viernes, 27 de mayo de 2016
De barcos y navajas
Debe de ser la
vejez. Con los años me noto cada día más crítico y disconforme con la sociedad
de mi entorno.
Cuando yo era
televidente vi varias series que hacían pasar por creíbles, determinadas situaciones
que, de ser expuestas en su cruda realidad, no tendrían el mínimo gancho para
captar la atención del televidente. Recuerdo una que narraba las incidencias
que se vivían en un colegio y que, en realidad, retrataban un mundo
inexistente. La vida diaria en un colegio es aburridísima. Tengo un amigo
policía que me decía que lo más aburrido del mundo era una comisaría de
policía. Claro.
Lo que ocurre es
que el lenguaje de la tele, el de la novela, el del teatro, nada tienen que ver
con el lenguaje de un notario. No reflejan sino que recrean la realidad.
Si una cámara fija
filmara todo lo que sucede en un colegio o una comisaria resultaría tan
aburrido que no interesaría a nadie. Normal. Cada medio tiene su estilo
narrativo y mezclar la poesía con un atestado de la guardia civil sería risible.
Desde siempre se
han utilizado las licencias literarias para dar vida a una realidad vulgar. El
cuento, la novela, la comedia, el drama, el cine etc… utilizan un lenguaje que
recrea la realidad para que ésta parezca amena y atractiva.
Si yo cuento que una
vez me metieron a la cárcel por pegarle una patada a una mesa en una cafetería
en Liubliana (Eslovenia) doy por hecho que el lector lo encontrará ameno y le
servirá de regocijo. Por supuesto que, lo que menos importa es si yo estuve alguna
vez en una cafetería en Liubliana.
Si digo que una
pega difundió una calumnia contra un cura, nadie se planteará que el hecho sea
real o bien una invención mía.
Si publicas algo en
algún medio, es porque pretendes que quien lo lea lo encuentre entretenido y
pase un buen rato.
El tránsito de la
realidad –casi siempre vulgar y sosa- a
la realidad virtual que supone la literatura, o el teatro, o el cine, exige
utilizar bien varios recursos que capten la constante atención de quién lo lee
o lo ve.
No de otra manera
sucede con determinados alimentos. Es difícil de imaginar algo más prosaico,
vulgar y hasta casi desagradable que el estómago de una vaca. Pero esa víscera
vacuna, debidamente aderezada, sazonada y ayudada de especias da lugar a los
suculentos callos que serían incomestibles en su primitiva realidad.
Supongo que cuando
Cela escribió La Colmena, con sus casi 400 personajes, hizo una recreación de
la realidad de la postguerra y nadie le interesaría si los personajes son una
realidad o un producto de la imaginación del autor.
Por una vez -sin
que sirva de precedente- voy a desvelar
una cosa. Hace muy poco, publiqué en el blog una entrada sobre cómo las
chavalas irlandesas bebían a costa de los marineros transeúntes. Pues bien. Me
inventé el nombre del pub, el nombre del barco, la escena del Punto Umbrío
bebiendo cuatro jarras. Me inventé todo.
Tenía que ponerle
un nombre al barco, y se me ocurrió Sierra de Cazorla ¡Vaya por Dios! De las
más de 400 sierras que hay en España, fui a dar con una que ya da su nombre a
un barco que navega.
También es mala
suerte. Tenía que haber pensado que algún lector creía que yo era cronista de
sucesos o un sargento comandante de puesto de la Guardia Civil, cuando en
realidad soy un humilde aficionado a crear ficción literaria. También es verdad
que creía que los lectores del blog sabían distinguir el lenguaje notarial del
lenguaje literario.
Próximamente,
aparecerá otra entrada mía que comienza “Cuarenta años después de haber
degollado a aquel individuo seccionándole el cuello con una navaja barbera
marca “La Palmera”.
La frase contiene
una verdad y una invención mía. La verdad, que tuve un amigo que degolló a un
individuo, y la invención, marca “La Palmera”
Ya me adelanto a
decirlo no vaya ser que, así como apareció un entendido en marina mercante,
aparezca un entendido en navajas barberas y me salga al paso advirtiéndole a
los demás lectores de que exista tal marca citada…
Pepe Morán. Dominico-ex
JORDANIA ( III )
22 de Septiembre – 5º día – Ammán –
Petra.
A las 8 de la mañana los viajeros están a
la puerta del hotel con armas y bagajes ¡Esta noche dormiremos en Petra! Pero
antes de llegar a “la ciudad encantada” haremos otras visitas interesantes.
Mádaba es la primera de ellas, ciudad de
los mosaicos, antiquísima, que ya figura en la Biblia como escenario de feroces
enfrentamientos entre amonitas y arameos. Alcanzó su máximo esplendor en época
bizantina como sede de una extraordinaria escuela de arte musivo. En la iglesia
de S. Jorge admiramos el más famoso de todos los mosaicos de aquella famosa
escuela: el mapa de Palestina , hecho para uso de los peregrinos que caminaban
hacia Tierra Santa. En él aparecen las ciudades de Jerusalén, Belén y Jericó,
el Jordán, el Mar Muerto, el Lago Tiberiades e incluso Egipto y el Mediterráneo.
Después de 15 siglos conserva sus delicados colores y un cierto estilo naif verdaderamente
encantador.
