PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

martes, 27 de diciembre de 2016

ENTRE RECUERDOS Y OLVIDOS



No sé si, tal como afirma Gera, el blog emula al llano mejicano, lo que sí es cierto es que está vivo. Después de la fértil sementera de adviento, nueve entradas hasta la fecha, alcanza ya las cincuenta y nueve. Además han vuelto a florecer  los comentarios como en sus mejores tiempos.

Aunque  Hemingway, Fitzgerald y tantos otros brillantes autores lo  hayan desmentido escribiendo grandes obras, los excesos y ajetreos, propios de estos días de fiestas navideñas, no suelen ser buenos compañeros para ponerse a escribir. Más aún cuando trata de hacerlo un aficionado pedestre, no un escritor.

Consciente de ello, pero aprovechando  la permisividad que confiere la víspera del día de los inocentes, me dispongo a rellenar uno o dos folios con un declarado propósito: que el blog en 2016 alcance, o supere con la aportación de otros participantes, las sesenta entradas.

Invierno 63/64.- El primer trimestre era siempre difícil. Impregnado por el dulce regusto a las recientes vacaciones veraniegas avanzaba lentamente hacia la oscuridad a medida que se acortaban los días. El segundo y el tercero ya resultaban diferentes, buscaban la luz y el buen tiempo a la par que se alargaban los días, y, en el horizonte, el final de curso cada vez más cercano se veía.

Tal vez llovía o solo hacía viento aquel desapacible anochecer. Las vacaciones de navidad recién estrenadas habían dejado al instituto-convento de Corias sumido en un aletargado y melancólico silencio. Los alumnos internos, fulgurantes los ojos y henchidos de gozo, regresaban a sus hogares después de un primer trimestre de clases interminables y días carentes de final. Los externos, con no menor gozo, deambulábamos por la Calle Mayor. Unos, con el más o menos disimulado propósito de ver aparecer las chavalas que cursaban bachillerato en Oviedo y regresaban de vacaciones a casa. Otros, esperando el comienzo de la función en el Toreno. Imposible ahora recordar si en la cartelera anunciaban Horizontes de grandezacon Gregory Peck, Charlton Heston y Jean Simmons, actores-ídolos de entonces, o Rocco y sus hermanosinterpretada por la magnífica Annie Girardot, un atractivo Alain Delon que levantaba arrebatadores suspiros entre el público femenino y una deslumbrante Claudia Cardinale que los provocaba si cabe aún mayores entre el masculino. Al menos así parecían manifestarse las inclinaciones dentro de su orden natural. Si alguien tenía esas inclinaciones diferentes más le convenía ocultarlas en aquella época…  y temo que también en ésta.

Terminada la función, con las estudiantes recién llegadas recluidas en sus casas y el resto de cangueses esperando la cena caliente en torno a la mesa, la calle Mayor, todo Cangas, era solo inhóspito silencio. También la hora de regresar a casa de quienes vivíamos en los pueblos de alrededor.

La bicicleta, con el sillín perlado por la primera lluvia de la noche, aguardaba pacientemente apoyada en la farola donde la había dejado, lista para emprender un no fácil regreso a Limes. La carretera, más o menos como la de Morán cuando iba a la  escuela portando la fardelina, era un mosaico de profundos baches, alcanzando algunos la categoría de socavones,  rebosantes de recientes lluvias. Sus bordes, afilados como navajas, tendían sucesivas trampas haciendo peligrar las precarias cubiertas neumáticas de la bicicleta. Dejadas atrás las últimas luces de Santa Catalina la oscuridad era absoluta. Solo la parpadeante y débil luz generada por la dinamo, su inestable intensidad dependía de la velocidad de la rueda, rasgaba con timidez las tinieblas. De cuando en cuando una ráfaga de viento descorría una nube como si fuera una  cortina y por la rendija abierta  asomaba la luna colgada del cielo y escoltada por dos o tres estrellas. Entonces su lechosa luz convertía  la carretera en engañosa pista de plata y los árboles emergían desnudos desde la oscuridad transformados en inquietantes y fantasmales sombras chinescas. Las afiladas cuchillas que bordeaban los baches permanecían emboscadas bajo el brillo plateado, listas para cercenar cubiertas y llantas, incluso dar con los huesos del incauto ciclista, yo en este caso, en el maltrecho asfalto. Menos mal que ya estaba avezado y conocía casi al dedillo todas las trampas tendidas en un recorrido memorizado cientos de veces al año.
 Pero aquella noche ningún obstáculo, ni siquiera el fuerte viento que se abalanzaba desde las cimas de Leitariegos para encajonarse en el valle y golpear de frente, disminuía la euforia al pedalear. No solo era el comienzo de las vacaciones, también me aguardaba un acontecimiento singular que se repetía solo una vez al año.

Dos días atrás se había llevado a cabo la matanza, una matona y tres gochus las víctimas, y era el día de partir. Salvo para sujetar las víctimas en el momento del sacrificio nadie me había pedido colaborar en las tareas posteriores de partir, picar, embuchar, salar y demás propias del sanmartín, tal vez pensando que serviría más de estorbo que de ayuda. Así pues con la conciencia tranquila podía llegar a mesa puesta y participar en la opípara cena que año tras año se  celebraba con motivo de la matanza. Ocasión que reunía a familiares, vecinos y amigos alrededor de la mesa.

Los  callos, lavados escrupulosamente en el río por manos de mujer enrojecidas de frío, hervidos durante horas con repetidos cambios de agua y cocinados después, ligerísimos y perfumados de laurel, estaban siempre  deliciosos; las chuletas, doradas por fuera, jugosas por dentro, con el perceptible toque dulce del último engorde a base de castañas eran auténticos manjares. Estos platos nunca faltaban en aquellos pantagruélicos banquetes regados con el primer vino del año que chispeaba en las jarras, hacía cosquillas en la garganta y dejaba un agradable sabor afrutado en la boca.

