jueves, 7 de mayo de 2020
UNA TARDE DE CONFINAMIENTO
…Días después, … una tarde cualquiera, vuelvo a la carga.
Al inicio de todo esto alguien aventuraba, tal vez los chinos, que el virus había sido llevado a China por soldados americanos. Ahora, el presidente Trump, en vista de que su terapia, a base de inyecciones y chupitos de lejía, tampoco curaba esta pandemia, culpa a los chinos de ser los inventores del virus. En medio de tanto ruido mediático, bulos, mentiras y malabarismos políticos para escurrir el bulto, y echar culpas al otro, recupero una de las últimas viñetas de El Roto. Encima de un dibujo del globo terráqueo decía : - “LA TIERRA SE DISCULPA: El hombre se comportaba como un cuerpo extraño, tuve que activar mis defensas”-. Quizá por ahí se debiera buscar el quid de la cuestión. Mientras, de momento,vamos doblegando ese bicho que nos toca lidiar a edad tardía. Hasta nos dejan salir de recreo unas horas todos los días. Así, sin niño, sin perro, ni tan siquiera ticket de la compra.
Estas tardes del coranovirus pueden parecer largas, falso espejismo, suelen pasar como una ráfaga de viento primaveral. Comienzan con el telediario, en mi caso el de La 1, por la sobria profesionalidad de Ana Blanco, en busca de alguna noticia relevante. Sin llegar al final, apago cuando las noticias dan paso a reportajes publicitarios vergonzosamente encubiertos. Después…las series son las reinas de la tarde y abusan de su reinado robando tiempo a otras actividades, al menos en lo que me concierne.
Como inexperto que soy en bajar contenidos de las redes me veo obligado a contratar una plataforma digital, en este caso Movistar +, pagando una factura tan onerosa que el Sr. Pallete debería darme todas las mañanas las gracias y los buenos días. Me consuela saber que esta compañía, de forma más o menos discutible, paga sus impuestos en España. Mientras, competidoras suyas como Netflix y otras, recurren a la ingeniería financiera para evadirse de pagar impuestos en este país. A pesar de esto somos privilegiados. Basta mirar atrás, imaginar como tuvieron que afrontar nuestros antepasados, hace poco más de 100 años, otro embate sanitario similar, injustamente llamada gripe española. Sus condiciones, de habitabilidad y sanitarias eran infinitamente más precarias, y sin un triste aparato de radio que llevarse a la oreja para que les informara o entretuviera.
Hace unos días, Emilio-Ramón, nos conminaba a desvelar nuestros gustos como lectores y televidentes. Comenzaré por los míos sin pretender ser exhaustivo. Citando aquellos recordados a bote pronto:
Estas últimas tardes me ocupan no pocas horas de tarde-noche las últimas temporadas de Better call Saul, precuela de Breaking bad. Un Thriller de acción que casi hace palidecer aquellas del Oeste vistas de chavales. En este caso se trata de las peripecias de un peculiar abogado y un profesor de química (éste, enfermo de cáncer decide fabricar y vender metanfetaminas para asegurar el futuro económico de su familia) que se ven envueltos en la guerra librada por los cárteles de la droga en la frontera entre Méjico y EEUU. La acción se desarrolla por los desolados, desérticos y espectaculares parajes de Nuevo Méjico y Alburquerque. Por cierto, en esta ciudad vivió largos años, ejerciendo de profesor, Ángel González, el mejor y más profundo poeta, en mi opinión, nacido en tierras asturianas.
Resultaría imposible, creo que nos ocurriría a todos, traer aquí las series, películas o programas de TV que nos resultaron más interesantes. Pero, a riesgo de abusar de alguna paciencia, citaré varias, pasadas por el tamiz de mi particular y discutible gusto, que me ocuparon horas durante estos días de encierro, incluso en meses o años anteriores. Todas ellas continúan disponibles en distintas plataformas.
Comenzaré por la más antigua, la española Crematorio. Basada en la novela, así titulada, de Rafael Chirves, formidable escritor ya fallecido, ilustra la especulación y corrupción urbanística en la costa valenciana durante la etapa previa a la crisis de 2008. La interpretación de Pepe Sancho, otra gran pérdida para el cine español, resulta magistral. Sobre la desgraciada historia de ETA están disponibles dos esclarecedoras y bien trabajadas series; Un documental, El final del silencio, de Jon Sistiaga, con entrevistas entre antiguos miembros de la organización terrorista y algunas de sus víctimas; y la más reciente, La linea invisible, acerca de los inicios de la lucha armada a mediados de 1968. Serie dirigida por Mariano Barroso y encomiable interpretación de Antonio de la Torre. De este mismo director es, El día de mañana, que sigue las andanzas de un inmigrante, una especie de pijoaparte de Marsé, en la Barcelona de los años 60. Un mundo que quizá resulte más cercano a quienes durante aquellos años emigramos a una gran ciudad. Basada en una novela del mismo título de Ignacio Martínez de Pisón.
