viernes, 3 de agosto de 2012
El “Prior” da la sensación que se escaquea
Bueno, aunque parezca lo contrario, no es que yo haya optado
por alargar sine díe el período de vagancia llevado a cabo durante todo el
pasado mes de julio en Posada de Rengos,
no. Aunque debiera ser todo lo contrario, después de un cambio temporal de vida
y de lugar de residencia, más que estar uno repleto de anécdotas para contar en
este blog, parece que se embota uno y no
sale nada digno de mostrar a los demás. Eso, tampoco es problema pues, aunque sean temas banales, sé
que los lectores son muy considerados y comprensivos y se hacen cargo plenamente,
de las limitaciones del “Prior” en cuanto a sus aportaciones al blog.
De todas formas diré que, debido al cambio que supuso para
mi mujer y para mí, el pasar de estar sujetos todo el día a pie del cañón, a
poder moverse con soltura y libertad, este periodo de tiempo que estuvimos en el
pueblo, fue mucho más placentero que otras veces. El tiempo hasta mediados de
julio no colaboró mucho para poder hacer un poco de “guiris” por los
alrededores pero fue lo suficiente tranquilo y fresco, con las condiciones
idóneas como para estar en casa a gusto y tranquilos.
Para el Carmen tuvimos unos días preciosos y para la boda de
un primo también. ¿Qué más se puede pedir?
Dentro de las actividades lúdicas que desde hace seis años por
lo menos, apenas pude practicar y me gustan mucho, debo mencionar en primer
lugar la pesca que me permitió al menos, poder cumplir la promesa que tengo
hecha conmigo mismo de procurar probar todos los años las truitinas del alto
Narcea. Pues, a pesar de mis escasas
habilidades para estas artes, en los tres días que fui al río, logré capturar
ocho truchas preciosas, que para cumplir la palabra fueron suficientes. Y para
que no me quedara con las ganas de más, debo decir que como remate de fiesta fuimos
invitados mi mujer y yo a cenar truitas del Narcea (a esgaya, ¡barriga hubiera!)
en casa de Mamen y Castro. Estaban tan ricas que las que sobraron de la cena, nos
las colocaron en una bolsa y las llevamos a casa para comerlas al día siguiente.
También pude hacer alguna excursión a pie por los montes del
entorno de Posada; concretamente, subimos a San Luis del Monte con merienda y
todo. Fuimos mi mujer Elena, una prima mía llamada Amor y un servidor. Me gustó
mucho la caminata y el lugar pues hacía varios años que no visitaba ese bonito paraje
el cual, durante mi juventud era cita obligada todos los años por la festividad
del santo en el mes de agosto, donde deshacíamos las alpargatas de tanto bailar
la jota y el son d’arriba.
En los ratos de ocio y descanso disfrutados en el pueblo
pude hasta ver un insecto que de pequeño valorábamos mucho y que le decíamos
“vacatsoura”, que es el ciervo volante macho. Estos coleópteros cada vez son
más escasos debido a la contaminación ambiental. Parece que son muy sensibles a
los pesticidas y porquerías químicas utilizadas en los cultivos. Recuerdo que de chaval, estos bichos andaban
muy buscados debido a supercherías populares de la gente, que decían que teniendo
un insecto de estos guardado en una caja, que fuera macho con buena cornamenta, daba mucha suerte. Tal que, cada vez que un animalillo
de estos impactaba con algún obstáculo y llegaba al suelo, como suelen caer de
espaldas y permanecer largo rato panza arriba, así al no poder huir es cuando son
capturados: bien por los predadores, por coleccionistas, o por las personas
supersticiosas que los acaparan. Afortunadamente, parece que nos vamos culturizando poco a poco
y parte de estas tonterías se van perdiendo. Así, estos insectos y otros muchos bichos han
dejado de ser tan perseguidos y mermados. Recuerdo que una vez, durante unas
vacaciones de verano, el padre Castaño nos encargó a unos cuantos el hacernos con algún astado de éstos para la colección de
entomología. En aquel momento yo no pude cumplir con el compromiso. Sin embargo el
otro día sin pretenderlo, al llegar a casa por la noche,
en lo alto de la escalera, teníamos al amigo de la foto tumbado a la bartola,
boca arriba, “espatarexando” y esperando
a que alguien caritativo le pusiera en posición correcta par reemprender el
despegue y vuelo. Yo al verle con aquellos tremendos apéndices en la cabeza toqué madera,
pero me dio mucha alegría y le di cama solo para esa noche y así, al día
siguiente con luz natural pude hacerle esta bonita foto que os presento. Una
vez fotografiado, lo dejé en la huerta a su aire y al poco rato ya había tomado las de
Villadiego.