Mádaba es una pequeña ciudad muy agradable,
tranquila, llena de restos arqueológicos de todas las épocas y, algo inusual en este país, abundante en árboles,
jardines y flores.
A 10 km de Mádaba se halla otro centro de
gran interés para los viajeros: Monte Nebo, lleno de significado religioso e
histórico para judíos
y cristianos. Según el relato bíblico Moisés contemplo desde aquí la Tierra
Prometida que por castigo divino no habría de pisar y, según la tradición, aquí
murió y fue enterrado. Nos acercamos por tanto a un lugar sagrado. El autobús
queda aparcado fuera del recinto y los
viajeros ascienden caminando por una carretera flanqueada por pinares y algunos
monolitos que conmemoran acontecimientos diversos, entre ellos la visita del
Papa Wojtyla. Desde la cumbre se contempla una preciosa vista del Jordán que
viste de verde una amplia franja en medio de tanta aridez. Monte Nebo, más que
una iglesia o monasterio, es un yacimiento arqueológico de gran interés bajo
cuya cubierta a dos aguas se hallan restos de 4 iglesias – una paleocristiana
del sg. IV y otra bizantina del VI entre otras - que fueron ampliadas y modificadas en épocas
posteriores. Pero lo verdaderamente deslumbrante de Monte Nebo son sus mosaicos
del sg VI, descubiertos en 1.976 en asombroso estado de conservación. Escenas
de caza y pastoreo, figuras de hombres y animales organizados en 4 bandas
enmarcadas por una larga inscripción en caracteres griegos con una cenefa
trenzada componen, más que un mosaico, una alfombra, un tapiz de gusto
exquisito por la perfección del dibujo y la delicada armonía de los colores.
Hay además capiteles y bases de columnas, bajorrelieves, lápidas con
inscripciones en árabe, etc…pero todo palidece ante los mosaicos.
El exterior también tiene su encanto. La
sobriedad de la iglesia con sus viejas escaleras de acceso y los restos de
columnas que adornan el jardín lleno de
cipreses; el monumento de hierro forjado con el báculo y la serpiente en
memoria de Moisés que sugiere la imagen del Crucificado… todo en monte Nebo
exhala espiritualidad y misterio. No cabe duda de que nos encontramos en un
centro especial para los creyentes de dos religiones y, por ello, Monte Nebo es
un lugar sagrado.
De nuevo en el autobús nos dirigimos hacía
el sur, hacia Petra. Saber que esta noche dormiremos allí, que veremos la
puesta de sol tras sus montañas, excita de tal modo a los viajeros que algunos
dudan de que tal prodigio pueda ser cierto.
Camino de Petra nos detenemos en la
fortaleza de El-Kerak, castillo roquero por excelencia que construyeron los
Cruzados sobre base romana en el sg. XII. Situada sobre un cerro testigo a
1.000 mts de altura domina una enorme extensión de tierra árida y algunas
aldeas. Las dimensiones de la fortaleza son impresionantes y las reformas y
ampliaciones realizadas por sus sucesivos amos le confieren aspecto laberíntico.
Incluso los materiales de construcción son diferentes. Los Cruzados usaron
oscura y durísima piedra basáltica toscamente tallada. Los árabes, caliza clara y blanda, fácil de
trabajar y perfectamente cortada. Desde aquella altura se alcanza a ver el Jordán
y el Mar Muerto. Nuestros antepasados – romanos, bizantinos,
cruzados, árabes- eran
consumados arquitectos y estrategas.
Pocos kms después de El_Kerak el autobús
se detiene. Ante nuestros asombrados ojos se extiende el paisaje más árido, inhóspito y sobrecogedor que hayamos
contemplado jamás. Es Wadi Mujib, un torrente que, en su curso hacía el Mar
Muerto, ha excavado una garganta tan espectacular como pueda serlo el cañón del
Colorado o cualquier otro desierto sobre la faz de la tierra. El autobús debe
descender hasta el fondo del valle, en donde está la presa de un pequeño
pantano, pasar sobre ella y ascender por la ladera opuesta. Así lo hacemos
admirando la aridez de este paisaje lunar donde no hay más huella humana que el
asfalto. De pronto, al volver una curva, en dirección opuesta a nosotros, una
mujer joven, descalza, vestida de negro y terriblemente cargada, con su hijito
de unos 3 años de la mano, asciende penosamente carretera arriba. Algunos la
contemplamos el breve instante que la velocidad del autobús y las curvas
permiten. Después nos miramos entre nosotros con la misma pregunta en la mirada
¿de dónde viene, a dónde
va, quien es, qué busca, dónde vive? Nunca sabremos nada de ella, nuestros
caminos no volverán a cruzarse. Pero jamás la olvidaremos.
A las 6 de la tarde una conmoción sacude
a los viajeros: divisamos las montañas de Petra que dibujan sus agudas cumbres
contra el cielo rojo del atardecer. El autobús se detiene junto a un mirador
para que podamos contemplar el espectáculo. Los viajeros toman asiento en las
piedra, en los bordillos, en el suelo. Su excitación es patente; algunos hemos
esperado este momento durante toda la vida y a duras penas podemos creer que
haya llegado. El sol comienza a ocultarse tras las montañas, eternas
guardianas de Petra, que se tiñen de púrpura y oro. La
ciudad no es visible y tampoco el Siq. Pero sabemos que está ahí, oculta, esperándonos
y eso aumenta su magia, su misterio y nuestra excitación.