Al margen de la producción patria, la danesa ,Borgen, es un ilustrativo retablo de los entresijos de la política danesa con sus alianzas y traiciones. Extraporable a otros paises, aunque dudo a España. Por aquí somos menos sutiles, fríos o florentinos. Más del “Santiago y cierra España” cargado de inquina. Otra, en este caso noruega, Occupied, nos traslada a una ficción en la que un gobierno ecologista noruego, ante la amenaza del cambio climático, decide paralizar la producción del gas y crudo que suministra a la Unión Europea. Ésta, en represalia, solicita a Rusia la invasión pacífica de Noruega, desencadenando una situación casi tan insólita como la actual con el virus. Para avanzar en la plurinacionalidad evoco la alemana Babylon Berlín, trama policiaca ambientada en los años de ascensión del nazismo. Cierto trasunto de Cabaret con menos música y sin Liza. También me suelen atrapar algunas italianas más allá del incombustible Montalbano. Gomorra, filmada a partir de la novela homónima de Roberto Saviano, lleva a las barriadas napolitanas donde opera la camorra con inusitada violencia. 1992-1993-1994, abarca los años de Mani Pulite (Manos Limpias). La investigación de la fiscalía de Milán contra la rampante corrupción política italiana. Operación desarrollada con valentía y tesón por Antonio di Pietro y otros. Una actuación, aclamada por la inmensa mayoría del pueblo italiano, que provocó la desaparición, en la práctica, de partidos hegemónicos hasta entonces. Un seísmo político con desenlace irracional, pero no infrecuente en política: encumbrar en el poder a Berlusconi, uno de los mayores beneficiarios de aquella corrupción, y perverso gobernante como demostró después.
Cambiaré de continente. Aunque allí la violencia suele ser el centro de buena parte de las producciones con más éxito… Los Soprano, Ray Donovan y tantas otras, intentaré rescatar alguna de temática diversa, donde violencia y política estén más subyacientes. Es el caso de The good fight, secuela de The good wire, las dos ambientadas en despachos de abogados. Ambas dejan al descubierto la interrelacion entre los poderes políticos y económicos. La citada en primer lugar contiene inteligentes y ácidas críticas a la presidencia de Trump. Distinta es The affair interpretada y desarrollada con acierto, que versa sobre las posibles consecuencias destructivas de la infidelidad. Mad Men , ambientada en los años sesenta, se adentra en las complejidades del sueño americano a través de ejecutivos de la publicidad. Shameless, es el retrato irreverente y brutal de una familia disfuncional. La voz más alta acerca a la manipulación informativa ejercida por poderosos medios y Billions al despiadado mundo de las altas finanzas.
Pero ya está bien, pronto terminará la tarde y termino de citar series. Una selección hecha a voleo.Faltan muchas y otras sobrarán por eso de los gustos y colores.
Con este plan las películas han quedado bastante olvidadas. Ayer hice una excepción y estuve viendo Mientras dure la guerra, de Amenábar. El resto de películas de estos días, todas antiguas, invocaron tiempos pasados. Recuperé Novecento (las dos partes). Rocco y sus hermanos que me había impresionado (a pesar de los cortes impuestos por la censura), en el Toreno de Cangas cuando todavía era alumno de Corias. Y el pasado 25 de abril, después del espectáculo ofrecido por miles de italianos cantando Bella Ciao desde los balcones, conseguí ver de nuevo Roma cittá aperta. Éstas, junto a dos españolas, Muerte de un ciclista de Juan Antonio Bardem y El Verdugo de Luis Garcia Berlanga, recuperadas por su calidad y el impacto causado cuando asistí a su proyección en el cine Benavente, recién llegado a Madrid, es mi magra cosecha cinematográfica de esta cuarentena. Posiblemente la situación excepcional que vivimos empuja a mirar atrás, a recuperar emociones perdidas o desgastadas por el implacable paso del tiempo.
La lectura ha sido la gran damnificada. Durante este confinamiento solo alcancé a leer La Madre de Frankestein, última de Almudena Grandes. Una historia más de los Episodios de una guerra interminable con los que la autora rinde homenaje a Galdós. La narración discurre por las décadas de los 30 y 50 del siglo pasado y gira, además del estado de la psiquiatria española de aquellos años, en torno a una mujer paranoica y real, Aurora Rodríguez Carballeira, recluida en el Manicomio de mujeres de Ciempozuelos tras haber matado, años antes, a su jovencísima y superdotada hija Hildegart. Una vez terminada esa lectura rescaté de la estantería, donde permanecía desde su compra hace unos 10 años, Doble Esplendor, obra autobiográfica de Constancia de la Mora. Resulta interesante por aportar informaciones y claves que ayudan a entender la historia de España durante la primera mitad del siglo XX.
Después de este largo recorrido por gustos y costumbres, llega la hora de la cena, necesariamente antes o después de los aplausos de las 20. También, si es posible, la de conectar por un corto periodo el programa de Mamen Mendizábal, brillante y audaz comunicadora, y localizar alguna noticia novedosa en La Sexta.
