miércoles, 19 de enero de 2011
ORIGAMI METÁLICO. LA PAJARITA
No hace mucho que hemos sacado a relucir aquí en el blog, a nuestro antiguo taller de metal y también al profesor Lisardo. Pues bien, estos días pasados, precisamente, al tener que desalojar los objetos y enseres de dos compartimentos de mi casa, con motivo de una pequeña obra de pintado, al intentar purgar un tanto los múltiples e inútiles “telares” que se apoderan de nuestro espacio vital en el hogar, he tenido la suerte de encontrar una pieza que desde hace mucho tiempo, le venía siguiendo la pista pero que no lograba dar con ella. Estaba casi seguro de que conservaba en algún sitio, un ejemplar de estos pero, a veces me preguntaba: sabe Dios dónde la habré puesto yo. No obstante, lo del dicho: “el que guarda halla”. Está claro que, cierto síndrome de Diógenes, estando controlado, a veces no viene mal del todo.
Para que recordemos los trabajos manuales que nos exigía la enseñanza laboral en aquellos años del bachillerato, os presento en fotos uno de los ejercicios de ajuste, no muy difícil, que realizábamos a lima en la parte práctica de la asignatura de Tecnología correspondiente al taller de metal. El ejercicio en sí, creo que se llamaba La Pajarita, y como se puede ver consistía en mecanizar a lima tres piezas de contorno poligonal escalonado que una vez encajadas entre sí, formaban un rectángulo de 6,5 por 5,5 centímetros. El ejemplar de la foto, a pesar de ser rescatado del olvido de casi cincuenta años en una “furruñosa”caja de herramienta, no he tenido que lijarlo demasiado para que pudiera ser reconocible en estas fotos.
El ajuste o interacción entre las tres piezas de este ejercicio concretamente, no es que sea como para una nota de diez, pero, tengamos en cuenta que, la oxidación interior de las caras, también contribuye a que el ajuste no sea perfecto y se vea un poco de luz a través de las juntas, formando alguna que otra “rendija”.
No le pongamos muchas pegas pues, si mal no recuerdo, esta pieza fue puntuada con un siete por el profesor Lisardo. También diré que se le aprecia cierta trampa en el acabado final pues, da la sensación de que se le debió de someter a una ligera pasada de fresadora para lograr la uniformidad del plano que forman las caras de las tres piezas, una vez encajadas, por ambos lados. Esta operación estaba fuera de norma pero, de vez en cuando, Lisardo hacía la vista gorda y, aunque no subiera la nota, sí mejoraba bastante el aspecto, disimulando ciertas imperfecciones.
En mi promoción hubo algunos alumnos que eran tan precisos haciendo estos ajustes, que sus piezas una vez terminadas, no necesitaban maquillaje de ningún tipo ya que las juntas de unión apenas se localizaban. Fijándose mucho, solamente se notaban unas finísimas rayas. Entre los colaboradores del blog hay al menos dos o tres de aquellos cualificados ajustadores. Sin ir más lejos recuerdo a: Samuel y Francos, entre otros.
Había muchos más, también muy buenos, pero no con la finura de estos dos amigos. Además, a los que se les daban bien las manualidades, daba lo mismo que el ejercicio fuese sobre: metal, madera, cables o arcilla. Todo les salía perfecto.
Los que no teníamos ese don para las manualidades, creo que tampoco hemos perdido el tiempo del todo pues, aunque no hayamos llegado a realizar ajustes manuales de mucha precisión, como para poder llegar a ser contratados por la prestigiosa casa suiza ROLEX; sí hemos aprendido a manejar ciertas herramientas y así, hoy día, nuestras respectivas mujeres pueden decir de nosotros, sin el menor reparo, lo mismo que le ha pasado al reciente premio Nobel de literatura, Vargas Llosa, cuando le dice su señora: Mario, tú solamente sirves para escribir. En nuestro caso sería: ¡chacho, tú solamente sirves para hacer chapuzas y apaños!
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1 comentario:
Parece que no se te daba del todo mal...pero un poco de "enchufe" con Lisardo...,viendo las fotos me parece que un seis estabas "apañao".Yo personalmente era un desastre,me gustaba más el taller de carpintería,pero tambien era un chapuzas.Un abrazo.
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