A los que no les he puesto número es debido a que he pensado que son prácticamente irreconocibles, bien por lejanía o por estar semi tapados por otros.
domingo, 24 de febrero de 2013
HACIENDO MEMORIA II
Mientras estamos a la espera de si nieva o no nieva, aquí os
dejo otra fotografía que me facilitó Maribel y que corresponde a los alumnos de primer año,
curso 1957-1958, en Corias, posando delante del tendejón en el patio del
colegio y disfrutando de la nieve un
once de marzo de mil novecientos
cincuenta y ocho. Hay muchas caras perfectamente reconocibles, pero también
hay otras que no lo están tanto. A ver esa memoria fotográfica que tenéis muchos de vosotros cómo
funciona.
A los que no les he puesto número es debido a que he pensado que son prácticamente irreconocibles, bien por lejanía o por estar semi tapados por otros.
A los que no les he puesto número es debido a que he pensado que son prácticamente irreconocibles, bien por lejanía o por estar semi tapados por otros.
viernes, 22 de febrero de 2013
Yo, preso en Lyublyana
Adivino lo que algunos están pensando: “Vaya, ya está Morán
apropiándose el protagonismo de situaciones increíbles”. Pues no, así fue y así
lo viví. Tampoco importaría que lo inventara pues, a fin de cuentas, como dicen
en italiano “Si non e vero e ben trovato”. Si resulta ameno poco importa la
veracidad de lo contado.
Cuento con el hecho constatado de que en Corias en aquella
época nuestra, la geografía se estudiaba en serio.
Así pues, Lyublyana es la capital de Eslovenia y esta era la
más al noroeste de la antigua Yugoslavia, lógicamente regida por los comunistas
hasta principios de los noventa. Como tal régimen comunista, estuvo unos sesenta años al margen
del turismo. Sirva esta introducción para situar mi triste experiencia en una
cárcel eslovena.
Aquel verano, “91 – 92” yo estaba pasando algunos días en
Basilea, y fui con mis anfitriones a conocer la vecina Alsacia, región francesa
limítrofe con Alemania. Solamente separadas por el río Rhin. Alsacia entera es
un jardín y sus vinos blancos una golosina. Colmar (donde hasta los canalones
están ornados de flores) y RiqueWhr donde bebí el mejor vino blanco de mi vida,
un día soleado en una terraza sombreada.
De pronto sonó mi móvil, y recibí la grata llamada de J. R.
G. Fresno ex alumno de Corias e
importante empresario.
-
Hola Pepe, soy Fresno ¿Por dónde andas?
-
Hola, Ramonín, estoy en un pueblo de Alsacia, de
turismo.
-
Oye, yo estoy en Lyublyana que maravilla es
esto. Estoy tomando una cerveza en una terraza. Es una gozada de país. Escucha,
voy a estar aquí varios días… ¿Porqué no coges un avión y vienes mañana a pasar
aquí tres días?
-
Bueno, no creo que sea fácil, tendría que ir en
avión a Bruselas o a Frankfurt o quizás a la cercana Estrasburgo.
-
Bueno, mira a ver si te arreglas, estoy en el
Hotel Continental.
-
No te prometo nada, pero si puedo allí me
tienes.
Y en efecto, cogí un tren para Frankfurt y al día siguiente
un avión a las 4 p.m hasta Lyublyana. A las siete estaba en el hotel de Fresno.
Cenamos al aire libre, nada del otro mundo, Fresno pidió una lyublyana al
natural pero no tenían disponibles. Nos retiramos pronto, pues él tenía una
importante reunión temprano y yo estaba cansado de tanto viaje.
Cuando al día siguiente me lancé a la calle, serían las
nueve y media no sé por qué razón iba soñando con desayunar un par de huevos
fritos con una loncha de bacon y una jarra de cerveza negra.
Recalé en la terraza de un restaurante y pronto vino un
camarero, ahí empezó mi tragedia, que dio con mis huesos en la cárcel. Yo había
oído decir un tópico muy conocido: “Sabiendo inglés, te defiendes para viajar
por todo el mundo”. Lo que no concreta la frasecita es que sepan inglés tus
interlocutores.
-
¿English?
-
Negativo.
-
¿French?
-
Negativo.
-
¿Españolo?
-
Negativo.
-
¿Italiano?
-
Negativo.
No pregunté en bable de milagro, ante una situación así, no
caben más que dos soluciones:
-
La artística.
-
La cómica.
Yo descarté la cómica pues uno tiene cierto sentido de la
dignidad y del ridículo y no me quería rebajar a ponerme en cuclillas en forma
depositiva y aleteando con los brazos, avanzar por la terraza proclamando “co
co co”, igual me entendía que quería un pollo asado.
Sé de un magistrado de la Audiencia nacional que acompañado
por su mujer en un país eslavo, al desear unos huevos, como yo, se puso en
cuclillas y recorrió todo el restaurante aleteando con los brazos e imitando a
una gallina.
La artística. Ay amigo, pídanle a un negado como yo para el
dibujo que plasme bien claro en un papel un plato con dos huevos fritos y
bacon. Yo me pongo a dibujar un gato y me sale un sofá. Pero de perdidos al
boli. Dibujé algo parecido a un plato (yo creo que me salió octogonal y dentro
dos redondeles, lo intenté , metí en el pretendido plato dos círculos más
pequeños con un puntito en el centro, el camarero miraba intrigado, pero no
entendía, cogió el boli y le puso al plato dos patas de ave. Yo no quería
pollo. Taché las patas, vinieron otros dos camareros, tan políglotas como el
primero, uno cogió el dibujo y en la parte posterior del plato le dibujó un
rabito enroscado. Lo taché furioso, un tercero cogió el boli y trazó una recta
de un ángulo a otro, con lo que insinuaba un pez geométrico. Estuve tentado a
llevarme la mano a cierto sitio pero temí que como aquí en España creyeran que
era un gesto insultante. Yo estaba desesperado ¿Pero es que no había nadie que
no sabía hablar ninguna lengua que no fuera el esloveno?)
“Is there anybody who can explain in sloveno, huevos con bacon” Nobody.
Digo
nadie. Ya había cinco camareros, uno cogió el bolígrafo y seguramente ya
informado de que era español le dibujo al monstruo picassiano que teníamos ya,
un par de cuernos, al tiempo que con una servilleta dio dos capotazos al aire.
Yo estaba frenético. ¿Cómo es posible que nadie supiese inglés cuando en España
lo hablan hasta los de Rengos? Ya fuera de mí – out of my mind - le pegué una patada a la mesa, otra a la
silla y me fui. No llevaba andados más de cuarenta metros cuando alguien me
cogió del brazo derecho y simultáneamente otro del brazo izquierdo. Miré. Eran
dos policías uniformados, algo dijeron que yo interpreté “Queda usted
detenido”. Y hacía la comisaría. El comisario estaba ocupado y me metieron en
un cuartón. Al cabo de media hora me
recibió y en un fluido esloveno intuí que me hacía preguntas. Nada. Volví a mí
inglés, francés. Nada. Entonces tuve una gran idea, cogí el móvil y escribí en
un papel mi nombre y el hotel donde me hospedaba. Como la palabra hotel es
universal, aquel borrico pensó que quería hablar con alguien del hotel, para
que acudieran en mi ayuda y para que avisasen a mi colega Ramón. Hablé con un
chico que vino del hotel y le expliqué lo ocurrido (por cierto me dijo que ese
desayuno me lo podían haber facilitado en el hotel) quedamos en que el
comisario haría ciertas gestiones previas y que en cuarenta minutos estaría
libre. Otra vez al cuartón, ahora había otro inquilino: un hombrón enorme, de
barba blanca y aspecto de marinero noruego. Al cabo de media hora me llevan
ante el comisario que estaba acompañado de mi amigo Ramón. Este muerto de risa
me echó una regañina: “Pero hombre, Pepe, que no se te pueda dejar solo ni una mañana... ¿Fue por culpa de una
lyblyana?” “Que va, - respondí -avergonzando,
fue por un par de huevos fritos”
Allí continuamos dos días, realmente era una ciudad con
encanto, pero no había manera de hablar con nadie, vivimos de tópicos: “Hoy con
el inglés y el español, das la vuelta al mundo”. Recuerdo que un alumno mío en
Madrid me decía “Si yo supiera el inglés que tú este verano arrasaba en Ibiza”.
