PRESENTACIÓN

Anualmente cuando nos reunimos los antiguos alumnos de Corias, bien sea en grupos minoritarios por promociones en diferentes lugares del Principado y alrededores, o de forma general en el encuentro de Corias a finales de cada mes de septiembre, siempre solíamos comentar al sentir la alegría de juntarnos de nuevo que, era una pena el que hubieran pasado tantos años sin comunicarnos y sin saber unos de otros.

Afortunadamente, en estos tiempos eso está subsanado gracias a los medios informáticos disponibles que tenemos a nuestro alcance. Aprovechando la oportunidad que nos brinda BLOGGER para poder crear un espacio cibernético común, en la nube, donde se pueda participar y expresar los recuerdos que cada uno de nosotros guardamos celosamente de aquellos años, es cuando surge el Blog de los antiguos alumnos de Corias.

Esta elemental presentación lo único que pretende y persigue es reavivar la amistad y la armonía que hemos trabado entre todos nosotros durante los años de convivencia en el Instituto Laboral San Juan Bautista de Corias y, que a pesar del tiempo transcurrido, aún perviven frescas en nuestro recuerdo.

Otro de los objetivos del blog es recordar y compartir las peripecias vividas por aquellos jóvenes que coincidimos bajo las mismas enseñanzas, disciplinas, aulas, comedores, dormitorios, juegos, etc., durante varios años en el convento de Corias y que aún las tenemos muy presentes.

La mejor forma que tenemos para rememorarlo es ir contando en este blog todos los pasajes que cada uno de nosotros recuerde, expresados con la forma y estilo propios de cada uno pero, siempre supeditados a los principios del buen gusto, el respeto y a la correcta educación que nos han inculcado los padres dominicos. El temario en principio aún siendo libre, sí debiéramos procurar en general, que tengan preferencia los temas relacionados con el colegio y su entorno, ya que es el vínculo y denominador común entre todos nosotros.

Como es lógico, cada colaborador es el único responsable de sus opiniones vertidas aquí en el blog; las cuales pueden ser expresadas libremente sin condicionantes ni cortapisa alguna por parte de la dirección; tan solo debemos atenernos todos, a las premisas mencionadas anteriormente del respeto y el buen gusto.

Una vez hecha esta breve presentación, se pide la colaboración y aportación de todos los antiguos alumnos pues, seguro que todos tenemos algo ameno e interesante que contar. Unas veces serán relatos agradables y divertidos, y otras no tanto; pero así es la realidad de la vida.

Al blog le dan vida una serie de antiguos alumnos que colaboran de forma fehaciente y entusiasta con Benjamín Galán que es el bloguero administrador. A este galante caballero el cargo de administrador no le fue asignado por méritos propios, más bien por defecto, de forma automática; simplemente, por ser el titular del blog. Pero podría delegar el cargo en cualquier otro colaborador que así lo deseara.

De antemano, muchas gracias a todos los participantes y colaboradores. Tanto a los antiguos alumnos y profesores que deseen intervenir, como a todos nuestros amigos lectores.

¡A colaborar y a disfrutarlo!

(21 de noviembre de 2009)

B. G. G. (BLOGUERO PRIOR)

lunes, 9 de noviembre de 2020

DE LA ROSA DEL AZAFRÁN A LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES

 Han transcurrido meses desde la última vez que dejé constancia de presencia por aquí. Entonces, con cierto complejo de Guadiana por aquello de aparecer y desaparecer que ahora se repite, nos adentrábamos en la primavera cabalgando la primera ola de la pandemia. Después llegó el verano y con él la “nueva normalidad”. Esa que nos permitió encarar con cierto optimismo el verano y, afortunadamente al menos en mi caso, disfrutarlo con anhelados viajes y visitas sin abandonar del todo las consabidas precauciones,  conscientes del “bicho” que permanecía al acecho.


Las nuevas alertas detectadas durante esa época estival se han transformado en una segunda ola que después de arrasar la “nueva normalidad” azota todos los rincones de España y nos mantiene, en mayor o menor grado, de nuevo confinados.

 De forma responsable procuramos defendernos y evitar que esta segunda ola se convierta en tsunami y nos arrastre con ella. Esto no conjura la frustración de perder el otoño igual que ya perdimos la primavera. Más cuando se es consciente de que no son muchos los otoños que quedan por vivir. Quizá, con la que está cayendo, suene a insensatez añorar el gozo otoñal, sin embargo no lo puedo evitar. La impotencia de viajar da alas a la imaginación y me traslada a fabulosos parajes visitados en lejanos o cercanos otoños a los que esta estación confiere un esplendor especial. Tal vez por esa mención al Guadiana o por  las bandadas de aves migratorias que estos días sobrevuelan Madrid rumbo al sur (Azul es el cielo de Madrid, / lo surcan aves/ pequeñas barcas/ que rasgan el cielo/ con sus alas blancas / camino del mar. ) las estampas más poderosas de estos días son las del otoño manchego.


Más allá de las llamativas berreas de Cabañeros, del aún esplendoroso, a pesar del saqueo hídrico a que está sometido, Parque de las Tablas de Daimiel  y otros lugares de reconocida belleza, los otoños manchegos son mucho más: Viñedos que mutan en infinidad de colores, desde el granate-rojizo al amarillo-pajizo de los tintos y blancos producto de su  cosecha que ya fermentan en las bodegas. Campos dormidos bajo un manto dorado aguardando el arado y la  simiente para rendir nueva cosecha de paja y grano. Membrillos en sazón irradiando rayos de sol y deliciosa fragancia. Exóticos caquis de anaranjados y jugosos frutos de los que guardo antigua y generosa anécdota. Y, sobre todo, los campos que  parecen vacíos, yermos, pero que al mirarlos detenidamente nos descubren el mayor tesoro de estas tierras: la rosa del azafrán. Ella es la protagonista de una genuina estampa que cada otoño se reproduce por pueblos manchegos. Alrededor de mesas alargadas y en mitad de la calle, todos, desde niños a los más ancianos se afanan en deshojar las rosas. Es la monda del azafrán, extraen los preciados filamentos que servirán de condimento en suculentos guisos. Si estos días nos fuera posible viajar  por recónditas carreteras manchegas veríamos en los bordes pequeños montículos morados formados por miles o millones de hojas de rosas del azafrán procedentes de la monda.


Tras meses desaparecido me acerco de nuevo al blog y me voy al otoño manchego cuando la intención era comentar las recién leídas entradas de Emilio Ramón y de Galán. Ellos han sido los únicos que de forma encomiable han insuflado vida durante estos meses a este depauperado blog nostálgico de tiempos mejores.


Emilio Ramón, en Aquellos largos y tristes viajes, evoca con emotividad, envidiable memoria y precisión de detalles el tortuoso viaje como antiguo alumno desde los horizontes abiertos de la costa y la calidez del hogar materno hasta el inhóspito caserón hundido entre montañas que entonces era el Instituto de Corias donde le aguardaban largos y duros trimestres confinado. Resulta poderosa la imagen de su mirada anhelante pugnando por sobrevolar o atravesar el inexpugnable Piñolo para alcanzar los amplios horizontes del mar y el calor de las personas queridas. Ahora sé que quienes asistíamos al instituto desde un pueblo cercano, cada día regresábamos a nuestros hogares y al contacto cotidiano con los amigos de toda la vida, éramos unos privilegiados. Aunque también añorásemos nuevos y lejanos horizontes,


Galán, con 2020 año bisiesto y con poco apresto, reflexiona sobre el mal fario que, según creencia popular, acompaña los años bisiestos y que este 2020 se empeña en confirmar. Dice literalmente “los años bisiestos en general no gozan de muy buena fama entre el populacho” . Una expresión que llama la atención de un anónimo lector hasta recurrir a diccionarios para ilustrarnos en un comentario del significado canónico de la palabreja. Me parece loable la meticulosidad del anónimo, todos tenemos derecho con el DRAE en la mano  tratar de emular al mismísimo Alex Grijelmo, incluso a Maria Moliner o Lázaro Carreter. Poner los puntos sobre las íes es siempre un ejercicio muy interesante, suscita debate y es enriquecedor. No lo es cuando se hace desde el anonimato, esa práctica tan denostada de tirar la piedra y esconder la mano. Más aquí cuando no existe ninguna razón vital que justifique tal anonimato y lo único que se logra es hurtar un saludable contraste de opiniones entre antiguos compañeros.