Llegamos al hotel a las 8 de la tarde.
Nuestras ventanas quedan frente a esas montañas y, mientras los más animosos
después de la cena tienen fuerzas para recorrer la pequeña ciudad, otros se
sientan frente a esas ventanas como hipnotizados repitiendo en silencio ¡mañana
veremos Petra!
ulpiano rodríguez calvo
viernes, 20 de mayo de 2016
JORDANIA ( II )
20 de Septiembre -3º día – Ammán.
Tras un copioso desayuno y algunas
dificultades en la distribución de los viajeros en los autobuses, a las 8.30 de
la mañana, bajo una luz cegadora, iniciamos la marcha. Atravesamos la
abigarrada y bulliciosa Ammán y tomamos dirección N.O. para dirigirnos a la
fortaleza de Ajlún, a unos 50 km de la capital. El paisaje es árido, semidesértico,
solo se ven algunos olivos y frutales en las pequeñas parcelas a las que el
agua, siempre escasa, llega. Los pueblos ofrecen un aspecto desolado y mísero,
acentuado por las casas sin terminar. En efecto: suele ser un matrimonio quien
inicia la construcción de la planta baja, en la que habita, pero no la remata
con un tejado sino con un techo plano del que sobresalen las columnas de los
forjados (“al aire”, dicen aquí)
para que, en el futuro, se pueda seguir construyendo en altura a medida de las
necesidades de la familia.
A medio camino entre Ammán y Ajlún
atravesamos un campamento de refugiados palestinos. Un estremecimiento sacude a
los viajeros. Nuestro guía explica que las primeras oleadas de ellos llegaron a
Jordania en el año 67, a raíz de La Guerra de los 6 Días. Sucesivamente han ido
llegando más y más, al compás
de los acontecimientos políticos. Lo que en origen fue un campamento se ha
convertido -sin perder por ello su aspecto de provisionalidad, de pobreza, de
anarquía y suciedad- en establecimiento. La vida sigue incluso bajo estas penosas
condiciones y podemos ver cómo han proliferado míseros negocios de alimentación
o talleres inmundos de reparación de coches. Observando el mapa de la región el
cronista advierte que Israel –a la que los jordanos jamás aluden por ese nombre
sino por Palestina- tiene forma de punta de flecha. Jordania, de hacha de
guerra. El Jordán parece una larga cicatriz entre ellas y se diría que ambos países
están condenados a vivir sobre la misma tierra sin entenderse jamás.
La silueta de la fortaleza de Ajlún se
recorta sobre el horizonte a varios km de distancia sobre el Monte Auf y fue
construida en 1.184 por orden de Saladino. Desde su imponente altura se
contempla una hermosa vista del Valle del Jordán, larga cinta verde ceñida por
el desierto. La fortaleza recuerda los castillos españoles con sus espesos
muros de sillería, fosos, torreones, saeteas y barbacanas. Ha sido destruida y
reconstruida tantas cuantas veces cambió de amo esta atormentada tierra.
A muy pocos km al este de Ajlún está Jerash.
No es fácil resumir en pocas palabras la belleza de esta extraordinaria “Pompeya
Oriental”. El Emperador Trajano ocupó todo lo que hoy es Jordania en el año 106
d. C. y esta región es incorporada a la provincia romana de Arabia. Su antigua
capital, Rabat-Amón (hoy Ammán) se convirtió en Philadelphia, y Jerash, una de
las ciudades más importantes de la región, en Gerasa. De su esplendor da idea
el primer monumento que recibe al viajero, fuera de la ciudad propiamente
dicha: el Arco de Adriano, levantado en honor del sucesor de Trajano con motivo
de su visita a esta ciudad en el año 129 d. C. A partir de aquí vamos de sorpresa en sorpresa: la magnífica
Plaza Ovalada, antiguo foro de la ciudad; el Hipódromo; el Templo de Zeus,
grandioso; el de Artemisa; la preciosa fuente pública llamada Ninfeo que aún
conserva restos de frescos; los tetrápilos, en el cruce de las antiguas calles
principales…Y, sobre todo, el Teatro, perfecto, armónico, bellísimo, que
conserva íntegra su cávea capaz para 3.000 espectadores, su orquesta y su
escena decorada con columnas, hornacinas y frontones. Comprobamos su
extraordinaria acústica oyendo a un trío musical que toca gaitas y tambores.
El calor es terrible, pero continuamos
recorriendo el Cardo Máximo que conserva columnas, capiteles corintios e
incluso entablamentos. Las gruesas losas del pavimento conservan la huella de
los carros que contemplaron hace 2.000 años aquella grandeza cuyas ruinas
admiramos nosotros hoy. Ni siquiera los terremotos han logrado destruir una de
las ciudades más perfectas que Roma nos ha legado.
Nos refugiamos en un restaurante de la
moderna Jerash huyendo del aplastante calor. Algunos viajeros aún tienen
fuerzas para comer. Otros, solo beben agua helada y se abanican. Tras un
descanso volvemos al autobús para regresar a Ammán.