Que no, tío que hay sitios imposibles y mira que las lyblyanas estaban
buenísimas: al horno, fritas, a la plancha. Al natural. Fresno quería una al
natural, pretestando que en Japón se comen el pescado crudo y en China comen
perros. En seguida le disuadí, arguyendo que no quería verle en la cárcel como
yo.
COMENTARIO: En pleno siglo XXI en Europa, donde millones de
personas deambulan por todo el continente, aquellos miserables no habían
aprendido que el negocio del turismo conlleva ciertas exigencias mínimas
¡Claro! Casi sesenta años allí encerrados sin salir ni recibir visitas del
resto del mundo terminaron por crear un turismo tan elemental que ignoraba que
huevos en inglés, se dice eggs, aunque puede que sea mi culpa no saber que
huevos, en esloveno se dice jajca.
Pepe
Morán. Dominico. Ex
jueves, 21 de febrero de 2013
RECETA 21-02-2013
Patatas a la Unión
Es esta ocasión se trata de un plato simple y sumamente económico. Nuestras patatas a la unión. Cortamos las patatas en láminas finas y lavamos y salamos. Unimos las patatas de dos en dos, rebozamos en harina y huevo y freímos. En un recipiente colocamos las patatas, a parte preparamos un sofrito a base de ajo, cebolla, vino blanco y un poquitín de harina para espesar la salsa (el sofrito en el aceite sobrante de freír las patatas). Añadir por encima de las patatas, añadir agua hasta cubrir las patatas. Poner a cocer durante quince o veinte minutos y servir.
Es esta ocasión se trata de un plato simple y sumamente económico. Nuestras patatas a la unión. Cortamos las patatas en láminas finas y lavamos y salamos. Unimos las patatas de dos en dos, rebozamos en harina y huevo y freímos. En un recipiente colocamos las patatas, a parte preparamos un sofrito a base de ajo, cebolla, vino blanco y un poquitín de harina para espesar la salsa (el sofrito en el aceite sobrante de freír las patatas). Añadir por encima de las patatas, añadir agua hasta cubrir las patatas. Poner a cocer durante quince o veinte minutos y servir.
BUEN
PROVECHO
Miguel Ángel Vázquez
martes, 19 de febrero de 2013
LOLA LA LALONA
Si hombre, tenéis que acordaros. Total no hace tanto tiempo.
Todavía nadie había oído hablar de la prima de riesgo, aún era relativamente
fácil encontrar un político decente y en una villa como Pola de Lena se abrían
un promedio de cuatro bares a la semana y tres peluquerías. Si aún fue ayer,
cuando el más tonto peón de albañil se compraba un Audi. Una mísera huerta del
tamaño de mi salón valía cuarenta millones, y para, ingresar de funcionario de
cultura, te exigían ser asiduo lector del Marca. Todos incluso los que leíamos
doscientos libros al año, lo veíamos como normal.
Pero vamos al caso. Me vais a permitir que, como tengo por
costumbre no mencionar ni lugares ni personas por su nombre reconocible, pues
las suspicacias están a flor de piel. En X, un pueblo del interior de Asturias,
un pueblo de esos bucólicos, idílicos, paradisíacos, ese que los turistas que
ocasionalmente lo ven en agosto y se admiran de tanta belleza siempre hay
alguno que exclama ¡Yo viviría aquí todo el año! Sí, sí… Espera a febrero y ya
me dirás. Bueno pues X era un pueblo de mediano tamaño y tenían por patrono a
San Cipriano. Una talla de esas de Olot, con un aspecto bobalicón y con
melenita. Bueno, no me atrevo a decir más… El tema es que se hacía una gran
fiesta. El Santo estaba habitualmente en una pequeña capilla como a kilómetro y
medio del pueblo. La capilla estaba situada en un vallecito umbrío y el día de
la fiesta acudían todos endomingados con la gaita etc a buscar al Santo y
bajarlo a la iglesia parroquial para los actos litúrgicos. El pobre San Cipri
era el único día que tomaba el sol.
Y aquel año, pero os tenéis que acordar, resulta que alguien
se anticipó y robó la imagen ¡La que se lio! Inmediatamente la Guardia Civil se
hizo cargo del caso, pero sin éxito. No había pista alguna. La gente fue
alborotándose cada vez más. Y los medios temían un estallido social, allí ya
nadie se fiaba de nadie se creó un ambiente irrespirable. El día de la fiesta
se echaba encima y la imagen no aparecía. Los más exaltados reclamaban medidas
contundentes. Cortar la carretera, organizar una manifestación en Oviedo y hasta un diputado provincial
sugirió ir a tomar la Cibeles.
Por fin se hizo una luz. Una moza del pueblo, buena moza y
ya jamona, un poco faltosa, eso sí, confesó que ella sabía dónde estaba San
Cipri, la pobre tenía en el habla unas ciertas carencias fonéticas, que hacían
difícil entenderla. Para ella las “Des” y las “Erres” eran algo casi imposible.
Así “el robo” se transformaba en “lobo”. Empezó a decir por ahí que ella sabía
quién había perpetrado el “lobo”. Fue un alivio pues faltaban solo dos días
para la fiesta. El alcalde del municipio, el comandante de puesto de la guardia
civil y el secretario del juzgado coincidieron en trasladarse al pueblo para
interrogar a “La Lola” que así se llamaba la moza. Se convino en que se le
tomaría declaración pública en el atrio de la iglesia, pues se preveía que
habría una multitud expectante. La Lola, había puesto como condición
innegociable, la presencia de las cámaras de televisión. No había problema,
pues la TV está hambrienta de imágenes desquiciadas, absurdas y cuanto más
ridículas mejor. De modo que no faltaba nada: público, autoridades, prensa, TV.
Al principio La Lola, exigía que la llevaran a ella en andas a la Iglesia, pero
el cura se negó, previa consulta con el obispado. La multitud se compactó en
torno al atrio. Subieron a La Lola a una silla, el secretario judicial,
apercibido de libro y pluma, mandó callar a la concurrencia y dirigiéndose a La
Lola exclamó en voz tonante “Señorita Lola parece que usted afirma conocer la
identidad de los ladrones. La conmino en nombre de la justicia a que lo declare
aquí y ahora”.
La Lola buscó con la mirada a las cámaras de la TV y exclamó:
“Pues, fueron los lalones”.
Como mínimo la mitad de la multitud se agachó a buscar una
piedra con la que lapidar a la tontorrona, tanta expectación para al final
reírse del pueblo. El comandante de la guardia civil interpuso su condecorada
presencia para evitarlo y dirigiéndose a la moza, le exigió: “Díganos de una
vez quién robó al santo”.
La Lola, que ya había conseguido lo que perseguía, exclamó
en voz alta “YO SOY LA LALONA, el Santo está en mi lesván”. Hubo un aplauso
cerrado y muchos de los presentes emprendieron una alocada carrera hacia la
casa de la chavalota. Al llegar, ya alguien se había anticipado y portaban al
santo. Ovación y vuelta a la iglesia.
El jefe de los civiles, hizo una señal a dos números que le
acompañaban y estos esposaron a la lalona, era un asunto ya judicializado y se
cumplían los trámites protocolarios. En un Land Rover y al cuartel. Una mente
superficial daría aquí fin al episodio, pero los que pensamos, lo vemos de otra
manera. ¿Qué impulsó a la tal Lola a robar al santo? No había fobia alguna
contra San Cipri, no había afán de lucro, pues esas tallas no valen nada. Entonces
¿Por qué lo hizo? Pues está claro, la Lola como cientos de miles de españoles,
añoraba sus cinco minutos de fama televisiva. Soñaba con protagonizar aunque
fuese tan corto espacio de tiempo un papelito en la pantalla. Para ella el
deseo se convirtió en obsesión enfermiza. Seamos razonables la pobre llevaba
años y años viendo los programas vespertinos de Telecinco y aunque no era
persona de muchas luces, sí se percató de que año tras año y día tras día
aparecían en pantalla una larguísima relación de memas, semianalfabetas y
zorrastronas que acudían a plató a contar la ruptura con su cuarto marido y los
rumores sobre el quinto. Y una legión de periodistas que parecían haber
aprendido el oficio en la sección de despiece de un matadero municipal y todos se
llevaban un pastón. O el caso de la gorda extremeña que ante las cámaras se
reconciliaba después de veinticinco años sin hablarse con su hija que había
emigrado a Tarrasa y la gente lloraba en sus casas de emoción, o la que iba a
notificar la primera (y supongo que última) comunión de su retoña, etc, etc.
