. Sobre todo, por los dos Sherry y aledaños, que en los años ochenta aún tenían muchísimo éxito. Ahora no lo sé.
Algo de razón tienen los que aseguran que desconocemos nuestra tierra. Podríamos decir que lo dejamos para cuando las fuerzas nos abandonen y tengamos que dedicarnos a los viajes de cercanías.
Recuerdo, hace varios años, cuando me dirigí a una agencia de viajes para reservar hotel en Teruel y pasar allí parte de las vacaciones.
El señor que me atendió, se quedó mirándome y dijo:"mira que me pidieron sitios raros pero, Teruel, nunca".
Debo decir que no nos arrepentimos de haber conocido la zona.
Siempre hay algún rincón que despierta nuestro interés.
Además del edificio que muy bien aconseja y describe Ulpiano, en Madrid, hay una serie de museos que no suelen ser los más visitados y, al tener pocas visitas, se pueden recorrer con total tranquilidad.
Ulpiano, repito, estás a tiempo para dedicarte a la escritura.
Aprovecho para felicitar a: Pepes, Jose, José, Pepa, Josefa y todos los padres de buena voluntad.
Aunque soy de la opinión de que lo publicado aquí es obra de todos- de no existir el blog yo no escribiría una sola de esas líneas- para no parecer descortés no me queda otra que agradecer vuestras palabras.
Benjamín, por las noticias que tengo, Sherry cerró hace unos seis o siete años. Yo lo frecuenté mucho a finales de los sesenta, entonces estaba en todo su esplendor, sobre todo era un lugar ideal para relacionarse con chicas de fuera. Atendía la barra un travestí muy llamativo que después se hizo muy popular en el mundo del espectáculo, no sé si estaba cuando ibas por allí; yo dejé de ir muy al principio de los setenta. Últimamente, antes de cerrar, me comentaron que el local que permanecía abierto estaba muy degradado, cucarachas incluidas. Tal vez también las había cuando íbamos nosotros pero teníamos fijada la atención en otras cosas.
Esta mañana descubrí un nuevo huerto urbano en el centro de Madrid. Que nadie se asuste, no voy a escribir otro rollo largo como el de la entrada que da pie a este comentario; aunque el lugar bien lo merecía.
Ahora, al estar jubilados, aprovechamos para visitar lugares ignorados después de tantos años de vivir aquí. Hoy nos tocó la casa de Lope de Vega. Bastante bien restaurada se encuentra en la Calle Cervantes en pleno barrio de las Letras, uno de los epicentros de bullicio y copas de Madrid, también llamado Huertas. Éste nombre se debía a que en los siglos XVI-XVII la zona era una sucesión de casas acomodadas, cada una con un huerto, y en la de Lope no podía faltar. A sus pasiones más conocidas, la literatura y las mujeres, aficiones que practicó con empeño, incluso después de tomar los hábitos y hasta su muerte, también era, lo reflejan algunos de sus escritos, gran amante de la horticultura.
Actualmente, en la parte posterior de la casa, se puede visitar un hermoso huerto donde han reproducido árboles y plantas que él cita en alguna de sus obras: un robusto naranjo cargado de frutos, un ciprés y un florido laurel compitiendo en altura, varios granados, habas, perejil, coles…hasta una parra, y un pequeño gallinero en una esquina del huerto.
El pozo es el primitivo con varios siglos de historia y, aunque está profunda, tiene agua.
En resumen, otro vergel descubierto en el centro de Madrid. No continúo con la visita de la casa, que de nuevo me lío, y tengo que ir terminando.
Al dirigirnos a comer a un lugar donde nunca habíamos comido, y colmar así otra curiosidad pendiente, pasamos por la Cervecería Alemana. Después de años sin entrar nos tentó tomar allí el aperitivo. Continúa exactamente igual, hasta el olor, desde hace cincuenta años, la primera vez que entré y, supongo, que hace ciento diez, cuando fue inaugurada.
Al atravesar la plaza y pasar por Villa Rosa, paredes interiores y exteriores todas policromadas de azulejos, me acordé de Maribel y su frustración por no asistir a un espectáculo de flamenco. Sabido es que en ese local, desde hace más de un siglo, los vienen ofreciendo. Eso sí, como el tango en Buenos Aires, cada vez más dirigido a turistas extranjeros.
Sobre gustos de flamenco- tú insiste ya te llevará- coincido más con Manolo, cuando asistí a alguno fue más bien por compromiso.
Samuel, ¿Las siglas son la respuesta en clave a José Manuel? Nos tienes en ascuas para saber quienes nos vamos a ver.