Según mi parecer, y creo que también en el de los asiduos del blog, Galán, que no necesita defensor, utiliza la palabra de forma coloquial no en su literalidad. Así al menos la he leído y entendido. Por poner algún ejemplo, resulta bastante habitual entre colegas y amigos utilizar expresiones como sois o somos unos mindundi o pelagatos sin que ello signifique considerar a los demás o a nosotros mismos unos don nadie o cualquier otro desdoro.

Poner los puntos sobre las íes con el rostro descubierto y la palabra en contexto correcto me parece encomiable. No tanto cuando se obra desde el anonimato y la palabra fuera de contexto.


Con la esperanza de vencer la pandemia y retomar pronto el modo de vida de cada cual  un saludo a todos los escasos pero aguerridos lectores que cotidianamente dejan señales de vida en el contador del blog y bienvenido el anónimo. En este blog hubo uno ilustre, celebrado y recordado. Motejado  como Pelgar.

domingo, 23 de agosto de 2020

2020, AÑO BISIESTO Y CON POCO APRESTO

 


Los años bisiestos en general,  no gozan de muy buena fama que digamos entre el populacho,  y creo que ese descrédito o sambenito lo tienen bien merecido pues, cuando la gente les teme y  nadie habla en positivo de ellos, eso se debe a que normalmente, estos anómalos periodos de tiempo, son portadores de acontecimientos poco beneficiosos para la humanidad. Y para mayor inri, no conformes con su condición de gafes,  los bisiestos  se nos presentan con aires de cierta generosidad y grandeza, pues, cada cuatro años surge uno de ellos que presume de tener 366 días y de ser más "grandón", para diferenciarse de los demás. Pero este rasgo de esplendidez aparente es engañoso, en el fondo, representa todo lo contrario, ya que,  lo que pretende el taimado bisiesto con esta especie de  ñapa, no es beneficiar sino alargar aún más el estado de penuria y de sufrimiento sobre los humanos y seres vivos en general.  Y este  2020 así se está comportando y con esa etiqueta de aciago pasará a la historia. Menos mal que,  afortunadamente,  ya  llevamos trascurrido más del sesenta por ciento de su duración.

Por si fueran pocas las privaciones a las que estuvimos sometidos,   desde el 14 de marzo pasado en el que se proclamó el Estado de Alarma en el país,  hasta el 21 de junio que se levantó la veda, pero  con  reservas,  aún seguimos y parece que el tema va para largo, con limitaciones y prohibiciones, incluido lo peor que es  el miedo al contagio, y  que desgraciadamente,  no se despega de uno ni de noche ni de día.

Entre los múltiples trastornos ocasionados por este pérfido año,  tenemos la pena que nos genera el no poder asistir a ciertos acontecimientos lúdicos que celebramos con mucho entusiasmo una vez por año,  como es el caso del Encuentro Anual de Corias, prefijado para el último sábado de septiembre y que este año nos lo han usurpado así de un plumazo.

Las circunstancias lo imponen y ahora solo nos queda la esperanza de que para el 2021 haya pasado toda esta pandemia y que nuevamente, podamos juntarnos como viene siendo costumbre desde hace veintitantos años. Para que no se nos olvide la fecha por el paso del tiempo, ya que muchos estamos en edad de eso, de olvidar más que de retener, tendremos que conformarnos con contemplar las fotos de encuentros pasados y pedir que sigamos todos vivos y tiesos como velas para poder reencontrarnos en Corias el último sábado de septiembre de 2021.

B.G.G. bloguero “Prior”

viernes, 31 de julio de 2020

Aquellos largos y tristes viajes...


 
Ahora que estamos en verano, mientras que nos divertimos y disfrutamos del buen tiempo caminando, nadando, viajando..., tampoco está de mas que recordemos aquellos años en los que el verano significaba el periodo de tres meses en los que regresábamos a nuestras casas, después de todo un curso con escasas salidas del convento.
Todo era distinto. Todo cambió una barbaridad. Por supuesto, Cangas nunca tuvo tren. Misterios de los planificadores del transporte. Tampoco se supo o se quiso aprovechar la salida mas natural y menos costosa y pendiente de Asturias hacia la meseta, que es el puerto de Leitariegos. Asi se empezó a ir arrinconando todo el sur-occidente y a ir matandolo poco a poco.
Asi las cosas, pocos eran los que en aquellos años tenian un coche que los fuese a llevar. A mi me tocaba viajar en los (hoy irreconocibles) alsas, aquellos fabricados en Inglaterra, con el volante a la derecha, que llevaban el motor al lado del conductor y era toda la calefaccion que tenian en invierno (y el aire acondicionado en verano). Aquellos aparatos conducidos por fornidos "choferes" que necesitaban de toda su fuerza para mover aquel enorme volante y también aquella especie de bastón terminado en bola que era la palanca de cambios. Para pisar aquellos pedales se necesitaba una fuerza de un monton de kilopondios (freno, embrague...)
Pues ahi partía este pobre infante con 10, 11 12... años de parte mañana con destino a aquel valle entre montañas, dominado por aquel pico que a todos nos quedo grabado en la memoria: "el piñolo", cuya silueta todavia me trae pesadillas algun dia que otro.
Los que somos de zona costera sufrimos mas que los que sois del interior. Fuera como fuese, siempre teniamos un punto cardinal adonde mirar que no tuviese una barrera infranqueable en donde se te frena la vista: El MAR. Algunas veces tengo soñado alli en Corias con encontrar un paso entre los montes. Subir a un cerro cercano (piñolo, santaAna, el Acebo) y desde alli encontrar un canal libre por donde ver mi pueblin, con todo lo que yo mas queria: amigos de la infancia, mi primera escuela, la huerta de mi casa, con sus frutales (peras, manzanas, higos, ciruelas), mama, mi hermano... y un largo etc.)
Pero el viaje, como digo era largo. Comenzaba en Otur, donde me acompañaba mama (d.e.p.) para ayudarme a subir la maleta, o las bolsas... y pagar el billete. Buscábamos asiento (entonces no iba demasiado lleno). Mas bien hacia alante, ya que en los de atrás viajaba gente que ya fumaba de parte mañana, algunos de aquellos farias que apestaban a media docena de asientos alrededor... Y ahi se iniciaba la andadura. Siempre quedaba alguna lágrima por aquellos asientos. Algun recuerdo de las camas calientes que dejamos para levantarnos, cuando eramos pequeños. Mas tarde, de algún proyecto o, ya llegando a la pubertad, también el recuerdo de aquella chica de la que nos habiamos enamorado aquel verano...
Entonces comenzaba a rodar el bus. Ya no había vuelta atrás. Primera parada en Luarca. Aqui subía y bajaba gente, por ser un importante centro comercial por aquellos años. Y luego ya, todo avanti. En marcha hasta La Espina, por una carretera que a veces parecía espiral, mas que curvosa. Con aquellos bandazos y balanceos tipicos de los autobuses tan largos que no tenian el diseño de los de hoy. Hay que añadir además, el estado de las carreteras, llenas de baches, socavones, cuevas...
Entonces no había bolsas para el que se marease (todavia) Sí recuerdo que algunos se tomaban la "pastilla pal mareo" que, a lo mejor, con un poco de suerte, les evitaba "potar" en el viaje. Quien lo hiciera (potar) tenia dos opciones: una debajo mismo del asiento (la mas comoda, según ibas... hala!). La otra era levantarse y abrir la ventanilla. En aquellos tiempos, las ventanillas de autobus se abrian de alante para atras (correderas). Se asomaba la cabeza y "pafuera". Asi los coches llegaban a las estaciones con enormes "graffitis" en sus laterales, que el revisor (especie extinguida ya) se apuraba a coger el cubo y la fregona y pasarlo en un intento de dejar minimamente aseado el exterior del coche.
Siguiente parada: la Espina. Pocos alsas iban directos del occidente hasta Cangas. Aunque los hubo, estos fueron mas bien al principio del bachillerato. Después habia que hacer transbordo en la espina. Alli parabas un buen rato (a veces hasta una o dos horas) para luego coger el que venia de oviedo con direccion a Cangas. No os quiero contar lo que es una fria mañana de enero en la espina. Podéis imaginarlo.
Y desde ahi, si. Ya todo "pabajo". Hasta Corias. Desde el alto de la Espina, en un dia claro, aun se ve algo la linea del mar (pocas veces). Pero iniciada la bajada, ya entramos en territorio comanche: Se acabó.
Asi llegamos a aquel caserón de tan dispares recuerdos. En general me queda una gratísima memoria de aquellos años. Todo el tránsito de la infancia a la temprana juventud. Con toda la emoción que supone el conocer el convento cada vez en sus mas recónditos parajes. Quien no subió por detrás del retablo mayor a fumar un pitillo encima de la bóveda del altar mayor? Quien no anduvo alrededor de la iglesia a la altura de las cornisas por debajo de los ventanales? Quien no pasó fugazmente por el osario que había al lado del claustro donde está el cementerio? Y todo ello adobado con la emoción de que llegase un fraile en aquel momento y te pillase en semejante travesura...?
Cuando era principio o final de curso (y a veces, también coincidiendo con los trimestres) iban a buscarnos los "parientes". Entonces era dia doble de fiesta: Por una parte, nos marchábamos, dejábamos aquella rutina por una temporada (mayor o menor) y por otra, por un dia, nos librábamos de comer en el comedor, acompañados por la 5ª sinfonía de bethoven, de la que alguien decía acertadamente que "los callos, con bethoven, mejor entran"
Algún dia comíamos en "casa la chata", acompañada la comida con "vino del pais" (eso los mayores). Entonces tenia una especie de reservado al fondo del bar, en lo que era una especie de balcón cerrado que daba encima del rio narcea. La comida? Pues no la recuerdo. Distinta...
Y asi terminaba el dia. En unas ocasiones lo siguiente era quedarse alli durante unos meses. En otras, era marcharse y perder de vista por un tiempo todo aquello...
Se admiten críticas y colaboraciones con vuestras experiencias.
Que lo paséis todos muy bien!!!
Iba deciros que si alguno viene por Luarca está invitado a una sidra, pero con los tiempos que corren con el virus este, no me atrevo.

