jueves, 24 de enero de 2013
FIN DE SEMANA EN ZERMATT ( 1 )
Vista del lago Leman y el Mont Blanc desde un apartamento de Sécheron (Ginebra)
Entre los países
llamados civilizados existen diversos grados o escalones. Uno de los
indicadores más fiables del nivel de civismo alcanzado por cada uno de ellos es
la eficacia, y el trato, de los empleados de servicios públicos hacia los
ciudadanos.
Los transportes en
Ginebra, tomando billetes diarios, son muy caros. Ello impone, cuando se trata
de una estancia un tanto prolongada, hacerse con un abono de transportes. Para
conseguirlo basta acudir a una oficina de T.P.G. (siglas en francés de
Transportes Públicos de Ginebra) con el D.N.I. o pasaporte. Allí un atento/a
empleado/a, después de preguntar el domicilio en Ginebra (no es necesario
justificarlo) hace una fotografía con la cámara incorporada a su ordenador y en
tres minutos se está con un flamante carnet, gratuito, en el bolsillo para
adquirir el cupón de transporte por el periodo y zona que se estime
conveniente. De alcanzar o superar los sesenta y cinco años ese carnet otorgará
el descuento, en transporte, correspondiente a jubilado suizo. Incluso si se
regresa a esta ciudad uno o dos años después, y se ha olvidado ese carnet en el
domicilio habitual, con acudir a la oficina TPG, donde preguntarán amablemente
si es el mismo domicilio, entregarán en dos minutos (esta vez no es necesario
repetir fotografía por tenerla informatizada) un nuevo y también gratuito carnet.
Con motivo del viaje que pretendo relatar acudimos a una
oficina de los ferrocarriles suizos, y sacamos tres billetes ida y vuelta,
precio 180 FS. cada uno, entre Ginebra y Zermatt, con la idea de comprar allí
los billetes del tren de cremallera que sube hasta los 3135 m . del Gornergrat, cuyo
precio, 80 FS. por billete de ida y vuelta, ya conocíamos. El día anterior a
emprender el viaje, casualmente, nos enteramos de que había una oferta de
billetes que incluía la extensión a Gornergrat por 182 FS. Acudimos de nuevo a
la oficina para pedir el cambio de los que ya teníamos por los de la oferta. La
señora que nos atendió disculpó al colega que nos había atendido días antes por
no habernos informado de la oferta, e hizo el cambio de los billetes. Pagamos
los 6 FS. de diferencia y nos ahorramos 234, cerca de 200 euros, bienvenidos
para gastar en Zermatt.
Lamento este plomizo inicio. Pero no pude evitarlo
recordando la “gentil” atención y “facilidades” recibidas en tantas ocasiones
al acudir a una ventanilla de servicios públicos en España.
Intentaré ir por
donde pretendía.
Para quienes no vamos a esquiar o practicar otros deportes
de invierno, aventurarse, casi a finales de octubre, a ir por las zonas más
altas de Suiza es como tirar una moneda al aire. En lugar de pasar un agradable
fin de semana caminando por la montaña, disfrutando de maravillosas vistas, se
puede pasar encerrado en un hotel en medio de la ventisca.
En esta ocasión hubo suerte, los partes metereológicos
anunciaban buen tiempo por el Valais, cantón donde se encuentra Zermatt, y el
sol comenzaba a despuntar por el horizonte cuando nos subíamos al tren en la
estación de Cornavin.
Por delante quedaban unas tres horas de tren hasta Visp
donde se hace transbordo para llegar a Zermatt.
El viaje no resulta pesado por lo ameno y variado del
recorrido. La salida de Ginebra se efectúa por la zona donde se ubican los
gigantescos edificios de las numerosas organizaciones internacionales que
tienen aquí sede, y bordea el Jardín Botánico antes de internarse por campos
cultivados con esmero. Durante unos 100 Km . se lleva a la derecha el lago y los
Alpes franceses, destacando, por altura y blancura, el imponente Mont Blanc,
bien visible durante gran parte del primer tramo del recorrido. Los amantes del
ciclismo podemos casi situar, en cumbres más próximas, al mítico Morzine, de
cuando el ciclismo era mítico.