 Aquellas cenas, con ciertos aires saturnales que hacían palidecer incluso a los festejos de las cercanas navidades, se prolongaban, entre dulces caseros, cafés orujos, animadas charlas, antiguos cuentos, chistes, risas y algunos pellizcos clandestinos por debajo de la mesa, hasta altas horas de la noche. Incluso hasta unas sopas de ajos si el amanecer ya despuntaba.

Estos son recuerdos de una tarde-noche lejana. Recuerdos rescatados de entre otros muchos olvidados. De recuerdos y olvidos, positivos y negativos, se compone ese mosaico dejado atrás en el ya largo recorrido por el corto camino de la vida.

Si el recuerdo instalado en el consciente configura buena parte de la personalidad, y ayuda a la percepción de la realidad; el olvido, ese conjunto de vivencias ocultas pero no ausentes que permanecen ancladas en el subconsciente, también puede estar condicionando esa misma personalidad y  realidad percibida.

Este blog, su enunciado lo dice, es de recuerdos de Corias, pero tal vez va más allá. En el olvido de cada cual habitan episodios, quizá no menos importantes que algunos de los recordados, que también pueden estar incidiendo en el vínculo de cada antiguo alumno con Corias, y con este blog incluso después del largo tiempo transcurrido.

Al despedir el año, a la par que no pocos de los episodios de la vida buscan y encuentran refugio en el olvido, puede resultar lícito, al margen de toda pretensión filosófica,  elucubrar y tomarse licencia para reivindicar la importancia de ese olvido. De los espacios en blanco existentes en la memoria que no emergen, aparentemente, en el blog ni en ninguna parte pero que  sería injusto, además de erróneo, minusvalorar.

Es posible que nuestra vida, al menos la pasada, vista desde el cerro bajo el cual se apilan muchos años, ofrezca cierta similitud con la escritura. Si en la escritura los signos, letras, y los llamados no-signos, espacios en blanco que separan las palabras, son determinantes para dar sentido a lo escrito; también los hechos recordados, signos, y los hechos olvidados, no signos, puedan contribuir de igual manera a configurar la personalidad y la particular percepción de realidad de cada persona.

A la importancia del espacio en blanco, no-signo, en la escritura se refiere con frecuencia el escritor y lingüista Alex Grijelmo (a qué espera la Academia de la Lengua para nombrarle académico) ilustrando esa importancia con frases del tipo un barco chino  frente a un bar cochinoodígalo, sin vergüenza en contraposición a dígalo, sinvergüenza  Frases que cambian radicalmente de sentido según se sitúe el espacio en blanco o no-signo. Advierte que en estos casos ese espacio en blanco o no signo  adquiere incluso la categoría de signo.

Pero escribir sobre los conceptos recuerdo y olvido no resulta fácil, más cuando trata de hacerlo un lego en la materia como es el caso. Son conceptos juguetones y traviesos que mutan, de motu proprio o por injerencia externa, de condición adquiriendo la personalidad del otro con sutil fluidez. Claro que siempre existirán recuerdos irreductibles que jamás mutarán en olvido. Éstos son los pilares básicos del armazón que sustenta cada personalidad y cada visión propia de la realidad.

En fin… divagaciones a brochazos que espero encuentren justificación por despedir de nuevo un año para recibir otro nuevo. Un 2017 que espero y deseo sea, menos con los enfilados por la justicia y por Samuel, magnánimo con todos.


ulpiano rodríguez calvo

miércoles, 21 de diciembre de 2016

¡¡¡ FELIZ NAVIDAD !!!



Utilizando  como felicitación el ingenio, esmero y  buen gusto de un establecimiento comercial leonés, el cual  suele vestir y acomodar a esta singular pareja de abuelos, que ya son iconos de la casa,   con  las galas propias y acordes con  las celebraciones populares del momento y del lugar,  y  que  en este caso su presencia en el escaparate la motiva el feliz acontecimiento universal del nacimiento de Cristo. 

Los elementos principales de la vidriera son este par de ancianos que posan tan ricamente rodeados de productos alimentarios y de los típicos adornos navideños. Conviene destacar que la señora  mantiene en su regazo  una muñeca no muy conocida, que representa a la  Vieya´l Monte. Pero muchos de los amigos del blog podréis preguntar ¿quién es este pelele que calza madreñas con una media blanca y otra negra?  Y yo os diré que  es un personaje mítico popular que trae regalos, principalmente a los niños,  muy conocido  en la montaña central leonesa, y que últimamente  se intenta  recuperar y extender como tradición propia a toda la provincia, a modo de un Papá Noel cazurro  para la  Navidad, como pasa con  el "olentzero" en  el País Vasco o con el "caganer" en Cataluña o Valencia. 

De ahí que yo me una a  este  noble deseo, y utilice la genuina imagen como postal de Navidad  para desear a todos los amigos y visitantes del Blog unas felices fiestas y un nuevo año pleno de  salud, paz, humor  y tranquilidad. 

¡¡¡ FELIZ NAVIDAD PARA TODOS!!!


B. G. G. bloguero “Prior”

martes, 20 de diciembre de 2016

EL CONCURSO Y LOS ANÓNIMOS



                                                                            Texto y foto: jrFrancos

     En una muy pequeña  población cercana, cuyo censo electoral  apenas llegaba a cien, se presentó en las elecciones municipales de 1979 un vecino por la ORT (Organización Revolucionaria de los Trabajadores) consiguiendo once votos. Contando sus hijos, hermanos, primos y demás familiares, sumaban diecinueve. Es decir, no lo votaron ni los suyos.