sábado, 20 de junio de 2020

ANTIGUO CONVENTO DE CORIAS



Rebuscando entre los libros de texto del colegio y demás reliquias de aquellos años de juventud que aún conservo,  me he topado con esta  artística lámina hecha a plumilla, no sé si por algún exalumno del colegio, porque fue incorporada  posteriormente a la colección,  del antiguo Convento de Corias, hoy Parador Nacional, Monasterio de Corias. Dicha lámina la adquirí a precio de saldo hace unos años en una liquidación por cese de negocio de una tienda de regalos en Cangas del Narcea  y la verdad es que me gusta mucho. De hecho, la tengo  enmarcada  y preside el hall de casa en León. Al contemplar el Escorial asturiano, como así también se le conoce en Asturias a este monumental caserón, e influenciado por la preocupante situación actual, me vinieron a la mente  los años en los que estuvo destinado a colegio y los siete cursos que viví allí en régimen de internado. No quiero ni pensar qué habría sido de los 500 alumnos que estábamos en el colegio si hubiéramos padecido una pandemia como la actual con los escasos medios sanitarios  con los que se disponían en aquel tiempo. Vale más no pensarlo. Lo que sí celebraríamos por todo lo alto, sería el momento en el que nos  comunicaran  que se suspendía el curso escolar  por imposición sanitaria y que nos íbamos todos a nuestras casas y con el curso aprobado. 

Centrado de nuevo en estos tiempos difíciles de pandemia, que se nos han venido encima  y que jamás se nos  pasó por el magín que tal cosa se pudiera hacer realidad en momentos de superioridad tecnológica, en los que el hombre es capaz  de enviar naves tripuladas a planetas distantes de nosotros años luz, cómo se iba a temer a un ser ínfimo de tamaño microscópico como es el covid-19. Pero hemos medido mal al enemigo, ya que estábamos demasiado imbuidos por los continuos avances de la ciencia y por los numerosos artefactos electrónicos inteligentes que nos rodean, capaces  de emular a los humanos en casi todos sus actos y hasta de sustituirnos en los trabajos. Es probable  que  pecáramos de arrogantes por acomodarnos demasiado a la vida fácil, sin importarnos  lo más mínimo el mañana y sin pensar que  aquí estamos todos de paso y de prestado y  que nuestra obligación no es derrochar a troche y moche, sino  más bien hacer un  uso equilibrado de todo lo que nos rodea para poder dejar la “casa” en estado de revista y en condiciones habitables para los que vengan después.  Pero no;  lo del dicho: “el que venga detrás que arree”. El mensaje universal con el que somos bombardeados  constantemente es: consumir, consumir y consumir. Así, algunos llegan a acumular  ingentes cantidades de dinero que luego no saben qué hacer con ellas. A la vista de toda esta arrogancia vana, salvando las vidas humanas,  de vez en cuando un pequeño frenazo o revés no nos vendrá mal para atenuar un poco la soberbia. 

La pena es que los efectos económicos pueden ser catastróficos, devastadores, y  la cuerda si se tensa en exceso, siempre se romperá por la parte más débil. De todos modos, tampoco somos los primeros que sufrimos un percance  como este del covid-19.  Sin ir más lejos, solo tenemos que recordar  la que vivieron nuestros padres y abuelos, la de 1918,  la famosa gripe española o “enfermedad de moda”,  que fue devastadora para la población y a base de esfuerzo  y de sacrificio, la fueron superando.


B. G. G. Bloguero “Prior”

martes, 19 de mayo de 2020

AQUELLOS DÍAS DE MAYO


ENTRE UN 18 EN  MADRID Y EL 26 DE VALDEVIMBRE.

Todos y cada uno de los meses del año atesoran indudable encanto pero la joya de la corona del año, sin dudar, es mayo. Con invisible imán retiene los últimos fríos invernales y al tiempo atrae los primeros calores estivales. Mezcla ambos y suele ofrecer temperaturas ideales. Invade campos, jardines y balcones con un festival de flores. Regala toda la gama de vivos colores y los más perfumados olores. Ecuánime y democrático que es despliega emblemas según afinidad, y al gusto de cada cual. Teje la bandera monárquica oficial de España con amapolas y aliagas; y añadiendo espliego, la republicana española. Así, hasta el infinito, logra confeccionar con sus múltiples colores enseñas y banderas de todas las comunidades y naciones. Espero se me disculpe por este inicio redundante; bastantes tiene ya mayo ¡cómo para añadirle aquí más flores!

Mayo, para nacidos en remotas aldeas asturianas, era mucho más. Con él llegaban los primeros frutos del año. Junto a codiciadas y escasas fresas, él traía las deseadas, y abundantes, cerezas. Hacía ya largos meses, desde comienzos de otoño, que los frutales más tardíos, exahustos y sin hojas, habían rendido sus últimos frutos. La única fruta, a nuestro alcance durante el invierno, racionada o sisada esquivando la vigilancia materna, había sido alguna de las peras o manzanas conservadas entre paja en lugar fresco o enterradas en el arcón del grano. Solo la suerte podía ofrecernos un racimo de uvas pasas, de los colgados de su sarmiento en el desván, y reservados para las campanadas de fin de año. Por eso las cerezas eran recibidas como frutal manjar recién caído del cielo. Con premura se comenzaban a catar, las llamadas de “mayo”, aún ácidas, cuando apenas habían comenzado a colorear. Después vendrían las de “junio” que se apuraban hasta bien entrado el verano. Ya muy dulces, de intenso negro-morado y  de vez en cuando con el “burro”.

