PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

viernes, 23 de abril de 2010

DE BICICLETAS Y PISTAS DE PATINAJE, entre OTROS

(El amigo Francos me envía este ameno artículo para el blog. Debiera publicarlo él directamente, pero de momento parece que prefiere este otro camino)



  El 7-4-10 pudimos leer como Galán hacía trueque con Ricardo Bayón: un badajo por dos ruedas y dos pedales. ¡Qué tendrán las campanas que a todo niño o adolescente le encanta hacerlas sonar! Debe ser que con su sonido magnifica una personalidad y adquiere una importancia -porque, ¿quién no se vuelve a mirar cuando suena una campana?- que por su corta edad no tiene. ¿Y qué tendrán las bicicletas que a esas edades tanto gustan? ¿Pudiera ser la libertad de movimientos, el poder decir "Yo también me desplazo en vehículo...", en un descafeinado intento por parecerse a los mayores.

  Mi experiencia en Corias con las bicicletas tiene una doble faceta. Por un lado la de "ver y no tocar". Me estoy refiriendo a aquellas bicis de carrera que se aparcaban próximo a la portería cuando la Vuelta ciclista a Asturias. Algunos participantes cenaban y dormían en el convento y allí estaban sus flamantes herramientas de trabajo que yo nunca me atreví a tocar, pese a que lo deseaba, pero algunos, con más cara, se daban sus buenas vueltas por el claustro del jardín.

 La otra experiencia es pura y dura. Resulta que un fin de semana bajé a mi casa con Lorenzo Fernández López, de Navelgas, por entonces muy amigo mío. A la hora del regreso, un domingo ya bien entrada la tarde, cogí de tapadillo la bicicleta de mi padre, azul, sin dinamo ni portabultos y con los inefables frenos de varilla, expresión de la tecnología de entonces. En Argancinas, donde el río Arganza vierte sus aguas en el Narcea y donde limitan los concejos de Tineo y Cangas, empezamos la marcha, uno pedaleando y el otro sentado ¡en el manillar!, hasta el nuevo turno. Oscureció. Pedalea que pedalea llegamos bien entrada la noche a Corias, no sin haber estado expuestos al atropello de cualquier vehículo, que cuando saliendo de una curva se encontraba  de improviso con aquellos dos mozalbetes haciendo eses, pues era más bien cuesta arriba, sin luz ni reflectantes se acordaría a buen seguro de la madre que nos parió. Al menos los bozinazos no eran precisamente de salutación...

 Otra noticia que quería  ampliar es la de Malvárez (19-4-10), en su acertada descripción del "frío de Corias". Solo le faltó contarnos cómo eran los sabañones y más aún cuando te ibas adentrando en la primavera, con sus picores y hasta a veces heridas, pues reventaban, como me pasaba a mí. Pero lo que quería ampliar es respecto a la pista de patinaje "porque alguien echó un caldero de agua en el patio y se formó una pista que duró hasta la primavera". No sé si existió el caldero inicial, pero lo que sí es cierto es que los mantenedores de la pista éramos los mayores, que después de servir la cena en aquellas grandes bandejas de madera, cenar nosotros y recoger, arrojábamos varias jarras de agua al patio que al día siguiente aparecían convertidas en una larga y hermosa lengua de hielo en la cual patinábamos y nos reíamos, pues siempre había alguno empeñado en hacer aparatosamente "la bayeta". Hasta que un día de las risas se pasó al llanto: alguien se "escalabró" y a partir de entonces prohibieron que echásemos agua y patinar. Una pena

 Saludos.-jrFRANCOS     

Miguel Ángel Vázquez Vega, pregunta lo siguiente:

Compañeros:

Por mi profesión, sé de la vida de muchos compañeros, pero hay tres que tengo curiosidad : ¿qué es de Cachito, que era de Tineo y creo que se marchó a un país de Europa?. ¿Y Del Campo, que era de Cabañaquinta? ; ¿y de Aviles?, por ese nombre le conociamos, te recuerdo que sufrió un percance en el bosque. ¿Sabes algo de esta gente?. Un abrazo. Miguel-Ángel
Sintiéndolo mucho Miguel Ángel, no puedo aportarte  ni un una sola pista actual de estos compañeros. Solamente tengo recuerdos personales de aquellos años como que:  Cachito era peluquero; Del Campo tenía buenos soplillos y Avilés muchas pecas. Pero esto lo recordamos la mayoría de nosotros. Espero que alguno de los visitantes del blog, que tenga relación con  ellos,  nos proporcione sus datos actuales. 
Hasta ahora no habíamos abierto esta línea de búsqueda en el blog, pero sin duda alguna que una de sus  principales  funciones, debe de ser el hacer  de punto común para reencontrarnos los antiguos compañeros de Corias. A ver si hay suerte. Benjamín

martes, 20 de abril de 2010

Cristo de la Cabeza, o de La Cantonada

El 19 de marzo pregunta Cubanín por "el Cristo de la Cabeza". Pienso que la mejor respuesta que se le puede dar es mostrárselo. Pero a parte de esta capilla existen otras varias. Voy a intentar subir algunas:

lunes, 19 de abril de 2010

BIENVENIDO AL BLOG, AMIGO MALVÁREZ

Hola a todos los antiguos alumnos (y profesores) de Corias que hagan acto de presencia por este blog.
Soy Jesús Manuel Fernández Malvárez. Es probable que algunos os acordéis de mi (espero que para bien), otros me habréis echado al saco del olvido.
Antes de mi ingreso en Corias el curso 62-63, pasé un año en el colegio de La Virgen del Camino, colegio que era totalmente diferente del Instituto Laboral San Juan Bautista, tanto en lo formativo, como en cuanto a las instalaciones.
El Colegio Apostólico de La Virgen del Camino era un centro nuevo, con amplios campos de deportes, camarillas individuales con lavabo y una especie de radiadores de calefacción. Había calefacción en las clases, pasillos, salas de estudio, comedor....
Sin embargo leyendo el blog de los antiguos alumnos de aquel colegio observé que muchos de ellos recordaban los fríos que habían pasado en él. Ello me hizo publicar en su blog el siguiente post que os trascribo a continuación:
Repasando las diversas entradas (o portillos según Javier del Vigo) del blog, observo que muchos recordáis aquellos tubos adornados de aletas que hacían de radiadores en las aulas, estudios y camarillas, y los recordáis, sobre todo, por su ineficacia.
Yo no los recuerdo de ese modo.
En el curso 61-62, único que permanecí en el colegio, padecí sabañones al igual que otros muchos de vosotros, y como vosotros los recuerdo.
No es que el mal de unos tenga que consolar a otros, pero cuando al curso siguiente comencé en el instituto de Corias, pensé con añoranza en muchas ocasiones en la camarilla con calefacción de que disponía en La Virgen, en los salones de estudio, en las aulas, en la recreación no había…
Algunos de vosotros conocéis Corias.
El Monasterio, paredes de piedra de más de un metro de grosor, está encajonado entre el monte que le da respaldo por el sur y el río que discurre por su zona norte, separándole de él solamente una estrecha carretera.
La niebla sale del río y la humedad se acumula en la tierra y rezuma por la pizarra del monte
En invierno, los días sin nubes, el sol empieza a dar en el patio de juegos sobre las doce del mediodía, para dejar de dar en él antes de las cinco de la tarde.
En Corias (Vicente Tascón no me dejará mentir) los dormitorios (corridos) eran, sencillamente un claustro, con camas (cuyo cabecero se aproximaba a la pared) separadas unas de otras por una mesilla de noche que marcaba el pasillo del que disponías como espacio vital.
A los pies de la cama, el pasillo por el que al despertar tenías que correr para poder llegar a los lavabos de los primeros, para que te diera tiempo después a vestirte y hacer la cama antes de bajar al estudio.
Frente a las camas, las ventanas de madera, ajustaban al marco relativamente bien, algunas de ellas tenían los cristales rajados dejando pasar el frío por los intersticios.
A la ocho de la mañana, la misa, en la iglesia del monasterio.
La iglesia, alta, amplia, con unos retablos dorados hermosos (en ellos se narra la historia de la fundación del monasterio por el conde Piniolo y su esposa Aldonza) y un coro impresionante con un órgano en cada lateral.
Conserva la iglesia, además de imágenes dominicanas otras anteriores, de la Orden Benedictina, fundadora del cenobio.
La iglesia, como os digo es hermosa, pero fría, muy fría.
El refectorio, amplio, con mesas a lo largo, que se ocupa después de la misa el tiempo justo para desayunar antes de subir a clases, también es frío.
Las clases ya están algo caldeadas (calefacción humana), por los tres cuartos de hora de estudio antes de la misa (aquí no hay salas de estudio, los estudios son las propias clases).
Sobre las once de la mañana el recreo. Prohibido quedarse por los claustros. Todo el mundo al patio a no ser que llueva.
En el centro del patio, una rosa de los vientos confeccionada con una cruz dominicana.
Alguien tuvo la ocurrencia de echar un caldero de agua sobre ella a las nueve de la mañana para hacer una pista de patinaje. La pista duró hasta la primavera.
Vuelta a las clases (que aún guardan algo de calor humano) hasta la una y media, hora en que se baja al refectorio.
El refectorio está frío, hace ya demasiado tiempo que estuvimos en él los cerca de quinientos alumnos, y ha perdido el resto de calor que pudiera quedar de los quince minutos, como máximo que pudimos estar en él durante el desayuno. Cuando volvamos a entrar en él para cenar, volverá a estar frío.
De tres a cinco clase nuevamente y a las cinco merienda: trozo de pan y dos onzas de chocolate o trozo de pan y quesito, o troza de pan y naranja… según el día. En la merienda tampoco se puede estar por los claustros.
De seis a siete estudio.
Después rosario (la iglesia sigue estando fría), recreo y cena.
A las diez, en cama estés, mejor antes que después.
El dormitorio, que solo se pisó en todo el día para cambiarse de ropa para la clase de gimnasia (los que la tuvieran) está frío.
En el dormitorio lectura por los altavoces de algún libro (recuerdo “Embajador en el infierno” o “Sexta galería” de Martín Vigil, entre otros) y una vez apagadas las luces, un poco de música suave y en muchas ocasiones tiempo para pensar en unos tubos con aletas que había en una camarilla que estaba en un colegio mucho, pero que mucho más cómodo.
No os digo que no podáis quejaros de aquella calefacción de La Virgen, pero… Algunos se quejan de vicio. “
Jesús

jueves, 15 de abril de 2010

FOTO ENVIADA POR EL P. LASTRA

Esta bonita foto, de la catedral de Salamanca, me la envió el P. Lastra y creo que no se enfadará por publicarla aquí, sin su permiso. Salamanca es una de mis ciudades preferidas, allí hice la mili, tengo familia y muy buenos recuerdos. Yo diría que es una ciudad con encanto, mucho ambiente y llena de color, sobretodo al aterdecer, cuando la piedra de Villamayor se torna de color rojizo.

martes, 13 de abril de 2010

Breve visita a Corias

Hola amigos. Ayer estuve en Corias, en las oficinas de Medio Ambiente, con motivo de solicitar la licencia de pesca, y para los compañeros que hace tiempo que no venís por Corias, os presento una foto del estado actual de las obras de remodelación de  nuestra antigua casa. Como regalo os incluyo una vista  del pico más visto durante toda nuestra estancia en el Colegio que es, el  monte Piñolo. Coincideréis con migo en que, esta imagen,  supone   para todos nosotros un verdadero icono pues, durante la mayoría de las horas de nuestros recreos en el patio principal, la tuvimos grabada en  nuestra retina.