     Sirva esta anécdota para decir que cuando colgué la entrada del sorteo del libro ("A ojo de buen cubero", 9-12-16) y ver que, salvo Ulpiano, que hizo como de embajador al no poder participar,  ni mis propios compañeros allegados de la Promoción 59-66 participaban, pensé en aquel candidato a la alcaldía a quien no votó ni su propia familia.

     Pero no, Galán para poner un poco los puntos sobre las "íes" ante la irrupción de un Anónimo (que afinó mucho) y después Samuel, que aún lo hizo más,  estuvieron al quite (faltó JM Martínez quien, según me confesó, entrena duro para estar a la altura en el Campeonato de Veteranos de España, donde va a participar).

     En estas estábamos cuando el día 19 entra en el concurso otro Anónimo quien investiga en la hemeroteca virtual y da en el clavo. Efectivamente, son 268 páginas que van ilustradas con 320 fotografías, algunas de ellas a color. 

     Yo, señor coordinador del Blog, hago como aquel personaje histórico: me lavo las manos y lo dejo en tu decisión: ¿Se le da el premio a Samuel,  que valientemente con su nombre y apellidos dijo que "más de 260 y menos de 270" o se le entrega a Anónimo II que, desde luego, tendría que decir aquí públicamente quien es?


lunes, 19 de diciembre de 2016

TINEO-OBONA-CAMPIELLO 2016


Benjamín... Imitando lo que vosotros hacéis en Baselgas cada año. Nosotros en Octubre, con motivo de la revisión anual que alguno de ellos tiene que hacer en la clínica Vega de Oviedo, aprovechamos para juntarnos en esa zona de Tineo o Cangas. Se hace una visita cultural y una comida. Este año fue una visita a Tineo, su Ayuntamiento, ya que en el Salón de Plenos hay los retratos de los personajes importantes del concejo....entre ellos dos dominicos. Al no estar el alcalde, su secretaria nos regaló unos escudos del Concejo de TINEO, que agradecemos.

Estaba prevista una visita al monasterio de Obona...por falta de tiempo queda pospuesta para el próximo año.

Lo que no pospusimos fue la comida en Campiello. Una comida típica de la zona y muy abundante en CASA HERMINIA, lugar de referencia en la zona y de paso obligado de EL CAMINO PRIMITIVO A SANTIAGO.

Los comensales éramos de lugares bien distintos, un burgalés, un palentino, una leonesa, un leonés, una conquense, una cubana de Miami, un navarro, un salmantino de Alba de Tormes, tres asturianos de Tineo, Corias, Belmonte y una asturiana de Oviedo. Un catalán-gallego. Faltó Emiliano por motivos pastorales.

Te adjunto unas fotos por si tienes a bien poner este comentario en ANTIGUOS ALUMNOS DE CORIAS, que algunos lo hemos sido.





Adiós a la fardelina



Esto ocurrió cuando una gallina costaba 4 pesetas y una docena de huevos 2,50. En aquella época la carretera que unía Campomanes con La Frecha  -dos kilómetros– tenía tantos baches que ninguno de ellos se distanciaba de otro más de dos cuartas. Por increíble que parezca, había circulación, poca, pero la suficiente como para que resultara milagroso que circularan vehículos por semejante calzada.

Jesús Fernández García, más conoció como Suso el Molineru una noche que regresaba a casa con una borrachera monumental, se precipitó al fondo de uno de estos baches y no fue hasta casi el medio día del día siguiente que se le pudo extraer de allí con vida. Era la postguerra y no había en Asturias ni un bidón de alquitrán con que reparar tantos cientos de kilómetros que estaban como aquel.

Yo era conocido entonces como Pepín y reconocido como un elemento de cuidado. Debido a un sangriento incidente que tuve con el maestro de Campomanes. Mi madre, que era muy resolutiva, decretó que con tan estrepitoso suceso, tenía que cambiar para la escuela de la Frecha. Fue ahí cómo uní mi destino al de un maestro magnífico.

Desde el primer  momento se generó una evidente empatía entre aquel hombrecillo y yo. Mi intuición infantil me advirtió de que estaba ante un hombre competente y respetable, es decir, ante un buen profesional de la docencia y hombre que era acreedor del mismo respeto que tenía por mis padres. El maestro, a su vez, intuyó que en aquel rubito de 10 años tan travieso, había algo aprovechable, mi devoción por la letra escrita, mi afán, mi bulimia lectora. Me tenía en clase siempre dopado con novelas (Julio Verne, Víctor Hugo etc…) Me relegaba a un rincón al fondo, separado de todo y no le generaba ningún problema.

La escuelina, tenía en su frontal y en uno de los laterales, un espacio cubierto, similar a los soportales, llamado “cabildu”(Cabildear,  reunirse para debatir temas que conciernen a un colectivo). En un clima como el asturiano en el que tanto abundan los días de lluvia, esos espacios exteriores, resultaban indispensables y, de hecho, cumplían un cometido importante. En la escuela cubrían una necesidad obvia: tener un sitio donde los niños pudieran estar al aire libre,  pero resguardados de la lluvia. En el cabildu dejábamos cada crío sus madreñas. Todas alineadas en una larga fila. Allí nos esperaban serias, formales, ordenaditas toda la mañana. A final, cada chico calzaba sus dos madreñas. Nunca nadie confundió sus madreñas con las de otro. Había una especie de fidelidad conyugal que identificaba a cada crío con sus madreñas. Todas parecían iguales pero todas eran diferentes.