¿Cómo extrañarse que un día una moza de poca cabeza pensara –
y no sin razón - que ¿Por qué no ella?
Porque se consideraba mucho más guapa y lista que las maquilladas que veía. Y
de paso se llevaban una pasta. Se ha sublimado la imagen televisiva hasta tal
punto de que, o sales en la tele o no eres nadie.
Seamos claros, ¿Tiene
más méritos la Belén Esteban, la Yola Berrocal o la Raquel Bollo para salir en
pantalla que ella? La Lola padecía el síndrome conocido como de “Hambre de
pantalla”. Como ven que el nivel para salir en un programa de televisión es tan
ínfimo aspiran a que, en justicia o por las bravas se les dé su porción de
gloria televisiva.
Vivimos en la sociedad de la imagen que avasalla los
sentidos, pero huye de la razón, cuando Clark Gable apareció sin camiseta en
una película hundió la industria de confección de esta prenda. Estamos en la
sociedad del consumo, de la imagen y de lo lúdico. Y sin hijos. Decía Oswald
Spengler en “La decadencia de Occidente” que todos los imperios que han
existido han muerto por las mismas razones: el espectáculo, sustituye al
sacrificio, lo lúdico prevalece como valor supremo, las mujeres se niegan a
tener hijos y los hombres se ama… poco a poco, las mujeres romanas ya no sabían
que ropa quitarse para atraer a los hombres. En el siglo XVIII los hombres se
perfumaban más que las mujeres. ¿Os recuerda algo todo esto? Y los bárbaros, como
en la antigua Roma, a cuarenta kilómetros de la ciudad. Ahora vienen
hambrientos y sin nada que perder de oriente. Los romanos seguían en el circo,
la TV de entonces, ya nos amenazan todos los imperios emergentes y cuando
llamen a la puerta nos encontrarán: a las mujeres en la peluquería y a los
hombres histéricos porque faltan cinco minutos y el Madrid y el Barcelona van 2
– 2.
Pepe
Morán. Dominico–ex.
lunes, 18 de febrero de 2013
AMOR O SEXO. SEXO O AMOR
Por jrFRANCOS
Como el Administrador del Blog me ha
dado un toque vía correo interno preguntándome "si me parece poco los 20
euros que me paga por colaboración" y anunciándome de paso que se ve
obligado, dada la situación, a "rebajarlo a 15 euros, en tanto salimos de
la crisis", improviso esta pequeña entrada, rebuscando notas aquí y allá
en mis apuntes.
----------------------------------
El pasado 14 de febrero se celebró el
día de San Valentín, Día de los Enamorados o Día del Amor y la Amistad.
Celebración tradicional anglosajona -donde los pájaros, como aquí, se emparejan
y aparean, lo que puede entenderse como amar y generar vida- que se ha
implantado en otros países a lo largo del siglo XX, a lo que contribuyó, al
menos en España, Pepín Fernández, el fundador de El Corte Inglés y su primo,
cuyo nombre no recuerdo, que fundó la extinta Galerias Preciados. (Hay un libro
muy interesante al respecto, donde se refleja la perspicacia comercial de estos
dos visionarios de los grandes almacenes, así como de su lucha fraticida a ver
quién se comía a quien).
La historia de San Valentín no voy
a resumirla, pero si os aconsejo que os metáis en la gran chuleta del que no
sabe, la "uiquipedia", pues cuenta una historia muy curiosa e
interesante, aunque con cierta duda de si fue real. Pero es interesante.
Pinchad ahí. Yo, que sólo sabía lo que escuché el otro día por la radio, ya lo
hice y no me arrepiento.
Tampoco voy a entrar en disquisiciones
de si amor o sexo. Cada cual tiene su visión y, quiéralo Dios o el Diablo, su
práctica. "A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga", reza el
dicho. Yo lo único que voy a hacer es transcribir y haceros partícipes de ocho
frases o sentencias dichas por personajes que están en la historia (menos una,
que es anónima y otra, dicha por alguien que es como tú o el otro) y que hacen
referencia al sexo. Estas son:
----"El sexo es una trampa de la naturaleza para no extinguirnos". Friederich
Nietsche. Filósofo alemán (1844-1900).
----"El sexo es una de las nueve razones para la
reencarnación. Las otras ocho no son importantes". Henry Miller.
Escritor estadounidense (1891-1980).
----"El software es como el sexo. Es mejor cuando es
gratis". Linus Torvalois. Ingeniero filandés (n. 1969).
----"El sexo sólo es sucio cuando no te lavas". Madonna.
Cantante estadounidense (n. 1958).
----"Lo que sucede con el sexo en apenas diez minutos
es algo que excede a todo el vocabulario de Sakespeare". Robet Louis
Stevenson. Escritor británico (1850-1894). Este hombre de las letras, si
estuviese al tanto de las últimas estadísticas, vería que los españoles hemos
mejorado, duplicando el tiempo. Si lo sabrán las trabajadoras del sexo, cuya
tarifa más baja es "tanto por veinte minutos".
----"En la vida sólo hay tres cosas importantes. La
primera el sexo, las otras dos... de las otras dos no me acuerdo". Woody
Allen. Cineasta estadounidense (n. 19__).
----Y ésta, de la que me gustaría ser el autor, pero no,
aunque tampoco sé de quien es, ya que la tengo anotada desde hace muchos años,
copiada de no recuerdo dónde, desde una concepción un poco existencialista de
la vida. Dice así: "Sólo hay dos muertes, la sexual y la otra, pero
la otra no importa".
----"¿Sexo?, ¿Amor? ¿Sexo sin/con amor? Qué más da. Lo
importante es que gracias a uno u otro yo escribo esto y tú lo lees. Es decir,
existimos". jrFrancos. Aficionado y cultivador de casi todo.
Couriense. (n. 1948).
NOTA.-Escrita sobre la marcha y haciendo una versión
particular de la del filósofo alemán Nietsche.
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A ver si alguien aporta otras dos y ya tendríamos los DIEZ MANDAMIENTOS DE LA LEY DE LA VIDA.
domingo, 17 de febrero de 2013
PASEO NOSTÁLGICO POR EL “BOSQUE”
Hace tan solo unas semanas he
tenido que volver a Cangas con motivo del papeleo que estoy tramitando
para hacer el cambio de titularidad de
la casa junto a unas pequeñas fincas de mis padres hacia mí. Después de salir de la
Notaría y en espera de que me podían
volver a llamar al cabo de unas horas,
me acerqué hasta Corias y después de saborear un rico tinto, mejor dicho fueron
dos, en el bar que hay frente a la
entrada de la iglesia del convento, que debe de ser el único bar que está abierto en
Corias; al menos en la parte de la
carretera no existe otro. Este bar está regentado por una señora de mi quinta, año arriba o año abajo, y por su hijo
que se llama Aníbal. Este mozo, aparte de ser
simpático y amable, tiene una gran habilidad para elaborar vino.
El rico vinín que hace este rapaz,
lo hemos descubierto ya hace unos años
en una de las reuniones del último sábado de septiembre en Corias. Normalmente,
bien a la llegada o a la salida, antes
de partir para la xanta hacia Bodegas Narcea en las Barzaniellas, los más
sedientos solemos abrevar un poco en este bar para celebrar el encuentro de un
año más con viejos amigos y compañeros. Debo decir que hasta a nuestro amigo y compañero Francos, persona de reputación intachable y
poco sedienta, le ha gustado mucho este
vino. Una de las veces, después de catarlo le dijo al dueño si podría venderle
unas botellas para llevárselas a su tierra de adopción y así fue. Se llevó para
Los Santos de Maimona unas botellinas de este rico y joven caldo que seguro
sería recibido con los honores que se merece, a pesar de ir a una zona de reconocidos
vinos, como es la comarca de los Barros.
