lunes, 4 de julio de 2011
MISTERIOS DE CORIAS
CONSERVAS EN EL RÍO
Algunos recordareis, si no fue un sueño mío, el hallazgo de un lote de conservas a la orilla del río. Al ser externo, salvo durante los recreos, pocos períodos de ocio compartía con vosotros, los internos. Pero cuando se trataba de ir al río, me apuntaba cuando podía.
No hace mucho Galán recordaba los siete males que le entraron por bañarse en época temprana. Supongo que sería el mismo día de marzo cuando a él, a mi y otros, el desafiante baño se nos hizo irresistible. El sol estaba radiante rodeado de azul intenso y el agua bajaba saltarina y transparente desde los altos neveros que coronaban a Cangas convertida en miles de afiladas cuchillas que cortaban las piernas de los osados bañistas. Afortunadamente otros tuvimos más suerte que Galán pagando como único peaje de aquel invernal baño un agudo dolor en las amoratadas piernas; por no hablar del pito, el muy ladino, literalmente dimitido.
Sin embargo, el descubrimiento de las conservas, estoy por asegurar, se produjo un día de aguas más benignas cuando levantando morrillos por la orilla, ¿qué pretenderíamos hacer? comenzaron a aparecer las dichosas latas. Lo primero fue perplejidad, después, la duda de hincarles el diente previamente descerrajado su metálico caparazón con navaja o similar; mas eran los tiempos del mortífero metílico y algunos aún teníamos metido el miedo en el cuerpo con haber dado, a hurtadillas, algún tiento, supongo que rebajado con agua, al alcohol utilizado en las pruebas de laboratorio y recién pasados días angustiosos cuando llegó la noticia del fatídico metílico. Cualquiera preguntaba a los frailes si el allí utilizado era etílico o metílico.
Ante la duda de la existencia de algún rastro de aquel temido ingrediente en las conservas, me parece recordar que en el hoyo se quedaron. Alguien dio aviso en el convento y según dijeron enviaron a buscarlas, eran muchas y sirvieron de cena a los internos.
No volví a interesarme por el tema, pero la intriga siempre estuvo rondando: ¿de dónde procedían aquellas latas? ¿De un robo? ¿Un alijo de contrabando? ¿Un zulo para los del monte?. No hacía tantos años que la resistencia contra la dictadura se había mantenido activa por la parte de Sierra, zona de procedencia de nuestro compañero autor de certeros ripios, además de historiador y deportista, J.M. Martínez.
Si alguno tiene información sobre esta historia y la facilita, al fin, sabré si fue real, un sueño o una tomadura de pelo; y desvelado el enigma muy gustoso invito en la primera ocasión, si es posible en El Chicote, lugar visitado por Jesusín, a buen bollu preñao regado con Penderuyos. Así también tendremos la ocasión de saludar a una de las mejores personas de Cangas, Antón.
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9 comentarios:
Este tema de las conservas ya lo sacó alguien más a relucir aquí en el blog y, si digo la verdad, yo solamente tengo un vago recuerdo de aquel hallazgo; creo recordar que fue en la margen derecha del río, aguas arriba del pozo El Chandeo. La procedencia sería de un robo pues, los que ocultaron el alijo no eran muy seguros que digamos, o pensaban cambiarlo pronto de sitio, ya que el lugar elegido no era el más adecuado pues, a la primer subida del nivel del agua del río que hubiera, lo más seguro es que las aguas hubiesen erosionado los depósitos aluviales gravosos del río y se hubiera llevado la corriente la subterránea despensa improvisada. Los frailes cuando tuvieron noticia del hallazgo habrán comprobado alguna de las latas y al ver que no “cheiraban” habrán dicho: Avelina, no te compliques pensando en que poner de segundo hoy para cenar. Para hoy está solucionado el tema; mañana, Dios volverá a proveer.
Yo también lo recuerdo vagamente y lo había comentado en una entrada hace bastante tiempo sin mucha suerte en las respuestas. Espero que Ulpiano tenga buenos resultados.