Tras altos y frondosos árboles se divisan grandes mansiones
afincadas al borde del lago. Los propietarios disfrutan del maravilloso lugar y
del trato fiscal otorgado por Suiza. Fortunas antiguas, como los Rothstchild,
pero también modernas -el dueño de IKEA, Michel Schumacher, y tantos otros-
tienen por esta zona su domicilio. También lo tuvo Fernando Alonso, en la
orilla de enfrente, hasta su fichaje por Ferrari, cuando lo cambió al cantón
del Ticino, más cerca de Maranello y similar trato fiscal; hace poco, me parece
haber leído que ha trasladado a España su domicilio. Pero los propietarios
lujosos que más abundan son árabes. Estos llegan a Ginebra, con preferencia en
julio, como las golondrinas, cuando es la época, llegan a los pueblos de
España. Comprobarán, supongo, el estado de sus cuentas, para después asaltar
con sus petrodólares las más exclusivas joyerías y relojerías de la Rue du Rhône, mientras
disfrutan de estas mansiones. Aunque, parece ser, según lo publicado en un
periódico local, que algunos prefieren la estancia en hoteles. A tal fin,
varios de superlujo, el President Wilson por ejemplo -situado en un moderno edificio contiguo al Palais Wilson
donde se constituyó la
Sociedad de Naciones, germen de la actual ONU- dispone de una
suite en el ático con generosas vistas al lago, varias habitaciones, amén de
espaciosos salones (no se olvide que estos señores suelen viajar con su harén)
por el módico precio de 70.000FS (unos 50.000 euros) por día. Mientras, otros
andamos preocupados por la crisis.
¡Vaya!, casi no he salido de Ginebra y de nuevo estoy
perdido. Continuaré con el viaje. Durante los primeros 60 Km el tren atraviesa
pueblos tranquilos y cuidados, Coppet, Nyon, Prangins, Rolle, Morges… con
agradables embarcaderos y majestuosos castillos. Desde la terraza panorámica
del recién restaurado castillo de Nyon se divisa gran parte del lago y las
ciudades balnearias francesas de la otra orilla, Thonon, Evian -famosa por sus
embotelladoras de agua- y sobre todo la medieval Yvoire, muy bien conservada y
con un muy visitado laberíntico jardín. En Nyon, como se sabe, tiene su sede la UEFA que rige desde allí el
fútbol europeo.
Pasado Morges, con su magnífico castillo al borde del lago y
sus fiestas estivales donde las embarcaciones lucen profusamente adornadas con
guirnaldas de flores, se llega a Lausana.
El elegante barrio de Ouchy se extiende, frente al
embarcadero, por una franja llana a la orilla del lago. Allí se levantan
elegantes hoteles; en una suite del más lujoso se alojó durante muchos años el
ilustre franquista reconvertido en demócrata y después presidente del C.O.I., Don Juan Antonio Samaranch. Muy cerca se
encuentra la sede de este Comité Olímpico, rodeada de jardines artísticamente
diseñados en terrazas, con cipreses y magnolios y valiosas esculturas que
recrean un auténtico museo al aire libre de unión entre el arte y el deporte.
El interior del edificio, construido semienterrado, alberga al Museo Olímpico,
además de oficinas, centro de convenciones y la consabida tienda.
El resto de Lausana se asienta sobre una ladera quebrada.
Destaca su catedral gótica, y la bella entrada con pinturas de la primera mitad
del siglo XIII. Trepando por la pendiente -más cómodamente se puede hacer el
trayecto en coche- se encuentra la
Fondation de l’Hermitage, rodeada de praderas y espesos
bosques con magníficas vistas sobre el lago y la ciudad, donde, además de
importantes colecciones permanentes, se exhiben interesantes exposiciones.