Ya en la capital visitamos “La Ciudadela”
situada en lo alto de una colina desde la que se contempla una espectacular
vista de Ammán. En esta “acrópolis” se conservan restos de antiguas
fortificaciones romanas y las columnas corintias, aún en pie, del Templo de Hércules
(sg. II d C.). Un equipo de arqueólogos españoles está sacando a la luz restos de
construcciones árabes y bizantinas. Pero lo más sorprendente es la vista de Ammán
cuyas casas, pálidas y cúbicas, se extienden por las colinas circundantes hasta
donde la vista alcanza.
En el autobús hacemos un recorrido por
los barrios elegantes de la ciudad. Vemos la Embajada de EEUU, protegida por
doble muro, calle cortada e incluso un tanque con soldado metralleta en ristre
frente a la única puerta que parece la de un bunker. Vemos casas lujosísimas,
algunas de arquitectura notable; otras, simplemente ostentosas. Desde cualquier
punto de la ciudad es visible una enorme bandera jordana que ondea en lo alto
de una colina. George, nuestro guía, comenta que se trata de la bandera más
grande del mundo, más de 100 m. cuadrados de tela, y que por ello figura en el
libro Guiness de los records. (“el que no se conforma…” piensa, sarcástico, algún viajero…).
Hacia las 6 de la tarde estamos de
regreso en el hotel, cansados, acalorados y satisfechos. Tras el imprescindible
aseo aún conservamos fuerzas para dar un paseo por las cercanías, charlar en el
bar antes de la cena y, después, contemplar la puesta de sol, que cubre de
sangre las colinas de Ammán mientras el “sagrado lamento” estremece la mágica
atmósfera del anochecer.
21 de Septiembre – 4º día - Ammán.
Salimos del hotel a las 8 de la mañana en
dirección Este, hacia la frontera siria, para visitar la fortaleza de Azraq. El
paisaje es llano, árido y desolado, una extensa estepa solo interrumpida por
las tiendas de campaña de los pastores de cabras. La carretera es recta, con
intenso tráfico de camiones, casi todos “Mercedes” de modelos antiguos, que
transportan petróleo desde la cercana Siria. Vemos numerosas canteras de donde
procede esa caliza pálida que da a Ammán su particular apariencia.
La fortaleza de Azraq es maciza, sólida,
tosca, achaparrada, de oscura piedra basáltica. Incluso sus puertas son gruesas
losas de piedras a prueba de llamas. En su patio central hay una humilde
mezquita colocada de través para orientar su mihrab hacia La Meca. La fortaleza
fue en origen un castra romano; luego fue adaptado a las nuevas necesidades por
los omeyas y más tarde por los ayyubíes…
pero debe su fama y leyenda a Lawrence de Arabia que se hospedó en ella en 1.917
mientras organizaba la rebelión de los árabes contra los turcos y preparaba la
batalla de Aqaba.
De nuevo en el autobús volvemos sobre
nuestros pasos y tomamos dirección Oeste para visitar Qasr-Al-Amra, edificio sólido
y sin vanos cubierto por tres bóvedas de
medio cañón y una pequeña cúpula lateral . Lo sorprendente es el interior. Fue
construido en el sg. VIII como pabellón de caza y descanso de un califa que,
pese a ser el representante de Alláh en la tierra, parece que no tomaba muy en
serio los dictados del Profeta. Todas las paredes están cubiertas de frescos en
los que prolifera la figura humana en escenas de caza y danza. Los desnudos son
muy numerosos y las actitudes notablemente “desenfadadas”. Estas pinturas son patrimonio de la
Humanidad con todo merecimiento pues, por su temática, son únicas en el arte árabe.
La siguiente visita es otro castillo, muy
distinto del anterior. Qasr-el-Kharana es cuadrado, macizo e imponente y se
alza en medio de la nada en la desértica llanura. Probablemente sus orígenes
son romanos, luego sería bizantino y más tarde omeya. En sus 4 esquinas se
levantan 4 torreones semicirculares y otros 4, más bajos, en el centro de cada
muro. Se trata de un caravasar, es decir, un establecimiento en un cruce de
rutas comerciales cuya finalidad es dar cobijo y protección a las caravanas. En
un gigantesco patio central descansarían los animales de carga, mientras que
comerciantes y camelleros se distribuirían por las estancias en torno a ese
patio, en donde hay, además, pozo, almacenes, cisterna e incluso baño. Un hotel de la época.
Continuamos en dirección Oeste para
acercarnos al Mar Muerto. En determinado punto de la carretera un cartel nos
indica que estamos a nivel del Mar Mediterráneo. A partir de ahí comenzamos a descender.
El paisaje se vuelve sumamente árido e inhóspito y solo la línea oscura del Jordán
interrumpe la monocromía. Al otro lado del río adivinamos Jericó, la ciudad más antigua de Occidente,
Jerusalén, Betania, Hebrón y tantos otros lugares de resonancias bíblicas y evangélicas.
Llegamos al Mar Muerto a medio día. El sol brilla inclemente sobre este lago
salado y percibimos un olor peculiar, desconocido para nosotros, que lo
impregna todo. Después de la comida en uno de los confortables hoteles de la zona
los viajeros, bajo un sol de justicia y un calor sofocante, se dirigen a la
cercana playa donde experimentan la sensación de flotar incluso contra la
propia voluntad en esa agua terriblemente salada y densa y del contacto con el
barro. Acerca del baño y sus placeres hay diversidad de opiniones.