También debo haceros partícipes de otra gran noticia postvacacional
que me tenía muy preocupado. Desde hacía cosa de dos meses no veía al amigo
minino aquel que os conté en su día y que salía a mi encuentro en los paseos
matinales. Pues, cuál fue mi sorpresa que, hoy a las siete y media de la mañana
salió a recibirme como si tal cosa. Cuando le pregunté que dónde había estado durante todo este largo periodo de tiempo,
me respondió que había estado de vacaciones, a modo de luna de miel gatuna. Le
contesté que no me extrañaba nada pues, solo con mirarle para el pelaje tan desmejorado que tenía ya me
di cuenta que estaba desnutrido y con cara de melancólico. Sin apenas mirarme exclamó: ¡Qué le vamos hacer, chato!
La “molienda”
no tiene enmienda. Hay amores que matan.
B. G. G. bloguero
“Prior”
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5 comentarios:
Para Miguel Ángel
Como recientemente, Alfredo, que es la persona elegida para informarnos sobre la evolución de la salud de nuestro amigo bloguero Miguel Ángel, nos ha dado noticias que parecían buenas, yo no he vuelto a insistir sobre el tema para no pecar de pesao. Pero, Alfredo, si te parece oportuno, debieras volver a darnos alguna comunicación al respecto. De todos modos, con noticias o sin ellas, esperamos que la mejoría vaya en aumento y que pronto podamos contar con la esperada participación en el blog del mozo de Turón.
Miguel Ángel, te deseamos mucha suerte y te enviamos mucho ánimo para superar tu enfermedad y piensa que te estamos esperando, entre otros muchos, todos tus amigos los blogueros de Corias. Ten en cuenta que cada día somos más. Precisamente hoy, estrenamos una incorporación muy valiosa de una canguesa de pro.
Sobre el comentario que hace Galán, del P. Castaño, pidiendo aportaciones a su coleción para el museo de Ciencias tengo que añadir que en otra ocasión ofreció 1000 pts. a quien le llevara un trébol de 4 hojas.
No tardé en ir de vacaciones y acudir a mi antiguo maestro, también muy aficionado a las coleciones, quien me facilitó uno de 4 y oto de 5.
Estoy esperando las 1000 pts..
Ya que el Prior, después de contarnos algo de sus vacaciones en el mes de julio, que parece fueron muy agradables, cosa que nos alegra, da pie con la fotografía y comentarios a hablar de los “bichos”, aprovecho para contaros yo mi experiencia con los mismos en los años que trabajé en el convento.
La oficina donde trabajaba yo, daba a un claustro, que según me dijo Manolo, en tiempos vuestros era un patio (Estaba paralela a la que daba al llamado Patio, por donde se entraba)
Tenía unas cuatro o cinco ventanas y dos balcones. Los “despachos” estaban separados por mamparas pues, según decían, al estar declarado Monumento Histórico Artístico, no se podían hacer divisiones con tabiques, tampoco se podían poner canalones, por lo que cuando llovía mucho ya sabréis vosotros la carrera que había que dar para entrar, a pesar del paraguas.