Pues bien, una vez saciada la sed
y después de hablar un rato con Aníbal y con un antiguo alumno y vecino de
Corias, llamado Enrique, que suele estar por allí casi siempre a la hora de
tomar café, me dirigí hacia el patio del Parador; bueno, a los antiguos alumnos parece que nos
suena mejor decir colegio o convento,
pero hay que ir acostumbrándose a cambiar el término. Aparqué el auto en las
afueras del patio en una zona donde la acera es amplia, y sin encomendarme ni a dios ni al diablo, me
adentré en la finca. Como no había nadie por allí para comentarle mis sanas
intenciones de querer hacer una pequeña visita, ni corto ni perezoso, tomé
el antiguo camino del “bosque” con dirección a la finca de los frailes. Una vez
arriba me encontré con un estupendo
viñedo plantado todo en espaldera que ahora ocupa toda la ladera, la que en
nuestros años estaba poblada en su parte baja por: castaños, cerezos, nísperos,
perales, manzanos…etc, de todo, y que en la parte alta también existía el viñedo
entonces. Si recordáis, como a media ladera y en el centro de un estrecho
rellano, había un pequeño cobertizo con
un poyete interior para sentarse y poder protegerse de la lluvia, pues allí
sigue, pero ahora está muy agrandado y mejorado con buenos materiales. Desde
ese punto se divisa todo el convento y gran parte del valle. Es un lugar estratégico para pasar un buen rato allí sentado con el retrovisor puesto hacia
los años de juventud vividos en el internado.
Una vez arriba, a pesar de que la
lluvia comenzaba a anunciarse, hice
estas fotos que vemos en la entrada y pensaba para mis adentros: hace que yo no
pisaba estas tierras desde el año 1966; es decir, casi cerca de cincuenta años,
y si digo la verdad, me daba la
impresión que no podían haber transcurrido tantos años desde aquella etapa
de nuestras vidas en el internado de Corias, hasta estos momentos, pues las imágenes que se estaban fijando en mi retina, aunque muy modificadas, no solo
no me resultaban extrañas, sino que me eran totalmente cercanas y familiares. Eso de mimetizar lo remoto con lo próximo, dicen que es otro síntoma de vejez. Y será verdad, ¡pero qué le vamos hacer”!
Para mi gusto hubiera permanecido bastante
más tiempo por allí y hubiera recorrido mayor parte de la finca si hubiera
contado con un calzado adecuado, pero la lluvia me obligó a tener que regresar de
forma precipitada y a todo meter. Una vez abajo en el patio, ya a salvo de la
pertinaz lluvia, me coincidió hablar con un señor que es carpintero y que estuvo
toda la etapa de las obras que reconvirtieron nuestro caserón en un flamante Parador
de primera clase. Este hombre me dijo que aquello había quedado de lujo. Ahora,
una vez que esté equipado con todo el mobiliario requerido, lo que hacía falta es que se pusiese en marcha
lo antes posible, aún a pesar de los malos tiempos que corren. También me comentó
de ciertas noticias publicadas en la prensa asturiana, según las cuales, parece que la dirección de
Paradores ya contaba con varias
peticiones de estancia en Corias, a la espera de poder celebrarse,
en cuanto se produzca la inauguración del Parador. Esta especie de promesas
o reservas, parece que habían sido hechas por parte de determinados organismos y
asociaciones solventes que tienen grandes deseos de recluir a sus cabezas pensantes durante unos días, en el antiguo convento de Corias.
Ojalá se haga pronto la inauguración , y de paso, a ver si los
antiguos alumnos también somos capaces de superar esta injusta crisis que
padecemos principalmente, la gente honrada,
para poder volver a recorrer los antiguos claustros, y si se tercia,
poder reposar en una de sus ¿86? lujosas habitaciones con las que cuenta el
hotel. Tampoco habría inconveniente alguno en que nos habilitaran un pasillo
con camas corridas a modo de internado de los años sesenta para todos y, eso
sí, vigilado el sueño durante la noche por el Reverendo
Padre Jaime. Además, para Jaime este trabajo sería muy llevadero y nada
molesto: sería como coser y cantar, puesto que el Parador cuenta con
calefacción y todo, y las sesiones de “xustradas” que debía administrar a los
alumnos antes de acostarse para calentar, como en tiempos pasados, ya no serían necesarias.
B. G. G. bloguero “Prior”
sábado, 16 de febrero de 2013
A LA ENSEÑANZA LABORAL LE FALTABAN CLASES DE COCINA
El amigo Miguel Ángel nos acaba de sugerir una receta culinaria de un arroz rápido y sabroso, y yo ante esta
recomendación debo decir algo. Primeramente, que yo del arte de cocinar nada de nada; no sé si el arroz se
pone a remojo como los garbanzos o si hay que desalmidonarlo previamente como se
hace con el salitre del bacalao. Es una
vergüenza, y bien que lo siento, pero no tengo ni idea de los temas
relacionados con los fogones. Mi mujer de vez en cuando me dice que, le consta que la enseñanza laboral tenía cosas
muy buenas y que no lo duda, pero también dice que no estaría nada de más que,
de las muchas horas que dedicamos a desbastar a lima buenos tochos de hierro, las hubiéramos compartido algo con el
aprendizaje de todo lo relacionado con las ollas. Y yo pienso que tiene más razón que un santo. No obstante, voy a decir una cosa referente a las
paellas, que puede ser solamente una apreciación mía, pero que también debieran
opinar los muchos “paelleros” (de domingo) que hoy día existen en muchos de
nuestros hogares. En los años de mi infancia, de la posguerra y posteriores, el comer arroz
daba la sensación que no se podía hacer
en cualquier momento pues, parecía que ya tenía unos días concretos asignados
de antemano. Yo, durante los cuatro años
que estuve como pupilo en León en una casa particular, el arroz solo lo
comíamos los domingos, y posteriormente viajando por España, he comprobado que en algunas regiones los restaurantes y bares de comidas, la paella la hacían de forma invariable solamente los jueves. En
la zona norte de Castellón se hace un arroz propio del lugar, y muy rico por
cierto, que le dicen: Arroz “empredrao”. ¡Vaya nombrecito!
Tocante a esto del arroz, yo recuerdo de niño que en nuestros pueblos del occidente interior asturiano, solo se comía arroz algún
domingo que otro y en ciertas fechas señaladas. Por ejemplo: el día de la
fiesta del pueblo no podía faltar, ni tampoco cuando había algún acontecimiento
familiar un tanto singular y destacado. Una particularidad de este plato, era que raramente se le denominaba como paella,
siempre se le nombraba como arroz: con tal o con cual. Casi le bastaba con tal,
ya que no se hacía con otra cosa diferente, que no fuera con el pitu de casa.
El caso es que aquellos elementales arroces solamente llevaban arroz
y pollo de corral. La verdad sea dicha
que, el pollo de corral tenía un sabor intenso y exquisito, eso sí, pero no se
le acompañaba de nada más, a excepción del azafrán como ingrediente muy
importante, para darles el apetitoso color
amarillo y una vez hechos en la cacerola baja de color granate, fabricadas en
Vitoria por Esmaltaciones San Ignacio,
nada de paelleras ni gaitas, pues eso era un lujo superfluo e innecesario que
no conducía a nada, y antes
de sacar la cacerola a la mesa, la cocinera o el curioso de la casa que
hubiera, eso sí, les distribuía, de forma más o menos artística y simétrica, unas
tiras de pimiento de bote morrón rojo. Pues, aquel arroz tan sencillo que su
verdadero nombre más bien debiera ser “arroz viudo”, estaba como para chuparse
los dedos y no había visto ni por asomo: ni gambas, ni almejas, ni mejillones,
ni cigalas, ni rape, ni congrio, ni conejo, ni calamar, ni rayos podres
(pastillas de Avecrem)…, que se le pudieran echar. Yo pienso que le
encontrábamos tanto sabor, a algo que en potencia no lo debiera tener, porque no teníamos el paladar desvirtuado ni contagiado
de sabores extraños y por eso apreciábamos tanto los sabores naturales, propios
de cada ingrediente.