Hacia las 5 de la tarde regresamos a Ammán
tras parar en uno de los almacenes de carretera para comprar cremas y jabones,
muy famosos por las propiedades que las sales del Mar muerto les confieren, y
otros recuerdos de la región. A las 7.30 llegamos al hotel y el día termina
tranquilamente después de la cena y la animada sobremesa.
ulpiano rodríguez calvo
martes, 17 de mayo de 2016
JORDANIA ( I ) (18 - 26 SEPTIEMBRE 2.004)
“QUE EL CAMINO SEA
LARGO Y EL REGRESO, LEJANO”
El
blog está mortecino. Espera la llegada de las
aguerridas huestes formadas por ex-alumnos y ex- profesores para rescatarle de
su letargo. Mientras, huérfano de lejanos recuerdos
acontecidos entre los recios muros del que fue convento, instituto y hoy
parador, hurgo en papeles más recientes en busca de algún alimento
que dar a las páginas de este blog. Y aparecen ¡sorpresa! apuntes perfectamente detallados de
un viaje realizado a Jordania hace unos 12 años. Solo a falta darles forma para poder ser publicados.
Desde
los libros escolares nos resuenan míticos lugares, Mar Muerto, Tiberiades, Nebo, Petra…también Palmira. Salvo esta última que se encuentra en Siria y ha estado tristemente de actualidad
por la barbarie perpetrada contra ella, el resto, y otros lugares, aparecerán en el transcurso de este viaje.
Un
viaje que no se antojaba fácil cuando fue realizado en
2004. Viajar a ese conflictivo mosaico
de intereses religiosos, étnicos, petroleros y resto de
intereses geopolíticos que se entrecruzan y
enfrentan con inusitada violencia no resulta fácil desde hace ya muchos años. Bien es cierto que Jordania, practicando una política pragmática que se podría definir como la de “nadar y guardar la ropa”, y a pesar de la enorme presión ocasionada por los gigantescos flujos de
refugiados que acoge, antes palestinos y ahora sirios, no sufre la caótica situación de los países vecinos. Cuando se realizó este viaje en el vecino Irak estaban latentes los rescoldos causados
por las bombas arrojadas siguiendo las órdenes del Trío de la Azores con la excusa de
unas supuestas armas de destrucción masiva. Unos rescoldos que se iban transformando en llamas. Una de
esas lenguas había golpeado salvajemente Madrid
pocos meses antes. Otras, en años sucesivos, incendiarían Siria, y dejarían su huella mortal en Londres,
París Bruselas, Túnez y
en un sinfín de lugares. A pesar de ese
entorno caótico, Israel amparado por el
paraguas del amigo americano continúa golpeando con puño de hierro al pueblo palestino
mientras Líbano se lame las heridas de una
guerra que amenazaba con ser interminable, Jordania es una isla de relativa
calma que invitaba, aún invita, a visitar las
maravillas que atesora.
Las
personas emprendemos sucesivos viajes, muchos o pocos, a lo largo de la vida.
El principal el que nos lleva del nacimiento a la muerte. Por el camino
realizamos otros, profesionales, amorosos… o
para conocer desconocidos lugares. Éstos también son importantes, nos permiten descubrir
nuevas gentes, culturas y ampliar horizontes. Cuanto más largos sean esos viajes más amplios serán los horizontes. Así nos lo dejó escrito Cavafis: “Cuando salgas en el viaje, hacia Itaca, desea
que el camino sea largo, pleno de aventuras, pleno de conocimientos…pide que el camino sea largo. Que sean muchas
las mañanas de verano en que llegues ¡con qué placer
y alegría! a puertos antes nunca vistos”
Bajo
estas premisas se emprendió este viaje a Jordania.
18 de
Septiembre – 1º día – Madrid – Ammán.
Los viajeros llegan escalonadamente
al Aeropuerto de Barajas. Tras los trámites de facturación embarcan a
las 8 de la tarde. Desgraciadamente, en esta ocasión nada podemos
ver desde el aire pues es noche cerrada. Hacia las 12.30 de la noche una zona
intensamente iluminada quiebra la densa oscuridad: volamos sobre Israel. Una
hora más tarde tomamos
tierra en el Aeropuerto de Ammán.
Tras la recogida de equipajes,
algunos con evidentes signos de deterioro, y la lenta y dificultosa lectura de
la lista de pasajeros del grupo español por un guía exclusivamente angloparlante, subimos al
autobús y al cabo de
unos 30 minutos llegamos al hotel Days Inn, en la zona N.O. de Ammán. Nuestra
sorpresa es mayúscula cuando el
que será en adelante
nuestro guía nos anuncia
cambio de planes: mañana, domingo, no realizaremos viaje ni visita alguna y
todas las actividades se posponen hasta el lunes. Hay voces de protesta que el
guía ignora. Y son más de las tres
de la madrugada, hora intempestiva para emprender batallas de antemano
perdidas. Mañana visitaremos Ammán y ocuparemos el día del mejor
modo posible.