Samuel, yo también pienso como tú que los sitios cercanos los dejamos para cuando ya no se pueda ir más lejos. Yo las vacaciones y viajes siempre las planifiqué en función de la situación personal. Cuando teníamos la nena pequeña eran viajes por Asturias y provincias limítrofes, que como mucho hubiera que dormir una noche fuera de casa. Cuando ya tuvo cuatro o cinco años empezamos a ir al Mediterráneo, vacaciones de 15 días estables en un sitio y por las tardes recorriendo la provincia, pues a la playa sólo íbamos por la mañana. En los viajes de ida y vuelta aprovechábamos para ver alguna capital de provincia, incluso desviándonos un poco de la ruta normal. En un desvío de esos, camino de Benicasim, estuvimos también en Teruel. A mí me gustó. Estuvimos a la cola para ir a ver el Mausoleo de los Amantes, y Manolo no paraba de protestar, pero yo, haciéndome la “sueca”, logré verlo. Dormimos allí y al día siguiente fue cuando hicimos la visita, y al marchar comimos en un pueblo “Mora de Rubielos” que siempre recordaré el postre como uno de los mejores que comí. Era crema catalana, con nata encima y miel encima de la nata. Creí que me iba a sentar mal con el calor al viajar, -de aquella no teníamos coche con aire acondicionado-pero me sentó estupendamente.
Después, cuando nuestra hija tenía 14 años o así, empezamos a viajar al extranjero –de puente ya lo habíamos hecho varias veces-. Esto hasta el año 2000 en que yo tuve problemas con el corazón y ya no quise ir al extranjero más. Sólo a Portugal, que vamos en coche, sin necesidad de avión, que es lo que no me apetece. Ahora volvemos a ir ocho días estables en una playa y sin recorrer nada de la provincia, y a algún Parador, de puente o fin de semana. Últimamente ni eso. Pero esperamos en un tiempo retomar esos viajes.
Ulpiano, que me corrija Samuel si no es así, pero yo creo que las siglas son aquella fórmula, ya en desuso, que se utilizaba tanto en las facturas, también en algunos escritos, en nuestros años jóvenes “Salvo error u omisión”. Yo recuerdo cuando hacía las facturas del taller de mi padre por los años sesenta, que siempre se ponía en la suma “Total S.E.U.O. 0000” También venía puesto en las que se recibían. Igual te refieres a otra cosa, pero a mí me encaja eso. Entiendo que viene a decir “Si no hay novedad”, porque Samuel tiene ese “punto” de gracia, en contrapunto con lo directo o más bien “directísimo” que suele ser.
Comentando lo que dice el Sr. Ulpiano, magníficamente sobre el Monasterio de las Descalzas Reales,yo que he vivido por esa zona algunos años,calle Arenal y calle Fomento,voy a aportar algo a este Monasterio,donde residieron Carlos I e Isabel de Portugal y donde nació en 1535,su hija Doña Juana.Esta,ya viuda,del Príncipe de Portugal,fundó en 1557,este convento de monjas franciscanas descalzas.Está sepultada en una capilla,con escultura funeraria orante,realizada por Pompeyo Leoni.
En este monasterio vivieron Doña Juana y luego su hermana María,emperatriz viuda,que falleció aquí en 1603.Destacan las pinturas al fresco en la escalera y en la capilla del Milagro.Destacan también tapices tejidos en Bruselas,sobre cartones de Rubens,encargados para este Monasterio por la hija de Felipe II,la infanta Isabel Clara Engracia,gobernadora de los Países Bajos.En la escalera principal de Monasterio,las pinturas fueron alcanzadas por un obús,en las que impactó,pero al no estallar,solo les afectó la metralla.
En lo que se refiere al Sr. Roldán,al que acompañó el Sr. Ulpiano circunstancialmente en el viaje de vuelta a Madrid,hago el comentario siguiente.El primer permiso carcelario que le otorgaron en la cárcel de mujeres de Castilla León,lo firmo una prima mía,juez penitenciario,a la sazón de la Comunidad de Castilla-León,con gran disgusto de su padre,mi tío,por si se escapaba...y no se escapó.Solo el diario El País le puso cara y nombre a la Juez,cuando el resto de la prensa se limitó a comentar la noticia,sin dar el nombre para su seguridad.
Esta mujer también firmó la excedencia del juez Garzón para el tiempo que estuvo por USA,dando conferencias y urgiéndole fondos al Sr. Botín.
Esta juez es hija de un taxista y una operaria,ya fallecida,oriundos él de Tineo y ella de Llanes.Su abuelo materno,al que no llegó a conocer,durante la guerra civil le incautaron un taller de zapatos en la calle El Carmen y estuvo preso en la checa de Fomento,hoy colegio,falleció al poco tiempo de su liberación.Conserva la familia un crucifijo tallado por él en la checa.
Muy interesante. El mundo y la historia es un pañuelo....y con bucles.
Por supuesto que las siglas responden a lo que comenta Maribel.
Ya tenéis una entrada con la convocatoria de reunión para el 26 de abril.
Aquellos que consevan un pizquín de fe, que recen para que todo salga lo mejor posible ya que: "El que con niños se acuesta...".
ya me estoy poniendo un poco al día,aunque con la de cosas que comentais y lo bien que lo haceis...necesito repasarlo,buen trabajo,Ulpiano,Ino aún complementa tan interesante, comentario.un abrazo fuerte
Es lo que yo necesito, irme lejos, a Madrid. Oye buenas fotos y buenos lugares para visitar. Irse lejos contribuye a alejarse de las partes estresantes de la vida. Puede ayudar a mejorar tus perspectivas, a brindar nuevos puntos de vista y permite desarrollar nuevas estrategias de para afrontar los problemas". Daría mi vida por viajar y conocer esos hermosos lugares.
Fuente: galapagos islands cruise prices
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