Mi mujer y yo de vez en cuando, todavía solemos ir a una Venta de la
montaña leonesa, cerca de Valporquero, donde aún se puede degustar este tipo de
arroz de casa, elemental, de toda la
vida y tan sabroso o más, que si fuera cocinado por un afamado arrocero y realizado
con un montón de tropiezos y añadidos. Cómo será, que ese plato figura
obligatoriamente, todos los fines de semana entre el menú destacado de la casa,
porque la mayoría de los comensales, que vienen de lejos expresamente a comer
allí, es lo primero que solicitan. Está claro que las comidas cuanto más
sencillas sean, más sabrosas resultan. A mí no me cabe la menor duda, que hay veces donde
tanta amalgama de sabores, al final lo
único que hacen es confundir y camuflar el “cante” (cheire) y la poca frescura de
los otros ingredientes.
B. G. G. Bloguero “Prior”
RECETA 16-01-2013
PAELLA MIXTA (a mi gusto)
Rehogar con aceite la cebolla, el ajo, pimiento y rallar
tomate (al gusto con pepitas y piel o no) añadir un buen chorro de coñac
.Añadimos pollo troceado y calamares. Tenemos preparado un caldo de pescado o
de carne (admite los dos) y añadimos y dejamos que se haga un
poquito y añadimos el arroz y salamos. Un plato sencillo y rápido.
¡BUEN
PROVECHO!
Miguel Ángel Vázquez
viernes, 15 de febrero de 2013
PUEBLOS DE ESPAÑA
En esta ocasión, vamos a ofrecer pocos datos intentando
ponerlo un pelín difícil. Nuestro pueblo de hoy se encuentra situado
en la cuenca natural de dos ríos. Podemos visitar su plaza mayor, que comenzó a
construirse en el siglo XV y terminada en el siglo XVII, con 234 balcones. La
torre del reloj y el castillo de los condes. Acompañamos con tres fotos que
pueden ayudar a identificar a dicho pueblo.
¿DE
QUÉ PUEBLO HABLAMOS?
Miguel Ángel Vázquez
miércoles, 13 de febrero de 2013
SUPER RICA SUIZA
Por neutral, por protegida
y por lo que simboliza,
se considera a Suiza
la nación “punto de mira”.
Rehúsan al emigrante,
sin papeles de currante,
y hacen puentes al pudiente
sin valuar cual fue su fuente.
Es una de las naciones
que posee más riquezas
y primera en provisiones
de las cuentas financieras.
De los privados peculios
de nuestro mundo global,
guardan un tercio oculto
en su bancario amoral,
que amén de ser injusto
fue indigno y desleal.
Es de razón conceder
que parte de su efectivo
es legal y permitido,
más el que doy a saber
es de dudoso recibo.
Crece el erario suizo
con su impuesto estatal
sobre el dinero traído,
como minora el del fisco
de su Estado propiedad.
Se lucran así oligarcas
por estos sistemas laxos,
que empobrecen las arcas
de los países reglados.
Por supuesto no me olvido
que este dinero negro,
es del fraude de “chorizos”,
de chantajistas o enredos,
que pululan a sus anchas
perpetrando atropellos.
Sé que para lo opaco
se está dando algún paso,
más si no media Justicia
¿adónde el bancario mira?
**********
Cuando yo leí la Entrada
de nuestro amigo viajero,
en “mi” neurona chocaba
lo que concernía al perro.
Creía en mi ignorancia,
que en un país como Suiza
todo él preponderancia,
los canes se amarraban
con “riestras de longaniza”
en “Chanel número cinco”,
me extrañó por permisivo
el gran pedo del canino.
Y como ya queda largo,
pongo stop seco al petardo.
J. M. Martínez
martes, 12 de febrero de 2013
HACIENDO MEMORIA
Maribel me ha enviado algunas fotos antiguas del colegio y
aquí os dejo ésta, que recoge un encuentro de fútbol celebrado en el patio del
colegio, entre padres de alumnos y profesores, con motivo de las fiestas rectorales de mayo
de 1960. He escogido esta foto porque están muy claros los personajes y porque a muchos les gustará ver a sus padres aquí así tan joviales y deportivos. A ver si entre
todos damos con los nombres de sus componentes. De momento, yo he puesto los
que me ha dicho Maribel y los que yo sabía. Es probable que haya algún error,
pero no importa pues estoy seguro que al instante vosotros corregiréis. En los comentarios está el listado inicial. Así pues, a trabajar se ha dicho.
***************************
Después de unos días de intensa búsqueda, vamos a poner la foto ya completa y esperemos que no haya muchos errores. La iba a colocar en una entrada nueva pero veo que aquí mismo también queda bien. Así, está más a mano para comparar. Una vez aclaradas todas las posibles dudas que puedan surgir y hechas las correcciones, dejaré solamente la buena; la que tiene todos los nombres.
B. G. G. bloguero "Prior"
B. G. G. bloguero "Prior"
domingo, 10 de febrero de 2013
FIN DE SEMANA EN ZERMATT (V)
El domingo amaneció
despejado, inundado por un imperceptible azul, anunciador del aire
purificado de la montaña. Al decidirnos a quedar hasta comer aquí teníamos una larga
mañana por delante.
Lo primero fue
cerciorarnos que, como nos temíamos, el museo dedicado al Cervino y a la
etnografía de la zona estaba cerrado y solo abría por la tarde. Después
visitamos, en una pequeña ladera situada detrás de la iglesia católica, tumba a
tumba, las sepulturas de decenas de románticos del alpinismo, llegados allí desde
distintas partes del planeta, muertos, la mayoría muy jóvenes, en su intento de
coronar la cima del indómito Cervino o al regresar de ella. Entre estas
sepulturas se encuentran las de dos barceloneses muertos en 1972 rondando los 20 años. En este lugar, un
diminuto y decadente jardín, convertido en lugar de culto para quienes acuden a
Zermatt, surge una pregunta inquietante: ¿qué extraña fuerza puede empujar a
personas tan jóvenes a enfrentarse a una muerte casi cierta? Pero sabido es,
como todo sin excepción, que algo que para unos es una estupidez, para otros es
el centro sobre el que gravita la vida.
La primera ascensión al Cervino la llevó a cabo una
expedición alentada por el dibujante y escalador inglés Whimper, enviado aquí
por una revista para realizar grabados de la zona, en julio de 1865. Esta
primera escalada terminó de forma trágica al caer al vacío durante el descenso
cuatro de los integrantes del grupo. Este suceso, a la larga, resultó un fuerte
reclamo para los ciudadanos británicos, que durante muchos años acudieron al
encuentro con la irresistible montaña.
En la fachada del hotel Monte Rosa, fundado a mediados del sigloXIX,
donde se alojaron la mayoría de estos primeros aventureros de la escalada, una
placa de bronce recuerda la gesta de Whimper.
Cruzando la calle, al otro lado del cementerio de los
alpinistas, se encuentra el cementerio del pueblo. Algunos vecinos se dedican
meticulosamente a la limpieza y cuidado de las sepulturas. Más que cementerio
aparenta ser un jardín de tonalidades rosa por la ingente cantidad de floridas
matas de brezo que circundan las lápidas.
Hasta bien avanzado el siglo XIX, Zermatt era lo que en
Asturias se llama una braña, habitado solo en verano y parte de primavera y
otoño. Grabados de la época ilustran esa trashumancia y el cultivo de cereales
por las escarpadas pendientes. De esa agricultura sobreviven pequeños huertos,
ocupados ahora por repollos, alguna calabaza y arbustos repletos de bayas rabiosamente
rojas. Al recorrer el centro del pueblo surgen, junto a edificaciones modernas,
construcciones antiguas, orgullosos testigos de aquellos tiempos. Algunas, como
pudimos constatar en las placas informativas, datan del siglo XVI. Construidas
de madera, sin utilizar un solo clavo, unidas las gruesas tablas mediante
sencillos y robustos cajeados se encuentran asombrosamente, bien conservadas.