Las habitaciones son confortables y
llegamos a ellas rendidos. La sorpresa del cronista, que nunca ha visitado un
país árabe, es mayúscula cuando, a
las 4 de la madrugada el “sagrado lamento” del muecín quiebra el
silencio de la noche. Desde la terraza de la habitación ve la cercana
mezquita con su minarete iluminado en verde, el color del Islam. A riesgo de
parecer exagerado el cronista piensa que merece la pena el cansancio y la hora
solo por oír esa voz
sobrehumana.
19 de
Septiembre – 2º día – Ammán.
Dado que tenemos el día libre, después de un
excelente desayuno, tomamos unos taxis y tras no pocas dificultades de
comunicación conseguimos
hacernos llevar al centro de la ciudad, donde se encuentra el teatro Romano
(sg. II d C.) que sigue siendo el corazón de la capital.
Ammán, la antigua
Philadelphia grecorromana, es una ciudad impresionante no por su belleza sino
por su singularidad. Se asienta sobre varias colinas, 7 en origen, como Roma o
Lisboa, y hoy sobre 20, por las cuales trepan sus monócromos
edificios cúbicos de 4
plantas. Quizá lo más sorprendente
de Ammán sea su falta
de color. Todo es del tono crema pálido de la piedra caliza, materia prima de todas las construcciones.
El polvillo que esta roca desprende lo cubre todo: casas, coches, los escasos árboles y
plantas, e incluso parece teñir los rostros y ropas de los viandantes. También debemos
recordar que Ammán está cercada por el
desierto. En la capital no hay una sola calle llana. Todo son cuestas, algunas
muy pronunciadas y las casas se apiñan y trepan por ellas hasta los lugares más inaccesibles.
La calle principal está atestada de
comercios que exhiben sus mercancías en las aceras. La variedad de tipos humanos es muy interesante.
Muchos hombres visten a la europea pero son más los que lucen largas túnicas blancas o
pardas y la tradicional “kufía”, gran pañuelo,
blanco y rojo para los jordanos, blanco y negro para los palestinos, que se
sujeta a la cabeza con un grueso cordón negro y que todos se colocan de infinitas formas con notable
desenvoltura y maestría. Hombres de
edad avanzada visten túnica y gorro
blancos que junto a su larga y poblada barba les confiere un aspecto imponente.
Más sorprendente
es la indumentaria de las mujeres. La mayoría viste larga túnica de color pardo o negro, pantalones bajo
ella y todas con el tradicional pañuelo bien ajustado en torno al rostro. Las
de más edad suelen
vestir de negro riguroso y hemos visto a varias con la cara totalmente cubierta
e ¡incluso con
guantes! Nos cuesta imaginar cómo deben sentirse estas mujeres sepultadas bajo
tales ropajes con este calor. Las que se visten así, llamadas “jaimas o ninjas” por los niños
jordanos, suelen ser de origen saudí.
Caminamos largo
rato por las calles viendo el bullicio de la gente y el abigarramiento de las
tiendas. Nos llama especialmente la atención el mercado de frutas y verduras y la calle de los sastres que por sí solas merecen
una visita a la capital. Contemplamos las empinadas y estrechísimas escaleras
que suben desde la calle principal hacia lo alto de las colinas y sospechamos
las dificultades que la orografía de la ciudad
debe plantear a los servicios públicos de agua,
comunicaciones, alcantarillado…
Después hemos sabido
que muchas de estas casas aún conservan sus
pozos negros.
Visitamos el
Teatro Romano, en excelente estado de conservación, con sus tres tramos de gradas capaces de
acoger a 6.000 espectadores. Aún conserva elementos
decorativos en la scena y la orchestra y su situación en la ladera
de la colina lo hace parecer el centro neurálgico de la ciudad. Y lo es. En el siguen celebrándose, sobre
todo en verano, concierto, representaciones y festivales de todas clases.
El calor es
sofocante. Nos refugiamos en la terraza de un restaurante próximo al Teatro
donde nos ofrecen un dulcísimo zumo de
mango como aperitivo de la comida a base de kebabs y ensalada, excesiva en
cantidad para algunos estómagos solo
deseosos de agua helada. Después de un rato de
tertulia decidimos volver al hotel. Solo los más valientes nos atrevemos a seguir
caminando bajo las altas temperaturas de media tarde.
Cuando el sol
se pone tras las colinas de Ammán
el cronista intenta entrar en la cercana mezquita. Inútil. Va acompañado
por una mujer y ni una sola mujer se ve por los alrededores. Un anciano, amable
pero enérgicamente, les
impide acercarse a la puerta. Deben conformarse con oír el “sagrado lamento” desde la
escalera, al pie del minarete.
Después de la cena
recibimos en el hotel la visita de una española residente en Ammán, prima de una
viajera. Con infinita paciencia contesta a todas nuestras preguntas y nos hace
observaciones que solo su experiencia de extranjera en tan diferente país podría hacer. La
conversación no puede ser más interesante y
le hacemos prometer que repetirá
su visita mientras dure nuestra estancia en la ciudad.