En la foto superior podemos contemplar  el  aspecto de la fachada norte que presenta nuestro colegio a  fecha 12 de abril de 2010.  Las obras, como vemos, van progresando. Las ventanas han sido renovadas y el  claustro de los talleres está en fase de excavación.

Fue una visita rápida,  de prisa, y apenas tuve tiempo de ver más cosas . Después me encontré  en Cangas con Raúl Teimil y con Pacuti, y me dijo Raúl, que había sido una pena que no le hubiera avisado pues él,  me hubiera acompañado y podríamos haber  visitado  las obras  con asesoramiento técnico por parte de los  arqueólogos. Para otra vez será. Siempre es interesante pero, sobre todo, por los nuevos hallazgos y descubrimientos que van apareciendo a cada poco.
A Raúl ya le he informado de la existencia del blog, y piensa colaborar en cuanto pueda.

miércoles, 7 de abril de 2010

Pedalear a toque de campana

A propósito de la divertida aportación de José Antonio sobre las bicicletas, como medio de transporte que  los alumnos externos utilizaban para desplazarse de  Cangas a  Corias y regreso en aquellos tiempos, yo también tengo una anécdota curiosa al respecto.

A modo de información previa, diré que yo mi primera bicicleta la he estrenado hace pocos  años, concretamente cuando cumplí  los sesenta años. Hace cuatro.

De niño, como la mayoría, aprendí a montar  en ella con la de un primo y después me fui valiendo, bien con las de los familiares, o con las de los amigos,  y no tuve el gusto de disfrutar de joven de los múltiples servicios que proporciona  una bicicleta. Por eso, ahora de sesentón, he dicho: el tema de la bici es una asignatura que tengo pendiente, ente otras muchas, y le voy a poner remedio cuanto antes, y así fue. Hace cuatro años que la tengo y estoy muy satisfecho de haberla adquirido. También debo de decir que mi  médico de la SS, tuvo mucho que ver en esta decisión pues, en cierta ocasión me dijo: o haces ejercicio en serio, o tendrás el colesterol por las nubes. Tú eliges. De verdad, la bicicleta es un vehículo muy bueno para distraerse, y de paso, para ejercitar un poco los músculos que ya se van agarrotando, o mejor dicho “acecinándose”. Lástima que las carreteras sean tan peligrosas para los ciclistas.

Una vez expuestos mis antecedentes en torno a la bicicleta, también diré que siempre fui admirador de estos elementales vehículos, y estando en Corias, tuve la oportunidad de pasearme frecuentemente en una preciosa bici de un compañero externo que, a continuación explicaré el cómo, y el porqué me la dejaba.

Yo en Corias siempre tuve cierta afinidad con los múltiples servicios mecánicos del internado. Y creo que, a algunos, nos los encomendaban simplemente, por ser de pueblo. A los de pueblo se nos suponía (como el valor en la mili), que estábamos familiarizados con la mayoría de las tareas agrícolas y ganaderas. Y realmente así era.

A mí, se me asignaron a lo largo de los siete años de internado, los siguientes empleos: servidor de comedor;  concretamente, porteador de macrobandejas, bibliotecario, enfermero; también he participado en las labores de la matanza, de cortar patatas para la siembra (como bachiller agrícola puntualizaré que, la patata cuando enterramos un trozo de ella para reproducirla,  no es siembra, sino plantación. La siembra es cuando se hace exclusivamente con la semilla para mejorar la variedad, pero normalmente utilizamos mal  los términos).

De todas estas actividades, algunas apenas reportaban satisfacción personal de resaltar, pero tuve otro empleo  más bonito y singular que fue el de  CAMPANERO. Sí señor, campanero, así como suena. Todos recordaremos la campana que había en el  extremo oeste, de uno de los  claustros del segundo piso; el que estaba más próximo a la fachada norte, orientado Este-Oeste y  perpendicular al río;  el  claustro era el acceso común a todas las aulas y desde este punto,  eran perfectamente audibles los toques para todos.