A la hora en que yo me levantaba mi madre estaba atendiendo su negocio (una carnicería). Encomendaba a una vecina el despertarme para salir camino de La Frecha. Calzado con mis madreñas echaba a andar por aquella carretera llena de baches. A poco de dejar Campomanes atrás, había una recta de unos 300–400 metros que tenía un desnivel que presagiaba ya las pendientes del cercano Puerto de Pajares. La recta comenzaba al salir de una curva cerrada. La circulación era poca y los pocos que circulaban eran vehículos viejos, asmáticos, silicóticos. Cuando uno de aquellos trastos llegaba a la curva que precedía a la recta empinada, casi se detenía para cambiar – reducir la marcha. Ese era el momento exacto de encaramarse por detrás… Para un individuo de 10 años era una tentación irresistible abalanzarse a la trasera del camión y con una agilidad de ardilla subir a él.  No importaba el ir calzado de madreñas. A esa edad nada es imposible. Vamos a ser serios. Aquello estaba prohibido, era peligroso y podía ser traumático. Además significaba viajar sin billete… demasiadas cosas para detener a un guaje inclinado a desafiar  peligros casi a diario.

El asunto resultaba más divertido cuando el conductor del vehículo se percataba de la presencia del crío. Si era impulsivo y mal humorado sacaba la cabeza por la ventanilla y producía unas palabrotas terribles. Pero claro, como no podía detener el camión, su mal humor producía un suplemento de regocijo en el guaje polizón.

La maniobra de abalanzarse contra la trasera del vehículo y luego izarse para subir, ofrecía, a veces, la dificultad de llevar las manos ocupadas con una fardelina en la que llevábamos la enciclopedia y la pizarra. Había que lanzar el bulto y ya con las manos libres, agarrarse y arriba.

Una vez terminada la pendiente, a donde llegaba el camión agonizante, era necesario apearse en marcha, pues allí se iniciaba un largo trozo de carretera llana y el camión cogía cierta velocidad. Al apearse, convenía dar unos pasos a favor de la marcha del camión. De no hacerlo así, el batacazo estaba asegurado. Una vez -día aciago aquel-  a la hora de tirarme no encontraba la fardelina con la enciclopedia. En unos instantes el camión empezó a circular más veloz. En un segundo se planteó el problema de lanzarse, pues la siguiente oportunidad no se presentaría hasta las primeras rampas de Pajares. No podía irme a seis kilómetros. Dejé la fardelina y me eché afuera. Al quedarme sentado en la carretera vi al dichoso camión… alejarse raudo con mi enciclopedia y mi pizarra. En dos segundos se presentó el problema en toda su terrible realidad, a ver cómo explicaba yo aquello a mi maestro y sobre todo, a mi madre… El maestro no se enteró. Nada más entrar, me dio la novela de turno y me envió al fondo del aula.

Al medio día me quedaba a comer con mi abuela materna, como de costumbre. La abuela tenía bastante hacienda y se la trabajaba una mujer hombruna que lo mismo atendía al ganado que araba las tierras.

La abuela se dio cuenta de que algo me pasaba. Le costó un minuto escaso el hacerme confesar mi tragedia. “Bendita mujer”. Vio que mi problema era la reacción de mi madre y tomó cartas en el asunto. Vivía con ella todavía el menor de sus hijos que trabajaba en las oficinas de fábrica de Mieres. Le dio orden de traer al día siguiente una nueva enciclopedia y otra pizarra. Así fue. El maestro ni se enteró, y mi madre seguramente lo notó pero guardó un caritativo silencio.

Fue así como me vi separado de aquel genial libro donde yo había leído que existió Viriato, Pelayo, que 3 no es lo mismo que 3 al cubo y que la capital de Finlandia se llama Helsinki.

La enciclopedia era de Dalmau  Carles Pla, estuvo vigente hasta finales de los años 40. Luego la sucedió la Enciclopedia Álvarez, si alguien conserva una Dalmau Carles  por casa de esa época que sepa que vale 1500 euros.
Era más catalana que Jorge Pujol y era el texto obligado de la época de Franco en todas las escuelas de España… ¡Igual que hoy!

Hace poco me he comprado una edición facsímil de dicha Enciclopedia. Ella es más vieja que yo. La conservo con el mismo amor que dedico a la media docena de libros que han constituido parte de mi ser. Unas por fundamentar mis criterios intelectuales, la Dalmau Carles Pla, Los Evangelios, La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, La rebelión de las masas de Ortega y Gasset, y en el plano estético: El bosque animado, de Fernández Flórez y El amor en los tiempos del cólera, de García Marquez.


Pepe Morán. Dominico-ex

jueves, 15 de diciembre de 2016

OBRAS Y PROYECTOS EN CORIAS VI




    Con esta entrada, finaliza la exposición de las principales obras realizadas en Corias.
    Como ya comenté, en una entrada anterior, no hay datos sobre las obras del cine, el laboratorio y el museo de Ciencias; posiblemente se perdieron durante la transformación en parador.


    Es de destacar los detalles en las paredes del laboratorio, algo muy característico en Pepe Gómez, como se puede observar en prácticamente todas sus obras: Hotel Truita, Amador, vivienda unifamiliar en Pola de Allande, etc..

    Por lo poco que se puede apreciar, estos dibujos del laboratorio, fueron hechos por un dominico, aunque no se identifica su nombre.