Hacia las 12 de
la noche, cansados y satisfechos, nos retiramos.
ulpiano
rodríguez calvo
jueves, 12 de mayo de 2016
TETAS DE LA SACRISTANA
Foto: Viñedos Bodega Fuente Victoria
Las tetas no están proscritas
en el blog. Adquirieron carta de naturaleza, entraron por la puerta grande, con
la inolvidable entrada del profesor Morán al
recordar la ingeniosa y arriesgada pregunta de Juan Carmelo, entonces compañero suyo de estudios eclesiásticos y
después también profesor nuestro, a su profesor de
Moral cuando éste trataba de dilucidar un límite; la
parte de los senos que una mujer podía mostrar en público sin
caer en pecado mortal. Ese relato, independiente del débito personal que cada uno podamos tener con este blog, es una
joya que por sí solo justificaría su existencia. Solo alguien con el valor y la agudeza mental de
Carmelo podía ser capaz de formular una pregunta así en un
seminario español de los años 50. En mi opinión ese relato de Morán debería colocarse
en un lugar destacado para poder releerlo, y regocijarnos con él, sin tener que rebuscar entre los cientos de entradas que ya
configuran el patrimonio de este blog.
Sin embargo a nada de eso me quiero referir
ahora. Un vino almeriense, Tetas de la Sacristana, es el que hoy invita a
escribir.
En Almería, aunque
fuera de la provincia sean unos perfectos desconocidos, también hay vinos. Les ocurre un poco como a los de Cangas que lejos del
suroccidente asturiano les cuesta abrirse mercado. Solo en eso se parecen, el
resto son lógicas diferencias. El vino de Cangas es fruto de abundante agua y
escaso sol. Esto obliga a deshojar las cepas para que los rayos de sol incidan
directamente en los racimos y a retrasar al máximo la
vendimia, hasta finales de octubre incluso, prolongando la maduración para lograr así un aceptable grado de alcohol. En Almería la uva es producto de la extrema escasez de agua y de un sol
abrasador. Aquí
las hojas de la vid son valiosos parasoles que protegen los racimos de los
implacables rayos solares. La vendimia se adelanta al mes de agosto y se
realiza de noche, cuando la temperatura se suaviza ligeramente para evitar que
se dispare el grado de alcohol.
En Almería, igual que
en Cangas, el empeño de unos bodegueros que han convertido el vino en su pasión ha obtenido recompensa logrando vinos de reconocida calidad,
aunque no tengan tropecientos puntos en las guías de Parker
o Peñín. Uno de estos vinos es Tetas de la Sacristana. Vino con la graduación embridada en los 14,6º, y elaborado con una mezcla (coupage
dicen ahora los entendidos) de tempranillo, merlot y cabernet sauvignon. La
cata, esa engolada retahíla de palabras comunes tan al gusto de
algunos catadores, comienza diciendo, “De color
rojo cereza, con ribetes amoratados…etc etc”
que yo resumiría en un buen
vino para acompañar los platos tradicionales de la Alpujarra de Almería, sobre todos los invernales: gurullos, migas, trigo, conejo y
choto(cabrito) al ajillo o variadas carnes a la brasa. Tampoco desentona con
los gazpachos y salmorejos veraniegos.
El
nombre suele recibir algunas críticas por su dudoso gusto, pero es fiel
al nombre de las parcelas por las que se extienden los viñedos en los que tiene su origen. Existen varias versiones del
motivo por el que recibieron ese nombre y parece que la explicación más razonable es la siguiente: Los hombres solemos guardar recuerdos
y deseos en una burbuja secreta. Solo alguna vez les permitimos aflorar a la
luz. Así el recuerdo y el deseo afloraron en un hombre hace muchos años, quizá recién la
Reconquista, al contemplar desde un alto las prominentes lomas que tanto le
recordaban las turgencias de la mujer del sacristán y ama del
cura, y su mirada, cargada de ese recuerdo y ese deseo, se posó en las parcelas de dura tierra rosada bautizándolas con el nombre de Tetas de la Sacristana. No se debiera ser
riguroso por la inconveniencia de tal nombre. Nombres peores etiquetan
productos a lo largo y ancho de España. Algunos resultan insultantes como se
puede comprobar en no pocos escaparates de Asturias que exhiben un determinado
aguardiente.
Ningún propósito tenía de hacer propaganda de este vino, podía haber elegido otro cualquiera, incluso alguno de los buenos
blancos que se elaboran con la uva macabeo abundante en la zona.
Tetas de la Sacristana, más allá
de su nombre y calidad, solo es una excusa para dar
un breve paseo por ese desconocido rincón de Andalucía que son las alpujarras almerienses. No tan conocidas ni con el
tirón turístico de las granadinas; grandioso balcón abierto al
mar a los pies del Mulhacén, surcado, sobre todo en primavera, por
torrentes que se despeñan desde Sierra Nevada hasta las vegas de
Granada o Motril.
La Alpujarra almeriense recorre profundas
quebradas orientadas al sureste y podría decirse
que el río Andarax es su eje vertebrador. Nace este río muy cerca de Láujar, cerca también de los viñedos que dan nombre a esta entrada, en un
paraje natural entre Sierra de Gádor y Sierra Nevada. Un lugar idílico, así lo percibí cuando
estuve allí por primera vez hace unos treinta años, poblado
de pinos, chopos y sauces. En la actualidad intenta resistir a la degradación a que es sometido por los visitantes domingueros que asaltan su
frágil ecosistema con vehículos convertidos en modernos caballos de
Atila.