De todos los años, meses, incluso días, por los que fluye la vida, se suelen guardar recuerdos. Unos más presentes que otros. Todos marcan y condicionan la existencia. Por cuestiones de autodefensa, estar bien consigo mismo, se procura olvidar los malos y agrandar los positivos. Éstos terminan siendo los más preciados adminículos atesorados en el cofre de la memoria. Los que ayudan a transitar el presente y encarar el siempre incierto futuro. Recientemente, Manuel Vicent, escribía “Los únicos paraísos  verdaderos son los paraísos perdidos”. Puede ser cierto, y esos paraísos (recuerdos) de días pasados pueden ir desde el sabor de esas cerezas recién cogidas del árbol hasta momentos vividos junto a un amor perdido. Todas las vivencias gratas compartidas. “La vida no vale nada si no es para compartirla” dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones. Tal vez por eso, de cuando  en cuando, surge la necesidad de recuperar alguno de esos paraísos (días) perdidos. 

Pero, en ocasiones, es la caprichosa memoria la que trae esos recuerdos sin habérselos pedido. Hoy, por ejemplo, rescató dos fechas, dispares y distanciadas en el tiempo. Cuarenta y cuatro años y ocho días las separan. Ambas valiosas para mí, las dos radicadas en mayo.

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El 18 de mayo de 1968 tuvo lugar, en la Facultad de Económicas de la Complutense de Madrid, uno de los más apoteósicos recitales de Raimon. Nada tenía yo que ver con la universidad, desde tres años antes trabajaba en una fábrica metalúrgica, pero un amigo que estudiaba allí me convenció para que le acompañara. Era sábado por la tarde y no tenía nada mejor que hacer. Conocía a Raimon por su Al vent, un grito de libertad convertido en himno contra el régimen franquista. El recital pronto se convirtió en un clamor por la democracia de los seis mil, según diversos cálculos, asistentes al acto. Quizá fue el más libre, reivindicativo y numeroso encuentro celebrado dentro de España contra la Dictadura desde el final de la guerra. Una explosión de libertad que cogió por sorpresa a los guardianes del orden público. A la salida todo el recinto universitario estaba tomado por los “grises”. Las cargas, palos, botes de humo y carreras se prolongaron hasta la Calle Princesa. El decano de la facultad, requerido ante la policía, hubo de disculparse públicamente por haber autorizado el acto. También fue suspendida, por orden gubernativa, la actuación de Raimon prevista para unos días después en el Club de Amigos de la Unesco, en la Plaza de Tirso de Molina. Arturo Mora, delegado del perseguido sindicato democrático de estudiantes, y principal organizador del recital, terminó siendo expulsado de la universidad y deportado a Cantabria. Entre 1969 y 1973 sufrió largas temporadas de cárcel por actividades tan subversivas como elaborar informes para Amnistía Internacional, con testimonios recogidos entre los detenidos, de malos tratos y torturas practicadas por la Político-Social. Era una de las personas más inteligentes y con mayor don de gentes que he conocido. Murió joven, en un accidente de circulación. Unos diez años después de aquel recordado día de mayo, cuando España estrenaba la democracia y él poco más de treinta años de vida.

En recuerdo de aquella tarde del 68, Raimon, compuso una canción de la que forman parte estas estrofas:

18 de maig a la villa

Si, la ciutat era jove
Aquel 18 de maig
Que no oblidaré mai.

Per unes cuantes hores
Ens várem sentir lliures,
I qui ha sentit la llibertat
Té més forces per viure.

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Consciente de cometer una osadía, y confiando en la generosidad del autor, me tomo la licencia de trasladarlas al castellano, y cambiar fecha y lugar, para evocar un encuentro de antiguos alumnos de Corias con el profesor, nuestro y universal, Juan Carmelo García.

26 de mayo en Valdevimbre

Sí, Valdevimbre era joven
Aquél 26 de mayo
Que nunca más olvidaré.

Por unas cuantas horas
Nos hemos sentido libres,
Y el que conoce la libertad
Tiene más fuerzas para vivir.

Sí, aquel 26 de mayo de 2012 también éramos, nos sentíamos, jóvenes al haber recuperado, aunque solo fuera por unas horas, una juventud perdida. El largo periodo transcurrido desde los tiempos de Corias había desaparecido. Volvíamos a ser los mismos chavales estudiantes del instituto. Jóvenes cargados de ilusión y  fuerzas para vivir por sentirnos libres. Liberados, sí, de antiguos temores; a suspender y a ser castigados. Liberados de  los fantasmas que con frecuencia  acosaban, con crudeza y rigor, entre los espartanos muros del que había sido legendario convento.

No repetiré aquí la intensidad de lo vivido en aquel reencuentro. En el blog, ¡Hace ya ocho años!, dejamos cumplido relato de los pormenores del festejo. 
En la agradable y bien acondicionada bodega-cueva, y en torno a una mesa, no recuerdo si redonda o cuadrada, bien aprovisionada de excelente cecina de León, tortillas, cordero asado, abundante prieto-picudo y  otras ambrosías nos reunimos el profesor, que nunca abandonó  compromiso y docencia, y diez alumnos-ex ( fórmula utilizada por Morán, irremplazable maestro del blog y renombrado profesor de Corias, para referirse a su anterior condición de dominico).
Solo faltaron dos-ex para emular una venerada  imagen inmortalizada por Da Vinci. Aunque en este caso fuera comida y no cena. Pero también aquí se obró un milagro; en poco más de tres horas fuimos capaces de dar cuenta del suculento banquete, amén de las correspondientes copas, y hacer un recorrido de cincuenta años por la vida de cada uno de los jóvenes-viejos presentes bajo la atenta mirada, entre socarrona y divertida, del profesor, igualmente rejuvenecido. También él nos desveló insólitos y desconocidos episodios de su prolífica vida. Un milagro solo posible por la forma espontánea y natural del encuentro, obviando el medio siglo transcurrido con el archiconocido “decíamos ayer”. 
Por imponderables de transporte (gracias, Samuel, por llevarnos hasta Benavente, y a Carmelo por soportarme durante el interminable viaje de regreso a Madrid), el tiempo  resultó muy corto.

Quedaron pendientes muchos deseos, y muchas vivencias por compartir. Gión nos emplazó a no dejar pasar otros cuarenta y ocho años antes de volver a encontrarnos. Y, en Corias y otros lugares, algunos volvimos a coincidir y compartir agradables momentos. Nunca los mismos, y  nunca será posible el reencuentro de aquellos diez de Valdevimbre. 
Hemos llegado a la edad provecta en la que, sin necesidad de coronavirus, la Peregrina de la Dama del Alba de nuestro paisano Casona, anda entre nosotros como Pedro por su casa. A ella solo le podemos decir que venga (lo más tarde posible), cuando tenga que venir, pero que nos encuentre llenos de vida y deseos de vivir. No enfermos y postrados en una cama. 
Fue esa Peregrina, actuando a edad más temprana de la que suele elegir para ejercer su oficio, la que ya visitó a cuatro de aquellos diez : Miguel Ángel, sensible, riguroso, infatigable animador del blog, fue el primero. Poco después, Gión, siempre bienhumorado, genuino y entrañable cangués. Le siguió, inesperadamente, Juanma, noble, cercano y buen compañero. Y, según noticias que desearía no confirmar, a ellos se unió Rufinón, amigo leal y con la franqueza de sindicalista minero. 

Los ausentes, cercanos y estimados, se agrandan a través de los buenos recuerdos que  han legado junto a la certeza de que ya jamás defraudarán.  Ellos son la avanzadilla  de ese infinito viaje de retorno a la naturaleza en el que todos nos volveremos a encontrar.

Mientras tanto, responsables y solidarios, al margen de los “airados justicieros”  que claman por “lo suyo” agitando cacerolas y elitistas chispas de odio con las que pretenden  incendiar las calles, vamos doblegando al maldito virus con la esperanza puesta en alcanzar nuevos y luminosos mayos. Y, si es posible, alguno de los paraísos que creíamos perdidos.

lunes, 11 de mayo de 2020

NECROLÓGICA "PUELO"




El 23 de febrero falleció nuestro compañero José Luis Rod. Rodríguez, más conocido por el apodo de Puelo. Había ingresado en Corias en el año 1958 (segundo de su funcionamiento) y terminando sus estudios en 5º. Era externo y, desde El Puelo (6 Kms.), se desplazaba todos los días a clase en bicicleta como muchos de los externos. Veterano en muchas reuniones y muy aficionado al cante asturiano, con el que solía amenizarnos las veladas, hasta que fue operado de la garganta. Quiero aprovechar para desear también, a nuestro colaborador y exalumno Gera, su pronta recuperación.

jueves, 7 de mayo de 2020

UNA TARDE DE CONFINAMIENTO


…Días después, … una tarde cualquiera, vuelvo a la carga.