El secreto de esta longevidad parece residir en los dorados árboles que vemos por las laderas, los alerces. La madera
de estos árboles, que al cortarla tiene un color crema claro, en contacto con
los elementos de la naturaleza va adquiriendo un color oscuro y una dureza casi
pétrea; esto explica que podamos contemplar, cinco siglos después, estas
construcciones de madera. También esa es la explicación del vivo y llamativo
contraste de color entre las construcciones recientes, revestidas de madera, y
las más añejas. Muchas de estas construcciones guardan un poderoso parecido con
los hórreos asturianos; la parte baja se levanta sobre cimientos de piedra,
sobre ella cuatro pilares troncocónicos con amplias losas redondas apoyadas en la parte
superior de cada pilar hacen de infranqueable barrera para ratones y otros
animales del campo. Descansando en ellas
se alza la construcción de madera donde se guardaban, sanos, salvos y secos,
todos los alimentos.
Una fotografía del Zermatt de finales del siglo XIX,
expuesta en la vitrina de un comercio, obliga a detenerse. En él figura la
población como era entonces, pero lo llamativo es la visión de la cabeza del
glaciar en las proximidades de las casas, cuando ayer la vimos a los pies del
Gornergrat, a casi 2000 m .
más de altitud. Clamorosa evidencia que refuta las tesis de los negacionistas
del cambio climático.
Partiendo de la calle principal, una estrecha y empinada
callejuela lleva hasta el pequeño y austero templo anglicano construido en un
rellano. En torno a él se encuentran las sepulturas de los ingleses muertos en
las escaladas al Cervino. Abundan mujeres a las que la muerte sorprendió, sin
aún haber cumplido 30 años, por estas montañas.
Desde este templo protestante parte uno de los senderos que
se adentran por las montañas. No tenemos intención de darnos una caminata pero
el magnífico día invita a pasear un rato. Al llegar a las últimas casas del
pueblo encontramos a tres niños de unos siete u ocho años. Sobre un poyete de
piedra han establecido un pequeño negocio: ofrecen a los viandantes unas
tarjetas de felicitación, confeccionadas y pintadas por ellos, así como unas
piedras veteadas de cuarzo recogidas en los desprendimientos de la montaña. El
precio figura escrito en un papel con un número que bien puede interpretarse
como uno o dos. Cogemos dos piedras y una tarjeta, abonando al que parece ejercer
de jefe seis francos. Este nos mira sorprendido, con los ojos como platos, y
aunque no tengo ni idea de alemán, dice algo así:”no, se equivocan, son tres
francos” devolviendo la mitad de los francos. Seguro estoy que este niño, si no
se malea y se dedica al comercio en el futuro, será un buen y honrado
comerciante.
Regresamos a la calle principal para hacer algunas compras,
y tomar una cerveza en una agradable terraza.
No dio para más la
mañana, la hora de comer se echó encima. En Suiza, igual que en casi todos los
países de Europa, excepto España, se come pronto, entre las doce y las dos de
la tarde. Para este fin nos decidimos por un restaurante de soleada terraza,
donde anunciaban civet de ciervo como especialidad, plato apetecible de tomar
en esta época por aquí, y, en efecto, acompañado de spatzles- una pasta
parecida a la de los feixuelos que se fríe desmigada- estaba muy bueno, igual
que el Humagne, un tinto del Valais con mucho cuerpo, que nos sirvieron.
Salimos del restaurante con el tiempo justo para recoger las
maletas del hotel y alcanzar el tren que estaba a punto de partir ya prácticamente lleno. Después de recorrer el
tren logramos hacernos con asientos, aunque separados. A mitad del recorrido vi
acercarse a los revisores y me percaté de que los billetes los portaba otra de
las personas con las que viajaba. Fui en su busca y al regresar al asiento ya
estaba ocupado por un señor que miraba “distraídamente” por la ventanilla. Como
no era cuestión de entablar litigio por la propiedad transitoria del asiento me
dirigí a la plataforma intermedia entre vagones, ocupada ya parcialmente por
viajeros de ambos sexos, en su mayoría jóvenes, que habían subido al tren en
paradas intermedias. Terminamos sentados o medio tendidos en el suelo de la
plataforma formando una especie de cama redonda. Cuando faltaban unas dos
paradas para llegar a Visp subió una señora con tres enormes perros a los que
ordenó acomodarse en medio del círculo que formábamos. Los perros obedecieron y
se tumbaron mansamente mirándonos de hito en hito, pero, al poco rato, uno de
ellos, soltó una bomba fétida, de esas que en su inocente inconsciencia suelen
soltar los perros. La peste se extendió por el compartimento provocando que las
miradas inquisitivas, acusadoras, de los viajeros se entrecruzaran hasta
converger sobre los ya soñolientos animales. Poco antes de llegar a Visp, uno
de los jóvenes, un bien pertrechado montañero, extrajo del bolsillo un
encendedor y un cigarrillo. La señora de los perros comenzó a mascullar mirando
con inquina al futuro fumador provocando que una sonriente mujer de mediana
edad, dirigiéndose a éste, le dijera algo que yo, dada mi negación para los
idiomas, no entendí, pero perfectamente comprendí como algo así: “La señora
está temerosa que el olor a su cigarrillo pueda herir la sensibilidad de sus
perros” provocando una general y sonora carcajada.
Al llegar a Visp el andén estaba abarrotado, nos temíamos un viaje en olor a
multitud como el de Zermatt a Visp, pero escasos minutos antes de llegar
nuestro tren se presentó uno enorme, de esos de dos pisos, y se llevó a la
mayoría de viajeros en dirección a Berna, Zurich y demás ciudades de la Suiza alemana. Al llegar el
nuestro, en dirección a Ginebra, éramos cuatro gatos, lo que nos permitió un
holgado acomodo para leer o dormitar un rato. A la altura del lago Leman ya era
noche profunda. La luna arrancaba fluorescencias de nieve a las cumbres del
Mont Blanc y al lago, convertido en cielo estrellado, destellos plateados.
Porque estrellas parecían las luces de las embarcaciones de recreo, o de
pescadores afanados en la captura de las perches, esos pequeños pescados del
lago que fritos o en meuniere están muy ricos. Pero eso ya es otro viaje, otra
historia.
Ulpiano Rodríguez Calvo
sábado, 9 de febrero de 2013
VIVA SAN ANTÓN
Mi amigo Abdón (¡Mira que el nombre…!) era el cartero de la
estafeta de Correos que había dentro de la Biblioteca Nacional.
Era natural de un pueblo del noroeste de Cáceres y casi
limítrofe con Salamanca y Portugal. Cerca de Portugal, por el oeste con Acebo
como villa más cercana. El pueblo no recuerdo con exactitud cómo se llamaba
Linares… o algo así.
El caso es que el tal Abdón y yo nos hicimos amigos y cada
uno defendía su procedencia y la belleza de su tierra. Yo, Asturias y el, esa
zona concreta de la provincia de Cáceres.
Llegó a tal extremo la discusión que se empecató en que
tenía que ir con él a su pueblo, por las fiestas, allá por mediados de Julio.
No hubo más remedio y allá nos fuimos. De entrada tuve que reconocer que la
zona era preciosa. El agua, abundantísima, venía de la próxima sierra de Gata.
Visitamos Acebo, capital de la comarca, con una Iglesia monumental, casi
catedralicia. Recorrimos varios pueblos con piscinas naturales, campos llenos
de árboles frutales, pueblos más antiguos que España…
Al fin llegamos al suyo. Era relativamente pequeño pero como
vísperas de la fiesta local estaba abarrotado de gentes procedentes del pueblo
pero ahora emigrados por toda la geografía española. Había dos o tres mil
personas. Por lo visto era innegociable estar ese día en el pueblo. Se les veía
orgullosos de ser de allí. La mayoría de las casas estaban bien cuidadas. Hay
que reconocer que era un sitio ideal para las vacaciones y fines de semana.
Aunque Abdón me había anticipado algo sobre la fiesta, la
realidad que presencié era más próxima al siglo XIII que a los años noventa.
¿Oísteis hablar de la España profunda? Pues este pueblo era insuperable en
profundidad. Digno de una película de Berlanga, un corto o un reportaje
exótico. En esencia, consistía en procesionar por todo el pueblo con San Antón
en andas. La procesión duraba unas cinco horas, había gente que se iba a casa a
dormir un rato y se reenganchaban dos horas más tarde. Aquello era eterno.