Disponiendo de tiempo, ganas de comer, y buena climatología se puede continuar
subiendo para degustar buenas viandas en la agradable terraza del restaurante
Le Chalet Suisse. Aunque los entendidos de morro fino y abultado bolsillo dicen
que donde mejor se come por esta zona es en el cercano pueblo de Crissier.
Alguno se preguntará por qué hablo de cosas que no puedo ver desde
la ventanilla al raudo paso del tren, y
cierto es que, ahora, solo las atisbo, pero me traen el recuerdo de visitas
anteriores a estos lugares.
El tren deja atrás Lausana internándose en la Corniche de Lavaux un
espectacular y pendiente viñedo cultivado en estrechos bancales. En esta época
del año, otoño, da la impresión de estar atravesando una larga y maravillosa
cascada, dorada y rojiza, de vides precipitándose sobre el lago.
Sorprende, y no lo he dicho hasta ahora, que gran parte de
la ladera izquierda en el sentido que ahora avanza el tren, desde Ginebra hasta
Visp, cerca de 200 K, está cubierta de viñedos, cuidados como auténticos
jardines, incluidos rosales (éstos, según los entendidos, además de
proporcionar belleza, son los mejores detectores de las plagas de la vid).
Suiza produce una elevada cantidad de vino, excelentes blancos y buenos tintos,
pero con la premura del viaje no es cuestión de ponerse ahora a comentarlos.
Atravesamos Vevey, donde desde hace siglos celebran unas
coloridas y famosas fiestas de la vendimia, además de tener radicada su sede la
multinacional Nestlé, y, durante años vivió, huyendo del macarthismo, Charles
Chaplin. Aquí murió, está enterrado, y su casa en la actualidad está convertida
en museo.
No lejos el tren se detiene en Montreux, ciudad de nobles
edificios, en la que tiene lugar un renombrado festival de jazz. De aquí parten
trenes panorámicos que coronan grandiosas montañas, como el que lleva hasta Rochers
de Naye donde se encuentra una nutrida colonia de marmotas, o el Golden Pass
que, enlazando con el Glacier Express, permite atravesar Suiza por los más idílicos
parajes. Sobre la orilla del lago se levanta una estatua de Fred Mercury: vivió
en esta ciudad sus últimos años, y sus cenizas fueron depositadas, según dicen,
en este lugar.
Al poco de salir de Montreux el tren atraviesa un pequeño
túnel que lame los cimientos del Castillo de Chillon.
Pero no voy a ser yo
quién describa este castillo. Después de Lord Byron, nadie puede hacerlo mejor,
así pues, aunque el tren siga su curso yo me tomo un descanso y doy la palabra
a este fulgurante autor del romanticismo que escribió “El prisionero de
Chillon” después de haber visitado el lugar.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
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6 comentarios:
Se sigue cebando el tiempo
con lluvias y malos vientos,
y al caminante avezado
lo mantienen enclaustrado.
Los días se hacen largos
aún estando ocupado
en los repasos de inglés,
que cual yo, de oreja dura,
y a pesar de mi interés
sólo me quedo en lectura.
Novelas intrascendentes,
películas complacientes,
como ejemplo un Western,
más los diarios digitales
y quehaceres usuales,
no es completa compañía
para amenizar el día.
Aquí llega el de Limés,
el gran narrador del Blog,
y nos deleita otra vez
de imágenes de excursión.
Yo lo sigo con un mapa
y el Google de compaña.
A este rapaz tan fino,
que cuenta cual don Camilo,
tengo yo que sugerirle
que debe escribir libros
de sus viajes y los guisos.