Al inicio de todo esto alguien aventuraba, tal vez los chinos, que el virus había sido llevado a China por soldados americanos. Ahora, el presidente Trump, en vista de que su terapia, a base de inyecciones y chupitos de lejía, tampoco curaba esta pandemia, culpa a los chinos de ser los inventores del virus. En medio de tanto ruido mediático, bulos, mentiras y malabarismos políticos para escurrir el bulto, y echar culpas al otro, recupero una de las últimas viñetas de El Roto. Encima de un dibujo del globo terráqueo decía : - “LA TIERRA SE DISCULPA: El hombre se comportaba como un cuerpo extraño, tuve que activar mis defensas”-. Quizá por ahí se debiera buscar el quid de la cuestión. Mientras, de momento,vamos doblegando ese bicho que nos toca lidiar a edad tardía. Hasta nos dejan salir de recreo unas horas todos los días. Así, sin niño, sin perro, ni tan siquiera ticket de la compra.

Estas tardes del coranovirus pueden parecer largas, falso espejismo, suelen pasar como una ráfaga de viento primaveral. Comienzan con el telediario, en mi caso el de La 1, por la sobria profesionalidad de Ana Blanco, en busca de alguna noticia relevante. Sin llegar al final, apago cuando las noticias dan paso a reportajes publicitarios vergonzosamente encubiertos. Después…las series son las reinas de la tarde y abusan de su reinado robando tiempo a otras actividades, al menos en lo que me concierne.

Como inexperto que soy en bajar contenidos de las redes me veo obligado a contratar una plataforma digital, en este caso Movistar +, pagando una factura tan onerosa que el Sr. Pallete debería darme todas las mañanas las gracias y los buenos días. Me consuela saber que esta compañía, de forma más o menos discutible, paga sus impuestos en España. Mientras, competidoras suyas como Netflix y otras, recurren a la ingeniería financiera para evadirse de pagar impuestos en este país.  A pesar de esto somos privilegiados. Basta mirar atrás, imaginar como tuvieron que afrontar nuestros antepasados, hace poco más de 100 años, otro embate sanitario similar, injustamente llamada gripe española. Sus condiciones, de habitabilidad y sanitarias eran infinitamente más precarias, y sin un triste aparato de radio que llevarse a la oreja para que les informara o entretuviera. 

Hace unos días, Emilio-Ramón, nos conminaba a desvelar nuestros gustos como lectores y televidentes. Comenzaré por los míos sin pretender ser exhaustivo. Citando aquellos recordados a bote pronto:
Estas últimas tardes me ocupan  no pocas horas de tarde-noche las últimas temporadas de Better call Saul, precuela de Breaking bad. Un Thriller de acción que casi hace palidecer aquellas del Oeste vistas de chavales. En este caso se trata de las peripecias de un peculiar abogado y un profesor de química (éste, enfermo de cáncer decide fabricar y vender metanfetaminas para asegurar el futuro económico de su familia) que se ven envueltos en la guerra librada por los cárteles de la droga en  la frontera entre Méjico y EEUU. La acción se desarrolla por los desolados, desérticos y espectaculares parajes de Nuevo Méjico y Alburquerque. Por cierto, en esta ciudad vivió largos años, ejerciendo de profesor, Ángel González, el mejor y más profundo poeta, en mi opinión, nacido en tierras asturianas.

Resultaría imposible, creo que nos ocurriría a todos, traer aquí las series, películas o programas de TV que nos resultaron más interesantes. Pero, a riesgo de abusar de alguna paciencia, citaré varias, pasadas por el tamiz de mi particular y discutible gusto, que me ocuparon horas durante estos días de encierro, incluso en meses o años anteriores. Todas ellas continúan disponibles en distintas plataformas.

Comenzaré por la más antigua, la española Crematorio. Basada en la novela, así titulada, de Rafael Chirves, formidable escritor ya fallecido, ilustra la especulación y corrupción urbanística en la costa valenciana durante la etapa previa a la crisis de 2008. La interpretación de Pepe Sancho, otra gran pérdida para el cine español, resulta magistral. Sobre la desgraciada historia de ETA  están disponibles dos esclarecedoras y bien trabajadas series; Un documental, El final del silencio, de Jon Sistiaga, con entrevistas entre antiguos miembros de la organización terrorista y algunas de sus víctimas; y la más reciente, La linea invisible, acerca de los inicios de la lucha armada a mediados de 1968. Serie dirigida por Mariano Barroso y encomiable interpretación de Antonio de la Torre. De este mismo director es, El día de mañana, que sigue las andanzas de un inmigrante, una especie de pijoaparte de Marsé, en la Barcelona de los años 60. Un mundo que quizá resulte más cercano a quienes durante aquellos años emigramos a una gran ciudad. Basada en una novela del mismo título de Ignacio Martínez de Pisón.

Al margen de la producción patria, la danesa ,Borgen, es un ilustrativo retablo de los entresijos de la política danesa con sus alianzas y traiciones. Extraporable a otros paises, aunque dudo a España. Por aquí somos menos sutiles, fríos o florentinos. Más del “Santiago y cierra España” cargado de inquina. Otra, en este caso noruega, Occupied, nos traslada a una ficción en la que un gobierno ecologista noruego, ante la amenaza del cambio climático, decide paralizar la producción del gas y crudo que suministra a la Unión Europea. Ésta, en represalia, solicita a Rusia la invasión pacífica de Noruega, desencadenando una situación casi tan insólita como la actual con el virus. Para avanzar en la plurinacionalidad evoco la alemana Babylon Berlín, trama policiaca ambientada en los años de ascensión del nazismo. Cierto trasunto de Cabaret con menos música y sin Liza. También me suelen atrapar algunas italianas más allá del incombustible Montalbano. Gomorra, filmada a partir de la novela homónima de Roberto Saviano,  lleva a las barriadas napolitanas donde opera la camorra con inusitada violencia. 1992-1993-1994, abarca los años de Mani Pulite (Manos Limpias). La investigación de la fiscalía de Milán contra la rampante corrupción política italiana. Operación desarrollada con valentía y tesón por Antonio di Pietro y otros. Una actuación, aclamada por la inmensa mayoría del pueblo italiano, que provocó la desaparición, en la práctica, de partidos hegemónicos hasta entonces. Un seísmo político con  desenlace  irracional, pero no infrecuente en política: encumbrar en el poder a Berlusconi, uno de los mayores beneficiarios de aquella corrupción, y perverso gobernante como demostró después.

Cambiaré de continente. Aunque allí la violencia suele ser el centro de buena parte de las producciones con más éxito… Los Soprano, Ray Donovan y tantas otras, intentaré rescatar alguna de temática diversa, donde violencia y política estén más subyacientes. Es el caso de The good fight, secuela de The good wire, las dos ambientadas en despachos de abogados. Ambas dejan al descubierto la interrelacion entre los poderes políticos y económicos. La citada en primer lugar contiene inteligentes y ácidas críticas a la presidencia de Trump. Distinta es The affair interpretada y desarrollada con acierto, que versa sobre las posibles consecuencias destructivas de la infidelidad. Mad Men , ambientada en los años sesenta, se adentra en las complejidades del sueño americano a través de ejecutivos de la publicidad. Shameless, es el retrato irreverente y brutal de una familia disfuncional. La voz más alta acerca a la manipulación informativa ejercida por poderosos medios y Billions al despiadado mundo de las altas finanzas.

Pero ya está bien, pronto terminará la tarde y termino de citar series. Una selección hecha a voleo.Faltan muchas y otras sobrarán por eso de los gustos y colores.