La imagen del santo no era una talla. Se limitaba a una
cabeza siendo el resto mantos, ropones y flores, adornos. Detrás iba el cura
con otras autoridades y detrás de estos iban los escopeteros. Seis.
Uniformados. El presidente de la cofradía daba la orden de empezar. “¡ANDAS
ARRIBA!” y los cuatro portadores, protegidas sus cabezas con unos cascos que
recordaban a los de la primera Guerra Mundial, o sea, con la parte trasera
hasta bien por debajo de la cabeza, levantaban a San Antón y empezaba el
número, el insólito número. A un paso lentísimo empezamos a caminar. De pronto
se paraba y una mujer desde un balcón o ventana gritaba “San Antón, que sea
buen año para la aceituna”. En marcha de nuevo. Parada. Otra mujer gritaba
desde su balcón “San Antón haz que se recupere mi Antonio de la reúma”. Otra
vez en marcha. Ahora no era para suplicar nada. El cura y demás autoridades se
apartaban y el presidente gritaba “¡ALTO!” las andas se depositaban sobre unos
caballetes y dejaban al santo, solo en medio de la calle. “Apunten”. Los de las
escopetas apuntaban al Santo y a la voz de “Fuego” le cosían a tiros. El
presidente gritaba: “Viva San Antón, madre de Dios y padre de Jesucristo”.
“Viva” gritaba la multitud. “Andas arriba” ordenaba el jefe. Y seguía el lento
caminar. Otro señor para la procesión para gritar “San Antón” que mi hija tenga
buen parto”. Se marchaba otra vez. “¡Alto!”. Mandaba el jefe. Todos se hacían a
un lado “¡Apunten armas!” y los escopeteros apuntaban al Santo. “¡Fuego!” y de
nuevo lo acribillaban al grito de “Viva San Antón, madre de Dios y padre de
Jesucrito”. En marcha. Parada. “San Antón, haz que mi hijo encuentre trabajo en
Madrid”.
A la hora y media yo estaba exhausto. Ese andar lento, ese
parar, arrancar (parecido a deambular
por unos grandes almacenes) me tenía ya baldado. Así se lo dije a Abdón,
que con buen criterio me aconsejó “Mira entra en ese bar y siéntate. Dentro de
una hora pasará la procesión por la calle paralela, sales y te reincorporas.
Hay una puerta trasera”.
Así lo hice. Muchos procesionantes entraban y salían de los
bares a lo largo de las horas. Muchos iban poco a poco alegrándose el camino
vaso a vaso.
Para no cansar a los lectores, yo estaría como dos horas de
las cinco programadas. Del manto del Santo no quedó ni un trozo del tamaño de
un papel de fumar. El presidente recogió la indemne cabeza y la guardó en una
urna que él mismo custodiaba en su casa. Al día siguiente al destrozo, las
mujeres del pueblo, viejas y jóvenes, todas comenzaron a construir un manto
para el año siguiente. Pero amigo, la devoción es así, Cientos de horas de
trabajo.
Luego vino la comida. Yo estaba advertido que me sentaría en
la mesa presidencial junto con el alcalde, la maestra, el cura y el presidente
de la cofradía ¡Qué menos! Abdón les había prevenido que yo era un altísimo
cargo del Ministerio de Cultura.
No había platos. Solo una cuchara vieja y un cuchillo o una
navaja.
Trajeron el perol de la sopa y los cinco íbamos
introduciendo las cucharas hasta que nos lo comimos todo.
Luego se nos daba a cada uno, una hogaza redonda, cómo de
veinte centímetros de diámetro y ya partida transversalmente en dos mitades.
Sobre una de ellas nos pusieron la ración de cordero y ayudados por el pan de
la otra mitad y la navaja nos fuimos despachando, depositando en la media
hogaza que hacía de plato.
La maestrita me susurró al oído “Esto es una oveja que se
fugó de la Batalla de Brunete cuando la Guerra Civil”. Nos pusieron una servilleta,
trapo, (Algo que inventó Leonardo Da Vinci, para evitar que “los comensales del
Duque Miseñor se limpiaran las manos en el faldón del vecino”).
Yo me harté de sabrosas cerezas y no quise saber nada de
unas rosquillas que daban un horrendo olor de anís.
Esto hablando del año 1997. No vaya alguien a pensar que me
di una vuelta por la España del Siglo XIII.
Tuve que reconocerle a mi amigo que tenía un pueblo
maravilloso. En realidad cinco horas de procesión por el pueblo aquel, me
resultaron menos abominables que cinco horas en el Corte Inglés. Y más barato.
Los cientos de transeúntes con los que yo me cruzaba a
diario, entre Cibeles y Recoletos, no eran más felices que la gente de aquel
pueblo. De eso estoy seguro.
Pepe
Morán. Dominico–ex.
jueves, 7 de febrero de 2013
CONTRAPUNTO...
CONTRAPUNTO. APRENDIENDO
A VER EL BRILLO DEL ROCÍO EN LA HIERBA DEL JARDÍN.
Un abrazo de GERA
EXORDIO.
(Casisoliloquio en voz alta
poco vivace para la gente “guay” del blog de Antiguos (acaso arcaicos o
vetustos, pero siempre actuales) Alumnos de Corias y arrabales. ¡Ay!, tango, Si yo pudiera como ayer querer sin presentir…
Por cierto, el gentilicio, o etnónimo, tanto si se usa como sustantivo como
adjetivo, de los de Coria, sin la “s”, es ciertamente cauriense, porque viene
del latín Caurium, pero los de CoriaS, ¿deberían ser CORITOS,CORIASINOS, o…,
CANGUESES de CORIAS?...Entiendo, eso sí, que como dijo un famoso premio Novel
de Literatura: “Uno es, de donde estudiaste el bachillerato”.
NUDO.
En este mundo, ¿actual?,
anegado por una notoria saturación o pletórica informativa, los escritos de
Morán parten con rumbo a momentos
inolvidables. Es como si tratara, entiendo yo que para eso me precio de
saber leer, de cifrar la densidad de un sentimiento, con destino hacia la espesura
del alma, más que hacia los ingredientes
de las simples anécdotas que cuenta. Hay
que leerle una segunda vez más sosegada que nos invita a reflexionar y, así,
descubrir el campo que nos muestra, ya florido, de sentimientos. Sembrado hace…
Algunas emociones tardan en germinar más que el bambú, que durante siete años
está echando raíces, preparándose para la eclosión.
Ya sé,
ya, que la nostalgia, ¡ay!, suele ser una emoción llena de trampas. Pero yo sigo
viendo rigor en su escritura y sigo presenciando la inmortal pasión por la
docencia: La dinámica, eficaz y culta
y la de convección, que transfiere sabiduría alrededor de aquélla
sin siquiera proponérselo. ¿Anda cerca a esto -me pregunto o más bien sospecho-
el espíritu del Blog?
La
única carencia que le denoto es que, seguramente no fue a clase del Padre José
García: “…es esa carencia, si es deseada libremente,… tiene como consecuencia
inmanente, e intrínseca, del pecado, la llamada pena del sentido…”.
Más o menos le oí decir, con la salvedad de la distancia claro, y acaso
castigado en el pasillo, pero que sabía reírse sin esfuerzo. Y es que fuera, está el invierno de la
soledad: hace frío; sólo hay abismo…
Por lo
demás,…, y, yo… q u e l l o r é…, leyendo esos “pecados”.
Con la
curiosidad propia del simio, que por cierto es la miel del escritor, espero que
al pasar la hoja…, la hoja siguiente, halle allí allá…,¡hala!, en el hall o al
pie del hayal…, lo que intriga. ¡Ah!, ¿aún está más allá? Pues mañana volveré a
ver quién está en el blog; qué mensaje, con qué dulce nos deleitas tú; o tú. Pero;
¡no te enfades hombre, ni juzgues!,…Era sólo puro fisgoneo y es que como me
decía hace unos días una señora de muy bien ver, y que me “cazó”,:
-Ya
veo, ya, que eres un mirón.
-Sí…sí,..
Pero,…, miraba sólo el vestido, ¡mujer! Sólo... –farfullé-.
¡Qué
bien huelen las señ…!, que diría Alvaro de la Iglesia. Y siguiendo con este
mismo autor y director que fue de La Codorniz, los puntos suspensivos que aquí
halléis, pretender ser una audacia,
un vacío a rellenar por lectores
inteligentes y “estilosos”, como algunos de este entrañable blog que
evidencian vínculos forjados en las páginas de nuestra historia común.
