miércoles, 26 de enero de 2011
LABORATORIO Y TALLERES
Son muchas las ocasiones en que recuerdo aquellos talleres de nuestro Instituto Laboral. A veces por lo que supuso de aprendizaje de destrezas y habilidades que en muchos momentos de nuestra vida utilizamos sin percatarnos de que la base para la ejecución de pequeños trabajos domésticos, de reparación de aparatos, o de manejo de los mismos, la base digo, nos viene de nuestro contacto diario durante varios años con aquellos talleres.
Yo he podido contrastar con mi hermano menor, que hizo su Bachiller en el Instituto de Cangas, como no tenía la misma capacidad para realizar cualquier tarea que implicase manipulación de herramientas.
Cuando pienso en la cantidad de horas que hemos dedicado a “pelearnos” con un trozo de metal o de madera, para luego enfocar nuestras vidas laborales hacia un trabajo que nada tuvo que ver con aquellos aprendizajes, me pregunto si habrán servido para algo.
Mi respuesta es que sí. Y llego a esta conclusión tras pensar que el verdadero objetivo del estudio no es prepararnos para el mundo del trabajo, sino prepararnos para vida. El trabajo es parte de nuestras vidas y requiere de este tipo de habilidades sin importar la orientación profesional que tengamos. Dado que hay mucho más vida que trabajo, nuestra preparación será más completa y mejor, si el abanico de conocimientos, habilidades, destrezas, aptitudes, etc.… está abierto a un mayor número de posibilidades.
José Antonio Ramos García
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7 comentarios:
Ramos de acuerdo totalmente contigo,claro que el taller "talleres" nos fueron útiles,pese que en ocasiones echásemos "pestes" con la lima y la lija,que posiblemente. era lo que menos nos gustaba.Recuerdo una anécdota en el taller de madera,que me pudo ocasionar un disgusto grave,estando cortando un listón de madera (la hoja de la sierra llevaba una protección de madera)esta protección no estaba y cuando mí cabeza estaba a escasos centimetros de la hoja,los reflejos,del bueno de Coque,dándome un empujon que evito lo que podía haber sido grave.-
A la vista de las medidas de seguridad y protección vigentes que hoy se exigen a la hora de ponerse al frente de cualquier maquinaria peligrosa como eran: los tornos, la soldadura eléctrica, la sierra eléctrica de la madera, la cepilladora… etcétera, pienso que todos nosotros salimos ilesos de aquellos frecuentes quehaceres de puro milagro. Simplemente por estadística, entre tantos tenía que haber habido más de un incidente con consecuencias graves y, que yo sepa, afortunadamente, nunca pasó nada. ¡Menuda suerte!
En Vega de Rengos, al lado de mi pueblo siendo yo un niño, había un aserradero donde se convertían en tablones, mediante una sierra eléctrica de cinta, los gruesos troncos de los robles que se talaban en el monte Muniellos. Aquella cinta de sierra era similar a la de nuestro taller de madera; un pelín mayor, si cabe, pero poco más. Todavía recuerdo el día que un avezado operario perdió un brazo por el codo a la hora de manipular el tronco que estaba sobre la mesa de corte. En otra ocasión otro muchacho perdió una mano, y la gente que ocupaba estos puestos no eran aficionados no, eran personas profesionales habituadas a trabajar con estas peligrosas máquinas pero, si se juega con fuego, se termina uno quemando.
Después de salir de Corias, yo más de una vez y más de dos, he pensado en los elevados riesgos que corrimos en los talleres al andar con cierto tipo de maquinaria siendo inexpertos como éramos en su manejo y, al final he concluido diciendo:” algún santo tendríamos de nuestra parte” pues, de otra forma, no se explica el que hayamos salido sin señalar.
Dice Benjamin que afortunadamente nunca ocurrieron incidentes de consideración.
Aunque pudo haber sido muchísimo más grave, recuerdo que estando en 2º, cuando todavía no había llegado Coque y daba carpintería Fray Tejo, que a uno de mi promoción, Enrique Martínez, el del Café Moncó de la C/Mayor, casi le lleva el brazo la sierra de cinta. Ocurrió que estábamos cortando una pieza de madera y él se acercó de tal manera que se corto en el antebrazo muy cerca del codo. Era un corte en angulo. Uno de los compañeros se dio cuenta que sangraba por el brazo y él ni se había dado cuenta.¡Y tenía puesto un jersey! Luego cuando vió la sangre casi se desmaya y a todo correr para Cangas a curarse.
En cuanto a la soldadura eléctrica más de uno llegaba algunos días por la mañana después de habeer tenido clase Metal, con los ojos como garrafones por no haberse protegido bien con la careta. En fin cosas de chavales de 12-13 años, atrevidos y un poco irresponsables. Hoy más de cincuenta años después todavía podemos contarlo.
Alfredo ,al leer el comentario de Benjamín de los talleres sin accidentes me vino a la memoria el corte en la sierra que se hizo Enrique el del café Moncó,efectivamente y los ojos llenos de arena,esa era la sensación que tenías cuando no ponias las gafas en el momento de soldar a eléctrica,ya veo que tú como casi siempre no olvidas nada.Lisardo,Coque,fray Tejo...profesores estupendos que nos enseñaron un montón de cosas prácticas y nos sirvieron de mucho en la vida cotidiana,Slds cariñosos
En mi comentario anterior,olvidé al bueno del P.Dimas en su taller de electricidad,siempre con una sonrisa en la cara,nos enseñó a hacer aparatos de radio,circuítos eléctricos perfectos con llaves en serie y conmutadas,bueno lo que ya habeis comentado,salimos de ese Instituto bien preparados y como se dice en Cangas hombres de provecho,en este blog teneis la muestra.Ramos mira por ahí si te es posible y cuelga alguna fotografía de esas antiguas,me da igual las que sean,Banda de Música de Cangas Orquesta,Futbol,tertulias del Carmen,yo sé que tú tienes un archivo amplio y nos encanta ver y recordar esas cosas,gracias anticipadas y hasta más ver,Slds a todos/as cariñosos.
Los talleres fueron super útiles, esto nos es óbice para que se diga que en aquellos tiempos habia que tener mas visión de futuro y ilusionar a otra gente, como pasó con Avanzas, Constantino, el de Trascastro, que por cierto haber si escribe alguna vez que es apreciado por un nieto de D. Jesús (el maestro de Trascastro).
Cierto que no había muchos accidentes con la poca práctica que teníamos y las mínimas normas de seguridad.
Yo recuerdo las manos de Lorenzo cuando se le resvalaron y fueron a parar sobre la cepilladora.
Recuerdo la cara del Peque cuando, limando una pieza en el torno, ésta le enganchó la manga del jersey que se fué enroscando sobre la pieza y lo dejó desnudo de cintura para arriba.
Como bien dice Galán, algún santo teníamos de nuestra parte.
Jesús, conviene identificarse.
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