    No quiero terminar esta entrada sin comentar el reconocimiento que la entidad DOCOMOMO presta a Gómez del Collado.
    El pasado 23 de Noviembre, esta entidad saldaba una deuda con este gran arquitecto asturiano pues ninguna de sus obras estaba recogida en el registro de la entidad. DOCOMOMO es una organización internacional representada en España por DOCOMOMO IBERICO cuyo propósito es estudiar y documentar la arquitectura del movimiento moderno con el fin de lograr su reconocimiento como parte de nuestra cultura del siglo XX.
    Las obras que se presentan a esta entidad se clasifican en dos niveles: A, las de mayor relevancia y B, aquellas que siendo de interés han sufrido alguna transformación parcial o adaptación al ámbito local en el que se realizaron.
    En la última comisión técnica de DOCOMOMO, el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias representado por José Ramón Puerto, gran conocedor de la obra de Pepe Gómez, presentó 13 obras del arquitecto, realizadas en Asturias y una en León, de las que 6 se podían incluir en el nivel A y que son las siguientes:
  1. Casa estudio del arquitecto en La Cogolla. 
  2. Bloque viviendas en Alcalde Díaz Penedella, 1 
  3. “           “                   “            “      Penedella, 2 
  4. “           “                   “            Calle Mayor. 
  5. “           “               y local comercial edificio Riesco. 
  6. “           “               sistema PANAL en C/ Uría. 
    Las incluidas en el registro como obras de nivel B son:
  1. Bloque viviendas en Alcalde Díaz Penedella, 4 
  2. Vivienda unifamiliar y local comercial Edificio Morodo. 
  3. Local comercial Bar Amador. 
  4. Vivienda unifamiliar en Pola de Allande. 
  5. La vivienda en Caboalles de Abajo por León. 
    Hay otra serie de obras, pendientes de aportación de documentos, que posiblemente pasen a formar parte de alguno de los listados anteriores.
    En uno de los cursillos que realicé, para sacar el carné de manipulador de productos fitosanitarios, el profesor nos decía que no había malas hierbas, el problema es que no estaban en el lugar adecuado.
    Yo creo que a Pepe Gómez le pasó algo parecido; no vivió en la época adecuada.
    Gera, como conocedor del tema, seguro que nos puede ampliar algunos detalles.

viernes, 9 de diciembre de 2016

A OJO DE BUEN CUBERO (concurso)

                                       
                                             Texto y fotos: jrFrancos



      ¡Hola, amig@s!

      Hace ya un tiempo que no aparezco por estas página, aunque algunas veces las leo y muy de tarde en tarde hago algún comentario. Como le había dicho en su día a Galán que "sortearía uno" y habiendo sido el pasado día tres el aniversario de la culminación para mí de un deseo largo tiempo alimentado (tanto que ya lo tenía en mis años de Corias), pues a falta de otras ideas o temas sobre los que escribir, voy a sortear un libro. He barajado varias formas de hacerlo, pero al final me he decidido por ésta: "¿Cuántas páginas tiene el libro de la foto?" (Se concede un error de  +  -  10). Esto será un juego a "ojo de buen cubero", que Pancracio Celdrán diría que "era aquel oficial que cuando se fabricaban vasijas o tinajas de barro, dada su experiencia y buen ojo, "cubicaba" de cabeza el contenido de las mismas" a falta de conocer la fórmula matemática.

     Ya os dejo con vuestros cálculos de "buen cubero", quienes queráis participar, en la firme voluntad de dejarme ver con más frecuencia en el futuro. Unas fotos (portada, contraportada, lomo y dos recortes de prensa) ilustran esta entrada.


                                                                                                   Hasta pronto.







jueves, 8 de diciembre de 2016

ENCONTRAMOS "UNO"



Este no es el Asno que ando aún buscando, pero para los efectos es el mejor.  Deseando a todos y todas unas Felices Navidades y que el 2017 sea muy amplio en bendiciones, salud, pesetas y ...

Un fuerte abrazo para todos y todas, y etiquetando a Samuel, ¡¡¡Que haya Salud!!!