El
Andarax es un río que podríamos llamar clandestino. Poco después de su nacimiento se hunde bajo la tierra y solo de cuando en
cuando muestra uno de sus ojos plateados enmarcado por las pestañas verdes de un frondoso cañaveral. El
resto de su cauce parece estar cubierto por terrones de azúcar moreno. No puede resultar extraño ese
comportamiento, durante todo su curso sufre el acoso de profundos pozos
perforados para robarle su único bien, el agua. Solo con ella pueden
rendir cosecha aquellas sedientas y áridas tierras. Discurre entre
pronunciadas laderas de tierras resecas y polvorientas. De cuando en cuando se
ven pequeñas parcelas arañadas por un rústico arado
donde unas semillas reposan en los precarios surcos esperando unas gotas de
lluvia para que una magra cosecha de cereal recompense tanto esfuerzo y sudor.
Los espaciados pueblos blancos muestran visibles huellas de su pasado árabe.
En Láujar de Andarax fue confinado de por vida Boabdil, el rey que
lloraba según nuestros libros escolares al ser expulsado de su Alhambra y su
Granada. Por estas tierras se libraron durante casi un siglo revueltas
moriscas, muestras del carácter indómito de
aquellas gentes. Las huellas de su paso, de su asentamiento durante varios
siglos, están presentes en edificaciones, algunas históricas, cerca de Almócita está el llamado
Cortijo de Paces donde hacia 1570 D. Juan de Austria firmó un acuerdo de paz con los líderes de los
sublevados. Por las escarpadas laderas se pueden ver con asombro los ingentes
trabajos realizados por aquellos hombres y mujeres para arrancar su sustento a
tan hostil naturaleza. Acequias realizadas con ingenio para el aprovechamiento
hídrico, bancales para el cultivo sobre kilométricos muros de piedra construidos pacientemente piedra a piedra
dan idea del carácter laborioso de aquellas gentes. Mayor quizá que el de los conquistadores cristianos llegados desde el norte.
Siguiendo el curso de este clandestino río, a comienzos de febrero el blanco de los almendros se confunde con
el blanco de las nieves en las cumbres, se encuentran pueblos como Fondón con secaderos de jamón y una hermosa fuente construida en 1720. Padules, igual que Láujar y Albodoluy es importante centro cosechero de vino y uva de
mesa. Por toda la zona media del Andarax abundan olivos, naranjos y almendros.
En Canjáyar, kilómetros más abajo
dirección al mar, se puede comprar directamente en su almazara un
excelente aceite virgen extra de arbequina y también en los
portales de algunas casas, durante los meses de enero y febrero cuando más dulces y jugosas están, se pueden comprar naranjas recién cogidas del huerto por un precio que ronda los 5 euros la caja
de 10 kilos.
Pasado Canjáyar, en lo
alto de una ladera, casi a 1000 metros de altitud, se encuentra Ohanes, uno de
los pueblos más bonitos de toda la zona. Visto desde abajo parece una sábana blanca tendida al sol. Es famoso por la calidad de su uva de
mesa, una variedad toma su nombre. Durante el siglo XIX y parte del XX sus uvas
eran envasadas en barriles de madera y exportadas a países europeos, Inglaterra y Alemania eran sus mejores clientes,
también Estados Unidos.
Se abandona la Alpujarra para sumergirse
entre el llamado mar de plástico almeriense y esa piel reseca,
arrugada, cuarteada por el sol, de cautivadora belleza, que es el Desierto de
Tabernas. Antes se pasa por Alhama de Almería, pueblo
natal de D. Nicolás Salmerón, Presidente de la I República. Según decían sus
convecinos cuando regresaba al pueblo para pasar unas vacaciones detenía todos los relojes de su casa para no ver como se consumía el tiempo que le obligaría a volver a
la vorágine política de Madrid. Un rasgo que definió su carácter y la firmeza de principios
es el de haber renunciado a su cargo de presidente para no verse
obligado a firmar unas penas de muerte. Su casa se conserva en perfecto estado,
también su recuerdo en el pueblo. De esto puedo dar fe por haber
asistido, casualmente, a la conmemoración del
centenario de su muerte y haber visto todo el pueblo, edificios y gentes engalanados
en homenaje a quien fuera su ilustre paisano.
Próximo a
Alhama se encuentra el que dicen es el más antiguo
yacimiento arqueológico de Europa, Los Millares. Datado en la época de transición entre el Neolítico y la
Edad de Bronce, unos 2700 a.C. Permanecen vestigios de fortificaciones, torres
semicirculares, cámaras funerarias y dólmenes. Un lugar ideal, para recrearse en
la contemplación de aquellas desoladas cumbres y laderas en las que solo las
matas de esparto atestiguan que permanece un hálito de
vida. En vivo contraste con las pinceladas del color verde de los naranjales en
lo más hondo del valle. Al ser un lugar poco visitado no es infrecuente
tropezarse con alguna liebre o conejo, incluso con un corzo o un zorro. También se pueden avistar, en lo más alto de
Los Filabres, las cúpulas blancas del observatorio astronómico de
Calar Alto. Su silueta se recorta sobre un cielo de casi perenne color azul.
El Andarax continúa su curso
furtivo, temeroso de la voracidad de los regantes, ahora perpetrados bajo
interminables extensiones de plástico, hasta entregar en secreto su
menguado pero valioso tributo al Mediterráneo.
ulpiano rodríguez calvo
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