Hace días envié una entrada “Luces y Sombras” en la cual recordaba los castigos impuestos por un amago de indisciplina, que efectivamente protagonizamos los externos. Es normal que no sea recordado por muchos de vosotros al no haber sido directamente afectados .En esa entrada, para no resultar pesado, interrumpí el relato sin el necesario contrapunto .Es evidente que el recuerdo quedaba sesgado, apareciendo nuestra educación en Corías basada exclusivamente en el método del “Palo y tente tieso”, que efectivamente se practicó, especialmente por algunos. .-Francos, en una estupenda entrada, reflexionaba sobre las contradicciones y conflictos que podían atenazar a religiosos que tuvimos de profesores, conflictos, de los cuales, a veces, nosotros resultábamos “paganos” involuntarios-. .Por no hablar del entorno histórico, en el apogeo del franquismo, con sus métodos y valores, que nos tocó sufrir en esa etapa de formación. Pero en Corías también tuvimos profesores magníficos con mentalidad clara, abierta y por qué no decirlo, muy avanzada para la época, que nos abrieron los ojos, iluminándonos con su comportamiento y enseñanzas .Quiero ahora traer aquí un recuerdo, ya anécdota como diría Samuel, sobre un hecho, que si bien nimio, por insignificante, personalmente me sirvió de lección.
LUZ: LA TOLERANCIA-Yo tenía la costumbre, junto a mi primo José Calvo – tiempo después y hasta hace poco secretario general de UCA en Asturias- de ir a cortejar, o lo que fuese, la tarde de los domingos por el río Naviego. Pero en ocasiones organizaban algún baile por la noche durante la semana y procurábamos ingeniárnoslas para ir, quedando previamente. Por mi parte decía en casa que me iba a dormir pronto y aprovechaba para escapar por una puerta trasera, coger la bicicleta, estratégicamente situada, y marchar a todo correr.
El hecho que quiero contar relacionado con Corías ocurrió con motivo de uno de estos bailes en un pueblo que está en la ladera derecha subiendo hacia Leitariegos después de pasar Bimeda, creo que se llama Bustiello. Esa noche , después de dejar las bicicletas en Bimeda, trepamos por el monte y llegamos al baile que lo hacían en un pajar o cuadra, las mozas bailaban con madreñas y estaba iluminado por uno o dos candiles de carburo ,de los utilizados en las minas. El ambiente estuvo animado, se nos fue el santo al cielo y con el tiempo justo bajamos a la carrera a Bimeda (sería una noche clara, esa maravilla de Asturias) cogimos las bicicletas y a toda pastilla hasta casa. Logré meterme vestido en la cama, antes de que mi madre entrase a ”despertarme” para ir al colegio.
Ese día teníamos, con el mismo profesor – todos le conocéis por la extraordinaria labor desarrollada en Corias- dos clases seguidas con un intermedio para el recreo. En la primera clase me quedé fatalmente dormido y no recuerdo a qué altura de la segunda- el resto de compañeros habían salido y regresado del recreo- me desperté, no sé si de “motu propio” o victima de alguna “vacilada” a las que nos tenia acostumbrados Millares, entre las sonrisas de burla o complicidad de mis colegas, pero sin la menor recriminación o castigo por parte del profesor. Ignoro si él estaba al tanto de mis correrías nocturnas, pero su actitud me dejó meridianamente claro que ya era suficientemente “mayorcito” para asumir mi propia responsabilidad. Gracias por la tolerancia, pero sobre todo, gracias por la lección.
Ulpiano Rodríguez Calvo
1 comentario:
Dicen que de bien nacidos es ser agradecidos. No sé si Ulpiano, después de esta experiencia, sintió agradecimiento, vergüenza, rabia, o simplemente sueño incontrolado. Lo que si es cierto que se quedó un tanto sorprendido por la actitud del profe de turno al no llamarle a capítulo.
No quiero pensar cual sería la reacción de tantos otros profesores, ante esta situación, y máxime si tenemos en cuenta que se debía a una noche de juerga.
Como ya comenté, en alguna ocasión, los momentos alegres o divertidos, eran pocos y traerlos aquí sería para aminorar, que no neutralizar, los amargos y desagradables.
Recuerdo aquellos domingos deprimentes, lluviosos y fríos en los primeros años; empezábamos el día con la misa y, con un poco de suerte, otra a las doce, rosario, estudio, cine (sesión infantil) y el poco tiempo que pasábamos en la recreación lo matábamos cantando el elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña o mirando a Cachito cómo bailaba sobre la mesa de ping-pong, cuando el fraile de turno no estaba por las cercanías.
Al final del recreo se podían balancear, tranquilamente, 30 ó 40 elefantes.
Seguro que anécdotas parecidas a la de Ulpiano hay alguna. No tengáis reparo en reflejarlas aquí, que no todo eran castigos y ratos desagradables.
Publicar un comentario