domingo, 4 de diciembre de 2016

ESCASITO, QUE ESTÁ MÁS RICO


La maestra de la escuela a que fue Angelina, mi esposa (observe usted que no digo mi mujer) desde que el Padre Jaime ofició nuestro matrimonio en Corias allá por el…¡ay Dios mío…cuándo!, digo que la maestra, como todas los maestros de por aquel entonces tenía un muy escaso sueldo y por si fuera poco el marido dicen que era un tacaño, con lo que los estipendios “para hacer el pote”, eran pocos y menguados, por lo que ella siempre guisaba las cantidades muy ajustadas y acaso exiguas. Y el razonamiento, conocido de uno a otro confín, de Doña (Maestra) era:
— “Escasito, que está más rico”. (Parece que Fidel Bigotes —sí, sí, el de la entrada anterior—no pasó por aquella escuela, pues las bacanales que celebran anualmente esta media docena de buena gente, superan las que celebraban Lúculo y Petronio, aquellos dos juerguista de la Roma pagana y que Ulpiano intuye cómo deben ser las pantagruélicas viandas que se cocinan en las perolas que le gustaría ver y que desde tan lejos le llegan los efluvios…).
Los comentarios a mis tres últimos escritos son eso: ESCASITOS, en cuanto a número, pero ¡QUÉ RICOS! Y no lo digo por lo agradecidos que os mostráis, ni por la generosidad de los mismos, ni siquiera a Ulpiano por sus ¡617 palabras!, sino por lo que nos unen esos sentimientos de recuerdos directos, unos y, otros —otras más bien— por “apegadas” a los que los tienen directos y que, aunque sólo sea con su presencia, estilan el carisma de Corias. ¡La vida! La vida que será, siempre, un misterio, real, presente en todas partes y que nos está contando permanentemente sus parábolas; con sus tiempos y sus ciclos. Mirad, sino:
Subíamos en fila, —qué cosa tan extraña hoy en día ¿verdad?— en dos filas bien formadas digo, por la escalera y cuando llegábamos a la planta segunda, la de las clases, allí estaba Gurdiel, (una figura bien parecida a Sammy Davis, jr.), terminando de barrer el pasillo que le había tocado en desgracia barrer por Dios sabrá qué castigo. Digo que Dios sabría porque ni él, Manuel Gurdiel, ni ninguno de sus compañeros podríamos saber por lo buen chaval que era. Pero le pasaba igual que al propio Sammy Davis, que decía de sí mismo, con el humor que le caracterizaba, que tenía la mala suerte de ser poco agraciado a la vez que negro, tuerto, feo y…judío. Y encima se juntó con otros “pelgares” como Dean Martin o F. Sinatra.  Pues Gurdiel no era ni tuerto, ni negro ni judío, pero…le pasaba así también: andaba siempre con otros “pelgares” (dicho con cariño) que casi siempre se escabullían y él:
— Gurdiel, mañana, durante el recreo de… a barrer el pasillo de… empezando por el extremo sur.
— Es que Padre,...yo…
— Por empezar por “es que yo…”, lo barres también pasado mañana.
Y claro un pasillo así de largo y tres metros de ancho, por mucho aire que te dieras en la media hora del recreo era imposible… Pero después de…tantos días de práctica algunas veces se acercaba al final, justo cuando subíamos en filas y en dirección contraria a la faena lo que unido a la mala leche de algunos que arrastraban la basura con los pies, el pasillo volvía a su estado original. Claro, el inspector de turno, muchas veces un fraile de la marina, no daba de paso la labor y quedaba pendiente para el día siguiente…
Pero, ya me iba por los cerros de…de…del Acebo, subíamos en filas por la escalera y al ver a Gurdiel se me ocurrió otra diablura más: Bauzán, otro alumno popular de mi curso, que siempre vestía de negro…, era muy gordito (bolita le llamábamos) iba delante de mí y ya había alcanzado el último peldaño, ¡¡justo, la ocasión la pintaban calva!!, saqué la mano tiré del pie de Bauzán con tan buena fortuna que cayó sobre Luis Arias y por efecto dominó unos cuatro, o cinco, más, todos encima de la escoba de Gurdiel. El alboroto amplificado por Gilberto, Marina, Puente,… fue histórico… me sentí merecedor de otra matrícula… ¡Pero…!
¡Quién podía imaginar que justo allí, detrás de Gurdiel, estaba allí el Padre que cité al principio, frotándose las manos por encima del ombligo, en pose bien conocida por todos especialmente por Manolito, el de las gruesas gafas. Con tal destreza y fuerza apuntó, que me pasó de una de las filas a la otra! Atravesé los tres metros ingrávido, volando… Y claro, colaboré, ajeno a todo interés, a barrer el claustro aquel, una semana.
Pero, ¡y lo que Gilberto, Puente, Veiga y otros muchos se rieron!  Si supiera que podrían volver a reírse, sin dudar pondría la cara para recibir un bofetón tal aquél.
Y lo del ciclo venía a cuento de que nunca guardé rencor alguno por aquel insigne y bien calculado bofetón, hasta el punto que le pedí que celebrara la eucaristía de nuestro enlace matrimonial.

viernes, 2 de diciembre de 2016

BASELGAS V, 2016




Una vez más, y ya es la quinta, que nos hemos reunido gran parte del grupo, “Promoción Corias 1959/1966”,  en Baselgas concejo de Grado, para festejar y perpetuar una amistad forjada entre todos nosotros ya hace más de cincuenta años. A propósito de este bonito rincón moscón   y de la buena acogida que tiene  año tras año,  este grupo de amigos y antiguos compañeros de internado de  colegio,  por parte del hacendado anfitrión Fidel,  me viene a la memoria algo remoto de cuando yo era niño  que creo puede venir a cuento en este caso.

En mi pueblo, Posada de Rengos, y supongo que en muchísimas más aldeas, tanto del concejo cangués como de  los concejos limítrofes,  después de la guerra incivil y hasta bien entrados los años setenta, existía un derecho adquirido  popular, de trasmisión oral, del tipo de los que regían en los pactos entre ganaderos cuando iban a cerrar el trato,  que eran  simples palabras y a la hora de dar validez al compromiso adquirido entre las partes convenidas, eran tan válidas o más que una  fe de notario.

Todas estas normas o reglas que pasaban de padres a hijos  en los pueblos, no eran  publicadas  en el BOE pero eran aceptadas, practicadas y respetadas por todos de forma casi unánime. En el caso que voy a contar  la ordenanza conminaba, sin llegar a obligar bajo sanción,  a los vecinos de los pueblos a dar cobijo a cualquier  mendigo, transeúnte o pordiosero, que apareciese por el pueblo siempre y cuando  faltasen pocas horas para que llegase la noche, no dándole tiempo para que el desamparado pudiera desplazarse  por su pie y  con luz natural,  hasta la población  más cercana.
   
Cuando esto sucedía el pordiosero en cuestión, nada más que llegaba al pueblo, siempre que estuviera a  punto de caer la noche, antes de apostarse en cualquier sitio público,  lo primero que hacía era preguntar  por la casa del alcalde, vistor o, en su ausencia o defecto, cualquier vecino del pueblo que hubiese asumido la responsabilidad y el control de estas tareas de  caridad y solidaridad hacia cualquier paria que apareciese por la aldea.  Para controlar esta prestación la persona encargada llevaba  un control riguroso con  el orden de acogida para las diferentes casas del vecindario. De ahí que en cuanto se personaba el  desdichado de turno en casa del alcalde pidiendo cobijo, éste  consultaba su listado de acogida y por estricto orden de cumplimiento  designaba al vecino  que le correspondía  prestar ese servicio de caridad.

