domingo, 4 de noviembre de 2012
CRÓNICA DE UN VIAJE POR FRANCIA. ETAPAS 5 Y 6
5 ETAPA.-- A
TRAVÉS DE LA SUIZA NORMANDA-
Normandía es un país
de abundante sidra, ofrecida en restaurantes para acompañar la comida. Tan
común es su consumo que, al menos hasta hace poco, era servida como bebida en
los menús de los colegios. Durante todo el recorrido se ven pomaradas cargadas
de manzanas. Por ello resulta atractivo, recordando algunas excelentes sidras
de mesa elaboradas en Asturias, pedirla para acompañar la comida en los
primeros restaurantes que se visitan. Pero su sabor dulzón, como El Gaitero con
más cuerpo y sin burbujas, tal vez por repetida mala elección, pronto hace
retornar al vino. No se van a descubrir aquí las bondades del vino francés,
mas, sin atisbo de patrioterismo, la relación calidad-precio suele favorecer a
los caldos españoles.
Otro de los productos estrella toma el nombre de uno de los
departamentos donde se elabora: es ese Calvados
añejo, acariciador y afrutado, con regusto a su madre la inocente manzana.
Calvados se encuentra al sur de Caen. Por él y departamentos
vecinos se extiende la llamada Suiza
Normanda. A las puertas de esa Suiza Normanda (nombre que con alturas
máximas en torno a 300
metros , pudiera sonar a coña si no fuese porque el resto
de Normandía es prácticamente plana) está la ciudad de Flers, uno de los objetivos de este viaje en busca de lejanos recuerdos.
Estos resultan esquivos. El antiguo colegio, que cambiado de nombre y
modificado su entorno, solo aparece mediante los buenos oficios de un empleado
de Turismo, continúa exhibiendo la severidad de su fachada negra ribeteada de
blanco, mientras por la parte posterior una pléyade de alumnos/ as (ahora ya es
mixto) abandona las aulas certificando lo borroso del recuerdo de aquel remoto
internado. Más reconocible aparece el magnífico castillo, hoy sede del
ayuntamiento, rodeado de estanques y parques.
Cruzar la zona por sinuosas carreteras, en ocasiones
convertidas en verdes túneles formados por espesos bosques de fresnos, robles o
castaños, con tramos que discurren siguiendo el cauce de apacibles ríos de
márgenes cuidadas y con bien equipadas áreas de pic-nic, es una gozada.-
Mirando estos castaños, henchidos de erizos, me vienen a la memoria unas
reflexiones de Olga, realizadas en el blog, sobre la posibilidad de utilizar
los recursos propios para paliar los efectos de esta crisis. En Cangas no se
valoran, incluso se desprecian, abundantes
productos naturales, como las castañas. Ahora, muchas se dejan pudrir en el
suelo, casi no se recogen ni para dar de comer a los gochos ¡con lo rica y
fragante que hacen su carne! En Francia, las castañas son utilizadas para
elaborar diversos platos, y, sobre todo, en repostería. Le marróns glaseé, por
si solos, mantienen buenos puestos de trabajo, importante facturación y pingües
beneficios. Buena parte de ellos provenientes de la exportación.
Lamentablemente el
tiempo manda, impidiendo demorarse por estos parajes que tanto recuerdan a
Asturias. Sin embargo esa premura no consigue impedir el acercarse a uno de los
lugares emblemáticos de la zona, La Roche d’Oëtre. Próximo a un centro didáctico
se localiza este espectacular lugar, un desafío sufriendo vértigo. Una cornisa
rocosa sin ninguna protección sobrevuela la garganta del Rouvre, que fluye cerca de 150 metros abajo. Al
asomarse desde estas rocas se divisa un grandioso tapiz con todas las
tonalidades del verde formado por las copas de los árboles que cubren por entero
el valle y la ladera de enfrente. Bajo esta cornisa la naturaleza ha tallado el
perfil de la cara de una mujer que casi resulta real, como moldeada por la mano
del hombre. Para verla bien es preciso descender unas decenas de metros por un
sendero lateral. Galán podría describir, con más precisión técnica que yo, la naturaleza de
estas rocas.
Buscando una carretera general para salir de la zona se
llega a Falaise, ciudad, como la
mayoría de Normandía devastada durante la Segunda Guerra Mundial. En ella
se conserva el castillo, víctima de una controvertida restauración (las obras
aún continúan) guiada por la moda de mezclar antiguo y moderno, que dicen puede
ser el más antiguo (siglos IX-XI) de Normandía. En este castillo está situado
el nacimiento de Guillermo el Conquistador.
6ª ETAPA. —DE CAEN
A RUÁN
Capital de la alta
Normandía es Ruán (Rouen). La primera impresión al acercarse a ella, cuando los
frondosos bosques dan paso a altas chimeneas humeantes, y grandes naves
industriales aprisionan al Sena convirtiéndolo en mero canal para paso de
barcazas, es decepcionante. A esta impresión inicial se suma un pequeño
incidente. Un bordillo emboscado a la entrada del garaje del hotel destroza uno
de los neumáticos delanteros del coche imponiendo el cambio de los dos. Resulta
una relativa sorpresa comprobar que por estos lares sustituir un par de
neumáticos, mismo fabricante y tipo, es ligeramente más bajo que los cambiados
en Madrid hace pocos meses. No ocurre así con la gasolina, la s/p 95 en ninguna
estación del recorrido baja de 1,70 euros/litro.
Para dejar atrás primeras impresiones, incidentes y
cavilaciones, nada mejor que adentrarse en la ciudad vieja. Recibe,
impresionante, la place du Vieux Marché
con un estupendo conjunto de edificios de entramado de madera. En un minúsculo
jardín, no muy bien cuidado, a un lado de plaza una placa indica el lugar de la
hoguera donde quemaron a Juana de Arco,
en la actualidad recordada en múltiples lugares de la ciudad. Ocupando una
parte importante de la plaza, donde estaba la antigua de St-Vincent arrasada por un bombardeo en 1944, se alza una iglesia
de reciente construcción. En ella están instaladas las magníficas vidrieras de
la iglesia anterior, que previsoramente habían desmontado antes de recibir la
lluvia de bombas. El resto de la plaza está ocupado casi en su totalidad por
bulliciosas terrazas de bares y restaurantes que animan a sentarse y tomar un
refrigero. De aquí parte una de las
calles principales, la Rue du Gros Horloge, que, efectivamente,
debe su nombre a un hermoso reloj, con mecanismo del siglo XIV, alojado sobre
un arco con fachada renacentista. Esta calle termina en la plaza de la catedral de Notre Dame. Dicen que esta
catedral encierra todos los periodos de la arquitectura gótica francesa y
ciertamente impacta nada más ver su fachada. A pesar de estar parcialmente
cubierta por las obras de restauración ya luce una parte el blanco original de
la piedra calcárea; la otra aún el
contraste negro del hollín.
Son muchos los lugares que incitan a la visita, pero al no
disponer de mucho tiempo lo mejor es callejear por las estrechas calles
repletas de artesanos que laboran en sus pequeños talleres, deteniéndose de
cuando en cuando en algún agradable café o vinoteca abundantes por la zona.
Un plato muy típico de Ruán es el pato salvaje a la
ruandesa, canard sauvageon à la
rouennaise, asado y servido con una salsa de su sangre y guarnición de
verduras. Un restaurante muy recomendado para pedirlo es Les Nymphéas, pero cuando está cerrado por vacaciones, como en este
caso, en el restaurante de al lado, ya haciendo esquina con la plaza del viejo
mercado, también lo preparan muy bueno.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
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