Me has dejado,pasmá,que relato, nos lo describes todo que es igual que si estuvieramos viajando contigo en el tren,y despues encima nos decribes las grandes mansiones,de la gente que vive, con una pension, como yo y como la mayoria de la gente que andamos por aqui,que encima me la bajaron, eso tambien hay que decirlo,porque era demasiao grande, que casi estoy por pedirte que me traigas informacion, cuando vengas por aqui,que me dan ganas de ir mirando a ver si puedo comprar una.Aparte de bromas,veo que eres un gran viajero
Ulpiano, es un gusto leer tus espléndidos escritos, da igual de lo que traten. En este caso la crónica del recorrido por Suiza me ha gustado mucho y me ha dejado como decía Alfonso Guerra “pabmao, pabmao”, con lo que cuentas de Ginebra sobre los transportes públicos y la amabilidad de los funcionarios que los atienden, para con los usuarios. “Igualico, igualico, que aquí.” No me extraña que sea cara la vida en esos países pues, con ese grado de civilización que tienen, si no fuera por estas barreras disuasorias: como son el alto nivel económico necesario y el severo control que ejercen sobre la inmigración, ya estarían invadidos de personal de medio pelo, como pasa en gran parte del resto de Europa. Nada. Yo estoy pensando que, en cuanto Rajoy nos suba las pensiones, que será cualquier día de estos, ipso facto, me dedicaré a tramitar la nacionalidad suiza.
La verdad es que es estupendo leer tus relatos. Nos has regalado un viaje por suiza, que con un poco de fantasía que le hemos puesto, es como si hubiéramos viajado contigo en ese tren.
La anécdota que me queda:
Tu tratando de ahorrar 200 EURAZOS!!! y otros gastando 50.000 DIARIOS!!!.
Parece imposible, de otro mundo, de otra época, otra galaxia... no se que decir.
Sois muy amables con vuestros ripios y comentarios. Ahora, al disponer de más tiempo y si consigo vencer la pereza, escribo sobre algún viaje realizado. Así puedo mantenerlo fresco en la memoria, y también ¿por qué no? compartirlo con vosotros/as. Espero que el resto del viaje no resulte, en exceso, pesado.
En esta primera parte olvidé comentar algo que, en Ginebra, siempre me llamó poderosamente la atención: cuando la esposa, o una de las esposas, de un acaudalado árabe acude de compras a uno de los lujosos comercios de la Rue du Rhône.
Al detenerse ante la tienda el Rolls o limusina en que viajan, chóferes o guardaespaldas descienden veloces para abrir la puerta trasera del vehículo. Por ella lo primero que asoma es un pie embutido en zapato caro, de Prada, Manolo o de Louboutin, dejando ver una pequeña franja de tobillo ceñido por reluciente esclava de oro. Casi simultáneamente, una mano, con uñas perfectas, cuidadas y pintadas, se agarra al cerco de esa puerta mientras un brazalete de diamantes se desliza sobre la muñeca, y, la otra mano, empuña las asas de un bolso confeccionado con la piel del último cocodrilo capturado en libertad. Piel a juego con la correa del exclusivo reloj, en el que no cabe otro brillante, descubierto por el fugaz deslizamiento de la manga. Una vez erguida, la mujer, queda prisionera de la cabeza a los pies por una cárcel de tela negra. Solo unos ojos, primorosamente pintados, relucen tras la estrecha abertura que deja libre el velo, todo lo demás es ya misterio. Ella penetra en la tienda mientras el guardaespaldas queda apostado en la entrada, y el chófer, con bula, permanece dentro del coche aparcado bajo una bien visible señal de prohibido aparcar.
Todo esto visto por el rabillo del ojo, sin detener el caminar. Nadie podría acusarme de voyeur, menos de desharrapado planificando un jugoso secuestro.
Ulpiano, eres todo detalle. No solamente en tus descripciones del itinerario, sino también en los personajes que se cruzan en tu camino.
Puede ocurrir que, con tan amplia información, algunos, lo den por visto. aunque estoy seguro que muchos estarán buscando en el mapa, como Martínez, todos los lugares que apuntas.
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