El alcalde solía acompañar  al transeúnte hasta la casa de acogida y lo presentaba a los recién nominados benefactores para darle más empaque y validez al acto.  Normalmente, ningún vecino  se solía negar a hacer  tal favor,  pero como pasa con todo en la vida,  había personas que recibían al huésped  de  muy buen agrado,  incluso   se esforzaban lo que podían por  complacerle en todo lo relacionado con la alimentación y con  el descanso, así como de facilitarle ropa usada limpia,  pero había otros que no eran tan receptivos y voluntariosos para socorrer al transeúnte, porque les parecían que eran todos unos mangantes y unos vagos.

Había casos en los que podría estar justificado el intento de escaqueo pues,  la vivienda no reunía condiciones y espacio suficiente como para albergar a desconocidos junto con los miembros de la familia. Llegado el caso  en el que el vecino intentaba zafarse, el alcalde no solía permitirlo y de forma inflexible decía que se arreglaran como pudiesen, porque él no podía saltarse el turno y  el indigente  tampoco  podía pernoctar  al raso. Digo esto con conocimiento de causa porque  ese era nuestro  caso. La casa de mis padres es pequeña y con los miembros de la familia que en ella convivíamos, prácticamente, ya  estaba al completo. Aún así, un buen día se personó la autoridad competente en casa junto a  un pobre de los del saco, para  decirnos que nos tocaba darle alojamiento  esa noche a aquel pobre víctima de la vida.

Recuerdo que  era un hombre de mediana edad,   bajo y rechoncho, sonriente y   de buen carácter,  con tales barbas que, estando sentado,  le llegaban a la altura del ombligo. El alcalde de turno sabía la falta de espacio de nuestra vivienda pero él tampoco  podía saltarse el orden establecido. Mi madre no se oponía a darle de comer las veces que hiciese falta al mendigo, pero el tener que proporcionarle  cama, eso a ella  sí le suponía un  problema y le decía  al regidor que había muchas casas más amplias que la nuestra,  en las que habilitar una habitación no les supondría  ningún trastorno, pero el juez en este caso,  no cedía e insistía en que cuando toca, toca.

Tal que,  mi madre viendo que no se podía zafar del encargo, le dijo al mendigo que en casa había poco sitio pero si él estaba de acuerdo  le  podían habilitar como cama un antiguo pesebre de la vaca bien mullido de yerba, con buenas mantas  y que dormiría allí plácidamente, sin ruidos y bien caliente. El hombre acostumbrado a hacer guardia en peores garitas, intuyó que se le iba a tratar bien y  no lo dudó. Al instante  aceptó la oferta  de muy buena gana. Recuerdo lo amena que fue la cena en la cocina los tres junto al barbas aquel,  y cómo nos narró detallada y minuciosamente las miles de peripecias y calamidades que aquel pobre desgraciado pasaba por el mundo.

A la hora de llevarle a la suite, el mayor miedo de mi madre era que fumase  ya que  había yerba seca amontonada y temía que tuviéramos que salir todos huyendo despavoridos por las llamas durante la noche. Pero no. Antes de bajarlo a los aposentos pesebriles le hizo una advertencia muy seria, que por Dios no se le ocurriera fumar en el “leito” (cajón de madera que hace de cama en la Cabrera leonesa, donde antiguamente se acostaba  la familia al completo. De ahí los problemas de consanguinidad y raquitismo endémico) y, aquel desgraciado, a pesar de que no paraba de “aborronar” en todo momento, fue consecuente con la exhortación del ama y  no fumó en toda la noche.

 A la mañana siguiente, sobre las nueve y media, como no respiraba el huésped, mi madre bajó a la suite a llamarle para desayunar y el hombre desperezándose como los gatos respondió muy alegre y contento diciendo que  en seguida subía. El aseo personal se le suponía pues en la casa tampoco había agua corriente por entonces, pero sí pasaba un caudaloso regueiro al lado, donde los nenos jugábamos, bebíamos y nos lavábamos de vez en cuando.

Una vez el hombre  en la cocina,  bien calentito sentado a la mesa, tomamos los cuatro buen  tazón cada uno  de café con leche  migado con pan. Aún recuerdo cómo al hombre se le quedaba la barba llena de migas y faraguyas  de pan empapadas en leche, debido a la fruición y la rapidez con que aquel pobre desgraciado  sorbía el desayuno.  Una vez reconfortado por el calor del café y también por la divertida conversación, aquel  pobre mendicante  se deshacía en elogios hacia sus acogedores, aunque solo fuese por una noche, y decía que se sentía feliz de lo bien que había dormido pues, el pesebre–cama, que se le había improvisado,  le había retrotraído a su infancia, ya que aquella seudocama, especie de cajón de madera, de sección trapezoidal,  era exactamente igual a la  cuna en la que él y un hermano suyo más pequeño,  habían dormido juntos hasta que no cupieron en ella.

Una vez contado  el pasaje del pobre, como conclusión diré que nuestro amigo  Fidel tiene el gran  inconveniente  que, a pesar de vivir en otros tiempos más democráticos que los del pobre de marras, se ve que en Baselgas no son tan respetuosos  como en Posada de Rengos  con las tradiciones de corte samaritano. Por lo tanto,  por muchos pretextos que este mozo busque, siempre tendrá que seguir cargando, al menos una vez por año,  con la murga de este  grupo de mandrias que juran y perjuran por lo más sagrado que son sus amigos y  que nunca lo abandonarán. De ahí que no le quedará otro remedio que albergarlos y acogerlos.

Amigo Fidel, muchas gracias por todo en nombre del grupo.


B. G. G. bloguero “Prior”

martes, 22 de noviembre de 2016

Va de ángeles



No me digáis que no sería maravilloso que se inventara algún artilugio para detener el tiempo. Quiero decir que sería genial poder echar el ancla justo en el momento en que casi tocamos el cielo con las manos. Prolongar esos minutos, horas, quizá días que nos sentimos absolutamente felices. No es posible quedarnos, instalarnos en ese momento mágico. Estamos destinados a recorrer otros minutos, otros días, unas veces venturados y otros desventurados.