Con este plan las películas han quedado bastante olvidadas. Ayer hice una excepción y estuve viendo Mientras dure la guerra, de Amenábar. El resto de películas de estos días, todas antiguas, invocaron tiempos pasados. Recuperé Novecento (las dos partes). Rocco y sus hermanos que me había impresionado (a pesar de los cortes impuestos por la censura), en el Toreno de Cangas cuando todavía era alumno de Corias. Y el pasado 25 de abril, después del espectáculo ofrecido por miles de italianos cantando Bella Ciao desde los balcones, conseguí ver de nuevo Roma cittá aperta. Éstas, junto a dos españolas, Muerte de un ciclista de Juan Antonio Bardem y El Verdugo de Luis Garcia Berlanga, recuperadas por su calidad y el impacto causado cuando asistí a su proyección en el cine Benavente, recién llegado a Madrid, es mi magra cosecha cinematográfica de esta cuarentena. Posiblemente la situación excepcional que vivimos  empuja a mirar atrás, a recuperar emociones perdidas o desgastadas por el implacable paso del tiempo.

La lectura ha sido la gran damnificada. Durante este confinamiento solo alcancé a leer La Madre de Frankestein, última de Almudena Grandes. Una historia más de los Episodios de una guerra interminable con los que la autora rinde homenaje a Galdós. La narración discurre por las décadas de los 30 y 50 del siglo pasado y gira, además del estado de la psiquiatria española de aquellos años, en torno a una mujer paranoica y real, Aurora Rodríguez Carballeira, recluida en el Manicomio de mujeres de Ciempozuelos tras haber matado, años antes, a su jovencísima y superdotada hija Hildegart. Una vez terminada esa lectura rescaté de la estantería, donde permanecía desde su compra hace unos 10 años, Doble Esplendor, obra autobiográfica de Constancia de la Mora. Resulta  interesante por aportar informaciones y claves que ayudan a entender la historia de España durante la primera mitad del siglo XX.

Después de este largo recorrido por gustos y costumbres, llega la hora de la cena, necesariamente antes o después de los aplausos de las 20. También, si es posible, la de conectar por un corto periodo el programa de Mamen Mendizábal, brillante y audaz comunicadora, y localizar alguna noticia novedosa en La Sexta.

 Pero la cita cumbre del día llega con los aplausos.Comenzaron cuando aún era de noche, sin ver las caras de los vecinos de enfrente. Solo viendo y escuchando el batir de las manos. Con el cambio horario se hizo de día y fuimos descubriendo nuestros rostros. Comenzamos a saludarnos, primero tímidamente, después todos los días y con toda naturalidad. Algo increíble; llevo en esta casa 20 años y no conocía a ninguna de esas personas, aunque son menos de 20 metros de calle la distancia que nos separa. No es exactamente así, conocía al menos a una, el dueño del bar de abajo que vive al otro lado de la calle.
 Una estrella acapara la atención durante esos minutos de los balcones: la niña de unos cuatro años del primero frontero. Se asoma, nunca falla, junto al padre y su madre que lleva un bebé en brazos. Cada día se viste para la ocasión con sus mejores galas, vestidos o disfraces y muestra al tendido juguetes y muñecas, además de sus dibujos. Aplaude y grita cosas difícilmente audibles. La única vez que logré entenderle algo fue cuando se autorizó la salida de los niños y decía: ¡Mañana salgo con la familia!  Encantadora niña.

Pronto dejaremos de vernos de nuevo. No solo por la esperanza de volver a una normalidad que haga innecesarios los aplausos. Las filas de árboles en ambas aceras alcanzan los pisos más altos y , tardías pero imparables, las hojas están tejiendo cortinas verdes que impiden la visión y separan las  edificaciones. 
Los aplausos son solidarios homenajes a quienes están haciendo frente a la gravísima crisis sanitaria, en primera línea y en precarias condiciones. La Comunidad de Madrid lleva décadas gobernada por quienes consideran la sanidad como un negocio privado y no un servicio público. Así , sistemáticamente, han procedido a practicar recortes de plantillas y medios, privatizando o subcontratando servicios a empresas privadas. Solo cabe esperar que cuando todo esto pase nadie lo olvide.

Algunos días, pocos por fortuna, a las 19 o 21 horas, según el humor que tengan cuando expanden su bilis por las redes, se escucha el sonido de la chatarra. Son “las caceroladas”, organizadas, contra el gobierno y las medidas adoptadas para frenar la pandemia, por esos que ahora claman por su libertad, ¿Para enfermarse y enfermar a los demás? Hijos de unos padres políticos  (“los de la cáscara amarga”, les llamaba un antiguo y querido compañero de trabajo ya fallecido), que metían en la cárcel, y cosas peores, a miles de españoles por defender la libertad de todos. Tienen poco éxito. Por esta calle, cuando suenan, no pasa de ser un achatarrado murmullo lejano.

Entre una y otra cosa se adentra la noche. Apenas queda tiempo ya, antes de las 11, para ver un capítulo o dos, dependiendo de su duración. Esa hora, a estas alturas de la vida, es la que considero adecuada para ir pensando en recogerse.

Antes, a través de un hueco entre las ramas de los árboles, puedo ver un trozo de calle desierta. Señal de que ha finalizado el horario de los corredores. Nunca se ha visto tantos deportistas por las calles de Madrid. Solo un repartidor (ríders les llaman ahora los modernos y las multinacionales que les explotan), pasa sigilosamente montado en bicicleta con su enorme mochila a cuestas. Es fácil imaginar que en ella lleva comida rápida, o cualquier otra cosa que se necesite, desde aspirinas hasta juguetes sexuales. Estas esforzadas personas, igual que barrenderos, limpiadoras, cuidadoras, cajeras de supermercado, impagable su sonrisa con los ojos cuando atienden parapetadas tras la mascarilla, braceros del campo, que se desloman sembrando y recogiendo frutas y verduras para llenar nuestras neveras,…desarrollan los trabajos catalogados como no cualificados y que se han revelado imprescindibles en estos tiempos de pandemia. Todos tienen en común el estar mal pagados. Muchos han nacido fuera de nuestras fronteras y suelen ser mirados con desdén, cuando no insultados, por “patriotas” de mucha bandera y poco patriotismo con la cartera. La desfachatez es un virus que crece exponencialmente, he leído estos días.
 No todos los sectores económicos están sufriendo de igual forma la crisis sanitaria. Asusta imaginar las fortunas que están acumulando especuladores de toda calaña con productos tan vitales como medicamentos y equipos de protección sanitaria. También con otros de mayor o menor necesidad. Recientemente alguna revista económica aseguraba que la fortuna de Bezos, dueño de Amazon, se había incrementado 30.000 millones de dólares durante estos meses.

Pero estos temas son los más inadecuados cuando se pretende ir a la cama. Faltan muchas horas hasta el amanecer, cerca de ocho, demasiadas para dormir. No recuerdo haber dormido nunca tanto tiempo. Cinco están bien, seis casi es un exceso.
La radio también puede convertirse en buena compañera para transitar una parte de la noche.Por eso los días laborables, la programación de fin de semana es otra, me gusta ir en busca del sueño con los últimos minutos del Hora 25 de Pepa Bueno para despertar con el De buenas a primeras, sucesor del Si amanece nos vamos que solía escuchar cuando trabajaba. Después, con las primeras  y frescas noticias del Hoy por hoy de Angels Barceló, llega la hora de levantarse, con el amanecer y el placer de recibir un nuevo día.

También el momento de poner fin a estas largas confidencias que tal vez solo tengan algún interés para  mí. 

jueves, 30 de abril de 2020

UNA MAÑANA DE CONFINAMIENTO


Amanece sobre Madrid un día cualquiera de esta prolongada cuarentena impuesta por un poderoso enemigo, tan peligroso como desconocido, llamado coronavirus. Él nos mantiene secuestrados.

La incierta claridad del alba anuncia su presencia sobre los áticos de enfrente. Rosada avanzadilla de los primeros rayos de sol que pronto inundarán estos pisos altos. Mientras, abajo en la calle, la noche aún remolonea entre el silencio y un remanente de oscuridad. De tarde en tarde el haz de luz de un vehículo que pasa sigilosamente altera la temprana quietud. Los bares y comercios permanecen cerrados, llevan semanas así. Desde que el maldito virus les bajó la persiana. Solo un supermercado, Lidl, y una frutería con el curioso nombre de ¡ay madre La Fruta! tienen las persianas medio levantadas anunciando su próxima apertura. Son los únicos establecimientos, junto al Mangitalia de productos italianos y horario más tardío, que resisten abiertos el embate de la pandemia en este tramo de calle.