Esta campana tenía la función de anunciar la terminación y comienzo de cada  hora de clase. Yo, al estar  acreditado como campanero,  cuando faltaba un minuto o dos, mediante una simple insinuación al profesor, salía del aula sin pedir permiso, de forma verbal, y me iba a dar el toque de campana. Este toque era el mejor recibido por todos, pues cuando la clase resultaba difícil y con profesor  duro, este aviso sonaba a gloria pura, ya que anunciaba el  final de uno de los pequeños suplicios diarios.
En la zona de clausura, también en el segundo piso, existía otra campana exactamente igual a la de los alumnos, pero ésta,  la tañía unos cinco minutos antes de comenzar la clase, con el fin de que los profesores que estaban en sus celdas, bien descansando o preparando los temas de su asignatura, supieran que la entrada a clase era inminente. 

Algunas veces los amigos más cercanos, cuando yo estaba en el recreo pendiente del reloj para que no se me pasase la hora, me querían acompañar  con el fin de que les dejase tocar la campana. A unos  les  decía que sí y a otros que no. Supongo que dependería del grado de amistad que mantuviera con cada uno. La verdad es que, para hacer el toque de  campana tenía muchísimos ayudantes como  aspirantes a campaneros.

Un día me llegó el amigo Ricardo Bayón Blanco, que era alumno externo y de promociones muy posteriores a la mía, y me dijo: me gustaría que me dejaras un día tocar la campana cuando vayas a dar la entrada a  clase. Si me dejas hacerlo, a cambio te permito andar en mi bicicleta. No lo dudé un instante pues, este mozo tenía una preciosa Orbea de mujer, color granate, con portabultos, estribos (entonces decíamos “rastrales”) en los pedales, de todo. La bici era preciosa y a todos nos apetecía montar en ella. Por mi parte acepté el trato al momento y, durante bastante tiempo el amigo Bayón me acompañaba a las horas pactadas al segundo piso, para que disfrutara de lo lindo sacudiéndole  al badajo. Los toques tenían que ser un tanto armoniosos y no de cualquier manera, pero con una breve enseñanza previa, enseguida se lograba el carné de campanero.

A partir de entonces la bicicleta de Bayón parecía que tenía dos dueños, pues yo, aparte de dar paseos en ella por el patio, también la utilizaba para ir a Retuertas a avisar a un hombre que hacía de capataz agrícola, cuando era necesario que viniese por algún imprevisto.

Casualidades de la vida. El amigo Ricardo Bayón Blanco, también es “leonés  consorte”, como un servidor, y vive en León capital. De vez en cuando, tenemos la alegría compartida de vernos y recordar aquellos momentos tan agradables del  colegio.

Diré que este mozo de niño, era muy sonriente y ahora, que es más mozo todavía, lo sigue siendo igual, o más. La próxima vez que nos veamos le anunciaré la existencia del blog.