Pero la cita cumbre del día llega con los aplausos.Comenzaron cuando aún era de noche, sin ver las caras de los vecinos de enfrente. Solo viendo y escuchando el batir de las manos. Con el cambio horario se hizo de día y fuimos descubriendo nuestros rostros. Comenzamos a saludarnos, primero tímidamente, después todos los días y con toda naturalidad. Algo increíble; llevo en esta casa 20 años y no conocía a ninguna de esas personas, aunque son menos de 20 metros de calle la distancia que nos separa. No es exactamente así, conocía al menos a una, el dueño del bar de abajo que vive al otro lado de la calle.
Una estrella acapara la atención durante esos minutos de los balcones: la niña de unos cuatro años del primero frontero. Se asoma, nunca falla, junto al padre y su madre que lleva un bebé en brazos. Cada día se viste para la ocasión con sus mejores galas, vestidos o disfraces y muestra al tendido juguetes y muñecas, además de sus dibujos. Aplaude y grita cosas difícilmente audibles. La única vez que logré entenderle algo fue cuando se autorizó la salida de los niños y decía: ¡Mañana salgo con la familia! Encantadora niña.
Pronto dejaremos de vernos de nuevo. No solo por la esperanza de volver a una normalidad que haga innecesarios los aplausos. Las filas de árboles en ambas aceras alcanzan los pisos más altos y , tardías pero imparables, las hojas están tejiendo cortinas verdes que impiden la visión y separan las edificaciones.
Los aplausos son solidarios homenajes a quienes están haciendo frente a la gravísima crisis sanitaria, en primera línea y en precarias condiciones. La Comunidad de Madrid lleva décadas gobernada por quienes consideran la sanidad como un negocio privado y no un servicio público. Así , sistemáticamente, han procedido a practicar recortes de plantillas y medios, privatizando o subcontratando servicios a empresas privadas. Solo cabe esperar que cuando todo esto pase nadie lo olvide.
Algunos días, pocos por fortuna, a las 19 o 21 horas, según el humor que tengan cuando expanden su bilis por las redes, se escucha el sonido de la chatarra. Son “las caceroladas”, organizadas, contra el gobierno y las medidas adoptadas para frenar la pandemia, por esos que ahora claman por su libertad, ¿Para enfermarse y enfermar a los demás? Hijos de unos padres políticos (“los de la cáscara amarga”, les llamaba un antiguo y querido compañero de trabajo ya fallecido), que metían en la cárcel, y cosas peores, a miles de españoles por defender la libertad de todos. Tienen poco éxito. Por esta calle, cuando suenan, no pasa de ser un achatarrado murmullo lejano.
Entre una y otra cosa se adentra la noche. Apenas queda tiempo ya, antes de las 11, para ver un capítulo o dos, dependiendo de su duración. Esa hora, a estas alturas de la vida, es la que considero adecuada para ir pensando en recogerse.
Antes, a través de un hueco entre las ramas de los árboles, puedo ver un trozo de calle desierta. Señal de que ha finalizado el horario de los corredores. Nunca se ha visto tantos deportistas por las calles de Madrid. Solo un repartidor (ríders les llaman ahora los modernos y las multinacionales que les explotan), pasa sigilosamente montado en bicicleta con su enorme mochila a cuestas. Es fácil imaginar que en ella lleva comida rápida, o cualquier otra cosa que se necesite, desde aspirinas hasta juguetes sexuales. Estas esforzadas personas, igual que barrenderos, limpiadoras, cuidadoras, cajeras de supermercado, impagable su sonrisa con los ojos cuando atienden parapetadas tras la mascarilla, braceros del campo, que se desloman sembrando y recogiendo frutas y verduras para llenar nuestras neveras,…desarrollan los trabajos catalogados como no cualificados y que se han revelado imprescindibles en estos tiempos de pandemia. Todos tienen en común el estar mal pagados. Muchos han nacido fuera de nuestras fronteras y suelen ser mirados con desdén, cuando no insultados, por “patriotas” de mucha bandera y poco patriotismo con la cartera. La desfachatez es un virus que crece exponencialmente, he leído estos días.
No todos los sectores económicos están sufriendo de igual forma la crisis sanitaria. Asusta imaginar las fortunas que están acumulando especuladores de toda calaña con productos tan vitales como medicamentos y equipos de protección sanitaria. También con otros de mayor o menor necesidad. Recientemente alguna revista económica aseguraba que la fortuna de Bezos, dueño de Amazon, se había incrementado 30.000 millones de dólares durante estos meses.
Pero estos temas son los más inadecuados cuando se pretende ir a la cama. Faltan muchas horas hasta el amanecer, cerca de ocho, demasiadas para dormir. No recuerdo haber dormido nunca tanto tiempo. Cinco están bien, seis casi es un exceso.
La radio también puede convertirse en buena compañera para transitar una parte de la noche.Por eso los días laborables, la programación de fin de semana es otra, me gusta ir en busca del sueño con los últimos minutos del Hora 25 de Pepa Bueno para despertar con el De buenas a primeras, sucesor del Si amanece nos vamos que solía escuchar cuando trabajaba. Después, con las primeras y frescas noticias del Hoy por hoy de Angels Barceló, llega la hora de levantarse, con el amanecer y el placer de recibir un nuevo día.
También el momento de poner fin a estas largas confidencias que tal vez solo tengan algún interés para mí.
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