Me gusta ver amanecer, un regalo diario que me cuesta poco esfuerzo. Menos ahora al coincidir con la hora habitual de levantarme. Tras muchos años de trabajos con hora de entrada muy temprana el hábito de madrugar permaneció muy arraigado. Una vez jubilado solo logré moderar ligeramente esa costumbre, máximo una hora.

Después de la lectura somera de algún periódico digital, una ojeada y borrado de whatsApps colmados de vídeos de todo tipo (que ignoran las recomendaciones de no saturar unas redes ya muy ocupadas por teletrabajos y lecciones telemáticas), y atender las ineludibles y necesarias tareas cotidianas, higiene y desayuno, llega la hora de una de esas escasas incursiones callejeras que tenemos permitidas: ir a buscar el periódico.

El País es el periódico que tengo de referencia desde su primer número, aparecido en 1976. Llegó como una bocanada de aire impregnado de libertad para agitar el mundo editorial en un periodo de incertidumbres. Cuando se apostaba y debatía entre el forzado ocaso del franquismo y el difícil alumbramiento de la democracia. A lo largo de estos casi 45 años no siempre he coincidido con su linea editorial, Sin embargo cuando me falla la confianza en él recuerdo la madrugada del 24 de febrero de 1981. La tarde anterior, como recordamos todos, el golpista Tejero, secundado por un contingente de guardias civiles y el apoyo exterior de relevantes mandos militares, había asaltado violentamente el Congreso, dónde, en sesión plenaria, se hallaban reunidos gobierno y representantes públicos democráticamente elegidos. Al tener conocimiento del flagrante intento de golpe de estado, unos cuantos, quizá poco más de un centenar, empujados por una mezcla de indignación, también de ingenuidad y temeridad, al menos visto desde hoy, nos dirigimos al Congreso para solidarizarnos y prestar apoyo a los allí retenidos. Empeño inútil, todo el perímetro estaba acordonado por la policía impidiendo cualquier acercamiento. Ante cualquier intento utilizaban las porras con contundencia obligando a retroceder por la Carrera de San Jerónimo hacia Sol. La situación era caótica y peligrosa al estar mezclados por la zona quienes queríamos mostrar apoyo a los secuestrados y quienes apoyaban a los secuestradores. Muestra de la confusión reinante fueron los aplausos unánimes, de unos y otros, con que fue recibida la columna militar motorizada al mando de Pardo Zancada. Nosotros “creíamos o queríamos creer” que iban a liberar a los secuestrados, los otros “sabían” que se unirían a los secuestradores. Como así ocurrió. Transcurrido un tiempo, entre nosotros comenzaron a surgir discrepancias: unos defendían permanecer en la zona y hacer frente a los golpistas; otros abandonar el lugar para ir al trabajo o al centro de estudio y organizar en fábricas y universidades acciones de protesta la mañana siguiente. 
Frustrados, presa de la impotencia, algunos decidimos ir a descansar para llegar a nuestros puestos de trabajo a primera hora. Era sobre la una de la madrugada y un quiosco de prensa permanecía abierto en Sol. Me acerqué por si algún periódico había sacado una edición especial que aportara algo de luz sobre los acontecimientos. La única edición, publicada a primeras horas de la noche, era la de El País. Y su  titular, que ocupaba buena parte de la portada: EL PAÍS CON LA CONSTITUCIÓN. Una declaración valiente, en momentos tan decisivos, que hizo renacer la esperanza de que la democracia en España tenía futuro y no estaba vencida. El Rey, aclamado como gran artífice de la Transición, todavía guardaba silencio durante aquellas horas. Dudando, según testimonios conocidos posteriormente, entre dar su apoyo a los secuestrados o a los secuestradores. Al parecer resultó decisiva la intervención del asturiano  Sabino Fernández Campo, secretario de la Casa del Rey entonces,  para que en la comparecencia televisiva, emitida ya avanzada la noche, manifestase su apoyo a quienes habían sido elegidos por el pueblo español para legislar y gobernar la nación.
Aunque parezca fuera de lugar recordar esto hoy, quizá no esté de más. Sobre todo viendo en la actualidad como algunos, desde diversas tribunas, se apropian y utilizan la Constitución de arma arrojadiza.  Esos mismos tribunos, o sus predecesores, que se pusieron de perfil o le volvieron la espalda cuando era violentamente cuestionada.

Ahora, más de 39 años después, y en medio de la pandemia, me disponía a ir a buscar el periódico. Me disculpo por esta divagación.
Salir de casa en estas condiciones tiene algo de odisea, más en Madrid señalado como principal foco. No resulta extraño que en no pocos lugares a quienes vivimos aquí no nos quieran ver ni en pintura, y hasta levanten barreras para evitar que nos acerquemos cuando hace apenas dos meses éramos recibidos con los brazos abiertos.
Tal vez, con tanto viaje, turismo y cosmopolitismo, los gérmenes pululan con tanta libertad por esta ciudad que nos están matando de éxito. Confiemos en que vuelva pronto la añorada normalidad, nueva o vieja, para poder de nuevo estrecharnos las manos, abrazarnos y tocarnos.

Mientras llega ese día es preciso protegerse adecuadamente, sobre todo al salir de casa. Así pues procuro tomar precauciones, aunque confieso cierta aversión a las mascarillas. Al inicio del estado de alarma era tan difícil conseguir una que si no la llevabas parecía que no eras nadie. Lentamente, con no pocas dificultades, se fue regularizando el suministro y hasta yo mismo pude comprarlas en una farmacia cercana. Eso sí, a coste de oro por ser antes de que el ministerio regulase su precio. En estas salidas diarias no uso guantes y mascarilla salvo para las actividades del supermercado, algo que ocurre solo cada ocho o diez días. Para estas cortas salidas, casi nunca después de las nueve, me sirve un pañuelo de papel plegado y humedecido con gel desinfectante. Es la protección utilizada en tiradores de puertas comunitarias y pulsadores del ascensor. En la calle el peligro no parece acechar. Las personas que caminamos por las aceras tendemos a separarnos instintivamente después de cruzar una mirada furtiva. En estos tiempos las calles dan cierta sensación de estar cubiertas por una pátina de angustia. Llama la atención el paulatino incremento del uso de mascarillas, casi siempre puestas correctamente. Sin faltar aquellos que la llevan plegada como un barboquejo o sobre la coronilla tal que solideo papal. Tampoco comporta riesgo hacerse con el periódico. Procuro coger uno de los intermedios del montón y el quiosquero, provisto de guantes, toma por una esquina  la tarjeta de suscriptor y la pasa por el lector. Antes de guardarla, con disimulo, suelo pasar esa esquina por el pañuelo con desinfectante. Quizá todo esto suene a marciano, pero vista la agresividad del enemigo al que nos enfrentamos no sobran precauciones. Al llegar hay que dejar los zapatos próximos a la entrada y poner la ropa de estar en casa. Ansiado y corto paseo, dos manzanas de ida y otras dos de vuelta, no más de cuatrocientos metros,  que en estos tiempos de encierro compensa  las molestias que comporta.

El resto de la mañana suele pasar volando. La velocidad con que pasan los días de confinamiento me produce vértigo, y tiene poca historia: lectura del periódico, algún otro quehacer y espera, no exenta de inquietud, de la comparecencia del director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón. Este hombre tranquilo, de apariencia modesta y sin impostura, algo inusual en los personajes que aparecen en TV, maneja la brújula que guía el barco pilotado por el gobierno. Una difícil singladura, por un mar desconocido y bajo el azote de un devastador maremoto. Una de sus virtudes, al margen de su incuestionable experiencia y capacidad técnica, es atreverse a decir ante las cámaras “no lo sé”. Una respuesta que, según los científicos más avezados, denota la inteligencia de la búsqueda frente a certezas que albergan tantos fracasos. Quienes le atacan, interesadamente y con saña, por sus rectificaciones olvidan reconocer que rectificar atendiendo a las evidencias que van surgiendo es cosa de sabios. Insólitos son los ataques y descalificaciones que viene recibiendo de quienes le nombraron cuando ellos gobernaban. Al parecer una parte de los políticos, alentados por no pocos medios y tertulianos, están más interesados en disparar diatribas de grueso calibre, es decir insultos y bulos, contra los que llevan el timón del barco y sus asesores, que en arrimar el hombro y colaborar para que este barco, en el que vamos todos, llegue a puerto seguro. Solo el ansia de volver al poder puede explicar tamaña irresponsabilidad.