PERORACIÓN.
Uno se siente honrado de
participar, casi todos los días, en este blog bien atemperado por Galán y dulce y generoso, y, cariñoso, gracias a los filántropos
escritores y tertulianos adictos o casuales. Confieso que participo casi todos
los días porque yo soy de los “escuchantes” de los afortunados “escuchantes”
cotidianos, como si de un Oficio se tratara. Y es que “aunque yo hablara todas las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana
que resuena o un platillo que retiñe”.
Gracias,
es lo mínimo que podría decir. Así pues, ¡gracias!. Y todo porque es bueno
empezar el día con una dosis de ternura y así perfumar el día. Alejarse de
meditaciones metafísicas y que no parezca un diálogo entre Rocinante y …
Era
puro contraste. Era, es, una broma. Es que lleváis tiempo muy serios, y ¡ ya no
ponen nota de CONDUCTA ni leen las notas en el salón de actos!
Un abrazo de GERA
miércoles, 6 de febrero de 2013
FIN DE SEMANA EN ZERMAT (IV)
El tren de cremallera,
uno de los más altos de Europa junto al de la Jungfraujoch (me
gustaría recordar ese viaje realizado hace años partiendo de Interlaken, pero
lo tengo ya casi olvidado) trepa por empinadas pendientes hasta los 3.135 m del Gornergrat. Al
principio parece sobrevolar el pueblo que se divisa allá abajo a través de los
pequeños claros que deja el tupido bosque. El pueblo visto desde arriba, como
en relampagueantes flashes, ofrece la belleza uniforme de sus casas revestidas
de madera y cubiertas de gruesas pizarras. Las vías, en ocasiones convertidas
en viaductos, salvan profundos barrancos; invitan a los aprensivos a evitar
mirar abajo.
Llama la atención, en esta época del año, contemplar las
laderas cubiertas de intensos colores verdes y dorados, cuando todos los
árboles son muy parecidos. El verde abeto es bien conocido, pero el que
aparenta ser un abeto dorado no lo tengo identificado ¿acaso existen abetos de
hoja caduca? Al final consigo información: lo que parece un abeto de hoja
caduca es en realidad un alerce, de madera muy preciada y de la que hablaré
después.
Alcanzada cierta altura, el bosque se va aclarando. Ya se
ven blancas sábanas de nieve tendidas al sol. Pronto desaparecen árboles y
vegetación, y una franja parda moteada
de nieve y algún edelweiss a la orilla de las vías nos separa de adentrarnos en
las altas cumbres donde, durante casi todo el año, reina con irresistible
atracción el manto blanco.
Al bajar del tren extraño una ausencia. Los gigantescos san
bernardos, vistos en anterior ocasión con su barrilito al cuello para acompañar
a los visitantes en las fotografías alpinas, no están. En sustitución aparece
una nutrida bandada de mirlos, por el tamaño aparentan cuervos, con brillante
plumaje negro, más intenso por el efecto de la nieve y del sol. Asombrosamente
permanecen inmutables sobre el pretil del camino, tal vez esperando comida,
permitiendo acercar el objetivo hasta casi rozar el pico rabiosamente amarillo.
Un edificio de piedra de considerables dimensiones alberga
tiendas de artesanía y productos locales, sobre ellas un amplio Bar Restaurante
con espaciosa terraza. Los pisos superiores están ocupados por un hotel,
excepto la última planta que es del observatorio.
La tendencia en estos lugares siempre es llegar hasta el
final, por eso atacamos con decisión las pendientes rampas que llevan al último
mirador. El tramo final, no más de 50 metros , cubierto de nieve y hielo resultaba
peligroso, afortunadamente una cuerda colocada en un lateral de la rampa hace
de valioso pasamanos.
El esfuerzo merecía la pena. La plataforma mirador ofrece
una vista de 360º, con 29 cumbres de más de 4000 m , junto otras que
rondan esa altura, que resulta espectacular. Alguien sensible, y con razón,
denominó esta visión La Diadema
de los Alpes.
Después de descender de la plataforma, ya desprovistos de
chaquetones y jerséis, nos instalamos en la terraza-mirador del bar. A sus pies
discurre un, aún, imponente glaciar herido por serpenteantes y profundos
arroyos, prófugos de su prisión de hielo, ansiosos de convertirse en torrentes.
De frente, el Cervino/Matterhorn irradia un magnetismo irresistible para los
románticos de la montaña. Su cementerio en Zermatt lo veremos después. A pesar
del cielo despejado, una pequeña nube adopta formas grotescas, en ocasiones
aparenta ser el genio de Aladino saliendo de la célebre lámpara, y permanece
enredada, ocultando celosa el vértice de esa figura geométrica convertida en
montaña.
Girando la vista hacia la izquierda se divisa el grupo Monte
Rosa, ahora blanco, rosa cuando cae el sol. Destaca el pico Dufour, con sus 4.634 m el más alto de esa
diadema imperial.
La suave temperatura invita a dormitar en la soleada terraza,
pero aparece el recuerdo de lejanos tambores que lleva hasta un pueblo de
Teruel. Indago el motivo, la explicación está en la suave cerveza que estamos
bebiendo, buena para apagar la sed, fabricada en las montañas de los Grisones,
que lleva por nombre Calanda.
Sin demorarnos mucho -no es aconsejable esperar al último
tren- iniciamos, confortablemente sentados, el descenso hacia Zermatt, mientras,
esforzados y bien pertrechados montañeros aún recorren los escarpados caminos a
pie y las sombras comienzan a adueñarse de la luz en lo más profundo de los
valles.
Llegamos a Zermatt envueltos por una tenue oscuridad y el agradable olor a leña quemada en las
humeantes chimeneas. Arriba, en lo más alto, el Cervino, aprovechando los
últimos rayos de sol, regala un aura de color rosa.
Es buena hora para recorrer la calle principal con numerosos
comercios, las relojerías muestran en sus vitrinas relojes de decenas de miles
de francos o euros, las tiendas de ropa vestidos y calzados de sofisticados y
carísimos materiales adecuados para el deporte de montaña. Además de las
numerosas tiendas de artesanía y productos gourmet de la zona, llama la
atención las bien surtidas librerías con libros traducidos en diversos idiomas,
entre ellos el japonés. Porque, si aún no lo he dicho, Zermatt es una de las
citas obligatorias de los japoneses en su periplo europeo. Por ello no
sorprende encontrar un espacio en la librería dedicado a esa lengua. Igual que
las cartas de los restaurantes; será difícil encontrar una traducida al español,
mucho más fácil dar camareros que lo hablen, pero en japonés en ninguno
faltará.
Hablando de librerías, se percibe una reveladora diferencia.
En España no es frecuente encontrar, en pueblos pequeños, una librería buena;
en Suiza es normal que cualquier pueblo disponga de una librería excelente.
Vagando por el pueblo se hace la hora de un reconfortante
aperitivo antes de cenar. Para la cena se impone buscar refugio en el agradable
salón interior de uno de los restaurantes- no recuerdo el nombre- afincados en
la calle principal. El camarero, creo recordar que portugués- la colonia
portuguesa en Zermatt parece ser que representa un 30 ó 40% de la población-
hablaba español bastante fluido, nos ofrece diligente y amable un excelente
buey suizo acompañado de sabrosas verduras al dente y un aceptable vino tinto
suizo. Debo aclarar que siempre tenemos la costumbre de tomar, si existen, los
vinos de la zona, o próxima, de donde nos hallamos; al mediodía habíamos hecho
la excepción, tomando vino transalpino, al tratarse de un restaurante italiano.
Cumplimentada la cena, apetecía un paseo bajo el cielo
densamente estrellado. Haces de luz huían por las ventanas de las sólidas y
confortables casas recubiertas de madera mientras el suave viento portaba, por
las calles semidesiertas, pequeñas dagas heladas en busca de un cuerpo en el
que alojarse.
Después de un corto paseo, el regreso al hotel se impone. Además
mañana es domingo y habrá que aprovechar.
Ulpiano Rodríguez
Calvo
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