LAS BICICLETAS SON PARA... LOS EXTERNOS


Como una desbandada a toque de campana, salían los externos del Colegio de Corias. Los más, lo hacían en sus bicicletas, irrumpiendo en la carretera con muy pocas precauciones. Afortunadamente, el tráfico era entonces escaso y no era previsible un accidente grave.
El trayecto, de unos dos kilómetros, hacia sus casas era para algunos una auténtica competición diaria, una demostración de su poderoso e inigualable pedaleo. Otros lo hacían de manera más calmada, emparejándose y charlando de sus cosas mientras pedaleaban con las manos metidas en los bolsillos. Había quienes llevaban su bicicleta en la mano, caminando al lado de algún compañero.
Los días de lluvia, aquellas bicicletas se convertían en una especie de pequeñas tiendas de campaña rodantes. Tal era la impresión que causaba el paso de los externos montados en sus bicis, cubiertos con una capa de plástico negro que les tapaba desde la cabeza hasta la mitad de las ruedas. Sin embargo no todos conseguían llegar a Corias o a Cangas sin mojarse, ya que los abundantes baches de la carretera, llenos de agua, lanzaban un chorro ascendente y traicionero cada vez que una rueda entraba en sus dominios.
La habilidad para conducir sus bicis era indudablemente mucha. Con frecuencia se les veía pedalear en grupos de cinco o seis, charlando alegremente, mientras que algunos, o todos (dependiendo del frío) llevaban las manos metidas en los bolsillos. Pero no era ni mucho menos esa la única temeridad de aquellos pequeños ciclistas; preferentemente en el trayecto de Cangas a Corias, era muy normal ver que cada bici portaba tres muchachos, uno sentado en el manillar, otro en el sillín y un tercero en el portabultos.
Las heladas de aquellos años eran terribles. En la memoria de todos están aquellos “calambrizos” que colgaban de los tejados, y los terribles sabañones que sufríamos casi todos, la mayor parte de los inviernos. Entonces sí que era una verdadera tortura cogerse al manillar de la bicicleta, pues el frío taladraba los dos pares de guantes (debajo los de lana y encima los de cuero) que solían llevar los externos.
Recuerdo un día en que para no perderla, tuve que llevar la dinamo de la bici para clase, y … casualidades del destino, durante una hora de estudio, cuando estábamos en el acostumbrado silencio, entró el padre Vicente, y sacando una bombilla de debajo del hábito, dijo solemnemente: “YO SOY LA LUZ DE ESTE MUNDO”. Yo no pude resistirme y respondí desde mi pupitre : “Y YO LA DINAMO”, mientras mostraba la susodicha pieza de mi bicicleta. Tras la sonora carcajada de toda la clase, pasé el resto de la hora de pie en medio del pasillo, estudiando organografía.

lunes, 5 de abril de 2010

Nuestras cocineras


El amigo y colaborador de este blog, Alfredo Fernández, me acaba de reenviar estas dos fotos que le facilitó Emilio Lacera, donde podemos ver a nuestras cocineras de Corias acompañadas de la monja Esther Romero. Yo reconozco claramente a la señora Avelina que tiene el  pañuelo a la cabeza, segunda por la izquierda,  y también a la  cuarta. Aunque de esta otra señora no recuerdo su nombre, pero su cara me es totalmente familiar. Del resto, también quiero recordar a la señora de la izquierda de la segunda foto,  pero no de su nombre.

Las fotos están hechas el día siete de marzo de 1968, festividad de  Santo Tomás  de Aquino (en aquellos años). Lo que yo no recordaba  es que hubiese habido monjas en el convento para las tareas de la cocina. Yo pensé que  la monja de la foto, estaría en el convento de forma circunstancial, por ser la festividad de Santo Tomás. Pero  el texto que acompaña a la foto en el correo dice: Esther Romero junto a sus compañeras de trabajo en el monasterio de Corias, donde hacían de cocineras para los niños que estudiaban allí. Estimamos que preparaban la comida para unos quinientos comensales diariamente. Parga.   

Luego está claro.  Si se me preguntara a mí, si había habido monjas en el convento durante aquellos años, contestaría con un  rotundo  no. Hay cosas que se le borran a uno por completo.

A la señora Avelina, todavía tuvimos la alegría de volver a verla  después de tantos años, en el encuentro de Corias del año 2007.

La “Magefesa” que se ve en una de las  fotos, detrás de las mujeres, denota que era para casa grande pues, para llenarla hacía falta tener una buena panera con abundante matanza  y buena bodega de patatas y alubias. Y si era para llenarla de leche, no digamos las vacas lecheras que harían falta.

Nuestro recuerdo  y gratitud para estas mujeres, por el trabajo realizado diariamente, para elaborar   comida para cientos de escolares  y durante tantos  años.