Tampoco recuerdo el destino final pero seguro que, si fueron a nuestra cazuela, antes se las dieron a probar a Fr. Pepín (el de la LEYENDA PIADOSA de Cubanín).
Después de escribir el comentario anterior, me acordé de que tenía esta foto que, bien podría llamarse La Playa del Faquir, y la he añadido a la entrada como ilustración. Yo creo que esta misma terraza aluvial de grandes morrillos, o “rigodones”, donde hacen penitencia un grupo de alumnos del convento con las posaderas traumatizadas por los redondeados pedruscos cuarcíticos, pienso que bien podría ser el lugar del “zulo” de marras, donde apareció el alijo de las latas de conservas, o estar muy próximo.
Samuel tiene razón cuando dice que, si se llegó hacer la cata previa de las sospechosas conservas, con toda seguridad que corrió a cargo de Fray Pepín; pero este hombre no era muy representativo que digamos para utilizarlo como fusible en el muestreo, pues era más duro que los rigodones del río y aunque el contenido de las latas estuviera medio podre, seguro que a él no le daría ni una simple urticaria. Aquel buen hombre era rudo y duro como el pedernal. Pero tenía a su favor que contaba con otra gran ventaja para estos menesteres organolépticos por lo bien desarrollado que tenía el órgano olfativo.
Siento no poder ayudar a Ulpiano en sus pesquisas, porque creo que esta historia ocurrió después de irme del Convento. ¿No serían latas de aquellas truitinas que enlataba en escabeche la mujer del Meca? Si así fuera seguro que Fr. Pepín no tuvo problema gástrico alguno como catador del artículo de marras, pues eran de excelente calidad. ¡Hasta se exportaba!
De todos modos con o sin ayuda en sus investigaciones y por lo que parece dejar intuir que estará este año por el Carmen, espero que podamos convidarnos(si es que nos reconocemos), con ese Penderuyos cosecha especial que Antón suele tener reservado para los amigos acompañado por esos pinchos de empanada que saben a Gloria.
Claro que Fr. Pepín no era la persona indicada para comprobar los efectos pero, con su prominente periscopio, seguro que detectaba cualquier anomalía en su composición o ingredientes.
Gracias Samuel y Galán, al menos ya sé que no fue una invención mía. La invitación se mantiene en pié, aunque temo no va a ser por El Carmen, por distintas razones hace unos 25 años que no puedo estar por esas fechas en Cangas. Esperemos que se presente otra buena ocasión.
Alfredo, si vas por El Chicote, y me haces el favor, saluda a Antón de parte de Ulpiano Caín de Limés.
Ulpiano, eso está echo. Siempre que voy a Cangas la primera visita que hago es Antón, así que esta vez el Penderuyos será a tu salud.
Esta mañana he visto que alguien entraba desde Switzerland, por lo que doy por supuesto que todavía sigues por tierras helvéticas, también denominada la "gran Asturias". ¡Ah! es al revés. Asturias es la "pequeña Suiza".
Importante poco es,
lo que quiero matizar,
de mi haber voy a quitar
lo que dice el de Limés
y es mi afición a historiador,
que consigna por error.
Gran pluma lo fue antaño
y sigue esa línea Ulpiano,
maneja bien y a su antojo,
las imágenes y el tropo.
Mancomuna en narración
mi nacencia en zona Sierra,
tras venirle a colación
zulos y cuevas madriguera,
donde “maquis” en rebelión
se escondieron en postguerra.
El “maquis” fue el apodo
de aislados en civil guerra
y de evadidos sobretodo,
que se agruparon tras ella,
formando la resistencia
hasta entrada cincuentena.
No fue zona apropiada
para “maquis” de escapada
ya que sinuosas montañas,
de la amplia área de Sierra
no era nada forestada,
pues es lugar de “siñesta”
de piornos y descampada.
No se ajusta a lo cierto,
que haya sido esta serranía,
larga estancia y a cubierto
para los maquis-guerrilla.
Por lo escrito y algo oído,
lugares de resistencia,
por estar más “protegidos”
fue otra zona canguesa
entre Leitariegos e Ibias
y bosques que los dominan.
Saludos
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