Allí había toda la “fauna” imaginable. Yo creo que porque, aunque las Oficinas estaban arregladas y con moqueta, las puertas, balcones y ventanas no ajustaban y les faltaban entre tres y cinco centímetros por todas partes. También se decía que no se podían cambiar. Empezaré con las arañas cuyas patas, en el tamaño normal, eran de unos siete centímetros y las grandes podían llegar a diez. Seguiré con las lagartijas que en verano campaban a sus anchas y en invierno nos obsequiaban con procesiones familiares, iban seis o siete, entre un acumulador y otro. Luego estaban los ratones, que la verdad, yo creí que iba a haber más, en general no se veían demasiados, si lo comparamos con las anteriores. También de vez en cuando, teníamos la visita de murciélagos.
A mi personalmente lo que más me molestaban eran las lagartijas, pues en verano si llevabas sandalias, estabas concentrada trabajando y sentías algo en un pie, y, ¡Zas! Una lagartija. No las soportaba y protestaba mucho, pero, ni caso. Yo creo que como la mayoría de la gente que trabajábamos allí, Medio Ambiente y Agricultura o Medio Rural, (según el Gobierno Regional de turno) tenían contacto con los “animalitos” esos cuando salían a hacer trabajos de campo, no les daba más. Así que la única protestona era yo. No se me ocurrió fotografiar nada, y así se lo enviaba al Prior para que ilustrara tan “hermoso” comentario.
Cuando venían los turistas que iban a buscar permisos de Muniellos, les hacía gracia, creían que estaban “protegidos”, sobre todo los murciélagos.
Me imagino que no os estoy contando nada nuevo. Manolo dice que no se acuerda si había o no, pero que además antes no se daba tanta importancia a eso.
Maribel, sí había murciélagos en el convento sí. Recuerdo los últimos años que dormíamos en el tercer piso en el dormitorio que decíamos de la Diputación y a finales de curso, ya en el mes de junio, por las noches teníamos las ventanas abiertas para que ventilara aquello un poco que, seguramente no le sobraría nada, y de paso los murciélagos aprovechaban para surcar el hueco interior del dormitorio como Pedro por su casa. En esos momentos, algunos de nosotros incluido el “prior”, aprovechábamos para intentar cazar alguno de aquellos curiosos ratones voladores lanzando las toallas al aire para enzarzarlos con el trapo. Aunque estos animalillos disponen de un radar natural casi perfecto que detecta cualquier obstáculo que se les interponga en su trayectoria voladora, de vez en cuando alguno sí era víctima del engaño. Recuerdo que una noche metimos uno en una caja de zapatos bien cerrada y atada con cuerda y todo. Al día siguiente al abrir la caja allí no había nada; el inquilino se nos había esfumado. Nosotros, aparte de desolados, nos quedamos boquiabiertos pues nos parecía totalmente imposible que aquel bicho fuese capaz de salir por sus medios de aquella cárcel tan bien protegida y cerrada. Tal que aquella fuga la catalogamos como una cosa mágica.
Por cierto, habréis notado que cada año hay menos murciélagos. Últimamente, parece que ha repuntado un poco la población de estos seres noctámbulos, pero en las grandes ciudades apenas quedan. La falta de estos quirópteros insectívoros es un serio aviso del exceso de contaminación ambiental. Se ve que, a pesar de dormir colgados cabeza abajo y ver el mundo al revés, la porquería del aire les sigue afectando lo mismo que a los que dormimos en posición horizontal.
Sobre el comentario que hace Galán de que hay menos murciélagos, debo añadir que se extiende este problema a casi todos los pájaros.
Yo, que vivo en la zona rural, noto una disminución enorme de gorriones, mirlos, lavanderas y todos los que en un tiempo, no muy lejano, nos animaban con sus cantos al amanecer y por la tarde.
En los prados, ya no se ven saltamontes ni mariposas y supongo que todo esté encadenado. Por el contrario aumentan los carroñeros: cuervos, pegas, etc..
Existe un serio problema en la polinización de los frutales por falta de insectos y la utilización, sin control, de productos químicos es, a mi entender, el causante de esta rotura en la cadena.
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