El tiempo se lleva todo consigo, lo grato y lo ingrato. No cabe dolerse de la crueldad que significa poner fin a los momentos maravillosos, porque por contrapartida, el tiempo se lleva también lo adolorido, lo triste.  Es más, nos hace la caridad de mantener una memoria gozosa al recordar lo bueno y nos ayuda, y mucho al ir dejando lo ingrato entre las nieblas del pasado. Sólo los enfermos mentales logran instalarse en el pasado doloroso. Y lo llevan como un insoportable fardo a sus espaldas.

Los sanos mentales, rebuscamos en el pasado lo momentos felices para seguir gozándonos con ellos.

Con frecuencia me viene a la memoria aquella Navidad del ochenta y pico. Trabajaba yo en aquella época 11 horas al día. A las nueve de la noche terminaba en el centro donde impartía inglés comercial. A las nueve y cuarto llegaba a casa. Mis dos niñas, una de cuatro años, Rosa y otra de cinco, Ida, llevaban cinco minutos acostadas pero no dormidas, pues esperaban a despedirse de papá. Yo rendido, exhausto, les dedicaba un cuarto de hora entrañable para mí. Las tomaba de la mano y las llevaba al mundo mágico de los cuentos, donde todo lo imposible resultaba posible y, en la penumbra de la habitación mi voz convertida en susurro, las transportaba suavemente al país de los sueños.

Cientos de cuentos improvisados que lamento no recordar. Eran como un dulce somnífero a dosis diaria… En alguna ocasión me quedé dormido yo mismo a la par que ellas. Sólo recuerdo alguno que me veía obligado a repetir una y otra vez. A petición del público.

En esas estábamos cuando un incidente de mi salud me llevó al hospital Gregorio Marañón donde estuve encamado mes y medio.

Se trataba de una grave dolencia de la vista que me obligó a guardar reposo durante mes y medio con los ojos vendados y sin poder mover la cabeza ni un centímetro todo el tiempo. Fue terrible. Me encamé el día de Nochebuena y di orden de que no llevaran a las niñas a verme, pues la estampa era patética y demasiado impresionable para su corta edad.

La única información que recibieron fue: “Papa está malito en el hospital”.
Rosa de tres años y medio, fue quien primero reaccionó ante mi ausencia. Según me explicaba mi mujer se pasaba el día diciendo –viniera o no a cuento– “Bueno, yo como no quería a papá”, “Mamá, yo a papá no le quería”, “Yo no quería  a papá”.

Así mes y medio.

Cuando retorné a casa ofrecía un aspecto lastimoso. Pálido, con el pelo alborotado, vacilante, con unas gafas en la que los cristales habían sido sustituidos por dos cartones negros con un minúsculo orificio en el centro. Llegué y me derrumbé en una butaca con el cansancio de haber corrido un maratón.

Rosa no se separaba de mí y me decía: “Papá, qué guapo eres”, “Papá, guapo, te quiero mucho”.

No aguanté más allá de diez minutos. El cansancio era tal que tuve que acostarme en la cama.

Allí estaba yo, en la penumbra y sin ver… cuando oí que alguien andaba junto a la cama.
-                               -   ¿Quién anda por ahí? Pregunté.  
 -                        -  Papá, soy yo, Rosa. Contestó una vocecita y prosiguió, Papá ¿Me dejas acostarme un ratito contigo?
-                               -  Sí, mi vida, ven y acuéstate. Respondí.

Pronto la sentí apretarse contra mí, al tiempo que me decía:
-                              -  Qué  guapo eres Papá.
-                              -  Ya hija, lo sé, gracias.

Un silencio.
-                             -   ¿Papá?
-                            -    ¿Qué cariño?
-                            -   ¿Quieres que te cante algo o te cuente un cuento?

La oferta me deslumbró. Quería darme lo mejor, según sus valores, una canción o un cuento. Sentí una emoción inenarrable. En oscuridad mis quebrados ojos se me llenaron de lágrimas. Apenas si pude susurrar.
-                          -   Un cuento cariño. Dije.
-                          -   Una vez, una ardilla que vivía…

Fui consciente de que ni antes ni después de aquello iba a vivir algo tan bello, tan maravilloso como aquello.

Di gracias a Dios por facilitarme una prueba palpable de que, en efecto, existen los ángeles. Y uno estaba allí a mi lado. Luego, reconozco que le pedí a Dios un imposible; que detuviera el tiempo, que no terminasen aquellos minutos de ensueño.

Y no terminaron. Casi cuarenta años después, sigue el ángel a mi lado. La niña creció, se hizo mayor, hizo dos carreras universitarias, aprobó dos oposiciones, se casó y actualmente vive en Bruselas donde trabaja en la European School 4.

El roxín de la foto es su hijo, que, haciendo honor a su prosapia angelical es otra prueba ineludible de que existen ángeles.


Mirad la foto, y comprobaréis que es un ángel. Es un ángel trilingüe, ya sabe cómo se dice: cuento, canción, soñar y cariño en tres lenguas, en francés, inglés y en la lengua de los ángeles, o sea, el español.

Quizás todo esto ha sido un regalo que me dio la Providencia por bautizar a mi hija Rosa con sidra.

Sí, sí, con sidra.

Pedí permiso al cura de Pola, donde nació la niña para que me permitiera echar unas gotas de sidra en el agua bautismal. Ya que la niña había nacido en Asturias y aquí se cristianaba yo quería que saliera una criatura explosiva, exuberante, chispeante, rubia, alborotada y alegre como la sidra que cae sobre el vaso. Y así salió.

Pepe Morán. Dominico-ex