Por fortuna parece que en el horizonte se comienza a vislumbrar alguna luz de esperanza.  De momento sanitaria, al estar, cruzaremos los dedos, siendo doblegado el virus tras ímprobos esfuerzos de la sanidad pública, y la perspectiva de vacunas. La recuperación económica y social requerirá esfuerzos, generosidad y solidaridad. Y tardará más en llegar.

Es la hora de comer, temprana como de costumbre. Pocas veces después de la una por hábitos adquiridos durante periodos pasados. Y por ser horario adecuado al levantarse temprano. También es el momento de interrumpir este ya interminable relato. Sin adquirir ningún compromiso, quizá intente reanudarlo y recorrer la tarde hasta la noche de uno de estos días de confinamiento madrileño.

¿continuará?

domingo, 26 de abril de 2020

RENACIMIENTO DEL BLOG EN LOS TIEMPOS CORONARIOS


La primera intención era realizar un breve comentario sobre la entrada de emilio-ramón (por cierto, parece que ambos solemos atentar contra la ortografía, además de otras imponderables veces, al renunciar a las mayúsculas en nuestros nombres), pero el teclado debió cobrar vida propia y el texto fue creciendo hasta hacer imposible meterlo en un comentario so pena de romper las costuras que limitan su extensión. Así pues intentaré acceder a dar una “entrada” por primera vez. En todas las anteriores, salvo Samuel en alguna ocasión, fue Galán el introductor. Ahora también lo haré con red, seguro de que ante cualquier problema acudirá de nuevo él con su contrastada disposición y destreza para  deshacer cualquier  posible entuerto y dejar esto más presentable y legible, incluso adornarlo con alguna de sus fotografías.



Para comenzar me sumo a la celebración de este renacimiento del blog, consciente, como todos, de que  inevitablemente será efímero. No pocos de los manantiales que lo inundaron de vida, aunque permanecerán, no volverán…y otros van discurriendo por nuevos cauces o disminuyendo su caudal. Es implacable ley de vida, mientras, participemos y celebremos plantando cara a éste o cualquier otro nocivo virus.

Comenta Galán que emilio-ramón vive por la zona de Villar de Luarca, lugar del que conservo magníficos recuerdos. Imagino que todo aquello está muy cambiado. Hace mucho tiempo que no voy por allí.

 Las autopistas son rápidas y cómodas pero restan a los viajes buena parte de su antiguo encanto. Las últimas veces por esa parte de Asturias no llegamos a entrar en Luarca, algo tan imperdonable que casi me hace añorar aquellos monumentales atascos veraniegos por el centro de la villa.

Unos años  atrás recordaba aquí los días de vacaciones que pasaba todos los veranos, entre 1972 y 1976, en el camping Los Cantiles de Villar de Luarca; las tardes transcurridas en Villa Excélsior cuando por allí estaba Fernando, sobrino de Esther, la señora de la casa, y la compra muchos años después de una pintura obra de Federico Granell, sobrino del recordado y entrañable compañero de Corias Paco Granell, que recrea con acierto esa magnífica mansión indiana. Pintura que, ante todo por su valor sentimental, está colgada en una pared de esta casa y que al verla mientras ahora escribo me traslada de nuevo a esa inolvidable tierra valdesana. 
De aquellos años rescato otro valioso recuerdo: el comportamiento altruista, generoso en extremo, de un vecino de Villar. En 1975 al llegar al camping estaba completo y no podíamos acampar hasta  la mañana siguiente que estaba prevista alguna salida. Éramos cinco adultos y mi hija de cuatro años. Cuando estábamos detenidos en la carreterita que daba acceso al camping para decidir dónde dirigirnos a pasar la noche se acercó un hombre que arrancaba patatas en una parcela lindante para decirnos que podíamos acampar y aparcar los coches en la pradera que tenía al lado del sembrado. Además podríamos coger las patatas que necesitáramos y permanecer allí los días que nos fuera necesario. Algo insólito cuando pocos días antes, aún instados en el camping Maria Elena de Celorio, habíamos sido increpados hasta ser expulsados por estar sentados en el borde de un prado tras visitar las ruinas románicas del monasterio de San Antolín de Bedón. Muy agradecidos instalamos las dos canadienses en la tierra de aquel hombre hasta la mañana siguiente cuando ya nos dieron plaza en Los Cantiles. Patatas no cogimos para no abusar de aquella hospitalidad. Lástima, durante los días siguientes al entrar y salir del camping no volvimos a ver al generoso paisano para reiterarle el agradecimiento. Lo reitero desde aquí con la sospecha de que por razones biológicas ya no esté entre nosotros. Debía de rondar entonces los sesenta años.

Aprovechando que emilio-ramón confiesa entre sus varias ocupaciones la de vigilante de obras, me surge la curiosidad y le pediría que nos informara del estado actual de Villa Excélsior. Las últimas noticias que tengo son de hace años, al parecer la estaban acondicionando para hotel. Ignoro si lo han llegado a inaugurar. Después de ver tantos desastres y exhibiciones de mal gusto confío en que esa reforma haya sido respetuosa, manteniendo el aspecto original y los elementos arquitectónicos más valiosos que no eran pocos. En alguna fotografía reciente me parece ver que han desaparecido los frondosos árboles que rodeaban la casa. También me intriga si Los Cantiles continúa existiendo. Tras recorrer buen número camping por distintos lugares siempre me pareció de los mejores y más bonitos; los amaneceres desde las terrazas de acampada al borde del acantilado resultaban espectaculares, además se podía descender por una especie de senda de cabras hasta la pedregosa cala donde bañarse y, con un poco de suerte, capturar pulpos rezagados en las pozas de agua al bajar la marea.

¡Ah! y comparto algunos de esos gustos literarios y cinematográficos, pero eso para otro día. 

ulpiano

sábado, 18 de abril de 2020

REINICIO DEL BLOG



Languidece. La verdad es que parece que el blogg languidece. Llevo tiempo entrando por ver las publicaciones y cada vez hay menos. Y no lo entiendo muy bien. Especialmente en épocas como estas, cuando el tiempo parece invitarnos a hacer cosas distintas, como pueden ser, entre otras, el echar un vistazo atrás y recordar aquellos maravillosos años de una adolescencia compartida en tan lujoso monasterio.

Bueno, debería empezar diciendo “perdonad” por la intromisión. Hace tanto tiempo que no colaboro… Es fácil que pocos se acuerden de mi. Si recordáis al ínclito “Jesusín, el pelgar”, pues yo era uno de los que colaboraban en alguna entrada en lo que seguramente fue la “época dorada” del blogg. Y digo perdonad, entre otras cosas, porque hace tanto tiempo que no “colaboro”, que ya no sé si me acordaré de las contraseñas y todo eso que hacen falta para poder entrar y publicar. Si esto me sale bien, y vosotros aceptáis la colaboración, procuraré hacer mas entradas para que esto se mueva algo. Especialmente en estos días que, como decía, podemos dedicar algo mas de tiempo a este tipo de actividades.

martes, 17 de marzo de 2020

NECROLÓGICA PARAJÓN



Parece que las desgracias nunca vienen solas y en esta ocasión así ha sido. Acabo de ver  en Facebook que el amigo y compañero Miguel Ángel Parajón García también nos ha dejado a edad temprana. Seguro que ya habrá sido recibido con gran alborozo por parte de su profesor y amigo, Pepe Morán. Nuestro más sentido pésame a la familia.


D. E. P. el amigo Parajón

lunes, 24 de febrero de 2020

Necrológica "Cuyás"



El día 21 de Enero nos dejó nuestro compañero y amigo Celestino Corte Buelga. Alias "Cuyás".

Del curso 1962 - 1969.

Era un habitual en las reuniones de exalumnos.

Lo echaremos de menos.

Descanse en paz.